Mi esposa quiere que les cuente ahora lo que hacemos en la temporada estival con mis compañeros de la empresa.
Cuando llega la primavera, las reuniones de la empresa se hacen cada 15 días en el yate del Gerente. Es hermoso. Tiene una sala amplia donde podemos jugar a las cartas, y un dormitorio espléndido con todas las comodidades.
Siempre nos invitan, aunque soy el único ejecutivo de segundo nivel que concurre. Solo tienen acceso los ejecutivos máximos, es mas, no participa ninguna otra mujer, ya que la consideran una salida de hombres, pero es tal la simpatía de mi esposa que ellos mismos reconocen que me invitan porque les encanta que ella participe. Ella es tan atenta y simpática que no dudo que en poco tiempo, y apenas haya una vacante en el nivel superior, me lo van a ofrecer, sino ¿ Para qué me invitarían a compartir sus momentos de ocio con ellos?
En el yate los 3 invitados, junto al dueño del yate, luego del almuerzo se dedican a jugar a las cartas. Como ni María Laura ni yo somos de estos juegos nos dedicamos a tomar sol y descansar en la cubierta. Luego que terminan la partida, salimos de excursión de pesca. Es gracioso, porque como son tipos tan ricos, no juegan a las cartas por dinero, sino por los lugares para salir de pesca. El gomón tiene lugar para cuatro pasajeros. Como yo no juego a las cartas, me incluyen directamente en la excursión. María Laura se marea en el gomón, así que no viaja, y los cuatro restantes definen su participación en esa partida. Según me dicen los tres que sacan mejor puntaje salen de pesca, y el restante se queda a cuidar el barco. En fin, nunca terminaré de entender las excentricidades de estos tipos. Pero resulta halagador que siempre haya un lugar para mí. Como digo, pronto seré uno de los ejecutivos principales de la empresa. Tal vez en ese momento los entienda.
Luego de ese primer encuentro el gerente se mantuvo a distancia. Evidentemente no quería que nadie sospechara en la empresa. Debo reconocer que la pasé muy bien. Me trató con mucha cortesía y suavidad, y era lo que en ese momento necesitaba. Para brutalidad, ya tenía a mi muchachito de la mañana que cada vez se volvía mas posesivo y salvaje.
Hasta que un día mi marido me llama desde la empresa para decirme que lo habían invitado a navegar. Me preguntó si quería ir, y la verdad, el agua en cantidad, no es una cosa que me fascine, así que le dije que me quedaba en casa.
Al rato vuelve a sonar el móvil, y esta vez era un número desconocido.
- ¿ Quién habla?
- Jorge, Sra. el Gerente de la empresa de su marido.
Tanta formalidad me demostró que mi marido le había dado el número y estaba cerca.
- Mi marido está cerca?
- Si, Sra. Yo también estoy encantado de escuchar su voz.
- Eres lanzado eh? Pedirle el número a mi esposo…
- Si, su esposo me dio el número para que la convenciera de venir a navegar con unos amigos.
- No me interesa, me mareo fácil
- No en ese yate que es grande y muy estable.
- Lo pensaré. Llama mas tarde cuando mi esposo no esté.
- Le agradezco su deferencia. Luego la llamo. Y cortó.
Vuelve a sonar el móvil. Mi esposo.
- Si querido?
- Mi amor, no me hagas quedar mal con el Gerente. Acepta venir con nosotros. Si te desagrada nunca más te obligaré.
- Lo pensaré. Te digo lo mismo que le dije a él. Y ahora estoy ocupada amor.
Nos saludamos y cortamos.
No dudé ni por un minuto que lo que el gerente quería era tenerme de patas abiertas para él. Pero la época de ofertas ya había terminado. Si no había una buena razón, estaba bien mi vida como estaba. Mi esposo a quien amo, y mi jovencito que me barrena como un salvaje.
Cuando volvió a sonar el teléfono, como imaginé el tono era otro.
- Hola Jorge.
- Hola Laurita, me imagino que decidiste acompañarnos.
- No veo en que me va a beneficiar ir, dije calculadora.
- Pues mira, si no vienes, los méritos que está haciendo tu esposo se van a frenar muy rápido.
- ¿ Y si voy?
- Entonces, apenas haya una vacante en los puestos jerárquicos, el primer recomendado será tu marido. Además, te tengo preparada una sorpresa que sin dudas te va a gustar y te va a satisfacer. Te vas a sentir una reina, te lo aseguro.
- No te hagas ilusiones porque con mi esposo presente, apenas si podremos saludarnos.
- Yo me encargo, no te preocupes. Y te aseguro que ninguno de los compañeros de tu esposo sabrá nada. Al contrario. Pensarán que está con nosotros por sus propios méritos.
- Está bien, Jorge. Cuenta conmigo entonces. Sabes ser convincente.
El domingo siguiente, temprano, estábamos en el amarradero. El yate se veía realmente imponente. Al subir a bordo nos presentaron. Estaba el gerente de compras, Duilio; el de Marketing, Fabricio; y el de Recursos Humanos, Mariano. Los tres pisaban los 50 años. El mas atractivo era Duilio, y el menos agraciado era Fabricio. De cualquier manera, todos lucían atléticos, bronceados, y con la seguridad que da el poder. Los tres fueron muy amables conmigo y mi esposo.
Mientras los tres llevaban a mi esposo a recorrer el yate, Jorge aprovechó para conversar conmigo.
- Laurita, hoy es el día donde puedes hacer méritos sobrados para con el futuro de tu maridito.
- No me imagino como, dije sonriendo.
- Bueno, no te enojes, pero te hice publicidad con mis amigos del Consejo de Gerencia, hoy presentes en el yate.
Lo miré fríamente.
- Pensé que eras un hombre y no un adolescente que corre a contarle a sus amigos sus aventuras, dije
- Sabes que soy un hombre,pero tenemos una relación muy cercana y de confianza entre nosotros. Y la verdad que todos al conocerte han tenido ganas de catarte. Y tu, convengamos que no te cortas muy fácil. Te gusta pasarlo bien, y si además, puedes sacar alguna ventaja para tu familia, me imagino que no te vas a ofender.
- Si estás pensando en una orgía, lamento desilusionarte. No es mi estilo. Me acuesto con un hombre cuando tengo ganas y vale la pena. No por obligación, y mucho menos como una perra en celo a ser servida por toda la manada, dije fingiendo enojo.
Jorge se acercó mas.
- Justamente, es lo que les dije, y por eso decidimos echar a suertes quien disfrutaría de un par de horas contigo en esta nave.
- Que bien, ¿ Me sortearon y no le avisaron al premio lo que estaba pasando? ¿ Uds. están locos?
- Shh, no levantes la voz. Todavía no te sorteamos. La idea es que después del almuerzo jugaremos a las cartas los cuatro. Ya se que a tu marido no le gusta y a tí tampoco. Tu serás el premio del que gane.
Me causo gracia la imaginación de estos maduros.
- Si aceptas, por supuesto, dijo Jorge suplicando mi aprobación.
- La verdad que no deja de ser novedoso. Será la primera vez que mi pareja la decida el azar. Está bien. No diré nada y vamos a ver como decanta esta idea.
En ese momento regresaba la expedición con mi marido a la cabeza,. Cuando pasó frente a nosotros, un pulgar levantado de jorge indicó que todo era miel sobre hojuelas. La cara de felicidad de los tres restantes era para un cuadro.
- Lindo barco, dijo mi esposo, tienes que ver el dormitorio, querida.
- Ya tendré tiempo, dije con doble intención, y ví como el resto de los hombres tuvieron que esforzarse para no largar la carcajada.
- Bueno, pondré todo en marcha. No se porqué me parece que vamos a pasar un día fuera de lo común.
Fue al puesto de mando, puso en marcha los motores y salimos lentamente del amarradero, rumbo a aguas abiertas.
La mañana transcurrió tranquila. Todos nos cambiamos. Los hombres con sus shorts de baño y remeras, y yo con un conjunto de dos piezas muy sugestivo, pegado al cuerpo, queSentados en cubierta, todos conversamos, tomamos unos tragos y nos reímos de los chismes de oficina tan habituales. Con mucha cortesía, alguno de los hombres me hacía alguna pregunta referente a mi vida cotidiana que yo respondía con una sonrisa.
Al mediodía almorzamos un bufet frío de primera, regado con champagne y jugos, y luego de la comida, Duilio sugirió que para hacer la digestión y antes de salir de pesca, jugáramos un rato a las cartas.
Todos aceptaron, menos mi esposo y yo.
- ¿ Y porqué jugamos? Preguntó Mariano.
Inconscientemente todos me miraron por un segundo y rápidamente giraron la cabeza para evitar que mi esposo sospechara.
- Ya sé. Por los lugares en el gomón para la pesca.
- Hay lugar para 4, dijo Paolo, y me parece que uno debe ser para Fabián ya que el no juega a las cartas.
- Por favor, por mi no se preocupen. Yo la estoy pasando la mar de bien, dijo mi marido sonriendo, mientras yo empezaba a imaginar de que iba la cosa.
-¿ Y María Laura no querrá ir? Preguntó Duilio.
- No. Me mareo muy fácil, prefiero quedarme a bordo.
- Bueno entonces, todo arreglado. El que pierde se queda a bordo, y los demás vamos de pesca. Y comenzaron a jugar.
Mi marido me sugirió que fuéramos a la cubierta a tomar un poco de sol, cosa que acepté de inmediato. Teníamos que dejarlos jugar tranquilos.
Mas de una hora estuvimos en cubierta, de a ratos al sol, y de a ratos bajo un toldo que daba un poco de sombra. Desde adentro se escuchaban las exclamaciones de la partida.
- Parecen que estuvieran jugando una fortuna, dijo mi esposo, si es solo por un lugar en el gomón.
- Es que soy muy competitivos. No les gusta perder a nada, dije disimulando.
- Es probable que tengas razón. En fin, te agradezco que vinieras. Me has hecho un gran favor.
- Tu vida es la mía, mi amor. Si a tí te va bien, a mi también. Estamos juntos en todo, dije besándolo suavemente en los labios.
- La verdad que verte vestida así me ha excitado mucho. Esta noche la pasaremos de primera, dijo mi marido prometiendo algo que no iba a poder cumplir, como ocurría siempre.
- No veo la hora, mi amor, dije acariciándole el cabello.
En ese momento las exclamaciones indicaron que la partida había terminado.
Los cuatro salieron, y nos informaron que Jorge, Fabricio y Duilio habían ganado y saldrían de pesca con mi esposo.
- Lamento que tengas que quedarte le dijo mi marido a Mariano. Si quieres te dejo mi lugar, propuso
- Ni lo sueñes. El juego es el juego. Disfruta del viaje y yo de mi mala suerte.
- No te quejes Mariano, dijo Jorge. Desafortunado en el juego, afortunado en el amor.
Cargaron los elementos de pesca en el gomón, se pusieron sus chalecos salvavidas y raudamente partieron. Mi esposo me saludaba desde la popa con su mano, mientras se alejaba.
Cuando se hicieron un puntito lejano y giraron bordeando la península de una isla, Mariano subió a la cubierta con dos copas de champagne helado.
- Laurita, creo que te gusta que te digan así, no? Dijo sonriente, brindemos.
- ¿ Y porqué brindamos?
- Por la suerte que he tenido hoy. Es el dia mas afortunado de mi existencia, te lo aseguro.
- Vamos que no será para tanto, dije vaciando media copa.
- Espero que para tí también lo sea. Mi sueño es que la pases muy bien y regreses a tu casa satisfecha.
Yo estaba sentada en la cubierta, mientras el permanecía de pie. Se arrodilló a mi lado, dejó la copa en el piso y tomando mi cara, la giró lentamente hasta que quedamos enfrentados. Entonces su boca se pegó a la mía. Fue un beso suave, cálido, erótico, sin urgencias, un beso perfecto, al que en pocos segundos comencé a responder como se merecía.
Al poco rato estábamos rodando sobre cubierta como dos adolescentes. En un momento me tomó en sus brazos y así alzada me llevó al dormitorio del yate. Era precioso como habían dicho. Una cama King Size ocupaba casi todo el lugar.
Poco le costó desnudarme, ya que la ropa que traía puesta era mínima, y a mí también me llevó poco tiempo tener su verga profundamente metida en mi boca. No era nada descomunal pero lo suficiente para gozar como una zorra. Cuando la metí toda en mi boca y con mi lengua le recorría los huevos al mismo tiempo, creí que iba a morirse de placer.
Un 69 nos puso en igualdad de condiciones. Fue su lengua ahora la que se clavaba profundamente en mi sexo, y jugueteaba con mi clítoris llevándome al séptimo cielo.
El primer encuentro fue de lo más convencional. Me acostó boca arriba y cubriéndome con su cuerpo me penetró hasta el fondo, para luego comenzar a cepillarme firmemente.
Tiramos así durante 10 minutos. Tuve mi primer orgasmos y sentí su semen inundar mi cuerpo.
Descansamos un rato, tomamos otra copa de champagne, y luego me esmeré para volver a levantar el armamento. Mi boca lo consiguió en minutos.
Ahora, en cuatro patas, me montó como todo un experto, mientras sus manos estrujaban mis tetas, y pellizcaban mis endurecidos pezones. Este encuentro duró casi media hora, y su verga talló cada milímetro de mi sexo. Mis dos orgasmos no pudieron compararse al profundo clímax que alcanzó Mariano. Creí que iba a morirse allí mismo.
Nos quedamos acostados conversando y acariciándonos, ya satisfechos.
- Espero que te haya gustado, dijo cuando ya se acercaba la hora del regreso de los pescadores.
- La pasé muy bien Mariano. Me gustó mucho, pero no te ilusiones con que esto se haga habitual. Tú sabes que no podemos convertirlo en costumbre.
- Ya lo sé Laurita. Tendré que confiar en la suerte, ya que no queremos que esto salga de este ámbito. Pero quisiera pedirte un favor.
- Lo que quiera, hermoso.
- Quiero que me la chupes. No se cuanta leche me quedará porque me he vaciado como un animal, pero lo poco que queda quiero que lo lleves en tu estómago.
Sin decir palabra, volví a tomar posesión de su verga con mi boca, y comencé a esmerarme en una mamada que tenía que ser única, porque conseguir que un hombre de 50 años tuviera en poco tiempo un tercer orgasmo no era tarea fácil. Era todo un desafío.
10 minutos llevó que se endureciera, y otros diez para ponerlo a Mariano al borde del orgasmo. Por fin se tensó y con una acabada mas mental que física escupió lo poco que le quedaba en mi boca, y yo me apuré a tragarlo. En ese momento comenzó a oírse el motor fuera de borda del gomón que volvía.
Rápidamente me vestí y fui a la cubierta. Mariano, hizo lo propio y se recostó en el salón, como si estuviera descansando.
Unos minutos después atracaba el gomón al lado del yate, y mi esposo subía feliz como un niño, festejando lo que había pescado.
Los demás lo alentaban y disfrutaban de su alegría. Yo los miraba y pensaba cuan hipócrita puede ser la gente. Igual que yo.
Esa noche, mi esposo me hizo el amor como siempre. Recordando la tarde llegué a acabar lo que lo hizo muy feliz, y se durmió de inmediato.
Por la mañana, caliente como una pipa, salí a trotar y pasé por el edificio de mi amiga.
Hoy, mi marido ocupa la gerencia de Recursos Humanos. Jorge contrató un piloto para el yate, con lo que siguen jugando a las cartas quien sale de pesca. Y allá van el piloto contratado, mi marido y los dos “ganadores” mientras el perdedor desquita su mala suerte en el dormitorio del yate.
Mi matrimonio es ejemplar. Y ud. amigo lector ¿ Sabe como es realmente el suyo?
Cuando llega la primavera, las reuniones de la empresa se hacen cada 15 días en el yate del Gerente. Es hermoso. Tiene una sala amplia donde podemos jugar a las cartas, y un dormitorio espléndido con todas las comodidades.
Siempre nos invitan, aunque soy el único ejecutivo de segundo nivel que concurre. Solo tienen acceso los ejecutivos máximos, es mas, no participa ninguna otra mujer, ya que la consideran una salida de hombres, pero es tal la simpatía de mi esposa que ellos mismos reconocen que me invitan porque les encanta que ella participe. Ella es tan atenta y simpática que no dudo que en poco tiempo, y apenas haya una vacante en el nivel superior, me lo van a ofrecer, sino ¿ Para qué me invitarían a compartir sus momentos de ocio con ellos?
En el yate los 3 invitados, junto al dueño del yate, luego del almuerzo se dedican a jugar a las cartas. Como ni María Laura ni yo somos de estos juegos nos dedicamos a tomar sol y descansar en la cubierta. Luego que terminan la partida, salimos de excursión de pesca. Es gracioso, porque como son tipos tan ricos, no juegan a las cartas por dinero, sino por los lugares para salir de pesca. El gomón tiene lugar para cuatro pasajeros. Como yo no juego a las cartas, me incluyen directamente en la excursión. María Laura se marea en el gomón, así que no viaja, y los cuatro restantes definen su participación en esa partida. Según me dicen los tres que sacan mejor puntaje salen de pesca, y el restante se queda a cuidar el barco. En fin, nunca terminaré de entender las excentricidades de estos tipos. Pero resulta halagador que siempre haya un lugar para mí. Como digo, pronto seré uno de los ejecutivos principales de la empresa. Tal vez en ese momento los entienda.
Luego de ese primer encuentro el gerente se mantuvo a distancia. Evidentemente no quería que nadie sospechara en la empresa. Debo reconocer que la pasé muy bien. Me trató con mucha cortesía y suavidad, y era lo que en ese momento necesitaba. Para brutalidad, ya tenía a mi muchachito de la mañana que cada vez se volvía mas posesivo y salvaje.
Hasta que un día mi marido me llama desde la empresa para decirme que lo habían invitado a navegar. Me preguntó si quería ir, y la verdad, el agua en cantidad, no es una cosa que me fascine, así que le dije que me quedaba en casa.
Al rato vuelve a sonar el móvil, y esta vez era un número desconocido.
- ¿ Quién habla?
- Jorge, Sra. el Gerente de la empresa de su marido.
Tanta formalidad me demostró que mi marido le había dado el número y estaba cerca.
- Mi marido está cerca?
- Si, Sra. Yo también estoy encantado de escuchar su voz.
- Eres lanzado eh? Pedirle el número a mi esposo…
- Si, su esposo me dio el número para que la convenciera de venir a navegar con unos amigos.
- No me interesa, me mareo fácil
- No en ese yate que es grande y muy estable.
- Lo pensaré. Llama mas tarde cuando mi esposo no esté.
- Le agradezco su deferencia. Luego la llamo. Y cortó.
Vuelve a sonar el móvil. Mi esposo.
- Si querido?
- Mi amor, no me hagas quedar mal con el Gerente. Acepta venir con nosotros. Si te desagrada nunca más te obligaré.
- Lo pensaré. Te digo lo mismo que le dije a él. Y ahora estoy ocupada amor.
Nos saludamos y cortamos.
No dudé ni por un minuto que lo que el gerente quería era tenerme de patas abiertas para él. Pero la época de ofertas ya había terminado. Si no había una buena razón, estaba bien mi vida como estaba. Mi esposo a quien amo, y mi jovencito que me barrena como un salvaje.
Cuando volvió a sonar el teléfono, como imaginé el tono era otro.
- Hola Jorge.
- Hola Laurita, me imagino que decidiste acompañarnos.
- No veo en que me va a beneficiar ir, dije calculadora.
- Pues mira, si no vienes, los méritos que está haciendo tu esposo se van a frenar muy rápido.
- ¿ Y si voy?
- Entonces, apenas haya una vacante en los puestos jerárquicos, el primer recomendado será tu marido. Además, te tengo preparada una sorpresa que sin dudas te va a gustar y te va a satisfacer. Te vas a sentir una reina, te lo aseguro.
- No te hagas ilusiones porque con mi esposo presente, apenas si podremos saludarnos.
- Yo me encargo, no te preocupes. Y te aseguro que ninguno de los compañeros de tu esposo sabrá nada. Al contrario. Pensarán que está con nosotros por sus propios méritos.
- Está bien, Jorge. Cuenta conmigo entonces. Sabes ser convincente.
El domingo siguiente, temprano, estábamos en el amarradero. El yate se veía realmente imponente. Al subir a bordo nos presentaron. Estaba el gerente de compras, Duilio; el de Marketing, Fabricio; y el de Recursos Humanos, Mariano. Los tres pisaban los 50 años. El mas atractivo era Duilio, y el menos agraciado era Fabricio. De cualquier manera, todos lucían atléticos, bronceados, y con la seguridad que da el poder. Los tres fueron muy amables conmigo y mi esposo.
Mientras los tres llevaban a mi esposo a recorrer el yate, Jorge aprovechó para conversar conmigo.
- Laurita, hoy es el día donde puedes hacer méritos sobrados para con el futuro de tu maridito.
- No me imagino como, dije sonriendo.
- Bueno, no te enojes, pero te hice publicidad con mis amigos del Consejo de Gerencia, hoy presentes en el yate.
Lo miré fríamente.
- Pensé que eras un hombre y no un adolescente que corre a contarle a sus amigos sus aventuras, dije
- Sabes que soy un hombre,pero tenemos una relación muy cercana y de confianza entre nosotros. Y la verdad que todos al conocerte han tenido ganas de catarte. Y tu, convengamos que no te cortas muy fácil. Te gusta pasarlo bien, y si además, puedes sacar alguna ventaja para tu familia, me imagino que no te vas a ofender.
- Si estás pensando en una orgía, lamento desilusionarte. No es mi estilo. Me acuesto con un hombre cuando tengo ganas y vale la pena. No por obligación, y mucho menos como una perra en celo a ser servida por toda la manada, dije fingiendo enojo.
Jorge se acercó mas.
- Justamente, es lo que les dije, y por eso decidimos echar a suertes quien disfrutaría de un par de horas contigo en esta nave.
- Que bien, ¿ Me sortearon y no le avisaron al premio lo que estaba pasando? ¿ Uds. están locos?
- Shh, no levantes la voz. Todavía no te sorteamos. La idea es que después del almuerzo jugaremos a las cartas los cuatro. Ya se que a tu marido no le gusta y a tí tampoco. Tu serás el premio del que gane.
Me causo gracia la imaginación de estos maduros.
- Si aceptas, por supuesto, dijo Jorge suplicando mi aprobación.
- La verdad que no deja de ser novedoso. Será la primera vez que mi pareja la decida el azar. Está bien. No diré nada y vamos a ver como decanta esta idea.
En ese momento regresaba la expedición con mi marido a la cabeza,. Cuando pasó frente a nosotros, un pulgar levantado de jorge indicó que todo era miel sobre hojuelas. La cara de felicidad de los tres restantes era para un cuadro.
- Lindo barco, dijo mi esposo, tienes que ver el dormitorio, querida.
- Ya tendré tiempo, dije con doble intención, y ví como el resto de los hombres tuvieron que esforzarse para no largar la carcajada.
- Bueno, pondré todo en marcha. No se porqué me parece que vamos a pasar un día fuera de lo común.
Fue al puesto de mando, puso en marcha los motores y salimos lentamente del amarradero, rumbo a aguas abiertas.
La mañana transcurrió tranquila. Todos nos cambiamos. Los hombres con sus shorts de baño y remeras, y yo con un conjunto de dos piezas muy sugestivo, pegado al cuerpo, queSentados en cubierta, todos conversamos, tomamos unos tragos y nos reímos de los chismes de oficina tan habituales. Con mucha cortesía, alguno de los hombres me hacía alguna pregunta referente a mi vida cotidiana que yo respondía con una sonrisa.
Al mediodía almorzamos un bufet frío de primera, regado con champagne y jugos, y luego de la comida, Duilio sugirió que para hacer la digestión y antes de salir de pesca, jugáramos un rato a las cartas.
Todos aceptaron, menos mi esposo y yo.
- ¿ Y porqué jugamos? Preguntó Mariano.
Inconscientemente todos me miraron por un segundo y rápidamente giraron la cabeza para evitar que mi esposo sospechara.
- Ya sé. Por los lugares en el gomón para la pesca.
- Hay lugar para 4, dijo Paolo, y me parece que uno debe ser para Fabián ya que el no juega a las cartas.
- Por favor, por mi no se preocupen. Yo la estoy pasando la mar de bien, dijo mi marido sonriendo, mientras yo empezaba a imaginar de que iba la cosa.
-¿ Y María Laura no querrá ir? Preguntó Duilio.
- No. Me mareo muy fácil, prefiero quedarme a bordo.
- Bueno entonces, todo arreglado. El que pierde se queda a bordo, y los demás vamos de pesca. Y comenzaron a jugar.
Mi marido me sugirió que fuéramos a la cubierta a tomar un poco de sol, cosa que acepté de inmediato. Teníamos que dejarlos jugar tranquilos.
Mas de una hora estuvimos en cubierta, de a ratos al sol, y de a ratos bajo un toldo que daba un poco de sombra. Desde adentro se escuchaban las exclamaciones de la partida.
- Parecen que estuvieran jugando una fortuna, dijo mi esposo, si es solo por un lugar en el gomón.
- Es que soy muy competitivos. No les gusta perder a nada, dije disimulando.
- Es probable que tengas razón. En fin, te agradezco que vinieras. Me has hecho un gran favor.
- Tu vida es la mía, mi amor. Si a tí te va bien, a mi también. Estamos juntos en todo, dije besándolo suavemente en los labios.
- La verdad que verte vestida así me ha excitado mucho. Esta noche la pasaremos de primera, dijo mi marido prometiendo algo que no iba a poder cumplir, como ocurría siempre.
- No veo la hora, mi amor, dije acariciándole el cabello.
En ese momento las exclamaciones indicaron que la partida había terminado.
Los cuatro salieron, y nos informaron que Jorge, Fabricio y Duilio habían ganado y saldrían de pesca con mi esposo.
- Lamento que tengas que quedarte le dijo mi marido a Mariano. Si quieres te dejo mi lugar, propuso
- Ni lo sueñes. El juego es el juego. Disfruta del viaje y yo de mi mala suerte.
- No te quejes Mariano, dijo Jorge. Desafortunado en el juego, afortunado en el amor.
Cargaron los elementos de pesca en el gomón, se pusieron sus chalecos salvavidas y raudamente partieron. Mi esposo me saludaba desde la popa con su mano, mientras se alejaba.
Cuando se hicieron un puntito lejano y giraron bordeando la península de una isla, Mariano subió a la cubierta con dos copas de champagne helado.
- Laurita, creo que te gusta que te digan así, no? Dijo sonriente, brindemos.
- ¿ Y porqué brindamos?
- Por la suerte que he tenido hoy. Es el dia mas afortunado de mi existencia, te lo aseguro.
- Vamos que no será para tanto, dije vaciando media copa.
- Espero que para tí también lo sea. Mi sueño es que la pases muy bien y regreses a tu casa satisfecha.
Yo estaba sentada en la cubierta, mientras el permanecía de pie. Se arrodilló a mi lado, dejó la copa en el piso y tomando mi cara, la giró lentamente hasta que quedamos enfrentados. Entonces su boca se pegó a la mía. Fue un beso suave, cálido, erótico, sin urgencias, un beso perfecto, al que en pocos segundos comencé a responder como se merecía.
Al poco rato estábamos rodando sobre cubierta como dos adolescentes. En un momento me tomó en sus brazos y así alzada me llevó al dormitorio del yate. Era precioso como habían dicho. Una cama King Size ocupaba casi todo el lugar.
Poco le costó desnudarme, ya que la ropa que traía puesta era mínima, y a mí también me llevó poco tiempo tener su verga profundamente metida en mi boca. No era nada descomunal pero lo suficiente para gozar como una zorra. Cuando la metí toda en mi boca y con mi lengua le recorría los huevos al mismo tiempo, creí que iba a morirse de placer.
Un 69 nos puso en igualdad de condiciones. Fue su lengua ahora la que se clavaba profundamente en mi sexo, y jugueteaba con mi clítoris llevándome al séptimo cielo.
El primer encuentro fue de lo más convencional. Me acostó boca arriba y cubriéndome con su cuerpo me penetró hasta el fondo, para luego comenzar a cepillarme firmemente.
Tiramos así durante 10 minutos. Tuve mi primer orgasmos y sentí su semen inundar mi cuerpo.
Descansamos un rato, tomamos otra copa de champagne, y luego me esmeré para volver a levantar el armamento. Mi boca lo consiguió en minutos.
Ahora, en cuatro patas, me montó como todo un experto, mientras sus manos estrujaban mis tetas, y pellizcaban mis endurecidos pezones. Este encuentro duró casi media hora, y su verga talló cada milímetro de mi sexo. Mis dos orgasmos no pudieron compararse al profundo clímax que alcanzó Mariano. Creí que iba a morirse allí mismo.
Nos quedamos acostados conversando y acariciándonos, ya satisfechos.
- Espero que te haya gustado, dijo cuando ya se acercaba la hora del regreso de los pescadores.
- La pasé muy bien Mariano. Me gustó mucho, pero no te ilusiones con que esto se haga habitual. Tú sabes que no podemos convertirlo en costumbre.
- Ya lo sé Laurita. Tendré que confiar en la suerte, ya que no queremos que esto salga de este ámbito. Pero quisiera pedirte un favor.
- Lo que quiera, hermoso.
- Quiero que me la chupes. No se cuanta leche me quedará porque me he vaciado como un animal, pero lo poco que queda quiero que lo lleves en tu estómago.
Sin decir palabra, volví a tomar posesión de su verga con mi boca, y comencé a esmerarme en una mamada que tenía que ser única, porque conseguir que un hombre de 50 años tuviera en poco tiempo un tercer orgasmo no era tarea fácil. Era todo un desafío.
10 minutos llevó que se endureciera, y otros diez para ponerlo a Mariano al borde del orgasmo. Por fin se tensó y con una acabada mas mental que física escupió lo poco que le quedaba en mi boca, y yo me apuré a tragarlo. En ese momento comenzó a oírse el motor fuera de borda del gomón que volvía.
Rápidamente me vestí y fui a la cubierta. Mariano, hizo lo propio y se recostó en el salón, como si estuviera descansando.
Unos minutos después atracaba el gomón al lado del yate, y mi esposo subía feliz como un niño, festejando lo que había pescado.
Los demás lo alentaban y disfrutaban de su alegría. Yo los miraba y pensaba cuan hipócrita puede ser la gente. Igual que yo.
Esa noche, mi esposo me hizo el amor como siempre. Recordando la tarde llegué a acabar lo que lo hizo muy feliz, y se durmió de inmediato.
Por la mañana, caliente como una pipa, salí a trotar y pasé por el edificio de mi amiga.
Hoy, mi marido ocupa la gerencia de Recursos Humanos. Jorge contrató un piloto para el yate, con lo que siguen jugando a las cartas quien sale de pesca. Y allá van el piloto contratado, mi marido y los dos “ganadores” mientras el perdedor desquita su mala suerte en el dormitorio del yate.
Mi matrimonio es ejemplar. Y ud. amigo lector ¿ Sabe como es realmente el suyo?
2 comentarios - Un matrimonio ejemplar ( final)