El sábado no voy a trabajar, me tomo el día libre. Obvio que no se lo digo a mi marido. Por eso salgo como todas las mañanas, a la misma hora, como si fuera a la oficina, solo que en vez de tomarme el subte hasta Corrientes, me tomo el 6 en Caseros y me bajo en Entre Ríos y San Juan.
En Humberto Primo hay una panadería, recordaba haberla visto de la vez anterior, así que aprovecho para comprar una docena de facturas y me cruzo a lo de Pablo.
De nuevo frente a esa puerta marrón, como hace unos días, me quedo esperando ya que no sé en que departamento vive. Quiero darle una sorpresa, agarrarlo en la cama para acostarme con él, y volver a sentir ese maremoto de sensaciones que me sacudió la otra tarde, esa primera vez que estuvimos juntos.
Al despedirme le había dicho que quería volver a verlo, me pareció que después de lo de Diego, él era lo mejor que me podía pasar para olvidarme de una vez por todas de esa historia, pero con el correr de los días como que me fui haciendo a la idea de que había sido un "choque y fuga", solo eso. Me había pegado tremenda cogida, es cierto, y sabía que si me lo volvía a cruzar en el colectivo, me iba a volver a encamar con él, pero lo registraba como uno mas de mis tantos levantes callejeros. Algo que tenía que quedarse en la calle. Volví a estar con Diego (por última vez, eso espero), y entonces aquel encuentro con Pablo volvía a tomar mayor relevancia. Necesitaba algo así, que me volara la cabeza para distanciarme definitivamente de Diego, ya que pese a habernos despedido con un último garche, no quería reincidir nuevamente. Y es que cuando cortás con alguien en buenos términos, el Remember está ahí, a la vuelta de la esquina. Y para mí un Remember con Diego es mas una espada de Damocles sobre mi cabeza que algo que de verdad desee. Así que ese sábado me desperté con ganas de coger de nuevo con Pablo. Y ahí estaba, con las facturas, esperando que alguien entre ó salga.
Pasa un buen rato hasta que se abre la puerta y sale una de sus vecinas con un changuito para hacer las compras.
-Perdón, voy a lo de Pablo, ¿podría pasar? Creo que todavía está dormido porque no me atiende- le digo ni bien sale.
Al mencionar a Pablo, me mira de una forma que me hace pensar que ya está acostumbrada a que las mujeres pregunten por él. Por suerte, pese al evidente disgusto que demuestra, me deja entrar.
Camino por el pasillo y subo los escalones hasta el primer piso, haciendo ruido con mis tacos, al mas puro estilo bataclana. Golpeo la puerta varias veces, hasta que me abre. Está en calzoncillo, todo despeinado y con cara de dormido, incluso tiene la marca de la almohada de un lado de la cara.
-Traje facturas para el mate- le digo mostrándole la bolsa de la panadería.
Pablo se sonríe y me hace pasar. Cierra la puerta y al igual que la primera vez que estuvimos juntos, se me tira encima. Me abraza por detrás y apoyándome la pija en el culo, me levanta haciéndome caminar en el aire. Cuando me suelta, me doy la media vuelta, le meto la mano por la abertura del bóxer y le aprieto la pija mientras él me come la boca. Todo lo que traigo en la mano, cartera, la bolsa con las facturas, la campera, termina en el suelo para cuando me pongo de rodillas y se la chupo con entusiasmo. Se le pone dura en mi boca, dura y jugosa, ya que del orificio de la punta comienzan a brotar esas gotitas con las que tanto me gusta empalagarme. Sin embargo Pablo no me deja seguir. Me levanta y acariciándome la cola me lleva a su dormitorio.
Mientras se saca el bóxer, yo empiezo a desvestirme, sin perder de vista en ningún momento esa erección que promete dejarme bizca de placer.
Nos subimos a la cama, cada cual por su lado, y andando de rodillas nos encontramos en el medio, abrazándonos y besándonos con una pasión casi agresiva. Así, envueltos, nos tumbamos el uno encima del otro, rodando entre las sábanas que aún conservan la tibieza de su cuerpo. La boca de Pablo se desprende de la mía y baja saboreando todo a su paso, mi cuello, mis pechos, mi vientre, mi pubis..., con la lengua busca el tesoro enterrado entre la maraña de pelos y lo lame, provocando que los labios se abran y lo absorban. Mientras él se hunde en mi concha, para saborearme los mas profundo que pueda, agarro sus piernas y las pongo encima mío, a cada lado de mi cabeza, guíando una vez mas su verga hacia mi boca. Formamos un excitante 69, chupándonos con avidez, disfrutando del sexo del otro con una voracidad que solo la calentura mas extrema puede incitar.
Así como él me chupa a mí, yo lo chupo a él, hasta la raíz, llenándome la garganta con su generosa exuberancia.
Me deja la concha goteando, toda abierta y ensalivada, por lo que enseguida se pone un forro y se acomoda entre mis piernas. Me agarra de los muslos e intenta atraerme hacia su cuerpo, pero soy yo la que se ensarta con todo, impulsándome con brazos y piernas hacia ese émbolo de carne que refulge de excitación.
-¡Ahhhhhhhh...! ¡Siiiiiiiiiiiiii...!- exclamo y me estremezco al tenerlo todo adentro.
Hace apenas unos pocos días que cogimos por primera vez y ya siento que ese hombre me complementa a la perfección. No es la primera vez que me pasa. Me acaba de suceder algo parecido con Diego, pero lo que tiene a favor Pablo es que mi marido no lo conoce. Incluso para mí es un absoluto desconocido. No sé su apellido, ni en qué trabaja, ni su estado sentimental. Y así me gusta. Puede estar de novio o comprometido, ser separado, o hasta puede estar casado y tener ese depto de bulín, al mejor estilo Fernando. No me importa, lo único que vale es lo que me hace sentir en esa cama, como me coge y culea, y como su verga alcanza dimensiones formidables dentro de mi boca. No es que la tenga grande, sino como la maneja, eso es lo que lo diferencia y enaltece.
Se echa emcima mío, aplastándome con su cuerpo y me demuele a pijazos, arrancándome un polvo tras otro, sacudiéndome toda con esos vibrantes ensartes que me llegan hasta lo mas profundo del alma. Si quisiera podría partirme al medio, descuartizarme, reventarme a puro garche que yo no le opondría ni la menor resistencia. Me entrego a él por completo, en cuerpo, alma y espíritu, en esa cama le pertenezco como no puedo pertenecerle a nadie más. Solo a él, Amo y Señor de mis lúbricos orificios.
Me agarra de la cintura y me sienta encima suyo, toda la pija adentro, incitándome a que me mueva, a que sea yo la que lo coja. Y eso hago, me lo cojo, saltando sobre su cuerpo, empalándome una y otra vez en esa verga que tanto me puede.
-¡Dale putita movete..., saltá mas fuerte que quiero ver como se te sacuden las tetas!- me dice, los ojos fijos en esa parte de mi cuerpo que atrae toda su atención.
Me muevo con mas ímpetu y entusiasmo, haciendo que me reboten las gomas con mas fuerza todavía. Se relame del gusto al ver todo ese montón de carne sacudiéndose descontroladamente.
-¡Que perra hermosa que sos!- me dice, besándome casi con furia.
Me hace bajar empujándome sin ninguna delicadeza, y me pone en cuatro. Me palmea la cola, fuerte, haciendo restallar la piel, dejándome impresa seguramente la marca de su mano. Me pone la pija entre los gajos y me la mete, una, dos, tres veces, para sacarla y avanzarme ahora por el culo. Me escupe antes en el agujero, y usando la saliva de lubricante me perfora bruscamente, haciéndome chillar sin compasión. Pese a mis gritos no se detiene, sino que arremete mucho mas fuerte todavía, haciéndome vibrar al ritmo de tan salvaje culeada. Me duele el culo de tanto que me da, por eso respiro aliviada cuando acaba y detiene obligado la masacre.
Termino derrumbada sobre la cama, toda rota y dolorida. Algo me rompió, eso es seguro, porque me duele todo adentro. Siento como me palpitan los intestinos tras haber soportado tan irrefrenable descarga y como algo húmedo y tibio se derrama por entre mis nalgas. ¿Sangre? Paso los dedos para comprobarlo y los saco teñidos de rojo. Sí, es sangre, y no es poca.
-Voy poniendo la pava- me dice Pablo, levantándose y yéndose a la cocina como si ahí no hubiera pasado nada.
Mientras él prepara el mate me voy al baño. Como no hay bidet, me enjuago dentro de la ducha. Me arde cuando el agua tibia me moja la parte afectada, pero me la banco.
Cuando salgo, Pablo ya me está llamando desde la cocina. Voy así como estoy, desnuda y descalza, total, él también está desnudo. Tomamos mate con las facturas que traje. Y mientras mateamos y conversamos, empiezo a notar como se le va parando de nuevo la pija. Mi desnudez lo excita, al igual que a mí me excita la suya. Estoy sentada en un banco alto, de esos tipo bar, de modo que viene hacia mí y separándome las piernas, me pasea la verga por toda la concha, humedeciéndome los labios con el licor que ya le humedece todo el glande.
Me introduce apenas la punta y... ¡Ahhhhhhhhh!..., que rico se siente. Me lo cogería así, sin látex de por medio, pero recién nos estamos conociendo, todavía no llegamos a ese nivel de confianza.
Así que va en busca de un forro, se lo pone, y parado entre mis piernas, entra a cogerme como si recién estuviésemos empezando y lo anterior fuese solo un aperitivo.
-¡Que bien me cogés!- le digo en un suave susurro, sintiendo de nuevo ese galope en mis entrañas, el estallido que se prepara para volver a arrasar todo a su paso.
-El mérito es todo tuyo, por estar tan buena- me elogia, regalándome un sinfín de sensaciones plenas y adictivas.
Luego de ese último polvo, llevamos todo al cuarto y mateamos en la cama. A la una, como si terminara mi día en la oficina, empiezo a vestirme y me preparo para irme. Esta vez no pierdo la bombacha como la vez anterior.
Me despido con un jugoso beso de lengua, y entonces sí, vuelvo a casa. Por primera vez en mucho tiempo, con el culo roto de verdad, sangrando todavía, aunque feliz de haber encontrado la solución al asunto de Diego.
En Humberto Primo hay una panadería, recordaba haberla visto de la vez anterior, así que aprovecho para comprar una docena de facturas y me cruzo a lo de Pablo.
De nuevo frente a esa puerta marrón, como hace unos días, me quedo esperando ya que no sé en que departamento vive. Quiero darle una sorpresa, agarrarlo en la cama para acostarme con él, y volver a sentir ese maremoto de sensaciones que me sacudió la otra tarde, esa primera vez que estuvimos juntos.
Al despedirme le había dicho que quería volver a verlo, me pareció que después de lo de Diego, él era lo mejor que me podía pasar para olvidarme de una vez por todas de esa historia, pero con el correr de los días como que me fui haciendo a la idea de que había sido un "choque y fuga", solo eso. Me había pegado tremenda cogida, es cierto, y sabía que si me lo volvía a cruzar en el colectivo, me iba a volver a encamar con él, pero lo registraba como uno mas de mis tantos levantes callejeros. Algo que tenía que quedarse en la calle. Volví a estar con Diego (por última vez, eso espero), y entonces aquel encuentro con Pablo volvía a tomar mayor relevancia. Necesitaba algo así, que me volara la cabeza para distanciarme definitivamente de Diego, ya que pese a habernos despedido con un último garche, no quería reincidir nuevamente. Y es que cuando cortás con alguien en buenos términos, el Remember está ahí, a la vuelta de la esquina. Y para mí un Remember con Diego es mas una espada de Damocles sobre mi cabeza que algo que de verdad desee. Así que ese sábado me desperté con ganas de coger de nuevo con Pablo. Y ahí estaba, con las facturas, esperando que alguien entre ó salga.
Pasa un buen rato hasta que se abre la puerta y sale una de sus vecinas con un changuito para hacer las compras.
-Perdón, voy a lo de Pablo, ¿podría pasar? Creo que todavía está dormido porque no me atiende- le digo ni bien sale.
Al mencionar a Pablo, me mira de una forma que me hace pensar que ya está acostumbrada a que las mujeres pregunten por él. Por suerte, pese al evidente disgusto que demuestra, me deja entrar.
Camino por el pasillo y subo los escalones hasta el primer piso, haciendo ruido con mis tacos, al mas puro estilo bataclana. Golpeo la puerta varias veces, hasta que me abre. Está en calzoncillo, todo despeinado y con cara de dormido, incluso tiene la marca de la almohada de un lado de la cara.
-Traje facturas para el mate- le digo mostrándole la bolsa de la panadería.
Pablo se sonríe y me hace pasar. Cierra la puerta y al igual que la primera vez que estuvimos juntos, se me tira encima. Me abraza por detrás y apoyándome la pija en el culo, me levanta haciéndome caminar en el aire. Cuando me suelta, me doy la media vuelta, le meto la mano por la abertura del bóxer y le aprieto la pija mientras él me come la boca. Todo lo que traigo en la mano, cartera, la bolsa con las facturas, la campera, termina en el suelo para cuando me pongo de rodillas y se la chupo con entusiasmo. Se le pone dura en mi boca, dura y jugosa, ya que del orificio de la punta comienzan a brotar esas gotitas con las que tanto me gusta empalagarme. Sin embargo Pablo no me deja seguir. Me levanta y acariciándome la cola me lleva a su dormitorio.
Mientras se saca el bóxer, yo empiezo a desvestirme, sin perder de vista en ningún momento esa erección que promete dejarme bizca de placer.
Nos subimos a la cama, cada cual por su lado, y andando de rodillas nos encontramos en el medio, abrazándonos y besándonos con una pasión casi agresiva. Así, envueltos, nos tumbamos el uno encima del otro, rodando entre las sábanas que aún conservan la tibieza de su cuerpo. La boca de Pablo se desprende de la mía y baja saboreando todo a su paso, mi cuello, mis pechos, mi vientre, mi pubis..., con la lengua busca el tesoro enterrado entre la maraña de pelos y lo lame, provocando que los labios se abran y lo absorban. Mientras él se hunde en mi concha, para saborearme los mas profundo que pueda, agarro sus piernas y las pongo encima mío, a cada lado de mi cabeza, guíando una vez mas su verga hacia mi boca. Formamos un excitante 69, chupándonos con avidez, disfrutando del sexo del otro con una voracidad que solo la calentura mas extrema puede incitar.
Así como él me chupa a mí, yo lo chupo a él, hasta la raíz, llenándome la garganta con su generosa exuberancia.
Me deja la concha goteando, toda abierta y ensalivada, por lo que enseguida se pone un forro y se acomoda entre mis piernas. Me agarra de los muslos e intenta atraerme hacia su cuerpo, pero soy yo la que se ensarta con todo, impulsándome con brazos y piernas hacia ese émbolo de carne que refulge de excitación.
-¡Ahhhhhhhh...! ¡Siiiiiiiiiiiiii...!- exclamo y me estremezco al tenerlo todo adentro.
Hace apenas unos pocos días que cogimos por primera vez y ya siento que ese hombre me complementa a la perfección. No es la primera vez que me pasa. Me acaba de suceder algo parecido con Diego, pero lo que tiene a favor Pablo es que mi marido no lo conoce. Incluso para mí es un absoluto desconocido. No sé su apellido, ni en qué trabaja, ni su estado sentimental. Y así me gusta. Puede estar de novio o comprometido, ser separado, o hasta puede estar casado y tener ese depto de bulín, al mejor estilo Fernando. No me importa, lo único que vale es lo que me hace sentir en esa cama, como me coge y culea, y como su verga alcanza dimensiones formidables dentro de mi boca. No es que la tenga grande, sino como la maneja, eso es lo que lo diferencia y enaltece.
Se echa emcima mío, aplastándome con su cuerpo y me demuele a pijazos, arrancándome un polvo tras otro, sacudiéndome toda con esos vibrantes ensartes que me llegan hasta lo mas profundo del alma. Si quisiera podría partirme al medio, descuartizarme, reventarme a puro garche que yo no le opondría ni la menor resistencia. Me entrego a él por completo, en cuerpo, alma y espíritu, en esa cama le pertenezco como no puedo pertenecerle a nadie más. Solo a él, Amo y Señor de mis lúbricos orificios.
Me agarra de la cintura y me sienta encima suyo, toda la pija adentro, incitándome a que me mueva, a que sea yo la que lo coja. Y eso hago, me lo cojo, saltando sobre su cuerpo, empalándome una y otra vez en esa verga que tanto me puede.
-¡Dale putita movete..., saltá mas fuerte que quiero ver como se te sacuden las tetas!- me dice, los ojos fijos en esa parte de mi cuerpo que atrae toda su atención.
Me muevo con mas ímpetu y entusiasmo, haciendo que me reboten las gomas con mas fuerza todavía. Se relame del gusto al ver todo ese montón de carne sacudiéndose descontroladamente.
-¡Que perra hermosa que sos!- me dice, besándome casi con furia.
Me hace bajar empujándome sin ninguna delicadeza, y me pone en cuatro. Me palmea la cola, fuerte, haciendo restallar la piel, dejándome impresa seguramente la marca de su mano. Me pone la pija entre los gajos y me la mete, una, dos, tres veces, para sacarla y avanzarme ahora por el culo. Me escupe antes en el agujero, y usando la saliva de lubricante me perfora bruscamente, haciéndome chillar sin compasión. Pese a mis gritos no se detiene, sino que arremete mucho mas fuerte todavía, haciéndome vibrar al ritmo de tan salvaje culeada. Me duele el culo de tanto que me da, por eso respiro aliviada cuando acaba y detiene obligado la masacre.
Termino derrumbada sobre la cama, toda rota y dolorida. Algo me rompió, eso es seguro, porque me duele todo adentro. Siento como me palpitan los intestinos tras haber soportado tan irrefrenable descarga y como algo húmedo y tibio se derrama por entre mis nalgas. ¿Sangre? Paso los dedos para comprobarlo y los saco teñidos de rojo. Sí, es sangre, y no es poca.
-Voy poniendo la pava- me dice Pablo, levantándose y yéndose a la cocina como si ahí no hubiera pasado nada.
Mientras él prepara el mate me voy al baño. Como no hay bidet, me enjuago dentro de la ducha. Me arde cuando el agua tibia me moja la parte afectada, pero me la banco.
Cuando salgo, Pablo ya me está llamando desde la cocina. Voy así como estoy, desnuda y descalza, total, él también está desnudo. Tomamos mate con las facturas que traje. Y mientras mateamos y conversamos, empiezo a notar como se le va parando de nuevo la pija. Mi desnudez lo excita, al igual que a mí me excita la suya. Estoy sentada en un banco alto, de esos tipo bar, de modo que viene hacia mí y separándome las piernas, me pasea la verga por toda la concha, humedeciéndome los labios con el licor que ya le humedece todo el glande.
Me introduce apenas la punta y... ¡Ahhhhhhhhh!..., que rico se siente. Me lo cogería así, sin látex de por medio, pero recién nos estamos conociendo, todavía no llegamos a ese nivel de confianza.
Así que va en busca de un forro, se lo pone, y parado entre mis piernas, entra a cogerme como si recién estuviésemos empezando y lo anterior fuese solo un aperitivo.
-¡Que bien me cogés!- le digo en un suave susurro, sintiendo de nuevo ese galope en mis entrañas, el estallido que se prepara para volver a arrasar todo a su paso.
-El mérito es todo tuyo, por estar tan buena- me elogia, regalándome un sinfín de sensaciones plenas y adictivas.
Luego de ese último polvo, llevamos todo al cuarto y mateamos en la cama. A la una, como si terminara mi día en la oficina, empiezo a vestirme y me preparo para irme. Esta vez no pierdo la bombacha como la vez anterior.
Me despido con un jugoso beso de lengua, y entonces sí, vuelvo a casa. Por primera vez en mucho tiempo, con el culo roto de verdad, sangrando todavía, aunque feliz de haber encontrado la solución al asunto de Diego.
17 comentarios - Pablo 2...
Mmmmm... perdoname pero esa parte no me la creo. El culo roto duele como la reputamadre que lo pario...
"Me deja la concha goteando, toda abierta y ensalivada, por lo que enseguida se pone un forro y se acomoda entre mis piernas"
"...lo único que vale es lo que me hace sentir en esa cama, como me coge y culea, y como su verga alcanza dimensiones formidables dentro de mi boca. No es que la tenga grande, sino como la maneja, eso es lo que lo diferencia y enaltece."
"¡Dale putita movete..., saltá mas fuerte que quiero ver como se te sacuden las tetas!- me dice, los ojos fijos en esa parte de mi cuerpo que atrae toda su atención.
Me muevo con mas ímpetu y entusiasmo, haciendo que me reboten las gomas con mas fuerza todavía. Se relame del gusto al ver todo ese montón de carne sacudiéndose descontroladamente."
"Me pone la pija entre los gajos y me la mete, una, dos, tres veces, para sacarla y avanzarme ahora por el culo. Me escupe antes en el agujero, y usando la saliva de lubricante me perfora bruscamente, haciéndome chillar sin compasión. Pese a mis gritos no se detiene, sino que arremete mucho mas fuerte todavía, haciéndome vibrar al ritmo de tan salvaje culeada."[/i]
Excelente y deliciosa historia como siempre querida, para variar quede muy caliente como de costumbre...jajaja FELICITACIONES amiga!! +10
Besos LEO 💋
tenes a tu publico olvidado.