Acá la primera parte
Acá la segunda parte
Después de cogerme por primera vez y antes de irse a hacerle lo mismo a mi esposa, Oscar me prometió que iba a ser equitativo con los dos. Como a mí me había hecho la cola, a mi esposa se la iba a poner en el orto también.
Y como había llamado a mi esposa por teléfono mientras yo le chupaba la pija, iba a hacer lo mismo cuando Carla se la estuviera mamando.
- Eso sí, Camila, quedate tranquila que no voy a poner el altavoz y ella no va a saber que sos vos la que está escuchando. Le voy a decir que llamo a un amigo.
Después de decirme eso, me mandó a acostarme en la cama que habíamos deshecho con el teléfono al lado. Me ordenó que me dejara el body y las medias, que ni se me ocurriese limpiarme el maquillaje desprolijo y que no tomara nada ni me lavara los dientes: tenía que seguir sintiendo en mi boca el gusto de su leche.
Así que me acosté en la cama, boca abajo, con la cabeza entre los puños y revoleando las piernas como una colegiala aburrida, con el teléfono al lado. Tenía mil sensaciones. Por un lado, mucha bronca por el hecho de que el electricista se estuviera cogiendo a mi esposa, aunque era verdad que nuestra vida sexual en los últimos meses se había congelado casi completamente. Yo imaginaba que podía meterme algún cuerno, pero no al punto de emputecerse tanto. Por el otro, estaba más excitada que nunca como Camila, y el placer que todavía sentía en mi colita dolorida hablaba por sí mismo.
Me masturbé y junté con la mano todo lo que derramé. Como no quería manchar nada y tampoco quería tragarme eso y que se mezclara con el aliento a la leche de Oscar que tenía, me lo pasé por piernas y brazos y eso me dio más placer. Finalmente, un par de horas después de que Oscar se fuera de mi casa, sonó el teléfono y atendí.
-¡Hola, cómo estás!- dijo la voz de Oscar por el teléfono
-Exactamente cómo me ordenaste- respondí en un susurro
-Jaja...Qué bueno ¡Qué bueno! Escuchame una cosa. No hablés, escuchame. Te estoy llamando de un telo. Estoy con una pendeja hermosa que me estoy cogiendo, le tiré la idea de llamar a un amigo mientras ella me chupaba la pija y entró en una calentura tal que te tuve que llamar ya.
-Qué se supone que tengo que hacer- respondí con algo de angustia.
-Jaja...nada, nada. Le calienta que hable con alguien mientras le saca brillo a la pija. No sabés qué linda peterita, una tragaleche de primera. Ahora me está mirando con unos ojitos tiernos que ni te cuento...esperá que le digo que se presente. A ver, pará un poquito y contale quién sos a mi amigo.
-Soy la peterita tragaleche de Oscar, jijiji- se escuchó por el teléfono decir a mi esposa Carla.
-Acá estoy de vuelta. No te va a decir el nombre porque está de trampa, pero creéme que es un infierno. Escuchá, escuchá cómo me la cojo por la boca.
Se escuchó un ruido de movimientos de sábanas, algo más de risitas y de pronto: Bloghgh, bloghgh, bloghgh... un ruido acuoso, como el que sale de una cañería que se está destapando. No me costó mcuho entender que la cañería era la boca de mi mujer y la estaba destapando la pija del electricista. Se la estaba cogiendo por la boca con mucha violencia.
-Aahhh...acá estoy de vuelta. ¿Escuchaste? Se le están cayendo las lágrimas del ahogo. Qué puta, mamita, y cuanto más hablo más se calienta. Es muy chanchita. ¿Te cuento una que planeamos?
-Sí- respondí yo con la cabeza a punto de estallar, roja de vergüenza y excitación.
-Estamos yendo por la segunda. Me la cogí hace un rato y le hice guardar el forro con mi leche adentro...Vos seguí chupando, no te rías... Eso, así....Perdón, sigo, la desafié a que se tomara la leche antes de entrar a la casa y le diera un beso de lengua al cornudo del marido, a ver si es tan pelotudo como parece. Y lo va a hacer. Me dice que sí, que es tan pelotudo que ni se va a dar cuenta que su mujer viene con gusto a leche de otro tipo. ¡Decime que te encantó!
-Me encantó- dije secamente y con la habitación dando vueltas alrededor mío, como si todo fuera un sueño.
-Bueno, te dejo que ya chupó demasiado y le voy a preparar la colita...Vos ponete en cuatro, putita...Eso, así...Bueno, te corto, después te cuento bien, volvé a la normalidad. No sabés el orto que tengo adelante...! Escuchá cómo suena!
Fue lo último que dijo Oscar. Después escuché PLAF, PLAF y más risitas de mi esposa. Y la comunicación se cortó.
Por "volvé a la normalidad" entendí que debía sacarme la ropa de Camila, ordenar lo que había quedado desordenado, pegarme un baño y esperar a Carla como de costumbre. Y así lo hice, todavía con el mundo dando vueltas alrededor mío.
Como había prometido, mi esposa volvió a casa después de la medianoche. Yo ya había cenado solo y me preparaba para irme a dormir. Entró con naturalidad, dejó su cartera, se sacó los zapatos con gesto de cansancio y yo le pregunté cómo le había ido con sus amigas.
-La pasamos rebien- me contestó con una sonrisa gigante mientras se soltaba el pelo- ¿Me das un beso?
Y me dio un beso largo y profundo, con lengua. El sabor a la leche de Oscar, inconfundible, me llegó hasta la garganta y se me quedó a mí en la boca cuando Carla se separó.
-Bueno, me voy a dormir- dije como si nada, como todos los días.
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Gracias por leer y si les hice pasar un buen momento, me gustaría que me lo cuenten. Me excita mucho escribir, pero más saber que le di aunque sea un mínimo momento de calentura a alguien. Besitos 🙂
Acá la segunda parte
Después de cogerme por primera vez y antes de irse a hacerle lo mismo a mi esposa, Oscar me prometió que iba a ser equitativo con los dos. Como a mí me había hecho la cola, a mi esposa se la iba a poner en el orto también.
Y como había llamado a mi esposa por teléfono mientras yo le chupaba la pija, iba a hacer lo mismo cuando Carla se la estuviera mamando.
- Eso sí, Camila, quedate tranquila que no voy a poner el altavoz y ella no va a saber que sos vos la que está escuchando. Le voy a decir que llamo a un amigo.
Después de decirme eso, me mandó a acostarme en la cama que habíamos deshecho con el teléfono al lado. Me ordenó que me dejara el body y las medias, que ni se me ocurriese limpiarme el maquillaje desprolijo y que no tomara nada ni me lavara los dientes: tenía que seguir sintiendo en mi boca el gusto de su leche.
Así que me acosté en la cama, boca abajo, con la cabeza entre los puños y revoleando las piernas como una colegiala aburrida, con el teléfono al lado. Tenía mil sensaciones. Por un lado, mucha bronca por el hecho de que el electricista se estuviera cogiendo a mi esposa, aunque era verdad que nuestra vida sexual en los últimos meses se había congelado casi completamente. Yo imaginaba que podía meterme algún cuerno, pero no al punto de emputecerse tanto. Por el otro, estaba más excitada que nunca como Camila, y el placer que todavía sentía en mi colita dolorida hablaba por sí mismo.
Me masturbé y junté con la mano todo lo que derramé. Como no quería manchar nada y tampoco quería tragarme eso y que se mezclara con el aliento a la leche de Oscar que tenía, me lo pasé por piernas y brazos y eso me dio más placer. Finalmente, un par de horas después de que Oscar se fuera de mi casa, sonó el teléfono y atendí.
-¡Hola, cómo estás!- dijo la voz de Oscar por el teléfono
-Exactamente cómo me ordenaste- respondí en un susurro
-Jaja...Qué bueno ¡Qué bueno! Escuchame una cosa. No hablés, escuchame. Te estoy llamando de un telo. Estoy con una pendeja hermosa que me estoy cogiendo, le tiré la idea de llamar a un amigo mientras ella me chupaba la pija y entró en una calentura tal que te tuve que llamar ya.
-Qué se supone que tengo que hacer- respondí con algo de angustia.
-Jaja...nada, nada. Le calienta que hable con alguien mientras le saca brillo a la pija. No sabés qué linda peterita, una tragaleche de primera. Ahora me está mirando con unos ojitos tiernos que ni te cuento...esperá que le digo que se presente. A ver, pará un poquito y contale quién sos a mi amigo.
-Soy la peterita tragaleche de Oscar, jijiji- se escuchó por el teléfono decir a mi esposa Carla.
-Acá estoy de vuelta. No te va a decir el nombre porque está de trampa, pero creéme que es un infierno. Escuchá, escuchá cómo me la cojo por la boca.
Se escuchó un ruido de movimientos de sábanas, algo más de risitas y de pronto: Bloghgh, bloghgh, bloghgh... un ruido acuoso, como el que sale de una cañería que se está destapando. No me costó mcuho entender que la cañería era la boca de mi mujer y la estaba destapando la pija del electricista. Se la estaba cogiendo por la boca con mucha violencia.
-Aahhh...acá estoy de vuelta. ¿Escuchaste? Se le están cayendo las lágrimas del ahogo. Qué puta, mamita, y cuanto más hablo más se calienta. Es muy chanchita. ¿Te cuento una que planeamos?
-Sí- respondí yo con la cabeza a punto de estallar, roja de vergüenza y excitación.
-Estamos yendo por la segunda. Me la cogí hace un rato y le hice guardar el forro con mi leche adentro...Vos seguí chupando, no te rías... Eso, así....Perdón, sigo, la desafié a que se tomara la leche antes de entrar a la casa y le diera un beso de lengua al cornudo del marido, a ver si es tan pelotudo como parece. Y lo va a hacer. Me dice que sí, que es tan pelotudo que ni se va a dar cuenta que su mujer viene con gusto a leche de otro tipo. ¡Decime que te encantó!
-Me encantó- dije secamente y con la habitación dando vueltas alrededor mío, como si todo fuera un sueño.
-Bueno, te dejo que ya chupó demasiado y le voy a preparar la colita...Vos ponete en cuatro, putita...Eso, así...Bueno, te corto, después te cuento bien, volvé a la normalidad. No sabés el orto que tengo adelante...! Escuchá cómo suena!
Fue lo último que dijo Oscar. Después escuché PLAF, PLAF y más risitas de mi esposa. Y la comunicación se cortó.
Por "volvé a la normalidad" entendí que debía sacarme la ropa de Camila, ordenar lo que había quedado desordenado, pegarme un baño y esperar a Carla como de costumbre. Y así lo hice, todavía con el mundo dando vueltas alrededor mío.
Como había prometido, mi esposa volvió a casa después de la medianoche. Yo ya había cenado solo y me preparaba para irme a dormir. Entró con naturalidad, dejó su cartera, se sacó los zapatos con gesto de cansancio y yo le pregunté cómo le había ido con sus amigas.
-La pasamos rebien- me contestó con una sonrisa gigante mientras se soltaba el pelo- ¿Me das un beso?
Y me dio un beso largo y profundo, con lengua. El sabor a la leche de Oscar, inconfundible, me llegó hasta la garganta y se me quedó a mí en la boca cuando Carla se separó.
-Bueno, me voy a dormir- dije como si nada, como todos los días.
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Gracias por leer y si les hice pasar un buen momento, me gustaría que me lo cuenten. Me excita mucho escribir, pero más saber que le di aunque sea un mínimo momento de calentura a alguien. Besitos 🙂
6 comentarios - La Cross sumisa del electricista 3: también cornuda
muy bueno
van p