Partes:
• [1/3] Descuidaron a la hermanita.
• [2/3] Descuidaron a la hermanita.
• [3/3] Descuidaron a la hermanita (próximamente).
Quién no ha conocido alguna vez en su vida a una adolescente aniñada que todo lo que la rodea pareciera ser un parque de diversiones. Milagros, o más bien, Milu o Mili como le decían todos era la menor de la familia. La pequeña muñequita de porcelana, la mimada y sobreprotegida por todos. Sus hermanos Fabricio y Gonzalo eran sus pilares de protección física y emocional; ellos por supuesto estaban al servicio de su hermanita, la cuidaban con su vida.
La familia se fue concientizando al volver de las vacaciones ese año, la niña comenzaría a asistir a la universidad y no podían andar detrás de ella todo el día, iban a tener que darle más libertades para tener nuevas amistades, salidas, experiencias y vivencias. Era un tema que se charlaba bastante en algunos de los almuerzos y cenas, la independencia de cada uno y cómo iban a organizarse durante ese año para las diferentes tareas, actividades y horarios que tenían que cumplir cada uno.
Las últimas semanas de las vacaciones estaban llegando y los muchachos aprovechaban cada una de las horas lo mejor posible, Mili no se quedaba atrás. La pileta era la principal actividad para luchar contra el calor arrasador del verano. Era una piscina bastante grande, la familia estaba bien a lo que se refería el dinero, se daban bastantes lujos, tenían y hacían casi todo lo que querían.
Una tarde, Fabri había invitado a uno de sus amigos y antes de partir para el turno que tenían en la cancha de fútbol, se relajaron los dos en la pileta. Recordando el verano, anécdotas de salidas, las muchachas que conocieron, risas y más risas se escuchaban de parte de ambos cuando una figura los dejó silenciados instantáneamente. Con los brazos hacia afuera, apoyando la espalda contra la pared de la piscina y mirando hacia la casa, Mili se acercaba lentamente envuelta en una toalla rosita con corazones y decoraciones.
La jovencita no se había percatado de nada, ella vivía en un mundo aparte. Dejó caer la toalla y no aparentaba ni de cerca sus dieciocho añitos, era un camión, cualquiera le daba arriba de veinte y tantos de años. Mili era de pelo castaño casi rubia, muy largo y lacio de propaganda; sus ojos grises hipnotizaban a cualquiera y unos labios dulces y tiernos que decoraban su hermosa sonrisa. Medía quizá un metro sesenta con suerte; delgada y con un piercing en su ombligo que suplicó durante meses permiso para hacérselo.
Ambos desde la pileta la miraban perplejos. En su delicado cuerpito sus tetas se veían grandes, tan firmes y perfectamente redondas que junto con la bikini le formaban un escote tentador; y no podía faltar lo más llamativo de su cuerpo, esa cola pomposa y durita por los años de danza y gimnasio que hacía con las amigas, eran dos montañitas que sobresalían al verla de perfil, las curvas que se unían después a esas piernas largas, brillosas y suaves.
Fabri se percató de la situación, miró a su amigo que estaba boquiabierto al ver a la joven y llamó su atención haciéndole salpicar agua en la cara, él miró a Fabri con una sonrisa, era claro que Mili era un monumento a la vista, qué le iba a hacer. Ella por su parte escuchó el ruido del agua y se acercó hasta las rejas que separaban la piscina del patio para saludar a ambos con su característica sonrisa y su suave voz aniñada. Se quedaron charlando unos minutos hasta que Mili volviera a la reposera a tomar sol.
Mario, o Marito como le decían, le inspeccionó con la mirada el orto a la joven que se había inclinado para acomodar sus cosas. Se tomaba la frente y la boca para contenerse lo cual, Fabri notó y no le gustó para nada. Otro regaño, otro reto a lo que su amigo empezó a explicarle la situación porque las reiterativas quejas de su amigo también jodían aunque entendía el motivo.
─ Chabón, te lo digo sin faltar el respeto, te jode que justo la vea acá, lo entiendo. Pero bajá un poco la custodia... ─ le susurraba él para que Mili no escuche. ─ Te hacés mala sangre por esto, ¿qué vas a hacer con los que le dicen cosas en la calle? ¿Y los otros flacos con los que baila en la academia? Eu, yo bailo y enseño ahí, la respeto porque es mujer y más porque es tu hermana; y no es para que te alarmes pero allá es la diosa del lugar. Dejala crecer y ser. ─
Fabri no quería creer lo que su amigo le contaba. Su hermanita la que tanto cuida y protege está en mira de todas las personas que hay alrededor, nunca lo consideró hasta ese momento. La respuesta de Fabri fue quedarse callado. Pensaba en que él estaría algo grande para preocupaciones, cinco años lo separaban a él de Mili y era hora de que diera otra imagen a pesar de que a ella, quien era la que más incómoda debía sentirse por su sobreprotección, no le molestaba en absoluto.
─ Boludo, no te traumes, la gente es así. Yo te banco y lo entiendo, con Dana pasé por algo así también pero... ¿qué le voy a hacer? No puedo ir por el mundo arrancándole los ojos a todo el que pasa y la mire. ─
La tarde continuó como cualquier otra aunque Fabri intentaba mentalizarse un poco más sobre la charla que tuvo con Marito. Lo mejor era alejarse un poco y dejarla crecer. Con los días, de a poco empezó a mostrarse más distanciado de Mili, ella acostumbrada a tener a sus hermanos siempre a su disposición, este cambio que empezó de la nada no le estaba gustando a la joven que lejos de enojarse con sus hermanos, sobre todo con Fabri, se empezó a entristecer.
Una tarde luego de danza, Gonzalo estaba durmiendo en el sillón del living. Ante la falta de palabras de Fabri, se acercó a despertarlo y preguntarle lo que pasaba. Como si Gonza fuera una colchoneta, la niña se tiró encima de él para despertarlo y jugar, como casi siempre hacían. Con un camisón de entrecasa y Gonza intentando despertarse, ella comenzó con el interrogatorio; el inconveniente era que Fabri ya había hablado previamente con Gonza y habían quedado de acuerdo en cómo iba a ser el trato con ella de ahora en adelante.
─ ¿Por qué Fabri ya no me quiere? ─ le preguntó con un tono triste y haciendo pucherito.─
─ Fabri te adora, Mili. Los dos hablamos, y creemos que es momento de que algunas cosas cambien pero los dos te amamos y eso... ─ y ella lo interrumpe.
─ ¿Vos también ahora? ¿Por qué? ─ le decía ella con tono de capricho. ─ ¡No-es-jus-to! ─ repetía ella saltando sobre al abdomen casi en la entrepierna de su hermano.
─ ¡Mili, basta! Dejá de hacer eso. No te entiendo, enana. No hay peor cosa que tener a alguien arriba constantemente. ¿No te sentís más libre? ─
─ ¡No! ¡Me siento abandonada! Ya no me cargan, no me abrazan, nada de upa, ni mimos. ¡Nada! No entiendo por qué me hacen esto. ─ le decía ella algo a los gritos y golpeando suavemente a Gonza.
─ Estás grandecita, Mili. Eso no lo vamos a dejar de hacer pero yo con veinticinco no puedo seguir corriéndote por detrás. ─ y ella empezaba a lagrimear.
─ ¡Son malos los dos! ¡Me dijeron que siempre me iban a cuidar! ─ y se fue casi llorando.
Justo en el momento en que Mili subía las escaleras llorando, Fabri salía de su habitación pero en su intento por frenarla, ella le gritó y se encerró de un portazo en la de ella. Esa noche durante la cena, los papás habían notado algo, Mili no era la misma chistosa, graciosa, jodona y carismática como lo fue siempre. Al terminar, fue la primera en levantarse e irse; ambos padres estaban al tanto y al igual que los hermanos, coincidieron en que iba a ser lo mejor y que con el tiempo ella iba a entender lo que pasaba y volvería todo a la normalidad.
Esa misma noche y luego de insistir un rato, Fabri entró a la habitación de su hermanita. Adornos de hadas y figuras colgadas por todos lados, paredes rosas y el suelo lleno de dibujos, hojas y lápices. Ella, acostada en su cama tapada porque a pesar del calor, el aire acondicionado tenía la habitación que parecía un iglú, como le gustaba a ella. Fabri se fue haciendo camino hacia ella, su rostro no le daba a él una gran bienvenida pero sentía la necesidad de aclarar algunas cosas.
Fabri como pudo intentó darle una explicación a Mili, ella con cada palabra perdía más la fuerza que hacía para sostener su llanto. Seguía recostada, tapada hasta el cuello con sus sábanas, el pelo suelto y los ojos llorosos; Fabri por su parte, estaba arrodillado al costado de la cama y jugaba con un anillo que tomó de la mesita de luz de Mili. Luego de unos veinte minutos de charla, llegaron casi a un acuerdo podría decirse que no la convencía tanto a la joven pero nada era peor.
Con una sonrisa, Mili le hizo espacio a Fabri en su cama para que la acompañe un rato. Con algunas dudas, aceptó y se acostó. Ella aprovechó para abrazar a su hermano y acostarse casi encima de él, iba a decirle algo pero había sido suficiente por ese día, demasiados retos. A pesar del aire, la unión de los cuerpos hacía que el calor se hiciera presente; Fabri se intentó despegar de ella que pensaba en lo mismo así que de un movimiento, pasó por encima de su hermano, colocó el ventilador y esta vez sin taparse, se volvió a acostar encima de él.
Sentía ese perfume a vainilla característico de ella que exigió que la abrazara. Con la presión, Fabri sentía en su pecho las hermosas lolas de su hermanita y de fondo, con el camisón algo levantado, las dos montañas que formaban esa manzanita perfecta. Tragando saliva para contenerse, era hora de despedirse, no pudo evitar sentir algo de excitación y su pija que de a poco iba endureciéndose. La situación lo llevó a despedirse rápidamente, ella por suerte estaba casi dormida así que la acostó.
─ Te quiero mucho, Fabri. Y a Gonzi también. ─ le dijo ella con los ojos cerrados y voz de dormida.
─ Nosotros te amamos, Mili. No estés triste ni mal, peque. ─ le dijo él.
─ Yo te amo más más. ─ le dijo ella acercándose a él y dándole un pico fugaz.
Fabri se alejó como si ese pico hubiese sido una picadura. Sintió una ola de calor subiendo por la columna y Mili en su lugar, con la travesura realizada, reía tiernamente y le dio la espalda un poco por la vergüenza de la situación. Esa misma noche, Fabri charlaba con Marito mientras jugaban en línea en la PC y le comentó lo que fue ocurriendo con Mili desde el día que tuvieron esa charla en la pileta aquella tarde. Su amigo lo felicitaba y volvía a recalcarle que era lo mejor.
Al día siguiente, Gonza se encargó de llevar a su hermanita a danza. Eran semanas importantes de práctica por el show debido a la apertura del año en la academia así que eso tenía alegre y feliz a la joven que iba muy ansiosa en el auto, de paso comentándole la charla que había tenido la noche anterior con Fabri, que se la repitió a él por parecerle un trato justo al que llegaron y poder al mismo tiempo compartirlo con Gonza que aceptó. Al igual que con Fabri, aprovechó para darle un pico fugaz a su hermano que no pudo responder, ella ya había salido corriendo evitando la situación.
Habían pasado unas cuantas horas de ensayo, pruebas y coreos que dejaron en la lona a la mayoría de los que participaban del show. Mili estaba a un costado con el celular y charlando con Marito que era el coreógrafo del grupo. Luego de un rato, trajo el tema de las discusiones con sus hermanos, él también quería ser parte y escuchar la opinión de Mili que por supuesto, hablaría todo a favor de la joven que a pesar del acuerdo, intentaba recuperar el apoyo y amor de sus hermanos. Marito notaba lo vulnerable que estaba Mili y con sus palabras, alentaba a la joven como lo hizo con Fabri aquella vez para convencerlo sobre lo que él consideraba que era correcto.
Luego de la oleada de halagos y elogios hacia la señorita, la había comprado totalmente. Estaba de su lado y en el momento no había nada ni nadie que la hiciera cambiar de parecer. Mario apoyó su mano sobre la cintura de Mili y fue lentamente acercándose a besarla, ella se hizo para atrás, sin la mínima intención de seguirle la corriente, se asustó. Mario intentaba convencerla, demostrarles a los hermanos que ella era independiente, que no era una niña débil que necesitaba protección; esas alcanzaron para convencerla a Mili, permitiendo nuevamente a una caricia más íntima, un apretón a esa cola envidiable y así acceder a besarse.
Era la primera vez de la niña por lo cual era de lo más maniobrable tanto física como mentalmente. Mario al sentó de un movimiento frente a él, ambas manos le amasaban ese culo precioso que tanto deseaba cada vez que la veía en la piscina, la calza se le enterraba más y más con cada apretón. Se aprovechó de la falta de experiencia de la niña, para ella fue su primer beso más allá de un simple pico. Mario la bajó y se fijó rápidamente en la puerta de la habitación de ensayo si había alguien.
Apenas se giró, Mili estaba con el celular escribiéndole a su hermano. Marito se abalanzó al instante sobre ella preguntándole qué hacía. No era plan que quedara solamente en un beso. Tomó el celular de la joven y lo dejó sobre el banco y la volvió a besar, esta vez Mili empezaba a rechazarlo pero él insistía en esas demostraciones de independencia que ella debía tomar. Se quedó parada como si estuviera esperando alguna indicación.
Marito la tomó de los hombros y la empujó hacia abajo y veía ya con muchos nervios a su coreógrafo empezar a desatarse los cordones del pantalón que llevaba y bajárselos. La tomó de la cabeza y le apoyó el costado de la cara sobre la verga encima del bóxer. La situación no le gustó nada a ella que empezó a lagrimear y Mario le indicaba que debía ser fuerte, que tenía que haber un momento para disfrutar de la primera vez y qué mejor que fuera alguien conocido.
Temía que la joven se rebelara y con las indicaciones de no decir nada a nadie, se bajó el bóxer para dejar salir una buena verga que no tardó en refregársela por la boca a la joven que aguantaba esto solo por lo que había ocurrido con los hermanos. Mario intentó ser dulce con ella pero no fue el mejor momento para convencerla así que simplemente empujó con su verga hasta que Mili abriera la boca por su cuenta.
Finalmente todo el glande de Marito estaba dentro estrenándole la boquita a la joven, su primer pete. Sentía la lengüita tímidamente humedeciendo la parte de abajo de su pija y que poco a poco trataba de meterle más. La tomó de la cabeza y empujó un poco más haciéndola toser unos cuantos hilos de baba que colgaban del mentón de la niña. Su bella carita manchada con los restos de saliva que le refregaba en la cara; ella ya no aguantaba más. Abrió los ojos después de todo lo ocurrido y cuando Mario encaraba su verga nuevamente hacia su boca, la joven se la mandó a lo más profundo que pudo, lo siguiente: un grito.
Escupiendo un poco de sangre y limpiándose la boca como pudo, Mili tomó sus cosas y corrió como nunca antes lo había hecho; para su fortuna, Fabri la estaba esperando en el auto en diagonal a la salida. Por otra parte, Mario estaba tirado en el piso de la sala en una especie de posición fetal y con las manos en la entrepierna. Desvirgar de esa manera a una jovencita no fue la mejor opción, Mili le había mordido el glande con toda su fuerza para luego huir.
Ya en el auto, la joven se metió como si escapara del mismísimo diablo en el asiento de atrás y a los gritos le pedía a su hermano que se fueran, Fabri no entendía pero aceleró. En el camino intentando estar más tranquila le contó la historia y Fabri hervía de la bronca, no podía creer lo que su mejor amigo había hecho. Tenía ganas de matarlo, quería volver pero sabiendo el estado en el que estaba, pensó en algo mejor, había mejores opciones. Paró en una heladería y con algo de helado y charlas, convenció a Mili de que todo quedaría ahí, que no se preocupe, que todo iba a estar bien y las cosas iban a volver a la normalidad.
Esa misma noche, Fabri estaba acostado mirando tele cuando siente un par de golpes en la puerta. Su hermanita lo esperaba del otro lado abrazando una almohada, Fabri la dejó pasar. Se quedó en la silla de la PC sentado esperando a que Mili le contara qué le pasaba pero ella encaró directamente para acostarse en la cama de su hermano. No comprendía la situación, cuando Mili le dijo que no podía dormir, quería compañía al menos por esa noche, Fabri accedió a su pedido.
Charlas iban y venían, la luz de la televisión alumbraba la habitación y Mili estaba adherida a Fabri como si tuviera miedo de algo. La joven tenía demasiadas preguntas que hacer, había sido algo que nunca antes había hecho. Sus amigas hacían comentarios al respecto pero siempre fue algo que ella ignoraba por completo en las charlas, no era de importancia pero algo cambió.
─ Fabri... ¿te pasó como chico que una chica te lo haga? Lo que me pasó hoy. ─ le preguntaba ella casi susurrando y escondiéndose por la vergüenza.
─ No es algo que debas saber, Mili. Y ya pasó, olvidate de eso. ─ le contestaba él acariciándola.
─ Pero quiero saber, tengo dudas. Vos y Gonzi son los únicos chicos que les tengo confianza. Y yo soy tu hermanita, quiero que me expliques. ─ le suplicaba ella.
─ Está bien, tenés razón. ─ y se quedaron ambos callados. ─ ¿Qué dudas, Mili? ─
─ ¿A los chicos les gusta mucho eso? Vos sabés. Que una chica la chupe. ¿A vos te gusta? ─
─ Sí, Mili. Cuando ambos están de acuerdo, es algo muy lindo. ─
─ ¿Y cuándo fue la última vez? ─ le dijo ella tapándose la cara con las manitos y riendo.
─ Sos una tonta. ─ le dijo él riendo también. ─ Fue hace mucho... ─
Ella lentamente fue acercando su mano por debajo de la sábana al bulto de su hermano que ya le respondía con los ojos cerrados y a veces balbuceando. Al sentir la caricia, Fabri se sobresaltó hasta incluso saliéndose de la cama algo sorprendido. Miró a Mili que sonreía y se tapaba la mitad de la cara con su sedoso pelo y no pudo controlar la erección que se estaba notando más y más por toda la situación. Se quedó parado y paralizado frente a ella que seguía sonriendo.
─ Mili, ¿estás loca? ¿Qué hacés? ─ le dijo controlando su desesperación.
─ Yo solo... es que si querías, yo lo hacía y... ─ él lo interrumpe.
─ ¡¿Qué?! ¿Hacer qué? Mili, por favor... ─
─ ¡Pero me dijiste que te gusta a vos también! ─ le dijo ella sonriendo.
─ ¡Shhh! Mili. No seas tarada. Somos hermanos, no podemos... ─
─ Sí, sí podemos, vos no querés. ¿Qué importa? No te voy a morder. He visto videos y... ─ y estaba algo tentada de la vergüenza. ─... sé cómo se hace. ─
Se salió de la cama acercándose a su hermano para abrazarlo, él la miraba con dudas y ya no podía evitar el morbo que le causaba. Mili seguía intentando convencerlo y Fabri cedía más y más ante los tiernos pedidos de la angelical carita de su hermana. Lo tomó de la mano y volvieron a la cama. Él se acostó boca arriba con la verga ya algo dura. Ella se arrodilló sobre la cama y miraba a su hermano a los ojos esperando alguna aprobación.
─ Mili, esto no está bien. Sos mi hermana y... ─ y ella lo interrumpe.
─ Y yo te voy a hacer sentir bien a cambio de que vos me ames y me cuides. ─ le dijo ella sonriendo.
─ Pero te dije que lo iba a hacer de todos modos. Las cosas cambiaron. ─
─ Yo te lo quiero agradecer. ─ le dijo con una sonrisa.
Con ambas manos tiró del short y bóxer de su hermano, la pija salió dura y erecta. Sorprendida por el tamaño, empezó a reírse, para ella todo era un juego. La agarró bien desde abajo con una manito que no alcanzaba a cubrirla por completo. Sin correr la vista a los ojos de su hermano, abrió la boca y se la mandó hasta donde pudo; se estaba comiendo media pija prácticamente. Fabri se tomaba la cabeza, se tiraba el pelo, no podía creer lo que estaba haciendo.
Mili se había inclinado hacia la verga de su hermano, dejaba entrever esa cola hermosa sobresalirse del camisón que no la alcanzaba a cubrir. Recorría con la puntita de la lengua la pija como si fuera un helado de agua. Ya no había vuelta atrás y mientras se entretenía con esa verga, empezó a hacer preguntas, Fabri fue explicándole paso a paso lo que debía hacer.
Con algunas instrucciones y consejos, Mili volvía a mandarse la verga a la boca, esta vez con gusto y lo disfrutaba. Dejaba caer puentecillos de saliva desde sus labios que esparcía suavemente con la yema de sus dedos sobre la cabeza de la pija y volvía a chuparla de arriba a abajo, recorriendo cada rincón de la verga de Fabri. De a poquito iba coordinando los movimientos haciéndole una paja con cada chupada que intentaba más y más metérsela toda pero era imposible.
En su último intento por tragarse tremenda pija, se terminó ahogando un poco y tosiendo dejando caer una buena cantidad de saliva. Le lloraban un poco los ojos pero aun así seguía sonriendo y disfrutando de un pete que estaba dispuesta a hacer esta vez. Le encantaba escupirle la saliva que tenía acumulada, sentir el ruido de los fluidos golpear contra su garganta y la viscosidad en entre sus dedos de la constante paja.
─ ¿Lo estoy haciendo bien, Fabri? ─ le decía ella con un hilo de saliva que le colgaba del mentón.
─ ¿Bien? Sos una genia, Mili. Me da cosa decírtelo pero sos una experta peteando. ─
─ ¡Gracias! ¿Me avisas cuando te salga? Digo, eso. ─ le decía ella tímidamente.
─ Ah pero, ¿vamos hasta el final? ─ le preguntó él sorprendido.
─ ¡Y sí, tonto! Oy, no me tomás en serio. ─ le dijo ella haciéndole puchero.
─ No, peque. No pienses eso. No sabía nada más. Si vos querés, obvio... ─
─ ¡Sí! O sea. Y vamos a dormir juntos. Y yo quiero lechita antes de dormir. ─
Sentirla a su hermanita decir algo como eso lo calentó a puntos extremos. Le indicó que le avisaría y ella continuó con su tarea más que contenta, con más energía. Le encantaba. Fabri la tomó de los lados y empezó él a empujar suavemente su verga dentro, como cogiéndole la boca. Ella obediente con la boca bien abierta recibía cada pijazo, dejando caer baba como nunca hasta que se la enterró donde más pudo, dejándola unos segundos así y sacándole la pija de un movimiento.
Esto encendió más a la jovencita, empezó a hacerlo por su cuenta. Se comía la pija y moviéndose un poco de lado y lado intentaba comérsela más y estar unos segundos hasta tener que recuperar aire otra vez. Fabri notó que estaba suavemente tocándose la conchita entre medio de las piernas, verla en cuatro con las piernas separadas lo hacían imaginarse las escenas más morbosas pero para Mili este era su límite, un buen pete.
Ella volvió a preguntar por su lechita, no se daba cuenta que esos pedidos volvían loco a su hermano que la tomó nuevamente de la cabeza y comenzó a cogerle la boca suavemente. Los globos que se formaban por la fricción de la verga con la saliva, dejar que su bella hermanita le coma la pija como hacía habían sido suficiente. Le avisó y ella lo miró fijamente a los ojos. Esperaba que se alejara y poder ver el brote de semen salir pero ella no se movió. Volvió a mandarse la pija a la boca y esperar las descargas de leche directamente en su interior.
Se contuvo por unos segundos hasta que no aguantó y empezó a largar un disparo tras otro de leche que Mili saboreaba aunque le generara un poco de rechazo al comienzo. Sin dejar caer ni la mínima gota de semen, despegó su boquita de la pija de su hermano como si fuera una solapa. Se miraron por unos segundos, ella se veía contenta y sorprendida. Fabri prendió la luz de su velador y ella lo primero que hizo fue abrir la boquita y mostrarle toda la leche que le había dado.
Se escurría de un lado a otro entre su lengüita, intentó hacer unas burbujitas que no le salieron y se reía por ello. La pija de Fabri volvía a endurecerse por ese show, ver a su tierna y pequeña hermana jugar con el mar de semen en su boquita lo ponía a toda máquina. Dejaba que se acumule delante de sus labios y algunas gotitas le iban cayendo sobre el camisón y el pecho. Fabri la miraba con una sonrisa, a pesar de lo que había ocurrido esa tarde, ella estaba feliz y él el doble de feliz. Se levantó de la cama y encaró hacia el baño y ella lo seguía por detrás.
─ No hará falta que te diga que aparte de hermosa, no tenés que decirle absolutamente a nadie esto que acabamos de hacer. ─ le decía él secándose las manos.
─ Sí, hermanito. Ya lo sé y no te preocupes porque es nuestro secretito de hermanos. ─ le respondió ella con total naturalidad.
─ Ehm... Mili. ¿Qué hiciste con...? ─ y se señalaba la boca aludiendo al semen.
─ Me lo tragué. ¿Por qué? ¿No me hace bien? En las pelis yo vi... ─ y él la interrumpe.
─ Ah pero, sos divina, Mili. No te va a hacer nada. Vamos a acostarnos. ─ le dijo él abrazándola.
A la mañana siguiente todo parecía estar como si nada hubiera ocurrido aunque por supuesto, Mili le comentó a los padres su decisión de cambiarse de academia. No quería saber nada de Mario y Fabri le indicó con un gesto su gran idea. Se pasó gran parte de la tarde pensando en cómo arruinarle la vida a Mario, eso no iba a quedar así. Estaba metido en la pileta y el enojo parecía calentar el agua a temperaturas de hervor. Quería matarlo pero no era una opción.
A lo lejos, su hermanita paseaba con sus remerón de verano y una jarra en la mano que dejó en una de las mesas del quincho. Le alcanzó un vaso de licuado a Fabri y preparó una de las reposeras en donde toma sol todas las tardes. Luego de lo ocurrido la noche anterior, mirar esa cola y calentarse no era la gran cosa. Sin visitas, ella podía lucir una bikini más sexy, más chiquita, cubriendo incluso menos su hermoso cuerpo. Fabri desde la piscina la elogiaba.
─ Señorita, esa bikini es muy chica para usted eh. ─ y ella levantó la cabeza y sonreía.
─ ¡Quiero una cola bien tostadita para alguien! ─ le gritó ella y Fabri pensaba, algo sorprendido.
─ No escuché que haya pedido autorización para eso. ─ seguía el con la broma.
─ Fabri... ¿me dejás tostarme la colita para alguien que amo? ─ le decía ella riéndose tontamente.
─ No existe ese tal alguien. Autorización rechazada. ─ prefirió responder por las dudas.
─ ¿No te gustaría que me broncee la colita para vos? ─ le dijo ella fingiendo un tono preocupante, y Fabri se quedó callado. ─ Vení, bobi. Haceme un favorcito. ─ le pidió ella.
Fabri se paró a su lado casi hipnotizado por esa hermosa cola. Ella lo miraba y sabía que su colita lo tenía congelado. Le alcanzó una botellita con bloqueador solar y le pidió que le pase por la espalda. Se hizo a un costado para que él se sentara a su lado, dejó caer la crema y empezó a esparcirla aprovechando un poco a masajear esa piel tan suave, lisa, tierna y ya caliente por el sol. Ella colocó una toalla doblada y se recostó mirando al lado contrario de Fabri.
Al notar que el masaje iba incluido en la pasada, ella se lo agradeció y automáticamente se desató la tira del corpiño. Fabri empezó a masajearla, cada tanto con algo más de presión que provocaba un tenue gemido en la joven como aguantando la fuerza. Empezó a masajearle los laterales y sentía al pasar los dedos las curvas de sus preciosas tetas; insistía y pasaba la mano una y otra vez, era una gran tentación que no podía evitar.
Con varios minutos dedicados a esa espalda, ella misma tomó el bloqueador y vertió la crema sobre los cachetes de su preciosa cola, miró a Fabri de reojo sonriendo y volvió a recostarse mirando hacia el otro lado. Apoyó tímidamente los dedos hasta ya tener toda la palma de la mano sobre esa divina y hermosa cola que deseaba todo el que la mirara. Masajeaba desde debajo de la curva que unía el cachete de la cola con la pierna hacia la cintura y con cada empujón, la bikini se le metía un poquito más y más entre medio hasta casi perderse entre sus glúteos.
Suavemente empezó a meter sus pulgares de a poquito justo en la rajita de la cola. Mili respiraba un poco agitada por la situación. Fabri le intentaba separar los cachetes, jugaba ya con ellos viéndolos volver a su lugar después de separarlos, estaban duros y firmes. Lo pensó un par de veces mientras la masajeaba, se replanteaba hacerlo, quería hacerlo pero cómo lo tomaría ella.
Con cuidado, empezó a estirar de la tira del costado de la bikini hasta desatársela. Ella se giró y lo miraba con esos ojos brillantes, parecía nerviosa pero ella misma tomó la otra tira y la desató, volvió a apoyar la cabeza y solo debería esperar. Fabri de a poquito fue estirando la tela que emergía de entre medio de ambos cachetes hasta finalmente sacársela entera. Aun así fue difícil poder ver todas las zonas vírgenes de su hermanita.
Se puso más crema y puso un poco más justo en la línea que separaba ambos glúteos. El contraste del frío de la crema con su cuerpito que hervía la hizo estremecer un poquito. Amasaba los cachetes preciosos y duros de su hermanita ahora sí separándolos para apreciar un ano bien cerradito y nada que decir con respecto a la perfecta almeja, era una sola línea formada por sus labios gorditos y por lo que podía notar, bastante húmedos.
Mili ya estaba algo agitada, tantas caricias en zonas que nunca antes había sentido algo era mucha carga sexual para la joven. Fabri por su parte le acariciaba el pequeño ano con la yema del pulgar y ella con cada pasada, separaba más las piernas hasta quedar casi completamente abierta. Una leve y diminuta gotita blanquecina bajaba desde su conchita que puso a toda máquina a Fabri que sin dudarlo, se inclinó un poco separando ambos cachetes de esa preciosa cola y le recorrió la conchita de arriba abajo hasta el ano con la lengua. Mili soltó dos gemidos y se giró instantáneamente.
─ No pares, hermanito. ¡Me gustó muchísimo! ─ le dijo ella algo agitada y contenta.
─ Te gustó, ¿no, peque? No voy a parar. Con esta colita, imposible. ─ y le dio una suave palmada.
─ Mi colita es para vos, toda para vos. ¿Me pongo así mejor? ─
Apoyó la cabeza nuevamente en la toalla y arqueando la espalda que parecía quebrarse, empinó la cola que brillaba por la crema y el reflejo del sol. Fabri observaba cada rincón, estaba muy tentado y tenía la poronga que le explotaba en la malla. Hundió la cabeza en esa conchita jugosa enterrándole la lengua que se abría camino en esa húmeda zanjita. Los gemidos de su hermanita lo calentaban aún más. Empezó a succionarle los labios intercalando con lamidas desde el clítoris al culito.
Miraba de reojo a la cara, la pequeña se tomaba los pezones de ambas lolas presionándoselos de a poquito, con los ojos cerrados y boquiabierta. Ya sería el turno de esas tetas, tenía que disfrutar de ese monumento empinado y lleno de crema. Sumergido en esa almeja, con la saliva recolectada de semejante chupada, se la acumuló toda en el agujerito de la cola formándose un pequeño laguito en esa cavidad. Ella por su parte, entre gemido y gemido, empezó a suavemente mimarse la conchita.
Lentamente fue introduciendo el dedo del medio en el ano de su hermanita que al sentirlo, se tensó y esa colita empinada cayó un poco. Miró a su hermano a los ojos y él le transmitió seguridad, ella por su parte respondió con una sonrisa; se tomó ella solita ambos cachetes y los separó para dejarle vía libre al dedo de su hermano. Fabri le masajeaba ambos cachetes para que se relaje, volvía a pasarle la lengua para que afloje y ella respondió. Pudo meter al menos cinco centímetros de su dedo en ese agujerito rosita y virgen cuando sintió nuevamente los nervios de ella.
─ ¿Hay alguien? ¿Mili, Gonzalo, Fabri? ─ se sentía a los gritos desde la casa.
─ ¡Es mamá! Ay, dame. Nos va a matar. ─ le decía Mili desesperada buscando su bikini.
─ No llegás tonta, envolvete en la toalla, tapate y anda para tu pieza. ─
─ Pero tonto, mi bikini acá, va a pensar raro si viene. ─ le decía ella muy nerviosa.
─ La escondo, dame. Envolvete y andá. ─
Fabri tomó la tanguita y el corpiño de su hermanita y se fue corriendo al quincho. Ella ya envuelta en la toalla, encaró hacia la casa pasando por al lado de su madre que la venía a buscar para irse hasta el centro. Fabri ocultó las cosas en el lavadero, esperó a que la pija se le baje y salió también.
Ya llegada la noche, ambos se miraban graciosamente. Estaban sus padres y Gonzalo presentes y ellos jugaban con sus miradas. Eran más o menos la una de la madrugada cuando todos encaraban a sus respectivas habitaciones a dormir; Fabri subía las escaleras y encaraba a la suya cuando su hermanita le hizo una seña desde la puerta siempre con su clásica sonrisa y cerrando la puerta al ver salir a Gonzalo de la suya.
Media hora después, Fabri entró directamente a la habitación de la joven que estaba con el celular en su cama, tapada con sábanas rosas con detalles de flores. Dejó su celu y le indicaba a Fabri que se sentara a su lado. Lo abrazó y se quedó así unos segundos. Su camisón era casi transparente y de una tela muy suave que le marcaba muy bien los pezoncitos, y ni qué hablar de esas hermosas tetas redonditas y firmes a pesar de no tener corpiño.
─ ¿Podemos seguir lo de la tarde, hermanito? Me gustó muchísimo. ─ le explicaba ella con su suave voz y jugando con su pelo.
─ Tal vez. No sé si tengo muchas ganas. ─ le decía él chistosamente.
─ ¡Sí tenés ganas! Mirá. ─ le dijo ella arrodillándose en su cama y levantándose el camisón.
─ Apa. ¿Puede ser que alguien esté un poco mojadita? ─
─ Oy, sí. Es que estoy calentita y lo de hoy a la tarde fue súper rico y... ─ y Fabri la sorprendió.
Le metió la mano entre las piernas y la giró de un movimiento poniéndola en cuatro apoyando como a la tarde, la cabeza sobre el colchón y la colita empinada. Empezó a jugar con esa tanguita fucsia, ahora sí era una prenda de ropa interior y no una bikini. Tenía parte de la telita metida entre esos ya conocidos carnosos labios de esa concha que como dijo, estaba muy mojada, se notaba la humedad en la telita.
Fabri le ensartaba más la tanguita y le apretaba los labios que se comían la tela que ya no era solo humedad sino que ya estaba bien mojada. La fue estirando lentamente hasta sacársela del todo y aprovechó también a sacarle el camisón; era un monumento verla desnuda. Ella solo sonreía, estaba expectante de volver a vivir y terminar con lo que habían empezado a la tarde. Sin esperar el pedido de su hermano, ella solita se puso en cuatro nuevamente y separando los cachetes para que Fabri empiece a regalarle todo el placer.
Nuevamente lo primero fue recorrer esa conchita ya húmeda, sentía un aroma suave y por supuesto la temperatura de la piel muy elevada. Con el pulgar fue haciéndole caricias en el clítoris mientras le enterraba la lengua dentro de la conchita; Mili optó por taparse la boca con la almohada para ocultar sus gemidos y que nadie sospechara pero las lengüetadas de su hermano la volvían loca. Le separó las piernas y tocaba ese hermoso culo. Dejó caer esa mezcla entre saliva y fluidos de la concha para lubricar el agujerito.
Antes de continuar, la joven lo interrumpió indicándole que se fijara en el segundo cajón de su mesita donde tenía algo que quería que viera. Fabri se fijó debajo de unos libros y sacó el objeto de ahí, muy sorprendido por lo que había: un vibrador. No era muy grande, finito, pero vibraba bastante, de color rosa como si fuera un tubo de ensayo. Ella le indicó que lo lubricara un poco y se lo metiera en la conchita, lo que ella hacía usualmente.
Fabri embadurnó el juguetito con su saliva, lo encendió y se lo fue frotando por fuera de la conchita a Mili que arrancó con gemidos más intensos. Luego de unos segundos previos de juego, se lo metió lentamente y al mismo tiempo le empezó a chupar el ano. Era una combinación letal, ella otra vez empezó a presionarse los pezones y contenía los gritos en la almohada. Fabri metía y sacaba cada vez con más intensidad el consolador que con cada salida, volvía con más juguitos de la conchita de Mili que estaba por erupcionar de la excitación.
Luego de unos minutos de juego, empezó nuevamente a introducir su dedo en el agujerito virgen de Mili que ya empezaba a perder el control de sus piernas. Alcanzó casi a meterle unos siete u ocho centímetros de dedo que empezó a mover por dentro, combinaba eso con el vibrador y las reiteradas chupadas tanto en la cola como en la concha. De la nada, Mili se debilitó y se abrió de piernas como haciendo un split, que no le costaba nada. Fabri aprovechó a meterle un par de centímetros más y ella detonó.
Las piernas de la joven empezaban a temblar descontroladamente. La fuerza del orgasmo hizo que Iván saque su dedo por la fuerza y unos cuantos chorritos como si fuera orina salían de la vagina de Mili que gemía casi gritando en la almohada. Aprovechando todavía la situación, Fabri le apoyó los dedos sobre el clítoris que le frotaba con fuerza y velocidad para que el orgasmo no terminara. Se la veía sacudirse como si estuviera siendo electrocutada, más chorritos de agua salían y caían sobre las sábanas hasta que luego de unos segundos, paró.
Fabri intentaba animarla un poco, le acomodaba el pelo y ella solamente sonreía, se acariciaba un poquito la conchita como si le doliera pero le había encantado. Se acercó a su hermano y le dio otro gran pico como el de aquel día. Su extenso pelo le tapaba esas preciosas tetas pero los pezoncitos se hacían notar entre medio, estaban bien duritos. Le seguía cayendo algo de líquido de la vagina lo cual la dejó sorprendida porque nunca le había ocurrido algo así a pesar de que se masturbaba y ya ahora sabido, evidentemente con un consolador. Todo había salido a la perfección pero...
─ Mili, ¿puedo pasar, hija? Quiero preguntarte algo sobre lo que me pediste. ─
─ ¡Es mami! Ay. Ehm, tomá. Yo me tapo y vos cualquier cosa me explicabas algo del celu. ─
─ Hija, ¿está todo bien? Es un ratito y me voy a acostar. ─ le insistía ella del otro lado.
─ Sí mami, estoy con Fabri, pasá. ─
Luego de la visita de la madre y haber zafado de ser descubiertos, ambos se despidieron. Mili optó por darse una ducha porque estaba transpirada y debía cambiar las sábanas incluso. Él se quedó mirándola porque a pesar de todo, cuando la madre se fue, ella se salió de la cama y nunca se vistió, Fabri estaba ahí y para ella ya era algo natural. Ver ese culito parado intentando alcanzar sábanas en el placard y las preciosas tetas que levemente se movían de arriba hacia abajo con su caminar era el mejor show pero no se podía tentar, era hora de irse.
Fuente de información: el contenido escrito es de mi autoría.
Simple aficionado por la escritura. Cualquier tipo de comentario, opinión o crítica será más que bienvenida.
• [1/3] Descuidaron a la hermanita.
• [2/3] Descuidaron a la hermanita.
• [3/3] Descuidaron a la hermanita (próximamente).
Quién no ha conocido alguna vez en su vida a una adolescente aniñada que todo lo que la rodea pareciera ser un parque de diversiones. Milagros, o más bien, Milu o Mili como le decían todos era la menor de la familia. La pequeña muñequita de porcelana, la mimada y sobreprotegida por todos. Sus hermanos Fabricio y Gonzalo eran sus pilares de protección física y emocional; ellos por supuesto estaban al servicio de su hermanita, la cuidaban con su vida.
La familia se fue concientizando al volver de las vacaciones ese año, la niña comenzaría a asistir a la universidad y no podían andar detrás de ella todo el día, iban a tener que darle más libertades para tener nuevas amistades, salidas, experiencias y vivencias. Era un tema que se charlaba bastante en algunos de los almuerzos y cenas, la independencia de cada uno y cómo iban a organizarse durante ese año para las diferentes tareas, actividades y horarios que tenían que cumplir cada uno.
Las últimas semanas de las vacaciones estaban llegando y los muchachos aprovechaban cada una de las horas lo mejor posible, Mili no se quedaba atrás. La pileta era la principal actividad para luchar contra el calor arrasador del verano. Era una piscina bastante grande, la familia estaba bien a lo que se refería el dinero, se daban bastantes lujos, tenían y hacían casi todo lo que querían.
Una tarde, Fabri había invitado a uno de sus amigos y antes de partir para el turno que tenían en la cancha de fútbol, se relajaron los dos en la pileta. Recordando el verano, anécdotas de salidas, las muchachas que conocieron, risas y más risas se escuchaban de parte de ambos cuando una figura los dejó silenciados instantáneamente. Con los brazos hacia afuera, apoyando la espalda contra la pared de la piscina y mirando hacia la casa, Mili se acercaba lentamente envuelta en una toalla rosita con corazones y decoraciones.
La jovencita no se había percatado de nada, ella vivía en un mundo aparte. Dejó caer la toalla y no aparentaba ni de cerca sus dieciocho añitos, era un camión, cualquiera le daba arriba de veinte y tantos de años. Mili era de pelo castaño casi rubia, muy largo y lacio de propaganda; sus ojos grises hipnotizaban a cualquiera y unos labios dulces y tiernos que decoraban su hermosa sonrisa. Medía quizá un metro sesenta con suerte; delgada y con un piercing en su ombligo que suplicó durante meses permiso para hacérselo.
Ambos desde la pileta la miraban perplejos. En su delicado cuerpito sus tetas se veían grandes, tan firmes y perfectamente redondas que junto con la bikini le formaban un escote tentador; y no podía faltar lo más llamativo de su cuerpo, esa cola pomposa y durita por los años de danza y gimnasio que hacía con las amigas, eran dos montañitas que sobresalían al verla de perfil, las curvas que se unían después a esas piernas largas, brillosas y suaves.
Fabri se percató de la situación, miró a su amigo que estaba boquiabierto al ver a la joven y llamó su atención haciéndole salpicar agua en la cara, él miró a Fabri con una sonrisa, era claro que Mili era un monumento a la vista, qué le iba a hacer. Ella por su parte escuchó el ruido del agua y se acercó hasta las rejas que separaban la piscina del patio para saludar a ambos con su característica sonrisa y su suave voz aniñada. Se quedaron charlando unos minutos hasta que Mili volviera a la reposera a tomar sol.
Mario, o Marito como le decían, le inspeccionó con la mirada el orto a la joven que se había inclinado para acomodar sus cosas. Se tomaba la frente y la boca para contenerse lo cual, Fabri notó y no le gustó para nada. Otro regaño, otro reto a lo que su amigo empezó a explicarle la situación porque las reiterativas quejas de su amigo también jodían aunque entendía el motivo.
─ Chabón, te lo digo sin faltar el respeto, te jode que justo la vea acá, lo entiendo. Pero bajá un poco la custodia... ─ le susurraba él para que Mili no escuche. ─ Te hacés mala sangre por esto, ¿qué vas a hacer con los que le dicen cosas en la calle? ¿Y los otros flacos con los que baila en la academia? Eu, yo bailo y enseño ahí, la respeto porque es mujer y más porque es tu hermana; y no es para que te alarmes pero allá es la diosa del lugar. Dejala crecer y ser. ─
Fabri no quería creer lo que su amigo le contaba. Su hermanita la que tanto cuida y protege está en mira de todas las personas que hay alrededor, nunca lo consideró hasta ese momento. La respuesta de Fabri fue quedarse callado. Pensaba en que él estaría algo grande para preocupaciones, cinco años lo separaban a él de Mili y era hora de que diera otra imagen a pesar de que a ella, quien era la que más incómoda debía sentirse por su sobreprotección, no le molestaba en absoluto.
─ Boludo, no te traumes, la gente es así. Yo te banco y lo entiendo, con Dana pasé por algo así también pero... ¿qué le voy a hacer? No puedo ir por el mundo arrancándole los ojos a todo el que pasa y la mire. ─
La tarde continuó como cualquier otra aunque Fabri intentaba mentalizarse un poco más sobre la charla que tuvo con Marito. Lo mejor era alejarse un poco y dejarla crecer. Con los días, de a poco empezó a mostrarse más distanciado de Mili, ella acostumbrada a tener a sus hermanos siempre a su disposición, este cambio que empezó de la nada no le estaba gustando a la joven que lejos de enojarse con sus hermanos, sobre todo con Fabri, se empezó a entristecer.
Una tarde luego de danza, Gonzalo estaba durmiendo en el sillón del living. Ante la falta de palabras de Fabri, se acercó a despertarlo y preguntarle lo que pasaba. Como si Gonza fuera una colchoneta, la niña se tiró encima de él para despertarlo y jugar, como casi siempre hacían. Con un camisón de entrecasa y Gonza intentando despertarse, ella comenzó con el interrogatorio; el inconveniente era que Fabri ya había hablado previamente con Gonza y habían quedado de acuerdo en cómo iba a ser el trato con ella de ahora en adelante.
─ ¿Por qué Fabri ya no me quiere? ─ le preguntó con un tono triste y haciendo pucherito.─
─ Fabri te adora, Mili. Los dos hablamos, y creemos que es momento de que algunas cosas cambien pero los dos te amamos y eso... ─ y ella lo interrumpe.
─ ¿Vos también ahora? ¿Por qué? ─ le decía ella con tono de capricho. ─ ¡No-es-jus-to! ─ repetía ella saltando sobre al abdomen casi en la entrepierna de su hermano.
─ ¡Mili, basta! Dejá de hacer eso. No te entiendo, enana. No hay peor cosa que tener a alguien arriba constantemente. ¿No te sentís más libre? ─
─ ¡No! ¡Me siento abandonada! Ya no me cargan, no me abrazan, nada de upa, ni mimos. ¡Nada! No entiendo por qué me hacen esto. ─ le decía ella algo a los gritos y golpeando suavemente a Gonza.
─ Estás grandecita, Mili. Eso no lo vamos a dejar de hacer pero yo con veinticinco no puedo seguir corriéndote por detrás. ─ y ella empezaba a lagrimear.
─ ¡Son malos los dos! ¡Me dijeron que siempre me iban a cuidar! ─ y se fue casi llorando.
Justo en el momento en que Mili subía las escaleras llorando, Fabri salía de su habitación pero en su intento por frenarla, ella le gritó y se encerró de un portazo en la de ella. Esa noche durante la cena, los papás habían notado algo, Mili no era la misma chistosa, graciosa, jodona y carismática como lo fue siempre. Al terminar, fue la primera en levantarse e irse; ambos padres estaban al tanto y al igual que los hermanos, coincidieron en que iba a ser lo mejor y que con el tiempo ella iba a entender lo que pasaba y volvería todo a la normalidad.
Esa misma noche y luego de insistir un rato, Fabri entró a la habitación de su hermanita. Adornos de hadas y figuras colgadas por todos lados, paredes rosas y el suelo lleno de dibujos, hojas y lápices. Ella, acostada en su cama tapada porque a pesar del calor, el aire acondicionado tenía la habitación que parecía un iglú, como le gustaba a ella. Fabri se fue haciendo camino hacia ella, su rostro no le daba a él una gran bienvenida pero sentía la necesidad de aclarar algunas cosas.
Fabri como pudo intentó darle una explicación a Mili, ella con cada palabra perdía más la fuerza que hacía para sostener su llanto. Seguía recostada, tapada hasta el cuello con sus sábanas, el pelo suelto y los ojos llorosos; Fabri por su parte, estaba arrodillado al costado de la cama y jugaba con un anillo que tomó de la mesita de luz de Mili. Luego de unos veinte minutos de charla, llegaron casi a un acuerdo podría decirse que no la convencía tanto a la joven pero nada era peor.
Con una sonrisa, Mili le hizo espacio a Fabri en su cama para que la acompañe un rato. Con algunas dudas, aceptó y se acostó. Ella aprovechó para abrazar a su hermano y acostarse casi encima de él, iba a decirle algo pero había sido suficiente por ese día, demasiados retos. A pesar del aire, la unión de los cuerpos hacía que el calor se hiciera presente; Fabri se intentó despegar de ella que pensaba en lo mismo así que de un movimiento, pasó por encima de su hermano, colocó el ventilador y esta vez sin taparse, se volvió a acostar encima de él.
Sentía ese perfume a vainilla característico de ella que exigió que la abrazara. Con la presión, Fabri sentía en su pecho las hermosas lolas de su hermanita y de fondo, con el camisón algo levantado, las dos montañas que formaban esa manzanita perfecta. Tragando saliva para contenerse, era hora de despedirse, no pudo evitar sentir algo de excitación y su pija que de a poco iba endureciéndose. La situación lo llevó a despedirse rápidamente, ella por suerte estaba casi dormida así que la acostó.
─ Te quiero mucho, Fabri. Y a Gonzi también. ─ le dijo ella con los ojos cerrados y voz de dormida.
─ Nosotros te amamos, Mili. No estés triste ni mal, peque. ─ le dijo él.
─ Yo te amo más más. ─ le dijo ella acercándose a él y dándole un pico fugaz.
Fabri se alejó como si ese pico hubiese sido una picadura. Sintió una ola de calor subiendo por la columna y Mili en su lugar, con la travesura realizada, reía tiernamente y le dio la espalda un poco por la vergüenza de la situación. Esa misma noche, Fabri charlaba con Marito mientras jugaban en línea en la PC y le comentó lo que fue ocurriendo con Mili desde el día que tuvieron esa charla en la pileta aquella tarde. Su amigo lo felicitaba y volvía a recalcarle que era lo mejor.
Al día siguiente, Gonza se encargó de llevar a su hermanita a danza. Eran semanas importantes de práctica por el show debido a la apertura del año en la academia así que eso tenía alegre y feliz a la joven que iba muy ansiosa en el auto, de paso comentándole la charla que había tenido la noche anterior con Fabri, que se la repitió a él por parecerle un trato justo al que llegaron y poder al mismo tiempo compartirlo con Gonza que aceptó. Al igual que con Fabri, aprovechó para darle un pico fugaz a su hermano que no pudo responder, ella ya había salido corriendo evitando la situación.
Habían pasado unas cuantas horas de ensayo, pruebas y coreos que dejaron en la lona a la mayoría de los que participaban del show. Mili estaba a un costado con el celular y charlando con Marito que era el coreógrafo del grupo. Luego de un rato, trajo el tema de las discusiones con sus hermanos, él también quería ser parte y escuchar la opinión de Mili que por supuesto, hablaría todo a favor de la joven que a pesar del acuerdo, intentaba recuperar el apoyo y amor de sus hermanos. Marito notaba lo vulnerable que estaba Mili y con sus palabras, alentaba a la joven como lo hizo con Fabri aquella vez para convencerlo sobre lo que él consideraba que era correcto.
Luego de la oleada de halagos y elogios hacia la señorita, la había comprado totalmente. Estaba de su lado y en el momento no había nada ni nadie que la hiciera cambiar de parecer. Mario apoyó su mano sobre la cintura de Mili y fue lentamente acercándose a besarla, ella se hizo para atrás, sin la mínima intención de seguirle la corriente, se asustó. Mario intentaba convencerla, demostrarles a los hermanos que ella era independiente, que no era una niña débil que necesitaba protección; esas alcanzaron para convencerla a Mili, permitiendo nuevamente a una caricia más íntima, un apretón a esa cola envidiable y así acceder a besarse.
Era la primera vez de la niña por lo cual era de lo más maniobrable tanto física como mentalmente. Mario al sentó de un movimiento frente a él, ambas manos le amasaban ese culo precioso que tanto deseaba cada vez que la veía en la piscina, la calza se le enterraba más y más con cada apretón. Se aprovechó de la falta de experiencia de la niña, para ella fue su primer beso más allá de un simple pico. Mario la bajó y se fijó rápidamente en la puerta de la habitación de ensayo si había alguien.
Apenas se giró, Mili estaba con el celular escribiéndole a su hermano. Marito se abalanzó al instante sobre ella preguntándole qué hacía. No era plan que quedara solamente en un beso. Tomó el celular de la joven y lo dejó sobre el banco y la volvió a besar, esta vez Mili empezaba a rechazarlo pero él insistía en esas demostraciones de independencia que ella debía tomar. Se quedó parada como si estuviera esperando alguna indicación.
Marito la tomó de los hombros y la empujó hacia abajo y veía ya con muchos nervios a su coreógrafo empezar a desatarse los cordones del pantalón que llevaba y bajárselos. La tomó de la cabeza y le apoyó el costado de la cara sobre la verga encima del bóxer. La situación no le gustó nada a ella que empezó a lagrimear y Mario le indicaba que debía ser fuerte, que tenía que haber un momento para disfrutar de la primera vez y qué mejor que fuera alguien conocido.
Temía que la joven se rebelara y con las indicaciones de no decir nada a nadie, se bajó el bóxer para dejar salir una buena verga que no tardó en refregársela por la boca a la joven que aguantaba esto solo por lo que había ocurrido con los hermanos. Mario intentó ser dulce con ella pero no fue el mejor momento para convencerla así que simplemente empujó con su verga hasta que Mili abriera la boca por su cuenta.
Finalmente todo el glande de Marito estaba dentro estrenándole la boquita a la joven, su primer pete. Sentía la lengüita tímidamente humedeciendo la parte de abajo de su pija y que poco a poco trataba de meterle más. La tomó de la cabeza y empujó un poco más haciéndola toser unos cuantos hilos de baba que colgaban del mentón de la niña. Su bella carita manchada con los restos de saliva que le refregaba en la cara; ella ya no aguantaba más. Abrió los ojos después de todo lo ocurrido y cuando Mario encaraba su verga nuevamente hacia su boca, la joven se la mandó a lo más profundo que pudo, lo siguiente: un grito.
Escupiendo un poco de sangre y limpiándose la boca como pudo, Mili tomó sus cosas y corrió como nunca antes lo había hecho; para su fortuna, Fabri la estaba esperando en el auto en diagonal a la salida. Por otra parte, Mario estaba tirado en el piso de la sala en una especie de posición fetal y con las manos en la entrepierna. Desvirgar de esa manera a una jovencita no fue la mejor opción, Mili le había mordido el glande con toda su fuerza para luego huir.
Ya en el auto, la joven se metió como si escapara del mismísimo diablo en el asiento de atrás y a los gritos le pedía a su hermano que se fueran, Fabri no entendía pero aceleró. En el camino intentando estar más tranquila le contó la historia y Fabri hervía de la bronca, no podía creer lo que su mejor amigo había hecho. Tenía ganas de matarlo, quería volver pero sabiendo el estado en el que estaba, pensó en algo mejor, había mejores opciones. Paró en una heladería y con algo de helado y charlas, convenció a Mili de que todo quedaría ahí, que no se preocupe, que todo iba a estar bien y las cosas iban a volver a la normalidad.
Esa misma noche, Fabri estaba acostado mirando tele cuando siente un par de golpes en la puerta. Su hermanita lo esperaba del otro lado abrazando una almohada, Fabri la dejó pasar. Se quedó en la silla de la PC sentado esperando a que Mili le contara qué le pasaba pero ella encaró directamente para acostarse en la cama de su hermano. No comprendía la situación, cuando Mili le dijo que no podía dormir, quería compañía al menos por esa noche, Fabri accedió a su pedido.
Charlas iban y venían, la luz de la televisión alumbraba la habitación y Mili estaba adherida a Fabri como si tuviera miedo de algo. La joven tenía demasiadas preguntas que hacer, había sido algo que nunca antes había hecho. Sus amigas hacían comentarios al respecto pero siempre fue algo que ella ignoraba por completo en las charlas, no era de importancia pero algo cambió.
─ Fabri... ¿te pasó como chico que una chica te lo haga? Lo que me pasó hoy. ─ le preguntaba ella casi susurrando y escondiéndose por la vergüenza.
─ No es algo que debas saber, Mili. Y ya pasó, olvidate de eso. ─ le contestaba él acariciándola.
─ Pero quiero saber, tengo dudas. Vos y Gonzi son los únicos chicos que les tengo confianza. Y yo soy tu hermanita, quiero que me expliques. ─ le suplicaba ella.
─ Está bien, tenés razón. ─ y se quedaron ambos callados. ─ ¿Qué dudas, Mili? ─
─ ¿A los chicos les gusta mucho eso? Vos sabés. Que una chica la chupe. ¿A vos te gusta? ─
─ Sí, Mili. Cuando ambos están de acuerdo, es algo muy lindo. ─
─ ¿Y cuándo fue la última vez? ─ le dijo ella tapándose la cara con las manitos y riendo.
─ Sos una tonta. ─ le dijo él riendo también. ─ Fue hace mucho... ─
Ella lentamente fue acercando su mano por debajo de la sábana al bulto de su hermano que ya le respondía con los ojos cerrados y a veces balbuceando. Al sentir la caricia, Fabri se sobresaltó hasta incluso saliéndose de la cama algo sorprendido. Miró a Mili que sonreía y se tapaba la mitad de la cara con su sedoso pelo y no pudo controlar la erección que se estaba notando más y más por toda la situación. Se quedó parado y paralizado frente a ella que seguía sonriendo.
─ Mili, ¿estás loca? ¿Qué hacés? ─ le dijo controlando su desesperación.
─ Yo solo... es que si querías, yo lo hacía y... ─ él lo interrumpe.
─ ¡¿Qué?! ¿Hacer qué? Mili, por favor... ─
─ ¡Pero me dijiste que te gusta a vos también! ─ le dijo ella sonriendo.
─ ¡Shhh! Mili. No seas tarada. Somos hermanos, no podemos... ─
─ Sí, sí podemos, vos no querés. ¿Qué importa? No te voy a morder. He visto videos y... ─ y estaba algo tentada de la vergüenza. ─... sé cómo se hace. ─
Se salió de la cama acercándose a su hermano para abrazarlo, él la miraba con dudas y ya no podía evitar el morbo que le causaba. Mili seguía intentando convencerlo y Fabri cedía más y más ante los tiernos pedidos de la angelical carita de su hermana. Lo tomó de la mano y volvieron a la cama. Él se acostó boca arriba con la verga ya algo dura. Ella se arrodilló sobre la cama y miraba a su hermano a los ojos esperando alguna aprobación.
─ Mili, esto no está bien. Sos mi hermana y... ─ y ella lo interrumpe.
─ Y yo te voy a hacer sentir bien a cambio de que vos me ames y me cuides. ─ le dijo ella sonriendo.
─ Pero te dije que lo iba a hacer de todos modos. Las cosas cambiaron. ─
─ Yo te lo quiero agradecer. ─ le dijo con una sonrisa.
Con ambas manos tiró del short y bóxer de su hermano, la pija salió dura y erecta. Sorprendida por el tamaño, empezó a reírse, para ella todo era un juego. La agarró bien desde abajo con una manito que no alcanzaba a cubrirla por completo. Sin correr la vista a los ojos de su hermano, abrió la boca y se la mandó hasta donde pudo; se estaba comiendo media pija prácticamente. Fabri se tomaba la cabeza, se tiraba el pelo, no podía creer lo que estaba haciendo.
Mili se había inclinado hacia la verga de su hermano, dejaba entrever esa cola hermosa sobresalirse del camisón que no la alcanzaba a cubrir. Recorría con la puntita de la lengua la pija como si fuera un helado de agua. Ya no había vuelta atrás y mientras se entretenía con esa verga, empezó a hacer preguntas, Fabri fue explicándole paso a paso lo que debía hacer.
Con algunas instrucciones y consejos, Mili volvía a mandarse la verga a la boca, esta vez con gusto y lo disfrutaba. Dejaba caer puentecillos de saliva desde sus labios que esparcía suavemente con la yema de sus dedos sobre la cabeza de la pija y volvía a chuparla de arriba a abajo, recorriendo cada rincón de la verga de Fabri. De a poquito iba coordinando los movimientos haciéndole una paja con cada chupada que intentaba más y más metérsela toda pero era imposible.
En su último intento por tragarse tremenda pija, se terminó ahogando un poco y tosiendo dejando caer una buena cantidad de saliva. Le lloraban un poco los ojos pero aun así seguía sonriendo y disfrutando de un pete que estaba dispuesta a hacer esta vez. Le encantaba escupirle la saliva que tenía acumulada, sentir el ruido de los fluidos golpear contra su garganta y la viscosidad en entre sus dedos de la constante paja.
─ ¿Lo estoy haciendo bien, Fabri? ─ le decía ella con un hilo de saliva que le colgaba del mentón.
─ ¿Bien? Sos una genia, Mili. Me da cosa decírtelo pero sos una experta peteando. ─
─ ¡Gracias! ¿Me avisas cuando te salga? Digo, eso. ─ le decía ella tímidamente.
─ Ah pero, ¿vamos hasta el final? ─ le preguntó él sorprendido.
─ ¡Y sí, tonto! Oy, no me tomás en serio. ─ le dijo ella haciéndole puchero.
─ No, peque. No pienses eso. No sabía nada más. Si vos querés, obvio... ─
─ ¡Sí! O sea. Y vamos a dormir juntos. Y yo quiero lechita antes de dormir. ─
Sentirla a su hermanita decir algo como eso lo calentó a puntos extremos. Le indicó que le avisaría y ella continuó con su tarea más que contenta, con más energía. Le encantaba. Fabri la tomó de los lados y empezó él a empujar suavemente su verga dentro, como cogiéndole la boca. Ella obediente con la boca bien abierta recibía cada pijazo, dejando caer baba como nunca hasta que se la enterró donde más pudo, dejándola unos segundos así y sacándole la pija de un movimiento.
Esto encendió más a la jovencita, empezó a hacerlo por su cuenta. Se comía la pija y moviéndose un poco de lado y lado intentaba comérsela más y estar unos segundos hasta tener que recuperar aire otra vez. Fabri notó que estaba suavemente tocándose la conchita entre medio de las piernas, verla en cuatro con las piernas separadas lo hacían imaginarse las escenas más morbosas pero para Mili este era su límite, un buen pete.
Ella volvió a preguntar por su lechita, no se daba cuenta que esos pedidos volvían loco a su hermano que la tomó nuevamente de la cabeza y comenzó a cogerle la boca suavemente. Los globos que se formaban por la fricción de la verga con la saliva, dejar que su bella hermanita le coma la pija como hacía habían sido suficiente. Le avisó y ella lo miró fijamente a los ojos. Esperaba que se alejara y poder ver el brote de semen salir pero ella no se movió. Volvió a mandarse la pija a la boca y esperar las descargas de leche directamente en su interior.
Se contuvo por unos segundos hasta que no aguantó y empezó a largar un disparo tras otro de leche que Mili saboreaba aunque le generara un poco de rechazo al comienzo. Sin dejar caer ni la mínima gota de semen, despegó su boquita de la pija de su hermano como si fuera una solapa. Se miraron por unos segundos, ella se veía contenta y sorprendida. Fabri prendió la luz de su velador y ella lo primero que hizo fue abrir la boquita y mostrarle toda la leche que le había dado.
Se escurría de un lado a otro entre su lengüita, intentó hacer unas burbujitas que no le salieron y se reía por ello. La pija de Fabri volvía a endurecerse por ese show, ver a su tierna y pequeña hermana jugar con el mar de semen en su boquita lo ponía a toda máquina. Dejaba que se acumule delante de sus labios y algunas gotitas le iban cayendo sobre el camisón y el pecho. Fabri la miraba con una sonrisa, a pesar de lo que había ocurrido esa tarde, ella estaba feliz y él el doble de feliz. Se levantó de la cama y encaró hacia el baño y ella lo seguía por detrás.
─ No hará falta que te diga que aparte de hermosa, no tenés que decirle absolutamente a nadie esto que acabamos de hacer. ─ le decía él secándose las manos.
─ Sí, hermanito. Ya lo sé y no te preocupes porque es nuestro secretito de hermanos. ─ le respondió ella con total naturalidad.
─ Ehm... Mili. ¿Qué hiciste con...? ─ y se señalaba la boca aludiendo al semen.
─ Me lo tragué. ¿Por qué? ¿No me hace bien? En las pelis yo vi... ─ y él la interrumpe.
─ Ah pero, sos divina, Mili. No te va a hacer nada. Vamos a acostarnos. ─ le dijo él abrazándola.
A la mañana siguiente todo parecía estar como si nada hubiera ocurrido aunque por supuesto, Mili le comentó a los padres su decisión de cambiarse de academia. No quería saber nada de Mario y Fabri le indicó con un gesto su gran idea. Se pasó gran parte de la tarde pensando en cómo arruinarle la vida a Mario, eso no iba a quedar así. Estaba metido en la pileta y el enojo parecía calentar el agua a temperaturas de hervor. Quería matarlo pero no era una opción.
A lo lejos, su hermanita paseaba con sus remerón de verano y una jarra en la mano que dejó en una de las mesas del quincho. Le alcanzó un vaso de licuado a Fabri y preparó una de las reposeras en donde toma sol todas las tardes. Luego de lo ocurrido la noche anterior, mirar esa cola y calentarse no era la gran cosa. Sin visitas, ella podía lucir una bikini más sexy, más chiquita, cubriendo incluso menos su hermoso cuerpo. Fabri desde la piscina la elogiaba.
─ Señorita, esa bikini es muy chica para usted eh. ─ y ella levantó la cabeza y sonreía.
─ ¡Quiero una cola bien tostadita para alguien! ─ le gritó ella y Fabri pensaba, algo sorprendido.
─ No escuché que haya pedido autorización para eso. ─ seguía el con la broma.
─ Fabri... ¿me dejás tostarme la colita para alguien que amo? ─ le decía ella riéndose tontamente.
─ No existe ese tal alguien. Autorización rechazada. ─ prefirió responder por las dudas.
─ ¿No te gustaría que me broncee la colita para vos? ─ le dijo ella fingiendo un tono preocupante, y Fabri se quedó callado. ─ Vení, bobi. Haceme un favorcito. ─ le pidió ella.
Fabri se paró a su lado casi hipnotizado por esa hermosa cola. Ella lo miraba y sabía que su colita lo tenía congelado. Le alcanzó una botellita con bloqueador solar y le pidió que le pase por la espalda. Se hizo a un costado para que él se sentara a su lado, dejó caer la crema y empezó a esparcirla aprovechando un poco a masajear esa piel tan suave, lisa, tierna y ya caliente por el sol. Ella colocó una toalla doblada y se recostó mirando al lado contrario de Fabri.
Al notar que el masaje iba incluido en la pasada, ella se lo agradeció y automáticamente se desató la tira del corpiño. Fabri empezó a masajearla, cada tanto con algo más de presión que provocaba un tenue gemido en la joven como aguantando la fuerza. Empezó a masajearle los laterales y sentía al pasar los dedos las curvas de sus preciosas tetas; insistía y pasaba la mano una y otra vez, era una gran tentación que no podía evitar.
Con varios minutos dedicados a esa espalda, ella misma tomó el bloqueador y vertió la crema sobre los cachetes de su preciosa cola, miró a Fabri de reojo sonriendo y volvió a recostarse mirando hacia el otro lado. Apoyó tímidamente los dedos hasta ya tener toda la palma de la mano sobre esa divina y hermosa cola que deseaba todo el que la mirara. Masajeaba desde debajo de la curva que unía el cachete de la cola con la pierna hacia la cintura y con cada empujón, la bikini se le metía un poquito más y más entre medio hasta casi perderse entre sus glúteos.
Suavemente empezó a meter sus pulgares de a poquito justo en la rajita de la cola. Mili respiraba un poco agitada por la situación. Fabri le intentaba separar los cachetes, jugaba ya con ellos viéndolos volver a su lugar después de separarlos, estaban duros y firmes. Lo pensó un par de veces mientras la masajeaba, se replanteaba hacerlo, quería hacerlo pero cómo lo tomaría ella.
Con cuidado, empezó a estirar de la tira del costado de la bikini hasta desatársela. Ella se giró y lo miraba con esos ojos brillantes, parecía nerviosa pero ella misma tomó la otra tira y la desató, volvió a apoyar la cabeza y solo debería esperar. Fabri de a poquito fue estirando la tela que emergía de entre medio de ambos cachetes hasta finalmente sacársela entera. Aun así fue difícil poder ver todas las zonas vírgenes de su hermanita.
Se puso más crema y puso un poco más justo en la línea que separaba ambos glúteos. El contraste del frío de la crema con su cuerpito que hervía la hizo estremecer un poquito. Amasaba los cachetes preciosos y duros de su hermanita ahora sí separándolos para apreciar un ano bien cerradito y nada que decir con respecto a la perfecta almeja, era una sola línea formada por sus labios gorditos y por lo que podía notar, bastante húmedos.
Mili ya estaba algo agitada, tantas caricias en zonas que nunca antes había sentido algo era mucha carga sexual para la joven. Fabri por su parte le acariciaba el pequeño ano con la yema del pulgar y ella con cada pasada, separaba más las piernas hasta quedar casi completamente abierta. Una leve y diminuta gotita blanquecina bajaba desde su conchita que puso a toda máquina a Fabri que sin dudarlo, se inclinó un poco separando ambos cachetes de esa preciosa cola y le recorrió la conchita de arriba abajo hasta el ano con la lengua. Mili soltó dos gemidos y se giró instantáneamente.
─ No pares, hermanito. ¡Me gustó muchísimo! ─ le dijo ella algo agitada y contenta.
─ Te gustó, ¿no, peque? No voy a parar. Con esta colita, imposible. ─ y le dio una suave palmada.
─ Mi colita es para vos, toda para vos. ¿Me pongo así mejor? ─
Apoyó la cabeza nuevamente en la toalla y arqueando la espalda que parecía quebrarse, empinó la cola que brillaba por la crema y el reflejo del sol. Fabri observaba cada rincón, estaba muy tentado y tenía la poronga que le explotaba en la malla. Hundió la cabeza en esa conchita jugosa enterrándole la lengua que se abría camino en esa húmeda zanjita. Los gemidos de su hermanita lo calentaban aún más. Empezó a succionarle los labios intercalando con lamidas desde el clítoris al culito.
Miraba de reojo a la cara, la pequeña se tomaba los pezones de ambas lolas presionándoselos de a poquito, con los ojos cerrados y boquiabierta. Ya sería el turno de esas tetas, tenía que disfrutar de ese monumento empinado y lleno de crema. Sumergido en esa almeja, con la saliva recolectada de semejante chupada, se la acumuló toda en el agujerito de la cola formándose un pequeño laguito en esa cavidad. Ella por su parte, entre gemido y gemido, empezó a suavemente mimarse la conchita.
Lentamente fue introduciendo el dedo del medio en el ano de su hermanita que al sentirlo, se tensó y esa colita empinada cayó un poco. Miró a su hermano a los ojos y él le transmitió seguridad, ella por su parte respondió con una sonrisa; se tomó ella solita ambos cachetes y los separó para dejarle vía libre al dedo de su hermano. Fabri le masajeaba ambos cachetes para que se relaje, volvía a pasarle la lengua para que afloje y ella respondió. Pudo meter al menos cinco centímetros de su dedo en ese agujerito rosita y virgen cuando sintió nuevamente los nervios de ella.
─ ¿Hay alguien? ¿Mili, Gonzalo, Fabri? ─ se sentía a los gritos desde la casa.
─ ¡Es mamá! Ay, dame. Nos va a matar. ─ le decía Mili desesperada buscando su bikini.
─ No llegás tonta, envolvete en la toalla, tapate y anda para tu pieza. ─
─ Pero tonto, mi bikini acá, va a pensar raro si viene. ─ le decía ella muy nerviosa.
─ La escondo, dame. Envolvete y andá. ─
Fabri tomó la tanguita y el corpiño de su hermanita y se fue corriendo al quincho. Ella ya envuelta en la toalla, encaró hacia la casa pasando por al lado de su madre que la venía a buscar para irse hasta el centro. Fabri ocultó las cosas en el lavadero, esperó a que la pija se le baje y salió también.
Ya llegada la noche, ambos se miraban graciosamente. Estaban sus padres y Gonzalo presentes y ellos jugaban con sus miradas. Eran más o menos la una de la madrugada cuando todos encaraban a sus respectivas habitaciones a dormir; Fabri subía las escaleras y encaraba a la suya cuando su hermanita le hizo una seña desde la puerta siempre con su clásica sonrisa y cerrando la puerta al ver salir a Gonzalo de la suya.
Media hora después, Fabri entró directamente a la habitación de la joven que estaba con el celular en su cama, tapada con sábanas rosas con detalles de flores. Dejó su celu y le indicaba a Fabri que se sentara a su lado. Lo abrazó y se quedó así unos segundos. Su camisón era casi transparente y de una tela muy suave que le marcaba muy bien los pezoncitos, y ni qué hablar de esas hermosas tetas redonditas y firmes a pesar de no tener corpiño.
─ ¿Podemos seguir lo de la tarde, hermanito? Me gustó muchísimo. ─ le explicaba ella con su suave voz y jugando con su pelo.
─ Tal vez. No sé si tengo muchas ganas. ─ le decía él chistosamente.
─ ¡Sí tenés ganas! Mirá. ─ le dijo ella arrodillándose en su cama y levantándose el camisón.
─ Apa. ¿Puede ser que alguien esté un poco mojadita? ─
─ Oy, sí. Es que estoy calentita y lo de hoy a la tarde fue súper rico y... ─ y Fabri la sorprendió.
Le metió la mano entre las piernas y la giró de un movimiento poniéndola en cuatro apoyando como a la tarde, la cabeza sobre el colchón y la colita empinada. Empezó a jugar con esa tanguita fucsia, ahora sí era una prenda de ropa interior y no una bikini. Tenía parte de la telita metida entre esos ya conocidos carnosos labios de esa concha que como dijo, estaba muy mojada, se notaba la humedad en la telita.
Fabri le ensartaba más la tanguita y le apretaba los labios que se comían la tela que ya no era solo humedad sino que ya estaba bien mojada. La fue estirando lentamente hasta sacársela del todo y aprovechó también a sacarle el camisón; era un monumento verla desnuda. Ella solo sonreía, estaba expectante de volver a vivir y terminar con lo que habían empezado a la tarde. Sin esperar el pedido de su hermano, ella solita se puso en cuatro nuevamente y separando los cachetes para que Fabri empiece a regalarle todo el placer.
Nuevamente lo primero fue recorrer esa conchita ya húmeda, sentía un aroma suave y por supuesto la temperatura de la piel muy elevada. Con el pulgar fue haciéndole caricias en el clítoris mientras le enterraba la lengua dentro de la conchita; Mili optó por taparse la boca con la almohada para ocultar sus gemidos y que nadie sospechara pero las lengüetadas de su hermano la volvían loca. Le separó las piernas y tocaba ese hermoso culo. Dejó caer esa mezcla entre saliva y fluidos de la concha para lubricar el agujerito.
Antes de continuar, la joven lo interrumpió indicándole que se fijara en el segundo cajón de su mesita donde tenía algo que quería que viera. Fabri se fijó debajo de unos libros y sacó el objeto de ahí, muy sorprendido por lo que había: un vibrador. No era muy grande, finito, pero vibraba bastante, de color rosa como si fuera un tubo de ensayo. Ella le indicó que lo lubricara un poco y se lo metiera en la conchita, lo que ella hacía usualmente.
Fabri embadurnó el juguetito con su saliva, lo encendió y se lo fue frotando por fuera de la conchita a Mili que arrancó con gemidos más intensos. Luego de unos segundos previos de juego, se lo metió lentamente y al mismo tiempo le empezó a chupar el ano. Era una combinación letal, ella otra vez empezó a presionarse los pezones y contenía los gritos en la almohada. Fabri metía y sacaba cada vez con más intensidad el consolador que con cada salida, volvía con más juguitos de la conchita de Mili que estaba por erupcionar de la excitación.
Luego de unos minutos de juego, empezó nuevamente a introducir su dedo en el agujerito virgen de Mili que ya empezaba a perder el control de sus piernas. Alcanzó casi a meterle unos siete u ocho centímetros de dedo que empezó a mover por dentro, combinaba eso con el vibrador y las reiteradas chupadas tanto en la cola como en la concha. De la nada, Mili se debilitó y se abrió de piernas como haciendo un split, que no le costaba nada. Fabri aprovechó a meterle un par de centímetros más y ella detonó.
Las piernas de la joven empezaban a temblar descontroladamente. La fuerza del orgasmo hizo que Iván saque su dedo por la fuerza y unos cuantos chorritos como si fuera orina salían de la vagina de Mili que gemía casi gritando en la almohada. Aprovechando todavía la situación, Fabri le apoyó los dedos sobre el clítoris que le frotaba con fuerza y velocidad para que el orgasmo no terminara. Se la veía sacudirse como si estuviera siendo electrocutada, más chorritos de agua salían y caían sobre las sábanas hasta que luego de unos segundos, paró.
Fabri intentaba animarla un poco, le acomodaba el pelo y ella solamente sonreía, se acariciaba un poquito la conchita como si le doliera pero le había encantado. Se acercó a su hermano y le dio otro gran pico como el de aquel día. Su extenso pelo le tapaba esas preciosas tetas pero los pezoncitos se hacían notar entre medio, estaban bien duritos. Le seguía cayendo algo de líquido de la vagina lo cual la dejó sorprendida porque nunca le había ocurrido algo así a pesar de que se masturbaba y ya ahora sabido, evidentemente con un consolador. Todo había salido a la perfección pero...
─ Mili, ¿puedo pasar, hija? Quiero preguntarte algo sobre lo que me pediste. ─
─ ¡Es mami! Ay. Ehm, tomá. Yo me tapo y vos cualquier cosa me explicabas algo del celu. ─
─ Hija, ¿está todo bien? Es un ratito y me voy a acostar. ─ le insistía ella del otro lado.
─ Sí mami, estoy con Fabri, pasá. ─
Luego de la visita de la madre y haber zafado de ser descubiertos, ambos se despidieron. Mili optó por darse una ducha porque estaba transpirada y debía cambiar las sábanas incluso. Él se quedó mirándola porque a pesar de todo, cuando la madre se fue, ella se salió de la cama y nunca se vistió, Fabri estaba ahí y para ella ya era algo natural. Ver ese culito parado intentando alcanzar sábanas en el placard y las preciosas tetas que levemente se movían de arriba hacia abajo con su caminar era el mejor show pero no se podía tentar, era hora de irse.
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9 comentarios - • [1/3] Descuidaron a la hermanita.
me transporto como que veia una peli