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Era cuestión de tiempo ( final)

En realidad necesitaba sexo. Lo dificil era terminar por asumirlo y decidirme a saltar el cerco. Fernando me hizo saber su interés en mí, pero no dejé que avanzara, aunque con mucha pena. Pero lo bueno era que no había ningún engaño en nuestra relación. Cuando un hombre casado, le dice a una mujer casada que le gusta, resulta evidente que la idea no es proponerle casamiento. Los dos entendíamos, como adultos, que lo que estaba diciendo era que quería acostarse conmigo.
Cuando de pronto decidí pedirle dinero, fue la luz amarilla que se encendía. ¿ Porqué pedirle dinero a alguien que sabía que no tenía interés en mi amistad? ¿ Pensaba devolverlo o era el argumento que inconscientemente serviría para cambiar mi vida? La frase de Fernando repicó en mi cabeza. No hay mujeres imposibles, hay hombres impacientes….
El tiempo transcurrió y al final todo pasó como yo realmente quería que pasara. Terminé en la cama con Fernando y pude sacarme las ganas que le tenía. A partir de allí, todos los meses, cuando el tenía disponible unos pesos, me llamaba y me preguntaba como andaba de efectivo. Esa era la señal. Combinábamos fecha y hora y me entregaba con verdadero deleite. El dinero era un complemento. Satisfactorio si, pero sólo un complemento. El sexo era mas importante.
Siempre discutíamos porque el decía que en realidad era una putita y que deseaba terminar así, cobrando por sexo. Que eso me calentaba. Y yo siempre me ofendía y me enojaba.
Entonces, Fernando, muy cínico, decidió demostrar la verdad de su argumento, como comprendí después.
Una tarde arreglamos para encontrarnos, y por suerte consiguió un departamento, con lo que evitábamos tener que entrar a un hotel con el riesgo que eso implica. Fuimos al depto con una buena diferencia de tiempo y no resulta sospechoso que alguien entre a un edificio.
Empezamos en el living a besarnos y acariciarnos, hasta que los dos estuvimos bien calientes, y luego tomados de la mano, fuimos al dormitorio.
En el dormitorio, sobre la mesita de luz dejó el dinero como siempre, sabiendo que yo no lo tomaría hasta el momento de irme, pero era una manera de dejar en claro para los dos que lo único que había entre nosotros era sexo.
Y sin embargo, cada vez me costaba mas simular que esta situación no me gustaba.
Al entrar al dormitorio , me besó posesivamente y yo respondí con todo lo que tenía.
Cuando nos separamos me miró.
- Fíjate lo que hay en la mesita, dijo.
- Si ya se, lo de siempre, dije tranquila.
- No. Abrí el cajón, insistió.
Me dirigí a la mesita y al abrir el cajón descubrí U$S 200 dólares mas. Sorprendida lo miré.
- ¿ Y esto que significa?
Muy simple, Lore. Sobre la mesita están los 100 dólares que te doy habitualmente. Pero resulta que un amigo ha cumplido años y quería hacerle un regalo muy especial.
- ¿ Y este dinero es para comprarle el regalo?, pregunté con inocencia.
- Si, si decides aceptarlo, dijo sonriendo con picardía.
Lo miré sorprendida.
- No pretenderás, que yo …? comencé a decir.
- Podés cobrar el triple de lo que cobrás habitualmente. Y la verdad que verte en un trío me pone. Y mas si yo soy una de las partes, dijo acercándose.
- ¿ Quién es? Pregunté con calma.
- Roberto, dijo mi amante.
Roberto era un compañero de trabajo, mas o menos de la edad de Fernando. Su mujer tenía problemas físicos y no podía tener relaciones sexuales. Siempre comentábamos lo complicado de la situación, máxime porque era un tipo muy atractivo, inteligente y viril, que realmente nos gustaba a todas.
Mientras miraba el dinero que había en el cajón, sentí que Fernando me abrazaba desde atrás, y como sus manos buscaban mis tetas por encima de la ropa, comenzando a magrearlas, mientras su pedazo chocaba contra mis nalgas.
Cerré los ojos y tiré mi cabeza hacia atrás, dejando el cuello disponible para que me besara lo que no tardó en hacer, y a la vez una de sus manos descendió para tomar posesión de mi entrepierna.
- No soy una puta, dije entre dientes.
- No Lorenita, no eres una puta. Pero siempre soñaste con una fiestita donde vos fuera el plato principal, dijo sin dejar de acariciarme y besarme, mientras sus caderas comenzaban a empujar, haciendo que su vara hiciera notar lo mucho que me deseaba.
Realmente un trío siempre había sido una de mis fantasías. Y además me pagarían por hacerlo. Y con dos machos que nada podrían salir a decir después porque sus propias familias quedarían en riesgo.
- ¿ Qué vas a pensar de mi si acepto?, dije ya entregada
- Que eres toda una mujer, muy sensual y calentona, dijo
- ¿ Y Roberto cuando vendría?
- Cuando juntes dentro del cajón todo el dinero que hay en la mesita, dijo
Esa era la señal de mi aceptación y entrega. Sin dudarlo, una de mis manos tomó el billete que había sobre la mesita, y lo arrojó dentro del cajón, para luego cerrarlo. Estaba todo dicho.
- Desnúdate, me dijo alejándose un paso.
Me di vuelta y comencé a quitarme la ropa.
- Déjate el corpiño y la tanguita, me ordenó mas que me pidió. Asentí sonriendo y seguí con la tarea.
Cuando estaba terminando ya de quitarme todo, Vi como Fernando se dirigía hasta el otro dormitorio y golpeaba suavemente la puerta. Roberto salió. Se lo notaba nervioso.
- Tranquilo, dijo Fernando, va a valer la pena.
Yo deseaba que sí, que valiera la pena.
Entraron al dormitorio. Los miré y por dentro me relamí de gusto. Hoy iba a ser un día inolvidable.
- Y ahora, ven y comienza a desvestirnos dijo Fernando con firmeza.
Me acerqué y decidí comenzar por Fernando, hasta dejarlo tan solo con su slip abultado por esa verga que ya conocía bien y que me daba tanto placer.
Luego me acerqué a Roberto que se notaba no saber que hacer ni que decir, y comencé mi trabajo. Lentamente, muy lentamente, haciendo que el macho se desesperara. Fernando se acercó por detrás mío y reanudó sus ataques por todo mi cuerpo, consiguiendo arrancarme suspiros de placer, y a la vez consiguiendo una cara de vicio de campeonato de Roberto que no podía creer lo que estaba viviendo. Hacía meses que no tenía buen sexo.
- Esto es la gloria, dijo, por fin.
- Te comprendo. Yo también estaba bastante necesitado de un buen revolcón hasta que conocí a Lorena. Te puedo jurar que vale cada centavo, dijo sin dejar de besarme y acariciarme.
- No es justo, dije terminando su tarea. Me haces aparecer como una puta.
En ese momento Roberto tomó mi cuello y acercándome a su boca comenzó a besarme muy excitado. En cuestión de segundos su lengua recorría toda mi boca , mientras lo tomé de la cintura, dejándolo hacer. Las manos de Fernando seguían recorrían todo mi cuerpo, provocándome temblores de placer.
Luego de un rato de este tratamiento, Fernando me giró separándome de su socio.
- Arrodíllate, dijo. Lo miré. Sabía lo que vendría.
Mientras me arrodillaba, Fernando se liberaba de su slip y ubicaba su verga frente a mi rostro. Lo miré y vi que le indicaba a Roberto que hiciera lo mismo. El movimiento detrás mío marcó a las claras que el macho ya se estaba despelotando.
Tomé la verga de Fernando y la metí en mi boca. Como siempre sentí que me llenaba la boca con su pedazo. Realmente lo extrañaba cuando tenía sexo con mi marido que no calzaba tan bien.
Roberto se ubicó a mi costado y tomó una de mis manos que rodeaban la vara de Fernando y la dirigió hacia la suya. Cuando la alcancé me estremecí. La de Fernando, cuando la tomaba con mis manos, asomaba la cabeza por lo larga que era. La de Roberto era mas corta, pero en cambio, mi mano no llegaba a envolverla. Era gruesa como un aerosol. No podía verla por la posición en la que estaba y el trabajo bucal que estaba haciendo, pero el tacto no podía engañarme. Era un verdadero obús.
Luego de un rato, pude desocupar mi boca y giré para repetir el tratamiento en mi nueva adquisición y por fin pude verla en toda su extensión. No debía tener mas de 15 cms., pero el grosor era descomunal. Cuando la descapuche, envolviéndola con mis dos manos, una cabeza como un durazno asomó, y para meterla en la boca tuve que distender mis labios hasta el límite. Casi acabo de solo imaginarla perforándome la vagina. Luego dejé que una de mis manos volviera a los atributos de Fernando para masturbarlo lentamente. Lo miré a Roberto. Su cara de placer era para un cuadro. Seguramente hacía tiempo que no se la chupaban y es que alguna vez se la habían chupado, dado lo puritana de su esposa.
- Por Dios, que placer, hmmmm, que placer, decía con los ojos cerrados y su cabeza tirada hacia atrás.
Fui muy gauchita. Me esforcé a pleno para complacer a los machos que me habían contratado. Por dentro reconocí que Fernando tenía razón. Yo era toda una puta reprimida. Putita como cualquier mujer que quiere dinero y sexo. En ese orden. Nada mas que en lugar de sacarle el diero al cornudo de mi marido que era incapaz de proveerlo, lo obtenía de otros hombres que valoraban mejor mis habilidades femeninas. Y además gozaba como una loca.
Por fin, luego de un buen rato, hicieron que me acostara en la cama, y Roberto me quitó mi tanga, hundiendo de inmediato su cara entre mis piernas, comenzando a meterme su lengua caliente y húmeda por todos mis agujeros, haciendo ulular de placer. Fernando sentado a mi lado me quitó el corpiño para comenzar a comerme las tetas con verdadero hambre. Una de mis manos apretaba la cabeza de Roberto contra mi vagina. La otra jugueteaba con las pelotas de Fernando que estaban duras como piedras. Fue inevitable que ante este tratamiento y lo morboso de la escena alcanzara mi primer orgasmo en forma violenta, gimiendo y gritando mientras me elevaba al séptimo cielo. Pensé que iba a pegar contra el cielorraso del dormitorio por la manera en que gocé.
En ese momento, Roberto se retiró y Fernando se acostó a mi lado, haciendo que girara hasta quedar acostada de lado frente a él. Sus piernas se colocaron entre las mías, acomodó mis piernas a la altura de su cintura y tomando su verga furiosa con su mano la colocó entre mis labios vaginales.
Miré a los pies de la cama. Allí estaba Roberto atento para no perder nada de la escena que tenía frente a él mientras pelaba su verga lentamente. Cuando Fernando terminó de acomodarse, avanzó y me empaló por completo, habiendo que un grito se escapara de mi garganta.
- Shhh, no grites que no es para tanto, me dijo mientras se apoderaba de mi boca, y comenzaba a pistonearme como una máquina, sometiéndome por completo.
Fue evidente que la situación fue demasiado para él, porque pasaron pocos minutos hasta que sentí que me quemaba con su semen, gimiendo como un animal y empujando como si quisiera sacarme su verga por la boca. 5, 6 estertores, y quedó allí totalmente destruído. Luego de un par de minutos, giró saliendo de dentro de mi cuerpo y quedando boca arriba, boqueando como pez fuera del agua, tratando de recuperar el aire. Su semen comenzó a correr hacia fuera de mi cuerpo. Intenté levantarme para ir al baño, pero Roberto me detuvo. Tomó una toalla y se dedicó a limpiar el semen de Fernando que iba saliendo a borbotones de mi vagina. Por fin todo se aquietó. Pero no por mucho.
Fernando se levantó.
- Es tu turno Roberto, dijo sentándose en una silla que había al lado de la cama.
Yo me había olvidado por un segundo para que estaba allí. Tenía que complacer a dos machos cabrones.
Roberto subió a la cama y reptó sobre mi cuerpo comenzando a besarme las tetas y el cuello, mientras se apoyaba en sus codos para no aplastarme. Cuando llegó a mi boca se la entregué por completo y mi lengua lo invadió casi hasta la garganta, provocando una verdadera sorpresa y excitación en él.
Se separó un momento.
- Si serás puta, Lorena, dijo, mientras separaba mis piernas y las colocaba sobre sus hombros. Traté de resistirme. En esa posición con el semejante tubo que tenía me iba a partir en cuatro.
- No espera, así me va a doler, dije sin que el macho se diera por aludido, como estaba concentrado en ubicar su juguete entre mis labios vaginales.
- No Roberto, espera, no, no uhhhhhhhhhh, fue lo último que dije cuando distendió las paredes de mi vagina de manera salvaje y comenzó a clavarse en mí.
- No te preocupes que soy muy paciente, dijo mientras avanzaba unos centímetros y volvía a salir, dando tiempo a que mi sexo se acomodara. Así una y otra vez, hasta que al final nuestros cuerpos se chocaron. El obús estaba dentro mío y me llenaba como nunca me había llenado. Recién allí comenzamos el baile sexual de mete y saca, donde los dos cuerpos se mueven como si fueran uno solo.
Giré mi cabeza y lo vi a Fernando entusiasmado como un chico, mientras su verga ya dura nuevamente apuntaba hacia arriba.
El trabajo de Roberto fue excelente. Aguantó a pesar de la sequía que venía sufriendo y consiguió arrancarme otro orgasmo. Por fin, giró arrastrándome con él, y quedé a caballo de su verga, siendo mi turno ahora de moverme, mientras él jugueteaba con mis tetas y veía como su verga salía y entraba de mi sexo.
En ese momento sentí que una mano comenzaba a acariciar mis nalgas, para luego comenzar a cachetearlas, primero suavemente, y luego al ver que yo no me quejaba, sino que por el contrario me excitaba, fue creciendo en fuerza, mientras un dedo comenzaba a juguetear con mi esfinter, hasta conseguir introducirse en mi culo. Todo este tratamiento hizo que yo acelerara mi cabalgata con la consiguiente alegría de Roberto que se esforzaba en contener su acabada que sería majestuosa, y que ya quería sentir. Cuando dos dedos de Fernando entraron en mi culo me descontrolé totalmente. Jamás me había sentido así. Me clavaba en Roberto con desesperación. Y por fin sentí que la verga de Roberto se estiraba, se endurecía y mientras gritaba como un loco me abrazó tirándome hacia abajo contra su cuerpo, mientras su semen explotaba dentro mío. Yo también acabé junto con él y ese fue mi error.
En medio de mi orgasmo perdí la noción de todo. El placer, el dolor, todo junto fue demasiado. Es probable que haya perdido el conocimiento por unos segundos. Alguna vez escuché a algunas de mis amigas comentar que esto les había pasado, pero a mi nunca me había pasado con mi marido. Cuando comencé a volver en mí, sentía una sensación extraña, que jamás había sentido. Me llevó unos minutos darme cuenta que aprovechando mi entrega, el hijo de puta de Fernando me había enculado hasta los huevos, y ahora me estaba serruchando por mi entrada posterior como un verdadero jinete. Estaba totalmente llena. Entre la verga de Roberto que seguía morcillona dentro mío y la de Fernando que estaba dura como nunca, comprendí lo que Fernando había querido decir con un trío. Era un verdadero emparedado de hembra lo que había sobre la cama. Me estaban reventando por mis dos agujeros. Y encima me encantaba. Para disimular, me hice la violada, la enojada insultando a Fernando por aprovecharse de mí, sin mi consentimiento. Y para colmo, empecé a sentir que la pija de Roberto comenzaba a latir y endurecerse de nuevo. Era demasiado. Me iban a matar. Y quería que me mataran. Quería sentirme usada, cogida, forzada como nunca antes.
Durante 10 minutos me dieron masa entre los dos. Uno se quedaba quieto y el otro me bombeaba, para luego cambiar los roles, hasta que Fernando no pudo mas y se corrió en mi culo, embarrándome por completo por dentro y por fuera, quedando ahora sí, totalmente terminado.
Roberto se retiró y saliendo de debajo de mi cuerpo, hizo que me pusiera en cuatro patas para luego perforarme la vagina con su aparato, mientras me cabalgaba con ganas.
-¿ Te gusta Lore? Me preguntaba al oído mientras su cuerpo me cubría y su poronga me perforaba.
- Si, me gusta, me gusta, dije sin necesidad de mentir.
- Perdona a Fernando, es un animal. Me había dicho que te iba a hacer el culito apenas tuviera la oportunidad, dijo el correcto Roberto.
Y entonces hice algo que ni yo esperaba.
- ¿ es que vos no tenés ganas de hacérmelo también?, pregunté mirándolo por encima de mi hombro.
Roberto se puso pálido.
- ¿ Eso quieres?
- ¿ No es lo que pagaste? ¿ Ponerte al día? dije
Roberto sacó su palanca de mi vagina y subiendo un poco la ubicó en la entrada de mi culo que por suerte había quedado distendido y lubricado por la sesión anterior. De cualquier manera, esa botella costó acomodarla, hasta que por fin se metió hasta los huevos.
- Eres divina Lore, divina. Si fueras mi mujer trabajaría día y noche para que no te faltara nada.
- De día nada mas, cabrón. De noche tendrías que encularme, dije bajando mi cabeza hasta apoyarla en la almohada y facilitando así que la posesión fuera total.
Cuando sentí que me iba en mi último orgasmo, el definitivo, mis manos buscaron sus pelotas y las estrujaron haciendo que me acompañara en el viaje. Al final, caímos los dos despatarrados sobre la cama.
De regreso, pasé por unas tiendas y gasté parte de mi recién ganado dinero en un vestido que necesitaba para una fiesta que habría la semana siguiente.
Cuando llegué a casa, mi cornudo marido estaba mirando tele. Haciendo gala de un cinismo sin complejos, le mostré el vestido que había comprado.
- Sabes una cosa, Lorena?, dijo sonriendo, estoy orgulloso de vos. Eres la única que trabaja regularmente, mantienes la casa y todavía eres capaz de ahorra para verte bonita. Realmente contigo me saqué la lotería, dijo mientras me besaba.
- Por favor querido. No digas eso. Te aseguro que te mereces todo lo que hago para que vivamos como nos merecemos, y podamos sentirnos felices y satisfechos. Y por dentro, pensaba mientras tanto, donde iba a guardar los kilómetros de cuernos que iba a recibir de ahora en adelante.

4 comentarios - Era cuestión de tiempo ( final)

Stooge
buenisimo.. +10 merecidisimo. saludos
kramalo
muy buen relato...igual que el primero, bien elaborado... saludos..