I
Connie chupaba dos pijas en un perdido hotel del Sur Argentino. Con una en cada mano se las metìa alternativamente en la boca. Sentìa la diferencia entre ellas. Las juntaba y las frotaba. Las sentia latir entre su lengua. Un poco mareada, se divertía. Las sentìa duras y se calentaba. Sentìa los gemidos y las risas de los hombres sobre ella. Un poco borracha y drogada sus risas venìan como de otra habitaciòn, sordas y con eco. Ella solamente se concentraba en lamer, chupar, morder, pajear y volver a chupar. Era una serie mecànica que repetìa y gozaba y hacìa seguir vivos a esos dos pedazos de carne que se plantaban frente a su cara. Sentìa un poco de frìo. Estaba en tetas y con el pantalòn de cuero todavìa puesto. Los hombres parados frente a ella con los pantalones por los tobillos. El Negro Fernandez, ni siguiera se habìa sacado la campera. Afuera nevaba y un viento silbante entraba por alguna rendija perdida en las ventanas. Apuró un poco el ritmo con su mano derecha y de repente sintiò un chorro de semen caliente cayendo en su cachete derecho mientras tenìa la otra verga en la boca. El gemido gutural del hombre siguió y se retiró de delante suyo. Quedó chupándosela al Negro Fernandez. Pasó una mano por debajo de sus huevos y le empezó a tocar el culo. Sabía que le calentaba y acabó él también, derramándose en su cuello. Connie, se levantó y se fué al baño sin decir nada. Se vóó en tetas, un poco más gorda de tanto tomar cerveza en esos días. Llena de leche de dos hombres que ni siquiera le gustaban demasiado. El frío le hacía parar los pezones negros y enormes. Se sacó el semen de encima con la toalla de mano. Prendió un cigarrillo de la caja que tenía en el bolsillo y con la primer pitada sintió el sabor de las vergas todavía dentro suyo mezclado con el tabaco. Extrañaba a Miranda. Dos meses de alcohol, frío y sexo sin compromiso ya eran suficientes. Todavía faltaba uno más pero ya no aguantaba. Estaba harta del Negro Fernandez, de su forma rutinaria de cojer, de cómo siempre insistía en entregarla a algún otro miembro del equipo, de cómo siempre terminaba con resaca al otro día casi todos los días. De lo poco que le importaba su propio placer a ese hombre al que había seguido hasta tan lejos. Extrañaba a Miranda y estaba caliente. Se bajó los pantalones y se sentó en el videt. Lo abrió probando la temperatura del agua hasta que estuvo justa. Después hizo subir el chorro hasta que llegó al punto exacto en que pegaba en su concha. Cerró los ojos y empezó a sentir la cálida caricia del agua en su sexo. Su calentura iba en aumento. Los ojos de Miranda fijos en los suyos mientras le chupaba la concha era la imágen elegida en su mente. Esa mirada tierna y degenerada que ponía cuando le lamía el clítoris. Su lengua acariciando su sexo húmedo. El chorro hacía lo demás. Y Connie movía las caderas sentada en ese videt perdido en la Patagonia caliente y con ganas de su mujer. Se tocó el clítoris hinchado y acabó reprimiendo los gemidos. En silencio, sólo para ella. Apretándose con la mano y sintiendo la relajación de sus músculos. Se subió los pantalones y volvió a la habitación. El otro hombre ya se había ido y el Negro Fernandez dormía cruzado en la cama matrimonial con los pantalones por los tobillos y la campera todavía puesta. Ella se puso la remera de The Clash que le habían arrancado hacía un rato y sin corpiño se fue a la recepción del hotel a tomar otra cerveza. Sola en el oscuro local, revisando fotos en una laptop, tomó tres antes de del amanecer. Cuando bajó el director de la película ya tenía una decisión tomada.
- Me vuelvo Harry, no doy más.- le dijo con la lengua trabada por el alcohol y la falta de sueño.
- Te vas? Falta una banda todavía Connie.- le respondió.
- Aurora puede hacer foto fija y yo estoy muy aburrida. No sirvo para nada. Me voy Harry.- le siguió diciendo, bamboleante y agarrándole el brazo.
- Estás en pedo Connie.-
- Estoy embolada Harry, todos me quieren cojer, estoy al pedo todo el día. Aca tenés todo, Después hablamos de la guita. Chau.- le dijo dándole un pico un poco torpe y dejándole en la palma de la mano un pendrive. Subió tambaleante las escaleras.
En la habitación, el Negro Fernandez dormía en la misma posición. Ella juntó sus cosas como pudo en el bolso. Tuvo todo el cuidado posible guardando cámaras y equipo fotográfico y con sus cosas bajó. Ya no estaba Harry. Le pidieron un taxi y se fué. Un ómibus salía en una hora. Sacó el pasaje, esperó tomando otra cerveza. Se durmió apenas apoyó la cabeza en el asiento. La despertaron en la terminal de Retiro una enorme cantidad de horas después.
II
Lucía fumaba un cigarrillo en el balcón. Se había bañado hacía un rato y ya que no tenía planeado nada, sólo se puso un camisón largo encima de su piel desnuda. Salió al balcón a fumar. Veía al hombre de enfrente pintarse las uñas de los pies. Lo veía entusiasmado y un poco caliente. Se notaba su pija dura bajo la tanga negra. Hacía unos días que no se cuidaba de esconderse al verlo, pero él todavía no había notado su presencia. Hasta que después de terminar su tarea levantó la vista y la vió. Ella no hizo nada, pero una electricidad le cruzó el cuerpo. Mantuvo la mirada fija unos segundos en el hombre del otro lado de la calle y con su mano, bajó apenas el escote del camisón para mostrarle la teta. Después de eso dió una profunda pitada al cigarrillo y lo tiró a la calle. Se metió en la habitación espiando entre las cortinas a ver qué hacía. Lo vió ponerse rápido los pantalones y salir. Esperó unos minutos a ver si volvía pero no sucedió. Caliente y un poco decepcionada por eso nuevo que había hecho, prendió la computadora y abrió Poringa. escribió "Luchita75" en usuario y la contraseña y entró en el mundo virtual. Le gustaba leer relatos eróticos y escribir de vez en cuando. Justo encontró una nueva publicación de un usuario que le gustaba. Era una serie de relatos encadenados sobre unos vecinos que se espiaban. Se masturbó leyendo el texto y acabó antes de terminarlo, en medio de una descripción de sexo lésbico. Terminó de leerlo, comentó algo y se tiró en la cama a dormir. Vió el reloj en la mesa de luz, eran las nueve y media de la noche. Pensó en que podría escribir sobre lo que había pasado en el balcón. Se incorporó y volvió a prender la computadora. Creó un nuevo post. "El balcón" lo llamó y con su estilo escueto y directo escribió la situación. Le agregó un final inesperado en el que él la llama a ir a su departamento y cojían sobre la alfombra del pequeño cuarto del otro lado de la calle.:
" Y entonces el tipo me miró del otro lado y me hizo señas de que fuera para allá. Le grité si estaba seguro. El respondió levantando el dedo pulgar de la mano derecha. Entré en la habitación y me puse un abrigo largo encima y las pantuflas verdes. Crucé la calle y esperé a que me abriera. Bajó y abrió la puerta del pallier. No nos dijimos nada y entramos en el ascensor. Me agarró y me besó metiéndome la lengua hasta la garganta. Sentía su pulso acelerado y su calentura. Lo agarré de las nalgas y acerqué su cuerpo aún más al mío. Entramos besándonos al departamento. No vi nada, solamente sentía sus brazos guiándome hacia la pequeña habitación. Esa habitación que tantas veces había visto desde afuera. Me tiró en el piso. Se sacó los pantalones parado delante mío y lo vi con una tanga pequeña y negra con su pija enorme saliendo por un costado. Yo me levanté el camisón y le ofrecí mi sexo desnudo. Tirándose encima mío me penetró sin demasiadas vueltas. Su pija me hizo enloquecer. Eso quería. Quería que me cojiera ese tipo medio pervertido que se viste de mujer ahí mismo, en el departamento que comparte con su mujer e hijo. Quería que me penetrara con su pija enorme. Quería sentirla y quería su sexo. Me hizo volar y me sacó dos orgasmos que me dejaron exhausta. Cuando acabó él sobre mis tetas, me levante. Nos despedimos en el pallier y me volví a casa."
Puso el punto final y lo publicó enseguida. Se sacó el camisón y se tiró sobre la cama boca abajo. Le parecía la mejor forma de pajearse. Boca abajo y con la mano derecha entre las piernas, acariciando el clítoris con lo dedos índice y medio. Despacio y sintiendo la humedad saliendo de dentro suyo. Imaginándose cojida por el hombre de enfrente. Acabó sintiendo su mano completamente mojada. Se quedó dormida casi inmediatamente.
III
Mientras Lucía terminaba de escribir, del otro lado de la calle, el hombre del traje terminaba de hacer dormir al pequeño. Sigilosamente se deslizó fuera de su cuarto intentando no despertarlo. Su mujer miraba con la mente en blanco un programa de esos en que todos se gritan al mismo tiempo y no se entiende ni de qué discuten. El se acostó a su lado.
- Hoy la vecina de enfrente me mostró una teta.-
- La rubia? Pensé que ya no estábamos más en esa.- le contestó.
- No, la del primero. Una morocha flaca medio veterana.-
- No la ubico. Alguna vez la vimos?- pensaba intrigada.
- Yo la conozco del barrio. Anda siempre vestida de trajecitos. Debe ser abogada o algo así.-
- Vos andás de traje y no sos abogado.-
- Ya se, es una forma de decir... Me miraba cómo me pintaba las uñas de los pies.-
- Te pintaste vos solo?- le dijo ella un poco más entusiasmada.
- Si, mirá.- y sentándose en la cama le extendió el pie derecho hasta dejarlo a la altura de su cara.
Ella agarró el pie con ambas manos y lo inspeccionó haciendo cara de seria, pero divirtiéndose.
- Un desastre.- le dijo entre risas.
- No te gusta?-
- Me encanta, pero es un desastre tantos colores, no hacía falta.-
- Me pediste colorido.-
- Si, pero no tanto.- y lanzó una carcajada. Ella también se sentó y le extendió su propio pie con las uñas pintadas de un rosado furioso, casi fluo.
- Ves, ésto es colorido y no un cocoliche.
- Cocoliche, no seas antigua!- le respondió tomándole el pie entre las manos.
- Ya que estás, besalo.- le dijo ella y él empezó a darle pequeños besos en la planta. De a poco desde el talón a los dedos. Sentía entre sus labios la rugosidad de la piel. Se calentaba. Después empezó a lamerlo. Pasaba la lengua de arriba a abajo llenándose de saliva. Ella lo retiró de su boca y empezó a pasárselo por la cara, los cachetes, los ojos. El se pajeaba y recibía la caricia caliente. Después le metió el dedo gordo en la boca.
- Chupala puta.- le dijo empezando a jadear. Ella también se calentaba.
Su boca recibía el pie deseado con gusto. Entraba y salía de dentro suyo, con la lengua siempre jugando entre los dedos, sintiendo su textura, mirándola a ella medio echada como lo miraba pajearse.
- Chupalo, metételo todo en la boca putita. Te gusta metértelo entero? - decíá ella ya tocándose la entrepierna por sobre el pantalón del piyama. El se pajeaba rápido y chupaba caliente.
- Acabate en la mano y tragate la guasca. Dale.- le exigió ella. El apuró el ritmo de su mano. La cara se le enrojecía con la pie dentro de la boca. Jadeaba y gemía caliente. Ella se tocaba ya metiéndose la mano entre la ropa. En un momento él puso la palma de la mano izquierda delante de la pija y acabó.
- Así, ahora tragatela puta.- le dijo ella apurando a su vez el movimiento de su mano adentro del pantalón. El lo hizo teatralmente para que lo viera. Pasó la lengua sobre la mano y sintió el amargor de su semen en la lengua. Ella se mordía el labio inferior y se pajeaba rápido. Acabó tirando la cabeza hacia atrás y quedando rígida unos segundos hasta relajarse. El se acostó a su lado apoyándole la cabeza en el hombro.
- Ya me acordé quién es. Se llama Lucía. Va conmigo a pilates. Hace un par de meses la echaron del laburo y andaba medio depresiva. Ahora parece que consiguió algo. Por lo menos saluda. En serio te mostró la teta?-
- Sí, en el balcón y se metió enseguida adentro.-
- Qué raro... Tiene una pinta de frígida esa mujer...-
Un llanto de bebé sonó desde detrás de la puerta de la habitación.
- Dejá, voy yo, vos estuviste todo el día. - dijo ella levantándose y dejándolo solo en la cama matrimonial. En la televisión la gente seguía gritándose sin sentido.
Connie chupaba dos pijas en un perdido hotel del Sur Argentino. Con una en cada mano se las metìa alternativamente en la boca. Sentìa la diferencia entre ellas. Las juntaba y las frotaba. Las sentia latir entre su lengua. Un poco mareada, se divertía. Las sentìa duras y se calentaba. Sentìa los gemidos y las risas de los hombres sobre ella. Un poco borracha y drogada sus risas venìan como de otra habitaciòn, sordas y con eco. Ella solamente se concentraba en lamer, chupar, morder, pajear y volver a chupar. Era una serie mecànica que repetìa y gozaba y hacìa seguir vivos a esos dos pedazos de carne que se plantaban frente a su cara. Sentìa un poco de frìo. Estaba en tetas y con el pantalòn de cuero todavìa puesto. Los hombres parados frente a ella con los pantalones por los tobillos. El Negro Fernandez, ni siguiera se habìa sacado la campera. Afuera nevaba y un viento silbante entraba por alguna rendija perdida en las ventanas. Apuró un poco el ritmo con su mano derecha y de repente sintiò un chorro de semen caliente cayendo en su cachete derecho mientras tenìa la otra verga en la boca. El gemido gutural del hombre siguió y se retiró de delante suyo. Quedó chupándosela al Negro Fernandez. Pasó una mano por debajo de sus huevos y le empezó a tocar el culo. Sabía que le calentaba y acabó él también, derramándose en su cuello. Connie, se levantó y se fué al baño sin decir nada. Se vóó en tetas, un poco más gorda de tanto tomar cerveza en esos días. Llena de leche de dos hombres que ni siquiera le gustaban demasiado. El frío le hacía parar los pezones negros y enormes. Se sacó el semen de encima con la toalla de mano. Prendió un cigarrillo de la caja que tenía en el bolsillo y con la primer pitada sintió el sabor de las vergas todavía dentro suyo mezclado con el tabaco. Extrañaba a Miranda. Dos meses de alcohol, frío y sexo sin compromiso ya eran suficientes. Todavía faltaba uno más pero ya no aguantaba. Estaba harta del Negro Fernandez, de su forma rutinaria de cojer, de cómo siempre insistía en entregarla a algún otro miembro del equipo, de cómo siempre terminaba con resaca al otro día casi todos los días. De lo poco que le importaba su propio placer a ese hombre al que había seguido hasta tan lejos. Extrañaba a Miranda y estaba caliente. Se bajó los pantalones y se sentó en el videt. Lo abrió probando la temperatura del agua hasta que estuvo justa. Después hizo subir el chorro hasta que llegó al punto exacto en que pegaba en su concha. Cerró los ojos y empezó a sentir la cálida caricia del agua en su sexo. Su calentura iba en aumento. Los ojos de Miranda fijos en los suyos mientras le chupaba la concha era la imágen elegida en su mente. Esa mirada tierna y degenerada que ponía cuando le lamía el clítoris. Su lengua acariciando su sexo húmedo. El chorro hacía lo demás. Y Connie movía las caderas sentada en ese videt perdido en la Patagonia caliente y con ganas de su mujer. Se tocó el clítoris hinchado y acabó reprimiendo los gemidos. En silencio, sólo para ella. Apretándose con la mano y sintiendo la relajación de sus músculos. Se subió los pantalones y volvió a la habitación. El otro hombre ya se había ido y el Negro Fernandez dormía cruzado en la cama matrimonial con los pantalones por los tobillos y la campera todavía puesta. Ella se puso la remera de The Clash que le habían arrancado hacía un rato y sin corpiño se fue a la recepción del hotel a tomar otra cerveza. Sola en el oscuro local, revisando fotos en una laptop, tomó tres antes de del amanecer. Cuando bajó el director de la película ya tenía una decisión tomada.
- Me vuelvo Harry, no doy más.- le dijo con la lengua trabada por el alcohol y la falta de sueño.
- Te vas? Falta una banda todavía Connie.- le respondió.
- Aurora puede hacer foto fija y yo estoy muy aburrida. No sirvo para nada. Me voy Harry.- le siguió diciendo, bamboleante y agarrándole el brazo.
- Estás en pedo Connie.-
- Estoy embolada Harry, todos me quieren cojer, estoy al pedo todo el día. Aca tenés todo, Después hablamos de la guita. Chau.- le dijo dándole un pico un poco torpe y dejándole en la palma de la mano un pendrive. Subió tambaleante las escaleras.
En la habitación, el Negro Fernandez dormía en la misma posición. Ella juntó sus cosas como pudo en el bolso. Tuvo todo el cuidado posible guardando cámaras y equipo fotográfico y con sus cosas bajó. Ya no estaba Harry. Le pidieron un taxi y se fué. Un ómibus salía en una hora. Sacó el pasaje, esperó tomando otra cerveza. Se durmió apenas apoyó la cabeza en el asiento. La despertaron en la terminal de Retiro una enorme cantidad de horas después.
II
Lucía fumaba un cigarrillo en el balcón. Se había bañado hacía un rato y ya que no tenía planeado nada, sólo se puso un camisón largo encima de su piel desnuda. Salió al balcón a fumar. Veía al hombre de enfrente pintarse las uñas de los pies. Lo veía entusiasmado y un poco caliente. Se notaba su pija dura bajo la tanga negra. Hacía unos días que no se cuidaba de esconderse al verlo, pero él todavía no había notado su presencia. Hasta que después de terminar su tarea levantó la vista y la vió. Ella no hizo nada, pero una electricidad le cruzó el cuerpo. Mantuvo la mirada fija unos segundos en el hombre del otro lado de la calle y con su mano, bajó apenas el escote del camisón para mostrarle la teta. Después de eso dió una profunda pitada al cigarrillo y lo tiró a la calle. Se metió en la habitación espiando entre las cortinas a ver qué hacía. Lo vió ponerse rápido los pantalones y salir. Esperó unos minutos a ver si volvía pero no sucedió. Caliente y un poco decepcionada por eso nuevo que había hecho, prendió la computadora y abrió Poringa. escribió "Luchita75" en usuario y la contraseña y entró en el mundo virtual. Le gustaba leer relatos eróticos y escribir de vez en cuando. Justo encontró una nueva publicación de un usuario que le gustaba. Era una serie de relatos encadenados sobre unos vecinos que se espiaban. Se masturbó leyendo el texto y acabó antes de terminarlo, en medio de una descripción de sexo lésbico. Terminó de leerlo, comentó algo y se tiró en la cama a dormir. Vió el reloj en la mesa de luz, eran las nueve y media de la noche. Pensó en que podría escribir sobre lo que había pasado en el balcón. Se incorporó y volvió a prender la computadora. Creó un nuevo post. "El balcón" lo llamó y con su estilo escueto y directo escribió la situación. Le agregó un final inesperado en el que él la llama a ir a su departamento y cojían sobre la alfombra del pequeño cuarto del otro lado de la calle.:
" Y entonces el tipo me miró del otro lado y me hizo señas de que fuera para allá. Le grité si estaba seguro. El respondió levantando el dedo pulgar de la mano derecha. Entré en la habitación y me puse un abrigo largo encima y las pantuflas verdes. Crucé la calle y esperé a que me abriera. Bajó y abrió la puerta del pallier. No nos dijimos nada y entramos en el ascensor. Me agarró y me besó metiéndome la lengua hasta la garganta. Sentía su pulso acelerado y su calentura. Lo agarré de las nalgas y acerqué su cuerpo aún más al mío. Entramos besándonos al departamento. No vi nada, solamente sentía sus brazos guiándome hacia la pequeña habitación. Esa habitación que tantas veces había visto desde afuera. Me tiró en el piso. Se sacó los pantalones parado delante mío y lo vi con una tanga pequeña y negra con su pija enorme saliendo por un costado. Yo me levanté el camisón y le ofrecí mi sexo desnudo. Tirándose encima mío me penetró sin demasiadas vueltas. Su pija me hizo enloquecer. Eso quería. Quería que me cojiera ese tipo medio pervertido que se viste de mujer ahí mismo, en el departamento que comparte con su mujer e hijo. Quería que me penetrara con su pija enorme. Quería sentirla y quería su sexo. Me hizo volar y me sacó dos orgasmos que me dejaron exhausta. Cuando acabó él sobre mis tetas, me levante. Nos despedimos en el pallier y me volví a casa."
Puso el punto final y lo publicó enseguida. Se sacó el camisón y se tiró sobre la cama boca abajo. Le parecía la mejor forma de pajearse. Boca abajo y con la mano derecha entre las piernas, acariciando el clítoris con lo dedos índice y medio. Despacio y sintiendo la humedad saliendo de dentro suyo. Imaginándose cojida por el hombre de enfrente. Acabó sintiendo su mano completamente mojada. Se quedó dormida casi inmediatamente.
III
Mientras Lucía terminaba de escribir, del otro lado de la calle, el hombre del traje terminaba de hacer dormir al pequeño. Sigilosamente se deslizó fuera de su cuarto intentando no despertarlo. Su mujer miraba con la mente en blanco un programa de esos en que todos se gritan al mismo tiempo y no se entiende ni de qué discuten. El se acostó a su lado.
- Hoy la vecina de enfrente me mostró una teta.-
- La rubia? Pensé que ya no estábamos más en esa.- le contestó.
- No, la del primero. Una morocha flaca medio veterana.-
- No la ubico. Alguna vez la vimos?- pensaba intrigada.
- Yo la conozco del barrio. Anda siempre vestida de trajecitos. Debe ser abogada o algo así.-
- Vos andás de traje y no sos abogado.-
- Ya se, es una forma de decir... Me miraba cómo me pintaba las uñas de los pies.-
- Te pintaste vos solo?- le dijo ella un poco más entusiasmada.
- Si, mirá.- y sentándose en la cama le extendió el pie derecho hasta dejarlo a la altura de su cara.
Ella agarró el pie con ambas manos y lo inspeccionó haciendo cara de seria, pero divirtiéndose.
- Un desastre.- le dijo entre risas.
- No te gusta?-
- Me encanta, pero es un desastre tantos colores, no hacía falta.-
- Me pediste colorido.-
- Si, pero no tanto.- y lanzó una carcajada. Ella también se sentó y le extendió su propio pie con las uñas pintadas de un rosado furioso, casi fluo.
- Ves, ésto es colorido y no un cocoliche.
- Cocoliche, no seas antigua!- le respondió tomándole el pie entre las manos.
- Ya que estás, besalo.- le dijo ella y él empezó a darle pequeños besos en la planta. De a poco desde el talón a los dedos. Sentía entre sus labios la rugosidad de la piel. Se calentaba. Después empezó a lamerlo. Pasaba la lengua de arriba a abajo llenándose de saliva. Ella lo retiró de su boca y empezó a pasárselo por la cara, los cachetes, los ojos. El se pajeaba y recibía la caricia caliente. Después le metió el dedo gordo en la boca.
- Chupala puta.- le dijo empezando a jadear. Ella también se calentaba.
Su boca recibía el pie deseado con gusto. Entraba y salía de dentro suyo, con la lengua siempre jugando entre los dedos, sintiendo su textura, mirándola a ella medio echada como lo miraba pajearse.
- Chupalo, metételo todo en la boca putita. Te gusta metértelo entero? - decíá ella ya tocándose la entrepierna por sobre el pantalón del piyama. El se pajeaba rápido y chupaba caliente.
- Acabate en la mano y tragate la guasca. Dale.- le exigió ella. El apuró el ritmo de su mano. La cara se le enrojecía con la pie dentro de la boca. Jadeaba y gemía caliente. Ella se tocaba ya metiéndose la mano entre la ropa. En un momento él puso la palma de la mano izquierda delante de la pija y acabó.
- Así, ahora tragatela puta.- le dijo ella apurando a su vez el movimiento de su mano adentro del pantalón. El lo hizo teatralmente para que lo viera. Pasó la lengua sobre la mano y sintió el amargor de su semen en la lengua. Ella se mordía el labio inferior y se pajeaba rápido. Acabó tirando la cabeza hacia atrás y quedando rígida unos segundos hasta relajarse. El se acostó a su lado apoyándole la cabeza en el hombro.
- Ya me acordé quién es. Se llama Lucía. Va conmigo a pilates. Hace un par de meses la echaron del laburo y andaba medio depresiva. Ahora parece que consiguió algo. Por lo menos saluda. En serio te mostró la teta?-
- Sí, en el balcón y se metió enseguida adentro.-
- Qué raro... Tiene una pinta de frígida esa mujer...-
Un llanto de bebé sonó desde detrás de la puerta de la habitación.
- Dejá, voy yo, vos estuviste todo el día. - dijo ella levantándose y dejándolo solo en la cama matrimonial. En la televisión la gente seguía gritándose sin sentido.
10 comentarios - Ellas al final.
Me encantó el relato dentro del relato! Excelente!!