Tal vez porque estaba cerca de llegar a su tercera década, quizá esa crisis fue la que empujó a Debora a transformarse en lo que es ahora. Por ahí porque en sus años adolescentes sufría el acoso de señores en el colectivo, que le rozaban su bulto en todas las partes del cuerpo, ultrajándola, denigrándola a la vista de todo el mundo, es que Debi se creía una heroína que estaba tomando venganza.
Para ese entonces, ya no tenía ese cuerpazo que hacían de su metro sesenta una bomba sexy desde los 14 años. En su adolescencia se había desarrollado de manera rápida, contaba con más de 100 cm en sus tetas y caderas, que adornaban una diminuta cintura. Sin embargo, el paso del tiempo le había dejado algo de pancita que disimulaba gracias a su exuberancia. Además, la fuerza de gravedad había hecho su trabajo en sus pechos y culo, aunque trataba de mantenerlos lo mejor posible. De todos sus atractivos, los que mantenía de mejor manera era su angelical cara. Era, literalmente, una muñeca de porcelana.
La primera mitad de su segunda década de vida la había destinado a distintos novios, con los que había tenido una vida sexual satisfactoria. En la actualidad, ya no estaba como para picotear por ahí, pero tampoco nada estable la convencía. La crisis de los 30 le había dado por vengar algo que había sufrido de chica: el acoso en el colectivo. Tardó un tiempo en madurar la idea, pero pergeñó un plan para acosar a tipos en el bondi.
Su proceder era simple, buscaba un transporte público que estuviera lleno, subía y elegía a su víctima. En general, hombres acompañados de sus novias o esposas, se les paraba detrás y la apoyaba descaramente las tetas en la espalda. Mientras disfrutaba de la incomodidad que les causaba a lo largo del viaje. Estudiaba sus reacciones, trataba de ver si lograba hacerles parar la pija. Y, cuando veía que lo lograba, avanzaba tocando alguna otra parte de su cuerpo. Cuando no había hombres con pareja, solía atacar a jóvenes menores que ella, en particular a aquellos que veía con cara de tímidos.
Con el tiempo fue perfeccionando y mejorando su plan. Una de las cosas que notó, es que cuando sus pezones estaban duros (porque ella también se calentaba en la situación) las victimas reaccionaban más rápido. Por tal motivo, agujereó un corpiño deportivo, de tal manera que sus areolas y pezones quedaban al descubierto, lo que los volvía más sensibles al roce y más fácil de sentir a sus víctimas. Además, incorporó una especie de manual de procedimiento: primero apoyaba las tetas suavemente, luego las movía en la espalda, después presionaba con mayor fuerza. Si su presa resistía en el lugar a esos pasos, tocaba su pierna, y si no reaccionaba ahí (cosa que nunca había pasado) tenía planeado rozar su culo e, incluso, manotearles el bulto.
La situación excitaba a Debi, desde que se ponía el corpiño con pezón libre, hasta que llegaba a algún baño a masturbarse para alivianar la tensión y calentura del momento. En los casos más extremos, en los que hacía contacto en la mano o la pierna, incluso sentía como su concha ya no daba abasto de jugos y liberaba algún suspiro en el mismo colectivo. Lo que hacía sonrojar sus víctimas.
Esa tarde, Debi había salido de su casa con su habitual corpiño, una remera blanca, calzas y una tanga que le marcaba perfectamente su cola. Cuando subió al colectivo vio a un joven de pantalón de vestir y camisa, ese era su atuendo favorito en las víctimas. Se paró justo entre él y un pelado que ocupaba el del pasillo de la parte de atrás del bondi. Enseguida, el rose de los pezones en la remera hicieron que se pongan duros, y procedió a frotarlos contra la espalda del joven. Este parecía no incomodarse, por lo que Debora fue avanzando en su plan, empezó a ejercer presión y, ante cada curva del colectivo, tirarse un poco contra la espalda.
Para este momento, la situación ya la calentaba. El joven parecía estar también disfrutando de la situación pero no esgrimía la mínima queja. Debi alcanzó a ver su bulto, realmente importante, y arremetió con la segunda parte del plan, tocó su pierna de manera “accidental” un par de veces. El joven estaba con su celular, respondiendo mensajes, pero se le notaba en la cara que disfrutaba la escena. Debora entonces procedió a una fase que hasta el momento no había llevado adelante, con un dedo recorrió la raya del culo de su víctima, este hizo un leve movimiento frunciéndose, pero se mantuvo como si nada pasara.
Para este entonces, nuestra protagonista sentía sus pezones a punto de estallar, y sentía como sus jugos se escurrían por su tanga diminuta empezando a mojar parte de su calza. Caliente, inconsciente de lo que hacía, metió su mano por el bolsillo del pantalón de vestir para sentir la dureza que se vislumbraba desde el costado. Dura, caliente, firme, fibrosa, la pija de su víctima la esperaba en medio de ese bolsillo que impedía sentirla a la perfección.
Debi estaba en pleno disfrute cuando sintió que la mano del joven la tomaba de la muñeca, mientras otra pija se posaba sobre su culo. Giró apenas la cabeza asombrada y vio al pelado sonreír, mientras una de sus manos tocaba sus tetas. El joven en un movimiento magistral quedó de frente a ella, la pija estaba de frente a su concha y hacía sentir todo sus resplandor. Debora estaba excitada, mojada, respiraba agitada, incluso se le escapó algún gemido. En ese momento el pelado le dijo al odio, casi pasándole la lengua por la oreja, en la próxima bajamos putita.
Al rato, estaban debajo del colectivo, el joven la había tomado de la mano y ella se dejó llevar hasta un telo. Mientras el Pelado negociaba para entrar los tres juntos, el joven no paraba de besarla y tocarla. Ardiendo, enredada en un solo beso con el joven, Debi ingresó a la habitación. En un solo movimiento el joven la despojó de su remera, al ver su corpiño con los pezones afuera el joven se dedicó a chuparlos y mordisquearlos, mientras el pelado espetó: Mira esta gordi, el invento de puta que tiene! Ella estaba muy caliente, agarraba la cabeza del joven y lo guiaba para que comiera mejor sus tetas.
En ese momento, el pelado le estaba sacando la calza, al ver la diminuta tanga empezó a sobarle el culo al tiempo que acariciaba su concha. Su expresión volvió a sentirse en la habitación: esta puta esta empapada, se mojó hasta la calza. Sus dedos se colaban en la concha de Debi, que decidió bajar a conocer personalmente la pija del más joven, de rodillas, abrió el pantalón, bajó el bóxer y vio como una pija rozagante, erecta, jugosa y grande se disparaba contra ella. Comenzó a chuparla, a saborearla, a comerla hasta los huevos con gran maestría. El joven estaba extasiado. Para ese entonces, el pelado se había puesto entre sus piernas y se dedicaba a comerle la concha. Con gran maestría el mayor de los hombres movía su lengua en el clítoris haciéndola retorcerse de placer y volverse más salvaje en la chupada de pija.
La situación, sumada a la calentura que acarreaba desde el colectivo, fueron demasiado para el joven que inundó la boca de Debi de semen. Acostumbrada a responder antes esta situación se tragó hasta la última gota, sin dejar que nada se le escape de sus labios. El pelado se mantuvo unos minutos comiéndole la concha, hasta que la invitó a un 69 en la cama. Al tirarse en ella, vio delante la pija del pelado, descomunal, mucho más grande y perfecta que la anterior, intentaba deglutirla pero le era imposible, el pelado, en tanto ya estaba arrancándole el primer orgasmo con su lengua y dedos moviéndose entre su concha y su culo.
Acto seguido, el Pelado la recostó en la cama y empezó a frotarle la cabeza de su inmensa pija por la concha. Debi gozaba el franeleo del glande por su vulva, pero quería sentirla bien adentro, miraba con cara de libidinosa a su amante ocasional mientras se apretaba las tetas. En un movimiento que la hizo estremecer de placer la penetró, lo que la hizo gemir, enseguida el joven le puso la pija cerca de su boca, para que vuelva a ponerla firme. Sentía toda la hombría del pelado en su concha, mientras comía la pija del más joven.
El hombre mayor parecía tener todo el control de la situación, en un movimiento indicó al joven que chupara el clítoris de Debi, mientras él la penetraba. Este accedió y quedó haciendo un 69 con la mujer, que estaba en las nubes sintiendo en simultaneo una lengua acariciar su clítoris y una terrible verga penetrándola. Mientras, saboreaba la pija del más joven que ya había vuelto a alcanzar su tamaño máximo.
Estaba en el medio de esa faena estaba cuando de repente dejó de sentir que su concha recibía atención, miró por donde pudo y vio como el joven estaba chupando la pija del viejo, eso la puso a mil y empezó a chuparle desesperadamente la pija al más joven, gimiendo, tratando de alcanzar su concha con una de sus manos. El pelado se percató de la situación y empezó a alternar, entre la boca del joven y su concha, con empellones cada vez más fuertes, hasta que la hizo acabar con un orgasmo que le recorrió el cuerpo. Debi gimió como una gata en celo, sus gritos inundaron la habitación y dejaron paralizados a sus dos amantes.
Cuando dejo de temblar, el viejo ordenó al más joven que se acueste, y guió a ella para que lo montara. Debi recibió con mucho placer la pija del joven, mientras el pelado le sobaba las tetas abrazándola por la espalda, mordiendo el lóbulo de sus orejas, besando su cuello. Ella estaba entrando nuevamente en el camino de éxtasis, cuando el pelado dejó de acariciarla y se dispuso a chuparle el culo. Como un experto, movía su lengua por la raja y por instante se detenía en la entrada de su ano. Cuando su culo estaba bien salivado, el pelado le abrió las nalgas y con un solo movimiento la penetró. Sintió dolor, ardor en su ano, hasta que el joven aumentó la velocidad de sus movimientos y el placer la inundó.
Empezó a sentir como ambos se movían al ritmo justo para incrementar cada vez más su placer. El pelado le agarraba las tetas y las conducía a la boca del joven que mordisqueaba sus pezones, eran un verdadero equipo. Ella estaba extasiada, perdida, gemía sin parar y pedía pija a los gritos. Los movimientos aumentaron el ritmo hasta que sintió que la pija del más joven latía dentro de su concha y empezaba a tirar un chorro de semen, luego el viejo hizo lo propio inundando su ano, para que casi en simultaneo Debi explotara en un nuevo orgasmos, ya había perdido la cuenta de cuantos había tenido. Ambos hombres cayeron exhaustos en la cama mientras ella recogía el semen que escurría de su cuerpo para saborearlo.
Un rato después se despidieron, quedaron en volverse a ver en un futuro y le pidieron a Debi que por favor mantuviera esa hermosa costumbre de ser una apoyadora.
Para ese entonces, ya no tenía ese cuerpazo que hacían de su metro sesenta una bomba sexy desde los 14 años. En su adolescencia se había desarrollado de manera rápida, contaba con más de 100 cm en sus tetas y caderas, que adornaban una diminuta cintura. Sin embargo, el paso del tiempo le había dejado algo de pancita que disimulaba gracias a su exuberancia. Además, la fuerza de gravedad había hecho su trabajo en sus pechos y culo, aunque trataba de mantenerlos lo mejor posible. De todos sus atractivos, los que mantenía de mejor manera era su angelical cara. Era, literalmente, una muñeca de porcelana.
La primera mitad de su segunda década de vida la había destinado a distintos novios, con los que había tenido una vida sexual satisfactoria. En la actualidad, ya no estaba como para picotear por ahí, pero tampoco nada estable la convencía. La crisis de los 30 le había dado por vengar algo que había sufrido de chica: el acoso en el colectivo. Tardó un tiempo en madurar la idea, pero pergeñó un plan para acosar a tipos en el bondi.
Su proceder era simple, buscaba un transporte público que estuviera lleno, subía y elegía a su víctima. En general, hombres acompañados de sus novias o esposas, se les paraba detrás y la apoyaba descaramente las tetas en la espalda. Mientras disfrutaba de la incomodidad que les causaba a lo largo del viaje. Estudiaba sus reacciones, trataba de ver si lograba hacerles parar la pija. Y, cuando veía que lo lograba, avanzaba tocando alguna otra parte de su cuerpo. Cuando no había hombres con pareja, solía atacar a jóvenes menores que ella, en particular a aquellos que veía con cara de tímidos.
Con el tiempo fue perfeccionando y mejorando su plan. Una de las cosas que notó, es que cuando sus pezones estaban duros (porque ella también se calentaba en la situación) las victimas reaccionaban más rápido. Por tal motivo, agujereó un corpiño deportivo, de tal manera que sus areolas y pezones quedaban al descubierto, lo que los volvía más sensibles al roce y más fácil de sentir a sus víctimas. Además, incorporó una especie de manual de procedimiento: primero apoyaba las tetas suavemente, luego las movía en la espalda, después presionaba con mayor fuerza. Si su presa resistía en el lugar a esos pasos, tocaba su pierna, y si no reaccionaba ahí (cosa que nunca había pasado) tenía planeado rozar su culo e, incluso, manotearles el bulto.
La situación excitaba a Debi, desde que se ponía el corpiño con pezón libre, hasta que llegaba a algún baño a masturbarse para alivianar la tensión y calentura del momento. En los casos más extremos, en los que hacía contacto en la mano o la pierna, incluso sentía como su concha ya no daba abasto de jugos y liberaba algún suspiro en el mismo colectivo. Lo que hacía sonrojar sus víctimas.
Esa tarde, Debi había salido de su casa con su habitual corpiño, una remera blanca, calzas y una tanga que le marcaba perfectamente su cola. Cuando subió al colectivo vio a un joven de pantalón de vestir y camisa, ese era su atuendo favorito en las víctimas. Se paró justo entre él y un pelado que ocupaba el del pasillo de la parte de atrás del bondi. Enseguida, el rose de los pezones en la remera hicieron que se pongan duros, y procedió a frotarlos contra la espalda del joven. Este parecía no incomodarse, por lo que Debora fue avanzando en su plan, empezó a ejercer presión y, ante cada curva del colectivo, tirarse un poco contra la espalda.
Para este momento, la situación ya la calentaba. El joven parecía estar también disfrutando de la situación pero no esgrimía la mínima queja. Debi alcanzó a ver su bulto, realmente importante, y arremetió con la segunda parte del plan, tocó su pierna de manera “accidental” un par de veces. El joven estaba con su celular, respondiendo mensajes, pero se le notaba en la cara que disfrutaba la escena. Debora entonces procedió a una fase que hasta el momento no había llevado adelante, con un dedo recorrió la raya del culo de su víctima, este hizo un leve movimiento frunciéndose, pero se mantuvo como si nada pasara.
Para este entonces, nuestra protagonista sentía sus pezones a punto de estallar, y sentía como sus jugos se escurrían por su tanga diminuta empezando a mojar parte de su calza. Caliente, inconsciente de lo que hacía, metió su mano por el bolsillo del pantalón de vestir para sentir la dureza que se vislumbraba desde el costado. Dura, caliente, firme, fibrosa, la pija de su víctima la esperaba en medio de ese bolsillo que impedía sentirla a la perfección.
Debi estaba en pleno disfrute cuando sintió que la mano del joven la tomaba de la muñeca, mientras otra pija se posaba sobre su culo. Giró apenas la cabeza asombrada y vio al pelado sonreír, mientras una de sus manos tocaba sus tetas. El joven en un movimiento magistral quedó de frente a ella, la pija estaba de frente a su concha y hacía sentir todo sus resplandor. Debora estaba excitada, mojada, respiraba agitada, incluso se le escapó algún gemido. En ese momento el pelado le dijo al odio, casi pasándole la lengua por la oreja, en la próxima bajamos putita.
Al rato, estaban debajo del colectivo, el joven la había tomado de la mano y ella se dejó llevar hasta un telo. Mientras el Pelado negociaba para entrar los tres juntos, el joven no paraba de besarla y tocarla. Ardiendo, enredada en un solo beso con el joven, Debi ingresó a la habitación. En un solo movimiento el joven la despojó de su remera, al ver su corpiño con los pezones afuera el joven se dedicó a chuparlos y mordisquearlos, mientras el pelado espetó: Mira esta gordi, el invento de puta que tiene! Ella estaba muy caliente, agarraba la cabeza del joven y lo guiaba para que comiera mejor sus tetas.
En ese momento, el pelado le estaba sacando la calza, al ver la diminuta tanga empezó a sobarle el culo al tiempo que acariciaba su concha. Su expresión volvió a sentirse en la habitación: esta puta esta empapada, se mojó hasta la calza. Sus dedos se colaban en la concha de Debi, que decidió bajar a conocer personalmente la pija del más joven, de rodillas, abrió el pantalón, bajó el bóxer y vio como una pija rozagante, erecta, jugosa y grande se disparaba contra ella. Comenzó a chuparla, a saborearla, a comerla hasta los huevos con gran maestría. El joven estaba extasiado. Para ese entonces, el pelado se había puesto entre sus piernas y se dedicaba a comerle la concha. Con gran maestría el mayor de los hombres movía su lengua en el clítoris haciéndola retorcerse de placer y volverse más salvaje en la chupada de pija.
La situación, sumada a la calentura que acarreaba desde el colectivo, fueron demasiado para el joven que inundó la boca de Debi de semen. Acostumbrada a responder antes esta situación se tragó hasta la última gota, sin dejar que nada se le escape de sus labios. El pelado se mantuvo unos minutos comiéndole la concha, hasta que la invitó a un 69 en la cama. Al tirarse en ella, vio delante la pija del pelado, descomunal, mucho más grande y perfecta que la anterior, intentaba deglutirla pero le era imposible, el pelado, en tanto ya estaba arrancándole el primer orgasmo con su lengua y dedos moviéndose entre su concha y su culo.
Acto seguido, el Pelado la recostó en la cama y empezó a frotarle la cabeza de su inmensa pija por la concha. Debi gozaba el franeleo del glande por su vulva, pero quería sentirla bien adentro, miraba con cara de libidinosa a su amante ocasional mientras se apretaba las tetas. En un movimiento que la hizo estremecer de placer la penetró, lo que la hizo gemir, enseguida el joven le puso la pija cerca de su boca, para que vuelva a ponerla firme. Sentía toda la hombría del pelado en su concha, mientras comía la pija del más joven.
El hombre mayor parecía tener todo el control de la situación, en un movimiento indicó al joven que chupara el clítoris de Debi, mientras él la penetraba. Este accedió y quedó haciendo un 69 con la mujer, que estaba en las nubes sintiendo en simultaneo una lengua acariciar su clítoris y una terrible verga penetrándola. Mientras, saboreaba la pija del más joven que ya había vuelto a alcanzar su tamaño máximo.
Estaba en el medio de esa faena estaba cuando de repente dejó de sentir que su concha recibía atención, miró por donde pudo y vio como el joven estaba chupando la pija del viejo, eso la puso a mil y empezó a chuparle desesperadamente la pija al más joven, gimiendo, tratando de alcanzar su concha con una de sus manos. El pelado se percató de la situación y empezó a alternar, entre la boca del joven y su concha, con empellones cada vez más fuertes, hasta que la hizo acabar con un orgasmo que le recorrió el cuerpo. Debi gimió como una gata en celo, sus gritos inundaron la habitación y dejaron paralizados a sus dos amantes.
Cuando dejo de temblar, el viejo ordenó al más joven que se acueste, y guió a ella para que lo montara. Debi recibió con mucho placer la pija del joven, mientras el pelado le sobaba las tetas abrazándola por la espalda, mordiendo el lóbulo de sus orejas, besando su cuello. Ella estaba entrando nuevamente en el camino de éxtasis, cuando el pelado dejó de acariciarla y se dispuso a chuparle el culo. Como un experto, movía su lengua por la raja y por instante se detenía en la entrada de su ano. Cuando su culo estaba bien salivado, el pelado le abrió las nalgas y con un solo movimiento la penetró. Sintió dolor, ardor en su ano, hasta que el joven aumentó la velocidad de sus movimientos y el placer la inundó.
Empezó a sentir como ambos se movían al ritmo justo para incrementar cada vez más su placer. El pelado le agarraba las tetas y las conducía a la boca del joven que mordisqueaba sus pezones, eran un verdadero equipo. Ella estaba extasiada, perdida, gemía sin parar y pedía pija a los gritos. Los movimientos aumentaron el ritmo hasta que sintió que la pija del más joven latía dentro de su concha y empezaba a tirar un chorro de semen, luego el viejo hizo lo propio inundando su ano, para que casi en simultaneo Debi explotara en un nuevo orgasmos, ya había perdido la cuenta de cuantos había tenido. Ambos hombres cayeron exhaustos en la cama mientras ella recogía el semen que escurría de su cuerpo para saborearlo.
Un rato después se despidieron, quedaron en volverse a ver en un futuro y le pidieron a Debi que por favor mantuviera esa hermosa costumbre de ser una apoyadora.
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