Estamos en la casa de mi hermana, hay clima de fiesta por su
cumpleaños., como fue el finde largo y mi marido seguia de viaje ,fui sola , sabia que me iba a encontrar con mi sobrino y un poco me calentaba la idea .Yo llevo puesto un vestido hermoso aunque nada provocativo. Mi única
audacia ha sido no usar sostén y ya estoy algo arrepentida: me parece que todo
el mundo se ha dado cuenta y eso me pone un poco incómoda. Algunos ya lo habrán
imaginado: es un regalo secreto que le quise hacer a mi sobrino, planeaba que
sólo él se diera cuenta de que mis grandes pechos se mueven libres bajo la tela.
Un amigo de mi hermana se me acerca, conversamos, y parece
que ya no me lo puedo quitar de encima. Tiene casi 50 años (recuerden, yo tengo
45), está divorciado No oculta su interés
Nos sentamos a una larga mesa para cenar. Mi sobrino se las
ingenia para ocupar una silla a mi lado, yo estoy junto a uno de los extremos de
la mesa, el divorciado maduro pierde terreno y ya no nos molesta. Es como si
estuviéramos solos.
Apenas puedo concentrarme en lo que se conversa durante la
cena. Ernesto apoya una de sus piernas contra la mía, la mueve
imperceptiblemente en una disimulada caricia. Mis mejillas se encienden, espero
que nadie note mi turbación. Mi sobrino busca cualquier excusa para que su mano
roce la mía, o para apoyar su mano en mi espalda. Mi excitación crece. Siento la
boca seca, las tetas se me ponen duras, mis pezones están erectos y es una dulce
tortura su roce contra la tela del vestido.
Siento calor, y no es por la temperatura del amplio comedor
en el que estamos. Observo con disimulo mi pecho y veo mis pezones marcados en
el vestido. Ernesto también lo está mirando, me sonríe e intensifica el roce de
su pierna contra la mía.
Se hace un poco atrás en la silla y miro fugazmente su
entrepiena. Se le marca un bulto importante, el chico tiene una erección. Ya no
sólo tengo mis tetas duras, también siento humedad en mi vagina y los labios
vaginales hinchados. Llevo puesta una tanga minúscula, está bien metida entre
mis nalgas y ejerce cierta presión sobre mi clítoris. Siento deseos de frotarme
contra la silla pero tengo miedo de dejar una mancha. Disimuladamente pido
disculpas, me levanto y voy al baño.
Cierro la puerta, me levanto el vestido y bajo mi tanga
Están mojadas.
. Otra vez paso mi mano, y otra y otra. La cabeza me da vueltas.
Me estoy masturbando en el baño de la casa de mi hermana, excitada por la
presencia cercana de mi sobrino. Me meto dos dedos, profundamente, todo lo que
puedo. Aprieto los músculos de la vagina. Me muerdo la otra mano para reprimir
un gemido. Vuelven a mi mente los recuerdos de esa noche que pasé con mi
sobrino, evoco su verga plantada en mí, su manera de moverse, de entrar y salir,
su joven cuerpo fuerte cubriendo mi cuerpo maduro, poseyéndome, dominándome,
haciéndome sentir mujer plena, total, y luego la vibración final de su semen
derramándose en mis lolas
De pronto vuelvo a tomar conciencia de dónde estoy: en el
baño de la casa de mi hermana, masturbándome. No sé cuánto tiempo llevo aquí.
Arreglo mi vestido y mi peinado, la marca de mis pezones en la tela del vestido
es indisimulable pero ya no me importa. Regreso a la fiesta de cumpleaños.
La cena ha terminado y todos están bailando. Ernesto sale a
mi encuentro, se anticipa al divorciado que también me estaba esperando.
Bailamos levemente abrazados, acerco al rostro de mi sobrino la mano que hasta
hace un momento tuve metida en la vagina. El percibe mi aroma de hembra caliente
que la impregna, abre la boca y saca la lengua, intenta chuparme los dedos.
Retiro de inmediato la mano y le hago un impercetible gesto de reproche. ¿Cómo
va a hacerme algo así delante de todo el mundo?
Bailamos largo rato, y Ernesto tiene muchas oportunidades de
pegar su cuerpo contra el mío. Apoya su dureza contra mi entrepierna y contra mi
trasero todas las veces que puede, está excitadísimo, me acaricia la espalda
cada vez con menos disimulo. Mis mejillas están rojas, estoy sudada, ojalá que
todos piensen que se debe a la danza y que no descubran mi excitación.
Creo que es hora de irme, o cometeré una locura delante de
toda la familia. Me despido de mi hermana, de mi cuñado, del divorciado y de los
demás asistentes a la fiesta. Ernesto se apresura a decirme que me llevará hasta
mi casa en el auto de su padre hasta mi casa, que nada de taxi, que no debo
andar sola de noche.
Mi sobrino conduce sin decir una sola palabra, tampoco yo
hablo. No me lleva a mi casa, , nos detenemos en una calle que no pasaba nadie
Mi sobrino pasa su mano por mi cuello. Cierro los ojos, se me
eriza la piel. Ah, cuánto me gusta que me acaricie así., le digo
Mi sobrino comienza a desprender lentamente los botones de mi
vestido, va descubriendo mis pechos de a poco. Yo estoy paralizada, lo dejo
hacer.
-No me importa la diferencia de edad, ni que seas mi tía. Sos
la mujer que quiero, la que deseo. Me gusta tu piel, tu cuerpo, tus pechos
grandes, tus pezones largos y duros, tu vientre chato.
Mis piernas, involuntariamente, se han abierto. Ernesto sube
mi falda, su mano recorre mi muslo, apoya la punta de sus dedos sobre mi
bombacha, busca mi clítoris.
Vos también lo deseás...
-Claro que lo deseo querido mío, pero tengo tantas dudas...
sos mi sobrino...
Escucho el ruido de su cremallera bajándose. Ernesto saca su
pene magnífico, guía mi mano hacia él, lo toco.
Ahora tengo los ojos bien abiertos observando la verga dura
de mi sobrino, que se ha bajado por completo los pantalones. Es ancha, apenas
más oscura que el resto de su piel y tiene venas que se le marcan a lo largo.
Tiro todo el cuero hacia abajo y dejo al descubierto el glande, perfecto, en
forma de hongo. Hago presión con mi mano sobre el tronco, aprieto, más, más,
bien fuerte. Ernesto gime. El glande se pone morado, se hincha. Subo el cuero
hasta que lo cubre, vuelvo a bajarlo. Una gota color ámbar asoma por el ojo
único. Es una espléndida barra de carne que se alza, erguida entre una mata de
pelos negros.
Mi sobrino apoya su mano en mi nuca e intenta empujar hacia
abajo. Quiere una mamada. Claro, yo también deseo tenerlo en mi boca llena de
saliva, quiero frotarlo por todo mi rostro, quiero hundírmelo en mi intimidad.
Pero no lo hago. Mi mano lo mantiene firmemente aprisionado,
sube y baja el cuero, sube y baja, sube y baja, sube y baja, cada vez más
apretado, cada vez más rápido, más rápido, más rápido. Ernesto se reclina hacia
atrás, suspira, disfruta la paja que le estoy haciendo y yo disfruto hacérsela.
Siempre quise hacerle la paja a un hombre mas joven y recién ahora a los 45 años me estoy
dando el gusto.
Mientras él acaricia mis tetas, pellizca suavemente mis
pezones, yo tomo su verga con las dos manos, subo y bajo el cuero, con más
intensidad cada vez. Ahora otra vez con una mano sola. Rápido, rápido, apretando
fuerte, rápido, rápido, rápido, cada vez más rápido, ya no puedo seguir con la
vista los movimientos acelerados de mi mano.
Otro automóvil se detiene, no muy lejos de donde estamos.
Levanto la vista, lo ocupa otra pareja. Veo las siluetas, la chica hace un
gesto, se está quitando la blusa. Luego su cabeza desaparece. No me cuesta nada
imaginar que está mamando a su novio. El hombre gira la cabeza hacia mí. ¿Puede
verme? No lo sé, pero tampoco me molesta que lo haga aunque estoy con las tetas
al aire y una verga magnífica entre mi manos. Casi desnuda, una mujer madura y
caliente junto a un chico de menos de la mitad de mi edad.
Toda mi mano sigue el movimiento de sube y baja. Mi dedo
pulgar roza el glande, lo aprisiona, le paso la uña suavemente.
mi sobrino eyacula. El semen le brota como un volcán,
algunas gotas caen sobre mi vestido, otras sobre mi muslo, pero el grueso de su
acabada, blanca, lechosa, espesa, queda entre mis dedos.
Sin soltarle la verga que se desincha lentamente en mi mano
me acerco y le doy un beso en la boca, un largo beso, profundo, húmedo. Nuestras
lenguas se buscan, se persiguen, se enriedan.
-Oh... tía... te adoro... ninguna me habían hecho algo así
antes cuanto placer me da me dice.
Mis dedos están cubiertos de la leche de mi sobrino. Me da
placer sentir su tibieza. Juego con ella, forma hilos gruesos. La esparzo por
toda la verga ahora relajada, por los pelos abundantes, por su vientre. Luego no
resisto la tentación: me inclino y la recojo toda con la lengua. Hambrienta,
chupo sus pelos mojados, el pene fláccido, los huevos ahora vacíos. El sabor del
semen de mi sobrino es increíble,
Limpio por completo la entrepierna de mi
sobrino, no dejo ni un rastro de su esperma abundante. Me lo comí todo, está en
mi lengua, mi garganta, mi estómago. Con un tierno beso me despido de su pene.
Luego me acomodo el vestido (tiene varias manchas blancas, debo llevarlo a la
lavandería), meto cuidadosamente mis tetas en el escote, me duelen de sólo
tocarlas, parecen más grandes, están duras e hinchadas. Abotono el vestido, me
bajo la falda. Tengo un lago entre las piernas, como si hubiera gozado de un
orgasmo sin tocarme. Los labios vaginales están hinchados, entreabiertos. Todo
el interior del automóvil huele a sexo caliente.
-Llevame a mi casa, tus padres se van a preocupar si seguís
demorando en regresar.
Cuando llegamos a casa, Ernesto hace un último intento.
-Dejame entrar con vos...después invento cualquier cosa para
tranquilizar a mis padres.
-Hoy no, mi amor. Ya fue suficiente.
Le doy un ligero beso en los labios. Entro a mi casa
temblando de pies a cabeza. Cierro la puerta, me apoyo de espaldas contra ella y
huelo mi mano. Esta noche dormiré sintiendo el olor del placer de mi sobrino.
Desnuda, me meto en la cama con una mano entre las piernas.
Me muevo, frotándome con lentitud. Voy camino hacia mi placer.
Habrá otra vez con mi sobrino, de eso estoy segura.
Muchos besos y espero sus comentarios que tanto me calienta y puntos , besos
cumpleaños., como fue el finde largo y mi marido seguia de viaje ,fui sola , sabia que me iba a encontrar con mi sobrino y un poco me calentaba la idea .Yo llevo puesto un vestido hermoso aunque nada provocativo. Mi única
audacia ha sido no usar sostén y ya estoy algo arrepentida: me parece que todo
el mundo se ha dado cuenta y eso me pone un poco incómoda. Algunos ya lo habrán
imaginado: es un regalo secreto que le quise hacer a mi sobrino, planeaba que
sólo él se diera cuenta de que mis grandes pechos se mueven libres bajo la tela.
Un amigo de mi hermana se me acerca, conversamos, y parece
que ya no me lo puedo quitar de encima. Tiene casi 50 años (recuerden, yo tengo
45), está divorciado No oculta su interés
Nos sentamos a una larga mesa para cenar. Mi sobrino se las
ingenia para ocupar una silla a mi lado, yo estoy junto a uno de los extremos de
la mesa, el divorciado maduro pierde terreno y ya no nos molesta. Es como si
estuviéramos solos.
Apenas puedo concentrarme en lo que se conversa durante la
cena. Ernesto apoya una de sus piernas contra la mía, la mueve
imperceptiblemente en una disimulada caricia. Mis mejillas se encienden, espero
que nadie note mi turbación. Mi sobrino busca cualquier excusa para que su mano
roce la mía, o para apoyar su mano en mi espalda. Mi excitación crece. Siento la
boca seca, las tetas se me ponen duras, mis pezones están erectos y es una dulce
tortura su roce contra la tela del vestido.
Siento calor, y no es por la temperatura del amplio comedor
en el que estamos. Observo con disimulo mi pecho y veo mis pezones marcados en
el vestido. Ernesto también lo está mirando, me sonríe e intensifica el roce de
su pierna contra la mía.
Se hace un poco atrás en la silla y miro fugazmente su
entrepiena. Se le marca un bulto importante, el chico tiene una erección. Ya no
sólo tengo mis tetas duras, también siento humedad en mi vagina y los labios
vaginales hinchados. Llevo puesta una tanga minúscula, está bien metida entre
mis nalgas y ejerce cierta presión sobre mi clítoris. Siento deseos de frotarme
contra la silla pero tengo miedo de dejar una mancha. Disimuladamente pido
disculpas, me levanto y voy al baño.
Cierro la puerta, me levanto el vestido y bajo mi tanga
Están mojadas.
. Otra vez paso mi mano, y otra y otra. La cabeza me da vueltas.
Me estoy masturbando en el baño de la casa de mi hermana, excitada por la
presencia cercana de mi sobrino. Me meto dos dedos, profundamente, todo lo que
puedo. Aprieto los músculos de la vagina. Me muerdo la otra mano para reprimir
un gemido. Vuelven a mi mente los recuerdos de esa noche que pasé con mi
sobrino, evoco su verga plantada en mí, su manera de moverse, de entrar y salir,
su joven cuerpo fuerte cubriendo mi cuerpo maduro, poseyéndome, dominándome,
haciéndome sentir mujer plena, total, y luego la vibración final de su semen
derramándose en mis lolas
De pronto vuelvo a tomar conciencia de dónde estoy: en el
baño de la casa de mi hermana, masturbándome. No sé cuánto tiempo llevo aquí.
Arreglo mi vestido y mi peinado, la marca de mis pezones en la tela del vestido
es indisimulable pero ya no me importa. Regreso a la fiesta de cumpleaños.
La cena ha terminado y todos están bailando. Ernesto sale a
mi encuentro, se anticipa al divorciado que también me estaba esperando.
Bailamos levemente abrazados, acerco al rostro de mi sobrino la mano que hasta
hace un momento tuve metida en la vagina. El percibe mi aroma de hembra caliente
que la impregna, abre la boca y saca la lengua, intenta chuparme los dedos.
Retiro de inmediato la mano y le hago un impercetible gesto de reproche. ¿Cómo
va a hacerme algo así delante de todo el mundo?
Bailamos largo rato, y Ernesto tiene muchas oportunidades de
pegar su cuerpo contra el mío. Apoya su dureza contra mi entrepierna y contra mi
trasero todas las veces que puede, está excitadísimo, me acaricia la espalda
cada vez con menos disimulo. Mis mejillas están rojas, estoy sudada, ojalá que
todos piensen que se debe a la danza y que no descubran mi excitación.
Creo que es hora de irme, o cometeré una locura delante de
toda la familia. Me despido de mi hermana, de mi cuñado, del divorciado y de los
demás asistentes a la fiesta. Ernesto se apresura a decirme que me llevará hasta
mi casa en el auto de su padre hasta mi casa, que nada de taxi, que no debo
andar sola de noche.
Mi sobrino conduce sin decir una sola palabra, tampoco yo
hablo. No me lleva a mi casa, , nos detenemos en una calle que no pasaba nadie
Mi sobrino pasa su mano por mi cuello. Cierro los ojos, se me
eriza la piel. Ah, cuánto me gusta que me acaricie así., le digo
Mi sobrino comienza a desprender lentamente los botones de mi
vestido, va descubriendo mis pechos de a poco. Yo estoy paralizada, lo dejo
hacer.
-No me importa la diferencia de edad, ni que seas mi tía. Sos
la mujer que quiero, la que deseo. Me gusta tu piel, tu cuerpo, tus pechos
grandes, tus pezones largos y duros, tu vientre chato.
Mis piernas, involuntariamente, se han abierto. Ernesto sube
mi falda, su mano recorre mi muslo, apoya la punta de sus dedos sobre mi
bombacha, busca mi clítoris.
Vos también lo deseás...
-Claro que lo deseo querido mío, pero tengo tantas dudas...
sos mi sobrino...
Escucho el ruido de su cremallera bajándose. Ernesto saca su
pene magnífico, guía mi mano hacia él, lo toco.
Ahora tengo los ojos bien abiertos observando la verga dura
de mi sobrino, que se ha bajado por completo los pantalones. Es ancha, apenas
más oscura que el resto de su piel y tiene venas que se le marcan a lo largo.
Tiro todo el cuero hacia abajo y dejo al descubierto el glande, perfecto, en
forma de hongo. Hago presión con mi mano sobre el tronco, aprieto, más, más,
bien fuerte. Ernesto gime. El glande se pone morado, se hincha. Subo el cuero
hasta que lo cubre, vuelvo a bajarlo. Una gota color ámbar asoma por el ojo
único. Es una espléndida barra de carne que se alza, erguida entre una mata de
pelos negros.
Mi sobrino apoya su mano en mi nuca e intenta empujar hacia
abajo. Quiere una mamada. Claro, yo también deseo tenerlo en mi boca llena de
saliva, quiero frotarlo por todo mi rostro, quiero hundírmelo en mi intimidad.
Pero no lo hago. Mi mano lo mantiene firmemente aprisionado,
sube y baja el cuero, sube y baja, sube y baja, sube y baja, cada vez más
apretado, cada vez más rápido, más rápido, más rápido. Ernesto se reclina hacia
atrás, suspira, disfruta la paja que le estoy haciendo y yo disfruto hacérsela.
Siempre quise hacerle la paja a un hombre mas joven y recién ahora a los 45 años me estoy
dando el gusto.
Mientras él acaricia mis tetas, pellizca suavemente mis
pezones, yo tomo su verga con las dos manos, subo y bajo el cuero, con más
intensidad cada vez. Ahora otra vez con una mano sola. Rápido, rápido, apretando
fuerte, rápido, rápido, rápido, cada vez más rápido, ya no puedo seguir con la
vista los movimientos acelerados de mi mano.
Otro automóvil se detiene, no muy lejos de donde estamos.
Levanto la vista, lo ocupa otra pareja. Veo las siluetas, la chica hace un
gesto, se está quitando la blusa. Luego su cabeza desaparece. No me cuesta nada
imaginar que está mamando a su novio. El hombre gira la cabeza hacia mí. ¿Puede
verme? No lo sé, pero tampoco me molesta que lo haga aunque estoy con las tetas
al aire y una verga magnífica entre mi manos. Casi desnuda, una mujer madura y
caliente junto a un chico de menos de la mitad de mi edad.
Toda mi mano sigue el movimiento de sube y baja. Mi dedo
pulgar roza el glande, lo aprisiona, le paso la uña suavemente.
mi sobrino eyacula. El semen le brota como un volcán,
algunas gotas caen sobre mi vestido, otras sobre mi muslo, pero el grueso de su
acabada, blanca, lechosa, espesa, queda entre mis dedos.
Sin soltarle la verga que se desincha lentamente en mi mano
me acerco y le doy un beso en la boca, un largo beso, profundo, húmedo. Nuestras
lenguas se buscan, se persiguen, se enriedan.
-Oh... tía... te adoro... ninguna me habían hecho algo así
antes cuanto placer me da me dice.
Mis dedos están cubiertos de la leche de mi sobrino. Me da
placer sentir su tibieza. Juego con ella, forma hilos gruesos. La esparzo por
toda la verga ahora relajada, por los pelos abundantes, por su vientre. Luego no
resisto la tentación: me inclino y la recojo toda con la lengua. Hambrienta,
chupo sus pelos mojados, el pene fláccido, los huevos ahora vacíos. El sabor del
semen de mi sobrino es increíble,
Limpio por completo la entrepierna de mi
sobrino, no dejo ni un rastro de su esperma abundante. Me lo comí todo, está en
mi lengua, mi garganta, mi estómago. Con un tierno beso me despido de su pene.
Luego me acomodo el vestido (tiene varias manchas blancas, debo llevarlo a la
lavandería), meto cuidadosamente mis tetas en el escote, me duelen de sólo
tocarlas, parecen más grandes, están duras e hinchadas. Abotono el vestido, me
bajo la falda. Tengo un lago entre las piernas, como si hubiera gozado de un
orgasmo sin tocarme. Los labios vaginales están hinchados, entreabiertos. Todo
el interior del automóvil huele a sexo caliente.
-Llevame a mi casa, tus padres se van a preocupar si seguís
demorando en regresar.
Cuando llegamos a casa, Ernesto hace un último intento.
-Dejame entrar con vos...después invento cualquier cosa para
tranquilizar a mis padres.
-Hoy no, mi amor. Ya fue suficiente.
Le doy un ligero beso en los labios. Entro a mi casa
temblando de pies a cabeza. Cierro la puerta, me apoyo de espaldas contra ella y
huelo mi mano. Esta noche dormiré sintiendo el olor del placer de mi sobrino.
Desnuda, me meto en la cama con una mano entre las piernas.
Me muevo, frotándome con lentitud. Voy camino hacia mi placer.
Habrá otra vez con mi sobrino, de eso estoy segura.
Muchos besos y espero sus comentarios que tanto me calienta y puntos , besos
37 comentarios - nuevamente mi sobrino (como me calienta)
Algún día el volcán que llevas en tu interior arrojará el magma que tenes
Si la patrona no me da bola, agilizaré la agenda..:!
JA!