Esta es la historia de Paula, una chica que a los 19 años la curiosidad la empieza a llevar por experiencias nuevas que cada vez resultan ser más intensas. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
Capítulo 9: Una buena noche
El domingo me desperté después de que él me sacudiera varias veces y cuando me di cuenta eran las 12 y media del medio día. “Nos quedamos dormidos” me dijo él y agregó que tenía que irme enseguida. Me cambié a las apuradas, tratando de no olvidarme nada y agarré el celular para ver que tenía varios mensajes de mi viejo preguntándome donde estaba. Salí apresurada de su casa y llamé el ascensor para irme enseguida al 10mo piso y escuchar los gritos de mi mamá porque no le había respondido los WhatsApp a mi papá. Pero no me importaba, porque el momento que yo había pasado hacía unas horas con Nicolás, no tenía comparación.
Pero la felicidad dura poco. El lunes a la mañana una chica que no había visto nunca bajó a tomar sol y después de un “hola” indiferente se sentó unas reposeras más allá de donde yo estaba. Al instante apareció él y para mi sorpresa se sentó al lado de esta chica y comenzaron a hablar cono si se conocieran de hace tiempo. No entendía muy bien que pasaba por lo que me animé a saludarlo y a preguntarle si ya había ordenado todas las cajas.
- Perdón. ¿Vos sos?- Me preguntó la chica antes de que Nicolás pudiera contestar.
- Paula.- Le respondí yo ante su tono algo rebajado.- Del 10mo. ¿Vos?- Le refuté la pregunta.
- Lucila.- Dijo ella y se quedó callada, pero al ver que yo no reaccionaba agregó:- La novia de Nicolás.
Un baldazo de agua fría cayó sobre mi cuerpo. ¿Había escuchado bien? ¿Había dicho “la novia de Nicolás”? ¿El vecino con el que yo había estado teniendo sexo todos estos días tenía novia? “Ella es Paula, una chica del 10mo que me ayudó a entrar unas cajas al ascensor el otro día” explicaba Nicolás, pero yo ya no escuchaba lo que decían. Él siguió contándole a Lucila otras cosas, pero mi cerebro se había quedado en blanco e intentaba conectar lo que acaba de escuchar con lo que había pasado hacía unos días. “Tiene novia” dijo mi yo puritana y después lo gritó una vez más. Entonces recordé las cajas que había visto la noche anterior con la etiqueta de “Ropa L” y de cómo él se había apresurado para que fuésemos a la pieza o como me había apurado para que me fuera el domingo al medio día y todo tenía sentido. Me levanté y sin decir nada me fui a mi casa.
Los días siguientes ni me dieron ganas de salir. Me encerré en mi pieza con el aire mirando a la nada misma y pensando en lo estúpida que había sido y como me había dejado manipular por Nicolás. Me había usado, me había utilizado para engañar a su novia mientras ella no estaba. Mi madre, una de las chismosas del edificio comentó el martes a la noche durante la cena que Lucila y Nicolás se estaban mudando de un pueblo del interior y que él vino primero para acomodar la casa y que ella se quedó terminando algunos papeleos de venta de la casa anterior y que por eso no estuvo durante una semana. “¡No lo puedo creer!” pensaba yo mientras escuchaba lo que me decía mi madre. “Aprovechó esa semana para acostarse conmigo ¿y ahora como si nada baja a la pileta con su novia?” decía mi cerebro acelerado y ya no sabía que pensar.
- ¡Sos un hijo de puta!- Le dije en el palier el jueves a la tarde cuando me lo crucé justo cuando salía para irme a lo de Antonella.
- Tranquila Pau, no te enojes.- Intentó calmarme él, pero eso me dio más bronca.
- ¿Qué no me enoje? ¡Me usaste! ¡Me cogiste durante una semana entera y estabas mudándote con tu novia!- Le dije y me costaba creer lo que decía.- ¡Se lo voy a contar!- Lo amenacé de repente y no podía creer como no se me había ocurrido eso antes.- ¡Le voy a decir a tu novia, tarado!
- ¿En serio?- Me respondió él con un tono desafiante.- Lucila y yo tenemos una relación abierta y somos libres de estar con quienes queremos. Yo no te usé. Disfrutamos juntos de una semana bien caliente y que los dos sabíamos que en algún momento se iba a terminar. No te confundas Pau. Pero sobre todo, no me amenaces.
El tiempo pasó bastante lento ese verano, para colmo como mi viejo estaba con muchísimo trabajo por lo que no nos pudimos ir a ningún lado y me tuve que cruzar a Nicolás y a Lucila muchísimas veces ya sea en la pileta, el ascensor o el palier. Ella parecía buena mina a pesar de ese día en el que se había hecho la importante frente a mí. “Y como para no hacerlo. Con lo que le hace el novio” Pensaba yo cada vez que recordaba su presentación como la novia de mi amante.
Febrero llegó y no pude estar más feliz de empezar a estudiar para los exámenes, ya que eso significaba que tenía que quedarme encerrada en mi pieza y no tenía que verlo a él ni a ella. Pero no podía evitar asomarme por la ventana y observarlos besándose en la pileta o quedarme mirando su foto de WhatsApp que ahora era con ella sentados en el sillón en el que habíamos tenido sexo. El odio que me invadía por dentro era inmenso. Dudaba seriamente de que tuviera una relación abierta con Lucila, sin embargo no quería generar un escándalo con ella por miedo a lo que pudiera pasar. Necesitaba sacármelo de la cabeza enseguida.
No fue hasta que llegó marzo y Lucio me invitó a su cumpleaños. “Hace mucho que no hablamos Pauli” me dijo por mensaje después de que yo le dijera que podía ser que fuera y me excusé en que había estado estudiando. No tenía ganas de ir, no tenía ganas de salir y sabía que Juliana y Ornella iban a estar ahí al igual que Ramiro y por más de que no había quedado mal la relación entre nosotros, no sabía si estaba dispuesta a cruzármelos. Para colmo ese día se largó una tormenta que parecía de nunca acabar.
“Dale vení” me escribió él después de que le dijera que no iba a ir porque tenía que quedarme estudiando y por la lluvia, que lo hacía más complicado. Pero las ganas de salir a divertirme y a sacarme al imbécil de mi vecino de la cabeza fueron más fuertes de lo que yo pensaba. Los cuatro me enviaron una foto juntos en los que los podía ver sonriendo y disfrutando del reencuentro. Es por eso que terminé aceptando y salí convencida de que esa podía llegar a ser una gran noche.
Llegué al bar donde lo estaba festejando cerca de la una de la mañana y el clima me acompañó ya que en el momento en el que fui de mi casa hasta ahí, no llovió. Juliana me saludó con un fuerte abrazo y una sonrisa y después de decirme que se alegraba de verme me saludaron Ornella y Ramiro, quienes me hicieron lugar en el sillón donde estaban y me sirvieron un vaso de cerveza. Lucio apareció un ratito después y también se alegró de verme, pero sobre todo se puso muy mimoso conmigo, sentándose al a mi lado y abrazándome con fuerza mientras me hablaba al oído. Obviamente estaba un poquito borracho, era su cumpleaños y lo tenía permitido, pero seguro que también exageraba para poder acercarse a mí.
No fuimos a bailar y parecía como que todos los problemas que habían aparecido en los últimos meses ya no existían. Juli y Orne cantaban las canciones como locas y me integraban a sus pasos mientras se sacaban fotos conmigo. Ramiro iba a la barra y volvía con las manos llenas de tragos para todos. Lucio, por su parte, no paraba de insinuarse. Yo no sabía qué hacer, él me gustaba y de golpe se revivieron un poco los sentimientos que tenía hacia él por más que no quería arruinar el momento con los demás.
- ¡Está como loco!- Me dijo Juliana cuando fuimos al baño y al ver que yo no entendía de quien hablaban, me aclaró.- ¡Lucio, boluda! ¡Desde que llegaste que se te tira encima, te abraza, te tira la boca! ¡Está imparable!- Agregó riéndose.
Y tenía razón y yo me había dado cuenta, pero no fue hasta que ella y Orne me dijeron que lo alejara un poco del grupo y estuviera con él, que me animé a hacer algo. Cuando volvimos con los chicos lo separé haciéndome la que quería bailar una canción y después de solo unos segundos, él se abalanzó sobre mí y me besó con ganas. Yo me dejé llevar por el beso y de pronto me encontré chapando con el cumpleañero en medio de la pista.
Lucio me penetró con fuerza luego de que los besos nos habían calentado al máximo. Nos habíamos tomado un taxi minutos después de que lo sacara a bailar y nos encontrábamos en la habitación de un telo. Tan solo unos besos y caricias habían bastado para sacarnos la ropa y sin siquiera nada de juego previo fuimos directo a la acción. Estábamos los dos muy calientes, personalmente hacía dos meses que no tenía nada y no aguantaba mucho más. Cuando se fue a buscar un preservativo le dije que no hacía falta y dejé que me penetrara a piel húmeda.
Se sentía muy bien volver a tener sexo y en particular me gustaba mucho hacerlo con él. Hacía meses que no teníamos nada y a pesar de eso los dos sabíamos que hacer para excitar al otro. Se acostó sobre mí y me la metió con impaciencia y calentura. Exhalé un gemido sobre su oído y él enseguida me preguntó si me gustaba a lo que yo le respondí que sí. Nuestros dedos se entrelazaron y empezó a cogerme con fuerza y poder sentir su pija penetrándome de esa manera me llevó a suspirar fuertemente gemidos de placer.
No sabía si era la calentura del momento, si era la sed de sexo o la necesidad de estar con alguien para poder olvidarme de Nicolás, pero me satisfacía muchísimo la forma en la que me estaba cogiendo en ese momento. La manera en la que sus labios me besaban el cuello y después subían hacía mi oreja para decirme cosas chanchas o simplemente preguntarme si me gustaba su pija. Le encantaba hablar, le encantaba calentar más la situación mientras me cogía de esa manera y a mí me ponía como loca responderle.
Después se dio vuelta y yo me senté sobre él. “Ahora me toca a mí” le dije y comencé a moverme hacia adelante y hacia atrás con su pija bien metida adentro de mi concha, la cual no daba más de lo mojada que estaba. Apoyé con fuerza mis manos sobre su pecho y él llevó las suyas a mis caderas y acompañó cada uno de los movimientos que yo hacía. Poco a poco empecé a moverme a toda velocidad y a saltar sobre su cintura, gimiendo a los gritos con cada caída que daba.
- ¡Que sarpada que estás Pauli!- Me dijo él con una sonrisa en su rostro.
Tenía razón, nunca antes había cogido con él de esa manera. Siempre él había sido el que llevaba las riendas del asunto, siempre lo habíamos hecho con forro y siempre yo me había comportado como una nenita buena que estaba haciendo un pecado. Pero esa chica ya casi ni existía. Poco a poco se apoderaba de mí una yegua adicta al sexo que se volvía loca cuando la tocaban y la besaban, que le encantaba disfrutar del sudor y de los gemidos y que quería pasarla bien y recibir placer. La batalla entre la chica buena y la chica mala que vivían en mi cerebro estaba casi terminada.
Lucio me pidió que me pusiera en cuatro y yo lo hice para recibir una vez más su pija en mi conchita. “¡Que mojada que estás!” dijo y me empezó a coger bien fuerte como lo había hecho antes. Entonces me animé a pedirle algo que nunca antes había pasado con él. “Pegame” le dije y su sorpresa fue tal que tuvo que preguntarme qué era lo que le había pedido. “¡Pegame! Bien fuerte, en la cola” le insistí y él fascinado me dio un hermoso chirlo que me hizo gritar.
- ¿Así te gusta?- Me preguntó después.
- Sí.- Le respondí yo entre jadeos.- ¡Otra vez!
Y él nuevamente me pegó un buen chirlo en la cola que me causó otro grito de placer que me fue imposible de contener. Lucio estaba como loco, no podía creer en la chica en la que me estaba convirtiendo. No podía creer lo trola que me había vuelto desde nuestro último encuentro a este. Me pegó un vez más y me calentó tanto que empecé yo a moverme hacia adelante y hacia atrás, corriendo mi cuerpo de forma que era yo la que me lo estaba cogiendo a él. Colocó sus manos sobre los cachetes de mi cola y se quedó quieto dejando que yo la guiara con mis movimientos. “¡Sí, así!” dijo totalmente excitado y cada vez que hablaba me calentaba más y más.
- ¿Me querés llenar la cola de leche?- Le pregunté muy caliente y con voz sensual.
Entonces él me dijo que sí y sacó su pija de mi conchita y así como estaba, se empezó a tocar hasta que el semen comenzó a salir. Fue a parar directo a mi cola que estaba totalmente abierta y sentí como iba cayendo por mis cachetes y se metía adentro de mi conchita la cual latía de placer. Mientras terminaba de acabar le pregunté si le había gustado su regalo de cumpleaños y contento me dijo que sí.
Nos cambiamos, salimos y nos fuimos cada uno a su casa. Cuando me acosté en mi cama me encontré pensando en varias cosas. Lo bien que la había pasado esa noche, lo bueno que había sido el reencuentro con las chicas y lo mucho que había disfrutado el sexo con Lucio. Definitivamente estaba cambiando mi forma de ser y mi forma de ver las cosas. Nicolás había tenido mucho que ver en eso, pero esa noche había demostrado que él no era el único que tenía que ver en el asunto. ¡Había sido una muy buena noche!
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