Había probado por mi cuenta los placeres del sexo anal. Había fantaseado con que alguna fémina me dominase de esa forma. Y sin embargo, aún me faltaba algo. Básicamente, llevar la fantasía a la realidad.
Con mi novia sería imposible. Primero, porque ya hablé de su negativa a esa clase de juegos, y segundo, porque lo dejamos poco tiempo después. Consecuencias que de ella conociera a otra persona. La verdad, prefiero eso antes que vivir engañado. El caso era que yo me quedé "libre", así que podía hacer lo que me apeteciera con quien me apeteciera.
Y sin embargo, no es tan fácil encontrar una chica dispuesta a cumplir esa fantasía... al menos la primera noche y sin confianza. Pero no iba a ser un problema. La solución a mi problema tenía un nombre: Sara. Obviamente no es su nombre real, pero en este relato la voy a llamar Sara.
Sara era una chica preciosa. Pelo castaño y rizado que le llegaba a los hombros, unos rasgos muy femeninos, ojazos azules, y una piel con cierto tono moreno que estaba muy bien cuidada. Pero había algo que la hacía diferente: era trans. Tenía pene. Y sin embargo, me había dado igual. Cuando nos conocimos, debo reconocer que no me imaginé aquella "sorpresa", pero cuando me enteré, me dio absolutamente igual. Ya se había hecho mi amiga. Y pensé que podría pedirle el favor (o al menos, hablar de aquella fantasía que me rondaba la mente con una persona de mentalidad abierta y desahogarme un poco). Así que opté un buen día por enviarle un mensaje y quedar para tomar algo.
Esperé a que llegara a un bar cercano a su casa, en la barra. Cuando llegó, tengo que reconocer que me puse un poco nervioso. Estaba más guapa que nunca. Llevaba una camiseta holgada de color rosa que permitía intuir su escote (se había operado los pechos, pero nada exagerado, sino a un tamaño acorde con su menudito cuerpo) y un pantalón vaquero. No fui el único varón de la sala que reparó en su belleza. Ay, si lo supieran..., pensé.
Pedimos un par de cervezas y nos fuimos a la mesa que había más al fondo del bar, justo debajo de la televisión. Algo bastante útil para que nadie escuchara nuestra conversación.
Nos pusimos un poco al día de qué tal nos iba (debo reconocer que hablábamos cada cierto tiempo), y luego le pregunté si podía hablarle con sinceridad plena. Ella asintió, y verificando alrededor que nadie estaba atentos a nosotros, le conté los experimentos que había probado con mi propio cuerpo y cómo me habían gustado. Ella me escuchó con interés, y yo sentí cierto alivio al haberlo podido compartir con alguien.
"Nunca lo hubiera esperado de ti", me dijo, "pero me alegro de que hayas probado y que te gustara".
"Hay algo más. Sara... ¿puedo pedirte un favor? ¿Podrías ser tú quien aliviase mi curiosidad?"
Pregunté sin esperar si podía o no pedir el favor, pero estaba demasiado nervioso como para controlarme.
"Claro, ¿por qué no?", me dijo con una sonrisa.
No me esperaba que aceptase. Y menos me esperaba aún que me invitara a subir esa misma noche a su casa. Pero allí me encontré, subiendo las escaleras detrás de esa chica, deleitándome con la vista de su culo mientras llegábamos a su piso. Entramos, y me preguntó si quería pasar directamente al dormitorio. Acepté en el momento.
Así que fuimos a su habitación, una sala azul claro, con una gran cama matrimonial. Me invitó a que regulase la iluminación a mi gusto, y decidí dejarla bien encendida. Quería verla perfectamente, no había llegado hasta ahí para seguir con la clandestinidad. Eso pareció animarla aún más. Caímos en la cama, y me besó. Fue un beso lento que nos permitió jugar un poco y quitarnos los nervios. Besaba muy bien, y había que añadirle que las caricias que me daba por el cuerpo me estaban animando a entregarme. Correspondí aquel toqueteo, con mucha curiosidad por ella.
Me invitó a que la desnudase primero. Por si prefería echarme para atrás antes de quitarme la ropa. Dudé que me fuera a echar para atrás, pero agradecí el gesto. Me lo estaba poniendo muy fácil. Le retiré la camiseta, y me quedé embelesado por aquellas tetas que no estaban cubiertas por sujetador alguno. Joder, si es que estaba buena a reventar. Era una maldita diosa. Probé a besuquear todo ese cuerpo en lo que mis manos le quitaban el pantalón.
Contemplé su pene, ya prácticamente erecto (como lo estaba el mío) cubierto por unas braguitas. Con cierto miedo, se las quité, liberando la bestia. Se le veía tembloroso. Me preguntó si me quería desnudar, o prefería que me ayudara ella. Prefería un poco de ayuda, por supuesto. Me quité mi sudadera, dejando que ella se ocupara del resto de mi ropa. No le dio reparo manosearme el pene y el culo cuando me hubo quitado el bóxer.
"No está nada mal" comentó, observando mi miembro, "pero me has dicho que quería que me centrase en esto".
Empezó a masajearme las nalgas. Me dejé hacer, sintiendo el contacto de su cuerpo contra el mío. Procuré relajarme. Lo estaba haciendo muy bien. Casi sin que me diera cuenta, me fue tumbando hasta que quedó bocabajo, en cuatro, y solté un quejido cuando, sin esperarlo, introdujo parte de la longitud de su dedo en mi ano para dilatarlo.
Cuando pensó que ya estaba correcto, fue a su mesilla. Abrió la caja de los condones, la volcó, y salió uno. El último que le quedaba. Se lo puso con gran maestría y volvió a ponerse detrás de mi, excitando mi culo.
"¿Quieres que lo haga?"
"Sí...", pedí.
Noté que su pene se situaba en la entrada de mi ano, y lo deslizó con sumo cuidado dentro. Gemí. De placer. Sara no se movió una vez me tenía completamente ensartado. Aguardó en mi interior, y trató mi cuerpo con mucho cuidado. Se me hacía raro, pero era excitante. Ella me sujetó de las caderas, y sentí como su polla se deslizaba fuera de mi culo, sólo para embestirme antes de sacarla por completo.
Me dio unos momentos de respiro antes de volver a penetrar mi culo. Una acometida limpia de entrada y salida. Luego otra, con una pausa menor. Poco a poco, dejó de hacer aquellas pausas, y mi culo estuvo constantemente penetrado, repetidas veces, por aquella trans que me estaba transportando al paraíso.
Dejé que supiera que me estaba gustando, y no controlé mis gemidos. A ella se le debió ir su propia excitación de las manos, pues noté cómo iba acrecentando la velocidad. Pero me limité a dejar que me siguiera follando, con mi pene rebotando endurecido contra mi cuerpo. Acarició mis nalgas mientras empujaba su erección una y otra y otra vez, hasta que ella también gimió largamente, y sus acometidas se volvieron más lentas. Se había corrido.
Se retiró, y me dejé caer. Me volví para tumbarme bocarriba. Estaba jadeando. Aquello había sido maravilloso. Ella se quitó el condón, y vi de refilón el semen que lo inundaba. Sara lo ató, y lo dejó caer al suelo. Luego se me acercó y empezó a acariciarme la polla.
"Veo que no te has corrido", comentó, como si estuviera decepcionada.
"No... no me corro sólo con que me la metan", respondí.
Ella se encogió de hombros, y sin esperármelo, empezó a chupármela. Ahogué un ruido de excitación. Era buena, joder. Qué placer me estaba dando. Normalmente yo no era rápido en terminar, pero estaba demasiado excitado. Aguanté todo lo que pude con aquellos labios y esa lengua dándome placer antes de eyacular, derramando todo mi esperma en la boca de Sara, quien lo tragó sin comentar nada. Una vez terminó (y supe que se lo había tragado) fue al baño a enjuagarse.
"¿Estás satisfecho? ¿O quieres probar la segunda parte... en la que me cabalgas?".
Estaba desatado aquella noche. Claro que quería cabalgarla. Pero vimos que había un problema: no quedaban preservativos. Le pregunté si estaba limpia, y nunca había tenido ningún problema de ETS. Ella me garantizó que siempre lo había hecho con protección, de forma que me animé a ir a pelo.
Sonrió mucho cuando me vio subirme encima de ella, y me ayudó a dirigir su endurecido pene a mi ano. La reciente sesión de sexo anal hacían innecesaria la lubricación previa, y me dejé caer sobre aquella erección. Acaricié las caderas de Sara mientras iba moviendo mi culo. Era novato, y me costaba un poco. Sara me ayudó un poco, levantándome las nalgas y moviendo un poco las caderas, ayudando a la penetración.
Poco a poco, yo mismo fue aumentando el ritmo. Jadeé, pues aquello cansaba mucho, y suponía más esfuerzo que usar mi juguete. Pero me sentía genial. La sensación de mi culo sintiendo aquella polla dentro, entrando y saliendo, no se podía describir con palabras. Continué moviéndome, gozando mucho. Y no recuerdo si Sara llegó a avisarme o yo estaba perdido en mi propio placer, que de pronto eyaculó, inundando mi culo. Detuve el ritmo, y saqué aquel pene de mi ano.
En ese momento, Sara se dio la vuelta, y alzó su culo hacia mi.
"Fóllame... vamos, córrete tú también en mi culo, fóllame".
Y así lo hice. El precum que emanaba mi polla fue la única lubricación en el culo de Sara antes de que empezara a embestirla. Me dejé llevar por el morbo de la situación, pues ella gemía muy femenina, y se dejó hacer hasta el momento en que acabé, llenando su culo de leche.
Reposamos por unos minutos. Aquella noche había sido genial.
"¿Puedo decirte algo sin que te ofendas?", me preguntó Sara, y le animé a que lo dijera. "Tu culo es delicioso".
"Gracias", sonreí. "Y tu polla es mejor que mi juguete".
Pasé aquella noche durmiendo en su cama. No tenemos ninguna relación más allá de la amistad, y podía considerar mi curiosidad satisfecha por una larga temporada. Pero aquella noche se me quedó grabada, y me gustaría pensar que a ella también.
Con mi novia sería imposible. Primero, porque ya hablé de su negativa a esa clase de juegos, y segundo, porque lo dejamos poco tiempo después. Consecuencias que de ella conociera a otra persona. La verdad, prefiero eso antes que vivir engañado. El caso era que yo me quedé "libre", así que podía hacer lo que me apeteciera con quien me apeteciera.
Y sin embargo, no es tan fácil encontrar una chica dispuesta a cumplir esa fantasía... al menos la primera noche y sin confianza. Pero no iba a ser un problema. La solución a mi problema tenía un nombre: Sara. Obviamente no es su nombre real, pero en este relato la voy a llamar Sara.
Sara era una chica preciosa. Pelo castaño y rizado que le llegaba a los hombros, unos rasgos muy femeninos, ojazos azules, y una piel con cierto tono moreno que estaba muy bien cuidada. Pero había algo que la hacía diferente: era trans. Tenía pene. Y sin embargo, me había dado igual. Cuando nos conocimos, debo reconocer que no me imaginé aquella "sorpresa", pero cuando me enteré, me dio absolutamente igual. Ya se había hecho mi amiga. Y pensé que podría pedirle el favor (o al menos, hablar de aquella fantasía que me rondaba la mente con una persona de mentalidad abierta y desahogarme un poco). Así que opté un buen día por enviarle un mensaje y quedar para tomar algo.
Esperé a que llegara a un bar cercano a su casa, en la barra. Cuando llegó, tengo que reconocer que me puse un poco nervioso. Estaba más guapa que nunca. Llevaba una camiseta holgada de color rosa que permitía intuir su escote (se había operado los pechos, pero nada exagerado, sino a un tamaño acorde con su menudito cuerpo) y un pantalón vaquero. No fui el único varón de la sala que reparó en su belleza. Ay, si lo supieran..., pensé.
Pedimos un par de cervezas y nos fuimos a la mesa que había más al fondo del bar, justo debajo de la televisión. Algo bastante útil para que nadie escuchara nuestra conversación.
Nos pusimos un poco al día de qué tal nos iba (debo reconocer que hablábamos cada cierto tiempo), y luego le pregunté si podía hablarle con sinceridad plena. Ella asintió, y verificando alrededor que nadie estaba atentos a nosotros, le conté los experimentos que había probado con mi propio cuerpo y cómo me habían gustado. Ella me escuchó con interés, y yo sentí cierto alivio al haberlo podido compartir con alguien.
"Nunca lo hubiera esperado de ti", me dijo, "pero me alegro de que hayas probado y que te gustara".
"Hay algo más. Sara... ¿puedo pedirte un favor? ¿Podrías ser tú quien aliviase mi curiosidad?"
Pregunté sin esperar si podía o no pedir el favor, pero estaba demasiado nervioso como para controlarme.
"Claro, ¿por qué no?", me dijo con una sonrisa.
No me esperaba que aceptase. Y menos me esperaba aún que me invitara a subir esa misma noche a su casa. Pero allí me encontré, subiendo las escaleras detrás de esa chica, deleitándome con la vista de su culo mientras llegábamos a su piso. Entramos, y me preguntó si quería pasar directamente al dormitorio. Acepté en el momento.
Así que fuimos a su habitación, una sala azul claro, con una gran cama matrimonial. Me invitó a que regulase la iluminación a mi gusto, y decidí dejarla bien encendida. Quería verla perfectamente, no había llegado hasta ahí para seguir con la clandestinidad. Eso pareció animarla aún más. Caímos en la cama, y me besó. Fue un beso lento que nos permitió jugar un poco y quitarnos los nervios. Besaba muy bien, y había que añadirle que las caricias que me daba por el cuerpo me estaban animando a entregarme. Correspondí aquel toqueteo, con mucha curiosidad por ella.
Me invitó a que la desnudase primero. Por si prefería echarme para atrás antes de quitarme la ropa. Dudé que me fuera a echar para atrás, pero agradecí el gesto. Me lo estaba poniendo muy fácil. Le retiré la camiseta, y me quedé embelesado por aquellas tetas que no estaban cubiertas por sujetador alguno. Joder, si es que estaba buena a reventar. Era una maldita diosa. Probé a besuquear todo ese cuerpo en lo que mis manos le quitaban el pantalón.
Contemplé su pene, ya prácticamente erecto (como lo estaba el mío) cubierto por unas braguitas. Con cierto miedo, se las quité, liberando la bestia. Se le veía tembloroso. Me preguntó si me quería desnudar, o prefería que me ayudara ella. Prefería un poco de ayuda, por supuesto. Me quité mi sudadera, dejando que ella se ocupara del resto de mi ropa. No le dio reparo manosearme el pene y el culo cuando me hubo quitado el bóxer.
"No está nada mal" comentó, observando mi miembro, "pero me has dicho que quería que me centrase en esto".
Empezó a masajearme las nalgas. Me dejé hacer, sintiendo el contacto de su cuerpo contra el mío. Procuré relajarme. Lo estaba haciendo muy bien. Casi sin que me diera cuenta, me fue tumbando hasta que quedó bocabajo, en cuatro, y solté un quejido cuando, sin esperarlo, introdujo parte de la longitud de su dedo en mi ano para dilatarlo.
Cuando pensó que ya estaba correcto, fue a su mesilla. Abrió la caja de los condones, la volcó, y salió uno. El último que le quedaba. Se lo puso con gran maestría y volvió a ponerse detrás de mi, excitando mi culo.
"¿Quieres que lo haga?"
"Sí...", pedí.
Noté que su pene se situaba en la entrada de mi ano, y lo deslizó con sumo cuidado dentro. Gemí. De placer. Sara no se movió una vez me tenía completamente ensartado. Aguardó en mi interior, y trató mi cuerpo con mucho cuidado. Se me hacía raro, pero era excitante. Ella me sujetó de las caderas, y sentí como su polla se deslizaba fuera de mi culo, sólo para embestirme antes de sacarla por completo.
Me dio unos momentos de respiro antes de volver a penetrar mi culo. Una acometida limpia de entrada y salida. Luego otra, con una pausa menor. Poco a poco, dejó de hacer aquellas pausas, y mi culo estuvo constantemente penetrado, repetidas veces, por aquella trans que me estaba transportando al paraíso.
Dejé que supiera que me estaba gustando, y no controlé mis gemidos. A ella se le debió ir su propia excitación de las manos, pues noté cómo iba acrecentando la velocidad. Pero me limité a dejar que me siguiera follando, con mi pene rebotando endurecido contra mi cuerpo. Acarició mis nalgas mientras empujaba su erección una y otra y otra vez, hasta que ella también gimió largamente, y sus acometidas se volvieron más lentas. Se había corrido.
Se retiró, y me dejé caer. Me volví para tumbarme bocarriba. Estaba jadeando. Aquello había sido maravilloso. Ella se quitó el condón, y vi de refilón el semen que lo inundaba. Sara lo ató, y lo dejó caer al suelo. Luego se me acercó y empezó a acariciarme la polla.
"Veo que no te has corrido", comentó, como si estuviera decepcionada.
"No... no me corro sólo con que me la metan", respondí.
Ella se encogió de hombros, y sin esperármelo, empezó a chupármela. Ahogué un ruido de excitación. Era buena, joder. Qué placer me estaba dando. Normalmente yo no era rápido en terminar, pero estaba demasiado excitado. Aguanté todo lo que pude con aquellos labios y esa lengua dándome placer antes de eyacular, derramando todo mi esperma en la boca de Sara, quien lo tragó sin comentar nada. Una vez terminó (y supe que se lo había tragado) fue al baño a enjuagarse.
"¿Estás satisfecho? ¿O quieres probar la segunda parte... en la que me cabalgas?".
Estaba desatado aquella noche. Claro que quería cabalgarla. Pero vimos que había un problema: no quedaban preservativos. Le pregunté si estaba limpia, y nunca había tenido ningún problema de ETS. Ella me garantizó que siempre lo había hecho con protección, de forma que me animé a ir a pelo.
Sonrió mucho cuando me vio subirme encima de ella, y me ayudó a dirigir su endurecido pene a mi ano. La reciente sesión de sexo anal hacían innecesaria la lubricación previa, y me dejé caer sobre aquella erección. Acaricié las caderas de Sara mientras iba moviendo mi culo. Era novato, y me costaba un poco. Sara me ayudó un poco, levantándome las nalgas y moviendo un poco las caderas, ayudando a la penetración.
Poco a poco, yo mismo fue aumentando el ritmo. Jadeé, pues aquello cansaba mucho, y suponía más esfuerzo que usar mi juguete. Pero me sentía genial. La sensación de mi culo sintiendo aquella polla dentro, entrando y saliendo, no se podía describir con palabras. Continué moviéndome, gozando mucho. Y no recuerdo si Sara llegó a avisarme o yo estaba perdido en mi propio placer, que de pronto eyaculó, inundando mi culo. Detuve el ritmo, y saqué aquel pene de mi ano.
En ese momento, Sara se dio la vuelta, y alzó su culo hacia mi.
"Fóllame... vamos, córrete tú también en mi culo, fóllame".
Y así lo hice. El precum que emanaba mi polla fue la única lubricación en el culo de Sara antes de que empezara a embestirla. Me dejé llevar por el morbo de la situación, pues ella gemía muy femenina, y se dejó hacer hasta el momento en que acabé, llenando su culo de leche.
Reposamos por unos minutos. Aquella noche había sido genial.
"¿Puedo decirte algo sin que te ofendas?", me preguntó Sara, y le animé a que lo dijera. "Tu culo es delicioso".
"Gracias", sonreí. "Y tu polla es mejor que mi juguete".
Pasé aquella noche durmiendo en su cama. No tenemos ninguna relación más allá de la amistad, y podía considerar mi curiosidad satisfecha por una larga temporada. Pero aquella noche se me quedó grabada, y me gustaría pensar que a ella también.
4 comentarios - Recibí ayuda de mi amiga especial