Martín levantó a Sofía, sosteniéndola de la cola y ella pasó sus piernas, enredándolo. Así, sosteniéndola en el aire, Martín manoteó como pudo un forro mientras ella le comía la boca. Paró solamente para romper el envoltorio con los dientes y caminó hacia una pared; casi se caen con algo en el suelo que ni registró, pero la apoyó a ella contra la pared y así liberó una mano para ponerse el forro.
Sofía mientras tanto lo seguía mordiendo, besándolo, arañándole la espalda; en cuánto Martín estuvo listo bajó un poco a Sofía y entró en ella...se sentía apretada, musculosa. Las piernas que cruzaban por su espalda eran delgadas pero fuertes.
Así, con ella colgada de él, de espaldas contra la pared, Martín empezó a darle. Sofía lo seguía, empujaba con sus piernas, le apretaba la espalda. Empezaron despacio, pero profundo; Sofía sentía cada centímetro adentro de ella, como entraba y salía.
Al rato, cuándo Sofía sintió que Martín estaba cansado, le dijo "Vamos a la cama". Sin salir de ella, él la llevó hasta el borde y se sentó con ella encima. Pero ella lo empujó suavemente hacia atrás, dejándolo acostado y con las piernas por fuera de la cama. Se dio vuelta y comenzó una cabalgata dándole la espalda y mirándolo cada tanto de forma seductora por sobre el hombro.
Martín estaba en el cielo; de esa manera, podía ver su cola saltar y él podía descansar un rato. Sofía sabía exactamente como cabalgar una pija; saltaba, paraba, hacía girar su cadera, le ponía ritmo, pero no dejaba que él se viniera. Al poco tiempo, ella se recostó un poco para atrás y él se sentó de nuevo. Ahora ella rebotaba sobre él, apoyándose en su espalda y él aprovechó para morderle el cuello, mientras con una mano la pajeaba y con la otra le tocaba las tetas. Sofía se estremeció y se vino, casi rompiendo su propia regla de no hacer ruido.
Al sentir que se venía, Martín le pidió que se parase. La llevó contra el sillón y le pidió que se agachara, agarrándose del respaldo. Sofía se agachó, abriendo las piernas y arqueando la espalda. De esa forma, Martín le entró desde atrás, cogiéndola ya con un buen ritmo. Sofía sentía como de a poco se empezaba a extender esa sensación caliente por sus piernas, que presagiaba un buen orgasmo, cuándo sintió como un dedo de Martín buscaba su cola. Ella no dijo nada y él, mojándose el dedo con sus fluidos lo fue metiendo de a poco en la cola, dilatándola mientras la serruchaba desde atrás.
Al poco tiempo eran dos dedos y el calor avanzaba; Sofía gemía, cada vez más entregada. Cuándo faltaba poco Martín salió de ella; Sofía lo miró extrañada, pero él se arrodilló tras ella y empezó a comerle la concha mientras tocaba su clítoris. Verlo ahí y sentir de nuevo su lengua la hizo venirse y temblando, acabo de nuevo.
Ahora sí Sofía se sentía media cansada, pero no había podido hacer que Martín acabara de nuevo. Se dejó caer al suelo y solo dejó la cola empinada; Martín simplemente trasladó su lengua desde su concha a su cola. Sofía le dijo "¿te gusta que me abra así?" mientras separaba los cachetes; un gruñido fue su única respuesta.
Martín esperó a que So empezara a mover la cadera, señal de que se estaba calentando de nuevo. Luego, con la lubricación que traía el preservativo en sobre y los mismos jugos de Sofía la apoyo, mirándola. Ella le dijo las palabras que todo hombre quiere escuchar "dale, hacéme bien el orto, esa cola es toda tuya".
Sofía sintió como la presión más redonda de la pija de Martín entraba en su cola. Como siempre, hubo un poco de dolor, pero al toque pasó; estaba recontra entregada. Martín, sin embargo, no quiso empezar bruscamente. No solo esa cola inspiraba respeto, sino que, aunque era claro que no era ni la primera ni la décima vez que la habían hecho, igual estaba apretada. Fue lentamente hasta dónde sintió resistencia, la saco un poco y volvió, disfrutando con la sensación y la visión de Sofía en el suelo, disfrutando de ser enculada.
Sofía realmente se sentía entregada, le gustaba que le estuviera dando, pero estaba medio incómoda en esa postura contra el piso. Le dijo "dejáme que me pongo en cuatro" y sintió como él salía, despacio. Una vez en la posición, sintió de nuevo como la penetraba y lo buscó con sus manos; en cuánto sintió sus piernas musculosas, agarrándose de ellas se arqueó hacia atrás, con ayuda de él. Así giró la cabeza cuánto pudo y lo besó, mientras sentía como su pija le apretaba en el culo.
Martín estaba loco; sentirla moverse, ver como ella misma se empalaba lo calentó mucho. Sintió que Sofía agarró una de sus manos y la metía en su concha; estaba empapada. Él volvió a meter sus dedos y ella se pajeaba en el clítoris, al mismo tiempo...Martín sintió como ella le mordía el labio y temblaba. Se estaba viniendo de nuevo y su cola apretaba tanto a la pija que Martín sentía que no podía más.
Sofía se dejó caer y él salió. Le dijo "¿dónde querés la leche?" y ella le dijo "en la boquita, dámela toda". Martín solamente alcanzó a sacarse el forro que ella ya estaba tirándose sobre su pija con la boca abierta, pero no llegó a tiempo; el verla así hizo que él explotara y un chorro espeso cayó sobre sus labios. Luego ella llegó a chuparlo y Martín se sintió desaparecer en esa boca golosa, que lo dejó totalmente seco.
Martín se dejó caer, extenuado, mientras ella se relamía como un gato, limpiándole toda la pija y luego limpiándose los labios. Con una sonrisa, ella se acostó sobre su pecho y le dijo en su oído "mmmm...gracias, tenía sed".
Sonriéndose, Martín la abrazó y mordisqueó, pensando que la próxima vez tenían que encontrarse en un telo dónde ambos pudieran gemirse...esto de garchar manteniéndose en silencio sería una tortura china. Pero la vio y pensó...o no tanto.
Sofía mientras tanto lo seguía mordiendo, besándolo, arañándole la espalda; en cuánto Martín estuvo listo bajó un poco a Sofía y entró en ella...se sentía apretada, musculosa. Las piernas que cruzaban por su espalda eran delgadas pero fuertes.
Así, con ella colgada de él, de espaldas contra la pared, Martín empezó a darle. Sofía lo seguía, empujaba con sus piernas, le apretaba la espalda. Empezaron despacio, pero profundo; Sofía sentía cada centímetro adentro de ella, como entraba y salía.
Al rato, cuándo Sofía sintió que Martín estaba cansado, le dijo "Vamos a la cama". Sin salir de ella, él la llevó hasta el borde y se sentó con ella encima. Pero ella lo empujó suavemente hacia atrás, dejándolo acostado y con las piernas por fuera de la cama. Se dio vuelta y comenzó una cabalgata dándole la espalda y mirándolo cada tanto de forma seductora por sobre el hombro.
Martín estaba en el cielo; de esa manera, podía ver su cola saltar y él podía descansar un rato. Sofía sabía exactamente como cabalgar una pija; saltaba, paraba, hacía girar su cadera, le ponía ritmo, pero no dejaba que él se viniera. Al poco tiempo, ella se recostó un poco para atrás y él se sentó de nuevo. Ahora ella rebotaba sobre él, apoyándose en su espalda y él aprovechó para morderle el cuello, mientras con una mano la pajeaba y con la otra le tocaba las tetas. Sofía se estremeció y se vino, casi rompiendo su propia regla de no hacer ruido.
Al sentir que se venía, Martín le pidió que se parase. La llevó contra el sillón y le pidió que se agachara, agarrándose del respaldo. Sofía se agachó, abriendo las piernas y arqueando la espalda. De esa forma, Martín le entró desde atrás, cogiéndola ya con un buen ritmo. Sofía sentía como de a poco se empezaba a extender esa sensación caliente por sus piernas, que presagiaba un buen orgasmo, cuándo sintió como un dedo de Martín buscaba su cola. Ella no dijo nada y él, mojándose el dedo con sus fluidos lo fue metiendo de a poco en la cola, dilatándola mientras la serruchaba desde atrás.
Al poco tiempo eran dos dedos y el calor avanzaba; Sofía gemía, cada vez más entregada. Cuándo faltaba poco Martín salió de ella; Sofía lo miró extrañada, pero él se arrodilló tras ella y empezó a comerle la concha mientras tocaba su clítoris. Verlo ahí y sentir de nuevo su lengua la hizo venirse y temblando, acabo de nuevo.
Ahora sí Sofía se sentía media cansada, pero no había podido hacer que Martín acabara de nuevo. Se dejó caer al suelo y solo dejó la cola empinada; Martín simplemente trasladó su lengua desde su concha a su cola. Sofía le dijo "¿te gusta que me abra así?" mientras separaba los cachetes; un gruñido fue su única respuesta.
Martín esperó a que So empezara a mover la cadera, señal de que se estaba calentando de nuevo. Luego, con la lubricación que traía el preservativo en sobre y los mismos jugos de Sofía la apoyo, mirándola. Ella le dijo las palabras que todo hombre quiere escuchar "dale, hacéme bien el orto, esa cola es toda tuya".
Sofía sintió como la presión más redonda de la pija de Martín entraba en su cola. Como siempre, hubo un poco de dolor, pero al toque pasó; estaba recontra entregada. Martín, sin embargo, no quiso empezar bruscamente. No solo esa cola inspiraba respeto, sino que, aunque era claro que no era ni la primera ni la décima vez que la habían hecho, igual estaba apretada. Fue lentamente hasta dónde sintió resistencia, la saco un poco y volvió, disfrutando con la sensación y la visión de Sofía en el suelo, disfrutando de ser enculada.
Sofía realmente se sentía entregada, le gustaba que le estuviera dando, pero estaba medio incómoda en esa postura contra el piso. Le dijo "dejáme que me pongo en cuatro" y sintió como él salía, despacio. Una vez en la posición, sintió de nuevo como la penetraba y lo buscó con sus manos; en cuánto sintió sus piernas musculosas, agarrándose de ellas se arqueó hacia atrás, con ayuda de él. Así giró la cabeza cuánto pudo y lo besó, mientras sentía como su pija le apretaba en el culo.
Martín estaba loco; sentirla moverse, ver como ella misma se empalaba lo calentó mucho. Sintió que Sofía agarró una de sus manos y la metía en su concha; estaba empapada. Él volvió a meter sus dedos y ella se pajeaba en el clítoris, al mismo tiempo...Martín sintió como ella le mordía el labio y temblaba. Se estaba viniendo de nuevo y su cola apretaba tanto a la pija que Martín sentía que no podía más.
Sofía se dejó caer y él salió. Le dijo "¿dónde querés la leche?" y ella le dijo "en la boquita, dámela toda". Martín solamente alcanzó a sacarse el forro que ella ya estaba tirándose sobre su pija con la boca abierta, pero no llegó a tiempo; el verla así hizo que él explotara y un chorro espeso cayó sobre sus labios. Luego ella llegó a chuparlo y Martín se sintió desaparecer en esa boca golosa, que lo dejó totalmente seco.
Martín se dejó caer, extenuado, mientras ella se relamía como un gato, limpiándole toda la pija y luego limpiándose los labios. Con una sonrisa, ella se acostó sobre su pecho y le dijo en su oído "mmmm...gracias, tenía sed".
Sonriéndose, Martín la abrazó y mordisqueó, pensando que la próxima vez tenían que encontrarse en un telo dónde ambos pudieran gemirse...esto de garchar manteniéndose en silencio sería una tortura china. Pero la vio y pensó...o no tanto.
2 comentarios - La fiesta en el country 2: noche de pasión