Esta es la historia de Paula, una chica que a los 19 años la curiosidad la empieza a llevar por experiencias nuevas que cada vez resultan ser más intensas. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
Capítulo 11: El mejor regalo
Su cuerpo rozaba el mío de manera delicada. Sus labios, suaves y rojos como frutillas, me besaban de una manera bien intensa. Nuestras manos recorrían los cuerpos que desnudos se preparaban para un momento de placer bien intento. No existía arriba ni abajo, no había adelante ni atrás, solo dos personas a punto de tener una aventura completamente placentera. Mi mano bajó por su cuerpo y al meterla entre sus piernas, comencé a tocarle la conchita que ya estaba muy mojada. “Tocame” me pidió ella al oído y yo me dejé llevar por la situación y mientras me comía la boca le pasé mis dedos por el clítoris.
Entonces me levanté de golpe y tardé unos segundos en darme cuenta de lo que estaba pasando. Eran las 8 de la mañana y la alarma sonaba sobre la mesita de luz. Todo había sido un sueño, esa chica morocha de piel morena y labios carnosos había sido parte de mi imaginación. Sin embargo me había encantado que ella me tocase de esa manera, que nuestros cuerpos se rozaran de la forma en la que lo habían hecho. El problema es que no sabía quién era ella. Solo sabía que era una mujer y en mi cabeza pasaban las imágenes de ella tocando mi cuerpo una y otra vez.
Mayo de ese año fue un mes raro, muchas cosas pasaron después del cumpleaños de Ornella en la noche que me acosté con Leonel por primera vez. A pesar de lo que yo imaginaba, al día siguiente él me escribió y me preguntó cómo estaba y a partir de ahí comenzamos a hablar y al pasar la semana cada vez intercambiamos más mensajes. Parecía que el chico que en un momento había sido solo para una noche, se empezaba a transformar en alguien con el que podía surgir algo. La actitud de agrandado y chamuyero que me había dado ese sábado de Abril, quedó descartada enseguida y me di cuenta que era un chico muy simpático, agradable y sobre todo amable.
El problema era que no podía jugar a dos puntas, por lo menos en esa época de mi vida no me parecía bueno hacerlo. La pelea con Lucio no tardó en llegar después de que él me reprochara que me había ido con “un gil cualquiera” del cumpleaños de Ornella y que lo dejara a él “clavado como un boludo” en el boliche, según sus palabras. En mi cabeza las cosas habían pasado de otra manera, por lo que le dije que si él quería exclusividad que se busque a otra chica, cosa que me sorprendió a mi misma. Al final terminamos peleándonos bastante feo, él acusándome de puta y yo diciéndole que era un pelotudo, todo por mensaje de WhatsApp.
Eso llevó a que me volviera a alejar del grupo, por más de que Juliana se terminó poniendo de mi lado. El problema era que la amistad que se había revivido por unos meses, se volvió a romper y fui yo la que me terminé alejando del ellos cuando, mi ex compañera de secundaria me dijo que era mejor que no me siguiera juntando con los chicos. “Que tarada” pensé yo. Al poco tiempo, me enteré de que ella y Lucio estaban saliendo, por lo que comprendí que todo había sido por celos.
Sin embargo el momento que más me impactó de ese mes se dio en el ascensor de mi edificio. Llegaba un miércoles al medio día de la facultad bastante cansada y me encontré en el palier con Lucila, la novia de Nicolás, que también estaba esperando el ascensor. La saludé con un “hola” bastante simple, pero ella me devolvió una mirada de odio y me dijo que no me hiciera la santa. “¿Qué pasa?” le pregunté sin entender pero era obvio de lo que estaba hablando. Subimos al ascensor y después de marcar los dos botones me arrinconó contra una de las esquinas y comenzó a hablar.
- Se que te acostaste con mi novio.- Dijo directamente y mi cara de horror se reflejó en los espejos del ascensor.- No te hagas la santita conmigo. Lo conozco desde hace años y no sos la primer putita que se coge.- Yo no sabía que decirle, ella siempre había sido buena onda conmigo y esa actitud me había tomado por sorpresa.- Tenemos una relación abierta, no me importa. Seguro que la pasaron muy bien cuando yo no estaba. Pero no quiero verte nunca más cerca de él. No quiero que lo mires ni que le hables. Nada. ¿Me entendiste?
Yo le respondí un “sí” que denotaba el susto que tenía en ese momento y el ascensor se detuvo en el piso 5to. “Mejor así” dijo ella y abrió la puerta pero antes de que pudiera bajar me animé a decirle que él en ningún momento la había nombrado a ella y que por eso yo había hecho lo que había hecho.
- Ya lo sé.- Me respondió ella.- Es por eso que no estoy enojada con vos. No es la primera vez que pasa, pero por las dudas quería que te quede bien en claro.- Entonces me pidió disculpas si había sonado amenazante y antes de cerrar la puerta agregó algo que me dejó pensando el resto del día:- Quedate tranquila que yo tampoco hablo de él cuando los chicos se me acercan.
La situación con Leonel comenzó a avanzar mucho más rápido una vez que cerré la puerta de Lucio. Nos veíamos bastante seguido y pasábamos algunas tardes juntos, ya sea estudiando, tomando algo o matándonos en la cama. El sexo iba mejorándose a medida que pasaban los días y me daba cuenta de que a pesar de que tanto él como yo teníamos 20 años, nos encantaba hacerlo y teníamos mucha conexión en ese asunto. Su pija me volvía loca.
Vanesa se volvió muy unida a mí, mucho más después de que cortara con Andrés. La situación era complicada ya que cursábamos juntos y ellos tenían que verse todos los días. El problema también fue que Andrés era muy amigo de Fernando, el novio de Fabiana, por lo que ellas dos empezaron a tener problemas ya que opinaban distinto al respecto de cómo sobrellevar la situación. Por lo que el grupo de a poquito comenzó a partirse en dos, quedándose Fabiana y Noemí por un lado y Antonella, Vansea y yo por el otro. Fue entonces cuando le hablé a ellas de Leonel.
Ya para Junio casi todos sabían que estábamos saliendo y a pesar de que ninguno de los dos hablaba de título alguno, era obvio que había exclusividad y una alta conexión sexual. Pero cuando llegaba la noche mi cerebro me jugaba una mala pasada, soñando que besaba a otras mujeres, que las tocaba, que me acariciaban, que nos complacíamos. Parecía que ese monstruo que creí dormido después de la llegada de Nicolás volvía a estar ahí e inconscientemente quería ser complacido.
- ¿Saben lo que más extraño de Andrés?- Nos dijo Vane a Anto y a mí un viernes a la noche en su casa.- La forma en la que me cogía. Me hacía sentir una diosa.
- ¿Cogía muy bien?- Le preguntó Antonella curiosa.
- Bárbaro.- Respondió ella.- Teníamos una conexión increíble en la cama. La pasábamos muy bien y ni les digo cuando lo hacíamos por atrás.
Entonces otro fantasma que tenía oculto surgió. Vanesa empezó a hablar de la forma en la que Andrés le chupaba la cola y después se la habría suavemente con los dedos hasta que ella lo comenzaba a disfrutar y por último como le cogía la cola dándole muchísimo placer. Yo nunca lo había hecho por atrás y a pensar de que nunca lo había mencionado, Leonel lo había intentado en más de una ocasión, colocando sus dedos sobre mi culito e intentando abrirlo, pero yo siempre le decía que ese día no. Pero después de esa conversación con las chicas me animé a intentarlo y al día siguiente que nos vimos con Leonel, le propuse de hacerlo por atrás.
Él emocionado comenzó a chuparme la cola y el placer que me provocó me convenció de que tenía que hacerlo. El problema fue que después de los dedos, vino la pija y cuando empezó a entrar me dolió tanto que tuvimos que parar y le hice un pete para sacarle la calentura. A la semana volvimos a intentar, estaba convencida de que tenía que probarlo y Vanesa insistía con que era una de las mejores cosas que le había pasado. Pero nuevamente me dio cosa cuando su pija empezó a entrar por mi cola y terminamos cogiendo por la concha ya que me daba vergüenza que se quedara con la calentura. Él muy paciente, no me decía nada. Sabía que la recompensa iba a llegar.
- ¿Querés que probemos por atrás?- Le dije desnuda recostándome sobre su pecho después de tener un excelente orgasmo cabalgando su pija un buen rato.
Habíamos salido a bailar los dos solos por primera vez y después de besos y unos tragos terminamos en un telo, muy calientes y con muchas ganas de coger. Hicimos un buen juego previo, con muchos besos, manoseo y pasándonos la lengua por todos lados. Después él me cogió a mí un buen rato y ahora yo lo montaba como loca, gritando de placer y nuevamente convencida de que quería intentarlo. Él, preparado para la situación, se levantó y sacó un lubricante del pantalón y me dijo que con eso iba a ser mucho mejor. Yo me coloqué en cuatro contra el borde de la cama y Leonel empezó a chuparme la cola muy emocionado.
Esa parte ya la habíamos hecho muchas veces y siempre la disfrutábamos mucho. Sus dedos comenzaron a abrir mi cola que ya cedía de lo bien que él lo hacía, mientras tanto seguía dándome placer con su lengua que loca recorría mis nalgas y mi culito. Después vino el lubricante, que a pesar de ser cálido se sintió como un chorro de gel frío y me causó un estremecimiento por todo el cuerpo. Entonces dos de sus dedos penetraron mi cuerpo y se sintió diferente, lo disfrutaba, me gustaba como lo hacía, como se sentían entrando y saliendo de mi cuerpo. Era muy placentero.
Leonel se paró detrás de mí, volví a tirar lubricante sobre mi cuerpo y sobre su pija y apoyó la cabeza en la puerta de mi cola. Suavemente comenzó a hacer presión y sentí como poco a poco iba entrando. Despacito y abriéndome los cachetes de la cola, su pija iba penetrando mi cuerpo y la sensación me iba gustando cada vez más. Era algo raro, distinto, pero era seguro que me gustaba. Una vez la tuve toda adentro se acerco a mi oído, me beso y suavecito empezó a bombear su verga en mi cuerpo.
Era una mezcla de dolor con placer que se sentían de forma muy rara. Me dolía, sí, pero a su vez me gustaba y me causaba más placer que si lo estuviésemos haciendo por la concha. Vane tenía razón, el sexo anal iba a gustarme desde el principio e iba a tener ganas de hacerlo siempre. Leonel me daba suave, despacio. Movía su cuerpo hacia adelante y hacia atrás metiéndola totalmente dentro de mi cuerpo y sacándola casi en su totalidad. Placer, gemidos y morbo, eran el entorno perfecto.
- ¿Te gusta Pauli?- Me preguntó acercando su cuerpo al mío y acelerando el ritmo.
- ¡Sí!- Le contesté entre gritos y gemidos.
Pero me costaba mucho hablar, me costaba mucho siquiera gemir. Era una sensación extraña que mezclaba dolor y placer a la vez y que me inmovilizaba a pesar de que quería volverme loca y disfrutar a pleno. Las manos de Leonel me abrían cada vez más los cachetes y su pija me penetraba a fondo y sentía perfectamente como entraba y salía de mi cola, cada vez más rápido, cada vez más acelerado.
- ¡Me tenés al palo!- Me dijo él y comenzó a darme con toda su fuerza.
No me pude contener y comencé a lanzar gritos de placer que seguramente se debían escuchar de las habitaciones de al lado. Me volvía loca su pija entrando y saliendo de mi cuerpo. No podía contener mis ansias de gemir que eran cada vez más y él no paraba de darme como loco. Sentía que estaba a punto de acabar, pero a su vez parecía tan distante un orgasmo que me estaba volviendo loca. Leonel no paraba ni un segundo. Su pija entraba y salía de mi cola a toda velocidad.
Entonces la sacó de manera definitiva y la leche empezó a caer en mi cuerpo. Mi culito seguía abierto y apuntando hacia arriba y recibió directo el semen de él y pude sentir como se metía en mi cuerpo. A su vez, la lechita que largaba su pija también se iba esparciendo por el resto de mi cola, cubriendo mis cachetes y mi espalda.
Nos acostamos, él me besó con ternura y después me preguntó que tal me había parecido. No entendía muy bien lo que había pasado, pero sabía que lo había disfrutado y que me había gustado. “Estuvo bueno” le dije y él sonrió conforme con mi respuesta. Después se acostó al lado mío y nos quedamos quietos por unos segundos tratando de calmar el acelere que teníamos.
- ¿Te puedo hacer una confesión?- Me preguntó él y yo le dije que sí.- Es la primera vez que lo hago por atrás.
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