Vi a mi suegra en tetas.
Vi a mi suegra en tetas y desde ese día no puedo dejar de pensar en otra cosa más que en su cara, su respiración, mientras se las muerdo; en su perfume -que es de vieja, pero me calienta- y sus cremas antiarrugas pegoteandonos mientras tiemblo y voy tanteando si le gusta o me va a sacar cagando. Mientras tiembla y se deja llevar.
Fue una de esas tantas veces en las que mi señora insistió en que vaya a su casa a esperarla a que llegara del trabajo. Era más práctico, sí, y con mi suegra nos llevamos bien. No es una relación fluida ni de compinches, pero nos llevamos bien y no había problema. Podía ir y tirarme a ver tele o boludear con el teléfono sin que nadie diga nada.
Ella, mi suegra, también llegaba de trabajar ese día y quería hacer la suya, así que todos contentos. Ese día no tenía nada de extraño ni de particular. Pero todavía no sé por qué sentí algo cuando me dijo que se iba a ir a bañar porque no daba más del pegote. Algo más. Algo que me nacía de la parte de abajo de la panza y llegaba hasta los huevos. Hoy diría que fue calentura. En ese momento era raro y me movía.
Obviamente no iba a entrar a la ducha y me la iba a coger de prepo, porque hasta el momento nada de esto era palpable, no pasaba de alguna agachada repentina que revelaba escotes jugados o cosquillas boludonas, inocentes. Hubo un solo antecedente de "algo" hasta ese momento. Uno solo que todavía no me puedo sacar de la cabeza y capaz fue la semilla de esto que hoy ya es un árbol.
Un día que nos habíamos quedado a dormir ahí me levanté temprano al baño y, como muchos hombres sabrán, el noventa y nueve por ciento de los días nos levantamos con la pija parada. Esperé porque sabía que ella estaba despierta y no daba salir al palo. Cuando la cuestión se bajó un poco, a niveles decentes, salí despacio y la vi en la cocina, desayunando. Me vio y entré a saludarla, como siempre. Pero se ve que la cuestión no había bajado del todo, porque cuando me acerqué le vi la cara.
Levantó las cejas, abrió los ojos muy rápido e hizo una pequeña mueca con la boca. Todo fue un segundo, tapó todo con la taza y se hizo la que tomaba, pero seguía con las cejas levantadas, mirándome la pija, que no es enorme ni descomunal, no estaba parada, pero se marcaba. Toció un poco y levantó la mirada. Me saludó como si nada. La saludé como si nada. Fui al baño y me volví a acostar.
Ahí quedó. Me llamó un poco la atención y nada más. Pero la semilla estaba plantada. Hubo una chispa.
Desde ese día hubo cosas más raras. Los abrazos duraban más, los besos eran más torcidos, las cosquillas inocentonas eran más frecuentes. Había agarradas de mano y de orejas repentinas. Me contaba que no podía esperar a sacarse el corpiño... El que piense que soy un pajero y estoy canchereando seguro deja de leer acá.
Hasta el día en el que la vi en tetas no pasaba nada más. Ese día yo estaba en la cama, boludeando con el celular. Ella se estaba bañando. Nada extraño, escuché un ruido raro, como que se había caído algo y me acerqué a ver qué onda. Nada. Le pregunté si estaba bien, todo sin abrir la puerta, ni siquiera sin tocar el picaporte. Me dijo que sí y me fui a seguir en la mía.
Escuché que había terminado. El agua no corría más. Escuché la puerta que se abría y después nada más por veinte minutos. Me pareció raro, porque suele ir y venir, hacer ruido, algo. Pero no había nada.
Pasaron diez minutos más y tenía ganas de ir al baño, así que me levanté y encaré por el pasillo. No la vi en la cocina y creí que estaba en su pieza. Llegué a la puerta del baño mirando el celular y levanté la vista para entrar.
Ahí estaba, parada frente al espejo. En tetas. Unas tetas más grandes de lo que me esperaba. Un poco caídas, un poquito arrugadas en el medio, pero hermosas. Pálidas, con pezones bien grandes y apagados. Transparentes se podría decir, pero con un poquito de rosa.
Se dio vuelta de golpe, me miró a los ojos. La miré a los ojos, congelado. Ella dijo "Ay", yo dije "uy". Se quedó de frente un segundo y aunque juro que fue un solo segundo, dos como mucho, no puedo sacarme esas tetas de la cabeza. Cuando giró rebotaron un poco y las quise ver un rato más, pero ni bien dijo "ay" se había dado vuelta y se estaba poniendo una remera.
Me hablaba, como si nada hubiera pasado. Le hablaba, para hacerme el boludo. Le dije que pensé que le había pasado algo -una excusa re pelotuda- y me dijo que no, que estaba todo bien. Por el espejo la veía enredada en la remera, luchando para ponérsela.
Me fui a la cocina. Con las piernas temblándome y la pija algo dura, no del todo, pero despierta.
Después de un rato vino, hablamos y nadie dijo nada al respecto.
Pero esas tetas perfectas, caidas, bien blancas, grandes y encremadas me siguen volviendo loco.
No sé si le pasará algo parecido. Solo sé que después de eso le dije que me iba a ir a bañar yo. Y cuando me estaba desvistiendo dejé la puerta bastante abierta. Me dije que esa era una buena prueba. Todavía no sé de qué.
Pero funcionó. Desde el pasillo me preguntó si estaba desnudo. Estaba, pero le dije que no. Para evitar el papelón me puse el bóxer, solo el bóxer, y me toqué un poco para que se note. Quería ver la misma cara que había visto esa mañana y que había sido el primer chispazo de esto. Vino con el celular en la mano y me preguntó algo que ni ella sabía qué era. Algo así como que no podía ver los mensajes que le llegaban de no sé dónde. Me le acerqué lo más que pude y le toqué los brazos, revisé el celular y no toqué nada. Me dijo que no me preocupe y que me bañe tranquilo.
Me miró, pero yo estaba buscando un hueco para volver a ver esas tetas de nuevo así que no pude fijarme qué cara tenía. Me bañé y salí, hice ruido pero no vino. Ahí quedó todo por ahora.
Yo sin poder dejar de pensar en esas tetas que sigo espiando cuando se agacha de golpe, cuando me recibe en la casa ya sin corpiño y me abraza. Ella haciendo caras sutiles y fugaces.
Será cuestión de otra ducha, de otro momento, de otro "ay".
Vi a mi suegra en tetas y desde ese día no puedo dejar de pensar en otra cosa más que en su cara, su respiración, mientras se las muerdo; en su perfume -que es de vieja, pero me calienta- y sus cremas antiarrugas pegoteandonos mientras tiemblo y voy tanteando si le gusta o me va a sacar cagando. Mientras tiembla y se deja llevar.
Fue una de esas tantas veces en las que mi señora insistió en que vaya a su casa a esperarla a que llegara del trabajo. Era más práctico, sí, y con mi suegra nos llevamos bien. No es una relación fluida ni de compinches, pero nos llevamos bien y no había problema. Podía ir y tirarme a ver tele o boludear con el teléfono sin que nadie diga nada.
Ella, mi suegra, también llegaba de trabajar ese día y quería hacer la suya, así que todos contentos. Ese día no tenía nada de extraño ni de particular. Pero todavía no sé por qué sentí algo cuando me dijo que se iba a ir a bañar porque no daba más del pegote. Algo más. Algo que me nacía de la parte de abajo de la panza y llegaba hasta los huevos. Hoy diría que fue calentura. En ese momento era raro y me movía.
Obviamente no iba a entrar a la ducha y me la iba a coger de prepo, porque hasta el momento nada de esto era palpable, no pasaba de alguna agachada repentina que revelaba escotes jugados o cosquillas boludonas, inocentes. Hubo un solo antecedente de "algo" hasta ese momento. Uno solo que todavía no me puedo sacar de la cabeza y capaz fue la semilla de esto que hoy ya es un árbol.
Un día que nos habíamos quedado a dormir ahí me levanté temprano al baño y, como muchos hombres sabrán, el noventa y nueve por ciento de los días nos levantamos con la pija parada. Esperé porque sabía que ella estaba despierta y no daba salir al palo. Cuando la cuestión se bajó un poco, a niveles decentes, salí despacio y la vi en la cocina, desayunando. Me vio y entré a saludarla, como siempre. Pero se ve que la cuestión no había bajado del todo, porque cuando me acerqué le vi la cara.
Levantó las cejas, abrió los ojos muy rápido e hizo una pequeña mueca con la boca. Todo fue un segundo, tapó todo con la taza y se hizo la que tomaba, pero seguía con las cejas levantadas, mirándome la pija, que no es enorme ni descomunal, no estaba parada, pero se marcaba. Toció un poco y levantó la mirada. Me saludó como si nada. La saludé como si nada. Fui al baño y me volví a acostar.
Ahí quedó. Me llamó un poco la atención y nada más. Pero la semilla estaba plantada. Hubo una chispa.
Desde ese día hubo cosas más raras. Los abrazos duraban más, los besos eran más torcidos, las cosquillas inocentonas eran más frecuentes. Había agarradas de mano y de orejas repentinas. Me contaba que no podía esperar a sacarse el corpiño... El que piense que soy un pajero y estoy canchereando seguro deja de leer acá.
Hasta el día en el que la vi en tetas no pasaba nada más. Ese día yo estaba en la cama, boludeando con el celular. Ella se estaba bañando. Nada extraño, escuché un ruido raro, como que se había caído algo y me acerqué a ver qué onda. Nada. Le pregunté si estaba bien, todo sin abrir la puerta, ni siquiera sin tocar el picaporte. Me dijo que sí y me fui a seguir en la mía.
Escuché que había terminado. El agua no corría más. Escuché la puerta que se abría y después nada más por veinte minutos. Me pareció raro, porque suele ir y venir, hacer ruido, algo. Pero no había nada.
Pasaron diez minutos más y tenía ganas de ir al baño, así que me levanté y encaré por el pasillo. No la vi en la cocina y creí que estaba en su pieza. Llegué a la puerta del baño mirando el celular y levanté la vista para entrar.
Ahí estaba, parada frente al espejo. En tetas. Unas tetas más grandes de lo que me esperaba. Un poco caídas, un poquito arrugadas en el medio, pero hermosas. Pálidas, con pezones bien grandes y apagados. Transparentes se podría decir, pero con un poquito de rosa.
Se dio vuelta de golpe, me miró a los ojos. La miré a los ojos, congelado. Ella dijo "Ay", yo dije "uy". Se quedó de frente un segundo y aunque juro que fue un solo segundo, dos como mucho, no puedo sacarme esas tetas de la cabeza. Cuando giró rebotaron un poco y las quise ver un rato más, pero ni bien dijo "ay" se había dado vuelta y se estaba poniendo una remera.
Me hablaba, como si nada hubiera pasado. Le hablaba, para hacerme el boludo. Le dije que pensé que le había pasado algo -una excusa re pelotuda- y me dijo que no, que estaba todo bien. Por el espejo la veía enredada en la remera, luchando para ponérsela.
Me fui a la cocina. Con las piernas temblándome y la pija algo dura, no del todo, pero despierta.
Después de un rato vino, hablamos y nadie dijo nada al respecto.
Pero esas tetas perfectas, caidas, bien blancas, grandes y encremadas me siguen volviendo loco.
No sé si le pasará algo parecido. Solo sé que después de eso le dije que me iba a ir a bañar yo. Y cuando me estaba desvistiendo dejé la puerta bastante abierta. Me dije que esa era una buena prueba. Todavía no sé de qué.
Pero funcionó. Desde el pasillo me preguntó si estaba desnudo. Estaba, pero le dije que no. Para evitar el papelón me puse el bóxer, solo el bóxer, y me toqué un poco para que se note. Quería ver la misma cara que había visto esa mañana y que había sido el primer chispazo de esto. Vino con el celular en la mano y me preguntó algo que ni ella sabía qué era. Algo así como que no podía ver los mensajes que le llegaban de no sé dónde. Me le acerqué lo más que pude y le toqué los brazos, revisé el celular y no toqué nada. Me dijo que no me preocupe y que me bañe tranquilo.
Me miró, pero yo estaba buscando un hueco para volver a ver esas tetas de nuevo así que no pude fijarme qué cara tenía. Me bañé y salí, hice ruido pero no vino. Ahí quedó todo por ahora.
Yo sin poder dejar de pensar en esas tetas que sigo espiando cuando se agacha de golpe, cuando me recibe en la casa ya sin corpiño y me abraza. Ella haciendo caras sutiles y fugaces.
Será cuestión de otra ducha, de otro momento, de otro "ay".
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