You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Hinchas de Boca me hacen su trolita cross en el tren Roca

Era un domingo lluvioso, no muy frío, pero horrible, de esos días en los que se hace de noche muy temprano, cuando me puse un conjuntito hermoso, violeta pálido, de corpiño, bombacha tiro medio y ligas que me enloquecía, los tapé con un jogging y un buzo cualquiera y salí rumbo a la estación de trenes de Turdera para viajar al centro.

Había quedado por chat con un chico al que les gustaban las cross, que vivía solo y que me estaba esperando. Tenía un largo viaje, y el día era espantoso, pero me había quedado tanta calentura y estaba con tantas ganas de lechita que salí igual.

Cuando llegué a la estación, no importa cuál, malas noticias: el servicio eléctrico del Roca estaba suspendido y sólo funcionaba el diesel, que justo estaba llegando. Me abalancé al tren sin mirar, ya a punto de entrar en desesperación por pensar que no iba a llegar a mi encuentro.

El vagón al que me subí estaba lleno, pero no demasiado. Como todos los asientos estaban ocupados, me tocó ir parada junto a otras cuatro o cinco personas. Hasta ahí, todo normal. Iba perfumada, con buena ropa interior, el pelito (castaño, lacio y largo) levemente mojado y fantaseando con lo que iba a hacer en mi cita.

Cuando el tren llegó a Temperley, me asusté mucho. Ya entrando en la estación, se escuchaban bombos y gritos, como una hinchada de fútbol cantando. Y a medida que el tren iba desacelerando empecé a ver en el andén una marea de camisetas y banderas de Boca. “La puta madre, me olvidé que había partido”, dijo un señor que estaba sentado al lado.

Los hinchas empezaron a subir a los vagones viejos del diesel por todos lados. En el que iba yo, cinco o seis se quedaron en un espacio tipo furgón, y otros cuatro empezaron a recorrer el vagón desde la otra punta.

Yo estaba casi al medio y entré en pánico, igual que mucha gente que iba viajando. Cualquiera que haya viajado en el Roca con alguna hinchada sabrá de lo que hablo. Suele ser tierra de nadie.
Dicho y hecho: los cuatro que habían subido por un extremo iban recorriendo el vagón y se llevaron un celular de un pobre pibe que se quedó rígido por temor a una golpiza. Pidieron monedas, se llevaron alguna billetera, a un señor le robaron un reloj, un desastre. Avanzaban haciendo bardo, gritando, cantando canciones de cancha. Parecían pirañas.

Cuando dos llegaron hasta mí, uno se me puso enfrente. “Eh, tenés dos pesitos? Dale, guacho, unos pesitos…”, me dijo. Y en eso noté como el otro metía la mano en el bolsillo del jogging. Giré por instinto para sacar mi billetera del alcance de su mano y en el forcejeo leve el jogging se bajó un poco y, ay, dejó ver apenas mi bombachita tiro medio.

-Eh, Tero, mirá lo que me encontré- dijo el pibe con el que había forcejeado a otro que estaba llegando.

Entre los nervios, el susto y la vergüenza yo estaba roja como un tomate. Ya había empezado a murmurar que no, que por favor, no, que me dejaran cuando a la vista de todo el vagón sentí una mano que de repente tiraba con fuerza para abajo del jogging. Mi cola envuelta en mi preciosa bombacha, las ligas y parte de las medias quedaron a la vista del tal Tero.

Sentí un par de carcajadas cuando me levantaron de los brazos, prácticamente suspendida en el aire, y me arrastraron a la parte tipo furgón. Ninguno de los pasajeros dijo nada, y hasta es probable que se hubieran aliviado de haberles sacado de encima a esas pirañas con camisetas de Boca.

Cuando llegamos al descanso ya se me estaban cayendo las lágrimas y los otros cinco o seis que estaban ahí miraron la escena con curiosidad. Prácticamente me arrancaron la ropa, que quedó tirada en un rincón, y quedé con mi conjuntito, llorando mientras pedía por favor que no me hicieran nada y trataba de taparme con las manos. Me agarraron de un brazo, me dieron vuelta mientras me sostenían con firmeza y empecé a sentir dos, tres, cuatro manos recorriendo mi cola, manoseándola entera. Me sentí ultrajada y desesperada e hice un último intento por zafarme. No tenía la fuerza suficiente y además ese que llamaban Tero me agarró del pelo y me mostró un cuchillo tipo tramontina cerca de la cara. No me moví más.

Sin soltarme el pelo, Tero me empujó hacia abajo y me obligó a arrodillarme. Le pasó el tramontina a otro de los hinchas y metió la mano adentro de su pantalón, uno de esos de entrenamiento. Sacó una pija fláccida y la sacudió justo delante de mi cara.

-Chupá, putito, chupá. ¿Te vestís de nena? Chupá como una nena, dale.

Me la metí en la boca y tenía mal olor. El gusto salado de esa pija se mezclaba con el gusto salado de mis lágrimas, pero conseguí que se endureciera. Naturalmente cerré los ojos cuando empecé a mamar y escuché a uno de los otros decir “Mirá que tierno el putito, como cierra los ojitos”. Más carcajadas y volví a abrirlos. No podía sentirme más humillada.

Ya tenía tres o cuatro pijas alrededor, en ronda, cuando alguien me tiró del pelo y me metió otra en la boca. Así se estuvieron turnando. Chupaba un poco de una pija, sentía un tirón de pelo y me corrían la cabeza hacia otra.

En un momento, el tren se detuvo. Yo estaba mamando la pija de uno que me marcaba el ritmo con una mano en la nuca y con la otra sostenía una botella de gaseosa cortada por la mitad. Me llegaba el olor a fernet y noté que uno de los hinchas se había puesto en la puerta del vagón y no dejaba subir por ahí a nadie. Otro custodiaba el otro acceso. Se habían armado un prostíbulo en el furgón y yo era la puta.

El tren arrancó de nuevo y uno de los pibes, que iba en cuero, me sacó de la pija del que tenía la botella de fernet y me arrastró a la suya, que ya había succionado antes.

-Uuuu, putito de mierda, te lleno la boca de lecheeee- gritó mientras me metía y sacaba con violencia la pija de la boca.

El que le decían Tero me dijo que no tragara, que la tuviera en la boca, así que cuando recibí la descarga de semen quedé con los cachetes inflados. Parecía que tenía medio litro de leche en la boca.

Ahí Tero me agarró del pelo otra vez, me levantó y con el zarandeo del tren me llevó hasta uno de los laterales del furgón y quedé parada con las manos en la pared. Agarró el tramontina, levantó mi bombacha y la cortó con un tajo justo en mi hoyito. “Mmmhhngh…mmmhhngh...”, me salió en lugar de “No, no” con la boca de leche, mientras movía la cabeza de un lado al otro. Ya sabía lo que se venía.

-Escupí la leche en la mano y pásatela bien por el orto, puta arrastrada. Hacelo bien porque te la vamos a poner todos y te va a doler un poquito- dijo Tero amenazante.

“O me lubrico bien o termino en un hospital”, pensé, así que me escupí un poco de la leche en la mano y empecé a metérmela en el orto, arriba de un vagón del Roca, con un conjuntito delicado de lencería y de espaldas a nueve o diez barras de Boca. Mientras lo hacía, me insultaban. Alguno me escupió y sentí el escupitajo deslizarse por la espalda.

Me habían dejado tanta leche en la boca que tres veces escupí un poco a la mano para lubricarme la cola. En algún momento, alguno de los hinchas se impacientó, se adelantó hasta donde estaba, me hizo inclinarme y me apoyó la pija en mi agujerito.

-¡No, por favor! ¡Con un forro, con un forro!- supliqué y generé más risotadas.

-La putita quiere forro- dijo el que estaba por cogerme, y después acercó la boca a mi oído con un susurro- Te la pongo así, así la sentís mejor, trola.

La enterró con bastante más delicadeza de lo que yo esperaba, aunque igual la metió hasta el fondo y empezó a penetrarme siguiendo el vaivén del tren. En un momento, me preguntó si yo era de River. A mí no me interesaba el fútbol, no era hincha de nadie, pero entendí cuál era la respuesta que quería y contesté que sí entre quejidos. “No te escucho, puto del orto… ¿Sos de River y tragaleche, no?”, me dijo y me hizo doler con una embestida brutal.

-¡Sí, aaaay, siiiii! ¡Soy de River y tragaleche! ¡Soy de River y puto! ¡Soy de River y chupapija!- grité tratando de complacerlo.

Atrás se escucharon más risas y empezaron a cantar una canción de la cancha mientras me cogían. Algo así como “Es para vos, es para vos, Galina puto la puta que te parió”.

El que estaba conmigo me acabó adentro y no había terminado de sacar su pija que otro ocupaba su lugar. Y después otro más. El tren paró y volvió a arrancar un par de veces más y mi cola ya era un enchastre: estaba tan abierta y llena de leche que podía entrar cualquier cosa. Yo ya lo estaba disfrutando.

En un momento, le tocó al que le decían el Tero ponérmela y me apartó de la pared del vagón, me llevó al medio ensartado y me hizo agachar para meterme en la boca la verga de otro de los pibes. Alguien me agarró la mano derecha y me la llevó a otra pija para que la pajeara. Estaba en eso cuando el Tero empezó a gritarme:

-Decime que te gusta, puto, decime que te gusta trolita

-Mmgghh…me gusta, me gusta- dije sacándome por un segundo la otra pija de la boca, que me volvieron a meter con una cachetada como correctivo.

-Decime que te gusta, puto de mierda, decime que te gusta- insistía el Tero

-¡Me encanta…mmmghh…Me encanta! ¡No pares, rompeme el culo! ¡Me encanta!

El que estaba con su pija en mi boca me acabó de manera bestial, en un momento en que yo se la estaba lamiendo, y me llenó la cara de leche. Y el que iba a ocupar su lugar ya estaba demasiado al palo y derramó su semen en el piso roñoso del furgón. Ahí Tero me empujó para abajo por la espalda y me agarró del pelo otra vez para llevarme a los manchones de leche que habían quedado en el piso. Entendí sin que me dijeran nada y empecé a lamer la leche del suelo mientras los otros pibes festejaban y seguían cantando.

Al final, el Tero también acabó adentro de mi cola y el que estaba masturbando eligió mi cara, que había quedado hecha un pegote de semen. De reojo vi que el tren estaba llegando a Constitución y saqué la cuenta rápidamente: ya les había sacado la leche a todos.

Me dejaron tirada en una esquina del furgón al lado del montoncito de mi ropa. Estaba exhausta, no daba más, y me temblaba todo el cuerpo, pero ya no lloraba. Ya todos los demás pasajeros se habían bajado, aunque ninguno por donde estaba yo.

Estaba a punto de agarrar mi ropa para vestirme cuando siento un chorro pegarme de lleno en la cabeza. No era leche: uno de los barras me estaba meando mientras se reía. Se le unió otro y yo, instintivamente, levanté la cabeza y abrí la boca. Con mucha puntería, los dos chorros de pis se dirigieron hacia mi boca. Tragué lo que pude y el resto me bañó completa.

Después de eso, sí, se bajaron todos y yo agarré mi ropa sin saber muy bien qué hacer, pero pensando si volver a Turdera o pegarme una vuelta por la Bombonera.

6 comentarios - Hinchas de Boca me hacen su trolita cross en el tren Roca

KaluraCD +1
Hinchas de Boca me hacen su trolita cross en el tren Roca

Tremenda historia nena, flor de cogida te pegaron.

Gracias por compartir 👍
Yo comenté tu post, la mejor manera de agradecer es comentando alguno de los míos...
GN107
excelente relato!! te paso de verdad esto??
ddoblej
Buenasa!!! Pero fue real?👅👅💦
GALLINAPUTITO1
todas las gallinas nos morimos de ganas de que nos pase eso, hermoso relato