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El profesor particular (Fantasía)

El profesor particular (Fantasía)


Una historia, un protagonista, una fantasía. Todos nos hemos dejado llevar alguna que otra vez por nuestra mente. En esta página nos interesan las fantasías y los protagonistas de nuestros relatos se encargan de vivir las suyas a flor de piel. Una historia por día, un protagonista nuevo, una fantasía distinta. Dejate llevar por la imaginación...


El profesor particular
¿Cómo hace un chico para estar tan bueno? Damián es lindo, tiene una sonrisa perfecta, un lomo que derrite a cualquiera, un culo que te dan ganas de morderlo, y para colmo es súper simpático. Es el chico perfecto. Pero para él yo soy intocable. ¿Por qué? Por el imbécil de mi hermano. Damián y él son amigos de la secundaria, y por más de que siempre tuvimos muchísima onda, nunca pudimos hacer nada porque a José, mi hermano, no le gusta nada.
Todo empezó cuando yo tenía 15 años. Ellos dos eran culo y calzón y para que mi hermano no se aburriera en mi cumpleaños lo invité a él. Obviamente ellos tenían 19 y Dami, como yo le digo, estaba buenísimo. Todas mis amigas me lo decían, pero yo no me lo iba a encarar ahí. Así que dejamos pasar el tiempo y cuando ya teníamos 18 y 22 empezamos a hablar y a organizar cosas. “No puedo Ro, soy el amigo de tu hermano” me decía él. Pero toda espera tiene su recompensa.
Después de varios meses él se animó y me invitó a salir, obviamente José no sabía nada, pero fuimos al cine, después a comer y al final, antes de que me llevara a mi casa nos besamos. Para mí, era tocar el cielo con las manos. La relación prosperó lentamente, pero llegamos a la cama después de 3 meses de idas y vueltas. Fue excelente. No solo era hermoso y buena onda, sino que tenía unos 18 centímetros de pija que te hacían ver a los dioses.
Pero mi hermano se enteró y se calentó mal. Primero conmigo y después con él. Y como no podíamos cambiar nada, tuvimos que dejarlo. Fue incluso mucho más difícil cuando arranqué a estudiar la misma carrera que él. “¿Rocío vos no lo haces para verlo a él verdad?”, me preguntó mi hermano antes de mi primer día de cursillos previos. Obviamente la carrera me gustó siempre, pero Damián fue la razón por la que me decidí.
Ya pasaron 2 años de eso, pero todavía lo sigo queriendo y él a mí. Es obvia la tensión que hay entre nosotros dos cuando nos juntamos. Nos morimos de ganas de comernos la boca, pero no sé si va a volver a pasar. Para colmo la facultad no me ayudó en nada. Las materias complicadas, mucho estudio, poco tiempo para mis amigos y profesores particulares. Hasta que a un día a mi mamá se le ocurrió la mejor idea de su vida:
- ¿Por qué no le decís a Damián que te ayude con esa materia?- Sugirió un día en la cena.- ¿Él no fue ayudante de cátedra por 2 años?
- Me parece que fue de otra.- Le contestó mi hermano enojado, pero sabía que no era verdad.
- No. Mamá tiene razón.- Le digo y rápido miro a mi vieja para no ver la cara que ponía José.- Le voy a preguntar.
Y obviamente él me dijo que sí. Le gustaba enseñar, y a pesar de la tención él sabía pilotearla mucho mejor que yo. Así que supuse que no iba a ser problema que me ayudara a estudiar. Tratábamos de irnos a la biblioteca de la facultad, al bar de la esquina, o como mucho a un parque. Queríamos evitar las casas, en especial la mía. Al principio yo estaba un poco incómoda, pero él relajaba la situación. Me explicó todo lo que necesitaba en 5 clases, pero como no quería dejar de verlo, le pedí que me ayudara para el examen de mitad de año. Así que seguimos viéndonos hasta que yo rindiera.
Faltaban dos días para el parcial y a pesar de que ya sabía todo, necesitaba repasar con él. Me daba seguridad y él no tenía problema en ayudarme ya que había rendido su última materia hacia unos días. Era un día de lluvia cuando me llama para decirme que mejor nos veamos en alguna casa, porque la biblioteca quedaba lejos y nos íbamos a empapar y le sugerí de ir a la suya, que vivía menos de 10 cuadras.
Unos minutos antes de la hora pactada, agarré el paraguas y salí de casa. Llovía torrencialmente, por lo que me apuré a llegar a su casa, esquivando charcos y tratando de caminar bien pegada a la pared. Pero me empapé. Llegué a la puerta de su casa, le toqué el timbre varias veces para apurarlo y él abrió.
¡Ah bueno! El flaco me recibió con un short deportivo y en cuero. “Pasá” me dijo al ver que me quedé en la puerta mirándolo boquiabierta. Estaba igual de empapado que yo. Me contó que acababa de llegar del súper y que se mojó todo y que justo se estaba cambiando. No podía creerlo. Quería agarrarlo así como estaba y matarlo arriba de la mesa.
- ¿Querés una toalla?- Me preguntó mirándome y comprobando que yo también estaba mojada. El problema es que ahora estaba más mojada ahí abajo.
- Por favor.- Le digo riéndome. Y así vestido se dio media vuelta y se fue al baño. Pude verle el bóxer empapado abajo del pantalón, que le resaltaba el culo divino que tenía.
Nos secamos, él se puso una remera y nos sentamos a estudiar. Estuvimos un buen rato viendo un tema que él me dijo que ese profesor siempre lo preguntaba. Pero me costaba horrores concentrarme. Lo veía, con el pelo todavía mojado, la remera que se le pegaba un poco a la espalda, los labios que se movían explicándome las cosas. La mente se me iba y volvía al momento en el que me abría la puerta, totalmente en cuero y con esas abdominales increíbles en su panza. No quería estudiar, quería besarlo…

Y lo besé. Me acerqué despacio a su boca y lo besé como siempre había querido en esos años. Y él me besó. Enseguida me di cuenta que se había aguantado las ganas de besarme en estos últimos dos años, pero no pudo rechazarlo. De hecho, le puso tanta pasión al beso que antes de que me diera cuenta me había agarrado de la nuca y me estaba tocando la pierna con la otra mano. Sabía cómo iba a terminar eso. Después de tantos años de espera el sexo era inevitable.
Así que decidí no dar muchas vueltas y me senté encima de él, sin despegarnos la boca. Su lengua estaba loca y me moría de ganas de sentirla otra vez entre mis piernas. Me fui sacando de a poco la remera que todavía seguía mojada hasta quedarme en corpiño. Él me miró las tetas, mi mayor arma, y me sonrío. Aproveché para sacarle la remera y poder verle otra vez el pecho ese increíble que tenía, excelentemente trabajado. Volvimos a los beses con muchísima pasión. Él me abrazó y fue buscando el corpiño hasta desabrochármelo casi de una. Me lo sacó y lo tiró a un costado.
Me pidió que le diera lugar y se levantó. De un saque tiró todo lo que había arriba de la mesa, me levantó del culo y me sentó ahí para abrazarme y volver a besarme con muchísima pasión. Me estaba encendiendo por dentro de una manera que no me pasaba hacia muchísimo tiempo. Damián me acostó sobre la mesa y fue besándome desde la boca hasta la panza pasando por el cuello y un buen rato por las tetas. Después me desabrochó el jean y me lo sacó casi desesperado por verme completamente desnuda, pero se sorprendió bastante al ver que tenía puesta una cola less blanca.
- Te viniste preparada.- Me dijo riéndose.
Pero me duró poco. Dami, loco por volverme a tener me la sacó casi a los tirones y la sumó a la montaña de ropa. Me guiñó un ojo y se agachó hasta quedar a la altura de mi cintura, me abrió las piernas y se dedicó a hacerme feliz. Ya me la había chupado en otras ocasiones, y siempre había conseguido el mismo resultado, hacerme llegar a un orgasmo con su lengua. No sé como lo hacía, pero me daba tanto placer que no podía evitarlo. Y lo estaba haciendo otra vez, me volvía loca. Me la chupaba entera y después se detenía encima del clítoris y me lo relamía dándome un placer increíble.
Esta vez se ayudó con los dedos. Mientras que con su lengua hacia magia, sus dedos me iban abriendo de a poquito. Era tal la excitación que tenía, que me tuve que tapar la boca para no gritar del placer. Damián movía su lengua para todos lados y me metía y me sacaba los dedos a toda velocidad. Lo estaba disfrutado a más no poder y no me pude contener. Largue un gritó de placer pleno cuando acabé sobre su cara. Él se levantó y me enseñó su sonrisa perfecta. Le encantaba hacerme acabar de esa manera.
Se bajó el pantalón y el slip de una sola vez y pude verle su tremenda pija después de tantos años. ¡Como la extrañaba! “Metemela ya” le dije con tono casi desesperado. Pero no hizo falta. Damián ya la tenía sobre sus manos, y me la estaba metiendo en la concha. Entró de una, y nuevamente no pude evitar un gemido de satisfacción al volver a sentir esa inmensa verga que tantas alegrías me había dado.
Y me empezó a coger como otras veces. Además de tener una personalidad que enamora y un cuerpo que derrite, Damián coge excelente. Empezó despacio, con algunas caricias en mis tetas y en mi panza, mientras yo le pasaba la mano sobre las abdominales y me volvía loca viéndolo ahí adelante mío. Después fue aumentando la velocidad, haciéndome ir de adelante para atrás sobre la mesa. La felicidad que tenía en ese momento se debía solamente a lo bien que me estaba haciendo el amor ese chico. Podía sentir su verga entrar y salir casi por completo de mi concha una y otra vez.
Cambiamos de pose después de un rato. Me hizo bajar y ponerme de espaldas a él, tiré mi cuerpo sobre la mesa y empezamos a coger de parado. Me agarró de la cintura, y esta vez fue más violento que romántico. Me cogió como nunca lo había hecho, con unas ganas increíbles. Podía sentir como su cintura rebotaba en mi culo cada vez que me la metía bien adentro. Yo me agarraba del otro lado de la mesa y disfrutaba cada vez que me taladraba la conchita.
- Vení, trágate mi lechita.- Me dijo después de un buen rato de cogerme de parada.
Y yo me di vuelta y me arrodillé delante de él. Le encantaba acabarme en la boca, y a mí me volvía loca que me tiraran el semen en la cara, siempre me gustó y él como había sido el primero en hacerlo sabía que podía. Se empezó a pajear a toda velocidad, pero decidí darle un poco más de pasión. Lo obligué a soltarse la pija y se la agarré yo con la mano, y mientras lo pajeaba, se la chupaba como una puta profesional. Me la metía y me la sacaba de la boca hasta donde le daba, y mi lengua le repasaba todo el tronco cada vez que entraba y cada vez que salía.
Damián no tardó en acabar, y cuando lo hizo fue una cantidad de semen increíble. El primer chorro fue a parar directo a mi boca, después a mi cara y los últimos a mis tetas. Estaba cubierta de su leche, y después de tragarme la que tenía en la lengua se la seguí chupando para sacarle la última gota. Levanto los ojos y lo veo a él, sonriéndome y completamente satisfecho…

- ¿Entendiste?- Me preguntó Damián.
Volvíamos a estar sentados, vestidos y estudiando. “Sí” le digo tratando de volver a la realidad. Todo había sido parte de mi imaginación, los besos, él chupándomela, cogiéndome, el pete, su leche. Todo parte de mi imaginación. Lo único que era real en ese momento era la humedad que sentía entre mis piernas y las ganas de volver a acostarme con el mejor amigo de mi hermano.

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