Otra noche perdida en casa. Solo, como siempre, cansado y aburrido decidí ir a tomar unas copas a un bar cercano.
Con mis 50 años, hay momento en que lamento no haberme esforzado mas en mantener mi matrimonio, pero simplemente, cuando tenía 40 años, lo dejé que se destruyera en mil pedazos, y a partir de allí, con altos y bajos, me adapté a vivir solo.
Pero esa noche, por alguna razón, las paredes de mi casa me ahogaban, así que necesitaba salir.
Llegué al bar y me acodé en la barra. No tenía ganas de sentarme en una mesa, a pesar de que era temprano y el local no estaba del todo lleno.
Pedí un jugo, y luego un whisky. La verdad que el alcohol no es una de mis debilidades. Tomo algo, pero no demasiado, y nunca dejo que me descontrole. Me acostumbré de cuando me tocaba manejar a todos lados y no podía tomar.
Al rato de estar yo allí, entró un grupo de dos chicas y tres muchachos, que ocuparon una mesa y alteraban todo el local con sus gritos y carcajadas. Yo les daba la espalda, así que no les hice caso por un buen tiempo.
De pronto, por el espejo, me pareció ver una cara conocida. Si. Una de las chicas había sido alumna mía en el Profesorado. Traté de recordar su nombre, Lia, Analía, Amelia. Si, estaba seguro que era Amelia. Cabello castaño, 1, 60, debía tener, de acuerdo a la época en que había sido mi estudiante, unos 28 años, mas o menos. Muy educada y dulce, recordaba, muy buena alumna, y realmente muy atractiva, aunque jamás miré a mis estudiantes desde ese punto de vista. Nunca me gustó mezclar las cosas.
Me pareció recordar que se había casado hacía unos años, y no se porqué concluí que uno de esos muchachos debía ser su esposo. Como sea, la estaban pasando muy bien.
Al rato, uno de los jovenes se acercó a la barra a pedir unos tragos. Claramente se veía que era muy amigo del cantinero.
- Oye, Fabián, dijo al apoyarse en la barra.
- Que pasa Juanchi, dijo el empleado, mientras yo me concentraba en mi trago y hacía de cuenta que nada escuchaba.
- Preparame dos especiales, para las yeguitas que trajimos, dijo sonriendo
- Estan buenas, realmente, pero ellas saben en que se meten?
- Tu tranquilo, luego que tomen los tragos todo les dará igual y allí empezará la fiesta.
- Lo hago por tí, pero sabes que puede ser un problema.
- Vamos, no nos arruines la noche que estamos los tres alzados y nos vamos a disfrutar estas trolas.
Ninguno de los dos había prestado atención en mí. Claro, un viejo de 50 años, no tenía ninguna importancia. Pero estaba claro que el barman algo iba a poner en las bebidas que iba a debilitar la voluntad de las mujeres e iban a quedar a disposición de estas basuras. Por supuesto , esto me molestó y máxime cuando conocía a una de las chicas. A partir de allí, comencé a prestar un poco mas de atención a lo que pasaba en esa mesa, sin despertar la curiosidad del grupo. Me levanté y me ubiqué en otro sector de la barra, desde donde podía mirar lo que pasaba.
Juanchi llevó los tragos a la mesa y se los entregó a cada una de las muchachas.
Amelia, lo dejó en la mesa y siguió conversando con el grupo. Su amiga en cambio, lo vació de un solo trago.
Los muchachos le insistían a mi alumna para que tomara su copa, pero ella no lo hizo. Al rato su amiga comenzó a comportarse de una manera extraña. Dos muchachos las sacaron a bailar, y mientras el que bailaba con Amelia, no pudo avanzar con sus manos, la otra estaba totalmente entregada. Su pareja le metía manos por todos lados y ella gemía y se reía descontrolada.
Luego de un rato, el muchacho que estaba con la otra chica, hizo que se levantara y la sacó del bar, y el otro muchacho los siguió de inmediato. Juanchi se quedó con Amelia conversando y tratando de convencerla de que se fuera con ellos a seguir la fiesta en otro lado, pero ella se negaba. De a poco la discusión se fue poniendo mas violenta y en ese momento me levanté y me acerqué a la
mesa.
- Hola Amelia, dije
Ella me miró y sus ojos se iluminaron.
- Profesor¡¡¡¡ que gusto verlo, dijo aliviada frente a la situación que estaba viviendo.
Juanchi se quedó callado y con cara de pocos amigos. Conversamos un rato y luego Amelia se fue al baño.
Cuando nos quedamos solos Juanchi se acercó.
- Mire señor, Ud. es un tipo con experiencia. Entenderá que está interrumpiendo mi noche.
- Juanchi, me parece que ya se llevaron una chica totalmente colocada. Amelia no quiso tomar y por eso se salvó. Yo que vos, me iría en este momento, antes que la policía empiece a hacerles preguntas al barman, a tí, y a tus amigos. Con experiencia, te lo digo.
El muchacho se puso pálido y sin mas se levantó y se fue.
Cuando Amelia volvió, solo yo estaba en la mesa.
- Y Juanchi? Preguntó
- Sus amigos lo llamaron, mentí.
Sonrió, con esa sonrisa tan sensual que tiene y seguimos conversando. Le conté que estaba separado, que seguía dando clases, ella me contó que estaba casada, y que trabajaba. Conversación sobre bueyes perdidos, en verdad.
En ese momento recuerdo que mi campera había quedado en la barra y me levanté para ir a buscarla. Cuando vuelvo, veo con horror que Amelia estaba terminando la copa especial que le habían traído sus amigos.
- No¡¡¡ alcancé a decirle pero ya era tarde.
- ¿ Que pasa Daniel? Dijo asustada.
- Pues que esa copa no tenías que tomarla. Algo tenía adentro que afectó a la otra chica, dije serio.
Ella me miró.
- ¿ Y ahora?
- Lo mejor es que te lleve a tu casa, y al llegar te pegues una ducha caliente y te acuestes , dije
- Si le parece, dijo levantándose
Salimos del bar, subimos a mi auto y me indicó su dirección. Teníamos unos 15 minutos de viaje. Al llegar a su casa estaba un poco mareada.
- ¿ Cómo le explicarás a tu esposo? Le pregunté
- No se preocupe. El está de viaje, por eso decidí a divertirme un rato. Lo que no imaginé es que estos muchachos tuvieran ese comportamiento.
- Tienes que tener cuidado con quien sales y lo que tomas.
- La verdad que me siento muyyyy rara.
- Será mejor que te metas en la ducha, yo me voy a mi casa. Cualquier cosa me llamas, te dejo mi número.
- Espere un momento. Tengo miedo de quedarme sola. No se que me dieron para tomar. Me voy a duchar, dijo metiéndose en el dormitorio.
En el estado de confusión que tenía, olvidó cerrar la puerta y comenzó a desvestirse. Zapatos, medias, vestido, hasta quedar solo con su ropa interior, y así se metió al baño. Yo, al ver ese striptease inesperado, me puse a mil, como se imaginarán, pero me senté en el sofá y esperé.
Pasó un buen rato. Cuando ya comenzaba a preocuparme de que algo le hubiera pasado, se abrió la puerta del baño.
Si el striptease había sido de locura, ahora su piel dorada húmeda, su cabello ensortijado mojado cayendo sobre sus hombros y envuelta en una toalla que la cubría hasta la mitad del muslo, era la imagen de la seducción, del deseo, de la lujuria. Juro que hacía rato que mi verga no se ponía tan dura.
Vino y se sentó al lado mío, apoyando su cabeza mojada en mi hombro.
- Me parece que estoy volando, dijo cerrando los ojos.
Me quedé quieto, sin decir palabra. Pensaba como salir de esta situación.
Ella con los ojos cerrados, seguía hablando.
- Me acuerdo de sus clases. La materia era complicada, pero Ud. la explicaba muy bien. Me acuerdo que yo lo miraba embobada toda la clase. Era fabuloso tener un profesor como Ud. que tuviera tantos conocimientos de temas tan diversos. Despues de su clase nos quedábamos comentando con las otras chicas, como su inteligencia le daba la cuota extra de atractivo frente a nosotras. Y recuerdo también muchas veces haber soñado con tomar un café con Ud. Hasta imaginaba que en las clases no me sacaba los ojos de encima. ¿ Era así?
- Amelia, yo miro a todos mis alumnos cuando doy clases. Necesito saber si están entendiendo y prestando atención, dije tratando de escabullirme. La situación se estaba complicando. La muchacha estaba perdiendo el control culpa de la bebida, y yo al tenerla apoyada en mi hombro, mojada y al sentir su piel caliente contra la mía, también estaba perdiendo el control, aunque me esforzaba en no pasarme.
- Dejeme ilusionarme con que yo le gustaba, porfi, si? Vamos miéntame y diga que yo le gustaba.
- Nunca miro a mis alumnas de esa manera Amelia, pero eres muy atractiva, y muy dulce, dije diplomático.
- Pero ahora ya no soy su alumna, puede decirme si le gusto, no?
- Es mejor que me vaya. Es tarde.
- ¿ Le gusto?
- Mañana, luego de que hayas descansado, hablamos, quieres?
De pronto su mano se aferró a mi bulto que estaba duro como una piedra.
- No hace falta que me conteste con sus palabras. Ya encontré la respuesta, dijo mientras comenzaba a acariciarme por encima del pantalón.
Rápidamente retiré su mano.
- No sabes lo que haces culpa de los degenerados que tienes como amigos, será mejor que me vaya, dije y traté de levantarme del sofá.
En un rápido movimiento giró y subió a caballo de mis rodillas, abrazándome con todo su cuerpo.
- No me dejes sola. No quiero estar sola, me dijo al oído mientras se pegaba a mi.
- Por favor Amelia, compórtate, vamos
Lentamente el toallón se fue aflojando hasta abrirse como una flor, quedando su cuerpo desnudo pegado al mío. Tenía dos tetas hermosas, no muy grandes pero con unos pezones marrones grandes y totalmente empitonados, sin dudas por la bebida. Esos pezones me perforaban el pecho. Mientras comenzó a besarme el cuello y las orejas. Yo forcejeaba por quitármela de encima, pero era mas fuerte de lo que pensaba. Por otro lado no quería sacarla por la fuerza porque tenía miedo que se golpeara, así que juntando toda mi fuerza, me puse de pie, y con ella prendida como un abrojo, caminé hacia el dormitorio, con toda la intención de arrojarla sobre la cama y luego irme de prisa.
- Que fuerza que tienes papito. Quien lo diría, susurró mientras la cargaba.
Aquí es donde todo se vuelve confuso. Se que llegamos al dormitorio, y que traté de arrojarla sobre la cama, perdí el equilibrio y caimos juntos. Mi cabeza golpeó contra el respaldo y todo se oscureció. No se el tiempo que transcurrió.
Cuando desperté, no recordaba donde estaba ni que había pasado. Demoré unos segundos en ubicarme en tiempo y espacio.
- Estás bien? Escuché una voz que me preguntaba.
Abrí los ojos, todo estaba en penumbras y allí estaba ella de pie al lado de la cama, envuelta en la toalla. Sus ojos brillaban como si fueran fosforescentes.
Traté de mover mis brazos pero no pude. Levanté la cabeza y comprobé con horror que estaba totalmente desnudo. No entendía nada
Miré mis manos y ví que estaban atadas con unas corbatas al respaldo de la cama, una de cada lado. Por eso no podía moverlas.
- ¿ Qué es esto? Pregunté asombrado.
- Mi fantasía dijo, mientras se acercaba y comenzaba nuevamente a besarme el cuello y las orejas.
- Suéltame Amelia, basta de jueguitos, mientras ella iba bajando con sus labios por mi pecho, no está bien lo que hacemos tu estás drogada, cuando reacciones te vas a sentir muy avergonzada, tienes que entender que estoooooooooo... Su boca se había apoderado de mi verga.
Tiré mi cabeza hacia atrás y me limité a sentir lo que mas nos gusta a todos los hombres. Una fellatio de campeonato. Y realmente Amelia hacía maravillas con su boca. Arrodillada en el suelo al lado de la cama, se estiraba y su boca se apoderaba de mi lanza, y la lustraba con arte y erotismo.
Cuando la puso bien dura, me masturbó un par de veces mas, y luego se levantó. Su silueta se marcó en el contraluz cuando dejó caer la toalla. Se acercó a la cama, subió a caballo, tomó mi verga y la frotó por toda su raja, para luego apuntarla, y dejarse caer lentamente hasta guardarla toda. Cuando la sintió toda adentro, tuvo su primer orgasmo. Realmente lo que le daban a las hembras en ese bar era terrible.
Estuvo un buen rato acabando, hasta que por fin comenzó a subir y bajar, sin dejar que mi lanza se saliera del todo. Se inclinó hacia adelante y siguió con su besuqueo en todo mi cuello y rostro.
- Por favor, desátame, supliqué
- No porque querrás irte.
- ¿ Estás loca? ¿ Cuando tendré para mi una perra como tú? Déjame libre para poder gozar a pleno, le dije, ya totalmente conquistado.
Ella me miró a los ojos y se ve que la lujuria me brotaba por todos los poros, porque de inmediato comenzó a desatarme. Cuando estuve libre la abracé contra mi cuerpo, sin impedir que ella siguiera con el sube y baja en la punta de mi verga.
- Desmonta que no aguanto mas, supliqué.
- Echame todo, todo, bien adentro. Quiero sentir como me quema tu leche, me dijo al oído.
Y allí fue cuando no aguanté mas. Me vine como nunca me había venido. Sentí como escupía chorro tras chorro, y como ella los recibía con placer.
Quedamos un rato así, ella encima mío, y luego lentamente desmontó. Un río de semen corrió por sus piernas.
- Papito, tenías ganas, dijo riendo de la situación, espero que te recuperes pronto porque yo recién empiezo, dijo con cara de vicio.
Ver esa cara fue suficiente para que mi vara comenzara a latir lentamente. Cuando su mano la tomó ya estaba morcillona y al ratito estaba dura como la primera vez. Era muy raro. A mis años hacía tiempo que no estaba en condiciones de echarme dos tan rápido, pero se ve que la situación era en extremo morbosa.
Ahora era mi turno, me levanté de la cama e hice que se pusiera en cuatro patas. Me acomodé a su grupa y la clavé con saña, haciendo que gimiera al sentirla.
Tiramos durante un largo rato. Cambiamos de costado y siempre detrás de ella seguí cepillándola. Acabó un par de veces. Estaba totalmente empapada. Me retiré y humedecí mi verga en sus líquidos y apunté a ese culo que me sacaba de quicio cuando la veía caminar en la escuela. Ella se aflojó y se acomodó para recibirla. Se veía claramente que no era la primera vez que la enculaban. Lentamente fue entrando. Yo me quedé quieto para no lastimarla, y fue ella la que la fue absorbiendo a medida que iba gozando. En cuestión de minutos, nuestros cuerpos estaban pegados.
- Papito, eres bueno. Los otros que me han enculado antes siempre eran muy apurados y me hacían doler, pero contigo el placer ha sido perfecto. Ahora cógeme bien y espero con ansias sentir tu lechita, dijo mientras su mano hacia atrás acariciaba mi nuca.
No hacía falta que me lo pidiera. Lentamente inicié el baile sexual que nos iba a llevar al clímax, y luego de un buen rato, ya que me había vaciado antes, sentí que ella aceleraba sus gemidos y yo me dejé ir con lo que me quedaba. Fué mágico. Jamás había sentido tanto placer como en la entrega de semen que estaba haciendo a Amelia en el fondo de su trasero.
- te voy a sacar la leche por la boca, le dije totalmente fuera de mí.
- es lo que quiero, papito, es lo que quiero, respondió la hembra.
Unos minutos después todo había terminado. Ya calmado, me sentí culpable. Me había aprovechado de Amelia, bajo el efecto de un afrodisíaco desconocido. Me quedé acostado boca arriba, en la cama, sin animarme a mirarla. Ella en cambio, limpió mi verga con la sábana y rápidamente se la metió en la boca, comenzando a succionarme como una aspiradora. Daba ternura su esfuerzo. Era imposible que me sacara nada mas. Aunque luego de un rato, un calor comenzó a subir, y sentí como mi verga comenzaba a despertar nuevamente. Claro, hacía mas de 15 minutos que me la estaba chupando, cambiando entre mi verga y mis huevos, haciendo un trabajo bucal de la hostia. Y ver su figura de perfil, con sus tetas colgando y empitonadas y su trasero, que había poseído hacia un rato, no favorecía que me tranquilizara.
En ese momento, dejó la fellatio y comenzó a masturbarme, mientras me miraba con picardía.
- Te noto culposo, no me digas que estás arrepentido, dijo mientras me masturbaba.
- es que no quería que fuera así. Me hubiera encantado acostarme contigo, pero que estuvieras en tus cabales. Así siento que me aproveché de tí.
Siguió masturbándome lentamente.
- Te voy a confesar un secreto, y espero que no te enojes ,dijo por fin.
- ¿ Cuál secreto?
- Me imaginé las intenciones de estos muchachos. Yo ya sabía lo que pasaba en ese boliche, y mi amiga también. Por eso ella tomó su bebida con toda la curiosidad para saber que se sentía, y por la misma razón, yo, cuando nadie miraba, cambié mi bebida y jamás la tome. Todo lo que hicimos esta noche fue porque yo tenía ganas y estaba plenamente consciente. Y ahora plenamente consciente, te la voy a chupar hasta que me des a tomar lo poco que te quede de tu lechita que adoro, dijo sonriendo.
- ¿ No tomaste nada? Dije sorprendido.
- Papito, ¿ en verdad crees que soy tan estúpida como para que me abusen unos niñatos?
- Pero tus reacciones…..
- Simuladas papito. De otra manera no hubieras venido a mi casa ni me hubieras cepillado. Y valió la pena. Gocé como una perra. Realmente eres un buen amante, y ahora a lo que viene, dijo, metiéndose mi verga nuevamente en la boca.
Los diez minutos siguientes son para el compendio de las felaciones. Metió su lengua en lugares inimaginables, y se tragó mi verga de todas las maneras. Hasta llegó a hacer varias gargantas profundas donde su lengua jugueteaba con mis pelotas, mientras sus labios estaban pegados a mi vientre. No hace falta que explique la manera en que me vacié. Baste decir que creí que me moría.
Cuando me recuperé un poco, comencé a vestirme.
- Amelia, esto fue extraordinario, pero yo ya no estoy para estos trotes. Un polvo vaya y pase, pero tres en una noche es algo que ya no puedo tolerar, dije cansado.
- La verdad que también me agotaste, papito, pero valió la pena. Me saqué las ganas que te tuve durante cuatro años
- ¿ Todas? Pregunté sonriendo
- Por ahora sí, pero seguro que cuando recuerde este día, me van a volver a entrar ganitas. Será cuestión de que me tome otro trago, dijo mientras me besaba cariñosamente...
Con mis 50 años, hay momento en que lamento no haberme esforzado mas en mantener mi matrimonio, pero simplemente, cuando tenía 40 años, lo dejé que se destruyera en mil pedazos, y a partir de allí, con altos y bajos, me adapté a vivir solo.
Pero esa noche, por alguna razón, las paredes de mi casa me ahogaban, así que necesitaba salir.
Llegué al bar y me acodé en la barra. No tenía ganas de sentarme en una mesa, a pesar de que era temprano y el local no estaba del todo lleno.
Pedí un jugo, y luego un whisky. La verdad que el alcohol no es una de mis debilidades. Tomo algo, pero no demasiado, y nunca dejo que me descontrole. Me acostumbré de cuando me tocaba manejar a todos lados y no podía tomar.
Al rato de estar yo allí, entró un grupo de dos chicas y tres muchachos, que ocuparon una mesa y alteraban todo el local con sus gritos y carcajadas. Yo les daba la espalda, así que no les hice caso por un buen tiempo.
De pronto, por el espejo, me pareció ver una cara conocida. Si. Una de las chicas había sido alumna mía en el Profesorado. Traté de recordar su nombre, Lia, Analía, Amelia. Si, estaba seguro que era Amelia. Cabello castaño, 1, 60, debía tener, de acuerdo a la época en que había sido mi estudiante, unos 28 años, mas o menos. Muy educada y dulce, recordaba, muy buena alumna, y realmente muy atractiva, aunque jamás miré a mis estudiantes desde ese punto de vista. Nunca me gustó mezclar las cosas.
Me pareció recordar que se había casado hacía unos años, y no se porqué concluí que uno de esos muchachos debía ser su esposo. Como sea, la estaban pasando muy bien.
Al rato, uno de los jovenes se acercó a la barra a pedir unos tragos. Claramente se veía que era muy amigo del cantinero.
- Oye, Fabián, dijo al apoyarse en la barra.
- Que pasa Juanchi, dijo el empleado, mientras yo me concentraba en mi trago y hacía de cuenta que nada escuchaba.
- Preparame dos especiales, para las yeguitas que trajimos, dijo sonriendo
- Estan buenas, realmente, pero ellas saben en que se meten?
- Tu tranquilo, luego que tomen los tragos todo les dará igual y allí empezará la fiesta.
- Lo hago por tí, pero sabes que puede ser un problema.
- Vamos, no nos arruines la noche que estamos los tres alzados y nos vamos a disfrutar estas trolas.
Ninguno de los dos había prestado atención en mí. Claro, un viejo de 50 años, no tenía ninguna importancia. Pero estaba claro que el barman algo iba a poner en las bebidas que iba a debilitar la voluntad de las mujeres e iban a quedar a disposición de estas basuras. Por supuesto , esto me molestó y máxime cuando conocía a una de las chicas. A partir de allí, comencé a prestar un poco mas de atención a lo que pasaba en esa mesa, sin despertar la curiosidad del grupo. Me levanté y me ubiqué en otro sector de la barra, desde donde podía mirar lo que pasaba.
Juanchi llevó los tragos a la mesa y se los entregó a cada una de las muchachas.
Amelia, lo dejó en la mesa y siguió conversando con el grupo. Su amiga en cambio, lo vació de un solo trago.
Los muchachos le insistían a mi alumna para que tomara su copa, pero ella no lo hizo. Al rato su amiga comenzó a comportarse de una manera extraña. Dos muchachos las sacaron a bailar, y mientras el que bailaba con Amelia, no pudo avanzar con sus manos, la otra estaba totalmente entregada. Su pareja le metía manos por todos lados y ella gemía y se reía descontrolada.
Luego de un rato, el muchacho que estaba con la otra chica, hizo que se levantara y la sacó del bar, y el otro muchacho los siguió de inmediato. Juanchi se quedó con Amelia conversando y tratando de convencerla de que se fuera con ellos a seguir la fiesta en otro lado, pero ella se negaba. De a poco la discusión se fue poniendo mas violenta y en ese momento me levanté y me acerqué a la
mesa.
- Hola Amelia, dije
Ella me miró y sus ojos se iluminaron.
- Profesor¡¡¡¡ que gusto verlo, dijo aliviada frente a la situación que estaba viviendo.
Juanchi se quedó callado y con cara de pocos amigos. Conversamos un rato y luego Amelia se fue al baño.
Cuando nos quedamos solos Juanchi se acercó.
- Mire señor, Ud. es un tipo con experiencia. Entenderá que está interrumpiendo mi noche.
- Juanchi, me parece que ya se llevaron una chica totalmente colocada. Amelia no quiso tomar y por eso se salvó. Yo que vos, me iría en este momento, antes que la policía empiece a hacerles preguntas al barman, a tí, y a tus amigos. Con experiencia, te lo digo.
El muchacho se puso pálido y sin mas se levantó y se fue.
Cuando Amelia volvió, solo yo estaba en la mesa.
- Y Juanchi? Preguntó
- Sus amigos lo llamaron, mentí.
Sonrió, con esa sonrisa tan sensual que tiene y seguimos conversando. Le conté que estaba separado, que seguía dando clases, ella me contó que estaba casada, y que trabajaba. Conversación sobre bueyes perdidos, en verdad.
En ese momento recuerdo que mi campera había quedado en la barra y me levanté para ir a buscarla. Cuando vuelvo, veo con horror que Amelia estaba terminando la copa especial que le habían traído sus amigos.
- No¡¡¡ alcancé a decirle pero ya era tarde.
- ¿ Que pasa Daniel? Dijo asustada.
- Pues que esa copa no tenías que tomarla. Algo tenía adentro que afectó a la otra chica, dije serio.
Ella me miró.
- ¿ Y ahora?
- Lo mejor es que te lleve a tu casa, y al llegar te pegues una ducha caliente y te acuestes , dije
- Si le parece, dijo levantándose
Salimos del bar, subimos a mi auto y me indicó su dirección. Teníamos unos 15 minutos de viaje. Al llegar a su casa estaba un poco mareada.
- ¿ Cómo le explicarás a tu esposo? Le pregunté
- No se preocupe. El está de viaje, por eso decidí a divertirme un rato. Lo que no imaginé es que estos muchachos tuvieran ese comportamiento.
- Tienes que tener cuidado con quien sales y lo que tomas.
- La verdad que me siento muyyyy rara.
- Será mejor que te metas en la ducha, yo me voy a mi casa. Cualquier cosa me llamas, te dejo mi número.
- Espere un momento. Tengo miedo de quedarme sola. No se que me dieron para tomar. Me voy a duchar, dijo metiéndose en el dormitorio.
En el estado de confusión que tenía, olvidó cerrar la puerta y comenzó a desvestirse. Zapatos, medias, vestido, hasta quedar solo con su ropa interior, y así se metió al baño. Yo, al ver ese striptease inesperado, me puse a mil, como se imaginarán, pero me senté en el sofá y esperé.
Pasó un buen rato. Cuando ya comenzaba a preocuparme de que algo le hubiera pasado, se abrió la puerta del baño.
Si el striptease había sido de locura, ahora su piel dorada húmeda, su cabello ensortijado mojado cayendo sobre sus hombros y envuelta en una toalla que la cubría hasta la mitad del muslo, era la imagen de la seducción, del deseo, de la lujuria. Juro que hacía rato que mi verga no se ponía tan dura.
Vino y se sentó al lado mío, apoyando su cabeza mojada en mi hombro.
- Me parece que estoy volando, dijo cerrando los ojos.
Me quedé quieto, sin decir palabra. Pensaba como salir de esta situación.
Ella con los ojos cerrados, seguía hablando.
- Me acuerdo de sus clases. La materia era complicada, pero Ud. la explicaba muy bien. Me acuerdo que yo lo miraba embobada toda la clase. Era fabuloso tener un profesor como Ud. que tuviera tantos conocimientos de temas tan diversos. Despues de su clase nos quedábamos comentando con las otras chicas, como su inteligencia le daba la cuota extra de atractivo frente a nosotras. Y recuerdo también muchas veces haber soñado con tomar un café con Ud. Hasta imaginaba que en las clases no me sacaba los ojos de encima. ¿ Era así?
- Amelia, yo miro a todos mis alumnos cuando doy clases. Necesito saber si están entendiendo y prestando atención, dije tratando de escabullirme. La situación se estaba complicando. La muchacha estaba perdiendo el control culpa de la bebida, y yo al tenerla apoyada en mi hombro, mojada y al sentir su piel caliente contra la mía, también estaba perdiendo el control, aunque me esforzaba en no pasarme.
- Dejeme ilusionarme con que yo le gustaba, porfi, si? Vamos miéntame y diga que yo le gustaba.
- Nunca miro a mis alumnas de esa manera Amelia, pero eres muy atractiva, y muy dulce, dije diplomático.
- Pero ahora ya no soy su alumna, puede decirme si le gusto, no?
- Es mejor que me vaya. Es tarde.
- ¿ Le gusto?
- Mañana, luego de que hayas descansado, hablamos, quieres?
De pronto su mano se aferró a mi bulto que estaba duro como una piedra.
- No hace falta que me conteste con sus palabras. Ya encontré la respuesta, dijo mientras comenzaba a acariciarme por encima del pantalón.
Rápidamente retiré su mano.
- No sabes lo que haces culpa de los degenerados que tienes como amigos, será mejor que me vaya, dije y traté de levantarme del sofá.
En un rápido movimiento giró y subió a caballo de mis rodillas, abrazándome con todo su cuerpo.
- No me dejes sola. No quiero estar sola, me dijo al oído mientras se pegaba a mi.
- Por favor Amelia, compórtate, vamos
Lentamente el toallón se fue aflojando hasta abrirse como una flor, quedando su cuerpo desnudo pegado al mío. Tenía dos tetas hermosas, no muy grandes pero con unos pezones marrones grandes y totalmente empitonados, sin dudas por la bebida. Esos pezones me perforaban el pecho. Mientras comenzó a besarme el cuello y las orejas. Yo forcejeaba por quitármela de encima, pero era mas fuerte de lo que pensaba. Por otro lado no quería sacarla por la fuerza porque tenía miedo que se golpeara, así que juntando toda mi fuerza, me puse de pie, y con ella prendida como un abrojo, caminé hacia el dormitorio, con toda la intención de arrojarla sobre la cama y luego irme de prisa.
- Que fuerza que tienes papito. Quien lo diría, susurró mientras la cargaba.
Aquí es donde todo se vuelve confuso. Se que llegamos al dormitorio, y que traté de arrojarla sobre la cama, perdí el equilibrio y caimos juntos. Mi cabeza golpeó contra el respaldo y todo se oscureció. No se el tiempo que transcurrió.
Cuando desperté, no recordaba donde estaba ni que había pasado. Demoré unos segundos en ubicarme en tiempo y espacio.
- Estás bien? Escuché una voz que me preguntaba.
Abrí los ojos, todo estaba en penumbras y allí estaba ella de pie al lado de la cama, envuelta en la toalla. Sus ojos brillaban como si fueran fosforescentes.
Traté de mover mis brazos pero no pude. Levanté la cabeza y comprobé con horror que estaba totalmente desnudo. No entendía nada
Miré mis manos y ví que estaban atadas con unas corbatas al respaldo de la cama, una de cada lado. Por eso no podía moverlas.
- ¿ Qué es esto? Pregunté asombrado.
- Mi fantasía dijo, mientras se acercaba y comenzaba nuevamente a besarme el cuello y las orejas.
- Suéltame Amelia, basta de jueguitos, mientras ella iba bajando con sus labios por mi pecho, no está bien lo que hacemos tu estás drogada, cuando reacciones te vas a sentir muy avergonzada, tienes que entender que estoooooooooo... Su boca se había apoderado de mi verga.
Tiré mi cabeza hacia atrás y me limité a sentir lo que mas nos gusta a todos los hombres. Una fellatio de campeonato. Y realmente Amelia hacía maravillas con su boca. Arrodillada en el suelo al lado de la cama, se estiraba y su boca se apoderaba de mi lanza, y la lustraba con arte y erotismo.
Cuando la puso bien dura, me masturbó un par de veces mas, y luego se levantó. Su silueta se marcó en el contraluz cuando dejó caer la toalla. Se acercó a la cama, subió a caballo, tomó mi verga y la frotó por toda su raja, para luego apuntarla, y dejarse caer lentamente hasta guardarla toda. Cuando la sintió toda adentro, tuvo su primer orgasmo. Realmente lo que le daban a las hembras en ese bar era terrible.
Estuvo un buen rato acabando, hasta que por fin comenzó a subir y bajar, sin dejar que mi lanza se saliera del todo. Se inclinó hacia adelante y siguió con su besuqueo en todo mi cuello y rostro.
- Por favor, desátame, supliqué
- No porque querrás irte.
- ¿ Estás loca? ¿ Cuando tendré para mi una perra como tú? Déjame libre para poder gozar a pleno, le dije, ya totalmente conquistado.
Ella me miró a los ojos y se ve que la lujuria me brotaba por todos los poros, porque de inmediato comenzó a desatarme. Cuando estuve libre la abracé contra mi cuerpo, sin impedir que ella siguiera con el sube y baja en la punta de mi verga.
- Desmonta que no aguanto mas, supliqué.
- Echame todo, todo, bien adentro. Quiero sentir como me quema tu leche, me dijo al oído.
Y allí fue cuando no aguanté mas. Me vine como nunca me había venido. Sentí como escupía chorro tras chorro, y como ella los recibía con placer.
Quedamos un rato así, ella encima mío, y luego lentamente desmontó. Un río de semen corrió por sus piernas.
- Papito, tenías ganas, dijo riendo de la situación, espero que te recuperes pronto porque yo recién empiezo, dijo con cara de vicio.
Ver esa cara fue suficiente para que mi vara comenzara a latir lentamente. Cuando su mano la tomó ya estaba morcillona y al ratito estaba dura como la primera vez. Era muy raro. A mis años hacía tiempo que no estaba en condiciones de echarme dos tan rápido, pero se ve que la situación era en extremo morbosa.
Ahora era mi turno, me levanté de la cama e hice que se pusiera en cuatro patas. Me acomodé a su grupa y la clavé con saña, haciendo que gimiera al sentirla.
Tiramos durante un largo rato. Cambiamos de costado y siempre detrás de ella seguí cepillándola. Acabó un par de veces. Estaba totalmente empapada. Me retiré y humedecí mi verga en sus líquidos y apunté a ese culo que me sacaba de quicio cuando la veía caminar en la escuela. Ella se aflojó y se acomodó para recibirla. Se veía claramente que no era la primera vez que la enculaban. Lentamente fue entrando. Yo me quedé quieto para no lastimarla, y fue ella la que la fue absorbiendo a medida que iba gozando. En cuestión de minutos, nuestros cuerpos estaban pegados.
- Papito, eres bueno. Los otros que me han enculado antes siempre eran muy apurados y me hacían doler, pero contigo el placer ha sido perfecto. Ahora cógeme bien y espero con ansias sentir tu lechita, dijo mientras su mano hacia atrás acariciaba mi nuca.
No hacía falta que me lo pidiera. Lentamente inicié el baile sexual que nos iba a llevar al clímax, y luego de un buen rato, ya que me había vaciado antes, sentí que ella aceleraba sus gemidos y yo me dejé ir con lo que me quedaba. Fué mágico. Jamás había sentido tanto placer como en la entrega de semen que estaba haciendo a Amelia en el fondo de su trasero.
- te voy a sacar la leche por la boca, le dije totalmente fuera de mí.
- es lo que quiero, papito, es lo que quiero, respondió la hembra.
Unos minutos después todo había terminado. Ya calmado, me sentí culpable. Me había aprovechado de Amelia, bajo el efecto de un afrodisíaco desconocido. Me quedé acostado boca arriba, en la cama, sin animarme a mirarla. Ella en cambio, limpió mi verga con la sábana y rápidamente se la metió en la boca, comenzando a succionarme como una aspiradora. Daba ternura su esfuerzo. Era imposible que me sacara nada mas. Aunque luego de un rato, un calor comenzó a subir, y sentí como mi verga comenzaba a despertar nuevamente. Claro, hacía mas de 15 minutos que me la estaba chupando, cambiando entre mi verga y mis huevos, haciendo un trabajo bucal de la hostia. Y ver su figura de perfil, con sus tetas colgando y empitonadas y su trasero, que había poseído hacia un rato, no favorecía que me tranquilizara.
En ese momento, dejó la fellatio y comenzó a masturbarme, mientras me miraba con picardía.
- Te noto culposo, no me digas que estás arrepentido, dijo mientras me masturbaba.
- es que no quería que fuera así. Me hubiera encantado acostarme contigo, pero que estuvieras en tus cabales. Así siento que me aproveché de tí.
Siguió masturbándome lentamente.
- Te voy a confesar un secreto, y espero que no te enojes ,dijo por fin.
- ¿ Cuál secreto?
- Me imaginé las intenciones de estos muchachos. Yo ya sabía lo que pasaba en ese boliche, y mi amiga también. Por eso ella tomó su bebida con toda la curiosidad para saber que se sentía, y por la misma razón, yo, cuando nadie miraba, cambié mi bebida y jamás la tome. Todo lo que hicimos esta noche fue porque yo tenía ganas y estaba plenamente consciente. Y ahora plenamente consciente, te la voy a chupar hasta que me des a tomar lo poco que te quede de tu lechita que adoro, dijo sonriendo.
- ¿ No tomaste nada? Dije sorprendido.
- Papito, ¿ en verdad crees que soy tan estúpida como para que me abusen unos niñatos?
- Pero tus reacciones…..
- Simuladas papito. De otra manera no hubieras venido a mi casa ni me hubieras cepillado. Y valió la pena. Gocé como una perra. Realmente eres un buen amante, y ahora a lo que viene, dijo, metiéndose mi verga nuevamente en la boca.
Los diez minutos siguientes son para el compendio de las felaciones. Metió su lengua en lugares inimaginables, y se tragó mi verga de todas las maneras. Hasta llegó a hacer varias gargantas profundas donde su lengua jugueteaba con mis pelotas, mientras sus labios estaban pegados a mi vientre. No hace falta que explique la manera en que me vacié. Baste decir que creí que me moría.
Cuando me recuperé un poco, comencé a vestirme.
- Amelia, esto fue extraordinario, pero yo ya no estoy para estos trotes. Un polvo vaya y pase, pero tres en una noche es algo que ya no puedo tolerar, dije cansado.
- La verdad que también me agotaste, papito, pero valió la pena. Me saqué las ganas que te tuve durante cuatro años
- ¿ Todas? Pregunté sonriendo
- Por ahora sí, pero seguro que cuando recuerde este día, me van a volver a entrar ganitas. Será cuestión de que me tome otro trago, dijo mientras me besaba cariñosamente...
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