Un relato con lenguaje Corín Tellado 😀
Un verano en el campo, pensó su madre, podia ser la forma de apaciguar el espíritu libre y rebelde de Clara, una joven citadina de mente curiosa y sensibilidad demasiado provocadora para su época. La subió casi por la fuerza al tren que traqueteó por horas entre campos amarillentos y pequeños poblados.
Sus tíos la recibieron en la estación, los modales tiesos y secos, las ropas oscuras, los gestos medidos contrastaban con el ambiente campechano. Antes que pudiera siquiera mirar alrededor la subieron al coche y partieron hacia la estancia.
Una vez allí la tía la inspeccionó con gesto severo, apretaba fuerte su crucifijo mientras reprobaba en silencio su falda corta muy por sobre los tobillos, el vestido floreado y el alegre sombrero. Entendió por que su madre quería recluirla y alejarla de las fiestas y el ambiente de la ciudad.
La informó de los horarios de las comidas, las misas y los rezos del rosario, le indicó que descansara hasta la cena y se marchó cerrando la puerta.
Clara dió vueltas por la habitación, faltaban tres horas para la cena y para, al fin, conocer a sus primos del campo, se desvistió y se tumbó en la cama canturreando. El sopor de la tarde la invitó a tocarse lánguida y secretamente hasta encontrar el placer que se ocultaba entre sus piernas. Hacía un tiempo había descubierto el goce que le proporcionaba deslizar sus dedos por la mata de vello de su pubis, maravillándose por como se humedecía y acaloraba su cuerpo según alternara el ritmo de sus caricias.
Mas tarde se presentó al comedor con el pelo suelto y su vestido floreado provocando la mirada espantada de la tía y llamando la atención de los dos jóvenes que conversaban con el tío. Uno de ellos vestía sotana y cuello blanco, pálido y afectado su primo José cursaba el segundo año del seminario. Francisco, el mayor, de piel curtida por el sol y buena estampa, dirigía la estancia y estaba comprometido en matrimonio.
Clara saludó efusivamente a sus primos provocando durante la cena varias miradas reprobadoras de su tía a raíz de la informalidad y descaro de sus comentarios.
Sin embargo nada pudo hacer la doña para evitar que Clara acepte salir de paseo a la mañana siguiente. Francisco la invitó a conocer la laguna y disipó las objeciones de la señora con el contundente argumento que estarian acompañados por José que casi era un sacerdote.
Los tres partieron a la mañana siguiente en el sulky, llevando una canasta con el almuerzo.
Se desplazaban por un camino bastante poceado y Clara, sentada en medio de sus primos reía a cada sacudida disfrutando el contacto con Francisco que la sujetaba con cada tumbo que daba el coche. José llevaba las riendas y se veía un poco apartado de las bromas y camaradería de los otros dos jóvenes.
Al llegar a la laguna caminaron un buen rato por la orilla. Mientras Clara les contaba su vida, ellos satisfacían su curiosidad femenina, uno acerca de la vida en el seminario, el otro tuvo que dar todos los detalles de su próxima boda.
Mas tarde se acomodaron bajo un sauce y devoraron el contenido de la canasta, empanadas, pastelitos y una botella de vino que Francisco había ocultado de su madre.
Se echaron a descansar bajo el árbol y al rato los primos dormían, mientras Clara amodorrada olvidó, o no, a sus compañeros y comenzó a tocarse por sobre la falda, terminando por levantar su enagua y disfrutando la sensación que el aire cálido del mediodia producía en los lugares siempre cubiertos de su piel.
Con destreza recién adquirida metió sus manos bajo los calzones. separó con los dedos de la mano izquierda los labios y con la mano derecha manipuló delicadamente ese bultito rojo que tanto placer le daba.
Se relamía en silencio con cada toque mientras su respiración se agitaba y sus mejillas se coloreaban.
Al escuchar el grito de un ave abrió los ojos y se quedó inmóvil al ver que José la estaba observando, la cara de su primo estaba trastornada, entre fascinado y espantado por la escena que presenciaba. Al verse sorprendido, el joven se paró y se alejó a paso rápido.
Clara acomodó sus ropas sin saber bien que hacer, si ir a buscarlo o esperar su regreso. Mientras tanto Francisco despertó y sin saber lo sucedido propuso ir en busca de su hermano y emprender el regreso.
De vuelta en la casa Clara buscó a José por todos lados para disculparse por haberlo ofendido, pero el pobre se había recluido en la capilla sin presentarse a la cena, rezaba para combatir los oscuros pensamientos que lo acechaban.
Francisco mientras tanto no se había percatado de nada y durante la cena charlaba animadamente con Clara haciendo planes para llevarla a conocer el pueblo al día siguiente.
José no encontró paz en sus oraciones y tampoco pudo dejar de pensar en la cara de éxtasis de su prima, en la forma en que se relamía, en el temblor de su cuerpo, en esos dedos bailarines y en esos reductos de placer que nunca conocería.
Sin que su voluntad alcanzara para impedirlo se despojó de sus ropas y tomó con rabia su sexo duro sacudiéndolo sin piedad buscando la descarga que lo expiara de la lascivia que lo dominaba. Caían lágrimas sobre su semen cuando acabó y cayó de rodillas.
Al día siguiente tuvo que acompañar a Clara y Francisco al pueblo, evitó por todo medio dirigirle la vista o la palabra a su prima, pero la simple presencia de la joven lo perturbaba, asi que se mostró brusco y desagradable con ella. Su hermano lo notó y más tarde lo enfrentó para pedirle explicaciones.
José le contó lo sucedido el dia anterior y le aconsejó a Francisco alejarse tambien de Clara, era una influencia peligrosa para ellos.
En lugar de seguir el consejo de su hermano, Francisco se obsesionó por su prima y comenzó a espiarla en la casa con morbosa curiosidad.
Una tarde, encontró lo que buscaba, por la puerta entreabierta del cuarto de Clara pudo verla sentada frente al espejo cepillando su cabello, la joven advirtió que tenía público e intencionalmente bajó los breteles de su camisón dejando a la vista sus pechos, tomó uno a uno en sus manos y los sobó impúdicamente.
Encontró en el espejo los ojos de Francisco clavados en los suyos y sostuvo la mirada de su primo sin cubrirse, invitándolo, provocando su reacción. El joven no hizo mucho por resistirse y se deslizó dentro del cuarto arrodillándose frente a su prima. Esta tomó sus manos y las invitó a acariciar sus pezones a presionarlos apenas entre dos dedos a envolver con las palmas las redondeces tentadoras hasta enterrar su cara entre ellas y lamer con desesperación esa piel cálida.
El ambiente de la casa se notaba tenso, la tía percibió que algo sucedía entre los tres jóvenes, algo perverso, sexual, inaceptable. Su hijo mayor pendiente de cada movimiento de su prima, casi no hablaba de su prometida y andaba por los pasillos espiando tras las puertas, el menor huraño y confuso pasaba el día encerrado en la capilla. La mala influencia de Clara era evidente y de alguna manera debía poner fin a la estadía de la joven en su casa.
Previendo la inminencia de la desgracia la doña decidió telegrafiar a su hermana para avisarle que ya no podría hospedar a Clara, sólo era cuestión de días para que su casa volviera a la normalidad.
Frabcisco, ajeno a los planes de la doña, arreó a Clara y Jose a un paseo hasta el pueblo con cualquier excusa, aunque su intención era buscar un momento para estar a solas con su prima y perderse en esa carne que lo deleitaba.
Los tres partieron en el sulky y a medio camino Clara vió un monte en el que crecían flores silvestres. Pidió detenerse alli para cortar algunas y adornar su sombrero. Francisco se apeó con ella, José, cauto y temiendo caer en la tentación que le producía la joven, prefirió esperar en el coche.
Sin embargo al notar que sus acompañantes tardaban mas de lo necesario se acercó al monte y encontró a Clara con sus pechos al descubierto y a Jose bebiendo de ellos y metiendo las manos por debajo de la falda de su prima. La escena lo hipnotizó, olvidó quien y quienes eran, sólo sentia la urgencia de la sangre, la carne, de derramar su semen sobre esas tetas enrojecidas por los mordiscos de su hermano.
Clara lo vió y en lugar de detenerse extendió una mano invitándolo a sumarse al festín. Llamado irresistible de la carne, imposible de ignorar para el pobre seminarista que apartando a su hermano se arrodilló frente a su perdición, guiado por Clara, sus dedos, su lengua su alma penetraron y glorificaron el sexo ahora expuesto de la joven.
En una ceremonia sagrada los tres compartieron el cuerpo y la sangre, mezclaron en un festín los tabúes, los deseos, la lujuria hasta agotarse por completo.
Desnudos, dormidos y perdidos para siempre fueron encontrados horas mas tarde por los peones de la estancia.
Ya no hubo lugar en el mundo en que pudieran hallar paz.
Malditos, rechazados por sus pecados de lascivia, lujuria..por infernales, los condenaron a vivir por siempre como almas errantes.
16 comentarios - Condenados
Excelente relato querida amiga
Dejo todo lo que me quedaba y Reco !!!
Gracias por compartir.
Gracias por la onda de siempre
(interpretado por Romualdo Quiroga ) 😃 ¿continuara?
gran relato primita , besos
Bueno . . . . es una probabilidad 😆 😆
Mis respetos Señora Mía!
Suya,
B.
Mis respetos Birreina
Usted por el contrario ha logrado el cometido, y eso llena de albricias mi corazón!
Mi proclama ha enfervorizado sin querer a un par de corazones!
Mis saludos Reina!
B.
El erotismo, sin culpa, no logra su cometido... y aquí, ah! quizád hasta en tono burlesco... es un derroche de culpas y tabúes!
Sencillamente exquisito... vamos a seguir hurgando en su historial, en busca de otras perlas