Buenas, les dejo un pequeño ensayo mío de hace un tiempo, espero que sea de su agrado... va acompañado de un rocanrolito suave
link: https://www.youtube.com/watch?v=DViZWwGPLM8
Susurró un silencio a mi oído que no alcancé a comprender. Cargó su garganta con palabras vacías, sin sentido, que amenazaban con destruirme por completo; pero ni bien el percutor que tenía por lengua activó la aguja, la comisura de sus labios se convirtió en un paradigma inefable. Ausente de toda brutalidad con la que se disponía a acribillarme; y en sus ojos el reflejo del coñac macerado fluía como si tuviera vida propia; deslizándose suavemente por la cobertura de sus mejillas.
Prontamente su rostro se transformó en un pequeño lienzo en el cual se me permitía dibujar a mi antojo, y usando mi lengua como herramienta artística grabé surcos por el lugar donde deberían encontrarse sus párpados. Sus pestañas recargaron el pincel del cual disponía para hacer mi única obra maestra; sin más herramientas que la agonía de mi aliento que era su aliento y que a la vez era nuestro combustible infinito tracé círculos por donde se me antojó alimentándome del almíbar de sus ahogados gemidos intrínsecos que se evaporaban en el aire como el rocío una mañana de otoño.
Y con mi boca trazaba retazos, y con mi lengua llenaba los espacios en blanco mientras me detenía a oír los aullidos perdidos en el aire, que se abrazaban a seres etéreos espontáneos de las circunstancias y almas perdidas en placenteras agonías que engañan los sentidos.
Intentó detener el proceso creativo una o dos veces antes de darse cuenta que la obra ni siquiera había comenzado, el barniz, la tinta dulce con que se impregna la piel todavía no había volcado su locura y desenfreno sobre los poros ardientes de la demencia. Se resistió varias veces a ser tallada por la misma saliva con la que había decidido cargar su mandíbula minutos antes... y sin quererlo comenzó a disfrutar ese espectáculo tan diferente a lo que había vivido y soñado durante toda su vida, durante toda una eternidad de sueños que la conducían por un sendero ciego y abstraído de una soledad propia, creada por la obnubilación y el alter ego.
Empero, contra y a favor de su voluntad, inconsciente su lengua se vio envuelta en un par de carnosos labios que la aprisionaban, reprimían sus deseos de libertad y libertinaje, y placer y desenfreno. Fue al contacto con un ente diferente a lo que había imaginado que sintió un cosquilleo en el bajo vientre, ahí donde se concentra todo el sistema nervioso en un solo punto y gatilla éxtasis al roce. Fue en ese ínfimo contacto en que sus párpados se abrieron de par en par, sus pupilas se dilataron como quien tiene un frenesí incontrolable por algo imposible. Allí fue donde pude empezar a desarrollar mi arte... mi obra maestra recién acababa de comenzar el primer trazo, y el lienzo estaba dispuesto a servir como tal; a ser víctima de pinceladas y trazos esquizofrénicos con tal de satisfacer las necesidades de quien fuera el poseedor final de dicha pieza de arte.
Una pieza de arte que ya era de por sí eso mismo sin haber siquiera hecho un mínimo retoque, que valía por sí misma antes siquiera de contaminarla con el ínfimo color.
Y tracé a mi gusto y a su placer las pinceladas más exquisitas que pude haber soñado, y sus vocablos se fundían en mis oídos como el metal líquido, encarnándose conmigo mismo y con ella hasta en la partícula más pequeña. Un botón, un casi insignificante botón rosado, oculto por una capa de miel petrificada separaba de su ser, de un personaje cualquiera, un minúsculo punto en el mapa erógeno que conformaba su integridad, su totalidad... uno de sus tres botones mágicos que podían abrir la tierra en dos como si fuese un simple pedazo de manteca rebanado por un cuchillo caliente...
De sus cuerdas vocales se esgrimía la lucha entre los rugidos de una bestia interior a punto de desatarse y un condenado a agonizar de placer eterno por el resto de los días.
Recorrí sus valles y montes, firmes montes donde se erguían los estandartes de la rendición y el desenfreno... llanuras lisas por donde surqué ríos de saliva tibia para alimentar el enjambre de mariposas que se encontraban hibernando del otro lado de la pared abdominal... hasta llegar al monte supremo... Venus, tan delicado y cuidado que merodear por ahí me hacía sentir culpable de rozar siquiera su maleza bien cuidada y florida, pero el misterio siempre me llamó la atención, sobre todo cuando se me obliga y reprende, tomándome por el cuero cabelludo y arrastrándome más a lo profundo.
link: https://www.youtube.com/watch?v=DViZWwGPLM8
Susurró un silencio a mi oído que no alcancé a comprender. Cargó su garganta con palabras vacías, sin sentido, que amenazaban con destruirme por completo; pero ni bien el percutor que tenía por lengua activó la aguja, la comisura de sus labios se convirtió en un paradigma inefable. Ausente de toda brutalidad con la que se disponía a acribillarme; y en sus ojos el reflejo del coñac macerado fluía como si tuviera vida propia; deslizándose suavemente por la cobertura de sus mejillas.
Prontamente su rostro se transformó en un pequeño lienzo en el cual se me permitía dibujar a mi antojo, y usando mi lengua como herramienta artística grabé surcos por el lugar donde deberían encontrarse sus párpados. Sus pestañas recargaron el pincel del cual disponía para hacer mi única obra maestra; sin más herramientas que la agonía de mi aliento que era su aliento y que a la vez era nuestro combustible infinito tracé círculos por donde se me antojó alimentándome del almíbar de sus ahogados gemidos intrínsecos que se evaporaban en el aire como el rocío una mañana de otoño.
Y con mi boca trazaba retazos, y con mi lengua llenaba los espacios en blanco mientras me detenía a oír los aullidos perdidos en el aire, que se abrazaban a seres etéreos espontáneos de las circunstancias y almas perdidas en placenteras agonías que engañan los sentidos.
Intentó detener el proceso creativo una o dos veces antes de darse cuenta que la obra ni siquiera había comenzado, el barniz, la tinta dulce con que se impregna la piel todavía no había volcado su locura y desenfreno sobre los poros ardientes de la demencia. Se resistió varias veces a ser tallada por la misma saliva con la que había decidido cargar su mandíbula minutos antes... y sin quererlo comenzó a disfrutar ese espectáculo tan diferente a lo que había vivido y soñado durante toda su vida, durante toda una eternidad de sueños que la conducían por un sendero ciego y abstraído de una soledad propia, creada por la obnubilación y el alter ego.
Empero, contra y a favor de su voluntad, inconsciente su lengua se vio envuelta en un par de carnosos labios que la aprisionaban, reprimían sus deseos de libertad y libertinaje, y placer y desenfreno. Fue al contacto con un ente diferente a lo que había imaginado que sintió un cosquilleo en el bajo vientre, ahí donde se concentra todo el sistema nervioso en un solo punto y gatilla éxtasis al roce. Fue en ese ínfimo contacto en que sus párpados se abrieron de par en par, sus pupilas se dilataron como quien tiene un frenesí incontrolable por algo imposible. Allí fue donde pude empezar a desarrollar mi arte... mi obra maestra recién acababa de comenzar el primer trazo, y el lienzo estaba dispuesto a servir como tal; a ser víctima de pinceladas y trazos esquizofrénicos con tal de satisfacer las necesidades de quien fuera el poseedor final de dicha pieza de arte.
Una pieza de arte que ya era de por sí eso mismo sin haber siquiera hecho un mínimo retoque, que valía por sí misma antes siquiera de contaminarla con el ínfimo color.
Y tracé a mi gusto y a su placer las pinceladas más exquisitas que pude haber soñado, y sus vocablos se fundían en mis oídos como el metal líquido, encarnándose conmigo mismo y con ella hasta en la partícula más pequeña. Un botón, un casi insignificante botón rosado, oculto por una capa de miel petrificada separaba de su ser, de un personaje cualquiera, un minúsculo punto en el mapa erógeno que conformaba su integridad, su totalidad... uno de sus tres botones mágicos que podían abrir la tierra en dos como si fuese un simple pedazo de manteca rebanado por un cuchillo caliente...
De sus cuerdas vocales se esgrimía la lucha entre los rugidos de una bestia interior a punto de desatarse y un condenado a agonizar de placer eterno por el resto de los días.
Recorrí sus valles y montes, firmes montes donde se erguían los estandartes de la rendición y el desenfreno... llanuras lisas por donde surqué ríos de saliva tibia para alimentar el enjambre de mariposas que se encontraban hibernando del otro lado de la pared abdominal... hasta llegar al monte supremo... Venus, tan delicado y cuidado que merodear por ahí me hacía sentir culpable de rozar siquiera su maleza bien cuidada y florida, pero el misterio siempre me llamó la atención, sobre todo cuando se me obliga y reprende, tomándome por el cuero cabelludo y arrastrándome más a lo profundo.
4 comentarios - El arte del buen comer
gracias por comentar y por los puntos
Gracias por pasar