Mi hermano estaba preso hace dos meses y me habían avisado que lo habían golpeado tenía que ir a verlo, me llamo Sandra, soy chiquita, ese día me moría de calor estábamos en pleno verano, me puse una falda holgada, no podíamos usar pantalón pues se supone que eso provocaba a los presos, y una blusita manga acero, la verdad es que aun así, los presos nos miraban con unos ojos que se les salían, me imagino que años sin estar con mujer los ponía así, y yo que era grande de busto y colita, bueno pero en si eran respetuosos, y más sabiendo que mi hermano era bravo, me amarre mi pelo negro en una cola de caballo y me fui.
Después de pasar la revisión, fui al pabellón de mi hermano, su mejor amigo era un moreno alto y flaco lleno de tatuajes, no pudo evitar mirarme de arriba a abajo, yo ya estaba acostumbrada, -Sandrita tu hermano está mal muy mal, pero yo lo estoy cuidando-. Me llevo hasta él estaba en el patio en una silla de ruedas y con un vendaje en la cabeza, -pero que te han hecho Hugo-, él estaba atontado, y no me respondía, el moreno que se llamaba Pepe, me dijo que había tenido una pelea con un matón, y que entre tres le habían golpeado la cabeza y le habían fracturado una pierna, y que él lo estaba cuidando pues querían matarlo de todas maneras, lo habían curado y después lo habían devuelto al pabellón, tenía que ayudarlo para todo.
Le había traído unas sábanas nuevas y comida, pepe, me dijo -Sandrita mejor dejemos eso en mi celda pues la de tu hermano la tienen vigilada sígueme. Él fue caminando hasta el fondo donde era más solitario, como era día de visita casi todos los presos y visitas estaban en el patio, en la penúltima celda el abrió la puerta y me hizo pasar, allí solo había unos cajones de madera y un colchón viejo en el suelos, -Sandrita mete tus cosas en cualquiera de los cajones, que aquí nadie entra solo yo. Me agache y metí el paquete de ropa en uno de los cajones, -hay 4 sabanas y dos frazadas puedes quedarte con una frazada, te va a ser…
No pude continuar hablando pues sentí unos brazos poderosos que me tiraban al colchón y una mano que me tapaba la boca -Sandrita no grites, tu sabes que yo soy el único que puede cuidar a tu hermano y mantenerlo vivo, no seas mala conmigo y te juro que lo cuidare con mi vida. Mientras decía esto la otra manota ya la tenía debajo de mi falda y me trataba de bajar mi tanguita, en un segundo pensé que era verdad lo que decía, el sintió mi duda, pues saco su mano de mi boca, y ahora con sus dos manos me bajaba mi calzoncito, yo la verdad no me resistía -no seas malo Pepe, no lo hagas, no no no, noooo...
Él se había bajado el pantalón en un segundo y separando mis piernas me la metió de un tirón -um um que rica concha Sandrita, um um um, hace un año que no lo hago, linda linda, siempre te había deseado, me había mas mas mas masturbado pensando en ti, um um, estas mojadita mojadita, que rico.
La verdad es que ir a visitar a mi hermano siempre me había excitado, pues todos los presos me comían con la mirada, y esa sensación, más el hecho de que mi esposo con sus viajes solo lo podía ver una vez al mes, hacían que las fantasías volaran en mi mente, y la verdad es que al entrar a su celda, había comenzado a temblar de miedo y de excitación, el había comenzado a meterla y sacarla, meterla y sacarla, rozaba las paredes de mi conchita y me volvía loca, me tenía que morder los labios para no gritar como una perra, no había visto su verga pero sintiendo como entraba y salía de mí, de hecho era más larga y gruesa que la de mi esposo, no podía creer lo que pasaba, nunca había sido infiel a mi marido en 10 años de matrimonio, yo tenía 29, y ahora estaba con las piernas abiertas, sin calzón y con un maleante moreno encima mío y yo disfrutando, -um um um Sandrita que rico te mueves, um um, uuuuuu, que rio me la muerde tu concha, te te voy voy a dar lo que no te da tu marido.
Y sin más me puso las piernas en sus hombros y me la comenzó a meter más violentamente, tanto que se sentía como sus huevos golpeaban mi potito, en cada arremetida, más y más, adentro y afuera adentro y afuera, la verdad es que no podía controlar mi cuerpo que se movía a su ritmo, todo me dio vueltas y me vino un orgasmo violento, no sé cuánto duro, pero cuando regrese en mí el seguía con el mete y saca, no sé con qué cara lo habría visto, creo que con la cara de una perra arrecha y agradecida, él se dio cuenta y sin sacarla, me abrazo y comenzó a besarme, yo no lo rechacé, sino que le correspondí, y nuestras lenguas jugaban, su olor a sudor y licor me excitaban mas, y le lamia la cara, el seguía mintiéndomela, paro un segundo me desabrocho la blusa, y de un tirón me saco el brasier, mis tetas saltaron, puso una mirada de poseído y se lanzó a lamerlas y chupar mis pezones que estaban paraditos, su cara sucia y sin afeitar al rozar con mis senos y pezones me volvían loca, no podía mas -papi sigue sigue, métemela mas mas, no pares, mas mas no saques tu verga linda, mas maaaaa…
Sentí que me abrazaba más, nada me importaba en ese momento yo lo abrace mas y mis piernas se sujetaron como tenazas a su espalda, entonces fue que lo sentí -me vengo me vengo, ya ya yaaaa...
Sentí un chorro de semen caliente dentro de mí, no me importaba nada y lo seguía estrechando más y más, sentía que flotaba, nos vinimos los dos simultáneamente, cuando regrese en mí, me sentí rara, excitada, culpable, el me miro, nos cambiamos rápidamente, y regresamos al patio para ver a mi hermano, creo que voy a tener que visitar más frecuentemente a mi hermano, su salud es lo primero.
Después de pasar la revisión, fui al pabellón de mi hermano, su mejor amigo era un moreno alto y flaco lleno de tatuajes, no pudo evitar mirarme de arriba a abajo, yo ya estaba acostumbrada, -Sandrita tu hermano está mal muy mal, pero yo lo estoy cuidando-. Me llevo hasta él estaba en el patio en una silla de ruedas y con un vendaje en la cabeza, -pero que te han hecho Hugo-, él estaba atontado, y no me respondía, el moreno que se llamaba Pepe, me dijo que había tenido una pelea con un matón, y que entre tres le habían golpeado la cabeza y le habían fracturado una pierna, y que él lo estaba cuidando pues querían matarlo de todas maneras, lo habían curado y después lo habían devuelto al pabellón, tenía que ayudarlo para todo.
Le había traído unas sábanas nuevas y comida, pepe, me dijo -Sandrita mejor dejemos eso en mi celda pues la de tu hermano la tienen vigilada sígueme. Él fue caminando hasta el fondo donde era más solitario, como era día de visita casi todos los presos y visitas estaban en el patio, en la penúltima celda el abrió la puerta y me hizo pasar, allí solo había unos cajones de madera y un colchón viejo en el suelos, -Sandrita mete tus cosas en cualquiera de los cajones, que aquí nadie entra solo yo. Me agache y metí el paquete de ropa en uno de los cajones, -hay 4 sabanas y dos frazadas puedes quedarte con una frazada, te va a ser…
No pude continuar hablando pues sentí unos brazos poderosos que me tiraban al colchón y una mano que me tapaba la boca -Sandrita no grites, tu sabes que yo soy el único que puede cuidar a tu hermano y mantenerlo vivo, no seas mala conmigo y te juro que lo cuidare con mi vida. Mientras decía esto la otra manota ya la tenía debajo de mi falda y me trataba de bajar mi tanguita, en un segundo pensé que era verdad lo que decía, el sintió mi duda, pues saco su mano de mi boca, y ahora con sus dos manos me bajaba mi calzoncito, yo la verdad no me resistía -no seas malo Pepe, no lo hagas, no no no, noooo...
Él se había bajado el pantalón en un segundo y separando mis piernas me la metió de un tirón -um um que rica concha Sandrita, um um um, hace un año que no lo hago, linda linda, siempre te había deseado, me había mas mas mas masturbado pensando en ti, um um, estas mojadita mojadita, que rico.
La verdad es que ir a visitar a mi hermano siempre me había excitado, pues todos los presos me comían con la mirada, y esa sensación, más el hecho de que mi esposo con sus viajes solo lo podía ver una vez al mes, hacían que las fantasías volaran en mi mente, y la verdad es que al entrar a su celda, había comenzado a temblar de miedo y de excitación, el había comenzado a meterla y sacarla, meterla y sacarla, rozaba las paredes de mi conchita y me volvía loca, me tenía que morder los labios para no gritar como una perra, no había visto su verga pero sintiendo como entraba y salía de mí, de hecho era más larga y gruesa que la de mi esposo, no podía creer lo que pasaba, nunca había sido infiel a mi marido en 10 años de matrimonio, yo tenía 29, y ahora estaba con las piernas abiertas, sin calzón y con un maleante moreno encima mío y yo disfrutando, -um um um Sandrita que rico te mueves, um um, uuuuuu, que rio me la muerde tu concha, te te voy voy a dar lo que no te da tu marido.
Y sin más me puso las piernas en sus hombros y me la comenzó a meter más violentamente, tanto que se sentía como sus huevos golpeaban mi potito, en cada arremetida, más y más, adentro y afuera adentro y afuera, la verdad es que no podía controlar mi cuerpo que se movía a su ritmo, todo me dio vueltas y me vino un orgasmo violento, no sé cuánto duro, pero cuando regrese en mí el seguía con el mete y saca, no sé con qué cara lo habría visto, creo que con la cara de una perra arrecha y agradecida, él se dio cuenta y sin sacarla, me abrazo y comenzó a besarme, yo no lo rechacé, sino que le correspondí, y nuestras lenguas jugaban, su olor a sudor y licor me excitaban mas, y le lamia la cara, el seguía mintiéndomela, paro un segundo me desabrocho la blusa, y de un tirón me saco el brasier, mis tetas saltaron, puso una mirada de poseído y se lanzó a lamerlas y chupar mis pezones que estaban paraditos, su cara sucia y sin afeitar al rozar con mis senos y pezones me volvían loca, no podía mas -papi sigue sigue, métemela mas mas, no pares, mas mas no saques tu verga linda, mas maaaaa…
Sentí que me abrazaba más, nada me importaba en ese momento yo lo abrace mas y mis piernas se sujetaron como tenazas a su espalda, entonces fue que lo sentí -me vengo me vengo, ya ya yaaaa...
Sentí un chorro de semen caliente dentro de mí, no me importaba nada y lo seguía estrechando más y más, sentía que flotaba, nos vinimos los dos simultáneamente, cuando regrese en mí, me sentí rara, excitada, culpable, el me miro, nos cambiamos rápidamente, y regresamos al patio para ver a mi hermano, creo que voy a tener que visitar más frecuentemente a mi hermano, su salud es lo primero.
2 comentarios - Infidelida: me deje seducir en la carcel