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Podando la rutina

El titulo sonará contradictorio con el contenido. Pero después que lo lean todo, lo van a entender.
Me llamó Ricardo. Tengo 55 años y hace 30 que estoy casado con Raquel, que hoy tiene 50 años.
Somos un matrimonio muy feliz, y tuvimos dos hijos que ya están viviendo por su cuenta, y nos visitan un fin de semana sí y otro no. Cada uno de ellos ha formado su pareja y está empezando a hacerse un lugar en la sociedad, con sus respectivas profesiones.
Con mi mujer siempre tuvimos una buena convivencia. Siempre tuvimos algunas limitaciones en lo sexual, a partir de su educación totalmente castradora, donde el sexo era mala palabra. Así y todo, a través del tiempo nos fuimos liberando y llegamos a tener excelentes relaciones.
Debo confesar que Raquel se mantiene muy bien. Es una verdadera milf, con todas las letras. Una buena espalda, cuello largo, tetas turgentes , cintura estrecha y un culo atractivo. Unido a eso un largo cabello castaño oscuro y ojos entre verdes y celestes, la convierten en un bocado digno para cualquier gourmet.
Por supuesto yo disfruto mucho de tenerla en la cama, y el solo verla me excita. Pero, de un tiempo a esta parte, las cosas han comenzado a complicarse.
Noto que ella tiene mucho menos interés en lo sexual que el que tenía antes, y luego de analizar las razones, llegué a la conclusión que la cuestión era el aburrimiento.
Ella no fue mi primer mujer en la cama. Cuando me casé tenía algo de experiencia, pero en cambio, si fui el primer y único hombre en la vida de Raquel, y llegué entonces a la conclusión que estaba aburrida y que el sexo para ella ya no tenía interés.
Mas de una vez la sorprendí mirando a algunos muchachos, con algo mas que curiosidad, pero al darse cuenta que la observaba disimulaba tratando de evitar preguntas indiscretas o escenas que yo, por otra parte, no estaba dispuesto a hacerle. No soy celoso y jamás cuestioné que ella sintiera deseos por otros hombres, como también a mí me pierde mirar jovencitas bonitas, aún sabiendo que están totalmente fuera de mi alcance. Era evidente que su deseo se despertaba mas cuando miraba a otro hombre que no fuera su marido. Y después de 30 años de acostarse con el mismo hombre, me parece que es lo normal.
Como sea, la situación tomó un giro sorpresivo, cuando nuestro jardinero habitual se enfermó. Don Alberto, un hombre de mas de 60 años que siempre atendía nuestro parque, un buen día tuvo que operarse y nos avisó que no podría venir a realizar los trabajos habituales. Si bien tenía para unos 30 días, la verdad es que nuestro jardín necesitaba atención, así que al hablar con él le pregunté si no podía enviar a otra persona de su confianza, a lo que me contestó que se iba a ocupar, y combinamos que el sábado por la tarde alguien vendría.
Yo estaba en mi oficina trabajando cuando sonó el timbre y mi mujer fue a abrir. Al rato mi mujer vino a avisarme que había llegado el reemplazante.
- Bueno querida, ¿ Puedes darle las órdenes hasta que yo termine aquí? Pregunté
- No te preocupes. Yo me encargo. Tu sigue con tu tarea que total no tengo ninguna otra cosa que hacer.
- ¿ Y quién es el reemplazante? Pregunté curioso
- Un sobrino de Don Alberto, dijo mientras los colores le subían tenuemente a la cara. Otro no lo hubiera notado, pero con los años que llevo viviendo con ella, me di cuenta de que algo raro pasaba.
- Está bien querida. Me quedaré aquí trabajando si no te molesta. Si me necesitas me llamas, si?
- Si mi amor, dijo mi esposa con una sonrisa radiante.
Cuando se fue, me quedé un rato pensativo. Algo estaba pasando que mi mujer no me contaba.
Si hacer ruido, me asomé por la ventana que daba al parque y veo al nuevo jardinero de rodillas, arrancando unas matas salvajes, y mi esposa detrás de el observando. La escena era común, salvo por un par de detalles. El jardinero no debía tener mas de 28 años, era moreno, y atlético, y mi mujer no miraba el trabajo que estaba haciendo sino que le miraba la espalda y se mojaba los labios con su lengua. Mi mujer, que lucía una calza ajustada y un remerón largo que tapaba sus caderas, estaba fuera de control.
El muchacho fue recorriendo el cantero, sin que mi mujer le perdiera pisada, siempre detrás de él, siempre observándolo.
Volví a mi oficina, y recapacité sobre lo que había visto. Era evidente que a mi mujer le atraía este mocoso. De hecho, vi mas lujuria en su cara que la que había visto los últimos años mientras teníamos sexo. Era evidente que estaba fantaseando con el jardinero. Y yo, ¿ qué opinaba?
La verdad, que por un lado me molestaba un poco que fuera tan poco delicada para mostrar su excitación, pero por otro lado, entendía que ella necesitaba una aventura. Aunque fuera una vez, necesitaba sentir a otro macho en su cuerpo, y eso es lo que ella estaba soñando.
Al rato entró Raquel a la casa, sin hacer casi ruido. Me dí cuenta que trataba de sorprenderme mirando lo que pasaba en el parque. Llegó hasta mi estudio y se tranquilizó. Allí estaba ya concentrado en mi tarea.
- Querido, el reeemplazante sabe trabajar bien, no hace falta darle muchas instrucciones. Igual me voy a quedar por allí para controlarlo, pero no hace falta que vengas, dijo confiada.
- Mejor Raquel. Me parece que por un par de horas no voy a poder salir de esta oficina, dije sin levantar la vista de mi pc.
- Tómate tu tiempo. Voy a llevarle algo para tomar, y yo me encargo, no te preocupes.
Sentí ruido en la cocina, y luego la puerta de servicio se cerró. Esperé un minuto y me levanté para asomarme nuevamente por la ventana que daba al parque. Sin correr la cortina, yo veía todo lo que pasaba, pero nadie desde afuera podía verme.
Mi mujer con dos copas con jugo en las manos estaba parada detrás del jardinero, que agachado estaba podando un arbusto. Por fin, cuando quedó conforme con el trabajo, se levantó y se dio vuelta. Mi mujer sonrió y le ofreció una copa. El muchacho le sacaba una cabeza a mi mujer de altura, a pesar del metro setenta que mide. Tomó la copa y conversaron unos minutos. Los gestos de mi mujer eran claros. Se movía nerviosa, se acomodaba sus cabellos, sonreía, y se reía ante cada cosa que decía el muchacho. La situación no podía ser mas transparente.
De pronto el muchacho la miró de arriba hasta abajo, y le dijo algo sonriendo, que hizo que mi mujer se sonrojara, y como toda respuesta se riera nerviosa. El muchacho siguió hablando y el rostro de mi mujer se fue poniendo mas serio. Se estaba lanzando y mi mujer no sabía como actuar, como frenarlo, si es que realmente estaba pensando en frenarlo, aunque empecé a dudarlo.
El muchacho quiso acariciarle el brazo, y mi mujer lo detuvo, señalando la casa. Seguramente le decía que su esposo estaba dentro y podía verlo. El joven retrocedió un paso, miró a su alrededor, y le dijo algo señalando el galpón de herramientas del fondo. Mi mujer negó con la cabeza varias veces, ante la insistencia del jardinero, y por fin le dijo algo y comenzó a caminar hacia la casa.
Volví rápido a mi lugar. Mi mujer, acalorada y yo sabía por qué, vino a mi estudio.
Cuando entró la miré.
- ¿ Cómo anda todo?
- Bien, dijo, pero a Mario se le desafiló la tijera.
-¿ Quién es Mario? Pregunté con inocencia.
- Ahhh, el jardinero.¿ No te había dicho? Se llama Mario.
- Ahh, bueno, ¿ Y decías?
- Que tiene que afilar la tijera y me preguntó si podía hacerlo en el galpón.
- No hay problemas. ¿ Quieres que vaya a ayudarle?
- No, se apresuró a contestar mi mujercita, seguramente se da maña. De cualquier manera voy a quedarme con el para que no deje nada desacomodado.
- Te lo agradeceré, querida. Sabes que odio las cosas hechas a medias, dije con toda intención.
- No te preocupes. Todo quedará como se debe, dijo mi mujer haciendo gala de una hipocresía que nunca imaginé. Se iba a meter en el galpón con el semental y venía a avisarme para que yo no sospechara.
Cuando salió, corrí mas que caminé hacia la ventana. Llegué a ella, cuando mi mujer llegaba al parque. Mario no estaba. Miró para todos lados, hasta que lo vio llamándola por la ventana del galpón. Mi mujer miró hacia la casa. No vio nada raro y rápidamente se dirigió al galpón.
Apenas entró, frente a la ventana, el jardinero la besó. Fue un beso largo y húmedo del cual no perdí detalle. Mi mujer no se resistió. Por el contrario, se aferró a él como si fuera un salvavidas en medio del mar.
Cuando se separaron, mi mujer señaló la ventana e hizo que se corriera de adelante. El problema es que esa ventana permitía ver casi todo el galpón. Era imposible ocultarse completamente. Lo único que se veían los cuerpos de la cintura para arriba únicamente. Mario volvió a besar a mi mujer ahora fuera del cuadro de la ventana, pero como parte de su cuerpo quedaba a la vista era posible imaginarse lo que pasaba.
Luego de un rato, la hizo girar colocándola de nuevo frente a la ventana. Mi mujer señaló la casa, seguramente diciéndole que yo podía venir en cualquier momento. El gesto de que no se preocupara por parte del macho fue claro, y por sus maniobras se notó que estaba bajándose los pantalones. Cuando terminó empujó a mi mujer hacia abajo, y se quedó allí frente a la ventana con una cara de placer increíble. Le estaban haciendo la mamada de su vida, mientras el vigilaba que el cornudo no apareciera.
Yo lo miraba a través de la cortina. Estaba disfrutando como un salvaje, y estaba mas caliente de lo que parecía porque en cuestión de minutos, fue evidente que se corrió en la boca de mi mujercita. La tensión de su cuerpo, permitió contar los 5 chorros de lefa que seguramente llegaron hasta el estómago de Raquel. Luego se aflojó, pero mi mujer seguía allí abajo.
Por fin, luego de un buen rato, Raquel se incorporó.
Marió la colocó frente a la ventana mirando para la casa y se agachó detrás de ella. Se notó que le bajó las calzas y le levantó la remera larga. Ahora fue su turno de flipar, cuando sintió la lengua del macho jugueteando con su sexo, y debo reconocer que tardó menos que Mario en alcanzar su orgasmo. Sus ojos se abrieron como platos y un gemido inaudible para mí, la levantó al séptimo cielo.
No tenían mucho tiempo, y ambos lo sabían, así que el jardinero se ubicó detrás de ella y la ensartó con ganas,comenzando a bombearla con desesperación. Noté como sus manos entraron por debajo de la remera de mi esposa para apoderarse de sus tetas, pero por lo demás estaba tan encima de ella, que casi no se notaba que la estaba empujando y clavándole su barra de carne.
Fueron unos cuantos minutos pero los dos acabaron como salvajes. Cuando terminaron mi mujer se dio vuelta, y se agachó para proceder a limpiarle bien la verga. Por fin se levantó, se limpió la boca con el dorso de la mano y se acomodó la ropa. Yo volví a mi trabajo. Unos minutos después entró mi mujer y se fue derecho al baño, seguramente a tratar de sacarse el olor a macho que debía tener.
Cuando escuché que salió del baño le pregunté.
- ¿ Ya acabó el jardinero, querida?
Un silencio culpable siguió a mi pregunta.
- NNNo mi amor, se demoró por el trabajo de afilado pero en media hora mas termina, dijo, saliendo nuevamente al parque.
De allí en mas, todo fue normal, sin novedad. Terminó el trabajo del parque, mi mujer le pagó lo convenido y nada había pasado.
Esa noche, en la cama, mi mujer estaba mas cariñosa que nunca. Seguramente se sentía culpable y quería compensarme. Yo debía decidir si le contaba lo que había visto. ¿ Qué sería mejor?

3 comentarios - Podando la rutina

gerardoriker
me gustaria ver una foto de esa hermosa milf
AMF1976
Contale!! Seguro comienza una nueva vida par los dos en cuestión de sexo. Gracias por compartir
kramalo
muy bueno..!! recontracontale...jaja!! la vas a tener de esclava sexual, o un trio, a cambio del perdon...jaja!!