Perdido Por Mamá 1
Mi madre buscaba las llaves del coche por toda la casa, apurada, nerviosa, al borde de la total exasperación. La cara que puso al verme esperando en la entrada con la llave, colgando por el llavero, fue una perfecta mezcla de alivio y odio. Me tocó coger las dos bolsas de viaje, eran pequeñas, si bien la suya pesaba bastante más que la mía.
El cielo estaba claro, con algunas nubes, el viento era gélido. Mi madre ya estaba sentada al volante, acerqué las manos a la calefacción nada más entrar. Nos dirigíamos al pueblo de mis abuelos, mi padre ya estaba allí, a celebra el cien cumpleaños de mi abuela paterna.
-Lo tenemos todo, el regalo y las bolsas, ¿tú padre dijo que llevásemos algo más?...
Negué con la cabeza.
–Ufff Dale, un fin de semana en la casa con toda la familia de tu padre, suspiró
-Que bien nos lo vamos a pasar. Dijo sarcástica. -Mamá ¿no prefieres que conduzca yo?...
Me miró con cara de pocos amigos.
-Dale como quieras, dicen que está nevando por allí y no te sabes el camino, por cierto.
-Mario, hijo. La pausa fue terrorífica.
-Que no soy una inútil.
-Sí señora, pero mejor que te quites las botas esas, con ese tacón no tienen que ser nada cómodas para conducir.
Debo confesar, que como mi padre, me encanta hacer rabiar a mi madre cuando agarra el coche.
-Me paso el día andando con estas botas.
Fui a meter baza.
-Último aviso.
Puntualizó y me callé. Arrancó y emprendimos camino. Mi madre se llama Sara, tiene cuarenta y tres años, es ingeniera industrial, trabaja para una importante marca de automóviles, es una mujer muy inteligente, pero de poca paciencia. A primera vista da la impresión de ser modelo, y no es un comentario vacio, es una mujer delgada, de poco pecho pero marcadas proporciones, muy guapa de cara, la piel tersa y bien cuidada, clara, melena por los hombros, castaña a juego con sus ojos marrones, además es alta, metro setenta y dos, casi como yo. Siempre va elegante, como dice mi abuela muy mona. Aquel día acababa de salir del trabajo, pasó por casa para recogerme y salir, no le dio tiempo a cambiarse, llevaba una blusa blanca, algo escotada, una falda por encima de las rodillas, negra, y botas de tacón también negras, así como pantis y chaqueta a juego con la falda, al entrar al coche la había arrojado atrás, como digo hacía frío pero el climatizador cumplía su función.
Las críticas a su conducción iban más allá de una broma, mi madre no era muy buena al volante ciertamente. Por eso yo, que a mis diecinueve, ya tenía carnet y relativa experiencia, me ofrecí a conducir. En cuanto salimos de la urbanización configuró el GPS para que nos guiase al pueblo de mi abuela, la orientación no era su fuerte tampoco. Eran las siete menos cuarto cuando emprendimos el viaje, al menos nos quedaban dos horas, llegaríamos de noche. Empecé a juguetear con la radio y ella me apartó la mano de un liguero golpe, sin querer apagué la calefacción. Pasó un rato hasta que empezamos a sentir el frío, mi madre lo sintió primero, o más bien una parte de su anatomía lo sintió primero. No pude evitar quedarme mirando sus duros y erectos pezones, a través de la blusa, hubiera jurado que se transparentaban.
Como íbamos por la autovía, sin demasiado tráfico, ella, en un segundo que apartó la vista de la carretera, se percató de mi detallada observación.
-Mario, que se te cae la baba. Le miré la cara.
-De verdad hijo, que soy tu madre.
-Lo siento. Tartamudeé, la verdad es que tenía un conato de erección en los pantalones.
-Cómo te quedes mirando a las chicas así, vas bien dado.
Ella volvió a conectar la calefacción.
-Normalmente las chicas se dan cuenta cuando llevan las largas. Le comenté con una sonrisa.
-¿Y eso justifica que las mires con cara de bobo?...
Me rebatió ella.
-Yo a las chicas guapas que me gustan no las miro con cara de bobo.
Continué, hinché el pecho orgulloso como un pavo.
-Así que ¿o yo no te gusto, o no soy guapa?... Me miró en otro flashazo.
-No es eso, tu eres muy guapa, ya lo sabes y lo otro...
No sabía cómo salir de aquel jardín.
-¿Qué soy muy vieja?...
Me seguía tirando de la lengua.
-Que no, si aparentas muchos menos años de los que tienes.
-Pero ni con esas te gusto.
Me tenía acorralado, se le escapaban risas al hablar.
-Joder mamá, que sí, que me gustas y eres guapa, y si no fueses mi madre...
-Para ahí.
Saltó.
-No se te ocurra seguir, pon la radio tontín y no vuelvas a apagar la calefacción.
Sintonicé una emisora de música, no puse el volumen muy alto, mi madre quería estar atenta a las indicaciones del GPS cuando llegásemos a las carreteras secundarias. Con todo la música nos acompaño casi una hora más, llevábamos ya algo de retraso, de medía hora o así, hasta que mi madre me pidió que apagase del todo la radio, necesitaba concentración máxima. Contra el parabrisas empezaban a chochar, lentamente, pequeños copos de nieve. Ahora sí que no había ni un coche por la carretera, casi había anochecido del todo, era invierno, mi madre había reducido la velocidad sustancialmente. A aquel ritmo íbamos a tardar aun más en llegar, empezaba a adormilarme. Pasamos un pueblo que era atravesado al medio por la carretera, empezaba a haber bastante nieve en los arcenes. El pueblo que cruzamos no me sonaba de los viajes con mi padre al pueblo, el GPS sin embargo seguía dando órdenes. Una de ellas llevó a mi madre a tomar una vía sin asfaltar, allí había bastante nieve, nuestro todoterreno se las apañaba aún. Yo avisé a mi madre que aquel no era el camino, pero prefirió hacer caso al cacharro por satélite. Más de media hora tardó en aceptar que el GPS se había equivocado, paró el coche y manipuló el aparato. "Recalculando" exclamó el chisme y de repente dijo que teníamos que desandar todo el camino hasta volver a la autovía.
-Menuda mierda.
Mi madre lo arrojó al asiento de atrás, sacó el móvil.
-Sin cobertura, mira tú.
Me pidió.
-Nada, tampoco.
-Qué mal de verdad. Pues no sé qué hacer, no parece que se pueda dar la vuelta aquí.
En efecto el camino se había ido estrechando hasta quedar solo la anchura de un coche.
-Da marcha atrás. Le sugerí.
-Es mucho trecho, y no se ve nada.
Me miró vergonzosa.
-¿Te importa hacerlo tú?...
-Dale, cámbiame el sitio anda.
Abrí mi puerta y entró un viento frió arrastrando algo de nieve.
-¡Cierra! Que nos helamos. Deja que paso por aquí.
Se soltó el cinturón de seguridad y cruzó la isleta central, terminó sentada en mi regazo.
-Hijo, rió tonta -¿eso es el móvil o es qué te alegras de verme?...
-Joder mamá, que ganas de hacer el tonto tienes.
Hice el camino inverso y ocupé su asiento.
-Encima de perdernos, haces bromas.
-Ha sido el Gps, no es culpa mía. Además que el que antes casi se queda bizco eres tú.
Volvió a reírse y me contagió.
-Dime la verdad, ¿tú tampoco tienes ganas de ir al pueblo?...
-Un fin de semana aislado, con los pesados de mis primos. Sonreí falso.
-Luis dijo que igual no iba, y él es el único con el que me llevo bien.
Luis era mi primo, hijo de la hermana de mi padre, misma edad que yo, éramos inseparables de pequeños. El resto eran mayores y no me caían bien.
-Pero ira Alba y a ella seguro que quieres verla. Alba era otra prima, de las mayores, del hermano de mi padre.
-O más bien a ellas, mi madre hizo un gesto en referencia al enorme par de tetas de Alba
-A esa chica le van a tener que hacer los Corpiños con carpas de circo.
Tenía razón y desde la adolescencia ella me llamaba la atención, ahora que tenía veinticinco era un mujerón.
-No me gustan las chicas así, a parte que es mi prima, somos familia y eso.
Mentía, me la hubiese Cogido sin pensármelo. Encendí el coche y empecé a ir marcha atrás.
-Importará mucho eso de que sea familia, lo que pasa es que a ti te gustan más los pezones de tu madre.
Me descolocó con aquella afirmación y di un acelerón sin querer.
-¡Mario!, ten cuidado. Casi vamos a la zanja.
-Mamá deja el tema ya, por favor.
La conversación me había excitado un poco. Ella al fin guardó silencio y yo pude echar para atrás tranquilo. El camino aun no se había ensanchado lo suficiente cuando ella volvió a la carga.
-¿Te Has Calentado antes, al verme con los pezones duros?...
Paré el coche, ella me miraba esperando una respuesta.
-Mamá, no me preguntes eso, que es muy incomodo.
Tenía que evitar la pregunta como fuese, pensé en salir a la gélida noche.
-Que no es nada malo, es decir que un chico joven y guapo como tú... Que me lo tomaría como un piropo.
Resoplé exasperado.
-Dale ya lo dejo, pero si supieras el tiempo que hace que no excito a un hombre.
-Joder, sí, se me ha puesto dura.
Le solté entre cansado y avergonzado.
-Que bestia, con haber dicho que sí bastaba no hacía falta ponerse tan gráfico.
Le miré descolocado, por lo bien que se tomaba todo.
-Pero si eres tú la que ha empezado, a tirarme de la lengua.
Ataqué.
-Y tú le dices a tu madre que te la pone dura.
Me contragolpeó.
-Pues no seas una zorra, que vas sin Corpiño, y encima me sueltas que no excitas a los hombres, como si fueses buscando...
Estallé, me cruzó la cara de un bofetón.
-Como me vista es cosa mía, y lo que busque o deje de buscar también. Ahora tira.
Hice caso omiso a su orden, no moví el coche. Agarraba el volante con fuerza, desconcertado y cabreado, supongo, que como mi madre, yo también tenía poca paciencia.
-¿Qué cojones buscas?...
Pregunté despacio.
-No me digas que vas por ahí en plan putón maduro.
-Serás imbécil.
La miré serio.
-No lo hago.
De repente se la torció el gesto duro tornándose cierta triste.
-Pero hace tiempo que no me hacen mucho caso, ¿sabes?...
Había metido la pata bien, mi madre miraba por la ventanilla, tenía una especie de sollozo atrapado en los labios.
-Tú padre me ignora, creo que tiene algo por ahí.
Me estaba enterando de cosas que no quería ni imaginar.
-A mí no me toca desde hace meses. Y el otro día para rematar la faena viene un mensajero al trabajo y me llama señora y ni me mira, se que te parecerá una tontería pero fue como si me echasen veinte años encima de golpe, es decir que ya soy una vieja que no le gusta a los hombres. Seguro que tu padre se Coge a la secretaria, esa veinteañera que contrató...
Se quedó al borde del llanto.
-Arranca vámonos.
No podía dejar a mi madre así, así que seguí sin dar gas al coche. Me aclaré la garganta, lo que iba a decir me iba a matar de vergüenza por enésima vez ese día.
-No has soltado más que Idioteces.
Me miró entre cabreada y aun triste.
-Para empezar el mensajero ese era miope, ciego o subnormal, porque tú estás buenísima, y te tenían que haber hecho un charco de babas al verte.
Ella sonrió un poco, los ojos se le notaban húmedos a la luz de la cabina del coche.
-Y en cuanto a lo de papá, simplemente no lo sabes.
-Mario, la chica no sabe ni hacer fotocopias y tiene más tetas que cabeza, ¿por qué crees que la ha cogido tu padre?...
Eso era cierto, la chica no tenía muchas luces pero era una mujer explosiva.
-Aunque eso me da igual, al menos ya sé que hay un hombre en casa al que le gusto.
Me acarició en la misma mejilla que hace un momento había golpeado. Me dispuse a reemprender la marcha cuando me di cuenta que tanto el parabrisas, como las lunetas traseras se habían cubierto por completo de nieve. La ventisca había arreciado y nos había cubierto. Encendí los limpias y las tiras calefactoras de atrás. Tuve que sacar la mano por la ventanilla para limpiar el espejo retrovisor, me fijé en que la capa de nieve empezaba a acumularse en el camino de forma importante.
Ya en movimiento, apenas habíamos retrocedido unas decenas de metros, aun sin poder dar la vuelta, cuando las ruedas empezaron a patinar. Aceleré, no salíamos del atolladero, mi madre me miraba, yo pisaba más el gas.
-Dale nos hemos atascado.
Sentencié, ella se rió y negó con la cabeza.
-Que día.
Comentó sarcástica.
-Voy a salir un momento, a ver.
El frío se me metió en los huesos en cuanto pisé el suelo, la capa de nieve era de más de un palmo, el camino embarrado debajo, las ruedas bien clavadas. -No veo forma de sacarlo hacia atrás le doy para de delante a ver. Tampoco hubo suerte.
-Mierda, estamos atascados.
-Y mi móvil ha muerto, ¿el tuyo?...
Rápidamente busqué en mi bolsillo.
-Menudas baterías. ¿Tienes cargador para el coche?...
-No, eso está en el de tu padre.
Solté todo el aire de los pulmones en un suspiro de desesperación. Intenté todo lo que pude, pero no había forma de movernos. Mi madre me dijo que parase, no fuese a gastar toda la gasolina.
-Mira esperamos hasta mañana y ya está. El pueblo que pasamos estará a veinte kilómetros a lo sumo, mañana de una carrera te acercas y les pides que nos remolquen.
-¿Qué ahora corro medios maratones?...
Le dije divertido por su idea.
-Además mañana lo mismo hay medio metro de nieve.
-No exageres, si quieres puedes ir ahora, de noche y con la que está cayendo.
Ese escenario era peor.
-O te puedes quedar aquí, al calor, conmigo.
-Me muero de hambre.
Solté pasando por alto el comentario de ella.
-¿Hay algo por ahí para comer?...
-Pues no, no hay nada, a no ser que me quieras dar un bocado a mí.
Ella no dejaba de mirarme, me costó saber si estaba de broma o hablaba en serio. Se apoyó en mi hombro, y su contacto me puso más nervioso que nunca. Solo lo hizo para mirar los relojes e indicadores del salpicadero. Ella notó mi tensión y extendió el contacto más de lo necesario, estaba muy cerca, respiraba su aliento. Me estaba construyendo toda clase de perversas fantasías por las conversaciones previas, me preguntaba si estaba tan necesitada de hombre como decía, y si cabía la posibilidad de... Al fin se apartó, a tiempo, mis labios inconscientes habían empezado a buscar los suyos, casi los rocé. Estaba duro, como un adolescente en su primera vez, nervioso y Caliente a partes iguales. Mis dedos tamborilearon sobre el volante, mi madre parecía disfrutar de mi situación.
-¿Qué te pasa?...
Me peguntó con tono juguetón.
-Nada, nada en absoluto.
Negaría la mayor hasta el final.
-Muy bien, voy a coger la manta y me voy a tapar, así bajas la calefacción.
Debajo del asiento trasero mi madre llevaba una manta, vete tú a saber porqué. Recuerdo que de pequeño, en el coche viejo también llevábamos la misma y yo me envolvía en ella en los viajes largos. Mi madre se volvió para atrás, su culo quedó encuadrado entre los asientos. Ya dudaba seriamente de que fuese solo mi imaginación, ella estaba poniendo de su parte, mi propia madre. Se sentó de nuevo en su asiento, no me molesté en ocultar que le había mirado el culo todo el rato. Ella se envolvió en la manta, bajó la calefacción, al rato yo tuve algo de frío, mi madre lo notó. -Sería mejor que nos tapásemos los dos. Dijo.
-Atrás, estaremos más cómodos. Asentí a su razonamiento.
-Dejas el contacto puesto, con las luces dadas por si viniese alguien.
-De nuevo le di la razón con un gesto. Nos pasmos a los asientos traseros, como ella había dicho.
Extendió la manta y se pegó a mí. La tela nos cubría a ambos, ella se había hecho un ovillo en el asiento, los pies subidos, apenas le asomaban los tacones, a mí solo me tapaba hasta las rodillas. Mi madre empezó a apretar su cuerpo contra el mío más de lo necesario, sus pequeñas tetas se aplastan contra mi brazo izquierdo, pude comprobar entonces con toda seguridad que no llevaba Corpiño. Yo estaba definitivamente Caliente y mal de la cabeza, pero ella me iba a la zaga o más bien me había adelantado hacía rato. Yo miraba al frente, al ahora lento caer de la nieve, grandes copos blancos iluminados por los faros del coche. Ella miraba hacia mí, notaba sus ojos fijos en mí. No me atrevía a girarme porque quedaría irremediablemente atrapado por ella, aunque no tardó en quedarme claro que no había escapatoria, y que en realidad no quería buscarla. Su mano acarició mi pecho, la respiración se me aceleró. Giré mi cabeza y vi la sonrisa que ella me devolvía. En su postura y acercamiento, sus rodillas habían terminado quedando sobre mi regazo, y en aquel momento ya tenía una considerable erección. Su mano trazaba lentos círculos, y descendía, sus piernas se estiraron, y ella llegó a la posar su toque sobre mi paquete.
-Esto es por mí. Afirmó sin duda alguna, habló despacio.
Iba a excusarme cuando su izquierda me selló los labios.
-No pasa nada, está bien, ya te he dicho que me siento alagada.
Dejó su mano derecha sobre mi bulto, inmóvil.
-Mamá esto, no podemos hacerlo. Mi boca hablaba pero mi cuerpo iba por libre, se dejaba hacer.
-Hay cosas que no podemos hacer, pero otras no son para tanto. Apretó ligeramente mi rabo.
-Seguramente tengamos que dormir aquí, no va a ser cómodo que duermas así.
-No para nada.
Cedí a su juego, me moría de ganas de llegar hasta el final, aunque estuviese mal y demás, le seguí el rollo.
-La verdad es que líbrame de esto es imperativo, para poder dormirme.
-Pues deberías...
No la dejé terminar, empecé a moverme. Me solté el pantalón, mi polla salió como un muelle, ya tenía el capullo descubierto y todo, hasta se me escapaban unas gotas de líquido pre-seminal. Mi madre a todo esto había echado la manta a un lado, contemplaba mi polla en la escasa luz del habitáculo, el frío se nos olvido a los dos. En esas nos quedamos uno segundos, ella mirando y yo mirando como miraba. Huelga decir que hacía años que no me veía el tema, y yo había crecido desde entonces, bastante, que tampoco es nada del otro mundo, pero pequeña no la tengo y en ese momento tenía la mayor erección de mi vida. Ella rompió el silencio y la inacción.
-Ya que estás así por mi culpa, lo justo es que yo te ayude, ¿no crees?...
-Sí por Dios. Exclamé.
-Ya no aguanto más calentones. Le cogí por la muñeca y llevé su mano a mi polla.
-Dale, pero vamos a dejar claras las cosa, una paja bien, algo más ya veremos.
Yo asentí desesperado. Mi madre empezó a mover su mano arriba y abajo de mi polla, al llegar a la punta realizaba una caricia más cuidadosa y volvía a empezar. Prefería aquello a cualquier paja que me hubiese hecho en la vida. Yo me moví a por sus tetitas, era lo que me quedaba más a mano. Como he dicho las tenía pequeñas, redonditas, sus pezones volvían a estar duros, a la tenue luz se me antojaron algo oscuros.
-No te he dicho que pudieras tocar.
Me miró a los ojos, sin soltar mi polla, me detuve en mi inspección de su blusa, ya había desabrochado tres botones y le veía todo.
-No pares tonto manoséame toda te lo ganaste.
Nos sonreímos. Empecé a jugar con sus tetas, fuera de la blusa, echada esta ligeramente hacia atrás en sus hombros, le pellizqué los pezones hasta ponérselos bien duros, como me gustaban. Llegó a un punto que no aguanté más y me doblé sobre ella para comérselas. Mi madre seguía meneándomela, estaba cada vez más duro, pero con la mano libre me acarició el pelo y me apretó contra ella.
-¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! Cariño, me estoy poniendo mala yo también ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh!.
Me susurró al oído. Me dejó la polla y con ambas manos se levantó al falda todo lo que pudo. Bajó después los pantis, me quedé mirando su tanguita, de encaje, casi transparentes.
-Ayúdame tú a mí.
Me pidió cogiéndome de la barbilla para que le mirase a la cara. Me chupé dos dedos y para allí que fueron. Entré entre sus piernas y estaba completamente empapada. Mis dedos se deslizaron con facilidad, los movía frenético, haciendo suspirar a mi madre. Su concha empezó a sonar a humedad.
-¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! No pares hijo, no pares por favor ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh!.
Buscó mi boca y me besó, si no lo hubiese hecho ella lo habría hecho yo. Yo seguí moviendo mis dedos afuera y adentro, añadí el pulgar al juego, busqué su clítoris, algo duro. La excitación de mi madre iba en aumento, tanto se dejó llevar por la calentura, que sin yo decirle nada, se echó en mi regazo y se llevó mi polla a la boca.
-¡Mierda mamá! Exclamé al sentir el tacto de su lengua.
-Tranquilo, esto también está dentro de los límites Te la voy a comer entera.
Esos límites, que no habíamos fijado, daban la sensación de extenderse por momentos. Mi madre me estaba haciendo una mamada de escándalo, su lengua se movía veloz y magníficamente precisa, describiendo lametones de placer. Además devoraba con voracidad, casi se tragaba en cada sentada toda mi polla. Me faltaba poco para Acabar, con toda la situación estaba excitadísimo, pero mi madre dejó mi rabo desatendido un segundo, gimió,
-¡Ahhhhhh! ¡Ahhhhhh! ¡Ahhhhhh! ¡Ahhhhhh! ¡Ahhhhhh! ¡Ahhhhhh! ¡Ahhhhhh! ¡Siiii Asiiiii Siiiii! ¡No Doy Más! ¡No doy Más!
me apretó la pierna con fuerza y tembló ligueramente.
-Me Hiciste correr.
Me dijo mirándome desde mi regazo, con mi polla al lado de la cara dura como una piedra.
-Cuanta falta me hacía cariño.
-Pues no te olvides de mí mamá, que me falta poco.
-Tranquilo que mami se va a ocupar de ti.
Dicho esto volvió a la mamada, con aun más ganas que antes. Yo me dejé llevar del todo y acompañé le movimiento de su cabeza con mis manos, haciendo fuerza cuando bajaba. No aguanté más y la avisé:
-Acabo, Acabo.
-Dame leche sin miedo mi niño dámela toda en mi boquita.
Terminó de machacármela fuera de la boca. Le acerté con un par de perdigonazos en el pecho desnudo, otros fueron a la blusa. El resto de mi Corrida, de campeonato, se me escurría por el rabo y manchaba toda su mano. Mi madre, que no podía mejor la situación, fue capaz de darme un último gustazo. -Voy a limpiarte bien cariño. Dijo al tiempo que se llevaba la mano, llena de semen a la boca. Con rápidas chupadas y un par de sorbetones, innecesarios pero muy excitantes, me dejó la polla bien limpia.
-Joder mamá, ha estado muy bien.
Solté sin pensar demasiado.
-A mí también me ha gustado, pero esto queda entre nosotros. Asentí.
-Por cierto, ¿qué más cosas podemos hacer?...
Le sonreí, ella me devolvió el gesto con más lujuria imposible. El golpe en la ventanilla nos sobresaltó, a todo correr me coloqué los pantalones, mi madre se tapó con la manta y cerró la blusa. El segundo llamado desprendió la nieve que había hecho capa, apareció una linterna y un tipo de verde. El Guardia Civil nos preguntó si estábamos bien, al ver que sí, no le dejamos ver mucho, se ofrecieron a ayudarnos a movernos. Mi madre y yo ocupamos los asientos de delante en lo que ellos enganchaban el coche con un cabrestante, recuperamos la compostura, con el corazón aun a mil. Siguiendo las indicaciones salimos del atolladero, nos acompañaron de vuelta a la carretera y aprovechamos para preguntarles el camino. Conociendo el camino, terminamos llegando al casón del pueblo, pasadas las once de la noche. Mi padre estaba preocupado, estaba con mis tíos en el salón, al teléfono él y mi tía, la abuela ya dormía. Regañó a mi madre al enterarse de la historia, bueno de la parte que podíamos contarle, yo salí en su defensa y cargué con el muerto. Mi madre me lo agradeció con un beso, uno normal delante de todos, aunque significaba bastante más para nosotros. Mi primo Luis no se había librado de ir al cumpleaños, compartimos habitación. Nos pusimos al día de nuestras vidas, y en la oscuridad no se le ocurrió nada mejor que decir:-No veas Alba, que tetamen, y además con el frío marcando pezones que se ha pasado la tarde. Me reí. -No me hables de marcar pezones. Le comenté riéndome.
-Que risas te echas cabrón, alguna te guardas, ya me la contarás. -No creía que eso llegase a pasar. -Por cierto, tu madre estaba hoy...
Esperé el comentario Caliente, mi primo y yo no teníamos filtro.
-Radiante.
-¿Radiante?... Pregunté extrañado, esperaba alguna burrada.
-Sí joder, como más guapa que de costumbre y feliz, con un brillo especial. Así como cuando un tío acaba de pillar cacho, así como tú ahora.
-Sin darse cuenta dio en el clavo, pero su razón se lo negó.
-Mejor me callo.
Me descojoné un buen rato, Luis era probablemente quien mejor me conocía de aquella casa, sin contar a mi madre claro, si bien no era clarividente y aunque llegase a imaginar lo ocurrido nunca pasaría de ser una idea onírica. La verdad el episodio del coche había sido lo mejor que me había pasado, en el plano sexual, en la vida. Y viendo que a mi madre la sentaba tan bien, el tema este de explorar los límites me llamaba cada vez más.
Mi madre buscaba las llaves del coche por toda la casa, apurada, nerviosa, al borde de la total exasperación. La cara que puso al verme esperando en la entrada con la llave, colgando por el llavero, fue una perfecta mezcla de alivio y odio. Me tocó coger las dos bolsas de viaje, eran pequeñas, si bien la suya pesaba bastante más que la mía.
El cielo estaba claro, con algunas nubes, el viento era gélido. Mi madre ya estaba sentada al volante, acerqué las manos a la calefacción nada más entrar. Nos dirigíamos al pueblo de mis abuelos, mi padre ya estaba allí, a celebra el cien cumpleaños de mi abuela paterna.
-Lo tenemos todo, el regalo y las bolsas, ¿tú padre dijo que llevásemos algo más?...
Negué con la cabeza.
–Ufff Dale, un fin de semana en la casa con toda la familia de tu padre, suspiró
-Que bien nos lo vamos a pasar. Dijo sarcástica. -Mamá ¿no prefieres que conduzca yo?...
Me miró con cara de pocos amigos.
-Dale como quieras, dicen que está nevando por allí y no te sabes el camino, por cierto.
-Mario, hijo. La pausa fue terrorífica.
-Que no soy una inútil.
-Sí señora, pero mejor que te quites las botas esas, con ese tacón no tienen que ser nada cómodas para conducir.
Debo confesar, que como mi padre, me encanta hacer rabiar a mi madre cuando agarra el coche.
-Me paso el día andando con estas botas.
Fui a meter baza.
-Último aviso.
Puntualizó y me callé. Arrancó y emprendimos camino. Mi madre se llama Sara, tiene cuarenta y tres años, es ingeniera industrial, trabaja para una importante marca de automóviles, es una mujer muy inteligente, pero de poca paciencia. A primera vista da la impresión de ser modelo, y no es un comentario vacio, es una mujer delgada, de poco pecho pero marcadas proporciones, muy guapa de cara, la piel tersa y bien cuidada, clara, melena por los hombros, castaña a juego con sus ojos marrones, además es alta, metro setenta y dos, casi como yo. Siempre va elegante, como dice mi abuela muy mona. Aquel día acababa de salir del trabajo, pasó por casa para recogerme y salir, no le dio tiempo a cambiarse, llevaba una blusa blanca, algo escotada, una falda por encima de las rodillas, negra, y botas de tacón también negras, así como pantis y chaqueta a juego con la falda, al entrar al coche la había arrojado atrás, como digo hacía frío pero el climatizador cumplía su función.
Las críticas a su conducción iban más allá de una broma, mi madre no era muy buena al volante ciertamente. Por eso yo, que a mis diecinueve, ya tenía carnet y relativa experiencia, me ofrecí a conducir. En cuanto salimos de la urbanización configuró el GPS para que nos guiase al pueblo de mi abuela, la orientación no era su fuerte tampoco. Eran las siete menos cuarto cuando emprendimos el viaje, al menos nos quedaban dos horas, llegaríamos de noche. Empecé a juguetear con la radio y ella me apartó la mano de un liguero golpe, sin querer apagué la calefacción. Pasó un rato hasta que empezamos a sentir el frío, mi madre lo sintió primero, o más bien una parte de su anatomía lo sintió primero. No pude evitar quedarme mirando sus duros y erectos pezones, a través de la blusa, hubiera jurado que se transparentaban.
Como íbamos por la autovía, sin demasiado tráfico, ella, en un segundo que apartó la vista de la carretera, se percató de mi detallada observación.
-Mario, que se te cae la baba. Le miré la cara.
-De verdad hijo, que soy tu madre.
-Lo siento. Tartamudeé, la verdad es que tenía un conato de erección en los pantalones.
-Cómo te quedes mirando a las chicas así, vas bien dado.
Ella volvió a conectar la calefacción.
-Normalmente las chicas se dan cuenta cuando llevan las largas. Le comenté con una sonrisa.
-¿Y eso justifica que las mires con cara de bobo?...
Me rebatió ella.
-Yo a las chicas guapas que me gustan no las miro con cara de bobo.
Continué, hinché el pecho orgulloso como un pavo.
-Así que ¿o yo no te gusto, o no soy guapa?... Me miró en otro flashazo.
-No es eso, tu eres muy guapa, ya lo sabes y lo otro...
No sabía cómo salir de aquel jardín.
-¿Qué soy muy vieja?...
Me seguía tirando de la lengua.
-Que no, si aparentas muchos menos años de los que tienes.
-Pero ni con esas te gusto.
Me tenía acorralado, se le escapaban risas al hablar.
-Joder mamá, que sí, que me gustas y eres guapa, y si no fueses mi madre...
-Para ahí.
Saltó.
-No se te ocurra seguir, pon la radio tontín y no vuelvas a apagar la calefacción.
Sintonicé una emisora de música, no puse el volumen muy alto, mi madre quería estar atenta a las indicaciones del GPS cuando llegásemos a las carreteras secundarias. Con todo la música nos acompaño casi una hora más, llevábamos ya algo de retraso, de medía hora o así, hasta que mi madre me pidió que apagase del todo la radio, necesitaba concentración máxima. Contra el parabrisas empezaban a chochar, lentamente, pequeños copos de nieve. Ahora sí que no había ni un coche por la carretera, casi había anochecido del todo, era invierno, mi madre había reducido la velocidad sustancialmente. A aquel ritmo íbamos a tardar aun más en llegar, empezaba a adormilarme. Pasamos un pueblo que era atravesado al medio por la carretera, empezaba a haber bastante nieve en los arcenes. El pueblo que cruzamos no me sonaba de los viajes con mi padre al pueblo, el GPS sin embargo seguía dando órdenes. Una de ellas llevó a mi madre a tomar una vía sin asfaltar, allí había bastante nieve, nuestro todoterreno se las apañaba aún. Yo avisé a mi madre que aquel no era el camino, pero prefirió hacer caso al cacharro por satélite. Más de media hora tardó en aceptar que el GPS se había equivocado, paró el coche y manipuló el aparato. "Recalculando" exclamó el chisme y de repente dijo que teníamos que desandar todo el camino hasta volver a la autovía.
-Menuda mierda.
Mi madre lo arrojó al asiento de atrás, sacó el móvil.
-Sin cobertura, mira tú.
Me pidió.
-Nada, tampoco.
-Qué mal de verdad. Pues no sé qué hacer, no parece que se pueda dar la vuelta aquí.
En efecto el camino se había ido estrechando hasta quedar solo la anchura de un coche.
-Da marcha atrás. Le sugerí.
-Es mucho trecho, y no se ve nada.
Me miró vergonzosa.
-¿Te importa hacerlo tú?...
-Dale, cámbiame el sitio anda.
Abrí mi puerta y entró un viento frió arrastrando algo de nieve.
-¡Cierra! Que nos helamos. Deja que paso por aquí.
Se soltó el cinturón de seguridad y cruzó la isleta central, terminó sentada en mi regazo.
-Hijo, rió tonta -¿eso es el móvil o es qué te alegras de verme?...
-Joder mamá, que ganas de hacer el tonto tienes.
Hice el camino inverso y ocupé su asiento.
-Encima de perdernos, haces bromas.
-Ha sido el Gps, no es culpa mía. Además que el que antes casi se queda bizco eres tú.
Volvió a reírse y me contagió.
-Dime la verdad, ¿tú tampoco tienes ganas de ir al pueblo?...
-Un fin de semana aislado, con los pesados de mis primos. Sonreí falso.
-Luis dijo que igual no iba, y él es el único con el que me llevo bien.
Luis era mi primo, hijo de la hermana de mi padre, misma edad que yo, éramos inseparables de pequeños. El resto eran mayores y no me caían bien.
-Pero ira Alba y a ella seguro que quieres verla. Alba era otra prima, de las mayores, del hermano de mi padre.
-O más bien a ellas, mi madre hizo un gesto en referencia al enorme par de tetas de Alba
-A esa chica le van a tener que hacer los Corpiños con carpas de circo.
Tenía razón y desde la adolescencia ella me llamaba la atención, ahora que tenía veinticinco era un mujerón.
-No me gustan las chicas así, a parte que es mi prima, somos familia y eso.
Mentía, me la hubiese Cogido sin pensármelo. Encendí el coche y empecé a ir marcha atrás.
-Importará mucho eso de que sea familia, lo que pasa es que a ti te gustan más los pezones de tu madre.
Me descolocó con aquella afirmación y di un acelerón sin querer.
-¡Mario!, ten cuidado. Casi vamos a la zanja.
-Mamá deja el tema ya, por favor.
La conversación me había excitado un poco. Ella al fin guardó silencio y yo pude echar para atrás tranquilo. El camino aun no se había ensanchado lo suficiente cuando ella volvió a la carga.
-¿Te Has Calentado antes, al verme con los pezones duros?...
Paré el coche, ella me miraba esperando una respuesta.
-Mamá, no me preguntes eso, que es muy incomodo.
Tenía que evitar la pregunta como fuese, pensé en salir a la gélida noche.
-Que no es nada malo, es decir que un chico joven y guapo como tú... Que me lo tomaría como un piropo.
Resoplé exasperado.
-Dale ya lo dejo, pero si supieras el tiempo que hace que no excito a un hombre.
-Joder, sí, se me ha puesto dura.
Le solté entre cansado y avergonzado.
-Que bestia, con haber dicho que sí bastaba no hacía falta ponerse tan gráfico.
Le miré descolocado, por lo bien que se tomaba todo.
-Pero si eres tú la que ha empezado, a tirarme de la lengua.
Ataqué.
-Y tú le dices a tu madre que te la pone dura.
Me contragolpeó.
-Pues no seas una zorra, que vas sin Corpiño, y encima me sueltas que no excitas a los hombres, como si fueses buscando...
Estallé, me cruzó la cara de un bofetón.
-Como me vista es cosa mía, y lo que busque o deje de buscar también. Ahora tira.
Hice caso omiso a su orden, no moví el coche. Agarraba el volante con fuerza, desconcertado y cabreado, supongo, que como mi madre, yo también tenía poca paciencia.
-¿Qué cojones buscas?...
Pregunté despacio.
-No me digas que vas por ahí en plan putón maduro.
-Serás imbécil.
La miré serio.
-No lo hago.
De repente se la torció el gesto duro tornándose cierta triste.
-Pero hace tiempo que no me hacen mucho caso, ¿sabes?...
Había metido la pata bien, mi madre miraba por la ventanilla, tenía una especie de sollozo atrapado en los labios.
-Tú padre me ignora, creo que tiene algo por ahí.
Me estaba enterando de cosas que no quería ni imaginar.
-A mí no me toca desde hace meses. Y el otro día para rematar la faena viene un mensajero al trabajo y me llama señora y ni me mira, se que te parecerá una tontería pero fue como si me echasen veinte años encima de golpe, es decir que ya soy una vieja que no le gusta a los hombres. Seguro que tu padre se Coge a la secretaria, esa veinteañera que contrató...
Se quedó al borde del llanto.
-Arranca vámonos.
No podía dejar a mi madre así, así que seguí sin dar gas al coche. Me aclaré la garganta, lo que iba a decir me iba a matar de vergüenza por enésima vez ese día.
-No has soltado más que Idioteces.
Me miró entre cabreada y aun triste.
-Para empezar el mensajero ese era miope, ciego o subnormal, porque tú estás buenísima, y te tenían que haber hecho un charco de babas al verte.
Ella sonrió un poco, los ojos se le notaban húmedos a la luz de la cabina del coche.
-Y en cuanto a lo de papá, simplemente no lo sabes.
-Mario, la chica no sabe ni hacer fotocopias y tiene más tetas que cabeza, ¿por qué crees que la ha cogido tu padre?...
Eso era cierto, la chica no tenía muchas luces pero era una mujer explosiva.
-Aunque eso me da igual, al menos ya sé que hay un hombre en casa al que le gusto.
Me acarició en la misma mejilla que hace un momento había golpeado. Me dispuse a reemprender la marcha cuando me di cuenta que tanto el parabrisas, como las lunetas traseras se habían cubierto por completo de nieve. La ventisca había arreciado y nos había cubierto. Encendí los limpias y las tiras calefactoras de atrás. Tuve que sacar la mano por la ventanilla para limpiar el espejo retrovisor, me fijé en que la capa de nieve empezaba a acumularse en el camino de forma importante.
Ya en movimiento, apenas habíamos retrocedido unas decenas de metros, aun sin poder dar la vuelta, cuando las ruedas empezaron a patinar. Aceleré, no salíamos del atolladero, mi madre me miraba, yo pisaba más el gas.
-Dale nos hemos atascado.
Sentencié, ella se rió y negó con la cabeza.
-Que día.
Comentó sarcástica.
-Voy a salir un momento, a ver.
El frío se me metió en los huesos en cuanto pisé el suelo, la capa de nieve era de más de un palmo, el camino embarrado debajo, las ruedas bien clavadas. -No veo forma de sacarlo hacia atrás le doy para de delante a ver. Tampoco hubo suerte.
-Mierda, estamos atascados.
-Y mi móvil ha muerto, ¿el tuyo?...
Rápidamente busqué en mi bolsillo.
-Menudas baterías. ¿Tienes cargador para el coche?...
-No, eso está en el de tu padre.
Solté todo el aire de los pulmones en un suspiro de desesperación. Intenté todo lo que pude, pero no había forma de movernos. Mi madre me dijo que parase, no fuese a gastar toda la gasolina.
-Mira esperamos hasta mañana y ya está. El pueblo que pasamos estará a veinte kilómetros a lo sumo, mañana de una carrera te acercas y les pides que nos remolquen.
-¿Qué ahora corro medios maratones?...
Le dije divertido por su idea.
-Además mañana lo mismo hay medio metro de nieve.
-No exageres, si quieres puedes ir ahora, de noche y con la que está cayendo.
Ese escenario era peor.
-O te puedes quedar aquí, al calor, conmigo.
-Me muero de hambre.
Solté pasando por alto el comentario de ella.
-¿Hay algo por ahí para comer?...
-Pues no, no hay nada, a no ser que me quieras dar un bocado a mí.
Ella no dejaba de mirarme, me costó saber si estaba de broma o hablaba en serio. Se apoyó en mi hombro, y su contacto me puso más nervioso que nunca. Solo lo hizo para mirar los relojes e indicadores del salpicadero. Ella notó mi tensión y extendió el contacto más de lo necesario, estaba muy cerca, respiraba su aliento. Me estaba construyendo toda clase de perversas fantasías por las conversaciones previas, me preguntaba si estaba tan necesitada de hombre como decía, y si cabía la posibilidad de... Al fin se apartó, a tiempo, mis labios inconscientes habían empezado a buscar los suyos, casi los rocé. Estaba duro, como un adolescente en su primera vez, nervioso y Caliente a partes iguales. Mis dedos tamborilearon sobre el volante, mi madre parecía disfrutar de mi situación.
-¿Qué te pasa?...
Me peguntó con tono juguetón.
-Nada, nada en absoluto.
Negaría la mayor hasta el final.
-Muy bien, voy a coger la manta y me voy a tapar, así bajas la calefacción.
Debajo del asiento trasero mi madre llevaba una manta, vete tú a saber porqué. Recuerdo que de pequeño, en el coche viejo también llevábamos la misma y yo me envolvía en ella en los viajes largos. Mi madre se volvió para atrás, su culo quedó encuadrado entre los asientos. Ya dudaba seriamente de que fuese solo mi imaginación, ella estaba poniendo de su parte, mi propia madre. Se sentó de nuevo en su asiento, no me molesté en ocultar que le había mirado el culo todo el rato. Ella se envolvió en la manta, bajó la calefacción, al rato yo tuve algo de frío, mi madre lo notó. -Sería mejor que nos tapásemos los dos. Dijo.
-Atrás, estaremos más cómodos. Asentí a su razonamiento.
-Dejas el contacto puesto, con las luces dadas por si viniese alguien.
-De nuevo le di la razón con un gesto. Nos pasmos a los asientos traseros, como ella había dicho.
Extendió la manta y se pegó a mí. La tela nos cubría a ambos, ella se había hecho un ovillo en el asiento, los pies subidos, apenas le asomaban los tacones, a mí solo me tapaba hasta las rodillas. Mi madre empezó a apretar su cuerpo contra el mío más de lo necesario, sus pequeñas tetas se aplastan contra mi brazo izquierdo, pude comprobar entonces con toda seguridad que no llevaba Corpiño. Yo estaba definitivamente Caliente y mal de la cabeza, pero ella me iba a la zaga o más bien me había adelantado hacía rato. Yo miraba al frente, al ahora lento caer de la nieve, grandes copos blancos iluminados por los faros del coche. Ella miraba hacia mí, notaba sus ojos fijos en mí. No me atrevía a girarme porque quedaría irremediablemente atrapado por ella, aunque no tardó en quedarme claro que no había escapatoria, y que en realidad no quería buscarla. Su mano acarició mi pecho, la respiración se me aceleró. Giré mi cabeza y vi la sonrisa que ella me devolvía. En su postura y acercamiento, sus rodillas habían terminado quedando sobre mi regazo, y en aquel momento ya tenía una considerable erección. Su mano trazaba lentos círculos, y descendía, sus piernas se estiraron, y ella llegó a la posar su toque sobre mi paquete.
-Esto es por mí. Afirmó sin duda alguna, habló despacio.
Iba a excusarme cuando su izquierda me selló los labios.
-No pasa nada, está bien, ya te he dicho que me siento alagada.
Dejó su mano derecha sobre mi bulto, inmóvil.
-Mamá esto, no podemos hacerlo. Mi boca hablaba pero mi cuerpo iba por libre, se dejaba hacer.
-Hay cosas que no podemos hacer, pero otras no son para tanto. Apretó ligeramente mi rabo.
-Seguramente tengamos que dormir aquí, no va a ser cómodo que duermas así.
-No para nada.
Cedí a su juego, me moría de ganas de llegar hasta el final, aunque estuviese mal y demás, le seguí el rollo.
-La verdad es que líbrame de esto es imperativo, para poder dormirme.
-Pues deberías...
No la dejé terminar, empecé a moverme. Me solté el pantalón, mi polla salió como un muelle, ya tenía el capullo descubierto y todo, hasta se me escapaban unas gotas de líquido pre-seminal. Mi madre a todo esto había echado la manta a un lado, contemplaba mi polla en la escasa luz del habitáculo, el frío se nos olvido a los dos. En esas nos quedamos uno segundos, ella mirando y yo mirando como miraba. Huelga decir que hacía años que no me veía el tema, y yo había crecido desde entonces, bastante, que tampoco es nada del otro mundo, pero pequeña no la tengo y en ese momento tenía la mayor erección de mi vida. Ella rompió el silencio y la inacción.
-Ya que estás así por mi culpa, lo justo es que yo te ayude, ¿no crees?...
-Sí por Dios. Exclamé.
-Ya no aguanto más calentones. Le cogí por la muñeca y llevé su mano a mi polla.
-Dale, pero vamos a dejar claras las cosa, una paja bien, algo más ya veremos.
Yo asentí desesperado. Mi madre empezó a mover su mano arriba y abajo de mi polla, al llegar a la punta realizaba una caricia más cuidadosa y volvía a empezar. Prefería aquello a cualquier paja que me hubiese hecho en la vida. Yo me moví a por sus tetitas, era lo que me quedaba más a mano. Como he dicho las tenía pequeñas, redonditas, sus pezones volvían a estar duros, a la tenue luz se me antojaron algo oscuros.
-No te he dicho que pudieras tocar.
Me miró a los ojos, sin soltar mi polla, me detuve en mi inspección de su blusa, ya había desabrochado tres botones y le veía todo.
-No pares tonto manoséame toda te lo ganaste.
Nos sonreímos. Empecé a jugar con sus tetas, fuera de la blusa, echada esta ligeramente hacia atrás en sus hombros, le pellizqué los pezones hasta ponérselos bien duros, como me gustaban. Llegó a un punto que no aguanté más y me doblé sobre ella para comérselas. Mi madre seguía meneándomela, estaba cada vez más duro, pero con la mano libre me acarició el pelo y me apretó contra ella.
-¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! Cariño, me estoy poniendo mala yo también ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh!.
Me susurró al oído. Me dejó la polla y con ambas manos se levantó al falda todo lo que pudo. Bajó después los pantis, me quedé mirando su tanguita, de encaje, casi transparentes.
-Ayúdame tú a mí.
Me pidió cogiéndome de la barbilla para que le mirase a la cara. Me chupé dos dedos y para allí que fueron. Entré entre sus piernas y estaba completamente empapada. Mis dedos se deslizaron con facilidad, los movía frenético, haciendo suspirar a mi madre. Su concha empezó a sonar a humedad.
-¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! No pares hijo, no pares por favor ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh!.
Buscó mi boca y me besó, si no lo hubiese hecho ella lo habría hecho yo. Yo seguí moviendo mis dedos afuera y adentro, añadí el pulgar al juego, busqué su clítoris, algo duro. La excitación de mi madre iba en aumento, tanto se dejó llevar por la calentura, que sin yo decirle nada, se echó en mi regazo y se llevó mi polla a la boca.
-¡Mierda mamá! Exclamé al sentir el tacto de su lengua.
-Tranquilo, esto también está dentro de los límites Te la voy a comer entera.
Esos límites, que no habíamos fijado, daban la sensación de extenderse por momentos. Mi madre me estaba haciendo una mamada de escándalo, su lengua se movía veloz y magníficamente precisa, describiendo lametones de placer. Además devoraba con voracidad, casi se tragaba en cada sentada toda mi polla. Me faltaba poco para Acabar, con toda la situación estaba excitadísimo, pero mi madre dejó mi rabo desatendido un segundo, gimió,
-¡Ahhhhhh! ¡Ahhhhhh! ¡Ahhhhhh! ¡Ahhhhhh! ¡Ahhhhhh! ¡Ahhhhhh! ¡Ahhhhhh! ¡Siiii Asiiiii Siiiii! ¡No Doy Más! ¡No doy Más!
me apretó la pierna con fuerza y tembló ligueramente.
-Me Hiciste correr.
Me dijo mirándome desde mi regazo, con mi polla al lado de la cara dura como una piedra.
-Cuanta falta me hacía cariño.
-Pues no te olvides de mí mamá, que me falta poco.
-Tranquilo que mami se va a ocupar de ti.
Dicho esto volvió a la mamada, con aun más ganas que antes. Yo me dejé llevar del todo y acompañé le movimiento de su cabeza con mis manos, haciendo fuerza cuando bajaba. No aguanté más y la avisé:
-Acabo, Acabo.
-Dame leche sin miedo mi niño dámela toda en mi boquita.
Terminó de machacármela fuera de la boca. Le acerté con un par de perdigonazos en el pecho desnudo, otros fueron a la blusa. El resto de mi Corrida, de campeonato, se me escurría por el rabo y manchaba toda su mano. Mi madre, que no podía mejor la situación, fue capaz de darme un último gustazo. -Voy a limpiarte bien cariño. Dijo al tiempo que se llevaba la mano, llena de semen a la boca. Con rápidas chupadas y un par de sorbetones, innecesarios pero muy excitantes, me dejó la polla bien limpia.
-Joder mamá, ha estado muy bien.
Solté sin pensar demasiado.
-A mí también me ha gustado, pero esto queda entre nosotros. Asentí.
-Por cierto, ¿qué más cosas podemos hacer?...
Le sonreí, ella me devolvió el gesto con más lujuria imposible. El golpe en la ventanilla nos sobresaltó, a todo correr me coloqué los pantalones, mi madre se tapó con la manta y cerró la blusa. El segundo llamado desprendió la nieve que había hecho capa, apareció una linterna y un tipo de verde. El Guardia Civil nos preguntó si estábamos bien, al ver que sí, no le dejamos ver mucho, se ofrecieron a ayudarnos a movernos. Mi madre y yo ocupamos los asientos de delante en lo que ellos enganchaban el coche con un cabrestante, recuperamos la compostura, con el corazón aun a mil. Siguiendo las indicaciones salimos del atolladero, nos acompañaron de vuelta a la carretera y aprovechamos para preguntarles el camino. Conociendo el camino, terminamos llegando al casón del pueblo, pasadas las once de la noche. Mi padre estaba preocupado, estaba con mis tíos en el salón, al teléfono él y mi tía, la abuela ya dormía. Regañó a mi madre al enterarse de la historia, bueno de la parte que podíamos contarle, yo salí en su defensa y cargué con el muerto. Mi madre me lo agradeció con un beso, uno normal delante de todos, aunque significaba bastante más para nosotros. Mi primo Luis no se había librado de ir al cumpleaños, compartimos habitación. Nos pusimos al día de nuestras vidas, y en la oscuridad no se le ocurrió nada mejor que decir:-No veas Alba, que tetamen, y además con el frío marcando pezones que se ha pasado la tarde. Me reí. -No me hables de marcar pezones. Le comenté riéndome.
-Que risas te echas cabrón, alguna te guardas, ya me la contarás. -No creía que eso llegase a pasar. -Por cierto, tu madre estaba hoy...
Esperé el comentario Caliente, mi primo y yo no teníamos filtro.
-Radiante.
-¿Radiante?... Pregunté extrañado, esperaba alguna burrada.
-Sí joder, como más guapa que de costumbre y feliz, con un brillo especial. Así como cuando un tío acaba de pillar cacho, así como tú ahora.
-Sin darse cuenta dio en el clavo, pero su razón se lo negó.
-Mejor me callo.
Me descojoné un buen rato, Luis era probablemente quien mejor me conocía de aquella casa, sin contar a mi madre claro, si bien no era clarividente y aunque llegase a imaginar lo ocurrido nunca pasaría de ser una idea onírica. La verdad el episodio del coche había sido lo mejor que me había pasado, en el plano sexual, en la vida. Y viendo que a mi madre la sentaba tan bien, el tema este de explorar los límites me llamaba cada vez más.
10 comentarios - Perdido Por Mamá 1
-Dame leche sin miedo mi niño dámela toda en mi boquita.