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Siete por siete (183): La despedida de Hannah (I)




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Compendio I


Les pido disculpas por la tardanza en escribir. A pesar que ha pasado casi un mes desde que Hannah y yo seguimos caminos separados, me ha sido difícil redactar esto por sentirme con una leve depresión.
Afortunadamente, lo he conversado con Marisol y ella ha estado para apoyarme, animarme y entenderme mejor de lo que esperaba.
La última semana que compartimos juntos (la primera semana de diciembre del año pasado) fue muy complicada. Si bien nuestras responsabilidades disminuyeron de manera considerable, nos daba demasiado tiempo para pensar en nuestra inminente partida.
Como les he mencionado, Hannah es una chica rubia, de ojos celestes, de 30 años, de piel blanca y mejillas sonrosadas, casi como una muñeca y con una estatura de 1.64m, con una figura delgada, unos pechos discretos y un trasero menudito, pero sin lugar a dudas, el más tentador de la faena.
No obstante, a pesar de su atrayente físico y su menor tamaño, comparte aspectos de personalidad y actitud que me recuerdan más a mi esposa cuando éramos novios y que debido a nuestra diferencia de edad, no podía desfogarme apropiadamente.
Aprovechamos las últimas noches para cenar románticamente en la cabaña que tantos recuerdos habíamos compartido y cada noche, una candente y apasionada sesión de hacer el amor hasta las 2 de la mañana, donde también aprovechábamos de conversar sobre nuestros planes a futuro.
“Creo que me voy a divorciar.” Dijo la noche del martes, mientras se sacaba el sugerente calzoncito de seda, color jade, que su esposo le había comprado como lencería sexy, a lo que ella aducía que “Le daba vergüenza usarlo para él”, pero no tenía problemas para estrenarlo conmigo.
“No es por culpa mía, ¿Verdad?” pregunté, mientras me sacaba la marcada erección del pantalón del pijama.
Sonrió de manera traviesa…
“No, no es por ti.” Respondió condescendiente, para luego quejarse suavemente, mientras se iba empalando mi pene. “Es solo… que no lo amo…” añadió, para hacer una sutil mueca entre dolor y placer.
Se empezó a menear suavemente, sacudiendo sus pequeños pechos, cuyos pezones ya se encontraban duros y excitados.
“Pero… si te divorcias… de Marisol… ahhh… por favor… ¡Llámame!” empezó a jadear despacio.
La sujeté de su cautivante cintura, guiándola en el ritmo que más le agradaba a ella.
“Sabes bien que no lo haré…” le dije, haciendo que me mirara entre sorpresa y decepción.
Durante el año, habíamos pasado lo que se conoce como las “5 etapas del duelo” y finalmente, los 2 nos encontrábamos en la aceptación de nuestro destino.
Entre los incidentes más destacables de ese periodo estuvo su propuesta para que me divorciara de mi esposa y me casara con ella, para así obtener la nacionalidad australiana (algo que no era necesario, puesto que ya he residido por más de un año, no he tenido problemas con las autoridades y he mantenido un trabajo estable, por lo que puedo postular por mis propios medios).
Pero también estuvo un terrorífico episodio, donde ella me amenazó con contarle toda la verdad a Marisol y arruinar mi matrimonio. Esa tarde, estaba enfurecida en extremo, conmovida en lágrimas y con una expresión desequilibrada que me hacía desconocerla.
Le dije que podía hacerlo. Que me lo merecía y que no le guardaría rencores, pero que a la vez, acabaría con lo que más feliz me hace, lo cual le hizo desistir.
“Si las cosas hubiesen sido distintas y si yo te hubiese podido conocer antes que conocí a Marisol, tal vez, tú y yo estaríamos casados.” Argumenté, haciendo que llorara, mientras la cabalgata se volvía más agradable.
Nos besamos y ella se entregó plenamente, para satisfacer nuestros placeres.
Eso es lo que le falta a su esposo. Como les he mencionado, Hannah ha encontrado placer con su marido algunas veces, pero le falta creatividad.
Mi esposa lo sabe bien. A pesar que muchas veces tiendo a ser repetitivo y metódico, cada vez trato de experimentar con su cuerpo, estudiando el efecto que tiene una caricia, una lamida, un beso o un pellizco en alguna área de interés para mí y si esto resulta favorable, se vuelve a repetir la próxima vez.
Fue de esta manera que descubrí lo cosquillosa que es mi mejor amiga, lo cual le pone extremadamente nerviosa y aprensiva, cohibiéndola casi en su totalidad al momento de la intimidad, como también descubrí que una de sus zonas erógenas se haya en los dedos de sus pies y que si lo lamo, junto con un delicado masaje clítorial, puede obtener un sublime, pero inusual y refrescante orgasmo.
Con Hannah, en cambio, basta con lamer el lóbulo de sus oídos, tras besarla suavemente, para deshacer su resistencia.
Le agrada que la acaricie por la cintura, mientras ella va arriba, estimulándose cada vez más si me acerco hacia sus pechos. Pienso que eso se debía a que ella sabe sobre mi obsesión y cuando metía sus copas dentro de mis manos, su rostro alcanzaba nuevas alturas de satisfacción.
Pero también, cuando alcanzaba a penetrarla completamente y ella se quejaba apasionadamente mientras me cabalgaba, mis manos bajaban hacia sus rotundos muslos, acariciando su suave y blanquecina piel.
Y es que ella bien sabe que su mayor atractivo es su retaguardia, porque es algo que constantemente su esposo como los hombres bajo su cargo no paran de admirar, mas he sido yo el elegido para acariciarlo posesivamente.
En esos momentos, me empezaba a besar con fruición, en una cabalgata desbocada e intensa, mientras que mis dedos buscaban incrustarse en su retaguardia. Alcanzaba un clímax de forma bestial de esta manera y se había vuelto adicta a este tipo de “doble penetración”, donde aparte de estirar sus nalgas con mis manos, me encargaba de meter hasta 3 dedos en su interior.
Para cuando alcanzaba a correrme en su interior (porque como saben, hacía más de un año y algo que dejamos de usar preservativos y debía preocuparme constantemente que ella se tomara sus anticonceptivos), ella había tocado las estrellas un par de veces y su rostro angelical notaba lo dichosa que era conmigo.
Pero a pesar de todo, no quería despegarme y aprovechando que mi erección se mantenía vigente en su interior, la tomaba por la cintura y la volteaba hacia la cama, para que ella quedara abajo esta vez.
Esto le causaba una gran sorpresa, puesto que si bien, su marido es más joven y atlético que yo (29 años y resumidamente lo podría describir como un muñeco “Ken”), en pocas ocasiones le ha dado 2 veces consecutivas. Sin embargo, estaba consciente que no volveríamos a hacer el amor durante un buen tiempo y como les mencioné, Hannah me recuerda mucho a Marisol cuando joven.
“¡Estás… ahhh… tan adentro! ¡Uhhhm!” se quejaba ella, a medida que la embestía casi con furia. Pero no me bastaba solamente con hacerlo de la manera tradicional.
Aprovechando su menor tamaño y peso, conseguía doblarla un poco más sobre mis muslos, haciendo que el bombeo de mis caderas le diera cierto ángulo. Si bien, era una posición bastante cansadora para mí como para ella, añadía cierto aire de morbo, puesto que si llegaba a eyacular, mis fluidos verterían fácilmente hacía su matriz, sumándose además, con el hecho sus piernas quedaban flexionadas por encima de mis hombros, ocasionándole también un sentimiento de dolor.
Pero a la hora de la verdad, me gusta eyacular mirándole a la cara, por lo que cuando mis movimientos se volvían incesantes y ya sentía que mi carga no la podía aguantar, desarmaba toda posición y me volvía a sus labios, los cuales me succionaban con desesperación.
Por la manera que me miraba, quería que acabara y le llenara otra vez, casi con urgencia. Aun así, lograba contenerme con mis últimas fuerzas para dar profundas estocadas, casi al estilo de golpe de ariete y descargarme con soberbia al presionar su matriz.
Entonces, ella emitía un suspiro apagado y cadencioso, cerrando los ojos a medida que sentía mis fluidos rellenar tibiamente su fuente de la vida y la expresión que tomaba su cara parecía juvenil e inocente, al no tener otro tipo de palabras para poder describirla.
Cada una de mis descargas fue recibida con un leve zumbido y una respiración acelerada. Sé que su marido no alcanza a llegar tan profundo en ella, pero yo, desde las primeras veces, me encargaba de presionar ese punto de su interior, lo que al principio le ocasionó un placer indecible, al darse cuenta que gozaba más conmigo que con su esposo.
Pero a medida que sus sentidos regresaban, sus ojitos celestes resplandecían como diamantes y nos besábamos con cierta travesura, algo que también me recordaba a Marisol.
Sobre su retaguardia, cada noche de faena estaba saliendo a la palestra. Y aunque yo disfrutaba de hacérselo tanto a mi esposa, como a Lizzie y a Hannah, tampoco me gustaba abusar y me causaba cargo de conciencia que al día siguiente caminara de manera peculiar.
Ella, en cambio, sabiendo que todavía seguía con ganas, sonreía con malicia y adoptaba la posición por su propia cuenta, colocándose en cuatro patas. Mi único trabajo era lamerme los dedos y lubricarla levemente, para presentarle el glande.
En una oportunidad, tras hacerle la colita y mientras nos acomodábamos para dormir, le consulté si acaso tendría sexo anal con su esposo. Ella, muy alborotada, dijo que no sabía, puesto que a su marido “le daba asco hacerlo por ahí” (aunque al parecer, no le disgustaba hacerlo con la cuñada de Hannah, como Marisol descubrió el verano pasado).
Me tomé mi tiempo, ensanchando su ano, lo que ella disfrutaba bastante. Cuando ya ingresé la cabeza y un poco menos de la mitad, se empezó a deslizar hacia atrás, favoreciendo mi avance.
Honestamente, me recordaba a una gata en celo, porque si bien, al principio se quejaba con dolor, lentamente cambiaban a lamentos cariñosos, mientras mis manos se posicionaban sobre su cintura y la iba ensartando hasta el fondo.
Era todo un espectáculo apreciar cómo la tierna, inocente y modosita retaguardia de Hannah se tragaba con bastante fluencia mi herramienta y que los bramidos que de su boca emanaban iban llenos de placer.
Eran pasadas la una de la mañana cuando acabamos, con los cuerpos completamente derrengados, aunque ella tenía la más luminiscente sonrisa de satisfacción.
Pero fue al día siguiente, durante la hora de almuerzo, que consulté a Tom la inquietud que revoloteaba en mi cabeza.
“¿Es posible que Hannah y yo nos tomemos libre el domingo?”
El viejo y bonachón minero me sonrió, sabiendo que la relación que tenía con Hannah bordeaba con un romance de adolescentes.
“No creo que haya problemas. ¿Por qué? ¿La llevarás a Broken Hill en una cita?” consultó con una sonrisa maliciosa.
“En realidad, no. Tenía pensado pasar la jornada entera con ella, en la cabaña… ”Respondí con honestidad…
Comprendí bastante bien la mirada perturbada del viejo. Por mi apariencia, mis actitudes y el simple hecho que soy extremadamente metódico en mi trabajo, le daba la impresión de alguien tímido e inexperto en las técnicas amatorias.
Pero al oír esto, Hannah se sonrojó levemente. Para ella, como una verdadera británica y de familia adinerada, por su crianza pensaba que el placer del sexo se restringía a un máximo de 2 horas por la noche, mas conmigo descubrió que eso fácilmente se podía duplicar.
Fue entonces que me miró resplandeciente, con una sonrisita nerviosa bastante parecida a la que Marisol me da cuando le propongo lo mismo, que es una mezcla entre curiosidad, anhelo y lujuria, con leves toques de incredulidad.
Y bastó responderle con otra sonrisa confiada, para que supiese que no estaba bromeando…


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2 comentarios - Siete por siete (183): La despedida de Hannah (I)

pepeluchelopez
Delicioso modo de despedirse, corazón de motel, si pudieses tener un harem arem? (Ignoro la escritura) Hanna sin duda estaría ahí.
metalchono
Entiendo a lo que te refieres, pero no sé si sería capaz de mantener un Harem. Como mencioné, mi relación con Hannah empezó por lo mucho que me recordaba su fisico a mi ruiseñor cuando era más jovencita y la calentura que me ocasionaba por su naturaleza curiosa y exploradora. Andar con Hannah me ayudó a conciliar un poco esas frustraciones, pero también la terminé amando de manera individual. Es dificil de explicar.
Gran_OSO +1
Estaba esperando este post hace mucho! Muchas Gracias!
metalchono
¡De nada! De hecho, todavía me cuesta redactarlo, a pesar de las insistencias de mi esposa, porque los sentimientos son recientes, pero trataré de subir lo que queda en un par de días. Muchas gracias a ti por comentar.