Hace algunos días salí tarde del trabajo, el transporte público había dejado de funcionar y no traía más que un billete de 50 pesos , y un taxi a esas horas hasta mi casa seguro me cobraría el triple. Sin embargo, recordé que sobre Av. Libertador pasan microbuses las 24 horas, así que con suerte un taxi podría llevarme hasta esa avenida con lo que tenía. Así que le hice la parada a varios pero me dijeron que con eso no me alcanzaba, pensé que tendría que arriesgarme a caminar por una zona peligrosa pero entonces un taxista de los que me habían hecho la parada volvió a pasar y se me acercó.
- ¿De veras nada mas traes 50 pesos? – me preguntó.
- De verdad, no pensé que fuera a necesitar mas pero ya ves… ándale, hazme el paro y acércame a Libertador – le pedí casi en tono de súplica.
- súbite , me caiste bien y te voy a echar la mano – me dijo y sin dudarlo abordé el taxi.
Ya adentro me dí cuenta que el taxista no era tan mal parecido, debía tener unos 25 años cuando mucho, usaba una camiseta y unas bermudas, estábamos en enero y el calor en la ciudad iba en aumento, por lo cual su indumentaria no se me hizo extraña, lo que sí me llamó mucho la atención fue el paquete que traía al frente de la bermuda.
- Vaya que está haciendo calor, al menos tienes la ventaja de poder andar así, en cambio en la oficina nos obligan a ir de traje – le dije para iniciar una charla.
- Sí, está haciendo un demasiado calor, pero no te creas, tiene sus ventajas – me dijo sonriendo.
- Yo no se las veo – le respondí.
- Pues sí, por ejemplo las minas andan con ropita mas ligera – me miró por el retrovisor y añadió – hoy he levantado a dos en polleras y me han enseñado los muslos y hasta los calzones jejeje.
- Bueno, en eso sí tienes razón, en la oficina llevan blusitas de tirantes y hay que ver lo ricas que se les ven las tetas – le respondí y le pregunté - ¿y que haces para contenerte viendo tanta piel?
- Pues nada, hay veces que a uno le dan entrada y me las llevo a un hotelito, pero por lo general son más apretadas, ya sabes, enseñan pero no aflojan – me dijo.
- ¿Y que haces en esos casos? – insistí en la pregunta viendo como el bulto al frente de su bermuda se hacía mas evidente.
- Pues nada, me aguanto y ando con la verga parada hasta llegar a casa y ahí mi mujer es la que la goza jejeje – dijo nuevamente sonriendo pero apretándose el paquete.
- Por lo que veo hoy fue uno de esos días, ¿verdad? – le dije dirigiendo mi mirada de manera evidente hacia el bulto.
- Pues quien sabe, el día apenas va comenzando ¿o no? – me respondió volviendo a acariciarse el paquete, perfilando mejor su verga y añadió señalando al frente – mira, ya llegamos a libertador, pero me caiste bien y te voy a llevar hasta tu casa, dime para donde vamos.
- Pues hacia nuñez, todo derecho – le dije y añadí – oye, muchas gracias, no sé como agradecértelo.
- ¿no se te ocurre ninguna manera? – me dijo y metió su mano bajo la bermuda para acariciar descaradamente su verga, era un ofrecimiento bastante agradable y hacía varios meses que no disfrutaba de los placeres homosexuales.
- Sí, se me ocurre una, pero necesitaríamos ir a un lugar más íntimo – le respondí mientras extendía mi mano y comenzaba a acariciar su paquete.
- Podemos hacerlo en tu casa ¿no? – me preguntó mientras aceleraba.
- Es que mi esposa está en la casa y podría molestarse ¿no lo crees? – le dije sonriendo mientras mi mano ya estaba hurgando dentro de la bermuda, el cabrón no traía calzones y pude sentir su pene tibio y semierecto.
- Lo sabía, estás casado, me encantan los machos… verás que rico lo vamos a pasar, mi rey – y tomó una desviación hacia la zona hotelera y en unos minutos ya estábamos entrando a un hotel.
Entramos y de inmediato lo saludaron un par de tipos que le indicaron en dónde estacionar el coche. Se veía que era un asiduo visitante de ese lugar, porque de inmediato un tipo se nos condujo a una habitación y sonriendo me dio un paquete de forros junto con un tubo de lubricante anal.
- Pues ya estamos aquí – le dije en cuanto cerró la puerta.
- Mira lo que te vas a comer – me respondió y se quitó la bermuda.
- Verlo de pie con esa tremenda verga colgando entre sus piernas me hizo agradecerle mentalmente al tipo que nos llevó el lubricante. Nunca había visto una verga mas grande que esa y eso que aún no estaba bien parada. Así que no perdí tiempo y de inmediato me comencé a desnudar dándole la espalda al final para que viera mis nalguitas al momento de despojarme del boxer.
- ¿Y a ti te gusta lo que ves? – le pregunté pero su respuesta fue lanzarse sobre mi.
Las palabras sobraban, comenzamos a revolcarnos en la cama. Sus labios buscaron los míos y cuando los encontraron se me erizó la piel. Su lengua se enroscó con la mía. Me sentí en las nubes, jamás en mi vida me había besado un hombre. Me sentí extraño, en mis anteriores experiencias homosexuales sólo hubo sexo oral y en las dos ocasiones que hubo penetración sólo me bajaron los calzones y me la dejaron ir hasta venirse, pero este macho no despegaba sus labios de los míos mientras su verga se restregaba contra la mía y sus manos recorrían todo mi cuerpo. Era todo un experto. Cuando me colocó boca abajo y me separó las piernas le supliqué que me la metiera, pero en lugar de sentir su verga, sentí su lengua. El puro contacto de la lengua en mi culito me hizo estremecer y no me pude contener, mi verga comenzó a arrojar la leche sobre las sábanas.
No lo podía creer, me estaba haciendo lo que tantas veces le había hecho yo a mi mujer. Después de su lengua fueron sus dedos los que invadieron mi pequeño agujerito, estaban algo fríos y comprendí que me estaba lubricando poco a poco.
- ¿Estás listo? – me preguntó y yo sólo gemí levantando mis nalgas – bueno cabrón, ahora sí vas a saber lo que es un hombre.
La sensación de aquella enorme cabezota de su verga presionando contra mi culito era deliciosa. Yo me relajé al máximo porque sabía el grueso calibre que tenía, pero aún así era difícil conseguir que entrara.
- Sé firme, papito, yo me aguanto – le dije y él lo hizo, me afianzó bien y me la empujó con fuerza – ah… ya entró.
Por fin lo había conseguido, al menos la cabezota estaba dentro de mi. Él me lo dejó unos segundos ahí y me lo sacó. Yo iba a protestar pero él volvió a meterme la cabezota haciéndome gemir. Repitió ese mete y saca varias veces hasta que comenzó a avanzar poco a poco. Ese era un hombre de verdad. Mi culito fue recibiendo aquel robusto miembro sin protestar y en unos minutos el ritmo se había vuelto vigoroso, su cuerpo chocaba contra mis nalgas una y otra vez hasta que en un embate profundo sentí como respingaba aquella verga en mis entrañas, sentí como me bañaba el culo con su leche, hasta ese momento pensé en los condones pero no me importaba, ese macho me había hecho vibrar como nunca y ahora me abrazaba dejándome su verga dentro del culo.
- ¡Qué culito tan sabroso tenes! – me dijo mientras mordisqueba mi oreja y me preguntó – Nunca me había cogido a un machito virgen… ¿eras virgen verdad?
- No, papi, no fuiste el primero, pero con esa vergota que te cargas seguro que todos los agujeros parecen nuevos para ti – le dije dándole un apretón a su verga con mis nalgas.
- Para que te digo que no si es la pura verdad – y al decir eso me la sacó y añadió - ¿no quieres darle una mamadita?
Nos miramos y busqué sus labios. Comencé a recorrer todo su cuerpo, fui bajando poco a poco hasta llegar a ese preciado tesoro. Era sin duda alguna un superdotado, lo sujeté con mis manos desde la base y sobresalía casi una tercera parte. Cuando lo metí en mi boca casi me ahogo, estaba bien gorda. Pero comencé a mamárselo con gran cuidado. Lamí sus bolas y en poco tiempo estaba completamente erecta y lista. Así que sin preguntar, me coloqué a horcajadas sobre él y yo solito me la fui clavando.
- Ay papito, la tienes bien grande mmmm – le dije en cuanto la sentí completamente dentro de mi.
- Así me gustan los hombres, aguantadores – y al decir esto me jaló hacia él.
Ahí estaba yo besando al taxista mientras su verga entraba y salía de mi culo al ritmo que le imponían mis caderas. Esa lengua se enroscaba en la mía y me hacía sentir en las nubes. El meneo de mis nalgas era semilento, quería gozarlo lo más posible pero él comenzó a impulsar su verga hacia arriba y comencé a corresponderle. El ritmo era delicioso y de nuevo ocurrió, me volvió a llenar el culo de leche.
- Bueno, no quisiera que esto terminara, pero mi mujer ya debe estar preocupada – le dije zafándome de su delicioso pene para vestirme de inmediato.
- Ni hablar, tienes razón, hay que volver – me dijo pero palmeándome las nalgas añadió – pero mañana repetimos ¿no?
Salimos del hotel y me llevó a casa. Todo el camino fuimos hablando de lo rico que había sido nuestro encuentro. Y al llegar a mi casa me despedí de él con un tremendo beso en los labios y un par de lamidas a su pene. Quedamos de vernos al día siguiente.
En cuanto entré a la casa me di cuenta de la tremenda erección que me había provocado la despedida del taxista. Además fue hasta ese momento que caí en la cuenta de que mi culito aún traía la leche de ese macho. Así que traté de no hacer ruido y meterme al baño, pero mi mujer se levantó de inmediato.
- Mi amor, debes venir muy cansado… no deberías quedarte tan tarde en el trabajo – me dijo ella aproximándose a mi con la cadencia sus caderas que tanto me excitaba y vistiendo sólo una minúscula tanguita.
- Lo sé, pero es necesario… sabes, vengo algo acalorado y quisiera darme un baño – le dije mientras ella me besaba.
- Yo también tengo calor – me dijo mientras me quitaba la ropa.
No lo podía creer hacía apenas unos minutos tenía en mi boca los labios del taxista y ahora tenía los de mi mujer. La excitación que traía me hizo reaccionar como lo hubiera hecho cualquiera. Le arranque el calzoncito a mi mujer y la acomodé contra la pared, busqué entre sus nalgas el agujerito que tantas veces me había dado y comencé a lamerlo justo como el taxista me lo había hecho.
- Ah mi amor… que rico… ahh – gemía ella mientras que mis dedos hurgaban en su vagina.
Me la llevé a la cama y colocándola en cuatro le separé las piernas al máximo y la penetré por el coño. Se la metí de un solo golpe y comencé a bombearla mientras que mis pulgares se clavaban en su culito. Ambos estábamos gozando a tope, pero yo quería hacerla gozar justo como me habían hecho gozar a mi, así que saqué mi verga de su coño y se la comencé a meter por el culo. Me la cogí como hacía tiempo que no lo hacía y le llené el culo de leche justo como el taxista había hecho conmigo.
Al día siguiente todo parecía normal. Quizás un poco adolorido de la cintura y con algo de ardor en el culo, pero nada más. Sin embargo, conforme se acercaba la hora de salida mi mente pensaba más y más en el taxista, en esa descomunal verga que me había llenado el culo de leche y que me había hecho menear las nalgas como nunca. Finalmente llegó la hora, me asomé por la ventana de la oficina y lo ví, estaba ahí afuera con una indumentaria semejante a la anterior, unos shorts y una camiseta, lucía tan sexy que de solo verlo ya tenía la verga parada. Llamé a casa para decir que iba a tener que quedarme hasta tarde y salí a buscar a mi macho.
- Hola ¿cómo estás? – lo saludé efusivamente mientras abordábamos el taxi.
- Pues bien caliente, mira como la traigo – me respondió acariciándose el enorme paquete que se perfilaba frente a sus shorts.
Así fuimos platicando mientras nos dirigíamos hacia el norte de la ciudad, no le pregunté sobre el cambio de rumbo pero pronto él me explicó.
- Mira, ya llegamos, esta es la casa de un amigo, me la prestó para pasarla bien, él llega ya tarde, así que ahora la tenemos para nosotros solitos – respondió mientras entrábamos a una casa.
La idea de estar en la casa de alguien mas no me agradaba pero él ya se había quitado la ropa y me mostraba su verga colgando entre sus piernas, esperando recibir mis caricias, así que cualquier idea en mi mente pasó a segundo término, me arrodillé frente a él para comenzar a mamar aquel delicioso pene. Poco a poco se fue irguiendo y él me hizo ponerme de pie, me sujetó por las nalgas y me apretó contra él, entonces vino el beso, sí, ese tipo sabía que con cada beso me hacía estremecer y me estaba repitiendo la dosis.
Me llevó a la cama y a diferencia del día anterior, se lanzó sobre mi y colocando mis piernas sobre sus hombros me penetró. Me dolió la embestida pero se la aguanté. Este hombre no era tan cariñoso como la primera vez, era más bien rudo pero me agradaba sentirlo dentro de mi, sentir como su vergota me llegaba hasta donde ninguna otra me había llegado. Entonces llegó mi premio, su verga respingó dentro de mi para llenarme el culo de leche.
- Perdón por la rudeza, mi rey, pero después de lo de anoche necesitaba romperte el culo otra vez – me dijo mientras me la sacaba y se ponía de pie.
- No importa… creo que mi culito lo necesitaba… - le respondí poniéndome de pie frente a él para buscar sus labios nuevamente.
- Por eso me gustas… ¿quieres tomar algo? – me preguntó y salimos hacia la cocina.
- Sí, papi, quiero lechita – le dije mientras me volvía a arrodillar frente a él para mamarle la verga.
- Vamos a la cama porque quiero que tu culito se acostumbre a mi verga – me dijo él palmeándome las nalgas.
Me coloqué en cuatro esperando recibir su lengua en mi culito, pero en lugar de eso recibí un par de nalgadas y su vergota. El cabrón estaba en el plan de macho dominante y yo le iba a seguir el juego. Comencé a menear mis nalgas al ritmo de su verga mientras él me daba fuertes nalgadas. La sensación era simplemente deliciosa. Cada embestida era más vigorosa que la anterior y eso me hacía gozar más. Entonces se detuvo y me dijo:
- Mira, te tengo una sorpresa, este es mi amigo, el dueño de la casa… y este es el chico que te digo que me jodí anoche.
- Hola, mucho gusto – me dijo ese hombre que estaba junto a la cama sin mas ropa que un pequeño slip que parecía iba a reventar y añadió – sigan en lo que estaban, por mi no se preocupen.
- Quise zafarme de la verga del taxista pero no me dejó, me afianzó por la cintura y reinició el mete y saca e invitó a su amigo a que se nos uniera.
- Este putito mama bien rico y hace rato me dijo que quería lechita para beber jejeje ¿o no? – y un par de nalgadas sonaron en el cuarto.
El otro tipo se acomodó frente a mi y me ofreció el paquete. No sabía que hacer, algo me decía que debía negarme, pero aquella verga que se perfilaba en el pequeño calzoncillo de ese hombre lucía bastante apetecible y la vergota que me estaba clavando el taxista me hacía retorcer de placer. Así que no tuve alternativa: le bajé el calzón al otro y liberé una hermosa verga morena para comenzar a mamarla.
El otro cabrón se vino casi enseguida, me trague su leche y se retiró. En tanto que mi experimentado enculador tardó un buen rato en eyacular. En ese momento me di cuenta que estaba a su merced. Haría cualquier cosa por gozar de ese pene tan sabroso y que me llenaba como ninguno.
- ¡Que culo tan sabroso tienes! Si no estuviéramos casados te pediría que vivieras conmigo para joderte todos los días – me dijo el taxista mientras se acostaba a mi lado.
- ¿Y por qué invitaste a tu amigo? – le pregunté mientras imaginaba lo que sería vivir con ese semental que cada noche me haría gozar en la cama.
- Pues es el dueño de la casa y por una mamadita nos da chance de coger aquí – me dijo con la mayor tranquilidad y añadió – porque ir diario al hotel sale caro y ni modo de que te meta la verga en tu casa enfrente de tu vieja.
- Está bien, pero me hubieras dicho… además la tiene rica – le dije.
- No seas puto, recuerda que esas nalguitas sólo son mías y no quiero que andes por ahí dándolas… sólo tienes derecho a coger con tu vieja – me dijo en tono de broma y me preguntó - ¿y tu vieja no sospechó por qué llegaste tan tarde?
- No, para nada, de hecho llegué a cogérmela – le dije orgulloso – se la metí por ese culito tan sabroso que tiene y se lo llené de leche.
- ¿Se lo llenaste como yo a ti? – me preguntó curioso.
- No papi, como Tú nadie – le dije y él me besó.
Así iniciamos una nueva sesión de sexo que culminó como las anteriores, con ambos gozando al máximo. En cuanto terminamos nos vestimos y salimos a despedirnos de su amigo, al cual le di otra mamada para agradecerle su hospitalidad. En el camino a mi casa el taxista me dijo algo que me confundió totalmente.
- Oye y si le dices a tu mujer que si hacemos un trio – sonrió y añadió – dile que tengo una buena verga y que cojo sabroso.
- ¿Qué? Estás loco… ¿y si me pregunta que como lo sé? – le dije en tono de broma.
- Pues le dices que ya la probaste jajaja – y ambos soltamos la carcajada.
Después de despedirnos. Entré a la casa y me encontré a mi mujer en la sala, nuevamente semidesnuda, así que imaginé que deseaba una nueva sesión de sexo como la noche anterior. Pero cuando me aproximé a ella me detuvo, mostrándome mis calzoncillos del día anterior.
- ¿Qué significa esto? – me preguntó mientras los extendía frente a mi, mostrando una mancha – huélelos y dime que no es semen.
- No es lo que tu piensas – le dije sabiendo que era evidente.
- Estos son tus trabajos extra… ¿y hoy? ¿también trabajaste en esto hoy? – me dijo y de manera inquisitiva me ordenó – ¡enséñame los boxer!
- Pero… ¿para qué los quieres ver? – le dije recordando que me acababan de llenar el culo de leche tres veces.
- ¡Enséñamelos! – gritó y no tuve mas remedio que hacerlo, me bajé los pantalones y dejé que me revisara.
Después de corroborar lo que era evidente, ella comenzó a llorar y yo comencé a explicarle lo que había ocurrido. Claro que le di a entender que el taxista me había seducido y casi, casi, que me había obligado a volver a hacerlo bajo la amenaza de contarle lo ocurrido la noche anterior. Y entonces ella comenzó a preguntar cosas más específicas, que si me había dolido, que si la tenía muy grande, que si me había gustado, que cuantas veces lo hicimos, que en que posiciones.
- ¿Por qué quieres saber todo eso, mi amor? – pregunté.
- Déjame ponerte cremita para que no te duela… mira como te lo dejó, bien abierto – me dijo ella mientras sus dedos hurgaban en mi culito.
Cuando comenzó a untarme la crema instintivamente levanté mis nalgas y ella notó que me agradaba aquello y comenzó a meter y sacar sus dedos de mi culo. Era como si me estuviera cogiendo. Entonces me volteé y la tomé entre mis brazos para cogérmela. Lo hicimos en diferentes posiciones pero cuando se la metí por el culo ambos llegamos al clímax.
- ¿Cómo es posible que siendo tan macho te hayas dejado coger? – me preguntó mientras la abrazaba.
- Es que si le vieras la verga te apuesto que también se te antojaría – le dije sin caer en la cuenta de que se la estaba ofreciendo.
- Pues tendría que verla y a lo mejor me animo jajaja – me dijo sonriendo.
- ¿Quieres conocerlo? – le pregunté abiertamente.
- No… ¿Qué tal si de verdad se me antoja? – me respondió curiosa.
No dije más, volví a encularla y la abracé con todas mis fuerzas hasta llenarle el culo de leche nuevamente.
Al día siguiente no me podía concentrar. Antes de salir de la casa le volví a preguntar a mi mujer si quería conocer al taxista pero no me respondió, solamente sonrió y me dió un suspensorio que a ella le parecía sexy para que lo usara ese día. Pensaba en el taxista y en lo que había platicado con mi mujer. Por un lado me daba mucho morbo imaginarme a mi mujer siendo penetrada por la vergota del taxista, pero por el otro sentía algo de celos por compartir a mi macho. No sabía que hacer, pero cuando llegó la hora de la salida y lo ví esperándome en el taxi la razón me abandonó.
- ¡Qué onda putito! ¿Ya listo para tu masaje de próstata? – me preguntó mientras arrancaba el coche.
- Sí papi, estoy ansioso – le dije mientras miraba su entrepierna, los shorts que usaba estaban más ajustados que los del día anterior y lucía más sexy, y quizás eso me animó a decirle – pero vamos a mi casa.
- ¿A tu casa? ¿Y tu mina que onda? – me interrogó y yo me quedé callado, por lo que él captó el mensaje de inmediato – Así que se me va a cumplir el deseo de encularte frente a tu vieja.
Camino a casa fue platicándome todo lo que nos podría hacer. Por algunos momentos pensé en arrepentirme pero cuando estábamos frente a la casa y mi mujer salió a recibirnos supe que la suerte estaba echada.
- Ahora entiendo – dijo mi mujer mientras entrábamos a la casa.
- ¿Ahora entiendes qué? – le pregunté.
- Mira nada más que paquetote… con razón terminaste aflojando… - me dijo mi mujer sin quitarle la mirada a su enorme paquete.
- Sí señora y ahora estoy a su disposición – añadió el taxista quitándose la playera y ofreciéndole el paquete a mi mujer.
Mi mujer me miró y sonriendo se dirigió hacia él. No hubo explicaciones ni presentaciones, simplemente se arrodilló frente al taxista y le bajó el cierre del shortcito para buscar su verga.
- ¡Cielos! ¡Es enorme! ¿Puedo? – preguntó ella al dejar en libertad aquel pene que tanto me había hecho gozar los últimos días.
- Claro, adelante, es toda suya… y Tú ven acá – me hizo una seña para que me acercara.
Me desabrochó el pantalón mientras mi mujer ya estaba chupándole la verga. En cuanto descubrió que me había puesto solamente el suspensorio sonrió y comenzó a acariciar mis nalgas, clavando de vez en cuando sus dedos en mi culito mientras nuestras lenguas se enroscaban.
- ¿Quién va primero? – preguntó él mientras me palmeaba vigorosamente las nalgas.
Mi mujer y Yo nos miramos sin saber que responder, pero fue él quien decidió, levantó a mi mujer entre sus brazos y la llevó a la recámara. Yo los seguí mientras por mi mente pasaba toda clase de ideas, pero cuando él la colocó en cuatro sentí envidia de ella, quería estar en su lugar y sentir aquel delicioso pene dentro de mi.
- Ah ¡Está enorme! – gritó ella mientras mi macho la ensartaba por el coño.
- Está bien apretadita … Que te la mame… - ordenó él y sin dudarlo lo obedecimos, me coloqué frente a mi mujer para ofrecerle mi verga y ella de inmediato comenzó a mamármela mientras aquel cabrón se la follaba sin parar.
Creo que la excitación de los tres era enorme. Sólo se escuchaban gemidos y las palmadas que le daba en el trasero a mi mujer. Yo sólo veía como aquella vergota se perdía una y otra vez dentro de aquel goloso coñito, así que me acomodé debajo de ella para hacer un 69 que me permitiera tener un acercamiento con la vergota del taxista. Estaba ardiendo y comencé a alternar lamidas al coñito y a la verga que lo penetraba haciéndolos estremecer a ambos. Era evidente que ella era la que mas gozaba.
- Los quiero a los dos dentro de mi – nos suplicó.
- Eres igual de puta que tu marido jajaja – se rió él y añadió – móntate en su verga para que yo te la clave por el culo.
- No papi, la tienes muy grande, mejor Tú por el coño – le pidió pero la respuesta fueron unas buenas nalgadas y un intento de ensartarla por el culo - ¡Ayyyyy! ¡Duele!
- Bueno, obedece… - le ordenó y ella se clavó mi verga en el coño mientras él comenzaba a comerle el culito haciéndola suspirar.
- Ay mi amor, ¿cómo se la aguantas toda? – me preguntó mientras él le preparaba el culito para ensartarla.
- Pues Tú sólo relájate y… - el peso del cuerpo del taxista se hizo notar.
- Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh – gimió ella mientras Yo sentía como la vergota de aquel semental rozaba la mía al irse alojando en el culito de mi mujer.
- Listo, ya vez como si la aguantas putita – le dijo él mientras mi mujer tensaba todo su cuerpo al sentirse invadida por nuestras vergas.
No hubo palabras, sólo fue sexo, sexo y más sexo. Yo la besaba mientras miraba como su cara se ponía al rojo vivo. Sus gemidos parecían alentarnos a cogérnosla con más vigor. Poco a poco se fue dando el acoplamiento y los tres comenzamos a gozar. Ella fue la primera en lanzar alaridos de placer indicando que estaba alcanzando un orgasmo como nunca. Unos instantes después y casi de manera simultánea mi macho y Yo comenzamos a derramar nuestras leches en sus agujeritos. Se había consumado el "sándwich" más rico de toda mi vida. Los tres nos quedamos abrazados y en silencio por algunos instantes.
- Tenemos que repetirlo mi amor, fue delicioso – me dijo ella mientras deshacíamos el abrazo y ella se metía al baño.
- ¡Que culito tan rico tiene tu putita! Es el garche más rico que me he echado – me dijo él mirando al techo mientras se acariciaba la verga.
- ¿¡Qué!? ¿Más ricos que los que te has echado conmigo? – le reclamé con algo de celos.
- No seas tontito, tu culito es mi favorito, anda dame una mamadita para demostrártelo – me dijo y Yo lo obedecí de inmediato.
Me apoderé de su verga y comencé a mamarla mientras él comenzaba a hurgar entre mis nalguitas. De inmediato aquel precioso pene dio muestras de vida y en unos minutos se erguía orgulloso apuntando al techo. No perdí tiempo y me monté en él. Busqué sus labios mientras aquel pedazo de carne dura se alojaba en mi culito.
- Ay papi, que rica la tienes – gemí y fue cuando miré a mi mujer a un lado de la cama mientras observaba como su maridito era sodomizado de manera voluntaria, sentí algo de pena y quise zafarme pero el taxista me lo impidió y con un hábil movimiento hizo que giráramos y él quedó sobre mi con mis piernitas sobre sus hombros.
- Tranquilo mi amor… ya sé que te gusta… disfrútalo… - me dijo ella mientras observaba cada detalle de la verguiza que me estaban dando.
En ese momento me relajé y me dejé llevar por mi amante. Él parecía esforzarse al máximo, me cogió en cuanta posición se le ocurrió mientras mi mujer se masturbaba a mi lado. Por eso cuando me llenó el culo de leche me sentí en las nubes.
A partir de ese día mi vida se estabilizó por completo había conseguido un amante para mi y para mi mujer y hasta taxi salí ganando jajaja.
- ¿De veras nada mas traes 50 pesos? – me preguntó.
- De verdad, no pensé que fuera a necesitar mas pero ya ves… ándale, hazme el paro y acércame a Libertador – le pedí casi en tono de súplica.
- súbite , me caiste bien y te voy a echar la mano – me dijo y sin dudarlo abordé el taxi.
Ya adentro me dí cuenta que el taxista no era tan mal parecido, debía tener unos 25 años cuando mucho, usaba una camiseta y unas bermudas, estábamos en enero y el calor en la ciudad iba en aumento, por lo cual su indumentaria no se me hizo extraña, lo que sí me llamó mucho la atención fue el paquete que traía al frente de la bermuda.
- Vaya que está haciendo calor, al menos tienes la ventaja de poder andar así, en cambio en la oficina nos obligan a ir de traje – le dije para iniciar una charla.
- Sí, está haciendo un demasiado calor, pero no te creas, tiene sus ventajas – me dijo sonriendo.
- Yo no se las veo – le respondí.
- Pues sí, por ejemplo las minas andan con ropita mas ligera – me miró por el retrovisor y añadió – hoy he levantado a dos en polleras y me han enseñado los muslos y hasta los calzones jejeje.
- Bueno, en eso sí tienes razón, en la oficina llevan blusitas de tirantes y hay que ver lo ricas que se les ven las tetas – le respondí y le pregunté - ¿y que haces para contenerte viendo tanta piel?
- Pues nada, hay veces que a uno le dan entrada y me las llevo a un hotelito, pero por lo general son más apretadas, ya sabes, enseñan pero no aflojan – me dijo.
- ¿Y que haces en esos casos? – insistí en la pregunta viendo como el bulto al frente de su bermuda se hacía mas evidente.
- Pues nada, me aguanto y ando con la verga parada hasta llegar a casa y ahí mi mujer es la que la goza jejeje – dijo nuevamente sonriendo pero apretándose el paquete.
- Por lo que veo hoy fue uno de esos días, ¿verdad? – le dije dirigiendo mi mirada de manera evidente hacia el bulto.
- Pues quien sabe, el día apenas va comenzando ¿o no? – me respondió volviendo a acariciarse el paquete, perfilando mejor su verga y añadió señalando al frente – mira, ya llegamos a libertador, pero me caiste bien y te voy a llevar hasta tu casa, dime para donde vamos.
- Pues hacia nuñez, todo derecho – le dije y añadí – oye, muchas gracias, no sé como agradecértelo.
- ¿no se te ocurre ninguna manera? – me dijo y metió su mano bajo la bermuda para acariciar descaradamente su verga, era un ofrecimiento bastante agradable y hacía varios meses que no disfrutaba de los placeres homosexuales.
- Sí, se me ocurre una, pero necesitaríamos ir a un lugar más íntimo – le respondí mientras extendía mi mano y comenzaba a acariciar su paquete.
- Podemos hacerlo en tu casa ¿no? – me preguntó mientras aceleraba.
- Es que mi esposa está en la casa y podría molestarse ¿no lo crees? – le dije sonriendo mientras mi mano ya estaba hurgando dentro de la bermuda, el cabrón no traía calzones y pude sentir su pene tibio y semierecto.
- Lo sabía, estás casado, me encantan los machos… verás que rico lo vamos a pasar, mi rey – y tomó una desviación hacia la zona hotelera y en unos minutos ya estábamos entrando a un hotel.
Entramos y de inmediato lo saludaron un par de tipos que le indicaron en dónde estacionar el coche. Se veía que era un asiduo visitante de ese lugar, porque de inmediato un tipo se nos condujo a una habitación y sonriendo me dio un paquete de forros junto con un tubo de lubricante anal.
- Pues ya estamos aquí – le dije en cuanto cerró la puerta.
- Mira lo que te vas a comer – me respondió y se quitó la bermuda.
- Verlo de pie con esa tremenda verga colgando entre sus piernas me hizo agradecerle mentalmente al tipo que nos llevó el lubricante. Nunca había visto una verga mas grande que esa y eso que aún no estaba bien parada. Así que no perdí tiempo y de inmediato me comencé a desnudar dándole la espalda al final para que viera mis nalguitas al momento de despojarme del boxer.
- ¿Y a ti te gusta lo que ves? – le pregunté pero su respuesta fue lanzarse sobre mi.
Las palabras sobraban, comenzamos a revolcarnos en la cama. Sus labios buscaron los míos y cuando los encontraron se me erizó la piel. Su lengua se enroscó con la mía. Me sentí en las nubes, jamás en mi vida me había besado un hombre. Me sentí extraño, en mis anteriores experiencias homosexuales sólo hubo sexo oral y en las dos ocasiones que hubo penetración sólo me bajaron los calzones y me la dejaron ir hasta venirse, pero este macho no despegaba sus labios de los míos mientras su verga se restregaba contra la mía y sus manos recorrían todo mi cuerpo. Era todo un experto. Cuando me colocó boca abajo y me separó las piernas le supliqué que me la metiera, pero en lugar de sentir su verga, sentí su lengua. El puro contacto de la lengua en mi culito me hizo estremecer y no me pude contener, mi verga comenzó a arrojar la leche sobre las sábanas.
No lo podía creer, me estaba haciendo lo que tantas veces le había hecho yo a mi mujer. Después de su lengua fueron sus dedos los que invadieron mi pequeño agujerito, estaban algo fríos y comprendí que me estaba lubricando poco a poco.
- ¿Estás listo? – me preguntó y yo sólo gemí levantando mis nalgas – bueno cabrón, ahora sí vas a saber lo que es un hombre.
La sensación de aquella enorme cabezota de su verga presionando contra mi culito era deliciosa. Yo me relajé al máximo porque sabía el grueso calibre que tenía, pero aún así era difícil conseguir que entrara.
- Sé firme, papito, yo me aguanto – le dije y él lo hizo, me afianzó bien y me la empujó con fuerza – ah… ya entró.
Por fin lo había conseguido, al menos la cabezota estaba dentro de mi. Él me lo dejó unos segundos ahí y me lo sacó. Yo iba a protestar pero él volvió a meterme la cabezota haciéndome gemir. Repitió ese mete y saca varias veces hasta que comenzó a avanzar poco a poco. Ese era un hombre de verdad. Mi culito fue recibiendo aquel robusto miembro sin protestar y en unos minutos el ritmo se había vuelto vigoroso, su cuerpo chocaba contra mis nalgas una y otra vez hasta que en un embate profundo sentí como respingaba aquella verga en mis entrañas, sentí como me bañaba el culo con su leche, hasta ese momento pensé en los condones pero no me importaba, ese macho me había hecho vibrar como nunca y ahora me abrazaba dejándome su verga dentro del culo.
- ¡Qué culito tan sabroso tenes! – me dijo mientras mordisqueba mi oreja y me preguntó – Nunca me había cogido a un machito virgen… ¿eras virgen verdad?
- No, papi, no fuiste el primero, pero con esa vergota que te cargas seguro que todos los agujeros parecen nuevos para ti – le dije dándole un apretón a su verga con mis nalgas.
- Para que te digo que no si es la pura verdad – y al decir eso me la sacó y añadió - ¿no quieres darle una mamadita?
Nos miramos y busqué sus labios. Comencé a recorrer todo su cuerpo, fui bajando poco a poco hasta llegar a ese preciado tesoro. Era sin duda alguna un superdotado, lo sujeté con mis manos desde la base y sobresalía casi una tercera parte. Cuando lo metí en mi boca casi me ahogo, estaba bien gorda. Pero comencé a mamárselo con gran cuidado. Lamí sus bolas y en poco tiempo estaba completamente erecta y lista. Así que sin preguntar, me coloqué a horcajadas sobre él y yo solito me la fui clavando.
- Ay papito, la tienes bien grande mmmm – le dije en cuanto la sentí completamente dentro de mi.
- Así me gustan los hombres, aguantadores – y al decir esto me jaló hacia él.
Ahí estaba yo besando al taxista mientras su verga entraba y salía de mi culo al ritmo que le imponían mis caderas. Esa lengua se enroscaba en la mía y me hacía sentir en las nubes. El meneo de mis nalgas era semilento, quería gozarlo lo más posible pero él comenzó a impulsar su verga hacia arriba y comencé a corresponderle. El ritmo era delicioso y de nuevo ocurrió, me volvió a llenar el culo de leche.
- Bueno, no quisiera que esto terminara, pero mi mujer ya debe estar preocupada – le dije zafándome de su delicioso pene para vestirme de inmediato.
- Ni hablar, tienes razón, hay que volver – me dijo pero palmeándome las nalgas añadió – pero mañana repetimos ¿no?
Salimos del hotel y me llevó a casa. Todo el camino fuimos hablando de lo rico que había sido nuestro encuentro. Y al llegar a mi casa me despedí de él con un tremendo beso en los labios y un par de lamidas a su pene. Quedamos de vernos al día siguiente.
En cuanto entré a la casa me di cuenta de la tremenda erección que me había provocado la despedida del taxista. Además fue hasta ese momento que caí en la cuenta de que mi culito aún traía la leche de ese macho. Así que traté de no hacer ruido y meterme al baño, pero mi mujer se levantó de inmediato.
- Mi amor, debes venir muy cansado… no deberías quedarte tan tarde en el trabajo – me dijo ella aproximándose a mi con la cadencia sus caderas que tanto me excitaba y vistiendo sólo una minúscula tanguita.
- Lo sé, pero es necesario… sabes, vengo algo acalorado y quisiera darme un baño – le dije mientras ella me besaba.
- Yo también tengo calor – me dijo mientras me quitaba la ropa.
No lo podía creer hacía apenas unos minutos tenía en mi boca los labios del taxista y ahora tenía los de mi mujer. La excitación que traía me hizo reaccionar como lo hubiera hecho cualquiera. Le arranque el calzoncito a mi mujer y la acomodé contra la pared, busqué entre sus nalgas el agujerito que tantas veces me había dado y comencé a lamerlo justo como el taxista me lo había hecho.
- Ah mi amor… que rico… ahh – gemía ella mientras que mis dedos hurgaban en su vagina.
Me la llevé a la cama y colocándola en cuatro le separé las piernas al máximo y la penetré por el coño. Se la metí de un solo golpe y comencé a bombearla mientras que mis pulgares se clavaban en su culito. Ambos estábamos gozando a tope, pero yo quería hacerla gozar justo como me habían hecho gozar a mi, así que saqué mi verga de su coño y se la comencé a meter por el culo. Me la cogí como hacía tiempo que no lo hacía y le llené el culo de leche justo como el taxista había hecho conmigo.
Al día siguiente todo parecía normal. Quizás un poco adolorido de la cintura y con algo de ardor en el culo, pero nada más. Sin embargo, conforme se acercaba la hora de salida mi mente pensaba más y más en el taxista, en esa descomunal verga que me había llenado el culo de leche y que me había hecho menear las nalgas como nunca. Finalmente llegó la hora, me asomé por la ventana de la oficina y lo ví, estaba ahí afuera con una indumentaria semejante a la anterior, unos shorts y una camiseta, lucía tan sexy que de solo verlo ya tenía la verga parada. Llamé a casa para decir que iba a tener que quedarme hasta tarde y salí a buscar a mi macho.
- Hola ¿cómo estás? – lo saludé efusivamente mientras abordábamos el taxi.
- Pues bien caliente, mira como la traigo – me respondió acariciándose el enorme paquete que se perfilaba frente a sus shorts.
Así fuimos platicando mientras nos dirigíamos hacia el norte de la ciudad, no le pregunté sobre el cambio de rumbo pero pronto él me explicó.
- Mira, ya llegamos, esta es la casa de un amigo, me la prestó para pasarla bien, él llega ya tarde, así que ahora la tenemos para nosotros solitos – respondió mientras entrábamos a una casa.
La idea de estar en la casa de alguien mas no me agradaba pero él ya se había quitado la ropa y me mostraba su verga colgando entre sus piernas, esperando recibir mis caricias, así que cualquier idea en mi mente pasó a segundo término, me arrodillé frente a él para comenzar a mamar aquel delicioso pene. Poco a poco se fue irguiendo y él me hizo ponerme de pie, me sujetó por las nalgas y me apretó contra él, entonces vino el beso, sí, ese tipo sabía que con cada beso me hacía estremecer y me estaba repitiendo la dosis.
Me llevó a la cama y a diferencia del día anterior, se lanzó sobre mi y colocando mis piernas sobre sus hombros me penetró. Me dolió la embestida pero se la aguanté. Este hombre no era tan cariñoso como la primera vez, era más bien rudo pero me agradaba sentirlo dentro de mi, sentir como su vergota me llegaba hasta donde ninguna otra me había llegado. Entonces llegó mi premio, su verga respingó dentro de mi para llenarme el culo de leche.
- Perdón por la rudeza, mi rey, pero después de lo de anoche necesitaba romperte el culo otra vez – me dijo mientras me la sacaba y se ponía de pie.
- No importa… creo que mi culito lo necesitaba… - le respondí poniéndome de pie frente a él para buscar sus labios nuevamente.
- Por eso me gustas… ¿quieres tomar algo? – me preguntó y salimos hacia la cocina.
- Sí, papi, quiero lechita – le dije mientras me volvía a arrodillar frente a él para mamarle la verga.
- Vamos a la cama porque quiero que tu culito se acostumbre a mi verga – me dijo él palmeándome las nalgas.
Me coloqué en cuatro esperando recibir su lengua en mi culito, pero en lugar de eso recibí un par de nalgadas y su vergota. El cabrón estaba en el plan de macho dominante y yo le iba a seguir el juego. Comencé a menear mis nalgas al ritmo de su verga mientras él me daba fuertes nalgadas. La sensación era simplemente deliciosa. Cada embestida era más vigorosa que la anterior y eso me hacía gozar más. Entonces se detuvo y me dijo:
- Mira, te tengo una sorpresa, este es mi amigo, el dueño de la casa… y este es el chico que te digo que me jodí anoche.
- Hola, mucho gusto – me dijo ese hombre que estaba junto a la cama sin mas ropa que un pequeño slip que parecía iba a reventar y añadió – sigan en lo que estaban, por mi no se preocupen.
- Quise zafarme de la verga del taxista pero no me dejó, me afianzó por la cintura y reinició el mete y saca e invitó a su amigo a que se nos uniera.
- Este putito mama bien rico y hace rato me dijo que quería lechita para beber jejeje ¿o no? – y un par de nalgadas sonaron en el cuarto.
El otro tipo se acomodó frente a mi y me ofreció el paquete. No sabía que hacer, algo me decía que debía negarme, pero aquella verga que se perfilaba en el pequeño calzoncillo de ese hombre lucía bastante apetecible y la vergota que me estaba clavando el taxista me hacía retorcer de placer. Así que no tuve alternativa: le bajé el calzón al otro y liberé una hermosa verga morena para comenzar a mamarla.
El otro cabrón se vino casi enseguida, me trague su leche y se retiró. En tanto que mi experimentado enculador tardó un buen rato en eyacular. En ese momento me di cuenta que estaba a su merced. Haría cualquier cosa por gozar de ese pene tan sabroso y que me llenaba como ninguno.
- ¡Que culo tan sabroso tienes! Si no estuviéramos casados te pediría que vivieras conmigo para joderte todos los días – me dijo el taxista mientras se acostaba a mi lado.
- ¿Y por qué invitaste a tu amigo? – le pregunté mientras imaginaba lo que sería vivir con ese semental que cada noche me haría gozar en la cama.
- Pues es el dueño de la casa y por una mamadita nos da chance de coger aquí – me dijo con la mayor tranquilidad y añadió – porque ir diario al hotel sale caro y ni modo de que te meta la verga en tu casa enfrente de tu vieja.
- Está bien, pero me hubieras dicho… además la tiene rica – le dije.
- No seas puto, recuerda que esas nalguitas sólo son mías y no quiero que andes por ahí dándolas… sólo tienes derecho a coger con tu vieja – me dijo en tono de broma y me preguntó - ¿y tu vieja no sospechó por qué llegaste tan tarde?
- No, para nada, de hecho llegué a cogérmela – le dije orgulloso – se la metí por ese culito tan sabroso que tiene y se lo llené de leche.
- ¿Se lo llenaste como yo a ti? – me preguntó curioso.
- No papi, como Tú nadie – le dije y él me besó.
Así iniciamos una nueva sesión de sexo que culminó como las anteriores, con ambos gozando al máximo. En cuanto terminamos nos vestimos y salimos a despedirnos de su amigo, al cual le di otra mamada para agradecerle su hospitalidad. En el camino a mi casa el taxista me dijo algo que me confundió totalmente.
- Oye y si le dices a tu mujer que si hacemos un trio – sonrió y añadió – dile que tengo una buena verga y que cojo sabroso.
- ¿Qué? Estás loco… ¿y si me pregunta que como lo sé? – le dije en tono de broma.
- Pues le dices que ya la probaste jajaja – y ambos soltamos la carcajada.
Después de despedirnos. Entré a la casa y me encontré a mi mujer en la sala, nuevamente semidesnuda, así que imaginé que deseaba una nueva sesión de sexo como la noche anterior. Pero cuando me aproximé a ella me detuvo, mostrándome mis calzoncillos del día anterior.
- ¿Qué significa esto? – me preguntó mientras los extendía frente a mi, mostrando una mancha – huélelos y dime que no es semen.
- No es lo que tu piensas – le dije sabiendo que era evidente.
- Estos son tus trabajos extra… ¿y hoy? ¿también trabajaste en esto hoy? – me dijo y de manera inquisitiva me ordenó – ¡enséñame los boxer!
- Pero… ¿para qué los quieres ver? – le dije recordando que me acababan de llenar el culo de leche tres veces.
- ¡Enséñamelos! – gritó y no tuve mas remedio que hacerlo, me bajé los pantalones y dejé que me revisara.
Después de corroborar lo que era evidente, ella comenzó a llorar y yo comencé a explicarle lo que había ocurrido. Claro que le di a entender que el taxista me había seducido y casi, casi, que me había obligado a volver a hacerlo bajo la amenaza de contarle lo ocurrido la noche anterior. Y entonces ella comenzó a preguntar cosas más específicas, que si me había dolido, que si la tenía muy grande, que si me había gustado, que cuantas veces lo hicimos, que en que posiciones.
- ¿Por qué quieres saber todo eso, mi amor? – pregunté.
- Déjame ponerte cremita para que no te duela… mira como te lo dejó, bien abierto – me dijo ella mientras sus dedos hurgaban en mi culito.
Cuando comenzó a untarme la crema instintivamente levanté mis nalgas y ella notó que me agradaba aquello y comenzó a meter y sacar sus dedos de mi culo. Era como si me estuviera cogiendo. Entonces me volteé y la tomé entre mis brazos para cogérmela. Lo hicimos en diferentes posiciones pero cuando se la metí por el culo ambos llegamos al clímax.
- ¿Cómo es posible que siendo tan macho te hayas dejado coger? – me preguntó mientras la abrazaba.
- Es que si le vieras la verga te apuesto que también se te antojaría – le dije sin caer en la cuenta de que se la estaba ofreciendo.
- Pues tendría que verla y a lo mejor me animo jajaja – me dijo sonriendo.
- ¿Quieres conocerlo? – le pregunté abiertamente.
- No… ¿Qué tal si de verdad se me antoja? – me respondió curiosa.
No dije más, volví a encularla y la abracé con todas mis fuerzas hasta llenarle el culo de leche nuevamente.
Al día siguiente no me podía concentrar. Antes de salir de la casa le volví a preguntar a mi mujer si quería conocer al taxista pero no me respondió, solamente sonrió y me dió un suspensorio que a ella le parecía sexy para que lo usara ese día. Pensaba en el taxista y en lo que había platicado con mi mujer. Por un lado me daba mucho morbo imaginarme a mi mujer siendo penetrada por la vergota del taxista, pero por el otro sentía algo de celos por compartir a mi macho. No sabía que hacer, pero cuando llegó la hora de la salida y lo ví esperándome en el taxi la razón me abandonó.
- ¡Qué onda putito! ¿Ya listo para tu masaje de próstata? – me preguntó mientras arrancaba el coche.
- Sí papi, estoy ansioso – le dije mientras miraba su entrepierna, los shorts que usaba estaban más ajustados que los del día anterior y lucía más sexy, y quizás eso me animó a decirle – pero vamos a mi casa.
- ¿A tu casa? ¿Y tu mina que onda? – me interrogó y yo me quedé callado, por lo que él captó el mensaje de inmediato – Así que se me va a cumplir el deseo de encularte frente a tu vieja.
Camino a casa fue platicándome todo lo que nos podría hacer. Por algunos momentos pensé en arrepentirme pero cuando estábamos frente a la casa y mi mujer salió a recibirnos supe que la suerte estaba echada.
- Ahora entiendo – dijo mi mujer mientras entrábamos a la casa.
- ¿Ahora entiendes qué? – le pregunté.
- Mira nada más que paquetote… con razón terminaste aflojando… - me dijo mi mujer sin quitarle la mirada a su enorme paquete.
- Sí señora y ahora estoy a su disposición – añadió el taxista quitándose la playera y ofreciéndole el paquete a mi mujer.
Mi mujer me miró y sonriendo se dirigió hacia él. No hubo explicaciones ni presentaciones, simplemente se arrodilló frente al taxista y le bajó el cierre del shortcito para buscar su verga.
- ¡Cielos! ¡Es enorme! ¿Puedo? – preguntó ella al dejar en libertad aquel pene que tanto me había hecho gozar los últimos días.
- Claro, adelante, es toda suya… y Tú ven acá – me hizo una seña para que me acercara.
Me desabrochó el pantalón mientras mi mujer ya estaba chupándole la verga. En cuanto descubrió que me había puesto solamente el suspensorio sonrió y comenzó a acariciar mis nalgas, clavando de vez en cuando sus dedos en mi culito mientras nuestras lenguas se enroscaban.
- ¿Quién va primero? – preguntó él mientras me palmeaba vigorosamente las nalgas.
Mi mujer y Yo nos miramos sin saber que responder, pero fue él quien decidió, levantó a mi mujer entre sus brazos y la llevó a la recámara. Yo los seguí mientras por mi mente pasaba toda clase de ideas, pero cuando él la colocó en cuatro sentí envidia de ella, quería estar en su lugar y sentir aquel delicioso pene dentro de mi.
- Ah ¡Está enorme! – gritó ella mientras mi macho la ensartaba por el coño.
- Está bien apretadita … Que te la mame… - ordenó él y sin dudarlo lo obedecimos, me coloqué frente a mi mujer para ofrecerle mi verga y ella de inmediato comenzó a mamármela mientras aquel cabrón se la follaba sin parar.
Creo que la excitación de los tres era enorme. Sólo se escuchaban gemidos y las palmadas que le daba en el trasero a mi mujer. Yo sólo veía como aquella vergota se perdía una y otra vez dentro de aquel goloso coñito, así que me acomodé debajo de ella para hacer un 69 que me permitiera tener un acercamiento con la vergota del taxista. Estaba ardiendo y comencé a alternar lamidas al coñito y a la verga que lo penetraba haciéndolos estremecer a ambos. Era evidente que ella era la que mas gozaba.
- Los quiero a los dos dentro de mi – nos suplicó.
- Eres igual de puta que tu marido jajaja – se rió él y añadió – móntate en su verga para que yo te la clave por el culo.
- No papi, la tienes muy grande, mejor Tú por el coño – le pidió pero la respuesta fueron unas buenas nalgadas y un intento de ensartarla por el culo - ¡Ayyyyy! ¡Duele!
- Bueno, obedece… - le ordenó y ella se clavó mi verga en el coño mientras él comenzaba a comerle el culito haciéndola suspirar.
- Ay mi amor, ¿cómo se la aguantas toda? – me preguntó mientras él le preparaba el culito para ensartarla.
- Pues Tú sólo relájate y… - el peso del cuerpo del taxista se hizo notar.
- Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh – gimió ella mientras Yo sentía como la vergota de aquel semental rozaba la mía al irse alojando en el culito de mi mujer.
- Listo, ya vez como si la aguantas putita – le dijo él mientras mi mujer tensaba todo su cuerpo al sentirse invadida por nuestras vergas.
No hubo palabras, sólo fue sexo, sexo y más sexo. Yo la besaba mientras miraba como su cara se ponía al rojo vivo. Sus gemidos parecían alentarnos a cogérnosla con más vigor. Poco a poco se fue dando el acoplamiento y los tres comenzamos a gozar. Ella fue la primera en lanzar alaridos de placer indicando que estaba alcanzando un orgasmo como nunca. Unos instantes después y casi de manera simultánea mi macho y Yo comenzamos a derramar nuestras leches en sus agujeritos. Se había consumado el "sándwich" más rico de toda mi vida. Los tres nos quedamos abrazados y en silencio por algunos instantes.
- Tenemos que repetirlo mi amor, fue delicioso – me dijo ella mientras deshacíamos el abrazo y ella se metía al baño.
- ¡Que culito tan rico tiene tu putita! Es el garche más rico que me he echado – me dijo él mirando al techo mientras se acariciaba la verga.
- ¿¡Qué!? ¿Más ricos que los que te has echado conmigo? – le reclamé con algo de celos.
- No seas tontito, tu culito es mi favorito, anda dame una mamadita para demostrártelo – me dijo y Yo lo obedecí de inmediato.
Me apoderé de su verga y comencé a mamarla mientras él comenzaba a hurgar entre mis nalguitas. De inmediato aquel precioso pene dio muestras de vida y en unos minutos se erguía orgulloso apuntando al techo. No perdí tiempo y me monté en él. Busqué sus labios mientras aquel pedazo de carne dura se alojaba en mi culito.
- Ay papi, que rica la tienes – gemí y fue cuando miré a mi mujer a un lado de la cama mientras observaba como su maridito era sodomizado de manera voluntaria, sentí algo de pena y quise zafarme pero el taxista me lo impidió y con un hábil movimiento hizo que giráramos y él quedó sobre mi con mis piernitas sobre sus hombros.
- Tranquilo mi amor… ya sé que te gusta… disfrútalo… - me dijo ella mientras observaba cada detalle de la verguiza que me estaban dando.
En ese momento me relajé y me dejé llevar por mi amante. Él parecía esforzarse al máximo, me cogió en cuanta posición se le ocurrió mientras mi mujer se masturbaba a mi lado. Por eso cuando me llenó el culo de leche me sentí en las nubes.
A partir de ese día mi vida se estabilizó por completo había conseguido un amante para mi y para mi mujer y hasta taxi salí ganando jajaja.
4 comentarios - El taxista enculador
van p