Los calientes labios y mojada lengua de Marisa descendieron desde el glande húmedo y palpitante al tronco y las bolas. Su saliva me empapó, mientras su aliento conmovía esos rincones.
Caliente como estaba, levanté mis muslos y nalgas para darle espacio. Entonces, ella pasó la lengua por el perineo. Mi cuerpo dio un brinco, cerré los ojos y empecé a gemir. La sensación superaba las sabrosas mamadas de pija que Marisa me daba cotidianamente.
Y sentí más exquisito: ¡besaba mi culo!
Sus labios, su lengua, lamían y recorrían mi agujero, mientras sus dedos jugaban en los huevos y pija. Mi hermosa amante estaba dándome un gozo total.
De un manotazo tomé una almohada y la coloqué debajo del culo. Así lo levanté, tras lo cual abrí más las piernas y con mis manos separé los cachetes para dejar al máximo mi agujero trasero.
- ¡Si…! –expresó ella
Y metió su lengua en el ojete. Largué lágrimas de placer. Y un grito al sentir un dedo entrando.
- ¡Me encanta mi amor…! ¡Me encanta…! Me estás haciendo el culo… ¡Me estás haciendo tu macho putito…! – exclamé.
Me metió tres dedos, mientras continuaba lamiendo con su lengua, babeándome completo, arrancándome salvajes gemidos. ¡Era hermoso, maravillo el gozo que me daba Marisa!
Se detuvo un momento y dijo:
- Ahora estás listo para culearme, con un pedazo dentro tuyo…
Fue hacia el costado de la cama y sacó de su cartera un consolador. Lo conocía por las fotos que me había mandado. Era la imitación de un pene, hasta con las venitas, de 14 centímetros, por 3 de grueso, con la base imitando testículos. En las imágenes enviadas por Marisa, se lo vi clavado totalmente en su concha y culo.
- ¡Estás demente si pensás meterme eso! – sostuve. En realidad, lo quería…
Me lo mete
Ella no dijo nada y volvió a chuparme la pija, hasta dejármela erecta y goteando, mientras se pajeaba su concha. Babeando, metió el consolador en su boca para empaparlo, sacó con sus dedos juguitos de la vulva, los puso en el juguete, y regresó a mi culo para lamerlo y mojarlo nuevamente.
Era increíble como me gustaba su lengua en mi hoyo… Me hacia gozar de una manera inédita, rica… Disfruté cuando sus dedos entraron, hasta que sentí algo más firme, que me dolió. Sabía que era el consolador. Me dieron ganas y miedo. Le dije que me dolía un poco.
Su respuesta fue hundirme el pedazo hasta el fondo. Largué un grito y de inmediato experimenté sensaciones estupendas, entre cosquillas en el vientre, electricidad en el cuerpo, bienestar… Comencé a mover el culo en círculos, arriba abajo, cerrando y abriendo el ano abierto… Me senté encima del juguete, hasta que las bolas de goma dieron contra mis nalgas…
Y como si fuera poco, Marisa escupió mi pija, la llenó de su saliva, y, abriéndose su culazo, bajó sobre mi poronga. Ya conocía bien este lugar que nos daba delicias, pero ahora yo también tenía un pedazo por atrás, y me enloquecia… Como ella cabalgaba encima, haciendo que mi verga entrara y saliera, sus movimientos provocaban que el consolador hiciera lo mismo en mi culo. Los dos gemíamos y gritábamos, nos decíamos chanchadas, nos insultábamos…
- ¡Dale puto pijudo!, ¡rompete el culo y llename el orto de leche! –exclamó Marisa.
- ¡Ay… si…! ¡Me encanta culearte y sentirme lleno! – grité.
Acabé como caballo, el semen se escurrió de su interior, y la puta salió y me lamió la pija, y con la leche en su boca sacó el consolador y la puso en mi culo palpitante…
Caliente como estaba, levanté mis muslos y nalgas para darle espacio. Entonces, ella pasó la lengua por el perineo. Mi cuerpo dio un brinco, cerré los ojos y empecé a gemir. La sensación superaba las sabrosas mamadas de pija que Marisa me daba cotidianamente.
Y sentí más exquisito: ¡besaba mi culo!
Sus labios, su lengua, lamían y recorrían mi agujero, mientras sus dedos jugaban en los huevos y pija. Mi hermosa amante estaba dándome un gozo total.
De un manotazo tomé una almohada y la coloqué debajo del culo. Así lo levanté, tras lo cual abrí más las piernas y con mis manos separé los cachetes para dejar al máximo mi agujero trasero.
- ¡Si…! –expresó ella
Y metió su lengua en el ojete. Largué lágrimas de placer. Y un grito al sentir un dedo entrando.
- ¡Me encanta mi amor…! ¡Me encanta…! Me estás haciendo el culo… ¡Me estás haciendo tu macho putito…! – exclamé.
Me metió tres dedos, mientras continuaba lamiendo con su lengua, babeándome completo, arrancándome salvajes gemidos. ¡Era hermoso, maravillo el gozo que me daba Marisa!
Se detuvo un momento y dijo:
- Ahora estás listo para culearme, con un pedazo dentro tuyo…
Fue hacia el costado de la cama y sacó de su cartera un consolador. Lo conocía por las fotos que me había mandado. Era la imitación de un pene, hasta con las venitas, de 14 centímetros, por 3 de grueso, con la base imitando testículos. En las imágenes enviadas por Marisa, se lo vi clavado totalmente en su concha y culo.
- ¡Estás demente si pensás meterme eso! – sostuve. En realidad, lo quería…
Me lo mete
Ella no dijo nada y volvió a chuparme la pija, hasta dejármela erecta y goteando, mientras se pajeaba su concha. Babeando, metió el consolador en su boca para empaparlo, sacó con sus dedos juguitos de la vulva, los puso en el juguete, y regresó a mi culo para lamerlo y mojarlo nuevamente.
Era increíble como me gustaba su lengua en mi hoyo… Me hacia gozar de una manera inédita, rica… Disfruté cuando sus dedos entraron, hasta que sentí algo más firme, que me dolió. Sabía que era el consolador. Me dieron ganas y miedo. Le dije que me dolía un poco.
Su respuesta fue hundirme el pedazo hasta el fondo. Largué un grito y de inmediato experimenté sensaciones estupendas, entre cosquillas en el vientre, electricidad en el cuerpo, bienestar… Comencé a mover el culo en círculos, arriba abajo, cerrando y abriendo el ano abierto… Me senté encima del juguete, hasta que las bolas de goma dieron contra mis nalgas…
Y como si fuera poco, Marisa escupió mi pija, la llenó de su saliva, y, abriéndose su culazo, bajó sobre mi poronga. Ya conocía bien este lugar que nos daba delicias, pero ahora yo también tenía un pedazo por atrás, y me enloquecia… Como ella cabalgaba encima, haciendo que mi verga entrara y saliera, sus movimientos provocaban que el consolador hiciera lo mismo en mi culo. Los dos gemíamos y gritábamos, nos decíamos chanchadas, nos insultábamos…
- ¡Dale puto pijudo!, ¡rompete el culo y llename el orto de leche! –exclamó Marisa.
- ¡Ay… si…! ¡Me encanta culearte y sentirme lleno! – grité.
Acabé como caballo, el semen se escurrió de su interior, y la puta salió y me lamió la pija, y con la leche en su boca sacó el consolador y la puso en mi culo palpitante…
9 comentarios - Mi amante me culea con su consolador