Ya relaté mis escapadas indecorosas con centro americanos (un nicaragüense y un afro latinoamericano) y con un europeo mediterráneo (italiano)
En su oportunidad dije que había tenido otras con limítrofes.
Una fue con Carlos "Pistola" Mxxxx, uruguayo y pijón. Ya les relaté mi escapada con él.
Hoy les cuento la con un brasileño.
Estaba de vacaciones en el sur de Brasil, Itapema. Mi hermana Lorena, alojada en otro departamento de la zona, se había llevado mis dos hijos, junto a los suyos y su marido Juan – al que me cogí en dos oportunidades como conté en sendos relatos – a un gran parque de diversiones a unos 20 Km al norte. Mi marido, Martín, recibido un mensaje de la concesionaria Citroën (habían recibido el repuesto que necesitaba nuestro auto) decidió llevar el coche a reparar, a la ciudad de Itajaí (unos 50 Km de Itapema).
Decidí bajar sola a la playa, equipada con sombrilla, sillita, lentes oscuros, sombrero de paja, celular, toalla, protector solar, lápiz de labios humectante y …una novela policial. Me gusta leer, especialmente cuando estoy sola y bajo la sombrilla.
Ya instalada, levanté la vista del libro – leído por la mitad – y noté que un hombre estaba sentado en la arena, cerca de mí. Cerca demás. No me gustó la proximidad si, en cambio, el hombre - un churro de aquellos – y, al contrario de mí, había venido de sunga (slip de baño) y nada más.
Y me observaba con curiosidad y expresión risueña. O mejor “como mira el gato maula al mísero ratón”.
-Francis – me dijo con sus ojos clavados en los míos.
-¿Qué dijo?- repliqué sin pensar
-O assassino do livro que você está lendo, Perdón usted es argentina, el asesino es Francis-
No contuve la indignación:
-¡Usted arruinó mi lectura! Usted es un…..un ….. –
No me venía a los labios el insulto adecuado.
El hombre sonriendo, me dijo:
-Perdone. Yo sólo quise ahorrarle leer el resto del libro. Que deje de leer y hable conmigo. Quién sabe si su vida no se vuelve más excitante que una novela policial. Guarde el libro y veamos que sucede.- .
Amagué retrucarle de mal modo pero ….. habían transcurrido meses sin sentir la apetencia sexual de un hombre deseado, de sus manos sobre mi piel, de sus labios en mis pechos, de su lengua recorriendo los más recónditos recovecos de mi cuerpo. Mucho. Demasiado tiempo. Y el tipo estaba para “darle y no cobrarle”
La indignación inicial se convirtió en libido.
Le sonreí.
-Romina ¿y vos caradura?-
-Guilherme, bombonita. – se arrimó y me tomó de una mano, rozó con sus labios mi mejilla izquierda y me susurró al oído:
-¿Vas a estar sin tu marido y los nenes un buen rato?-
“Me venía fichando” como dicen en el barrio y la hinchazón, en su entrepiernas, prometía placeres y sentires no habituales.
-No lo sé. Tal vez si ¿Qué tenés in mente? –
-Lo que vos estás pensando,–
Me besó la mejilla, muy cerca de mis labios.
Le envié un whatsapp a Martín. Me contestó que tenía para un par de horas, como mínimo, que almorzara y me acueste para la siesta.
A Guilherme le pareció poco tiempo. A mí también para “almorzar” lo que entreveía en el bulto de la sunga.
Pero decidimos aprovecharlo. Él también estaba “huérfano” de familiares ausentes el resto de la tarde. Levanté sombrilla, sillita y el bolso de playa y fuimos hasta su edificio – a 50 metros del nuestro – y subimos al 4to. piso.
Nos besamos y manoseamos con apetito inmoderado antes de quedar desnudos los dos. Lo empujé sobre la cama y bajo mi cuerpo para que sienta mi calor, le rasgué suavemente el pecho con mis uñas, le lamí el lóbulo de la oreja y gemí, en ella, por sus manos acariciando, apretando y amasando mis nalgas y luego mis tetas. Le dejé un reguero de besos en lo que va desde su boca a su pelvis. Di con el nabo. Lo recorrí con labios y lengua y lo metí en mi boca hasta que lo sentí gemir, suspirar y vocear a punto de reventar de placer. Ahí me dejé caer de espaldas con una pierna al este y la otra al oeste. Entendió la indirecta y lo tuve encima, chupando y mordiendo delicadamente mis pezones, enseguida metió dedos en mi concha mientras su lengua castigaba, impiadosamente, mi clítoris. Lo tomé del cabello gimiendo y gruñendo con fuerza estremeciéndome de goce. Tiré invitándolo a cubrirme. Subió, rozó su nariz con la mía, pegó sus labios a los míos.
Se incorporó ligeramente, estiró un brazo y abrió un cajón de la mesita de luz, de rodillas se calzó un preservativo. En ese instante entreví lo bien dotado que estaba y de lo bien que lo iba a pasar teniéndolo adentro.
Y me entró sin más dilaciones mirándome fijamente a los ojos. Fue considerado sólo hasta llegarme a lo más profundo con toda su longitud. Me cogió atropellada y desordenadamente soltando sonidos inarticulados, roncos de goce y palabras o frases susurradas entre dientes al oído, de las cuales muy pocas pude captar.
Aun así resultó fervoroso y eficaz a punto tal que arrebató y cautivó mis sentidos, me provocó múltiples orgasmos y un epílogo fantástico, asombrosamente delicioso.
Descansando, cabeza a cabeza en la almohada, él pareció olvidar que acababa de coger una hispanohablante y murmuró elogios en portugués:
-¡Transar com você é uma delicia!-
-¡Nunca meti tão gostoso! -
Hubo tiempo para una segunda vuelta apasionada, fogosa y vehemente.
Regresé a mi departamento apenas antes de la vuelta de mi marido Martín, cansada, saciada de placer pero para nada empachada - con no pocas ganas de repetir – y el sabor amargo de saber que era imposible. Y lo fue.
Por un tiempo me “consolé” pajeándome pensando en él.
En su oportunidad dije que había tenido otras con limítrofes.
Una fue con Carlos "Pistola" Mxxxx, uruguayo y pijón. Ya les relaté mi escapada con él.
Hoy les cuento la con un brasileño.
Estaba de vacaciones en el sur de Brasil, Itapema. Mi hermana Lorena, alojada en otro departamento de la zona, se había llevado mis dos hijos, junto a los suyos y su marido Juan – al que me cogí en dos oportunidades como conté en sendos relatos – a un gran parque de diversiones a unos 20 Km al norte. Mi marido, Martín, recibido un mensaje de la concesionaria Citroën (habían recibido el repuesto que necesitaba nuestro auto) decidió llevar el coche a reparar, a la ciudad de Itajaí (unos 50 Km de Itapema).
Decidí bajar sola a la playa, equipada con sombrilla, sillita, lentes oscuros, sombrero de paja, celular, toalla, protector solar, lápiz de labios humectante y …una novela policial. Me gusta leer, especialmente cuando estoy sola y bajo la sombrilla.
Ya instalada, levanté la vista del libro – leído por la mitad – y noté que un hombre estaba sentado en la arena, cerca de mí. Cerca demás. No me gustó la proximidad si, en cambio, el hombre - un churro de aquellos – y, al contrario de mí, había venido de sunga (slip de baño) y nada más.
Y me observaba con curiosidad y expresión risueña. O mejor “como mira el gato maula al mísero ratón”.
-Francis – me dijo con sus ojos clavados en los míos.
-¿Qué dijo?- repliqué sin pensar
-O assassino do livro que você está lendo, Perdón usted es argentina, el asesino es Francis-
No contuve la indignación:
-¡Usted arruinó mi lectura! Usted es un…..un ….. –
No me venía a los labios el insulto adecuado.
El hombre sonriendo, me dijo:
-Perdone. Yo sólo quise ahorrarle leer el resto del libro. Que deje de leer y hable conmigo. Quién sabe si su vida no se vuelve más excitante que una novela policial. Guarde el libro y veamos que sucede.- .
Amagué retrucarle de mal modo pero ….. habían transcurrido meses sin sentir la apetencia sexual de un hombre deseado, de sus manos sobre mi piel, de sus labios en mis pechos, de su lengua recorriendo los más recónditos recovecos de mi cuerpo. Mucho. Demasiado tiempo. Y el tipo estaba para “darle y no cobrarle”
La indignación inicial se convirtió en libido.
Le sonreí.
-Romina ¿y vos caradura?-
-Guilherme, bombonita. – se arrimó y me tomó de una mano, rozó con sus labios mi mejilla izquierda y me susurró al oído:
-¿Vas a estar sin tu marido y los nenes un buen rato?-
“Me venía fichando” como dicen en el barrio y la hinchazón, en su entrepiernas, prometía placeres y sentires no habituales.
-No lo sé. Tal vez si ¿Qué tenés in mente? –
-Lo que vos estás pensando,–
Me besó la mejilla, muy cerca de mis labios.
Le envié un whatsapp a Martín. Me contestó que tenía para un par de horas, como mínimo, que almorzara y me acueste para la siesta.
A Guilherme le pareció poco tiempo. A mí también para “almorzar” lo que entreveía en el bulto de la sunga.
Pero decidimos aprovecharlo. Él también estaba “huérfano” de familiares ausentes el resto de la tarde. Levanté sombrilla, sillita y el bolso de playa y fuimos hasta su edificio – a 50 metros del nuestro – y subimos al 4to. piso.
Nos besamos y manoseamos con apetito inmoderado antes de quedar desnudos los dos. Lo empujé sobre la cama y bajo mi cuerpo para que sienta mi calor, le rasgué suavemente el pecho con mis uñas, le lamí el lóbulo de la oreja y gemí, en ella, por sus manos acariciando, apretando y amasando mis nalgas y luego mis tetas. Le dejé un reguero de besos en lo que va desde su boca a su pelvis. Di con el nabo. Lo recorrí con labios y lengua y lo metí en mi boca hasta que lo sentí gemir, suspirar y vocear a punto de reventar de placer. Ahí me dejé caer de espaldas con una pierna al este y la otra al oeste. Entendió la indirecta y lo tuve encima, chupando y mordiendo delicadamente mis pezones, enseguida metió dedos en mi concha mientras su lengua castigaba, impiadosamente, mi clítoris. Lo tomé del cabello gimiendo y gruñendo con fuerza estremeciéndome de goce. Tiré invitándolo a cubrirme. Subió, rozó su nariz con la mía, pegó sus labios a los míos.
Se incorporó ligeramente, estiró un brazo y abrió un cajón de la mesita de luz, de rodillas se calzó un preservativo. En ese instante entreví lo bien dotado que estaba y de lo bien que lo iba a pasar teniéndolo adentro.
Y me entró sin más dilaciones mirándome fijamente a los ojos. Fue considerado sólo hasta llegarme a lo más profundo con toda su longitud. Me cogió atropellada y desordenadamente soltando sonidos inarticulados, roncos de goce y palabras o frases susurradas entre dientes al oído, de las cuales muy pocas pude captar.
Aun así resultó fervoroso y eficaz a punto tal que arrebató y cautivó mis sentidos, me provocó múltiples orgasmos y un epílogo fantástico, asombrosamente delicioso.
Descansando, cabeza a cabeza en la almohada, él pareció olvidar que acababa de coger una hispanohablante y murmuró elogios en portugués:
-¡Transar com você é uma delicia!-
-¡Nunca meti tão gostoso! -
Hubo tiempo para una segunda vuelta apasionada, fogosa y vehemente.
Regresé a mi departamento apenas antes de la vuelta de mi marido Martín, cansada, saciada de placer pero para nada empachada - con no pocas ganas de repetir – y el sabor amargo de saber que era imposible. Y lo fue.
Por un tiempo me “consolé” pajeándome pensando en él.
4 comentarios - El Brazuca
Muy bueno..!