Impulso - Mi primer relato erótico.

Vivir en un pueblo de 150 habitantes seguramente tiene sus ventajas, pero yo, en este momento, no puedo recordar ninguna. Es que a mis dieciocho años una formación católica condiciona los impulsos sexuales propios de la edad y mas, teniendo en cuenta que soy de una de las familias mas importante de esta Colonia Suiza en la ciudad de Bariloche, cualquier 'desviación' repercutiría en los oídos de todos los lugareños. Aunque para decir la verdad, no tuve mayores dificultades en cuanto a relaciones carnales se refiere.
Hasta ese día.

Ese día me levante rara, diferente, con ganas de... ¿como decirlo? si, de sexo. Por primera vez en mi vida estaba con esa extraña sensación, que se me hacia incontrolable. Esa misma noche me fui a dormir con cualquier fantasía que pudiera llegar a tener: Uno, dos, tres hasta cuatro hombres haciéndome lo que querían. Haciendo lo que yo quería. Penetrarme hasta la misma saciedad. No aguantaba mas.



Seguí con esas fantasías unos cuantos meses. No veía la hora de encontrar un hombre adecuando, de llegar al matrimonio ¿Pero cuando? ¿Como lo haría? ¿Que diría mi familia? ¿Y la comunidad si se llegara a enterar? Era muy arriesgado, o en verdad, no, solo que yo tenia miedo.

Siempre fui la mas seria de mi grupo de amigas. Mientras ellas ya habían tenido su primera vez recién entrada la adolescencia, yo me mantenía al margen, la educación cristiana siempre me condiciono a cualquier desviación de esa índole y trataba de mantenerme totalmente alejada y así mantenerme 'pura'. Era lo que creía, eran mis convicciones.

Pero todo cambio un día, y ese día fue cuando fui a la casa de una de mis compañeras/amigas a terminar un trabajo para la escuela, ellas, para no perder la costumbre y por las prohibiciones y limitaciones que acarrean una escuela de monjas con respecto al sexo masculino, se la pasaron hablando de hombres. Hasta que una hizo lo impensado, lo que cambiaría mi vida para siempre: Saco su celular y nos mostró un video porno. Mis ganas ya no se controlaban.   

Eran dos mujeres hermosas turnándose para cabalgar un pene enorme, macizo y fuerte. Dos mujeres que causarían la envidia de cualquiera. Una rubia y otra pelirroja voluptuosas, lindas, sexys. Hermosas.
Mientras una -la pelirroja- se movía frenéticamente encima del afortunado, gimiendo de tal forma que cualquiera que mirara podía sentir el placer tanto como ella, la otra recibía una hermosa lamida. Y mientras cogían apasionadamente mi cuerpo temblaba sin explicación. No aguantaba mas.
Pero la posición no fue eterna y tuvieron que cambiar. La muchacha de pelo ondulado y rojizo se acostó boca arriba, abrió las piernas lenta y sensualmente para que ese muchacho, que ya quisiera tener en mi cama, le apoyara suavemente el glande en el clítoris y empujara lentamente hasta el fondo. El placer se llegaba a ver el los ojos de la chica.



¿Pero que paso con la morocha? Era lo que me pregunte. Fue dejada de lado, no podía recibir ninguna clase de placer por parte de un tercero, pero a ella no le importo ¿Y por que no le importo? Y mirándola, me contesto a mi pregunta: No necesitaba de un tercero. Se abrió de piernas e hizo el gesto que me cambiaría la vida, empezandoce a tocar con el dedo medio, flotando su hermosa vagina e introduciendolo compulsivamente hasta el fondo, gritando mas que su compañera, que en vez de su propio dedo, tenia una verga fornida dentro suyo. Mi conchita ya estaba desbordada de agua. No veía la hora de volver a mi casa y poner en practica lo había 'aprendido'.




Continuara...