link: https://www.youtube.com/watch?v=jiKGUnzCAKo
No hay nada más bello que una mujer embarazada, eso ya todos lo sabemos.
No hay nada más excitante que una mujer embarazada excitada, eso lo digo yo.
Su embarazo fue una fiesta de sexo casi permanente. De disfrute, de hormonas saltarinas. De obvios días de bajón y de picos calientes que extraño todo el tiempo. Fueron meses de exploración, descubrimiento, compañerismo, felicidad. Y sexo, mucho sexo. Su sensibilidad se hizo extrema. Sobre todo entre los tres y siete meses de embarazo cojimos como conejos. Seguramente ésta experiencia no será compartida por todo el mundo, lo sé.
Sus tetas hinchadas y deseosas. Su vientre cada vez más grande. Su concha, su perfecta concha de embarazada que tanto me gustaba chupar, lamer, cojer, y volver a chupar. Su culo abriéndose. Su hermosa pesadez. El brillo de su piel. El color, la luz... Escribo éstas palabras y se me para la pija con los recuerdos.
Faltando una semana para la fecha prevista del nacimiento, se nos dió por hacer una de nuestras visitas periódicas al telo. La recuerdo hermosa calzándose orgullosa su lencería erótica con esa panza enorme, casi sin poder agacharse para ponerse la tanga, pero con ganas todavía de sentirse mujer y gozar. Así que nos montamos en el auto y nos buscamos un lindo alojamiento en las afueras de la ciudad.
Llegamos y se tiró sobre la cama. A esa altura ella se dejaba hacer siempre. Y empecé a hacerle lo que más me gusta que es besarla completa. Empezando por el cuello, el escote, siguiendo por las tetas de a una. Deteniendome en la panza. Siguiendo por el pubis, rozando apenas su clítoris. Sus labios mojados a esa altura. Oliendo sus flujos. Bajando por las piernas, besándola de a poco. Hasta llegar a sus pies. Me encanta detenerme en sus pies. Chuparle los dedos, verla acariciarse el clítoris mientras le beso la planta. Hermosa y enorme me mostraba su concha. Abría los labios hinchados y me ofrecía su orificio húmedo. El clítoris era un cochete interespacial lanzado al universo del goce. Me quedé allí un rato largo hasta que me pidio, casi me exigió que se la chupara.
No la hice esperar. Me acomodé como para lamerla y a la vez, pasar los brazos por los costados de su enorme panza para acariciarle las tetas. Sus pezones grandes y parados me volvían loco. Qué belleza calentarla! Sentirla gemir, respirar profundamente, mover las caderas al ritmo de mi lengua deseosa de sus flujos y su goce.
Así nos fuimos calentando. Sentía la pija hinchada. Me levanté y dándole la vuelta me puse arrodillado detrás de su cabeza. Le empecé a pasar la pija por los cachetes, los labios. Ella sacaba la lengua buscándola. La dejé sobre la boca para que me lamiera el frenillo, con los huevos sobre sus ojos. Así le empecé a acariciar los pezones. Sentí como se estremecía de placer ante mis caricias. Fué buscando mis huevos para chuparlos. Me corría hacia adelante y casi me senté sobre su cara, sin apoyarme. Su lengua buscó mi culo. Sentí como hacía círculos alrededor del ano y como sus jadeos iban en aumento con la calentura. Me empecé a pajear viéndo su vientre enorme y su mano pajeándose a su vez moviéndose en círculos cada vez más rápidos y frenéticos. Hasta que su lengua entro en mi orto y empecé a ver las estrellas. Fueron unos segundos, minutos u horas. No estoy seguro, pero sí que una oleada de placer me recorrió el cuerpo hasta que estallé volcando cuatro enormes chorros de leche sobre su vientre materno. Creo que grité. No lo se.
Me puse a su lado y pasé la mano por sobre la panza, llenándola de mi leche. Se la alcancé hasta la boca y empezó a lamerla completa, sin dejar de tocarse. Le pasé la mano húmeda por la cara corriéndole el maquillaje.
La besé y entre jadeos me pidió que la hiciera acabar. A su lado, le agarré el clítoris como si fuese una pequeña pija con los dedos índice y pulgar. Así la masturbé hasta que acabó en tres o cuatro espasmos de placer que recibió tirando la cabeza hacia atrás y gimiendo hermosamente.
Se quedó resoplando un poco. Ví su panza y se movía. La niña se acomodaba en su recinto. Pero ella empezó a notar algo diferente. En un momento quedó dura, como sintiendo un dolor inesperado y que duró unos segundos. Nos miramos preocupados. Cuando se repitió tres veces me dijo que eran contracciones y que le parecía que la niña estaba por venir.
Nos vestimos lo más rápido que pudimos. Pagué apurado y sin importarme si me veían o no o esos rituales atávicos de los telos.
En el auto los dolores fueron incrementándose. Llegamos a las corridas al Sanatorio. En la sala de pre parto la vi dolorida, con su baby doll puesto y el maquillaje corrido medio enchastrada con mi semen.
"Una madre heterodoxa" pensé en esos tensos momentos.
14 comentarios - Embarazada.