Esa noche al llegar a mi casa, escuche mi celular sonar y sonreí al ver un mensaje de la kiosquera. Decía: "me encantaste, averigüe y mis viejos mañana a la mañana mis viejos se van a hacer tramites, si quieres pásate". Esa noche casi no pude dormir pensando en lo que había vivido, a su vez pensaba si estaba bien ir a verla otra vez y tan pronto.
Me levante esa mañana y no lo pensé dos veces, me aliste y salí para su casa. En esa hora de viaje, me mensajeaba con ella como para tantear la situación, al llegar, me mando el famoso: "espérame quince que mis viejos ya salen". Como esos felinos que esperan el momento justo, espere hasta ver el "ven" en la pantalla de mi celular.
Llegue al kiosco y toque el timbre, vi que su figura se acercaba a la rendija clásica de los kiosquitos, la bajo despacio y me miro con esos ojos color miel. "Disculpe señor, ¿qué le puedo ofrecer?" dijo con voz seductora mordiéndose despacito los labios. "Compañía y unos helados de uva, para entretenerme con la boca un rato" dije sin disimular lo mucho que me calentaba el verla, ella se rio mucho mientras abría la puerta del kiosquito.
Pase, miro ella para afuera y una vez que cerro, salto a abrazarme muy fuerte y besarme en la boca y cuello. Me tomo la mano y me guio, nos sentamos detrás del biombo en el fondo del local y me ofreció de tomar un vaso de Manaos fría. Se me sentó en las piernas, tenia puesto una calza azul eléctrico que le apretaba esa cola gorda. Charlamos, ella me acariciaba el cuello, el pecho y de apoco sentía que me acariciaba mi miembro por arriba de mi pantalón. Mi mano se deslizó por el nailon de la calza y toco esa cola. Todo se quedo en silencio y cruzamos miradas.
Sentí como su mano me tiraba los pelos de la nuca y comenzamos a comernos la boca desesperadamente, otra vez nos encontrábamos como el día de ayer, ella abiertas de piernas castigándome el pene con su trasero. Esta vez no me quería quedar son las ganas de comer me esas nalgas, sacarme las dudas de como sabia la piel que las envolvía y porque no de su entre pierna. Cuando mordió mi cuello le dije al oído, "¿Estamos solos?". "Si papi, tenemos un rato largo" me dijo con vos excitada.
No lo pensé, actué como instintivamente. La tome por la cadera y la alse upa, ella me abrazo por la el cuello riéndose, no sabia lo que le esperaba. Di unos pasos contra una mesita bastante firme que daba contra la pared contraria, la senté en la mesita y le brillaron los ojos, "¿Que pansas hacer?" escuche, a lo que respondí "Encargarme de la situación como te prometí anoche". Comencé a besarla jugando mucho con la lengua, mientras mi mano comenzaba a recorrer la hendidura entre sus piernas, esos labios carnosos eran suaves. Sentí su mano tomar mi muñeca, pensé que me detendría, pero para sorpresa mía solo fue para empujar mas mis dedos, quería sentir toda mi mano. Era el momento, deslice mi mano por dentro de la calza y comencé a rozar el clítoris de ella con la llena de mis dedos. Sentí un gemido tras otro en mi oído.
"Dale colame los dedos, papi" y como soldado seguí sus ordenes, baje mi dedo abriéndome camino por entre sus labios inferiores hasta encontrar el ojo de la cerradura. A cada momento se mojaba más, cuanto mas movía mi dedo, ella temblaba de placer. Asi llego el segundo dedo y el llamado eterno del "No pares ahora, por favor". Sorpresivamente escuchamos el timbre del kiosco, era un cliente, ella me quito la mano de su calza, se arreglo un poco el pelo, se tomo un poco de gaseosa, salió media agitada y con las piernas flojas. Yo la miraba desde esa sombra, miraba esa cola, la bombacha corrida y una mancha de humedad que mojaba un poco la pierna derecha por debajo de la cola.
El cliente se fue, vino corriendo hacia mi, me beso instantáneamente y comenzó a bajarme la bragueta. "Como me quiero comer toda esta poronga , papi" me dijo riéndose. "Acodarte que acá el que tiene el control soy yo" le dije, imponiendo ese deseo que tenia dentro. Ella me miro colorada, no sabia que iba a pasar. Con movimientos sutiles la hice apolarse en la mesa, metí la mano tocándole la cola, la di vuelta y le agache el torso hasta que quedo con la cola bien parada hacia mi. Era el cielo, verla recostada en la mesa, ofreciéndome su cola. Sin perder tiempo levante su remera y comencé a besar sus lumbares, mis labios sentían como se le ponía la piel de gallina. Mientas mas bajaba con mi boca, me arrodillaba de poco y bajaba la calza. Ahí lo vi, esa cola a la intemperie, con un olor femenino penetrante. Tome sus nalgas y las apreté, comencé a besarlas poco a poco, midiéndolas suavemente de vez en cuando. Sentí que sus manos me empujaban, de pronto vi que ella misma abría sus nalgas para mostrarme su ano y su vulva abierta. Mi lengua se tentó y la lamí desde el clítoris hasta el ano. "Ayúdame con la patita que esta concha es toda tuya" Me dijo mientras se dio vuelta, se descalzo un pie y le saque el pantalón de una pierna.
Escuche el golpeteo de esas nalgas contra la mesa y vi el espectáculo del panorama que me ofrecía. Estaba ella con sus rodillas en alto, masturbándose con una mano y con la otra me invitaba con el dedo índice a besarla. Puse sus piernas en mi hombro y oli la fragancia su entre pierna. Depilada recientemente, teorice rápidamente que ella pensó toda la noche en este encuentro, debía complacerla. Agarre sus manos, las pise en mi nuca y comencé a chuparle el clítoris suavemente, ella gemía despacio y me empujaba cuando sentía mas placer. Mi boca comenzó a estar muy húmeda, mescla entre sus fluidos y mi saliva. Comencé a masturbarla metiéndole mis dos dedos por su vagina, mientras mi lengua repiqueteaba sobre su clítoris. Sus gemidos se intensificaban, "Ahora no pares por favor" fueron sus ultimas palabras antes de largar un gemido seco, acompañado de un temblor y mi boca recibiendo un pequeño squirt. Era su orgasmo y mi gloria.
Me levante esa mañana y no lo pensé dos veces, me aliste y salí para su casa. En esa hora de viaje, me mensajeaba con ella como para tantear la situación, al llegar, me mando el famoso: "espérame quince que mis viejos ya salen". Como esos felinos que esperan el momento justo, espere hasta ver el "ven" en la pantalla de mi celular.
Llegue al kiosco y toque el timbre, vi que su figura se acercaba a la rendija clásica de los kiosquitos, la bajo despacio y me miro con esos ojos color miel. "Disculpe señor, ¿qué le puedo ofrecer?" dijo con voz seductora mordiéndose despacito los labios. "Compañía y unos helados de uva, para entretenerme con la boca un rato" dije sin disimular lo mucho que me calentaba el verla, ella se rio mucho mientras abría la puerta del kiosquito.
Pase, miro ella para afuera y una vez que cerro, salto a abrazarme muy fuerte y besarme en la boca y cuello. Me tomo la mano y me guio, nos sentamos detrás del biombo en el fondo del local y me ofreció de tomar un vaso de Manaos fría. Se me sentó en las piernas, tenia puesto una calza azul eléctrico que le apretaba esa cola gorda. Charlamos, ella me acariciaba el cuello, el pecho y de apoco sentía que me acariciaba mi miembro por arriba de mi pantalón. Mi mano se deslizó por el nailon de la calza y toco esa cola. Todo se quedo en silencio y cruzamos miradas.
Sentí como su mano me tiraba los pelos de la nuca y comenzamos a comernos la boca desesperadamente, otra vez nos encontrábamos como el día de ayer, ella abiertas de piernas castigándome el pene con su trasero. Esta vez no me quería quedar son las ganas de comer me esas nalgas, sacarme las dudas de como sabia la piel que las envolvía y porque no de su entre pierna. Cuando mordió mi cuello le dije al oído, "¿Estamos solos?". "Si papi, tenemos un rato largo" me dijo con vos excitada.
No lo pensé, actué como instintivamente. La tome por la cadera y la alse upa, ella me abrazo por la el cuello riéndose, no sabia lo que le esperaba. Di unos pasos contra una mesita bastante firme que daba contra la pared contraria, la senté en la mesita y le brillaron los ojos, "¿Que pansas hacer?" escuche, a lo que respondí "Encargarme de la situación como te prometí anoche". Comencé a besarla jugando mucho con la lengua, mientras mi mano comenzaba a recorrer la hendidura entre sus piernas, esos labios carnosos eran suaves. Sentí su mano tomar mi muñeca, pensé que me detendría, pero para sorpresa mía solo fue para empujar mas mis dedos, quería sentir toda mi mano. Era el momento, deslice mi mano por dentro de la calza y comencé a rozar el clítoris de ella con la llena de mis dedos. Sentí un gemido tras otro en mi oído.
"Dale colame los dedos, papi" y como soldado seguí sus ordenes, baje mi dedo abriéndome camino por entre sus labios inferiores hasta encontrar el ojo de la cerradura. A cada momento se mojaba más, cuanto mas movía mi dedo, ella temblaba de placer. Asi llego el segundo dedo y el llamado eterno del "No pares ahora, por favor". Sorpresivamente escuchamos el timbre del kiosco, era un cliente, ella me quito la mano de su calza, se arreglo un poco el pelo, se tomo un poco de gaseosa, salió media agitada y con las piernas flojas. Yo la miraba desde esa sombra, miraba esa cola, la bombacha corrida y una mancha de humedad que mojaba un poco la pierna derecha por debajo de la cola.
El cliente se fue, vino corriendo hacia mi, me beso instantáneamente y comenzó a bajarme la bragueta. "Como me quiero comer toda esta poronga , papi" me dijo riéndose. "Acodarte que acá el que tiene el control soy yo" le dije, imponiendo ese deseo que tenia dentro. Ella me miro colorada, no sabia que iba a pasar. Con movimientos sutiles la hice apolarse en la mesa, metí la mano tocándole la cola, la di vuelta y le agache el torso hasta que quedo con la cola bien parada hacia mi. Era el cielo, verla recostada en la mesa, ofreciéndome su cola. Sin perder tiempo levante su remera y comencé a besar sus lumbares, mis labios sentían como se le ponía la piel de gallina. Mientas mas bajaba con mi boca, me arrodillaba de poco y bajaba la calza. Ahí lo vi, esa cola a la intemperie, con un olor femenino penetrante. Tome sus nalgas y las apreté, comencé a besarlas poco a poco, midiéndolas suavemente de vez en cuando. Sentí que sus manos me empujaban, de pronto vi que ella misma abría sus nalgas para mostrarme su ano y su vulva abierta. Mi lengua se tentó y la lamí desde el clítoris hasta el ano. "Ayúdame con la patita que esta concha es toda tuya" Me dijo mientras se dio vuelta, se descalzo un pie y le saque el pantalón de una pierna.
Escuche el golpeteo de esas nalgas contra la mesa y vi el espectáculo del panorama que me ofrecía. Estaba ella con sus rodillas en alto, masturbándose con una mano y con la otra me invitaba con el dedo índice a besarla. Puse sus piernas en mi hombro y oli la fragancia su entre pierna. Depilada recientemente, teorice rápidamente que ella pensó toda la noche en este encuentro, debía complacerla. Agarre sus manos, las pise en mi nuca y comencé a chuparle el clítoris suavemente, ella gemía despacio y me empujaba cuando sentía mas placer. Mi boca comenzó a estar muy húmeda, mescla entre sus fluidos y mi saliva. Comencé a masturbarla metiéndole mis dos dedos por su vagina, mientras mi lengua repiqueteaba sobre su clítoris. Sus gemidos se intensificaban, "Ahora no pares por favor" fueron sus ultimas palabras antes de largar un gemido seco, acompañado de un temblor y mi boca recibiendo un pequeño squirt. Era su orgasmo y mi gloria.
1 comentarios - Mi segundo relato- La señorita del kiosco, segundo día.