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De vacaciones con mi madre y sus amigas [Capítulo 1]

Comparto este relato que encontré hace varios años.



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Este sería el título que le pondría al verano pasado en el que mi vida cambió de modo radical, no sólo descubrí el sexo, además fue con mujeres maduras… entre ellas con mi madre.

Me llamo Paco, tenía diecinueve años, recién cumplidos, tan recientes como que los cumplí el mismo día que empezamos nuestras vacaciones en aquel apartamento en el que pasamos los anteriores cinco veranos. El año pasado por mayo ya estábamos viendo que no habría posibilidad de volver a alquilar el mismo apartamento, el dinero no daba para tanto y además los costes de mis estudios no nos permitían repetir aquel año. Pero todo cambió una tarde en la que mi madre se reunió con sus amigas de siempre, una tarde de finales de mayo.

Aquella tarde, como casi todas las tardes, se reunieron a tomar café aquellas tres amigas. Por un lado mi madre que se llama Marta, madre soltera de treinta y siete años. Otra era Maribel, separada desde hacía diez años, de cuarenta años. Y la última Matilde de treinta y cinco años, una solterona que más bien era una monja frustrada pues pasó unos años de su juventud en un convento y que descubrió que verdaderamente la vida religiosa no era todo lo que le habían contado.

Entre cafés y charla las tres decidieron que ya que la situación económica no era buena, alquilarían juntas el apartamento y los cuatro pasaríamos el mes de julio en aquella playa.

Sin entrar en más explicaciones de cómo se planificó aquel mes, me encontré el mismo día en que cumplía los diecinueve años cargando en nuestro coche las maletas de todos para marchar a nuestro lugar de descanso.

Hacía muchos años que ellas tres eran amigas, creo que unos cinco o seis la que más, y siempre me trataron como a un hijo. Maribel nunca pudo tener hijos, esa fue una de las causas de su separación. Durante muchos años su ex-marido y ella intentaron tener uno pero nunca lo consiguieron y tras varios meses de peleas, llegaron al acuerdo de que mejor sería vivir por separado.

Matilde, Mati como le gustaba que la llamáramos, dada su convicción religiosa nunca mantuvo una relación con un hombre y si bien ya sus creencias eran las mismas que cualquier persona normal, nunca buscó ni necesitó tener una relación amorosa con hombre alguno.

Yo por mi lado, tal vez por la excesiva protección que me daba mi madre, aún no había tenido relaciones sexuales con ninguna chica, si bien había tenido alguna “novia”, nunca pasé más allá de besos y caricias. Eso sí, más de una vez me masturbé utilizando la imagen de alguna de aquellas mujeres que iban en el coche, incluido mi madre. Aquel mes de julio me sirvió para saber realmente que era lo que me gustaba en cuanto al sexo, mi lujuria se despertaba cuando pensaba en las maduras.

Aquel mes iba a tener la oportunidad de convivir con las tres y la verdad es que aquella idea empezaba a producirme cierto cosquilleo en la barriga. Y más después de mostrarme su cariño antes de entrar en el coche, con aquellos abrazos que me dieron al saber que aquel día era mi cumpleaños, pude sentir sus cuerpos entre mis brazos como nunca antes los había sentido, tan cerca…

Tras varias horas de viaje llegamos a nuestro destino. Después de un buen rato nos acomodamos en el apartamento. Mi madre y yo dormiríamos en una habitación mientras Maribel y Mati estarían en la otra. Mi suerte fue que allí sólo había dos habitaciones y para colmo con dos camas de matrimonio, con lo que tendría que dormir junto a mi madre con la que hacía varios años que no lo hacía.

Y aquí he de contar la razón por la que varios años atrás ella empezó a hacer que durmiera todas las noches en mi habitación. Desde que recuerdo dormía con ella en la misma cama y sin mayor problema, pero creo que fue con diez años que mi madre empezó a despertarme ciertas sensaciones que siendo niño no comprendía. Recuerdo que una noche en que dormíamos, tuve un sueño muy excitante, no recuerdo bien que fue lo que soñé, pero cuando desperté mi pene estaba erecto y sentía una extraña y para mí nueva sensación. Mi madre estaba junto a mí, dormida boca arriba. Podía verla por la leve luz que entraba por la ventana de aquel sábado en el que ninguno tenía que hacer nada y que solíamos estar hasta tarde en la cama. Me acerqué a ella para abrazarla y ella me tendió su brazo para que yo apoyara mi cabeza. La rodeé con mis brazos sintiendo su cálido cuerpo. La acaricié y podía sentir su deliciosa cintura. Aquello y el sueño turbador que había tenido hicieron que mi pene mantuviera su dureza por más tiempo. Sentía la necesidad de pegar mi sexo a ella, no sabía la razón, pero puse una pierna sobre ella para rodear más su cuerpo y acercarme más. Mientras seguía acariciando su cuerpo delicadamente y atento a que no se despertara, subí mi pierna por sus muslos hasta que sentí en mi rodilla el tacto de sus bragas. Aquello hizo que mi joven e inexperta lujuria me desbordara y sentía un extraño y nuevo placer al hacer aquello. Durante varios meses se repetía aquellos “abrazos de hijo” cuando notaba que ella estaba dormida. Pero un día en que ella quedó dormida de lado, dándome su espalda y teniendo su redondo y hermoso culo hacia mí, me acerqué a ella, la abracé por la cintura y me pegué a ella. Desde aquella noche todos los días me pedía que durmiera en mi habitación, que ya era grande y tenía que empezar a dormir solo. Imagino que aquella última noche ella no estaba tan dormida y notó mi endurecido pene en su culo, mientras me movía levemente para frotarme contra ella y volver a sentir aquel inocente placer que encontraba en el cuerpo de mi madre.

Desde entonces creo que mi debilidad eran las mujeres maduras, en especial mi madre. Pero ya habían pasado varios años y yo había crecido, ya no volvería a repetir aquellas noches, aunque he de reconocer que al enterarme que dormiría con ella hizo renacer aquellas sensaciones de niño y me sentí excitado.

Después de descansar un buen rato tras la comida, decidimos ir a la playa para dar una vuelta y si nos apetecía, tomar un baño. Las tres se metieron en la habitación de Maribel y Mati para ponerse los bañadores, mientras yo me cambié de ropa en la otra habitación. Me senté en el salón viendo la tele para esperar que salieran las tres mujeres. Las escuché por el pasillo cuando se acercaban al salón, hablando y riendo. No lo pude evitar, el recuerdo de las sensaciones que mi madre me despertaba siendo niño unido a la visión de aquellas tres mujeres, despertaron mi sexo que se endureció bajo el bañador.

Mi madre traía un bañador que le cubría todo el cuerpo y le marcaba sus deliciosos y generosos pechos. Maribel era algo más rellenita y también traía un bañador que le cubría el cuerpo casi por completo, además llevaba un pareo medio transparente que ocultaba en parte su figura. Y la “beata” de Mati fue la que más me sorprendió. Con sus treinta y cinco años tenía una figura excitante, no sabría como describirla, pero ella salió en bikini y colocándose otro pareo, por lo que pude admirar su hermosa figura. Mi madre se colocó una camiseta que le dejaba ver parte de su redondo culo tapado por aquel bañador. La visión de aquellas tres maduras me excitó y tuve que pedirles que se marcharan ellas y que yo entraría al servicio y después iría a buscarlas a la playa.

No tardé más de media hora en masturbarme pensando en mis tres acompañantes, imaginándolas en todo tipo de postura y haciendo con ellas todo lo que mi calenturienta mente imaginó. Caminé por la playa en busca de mis tres deseadas compañeras y las piernas me temblaban después de haber tenido tan grandioso orgasmo en honor a ellas.

Y allí estaban, Marta y Maribel estaban sentadas en sillas mientras Mati, tumbada boca abajo en una toalla, aprovechaba los rayos del sol de aquella tarde para empezar a broncearse y descansar del largo viaje. ¡Qué hermoso culo tenía la “beata”! Ningún hombre que pasaba o estaba junto a ellas podía resistir sin mirar a la “beata”.

-¡Buenas! – Las saludé. - ¿No se bañáis? – Les pregunté.

-No hijo. – Dijo mi madre. – Hemos metido los pies en el agua y está algo fría… Yo por lo menos no tengo ganas de bañarme… ¿Ustedes se vais a bañar? – Le preguntó a sus amigas.

-¡Conmigo no contéis que estoy muy a gusto al sol! – Dijo Mati.

-¡Pues a ver si tomas a algún hombre que los tienes a todos con dolor de cuello para mirarte el culo! – Le dijo Maribel. – Paco. ¿Te bañas conmigo? – Le ofrecí mi mano para que se levantara y nos marchamos a la orilla.

-¡Tu hijo se ha convertido en todo un hombre! – Le dijo Mati a Marta.

-¡Si no te conociera, diría que mi hijo te pone! – Le contestó su amiga.

-¡Nunca he tenido ninguna relación amorosa o sexual con ningún hombre, no creo que busque ahora a un joven hijo de una amiga…! – Levantó la cabeza y miró a su amiga para guiñarle un ojo. - ¡Pero la verdad es que tu hijo está muy bueno!

-¡Eres una monja pervertida! – Dijo Marta.

- Ex… Ex monja desde hace muchos años… - Y volvió a bajar la cabeza.

Maribel y yo entrábamos en el agua, si bien al principio parecía gélida, poco a poco el cuerpo se acostumbraba a la temperatura e incluso se volvía agradable. Ella era una mujer de un metro sesenta y cuando le llegó el agua casi por sus pechos decidió que ya no entraba más en el agua, se sumergió para mojarse la cabeza. Yo que mido cerca del metro noventa, le pedí que fuéramos más adentro.

-¡Hijo, tú tendrás pie, pero yo no puedo pasar todo el tiempo nadando!

-¡Pues agárrate a mí! – Le comenté y ella quedó como pensando unos segundos.

-¡Vale! – Dijo. – Pero no vayas a hacer tonterías en el agua que a mí me causa mucho respeto. – Me sumergí en el agua y caminé hasta que el agua me llegó al cuello, a unos tres metros de ella.

-¿Le parece bien a la señora aquí? – Ella empezó a nadar hasta mí y alargué la mano para agarrarla cuando estuvo cerca.

-Aquí no tengo pie… - Dijo y se sumergió levantando un brazo para ver hasta donde le llegaba. - ¡Qué grande eres! – Me dijo. – ¡A mí me cubre bastante y tú estás ahí de pie!

Le ofrecí un brazo y ella se agarró hasta colocarse detrás de mí y abrazarme con sus brazos por los hombros.

-La verdad es que ahora el agua no está tan fría. – Me dijo y no sabía si ella sentía el mismo calor que yo podía sentir al contacto de sus pechos en mi espalda.

-¡Pues en la superficie está más caliente! – Le dije. – ¿Te aguanto la cabeza para que hagas el “muerto”?

-¡Vale! – Dijo sin pensar y me soltó para colocarse delante y empezar a sacar su cuerpo del agua.

Puse una mano en su cuello para que su cabeza quedara a flote. Su cuerpo estaba semihundido y me deleitaba en contemplar su maduro cuerpo. Tenía algo de barriguita, pero por la gravedad apenas se le notaba. Lo que si podía apreciar perfectamente eran sus enormes pezones que se marcaban en la tela que los cubría, el frío del agua se los mantenía totalmente erectos. Sus piernas se hundían y le costaba trabajo que se mantuvieran a flote.

-¡Qué mierda que se me hunden las piernas! – Protestó.

-¡Por favor señora! – Le dije en tono de broma. - ¡No tiene más que pedirlo!

Sin soltar su cabeza la fui girando hasta que estuvo de lado. Con el brazo libre le sujeté las piernas por sus muslos de forma que mi cabeza quedó junto a sus caderas. Intentaba imaginar que sería lo que le producía que su sexo fuera tan abultado y se marcara tanto en el bañador. O bien tenía unos labios vaginales enormes o tendría mucho bello en su pubis, fuera lo que fuera me calentaba y mi pene empezó a endurecerse sin importarle la temperatura del agua.

-¡Qué a gusto se está así! – Disfrutaba de aquel descanso y yo disfrutaba al tenerla de tal forma. - Ya llevo un rato, llévame hasta donde tenga pie y te sujeto yo a ti. – Pensé que no podía al tener mi pene erecto, pero un extraño morbo me invadió al querer saber que haría si viera mi erección. - ¡Vamos, ahora te toca a ti!

Ella hacía pie y yo me dejé flotar en el agua. Una de sus manos me sujetó la cabeza y con otra me agarró por los muslos. Empujó hacia arriba y mi pelvis emergió, con el bañador totalmente pegado a mi cuerpo y mostrando la forma de mi pene a todo lo largo y erecta como estaba. No dijo nada, pero le costaba trabajo apartar sus ojos de mi sexo.

Después de aquel baño, los cuatro decidimos volver al apartamento. Yo no podía apartar los ojos del cuerpo de Mati, nunca imaginé con su forma de vestir que pudiera tener tal cuerpo oculto de la vista de los hombres.

Tras ducharnos y cenar, ellas estaban sentadas en la mesa jugando a las cartas y charlando. Yo estaba en un sillón y casi estaba dormido. Las escuchaba hablar de fondo y no mostraba mucha atención a lo que decían hasta que escuché…

-¡Está dormido! – Dijo mi madre. - ¡Estará cansado… después del espectáculo que le has mostrado, Mati! – Aquellas palabras hicieron que pusiera atención a lo que decían aparentando estar dormido.

-¡Qué dices! – Replicó su amiga. - ¡Si tu hijo es joven y está caliente qué quieres que le haga!

-¡Si yo no digo que no! – Dijo mi madre. – El pobre no paraba de mirarte y es normal, yo no sabía que tenías ese cuerpo y vas y se lo muestras con ese pequeño bikini… Si todos los tíos de la playa no dejaban de mirarte.

-¡Qué quieres que les haga si están todos salidos! – Mati protestó orgullosa de levantar tantas cosas con su cuerpo.

-¡Seguro que le provocaste una erección a mi pequeño! – Dijo mi madre.

-¡Y vaya que tenía una buena erección! – Dijo Maribel casi sin pensar.

-¡Cómo! – Dijo mi madre. - ¿De qué estás hablando tú?

-Que estando en el agua se puso a hacer el muerto y espero que lo que vi fuera con la cosa erecta, pues si estaba en reposo allí había por lo menos veinte centímetros… y bastantes gruesos los veinte… - Con las manos indicó el tamaño que ella había visto y con el pulgar y el índice de una indicó lo gruesa que le había parecido.

-¡Estoy con dos pervertidas! – Protestó mi madre. - ¡Espero que no le hagáis nada a mi pobre niño!

-¡Pues ya quisiera yo un pobre así en mi vida para darle de comer! – Dijo Maribel. – ¿O es que tú lo quieres sólo para ti?

-¡Cállate pervertida! – Dijo mi madre y las tres rieron. – Creo que las tres estamos falta de cariño…

Estuvieron como una hora más hablando. Yo las escuchaba desde el sillón simulando estar dormido. Las tres se levantaron y mi madre me despertó para que me fuera a la cama. Y allí me metí. Con la conversación que habían tenido, yo estaba demasiado caliente como para dormir. Necesitaba sentir a mi madre de nuevo junto a mí.

Estaba boca arriba en la cama cuando mi madre entró en la habitación y se acostó junto a mí, separada por unos poco centímetros. Deseé girarme, abrazarla y poseerla. El cuerpo de Mati y el baño con Maribel me habían puesto demasiado caliente para aguantar toda la noche sin poder disfrutar de los añorados abrazos que le daba años atrás a mi madre.

No podía dormir y con los ojos cerrados esperaba a que ella se durmiera. Estábamos tapados por una sábana. Ella se movió y la miré de reojo, se había colocado como aquella última noche que dormí con ella, de espalda y dándome su redondo culo.

Me moví como si aún estuviera dormido y me coloqué detrás de ella poniendo un brazo sobre su cintura, sin abrazarla, de forma descuidada. Para mi sorpresa ella no me apartó de su lado, agarró mi mano y la levantó, moviéndose para pegarse más a mí.

Aproveché para moverme como si estuviera dormido y ella se colocó entre mis brazos, apoyando su cabeza en el otro brazo y agarrando la otra mano la colocó sobre su barriga, aproveché y me pegué a ella.

Era evidente que ella necesitaba tenerme cerca, pero lo que no sabía yo era si me necesitaba como hijo o como hombre. Mi pene estaba totalmente erecto y más endurecido de lo que nunca había estado. Me pegué todo lo posible a ella hasta que mi sexo estuvo apoyado en su redondo culo.

Aquella erección no podía pasar desapercibida y ella sabía lo que la estaba tocando, pero se mantuvo pegada a mí. Intenté mover la mano que apoyaba en su barriga para poder acariciarla, pero ella la sujetaba con la suya y no me dejó moverla. Hasta que quedé dormido disfruté de su perfume y de la calidez de su cuerpo, excitándome con el tacto de su hermoso culo en mi pene.

Cuando desperté eran las doce de la mañana. Me levanté con el dulce recuerdo del cuerpo de mi madre. Después de entrar en el baño las llamé por todo el apartamento, pero no estaban. Entré en la cocina para buscar algo para desayunar y mientras cogía una y otra cosa vi que en la boca del bombo de la lavadora había colgando unas bragas. Las cogí y no sabía de quien serían. Las olí y tenían un olor extraño que me excitó. Miré dentro y allí había dos más. Todas habían dejado allí sus bragas y yo podía olerlas a placer. Mientras aspiraba los aromas íntimos de aquellas tres maduras, imaginaba sus coños, aquellos que habían reposado sobre esas telas y habían dejado aquellos aromas para mí. Escuché la puerta que empezaba a abrirse, tiré las tres bragas dentro de la lavadora y seguí haciéndome el desayuno.

-¡Hola hijo! – Me dijo mi madre.

-¡Hola Paco! – Me dijeron las otras. Las tres dejaron unas bolsas por allí encima con comida y se movían de un lado para otro.

-Marta es verdad lo que dijiste. – Dijo Maribel. – Lo primero que ha hecho al levantarse es buscar comida…

-Ya os lo dije… - Contestó mi madre. – ¡Éste lo que quiere es comernos todo lo nuestro!

Con los nervios de no ser pillado mientras olía las bragas de ellas, no me di cuenta de la expresión que había utilizado mi madre. Ellas siguieron haciendo cosas en la casa y cuando acabé de desayunar las ayudé. Me fui a la habitación para hacer la cama y allí estaba mi madre.

-Paco, ayúdame a hacer la cama. – Me dijo. – Espera que me cambie de ropa…

Se quitó el vestido que llevaba y quedó en bragas, no tenía sujetador. Hacía mucho tiempo que no se desnudaba en mi presencia, pero ese día lo hizo sin ningún pudor, girándose y mostrándome todo su cuerpo. Yo la miraba, sus redondos pechos con aquellos oscuros pezones que estaban erectos. Bajo el encaje blanco de sus bragas se apreciaba los bellos negros que cubrían su sexo.

-¡Pásame ese vestido! – Me pidió señalando para la silla que había tras de mí. - ¡Vamos niño! – Me dijo. - ¡Me has visto muchas veces desnuda! ¿Te avergüenza verme así?

-No mamá… - Le dije mientras me giraba y cogía el vestido. – Es que hace mucho que no te veía y no recordaba lo bonita que eres.

-¡Gracias! – Me dijo con una gran sonrisa y colocando los brazos en jarra se giró. – Pues mira a tu madre si eso te gusta.

Vi como aquel vestido cayó por todo su cuerpo hasta cubrirlo por completo. Después hicimos la cama y todo lo que pudimos. Estaba yo en el salón, preparado para ir a la playa y entonces me llamaron desde la habitación de Maribel y Mati.

-¡Paco, ven un momento que necesitamos la opinión de un hombre! – Me llamó mi madre.

Caminé hasta entrar en la habitación. Allí estaban las tres. Mati tenía un bañador completo que le marcaba sus estupendas curvas. Mi madre otra vez se exhibía ante mí con sus pechos al aire y sólo llevaba puesto las bragas del bikini que se estaba probando.

-¿Qué te parece este bikini? – Me dijo poniéndose la parte superior y tapando sus pezones. - ¿Me queda bien? – Empezó a girarse para que yo la pudiera ver.

-¡Sí, te queda muy bien! – Mientras hablaba no dejaba de mirarla y mi pene empezó a sentirse excitado.

-¡Y a mí, me queda este bien! – Me dijo Maribel que estaba en otro lado de la habitación con otro bikini y también se giraba para que le diera mi opinión. - ¿Me hace gorda? – “Gorda se me está poniendo” pensé yo al ver a las tres. - ¿Te gusta este más? – Sin esperar a que le diera mi opinión, se quitó la parte de arriba y me mostró sus pechos mientras se colocaba otro. - ¿Te gusta?

Aquello ya no era normal. Que mi madre me mostrara su cuerpo podía comprenderse algo, pero que su amiga se desnudara delante de mí era que algo raro estaban tramando. Mi madre sin decirme nada se desnudó por completo y pude ver su sexo que apenas tenía pelos. Maribel se acabó de colocar la parte de arriba y comenzó a quitarse la parte inferior del otro bañador. Pude comprobar lo abultado que era su sexo, no tenía ni un pelo, sus labios formaban un gran bulto.

-¡Creo que ya lo habéis conseguido! – Dijo Mati. – Mirad la tienda que se le ha formado en el bañador…

-¡Uf, parece que mamá y sus amigas te excitan! – Me dijo mi madre y se quedó desnuda como estaba.

-¡Veis como ha crecido nuestro Paco! – Dijo Maribel.

-¡Lo que queráis, pero como no le deis un alivio al pobre…! – Mati añadió.

Mi madre se acercó a mí y me agarró de la mano, me llevó junto a la cama y ella se sentó en el filo. Maribel sin bragas y sólo cubierta por el sujetador del bikini, se sentó junto a mi madre. Mati la “beata” se colocó al otro lado de mi madre para ver lo que iba a pasar, no se había desnudado, pero se excitaba con aquella situación.

-¡Veamos que le pasa a mi niño aquí! – Mi madre me colocó delante de ella que estaba sentada con sus piernas abiertas, mostrándome su sexo del que no podía apartar la vista.

Quitó el nudo de la cinta que sujetaba el bañador a mi cintura y agarrándolo por el filo empezó a bajarlo. Mi pene quedó enganchado en la tela mientras ella seguía bajando. Tiró y tiró hasta que la fuerza de la erección hizo que mi sexo botara delante de los ojos de las tres maduras, duro, prieto y deseando lanzar el contenido de mis testículos donde fuera.

-¡Dios, cómo ha crecido mi niño! – Dijo mi madre.

-¡Ya te dije que por lo menos tenía veinte! – Maribel la midió con su mano abierta. – Veis, más de una cuarta…

-¿Qué… qué estáis haciendo? – Les dije.

-¡Vamos Paco! – Dijo Mati. – Esta mañana te hemos dejado una trampa para ver si te excitaban las maduras como nosotras… ¿No has estado jugando con nuestras bragas?

Me puse colorado. Estaba allí, delante de mi madre y sus amigas, con una gran erección producto de la visión de los sexos de ellas y sabían que había estado oliendo sus bragas.

-Cariño. – Dijo mi madre acariciando mis muslos. - ¿Las has estado oliendo? ¿Te ha gustado? – Yo las miraba sin saber que decir. – Tranquilo, eso es normal. A muchos hombres les gusta el olor de las bragas usadas… ¿Te excitaste?

Pese a todo lo que me decían, a aquella sensación de excitación y vergüenza, mi pene no dejaba de estar duro, cada vez más duro.

-Toma, aquí tienes las bragas que nos acabamos de quitar… ¿A ver si adivinas de quién cada una? – Mi madre me ofreció tres bragas.

Cogí una y empecé a olerlas. El olor era más intenso que en las que había olido unas horas antes. Mi pene palpitaba de excitación y sentía mareos y un gran deseo de correrme con lo que las tres me hacían.

-Éstas son tuyas… - Le dije.

-No, no, así no… - Me contestó Maribel. – Has de oler las bragas y nuestros coños para que sepas de quién es cada una. – Se recostó en la cama y abrió sus piernas ofreciéndome su sexo. Con dos dedos se separó sus labios y me mostró el interior de su vagina.

Aquella visión me producía la sensación de estar en un sueño y me sentía mareado. No me pude ni mover, de mi pene empezó a salir chorros de semen que cayeron sobre la cara de mi madre y la cama…

Abrí los ojos de golpe. Aún estaba en la cama y todo había sido un sueño, un sueño tan excitante que me había provocado una eyaculación, tenía todo el calzoncillo mojado. Eran las doce y estaba solo en la cama. Me levanté y con cuidado fui al baño para limpiarme y ponerme el bañador. Cuando salí estaba solo en la casa, busqué a las mujeres pero no estaban. Entré en la cocina y busqué algo para desayunar. Recordé el sueño y miré a la lavadora, allí estaban las bragas de mis maduras compañeras de verano. No me atreví a tocarlas y entonces escuché la puerta que empezaba a abrirse.



2 de julio.


Entraron las tres en el apartamento, a cual más guapa. Sería fruto del sueño libidinoso que había tenido unos minutos antes, pero en aquel momento me sentí atraído por aquellas tres mujeres. Incluso mi madre me producía una extraña sensación. No era el puro deseo sexual de poseerlas, pero tampoco era estar enamorado de ellas. No podía explicarlo… Tal vez era todo a la vez, sexo y amor pero con la excitación de ser mujeres inalcanzables por la diferencia de edad, ya que cualquier insinuación por mi parte en tema amoroso o sexual sería tomada a mofa por ellas. Y más aún si llegara a insinuar algo a mi propia madre, algo de hacerle el amor, ella se llevaría las manos a la cabeza y Mati me llevaría de la mano hasta el propio infierno para que quedara allí condenado para toda la eternidad… Pero aquellas tres maduras tenían para mí un halo especial aquella mañana, tal vez fruto de mi calenturienta imaginación, no lo sé.

-¡Vaya, nuestro hombre está levantado! – Maribel fue la primera que me vio en la cocina después de haber dejado unas bolsas en el salón. – Te hemos traído algo para que desayunes si aún no lo has hecho. – Se acercaba a mí y me dio un beso en la mejilla, un beso de madre que me supo a gloria.

-Vale, pues entonces le daremos su regalo ahora. – Dijo mi madre ofreciéndome una bolsa, abrazándome y dándome dos besos. - ¡Felicidades por tu cumpleaños! Ayer no caímos en celebrarlo y te hemos comprado un detalle hoy.

Saqué de la bolsa una camiseta negra con letras y algún dibujo. Estaba un poco abrumado con el cariño que me mostraban mis mujeres.

-¿Te gusta? – Dijo Mati. – Te ayudo a ponértela. – Me rodeo por detrás con sus brazos para agarrar el filo de la camiseta que tenía puesta, giré la cara para mirarla y ella me besó en la mejilla. - ¡Felicidades Paco! – Tiró de la camiseta y empezó a desnudarme.

Cuando Mati acabó de colocarme la nueva camiseta, las tres estaban alrededor de mí, mirándome de arriba abajo, tirando de aquí o de allá para comprobar como me quedaba.

-Yo creo que un número más le iba a quedar demasiado grande, creo que hemos acertado. – Dijo mi madre.

-Sí, además se le ajusta muy bien al cuerpo y lo marca… - Maribel me cogió por el mentón para que la mirara. - ¡Hijo, tienes que lucir ese cuerpo!

-¡Ay, quién pudiera volver a tener diecinueve años…! – Dijo Mati con un suspiro.

-¡Bueno señoras! – Dijo mi madre. - ¡Ya está bien de agasajar a mi pequeño! Ahora todos a preparar la casa y la comida y después nos iremos a la playa.

Y eso hicimos. Cada una se encargó de una cosa y yo tras desayunar algo, me dediqué a obedecer las órdenes de ellas. Primero mi madre me llamó para que la ayudara a hacer nuestra cama.

-Ven Paco, hagamos la cama. – Me dijo mi madre y entramos en la habitación. – Dame aquel vestido que me voy a cambiar de ropa para estar más a gusto. – Se lo alcancé y quedé mirándola. Ella estaba parada. - ¡Vamos, sal fuera un momento mientras me cambio y ahora te aviso!

-¡Oh, perdona mamá! – Me ruboricé, aquello no era el sueño que había tenido y ella no se desnudaría en mi presencia.

Mientras hacíamos una y otra cosa, pasaron muchos minutos. En aquel tiempo ayudé a las tres a hacer varias cosas y pude apreciar con más detalle sus cuerpos y sus movimientos, esos que tan encendido me tenían. De Maribel me gustaba verla moverse. Seguramente no tenía sujetador pues en cada movimiento que hacía podía ver como sus pechos se bamboleaban de un lado para otro.

Mati era muy femenina en sus movimientos y me gustaba verla andar de un lado a otro, moviendo ese bonito y bien formado culo que tenía. Yo también hubiera dado lo que fuera por que tuviera diecinueve años y poder cortejarla hasta tenerla metida en mi cama…

Con mi madre era diferente. Con ella se mezclaba mis sentimientos de hijo, respetándola, obedeciéndola, pero el recuerdo de aquella noche en que dormí abrazado a ella me hacía desearla como mujer de una forma que nunca antes lo había sentido. Cuando pequeño era un sentimiento de descubrir mi sexualidad, aunque fuera con mi madre. Ahora era un deseo carnal hacia mi progenitora, algo que no estaba bien pero que no conseguía quitarme de la cabeza cuando la veía.

Ya estaba todo listo, ya eran la una y cuarenta y cinco minutos. Iríamos un rato a darnos un baño a la playa y después almorzaríamos.

-¿Estamos todas preparadas? – Dijo Mati. – Bueno, y tú también. – Me miró con sus hermosos ojos azules y una bonita sonrisa. – ¡Vámonos!

Los cuatro andábamos por la arena hacia la orilla. Ellas tres delante y yo detrás llevando algunas cosas para estar allí. Las escuchaba pero no entendía con claridad lo que decían. Lo que sí apreciaba claramente eran sus cuerpos caminando, sobre todo los contoneos del culo de Mati que me encantaba. Maribel tenía el culo más grande de todos y era la que más celulitis padecía. Mi madre tenía un grado intermedio entre sus amigas, ni mucha celulitis ni tan poca como Mati. ¡Qué me gustó aquella caminata hasta la orilla en la que las tres apenas tenían sus cuerpos cubiertos con ropas y pude apreciarlas a placer!

Soltamos las pocas cosas que llevábamos y nos quitamos la ropa para quedar en bañador y bañarnos directamente. Ellas empezaron a untarse crema protectora para el sol. Los hombres que había alrededor no les quitaban ojo, sobre todo a Mati que desde que se quedó con aquel bikini fue el centro de todas las miradas de ellos.

-¡Ven Paco, ahora te toca a ti! – Me dijo mi madre.

-No, no te preocupes. – Le dije.

-¡No seas tonto! – Me dijo Maribel que me agarró por un brazo y me coloco entre ellas. – Si no te echas crema te vas a quemar… Además cuando las tres empecemos a untarte crema más de un tío de esos que nos miran se va a tener que ir a hacerse una pa…

-¡Calla guarra! – Protestó mi madre.

-Paco tiene ya diecinueve años, creo que ya habrá escuchado muchas veces la palabra paja… y se habrá hecho más de una. – Maribel me miró con una mirada de enfermiza lujuria. - ¿Aún eres virgen?

Yo permanecí en silencio y las tres empezaron a untarme la crema por todo el cuerpo. Maribel lo hacía de forma sensual y Mati intentaba copiar su manera sin demasiado éxito mientras mi madre protestaba llamándolas guarras y ella se preocupaba más por las partes en donde no tenía crema para que no me quemara, como una buena madre que era.

-¡Ya se acabó! – Mi madre cerró el bote de crema y lo metió en la pequeña bolsa que teníamos. - ¡Vamos al agua! – Dijo y caminó.

Maribel me dio una cachetada en el culo y ella y Mati me agarraron cada una de una mano y comenzamos a caminar. Mi madre iba delante y no quería mirar las tonterías y botes que daban las dos a mi lado, divertidas y simulando ser unas jovencitas para calentar a los tíos que nos miraban y que sin duda me envidiaban.

Mi madre ya estaba con el agua por la cintura cuando a nosotros el agua nos mojaba apenas los pies, agitaba la cabeza en desaprobación de lo que las dos hacían. Me soltaron y comenzaron a salpicarme con la fría agua con los pies.

-¡Traidoras! – Les grité.

Corrí hacia Maribel y ella intentó girarse para huir. No tuvo tiempo de correr, cuando llegué a ella estaba de espaldas a mí. Me frené y le devolví la cachetada en el culo que me había dado antes.

-¡Y ahora a meterse en el agua! – Corrí sin dejar de mirarla hasta que salté al agua y me sumergí.

Maribel en el momento de sentir mi mano en su culo se había girado y había puesto cara de sorpresa, después simuló enfado por sentir aquella sonora bofetada en su redondo cachete.

-¡Donde las dan, las toman! – Le dijo entre risas Mati.

Nadé hasta colocarme junto a mi madre. Al momento las otras ya estaban junto a nosotros.

-Déjame que me agarre a ti. – Dijo Maribel y apoyó sus manos en mis hombros aunque tenía pie. - ¡Qué suerte tener un hijo tan grande!

-Pues no lo monopolices que yo también me quiero agarrar a él. – Mi madre se apoyó en mí y las dos flotaban a mi lado.

-¿Y para mí? – Dijo Mati.

Alargué las manos y ella me agarró. La atraje hacia mí y la giré. Puse una mano en su cuello y empujé su espalda para que se dejara flotar boca arriba. Así lo hizo y podía apreciar el bulto de sus pezones en la fina tela del bikini.

Las tres charlaban un poco de todo, nada transcendental, de sus vidas y yo me enteraba de sus cosas más mundanas. Las tres protestaban por la situación económica, un poco por la política… Después de un rato, Maribel quiso jugar un poco, puso una mano en cada hombro e intentó hundirme en el agua gritando “al agua patos”. Yo tenía bastante pie allí donde estábamos y me levanté sin esfuerzo, elevando un palmo a la que me intentaba hundir.

-¡Húndete, húndete maldito! – Se reía y yo sentía sus pechos apoyados en mi espalda. Mati se giró y se puso en pie al ver que yo me había movido.

-¡A este no lo hundes por mucho que quieras! – Le dijo a su amiga. Mi madre se separó de nosotros.

-¡Húndete ya! – Seguía repitiendo.

La agarré por los brazo y me doblé hacia adelante a la vez que me giraba un poco para que cayera por un lado. Maribel se hundía en el agua y sus amigas se reían al ver que ella era la victima de su propia gracia.

-¡Eres un maldito! – Salió del agua, apartándose los pelos y el agua de sus ojos. – ¡Ya me la pagarás! – Me amenazó.

-¡Paco, aprovecha que aún no se ha dado cuenta! – Dijo Mati mientras mi madre se reía a carcajadas.

No se había dado cuenta, pero en el giro que había dado en el agua se le había salido un pecho y podía ver su oscura y pequeña aureola coronada por un erecto y largo pezón. Lo miraba descaradamente y ella se miró.

-¿Los tengo bonitos aún? – Me dijo descarada y se descubrió el otro pecho para que pudiera contemplarlos bien. - ¿Te gustan?

-¡No seas guarra! – Dijo mi madre y le subió ella la tela para que ocultara sus pechos. - ¿Estás loca aquí en medio?

-No hay nadie alrededor y estoy de espalda a la orilla, nadie me puede ver, sólo Paco. – Dijo Maribel.

-Pero hija, vas a excitarlo y después que hará el pobre… - Dijo Mati.

-¡Seguro que con eso tiene para hacerse una buena paja! – Dijo Maribel acercándose a mí y me dio un beso sensual en la mejilla. – ¡Disfrútala con lo que has visto!

-¡Bueno, pues ya es hora de ir a comer! – Dijo mi madre. – Salgamos y vamos a casa.

La imagen de los pechos de Maribel se repetían en mi memoria, no quería olvidarlo, necesitaba aquella imagen para entrar en el baño y hacerme una paja, como ella había dicho. Ese día me estaba trayendo demasiadas cosas excitantes, el sueño, el juego de Maribel y Mati… Tenía que desfogarme de alguna manera.

Después de comer y recogerlo todo, pensé en ir al baño y tener mi encuentro solitario con el sexo, pero el cansancio hizo que me durmiera en el sillón mientras mis mujeres descansaban en las habitaciones.

-¡Vamos Paco, levántate! – La dulce voz de mi madre me despertó. – ¡Vamos a ir a una playa que hay a dos kilómetros que dicen que está muy bien!

Abrí los ojos y las tres habían preparado todo para irnos. Tenían una sombrilla y el bolso en el que llevaban todo lo necesario para irnos. Y varios minutos después de que yo me despertara y me aseara un poco, marchamos con el coche.

No tenía ni idea a donde íbamos y tras varios minutos de viaje paramos y bajamos por una pendiente de arena hasta llegar a una playa en la que apenas había gente, todos lejos de donde nosotros estábamos colocando la sombrilla y nuestras cosas.

-¡Aquí es! – Dijo Maribel. - ¿Os gusta el sitio?

-No está mal. – Respondió Mati. – Parece bastante solitario para lo que tú quieres.

-A mí me da vergüenza, la verdad. – Dijo mi madre.

-¡Vamos, que la beata en Mati! – Dijo riendo Maribel. Yo no entendía de qué hablaban y se reflejaba en mi cara. – Paco, mientras dormías hemos pensado venir aquí para hacer nudismo, cuando menos topless… ¿Te importa? – Yo no sabía que contestar. - ¡Podrás vernos desnudas! ¿Te gusta eso? – Sólo asentí con la cabeza pues no pensaba en lo que me preguntaba, pero mi deseo era verlas desnudas.

-Yo creo que no lo haré… - Mi madre ponía pegas.

-¡A ver Marta! – El tono de Maribel era autoritario. – Paco te habrá visto muchas veces desnuda cuando era más niño ¿no? – Mi madre asintió pero no lo veía claro. - ¡No seas tonta! Nosotras nos vamos a desnudar y si él quiere puede tomar el sol también totalmente desnudo pues aquí no hay nadie que nos moleste y todos los que están vienen a lo mismo.

Maribel y Mati empezaron a quitarse la ropa, toda la ropa hasta quedar desnudas. Nos miraban y nos invitaban a que nos quitáramos la ropa. Tuve que hacer un gran esfuerzo para no empalmarme cuando comenzaron a untarse la crema bronceadora.

-Paco. – Me llamó Maribel. - ¿Me pones crema en la espalda?

Miré a mi madre como pidiendo permiso y ella se encogió de hombros como diciéndome que hiciera lo que yo quisiera.

-Sí. – Contesté y ella se tumbó al sol en una toalla boca abajo.

Caminé mirando su cuerpo desnudo. Su redondo culo con aquella raja que separaba sus hermosos cachetes. Por los costados sobresalía un poco de cada pecho aprisionados contra la toalla. Me arrodillé junto a ella y empecé a untarle aquella pringue. Cubrí toda su espalda y cerré el bote.

-¡No! – Me dijo. - ¡Dame crema por el culo que si no se me va a achicharrar!

-¡Paco, cuando acabes con ella, sigue conmigo! – Me dijo Mati. - ¡Date prisa antes de que me queme!

Acabé con la primera y me dirigí a la otra. Allí estaba Mati, con su hermoso y sensual cuerpo maduro esperando que le echara crema. Empecé por la espalda y notaba que ella tenía una piel suave. Me deleitaba en untarle la crema y saborear el tacto de su piel y aquellas maravillosas curvas. Ahora le tocaba a su maravilloso culo. Empecé por la parte alta de los cachetes y bajaba hasta los muslos. Ella abrió un poco las piernas para facilitarme el trabajo. Miré furtivamente y podía ver su vello púbico que asomaba.

-¡Bueno, pues habrá que hacerlo! – Escuché la voz de mi madre. - ¡Vamos a quitarnos la ropa!

Mi madre se desnudó. Estaba allí de pie, desnuda y podía verla perfectamente. Sus redondos pechos y su sexo cubierto por aquellos ordenados pelos, sin duda se depilaba de alguna manera. Era un monumento, que si bien no tenía mejor cuerpo que Mati, era la que más me excitaba por ser mi madre y estar desnuda ante mí. Empezó a untarse crema por su cuerpo.

-¿Te ayudo? – Le dije.

-Siempre me has dicho que te da coraje el tacto de la crema en tus manos. – Me contestó. - ¿Hoy no te da coraje o es que quieres tocar a tu madre? ¿No te ha bastado tocar el culo de estas dos pervertidas?

-¡Vamos Marta! – Dijo Mati. – Puede que se haya excitado al untarnos crema, pero tal vez le hubiera sentado peor ver a dos mujeres tocándose. – Reía a carcajadas.

-Si se desnuda él ten por seguro que yo seré la primera en untarle la crema para que no se queme nuestro hombre… - Maribel bromeaba echada de costado en su toalla.

No lo pensé, me quité el bañador en un momento y la camiseta. Mi pene no estaba erecto, pero empezaba a estarlo y se notaba algo hinchado.

-¿Quién me unta crema? – Les pregunté.

-¡Yo! – Dijo Maribel que empezaba a levantarse de su toalla.

-¡Y yo! – Mati también se apuntaba.

-¡Estaros quietas! – Dijo mi madre. - ¡Soy unas pervertidas, a saber lo que le haréis!

-No más de lo que tú le hagas… - Le dijo Maribel.

-Échame crema en la espalda y después te unto yo a ti. – Mi madre estaba de pie, desnuda, con aquel cuerpo que me estaba volviendo loco. Tuve que esforzarme más aún para que no se me levantara el pene. Le di el bote de crema y me tumbé en mi toalla boca abajo. - ¿Ya has acabado?

-Sí. – Le contesté desde mi toalla. – Échame ahora a mí.

Ella trajo su toalla y la colocó junto a la mía. Se puso de rodillas y empezó a echarme la crema en la espalda y a extenderla. Miraba hacia ella y podía ver su muslo y la curva que formaba su culo. En su barriga se formaban pliegues de piel, estaba algo rellenita, pero más excitación me producía verla desnuda. Mi pene crecía bajo mi cuerpo. La erección no podía ser frenada. Allí estaba con aquellas tres maduras desnudas, ofreciéndome un espectáculo con el que había soñado muchas veces… aquella misma mañana y que ahora se hacía realidad. Sentí las manos de mi madre deslizarse por mi culo. Lo endurecí inconscientemente.

-No pongas el culo duro. – Me dijo mi madre y me dio una cachetada.

-Hazlo otra vez Paco. – Me pidió Maribel. La complací y lo puse duro. - ¡Dios, qué culo más bueno! ¡Hacía tiempo que no veía una cosa tan buena!

-Paco, te he dicho que no hagas eso, no ves que estas dos se calientas. – Mi madre aparentaba estar enfadada. - ¡Son unas viejas calientes!

-¡Sí claro, nosotras! – Dijo Mati. - ¡Por eso tú tienes los pezones duros!

-¡Eso es envidia por el hijo que tengo! – Dijo mi madre. - ¡Vamos Paco, date la vuelta que te voy a untar crema por el pecho!

-Después. – Le contesté.

-¡Vamos niño, que quiero quitarme la crema de las manos!

Sin que me lo esperara tiró de mí y me giró. Mi pene erecto apuntó al cielo y todas pudieron verlo. Me tapé con las manos como pude, pero aquello era difícil de ocultar.

-¡Por Dios, hijo! – Dijo mi madre y en su tono se apreciaba agrado por lo que había descubierto

-Os lo dije ayer, que Paco calzaba un buen rabo. – Dijo Maribel.

-¡Quién tuviera diecinueve años otra vez! – Dijo Mati.

-Con esa edad tú estabas en el convento. – Apostilló Maribel.

-Sí, pero hoy estaría en otro lugar que no sería precisamente un convento… Eso sí, estaría viendo el cielo seguro.

-Pues aunque estés así, - Me dijo mi madre. – he de untarte la crema para que te quemes.

Me coloqué en la toalla boca arriba y ella empezó a untarme en la cara primero. Se inclinaba hacia mí y podía ver sus redondos pechos acercarse, y moverse con el ritmo que le imprimía a las manos. Bajó por el cuello y el pecho. No dejaba de mirar a mi madre, sus pezones endurecidos… ¿Sería verdad que estaba excitada al tocar a su propio hijo? ¿Sería capaz de mantener relaciones sexuales conmigo, con su hijo? Mi pene no bajaba de tamaño ni dureza, verla allí, de rodillas, desnuda y acariciándome me excitaba más y más.

-¿Te ayudamos alguna? – Dijo Maribel cuando empezó a untar crema por mi pelvis. - ¿Mejor sería que te ayudáramos las dos? Lo digo por el tamaño.

-¡Cállate! – Fue lo único que dijo mi madre.

Siguió bajando por los muslos y acabó de ponerme crema en las dos piernas. Cerró el bote y se sentó sobre su toalla.

-¡Marta, úntale crema en el pene que como se le queme le va a doler mucho! – Maribel le rogó a mi madre. – Paco, si quieres te la unto yo… - El tono de aquellas palabras mostraban un gran deseo.

Miré a mi madre pidiéndole permiso para que su amiga me tocara el pene. Ella parecía enojada por aquello, pero descubrió el deseo en mis ojos y le lanzó el bote a su amiga. Maribel se levantó y puso su toalla pegada a la mía, se arrodilló y abrió el bote de crema. Mati me abrió las piernas y se arrodilló entre ellas.

-¡Úntale crema en los testículos para que tampoco se le quemen! – Dijo la “beata”.

Maribel se echó crema en su mano derecha y empezó a acariciar mis testículos. Mi polla se endureció más y botaba deseando lanzar la carga contenida que guardaba en aquellos jóvenes testículos. Poco a poco fue subiendo y acariciando mi pene, suavemente, extendiendo la crema por toda su piel. Subía desde los testículos hasta que mi glande se perdía de vista en su mano. Para bajar tiraba un poco de la piel para que el prepucio bajara un poco y asomara mi enrojecido glande, mostrando el orificio de mi pene por el que todos esperábamos que saliera el fluido blanquecino que se acumulaba en mi interior.

Las tres tenían los ojos fijos en mi pene, casi ni pestañeaban para no perderse el espectáculo de una joven corrida. Maribel pasaba su lengua por sus labios imaginando lamer aquel joven y endurecido pene. Mati pasaba suavemente su mano entre sus piernas tocándose su sexo, masturbándose disimuladamente. Mi madre la miraba y en su interior se sentía más excitada que nunca, nunca había sentido tanto deseo de sexo como el que le producía su hijo, pasaba su mano por su barriga deseosa de acariciase el sexo y tener un deseado orgasmo.

Maribel miró a mi madre y ella le devolvió la mirada. Maribel sacó su lengua indicándole a su amiga que deseaba lamer la polla de su hijo. Yo estaba a punto de estallar, demasiado deseo contenido durante todo el día y ahora una masturbación en medio de una playa medio vacía, no podía más. Mi madre asintió con la cabeza y Maribel bajó hasta tener su boca junto a mi glande. Sacó un poco la lengua y acarició la tersa piel jugando con el agujero.

No pude resistirlo, no pude decir nada. Me tensé un segundo y un primer chorro de mi semen salió lanzado contra la cara de Maribel, cayendo en su pelo, en un ojo, en la nariz y algo dentro de su boca. Se separó y su mano siguió acariciando suavemente mi pene. Otro chorro de semen saltó y las tres miraban como se elevaba y caía sobre mi vientre. Mati empezó a lanzar pequeños gemidos de placer al sentir el orgasmo que tenía a la vez que yo. Mi madre abrió las piernas un poco y empezó a tocarse su endurecido y mojado clítoris; al momento se corrió mientras yo seguía lanzando las últimas gotas de semen. Maribel disfrutaba de mi polla, de las convulsiones que daba entre sus dedos mientras iba menguando y lanzando cada vez menos semen. Alargué una mano y acaricié el culo de mi madre. En ese mismo momento tuvo el clímax de su orgasmo, mientras veía como su hijo se corría y sentía la joven mano que le acariciaba su culo.

Los cuatro estábamos allí en medio de la playa, con mi semen, con el aliento entrecortado por los orgasmos que habíamos sentido. Nos miramos y reíamos.

-¡Nunca había sentido algo así! – Les dije.

-¡Yo tampoco! – Dijo mi madre.

-¡Si tuviera diecinueve años! – Dijo Mati.

-¡Esto sólo es el principio! – Dijo Maribel y me dio un beso en el glande.

Después de descansar un poco, los cuatro nos fuimos a bañarnos en el agua para refrescarnos tras el calentón que habíamos tenido… y no precisamente por el sol.


Continuará...

De vacaciones con mi madre y sus amigas [Capitulo 2]



De vacaciones con mi madre y sus amigas [Capítulo 1]

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31 comentarios - De vacaciones con mi madre y sus amigas [Capítulo 1]

Suppoku +2
te mereces un puto premio por tu forma de narrar 😃
dantejack +1
muy bueno la verdad espero la segunda parte
pablooo_2 +1
Muy buen relato!!! Excelente!!!

Gracias por compartir...
yojamas +1
Esperando continuacion..muy bueno
ClonAngeluzMage +1
El fin de semana subiré el capítulo 2.
Grx. por pasar. 😉
petoo13 +1
Que relato tan intenso espero la.segunda parte con ansias me encanto sigue así eres un capo me encanta tu forma de relatar haces que uno se meta en la historia sigue asi
krlos25111 +1
de los mejores relatos que he leido
dantejack +1
casi se me pasana ten 10 y sigue asi¡
negro66678 +1
TREMENDO!!!! La Segunta parte tio!!!! Joder!!! juju
ClonAngeluzMage
http://www.poringa.net/posts/relatos/2917645/De-vacaciones-con-mi-madre-y-sus-amigas-Capitulo-2.html

Grx. por pasar. 😉
LoquendoMAX691 +1
recuerdame darte los puntos
ClonAngeluzMage
Ya esta publicado el capítulo 3.
Grx. por pasar. 😉
AquiLuis +1
Guauuu, como siempre, que tremendo relatoooo, muy excitanteeeee... genial.
ClonAngeluzMage +1
Grx. por pasar. 😉
iron73
Esta para un guion xxxx,excelente!!!!
Negritos2213
Me quedé muy pegado con la historia 🔥