La sed de tu cuerpo me arrebata. Ando por ahí vacío de tu piel, soy un hueco oscuro que busca la incandescencia de tu sexo.
Brillar.
Encenderme, prenderme entre los pliegues de tu concha. Hacerme luz ahi dentro en la húmeda oscuridad de tu cueva de placer. Profunda y hermosamente enterrado en tu cuerpo quiero arder.
Te veo en cada cuerpo de mujer que me cruzo por la calle. En cada escote, en cada cadera, en cada pie delicadamente vestido por sandalias u ojotas. Te veo en cada cruce de miradas, en cada roce de codo, en cada aroma a jazmines o limón de colonias perdidas. te presiento en todo lugar y tiempo.
Te siento todavía agitada entre mis brazos ese día que te fuiste después que deliramos por dos horas.
Todavía llevo en mí el aroma de tus flujos saliendo a mares mientras te chupaba el clítoris. Siento su humedad cayendo por mi barbilla y tus manos apretándome, asfixiandome en tu goce. Escucho detras de los ruidos de motores y ringtones tus gemidos todavía presentes en mi memoria. Tu aliento agitado diciéndome al oído que te siga cogiendo, así, así, así...
Evidentemente te extraño.
Extraño empezar a recorrerte por los pies. Detenerme en cada dedo, lamiéndolos, sintiendo los pliegues, metiendo la lengua entre ellos. Lamerte la planta y después metermelos en la boca. Chuparlos. Desear, verte. Seguir por tus piernas eternas, hermosas, delicadas, abiertas. Abiertas y esperándome en el centro. La veo, me la estás mostrando, abriéndola con las manos. Puedo presentir la humedad que va fluyendo pero en esos momentos siempre prefiero verte. Desnuda, caliente, tocándote. Prefiero en esos casos meter la pija entre los arcos de tus pies. Dejar que se deslice entre ellos, viendo deslizarse entre tus preciosidades. Ver tus dedos de uñas pintadas ponerse rígidos por la calentura, esa que va subiendo a empujones por dentro nuestro.
Prefiero pajearme con tus pies y verte tocándote el clítoris en círculos cada vez más fuertes, más rápidos, más húmedos. Ver tu mirada clavada en mí y tus labios abiertos, deseosos. Prefiero a veces retrasar el goce para hacer más intensos los segundos. Hacer que el tiempo se estire, se haga eterno.
Y en esos casos, prefiero levantar tus piernas tomándolas por los tobillos, y así empezar a pasarte la pija por la concha, acariciándola, abriendo apenas los labios y viéndo salir tus flujos cayendo en pequeñas gotas espesas por el interior de tus glúteos. También pasarla por tu ojete. Ir y venir por tus agujeros, agitándote, agitándome. Así, así, así.
Prefiero penetrarte con los tobillos en mis hombros. Llego más profundo así, más adentro. Me hundo en tus entrañas hasta los huevos, allí hasta donde llego y toco esos pliegues que te hacen gozar. Y vos con los pies vas acariciando mi cara, mi cuello. Vas llegando hasta mi boca para que pase la lengua por las plantas, entre los dedos, mientras te la meto bien adentro.
Pienso en esos momentos en la flexibilidad del cuerpo humano. En como, a veces, cogiendo hacemos poses o posturas fuera de toda lógica corporal. En como eso nos hace calentar aún más. En que el espectáculo de nuestro propio goce nos calienta más que el propio goce mismo.
Cosas que pienso mientras te cojo.
Gozando de cogerte. O gozando de la idea de cogerte mientras te cojo.
Me puse denso?
Total después todo acaba. Acabamos, nos disfrutamos, nos quemamos.
Y saliendo otra vez a la calle me siento vacío de tu cuerpo. Extrañándote al mismo momento que me alejo. Imposible agarrar al tiempo.
Brillar.
Encenderme, prenderme entre los pliegues de tu concha. Hacerme luz ahi dentro en la húmeda oscuridad de tu cueva de placer. Profunda y hermosamente enterrado en tu cuerpo quiero arder.
Te veo en cada cuerpo de mujer que me cruzo por la calle. En cada escote, en cada cadera, en cada pie delicadamente vestido por sandalias u ojotas. Te veo en cada cruce de miradas, en cada roce de codo, en cada aroma a jazmines o limón de colonias perdidas. te presiento en todo lugar y tiempo.
Te siento todavía agitada entre mis brazos ese día que te fuiste después que deliramos por dos horas.
Todavía llevo en mí el aroma de tus flujos saliendo a mares mientras te chupaba el clítoris. Siento su humedad cayendo por mi barbilla y tus manos apretándome, asfixiandome en tu goce. Escucho detras de los ruidos de motores y ringtones tus gemidos todavía presentes en mi memoria. Tu aliento agitado diciéndome al oído que te siga cogiendo, así, así, así...
Evidentemente te extraño.
Extraño empezar a recorrerte por los pies. Detenerme en cada dedo, lamiéndolos, sintiendo los pliegues, metiendo la lengua entre ellos. Lamerte la planta y después metermelos en la boca. Chuparlos. Desear, verte. Seguir por tus piernas eternas, hermosas, delicadas, abiertas. Abiertas y esperándome en el centro. La veo, me la estás mostrando, abriéndola con las manos. Puedo presentir la humedad que va fluyendo pero en esos momentos siempre prefiero verte. Desnuda, caliente, tocándote. Prefiero en esos casos meter la pija entre los arcos de tus pies. Dejar que se deslice entre ellos, viendo deslizarse entre tus preciosidades. Ver tus dedos de uñas pintadas ponerse rígidos por la calentura, esa que va subiendo a empujones por dentro nuestro.
Prefiero pajearme con tus pies y verte tocándote el clítoris en círculos cada vez más fuertes, más rápidos, más húmedos. Ver tu mirada clavada en mí y tus labios abiertos, deseosos. Prefiero a veces retrasar el goce para hacer más intensos los segundos. Hacer que el tiempo se estire, se haga eterno.
Y en esos casos, prefiero levantar tus piernas tomándolas por los tobillos, y así empezar a pasarte la pija por la concha, acariciándola, abriendo apenas los labios y viéndo salir tus flujos cayendo en pequeñas gotas espesas por el interior de tus glúteos. También pasarla por tu ojete. Ir y venir por tus agujeros, agitándote, agitándome. Así, así, así.
Prefiero penetrarte con los tobillos en mis hombros. Llego más profundo así, más adentro. Me hundo en tus entrañas hasta los huevos, allí hasta donde llego y toco esos pliegues que te hacen gozar. Y vos con los pies vas acariciando mi cara, mi cuello. Vas llegando hasta mi boca para que pase la lengua por las plantas, entre los dedos, mientras te la meto bien adentro.
Pienso en esos momentos en la flexibilidad del cuerpo humano. En como, a veces, cogiendo hacemos poses o posturas fuera de toda lógica corporal. En como eso nos hace calentar aún más. En que el espectáculo de nuestro propio goce nos calienta más que el propio goce mismo.
Cosas que pienso mientras te cojo.
Gozando de cogerte. O gozando de la idea de cogerte mientras te cojo.
Me puse denso?
Total después todo acaba. Acabamos, nos disfrutamos, nos quemamos.
Y saliendo otra vez a la calle me siento vacío de tu cuerpo. Extrañándote al mismo momento que me alejo. Imposible agarrar al tiempo.
5 comentarios - Festejo III