-Hola Julio ¿Puedo verte? Necesito solucionar un intríngulis que me tiene a mal traer. -
-Dale Soledad, vení y lo vemos.-
Estoy a cargo del área de sistemas, junto a un ingeniero y una analista, tenemos la tarea de desarrollo y mantenimiento del software de gestión de la empresa.
A media mañana, me encontraba en la oficina, recibí el llamado de Soledad G. del sector comercial.
Cinco minutos después llamó a la puerta. Su entrada fue como la de una modelo de ‘Victoria Secret’. Tiene gracia natural, vestía un trajecito de saquito y pollerita ajustados, que resaltaban tetas y cola firmes y respingonas, montada en unos tacazos que ponían de relieve sus piernas torneadas y su figura de 1,85 m, o más, de estatura.
Me explicó lo que le distraía tiempo a su desempeño como ejecutiva de ventas de cursos de capacitación en tecnología de redes.
-¿Cómo lo ves? ¿Podes hacer algo al respecto?-
-¡Claro que sí! Con una pequeña aplicación, para automatizar la tarea que te aflige, confío minimizar el tiempo que le dedicas. Va a costarnos un poco de trabajo desarrollarla pero ... te servirá. -
-¡Ahyyyy! ¿Siiiiii, Julio? Te lo voy a agradecer, no te imaginas cuanto!- susurró en voz baja para que no escucharan mis dos colaboradores.
-¡Te tomo la palabra! ¡Ahhhhh acepto “pago en especie”!- le respondí intencionado.
Se ruborizó, seña que captó la alusión.
-A palabras necias, oídos desenchufados – replicó y se retiró, con mis ojos clavados en sus glúteos y piernas. Sentí que mi pañuelo era insignificante para secar tanta baba.
A Gastón, el ingeniero, debe haberle dado tortícolis para seguirla.
Soledad está casada con hijos, lo mismo yo. El estado civil de ambos, no evita el “brote” de ”ganas de comerla” que me asalta, toda vez que la tengo a la vista. La potencial promesa de “generoso agradecimiento” encendió mi imaginación y motorizó mi ingenio. En apenas, algo más, de dos semanas la convoqué a mi oficina para presentarle la herramienta pergeñada.
Le extrañó no ver mis colaboradores, en sus lugares:
-¿Qué pasó con Gastón y Marina?-
-Ausentes por problemas personales ¿Te parece que yo no voy a poder solo, contigo? – le respondí en son de broma. Pero la realidad es que yo aproveché esas ausencias para estar con ella sin testigos.
Una vez concluida mi exposición y aclaradas sus dudas, se demostró entusiasmada con la solución:
-¡Es sensacional!! ¡Gracias Juuuulio!. —se levantó para besarme en la mejilla, inclinada por sobre el escritorio. Entreví el nacimiento de sus senos en el escote.
Apoyé una mano sobre la suya, le levanté el mentón para mirarme en sus ojos. Fue un diálogo sin palabras, las miradas pueden expresar, con toda la elocuencia, un instante especial.
Rodee el escritorio, la tomé de las manos para pararla, sin oposición acerqué mi cuerpo al suyo. Notándome turbado, me sonreía, sentí su calor.
Nuestras bocas próximas, se unieron, sin resistencia de su parte, en un contacto de labios afiebrados, buscando la humedad de los otros. Nos fundimos en un beso lleno de intensidad, los ojos cerrados para sentirlo en toda su emoción.
La erección en mi entrepiernas, no le pasó desapercibida.
-Perooo, ….. ¿Qué haces Julio? … esto no puede pasar ….- protestó sin siquiera amagar separarse.
Yo, presa de una urgencia incontrolable, volví a besarla. Le propuse porfía de lenguas. Se prendió enroscando la suya en la mía. Tuvo un rapto de cordura, al percibir mis manos en las proximidades de sus glúteos, se desvinculó de mi abrazo:
-¡Basta, Julio … somos grandes …con familia …mirá si alguien nos ve, sería un bochorno. – Se encaminó hacia la puerta.
-Soledad ¿qué te parece si almorzamos juntos? –
Se detuvo y, sin girar la cabeza, respondió:
-Sí, me parece bien, tenemos que hablar de esta barbaridad. -
-Te espero, no tan cerca de aquí, en el restaurante del hotel N.H. en la esquina San Martín y Tres Sargentos a la una y media. -
Mi elección fue intencionada: a 50 metros del restaurante está un hotel transitorio para parejas. No sé si Soledad lo sabía.
Durante la primera parte del almuerzo, la conversación giró alrededor de la pretendida, por ella, inviabilidad de una relación íntima:
a-Estamos casados con hijos
b-Donde se come no se coge, a la larga hay conflicto.
c-Si nos descubren, va a haber muchos heridos.
d- ……..
Pero, poco a poco, la mutua atracción (e incremento de temperatura) fue desplazando las objeciones, afloró, vehemente, la excitación sexual. Llamé al mozo, que sonrió cómplice, al vernos tomados de las manos, los ojos en los ojos. Pagué la cuenta y caminamos 50 metros por el pasaje Tres Sargentos.
En el hotel Horizonte nos estrechamos entre los brazos, a los besos apasionados, se sumó el deslizar mis manos por encima y por debajo de su ropa, con caricias, con apetito inmoderado, en sus senos firmes y desafiantes, en sus glúteos pimpantes y en su pelvis y concha. Soledad, con el deseo sexual al límite, desabrochó mi camisa me acarició y besó el tórax y, luego bajó el cierre del pantalón, apartó el slip para manotear mi miembro tensado. Ya no soporté más dilación, la levanté, como pude, en mis brazos – es armoniosa pero grandota - y la lleve a la cama, la fui desnudando a la vez que besaba cada centímetro de su piel.
Atrapado por una irrefrenable necesidad de sexo, me desvestí raudamente, me ubiqué encima de ella y la penetré como desesperado. No se resistió, se dejó coger, reconcentrada sin alharacas, con alucinantes movimientos del cuerpo, besos profundos, protestas apenas audibles “nooo...seguíiii” “no seas maloo …” si paraba de bombear. De pronto empezó a moverse, embargada por una extrema calentura Nos cogimos como posesos, sobrevino mi intensa acabada, con desparpajo de semen en su concha. Mi verga, por suerte, siguió tiesa y bombeando, lo suficiente para que ella alcance su primer orgasmo conmigo, Me abrazó, tan fuerte que aún lo recuerdo, sin ahorrarse gemidos y suspiros.
Fueron espléndidos orgasmos, ambos, con toda la furia, la desesperación y su necesidad de alivio. A medio reponer, ambos susurramos mutuos halagos y agradecimientos, nos levantamos y duchamos, por separado, de haberlo hecho juntos no nos habríamos separado con la prontitud necesaria. Dejamos el hotel urgidos por compromisos laborales a hora fija. Ella por una reunión con un importante cliente, yo con la gerencia de la empresa.
Calmadas las ganas, de momento, quedamos en repetir al día siguiente.
Fue así, y resultó más variado – múltiples polvos y posiciones, sexo oral y anal, etc... - y seguimos reincidiendo, ni tanto ni tan poco. Ella pretexta visita a clientes, yo variados motivos, para retirarnos con suficiente tiempo para disfrutar turnos de hotel de 2 a 3 horas y regresar a casa en horarios habituales.
-Dale Soledad, vení y lo vemos.-
Estoy a cargo del área de sistemas, junto a un ingeniero y una analista, tenemos la tarea de desarrollo y mantenimiento del software de gestión de la empresa.
A media mañana, me encontraba en la oficina, recibí el llamado de Soledad G. del sector comercial.
Cinco minutos después llamó a la puerta. Su entrada fue como la de una modelo de ‘Victoria Secret’. Tiene gracia natural, vestía un trajecito de saquito y pollerita ajustados, que resaltaban tetas y cola firmes y respingonas, montada en unos tacazos que ponían de relieve sus piernas torneadas y su figura de 1,85 m, o más, de estatura.
Me explicó lo que le distraía tiempo a su desempeño como ejecutiva de ventas de cursos de capacitación en tecnología de redes.
-¿Cómo lo ves? ¿Podes hacer algo al respecto?-
-¡Claro que sí! Con una pequeña aplicación, para automatizar la tarea que te aflige, confío minimizar el tiempo que le dedicas. Va a costarnos un poco de trabajo desarrollarla pero ... te servirá. -
-¡Ahyyyy! ¿Siiiiii, Julio? Te lo voy a agradecer, no te imaginas cuanto!- susurró en voz baja para que no escucharan mis dos colaboradores.
-¡Te tomo la palabra! ¡Ahhhhh acepto “pago en especie”!- le respondí intencionado.
Se ruborizó, seña que captó la alusión.
-A palabras necias, oídos desenchufados – replicó y se retiró, con mis ojos clavados en sus glúteos y piernas. Sentí que mi pañuelo era insignificante para secar tanta baba.
A Gastón, el ingeniero, debe haberle dado tortícolis para seguirla.
Soledad está casada con hijos, lo mismo yo. El estado civil de ambos, no evita el “brote” de ”ganas de comerla” que me asalta, toda vez que la tengo a la vista. La potencial promesa de “generoso agradecimiento” encendió mi imaginación y motorizó mi ingenio. En apenas, algo más, de dos semanas la convoqué a mi oficina para presentarle la herramienta pergeñada.
Le extrañó no ver mis colaboradores, en sus lugares:
-¿Qué pasó con Gastón y Marina?-
-Ausentes por problemas personales ¿Te parece que yo no voy a poder solo, contigo? – le respondí en son de broma. Pero la realidad es que yo aproveché esas ausencias para estar con ella sin testigos.
Una vez concluida mi exposición y aclaradas sus dudas, se demostró entusiasmada con la solución:
-¡Es sensacional!! ¡Gracias Juuuulio!. —se levantó para besarme en la mejilla, inclinada por sobre el escritorio. Entreví el nacimiento de sus senos en el escote.
Apoyé una mano sobre la suya, le levanté el mentón para mirarme en sus ojos. Fue un diálogo sin palabras, las miradas pueden expresar, con toda la elocuencia, un instante especial.
Rodee el escritorio, la tomé de las manos para pararla, sin oposición acerqué mi cuerpo al suyo. Notándome turbado, me sonreía, sentí su calor.
Nuestras bocas próximas, se unieron, sin resistencia de su parte, en un contacto de labios afiebrados, buscando la humedad de los otros. Nos fundimos en un beso lleno de intensidad, los ojos cerrados para sentirlo en toda su emoción.
La erección en mi entrepiernas, no le pasó desapercibida.
-Perooo, ….. ¿Qué haces Julio? … esto no puede pasar ….- protestó sin siquiera amagar separarse.
Yo, presa de una urgencia incontrolable, volví a besarla. Le propuse porfía de lenguas. Se prendió enroscando la suya en la mía. Tuvo un rapto de cordura, al percibir mis manos en las proximidades de sus glúteos, se desvinculó de mi abrazo:
-¡Basta, Julio … somos grandes …con familia …mirá si alguien nos ve, sería un bochorno. – Se encaminó hacia la puerta.
-Soledad ¿qué te parece si almorzamos juntos? –
Se detuvo y, sin girar la cabeza, respondió:
-Sí, me parece bien, tenemos que hablar de esta barbaridad. -
-Te espero, no tan cerca de aquí, en el restaurante del hotel N.H. en la esquina San Martín y Tres Sargentos a la una y media. -
Mi elección fue intencionada: a 50 metros del restaurante está un hotel transitorio para parejas. No sé si Soledad lo sabía.
Durante la primera parte del almuerzo, la conversación giró alrededor de la pretendida, por ella, inviabilidad de una relación íntima:
a-Estamos casados con hijos
b-Donde se come no se coge, a la larga hay conflicto.
c-Si nos descubren, va a haber muchos heridos.
d- ……..
Pero, poco a poco, la mutua atracción (e incremento de temperatura) fue desplazando las objeciones, afloró, vehemente, la excitación sexual. Llamé al mozo, que sonrió cómplice, al vernos tomados de las manos, los ojos en los ojos. Pagué la cuenta y caminamos 50 metros por el pasaje Tres Sargentos.
En el hotel Horizonte nos estrechamos entre los brazos, a los besos apasionados, se sumó el deslizar mis manos por encima y por debajo de su ropa, con caricias, con apetito inmoderado, en sus senos firmes y desafiantes, en sus glúteos pimpantes y en su pelvis y concha. Soledad, con el deseo sexual al límite, desabrochó mi camisa me acarició y besó el tórax y, luego bajó el cierre del pantalón, apartó el slip para manotear mi miembro tensado. Ya no soporté más dilación, la levanté, como pude, en mis brazos – es armoniosa pero grandota - y la lleve a la cama, la fui desnudando a la vez que besaba cada centímetro de su piel.
Atrapado por una irrefrenable necesidad de sexo, me desvestí raudamente, me ubiqué encima de ella y la penetré como desesperado. No se resistió, se dejó coger, reconcentrada sin alharacas, con alucinantes movimientos del cuerpo, besos profundos, protestas apenas audibles “nooo...seguíiii” “no seas maloo …” si paraba de bombear. De pronto empezó a moverse, embargada por una extrema calentura Nos cogimos como posesos, sobrevino mi intensa acabada, con desparpajo de semen en su concha. Mi verga, por suerte, siguió tiesa y bombeando, lo suficiente para que ella alcance su primer orgasmo conmigo, Me abrazó, tan fuerte que aún lo recuerdo, sin ahorrarse gemidos y suspiros.
Fueron espléndidos orgasmos, ambos, con toda la furia, la desesperación y su necesidad de alivio. A medio reponer, ambos susurramos mutuos halagos y agradecimientos, nos levantamos y duchamos, por separado, de haberlo hecho juntos no nos habríamos separado con la prontitud necesaria. Dejamos el hotel urgidos por compromisos laborales a hora fija. Ella por una reunión con un importante cliente, yo con la gerencia de la empresa.
Calmadas las ganas, de momento, quedamos en repetir al día siguiente.
Fue así, y resultó más variado – múltiples polvos y posiciones, sexo oral y anal, etc... - y seguimos reincidiendo, ni tanto ni tan poco. Ella pretexta visita a clientes, yo variados motivos, para retirarnos con suficiente tiempo para disfrutar turnos de hotel de 2 a 3 horas y regresar a casa en horarios habituales.
2 comentarios - Pago en especie.
Buen post, van 8 puntos
¿Cuantas amantes mantienes al mismo tiempo?