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Capitulo II Colombiana la distancia

De regreso a mi casa no podía dejar de pensar en esa mujer. Tenía ganas de sentirla de nuevo, pero nos separaba el Océano. Mi suerte era tener un trabajo absorbente al que dedicaba muchas horas y que permitía distraer mi mente durante el día, pero al llegar la noche me conectaba a Skype para conversar con ella. A no tener vicios mayores Andrea se convirtió en mi droga.

No entendía muy bien porque estaba tan pendiente de una mujer que apenas conocía. Sumadas todas las horas que habíamos pasado juntos no llegaban a 24. Ni un solo día completo con ella y me tenía loco. No sabía quién era, ni donde vivía, cuál era su entorno y no había modo de contrastar todo lo que me había dicho. Así que decidí investigar por mi cuenta. Mi búsqueda por internet dio sus frutos y en pocos minutos encontré su nombre…vinculado a una página porno. Pensé al principio que se podía tratar de otra mujer con su mismo nombre, pero al aparecer la foto se despejó cualquier duda. Era ella en su versión más puta viciosa. Estaba apoyada a un taburete vestida en ropa íntima roja, mostrando sus largas y bien torneadas piernas y su cara de pícara. Me levanté y caminé por toda la casa, pase del baño a la cocina y de esta al dormitorio. Volví a mirar su perfil, donde se invitaba al lector a unirse a su show de webcam.

Admito que me desilusioné. Lo primero que me pasó por la cabeza es que no debía hacerme ningún tipo de ilusión con ella. Andrea era dueña de su vida y tenía todo el derecho de vivirla como quisiera.

Lo que me desconcertó profundamente es que, a la vez que esos pensamientos rondaban por mi cabeza, la polla se me pusiera tan dura. Un ejemplo palpable de lo que decía Woody Allen en una de sus películas, “mi mente y mi polla no se llevan bien”. Mientras una pensaba una cosa la otra caminaba en sentido opuesto. Creo que la disputa terminó siendo ganada por mi polla, porque en unos minutos me descubrí imaginando a Andrea frente a su cam, dando placer a decenas de hombres simultáneamente con su cara de mujer pervertida y, sobretodo, pervertidora. Esa noche me masturbé con esa imagen en mi mente y fue inspiración en otras pajas memorables, pero decidí no comentarle nada de mi descubrimiento.

Yo seguí con mi vida y durante esos meses tuve relaciones esporádicas con tres mujeres. Un encuentro con cada una de ellas que luego iré contando, pero después de esos tres polvos la imagen que se dibujaba mi mente volvía a ser la misma: Andrea.

Ella vivía temporalmente en Medellín en ese momento y se hospedaba en un hotel. La señal que recibía en su habitación no siempre era suficiente y muy a menudo iba hasta un cyber para hablar conmigo. Poco a poco nos fuimos conociendo y constatamos que el deseo era compartido y que crecía más y más con el tiempo. Las conversaciones acostumbraban a terminar con tensiones, humedades y retos.

Yo- Me muero por tocarte el culo.

Andrea- Uuuuuuuuuuuuuuuufffffffff

Yo- Sabes que eso me vuelve loco.

Andrea- Si leo cosas como esas me mojo.

Yo- Mmmmmmmm…

Andrea- Es que tienes la habilidad de ponerme cachonda.

Yo-¿Te has vuelto a mojar como el otro día?

Andrea- Sólo con una frase. Me moje un montón.

Yo- ¿Dónde estás?

Andrea- En un Cyber.

Yo- ¿Puedes conectar la cam?

Al conectar la webcam siempre me palpitaba el corazón un poco más fuerte y más rápido, más aún cuando tenía la certeza de que Andrea estaba cachonda. Ella no mentía nunca en eso, pero en varias ocasiones le pedí una garantía irrefutable de lo que me decía.

Yo- Quiero saber que tan mojada estás.

Andrea- ¡Lo estoy y mucho!

Yo- Metete un dedo.

Andrea no es de las que se corten o se hagan de rogar cuando está caliente, aunque estuviera en un cyber rodeada de gente. Simplemente se metía la mano con más o menos disimulo, se la sacaba y acercaba su índice y corazón a la cam, los separaba y miraba satisfecha como la viscosidad de su flujo vaginal formaba una película abundante entre sus dedos. La constatación de su calentón más la cara de vicio que siempre acompañaba esa acción provocaba inevitables tensiones bajo mí pantalón.

Esas conversaciones se repetían muy a menudo con algunas variaciones. Algunas veces me provocaba tan solo con levantarse de su asiento con cualquier excusa. Se paseaba un poco para que pudiera ver cómo le quedaban los pantalones ajustados a su precioso culo, lo bonito que lucía su escote o lo atrevida que era su nueva minifalda. Mi reacción era siempre la misma: palpitaciones y erección inmediata.

En una ocasión fue a un cyber que disponía de máquinas con un pequeño separador. Eso daba cierta intimidad, pero podía ser vista desde algunos puntos del local. Una charla sobre lo cotidiano pasó, como casi siempre, a una desinhibida descripción de durezas y humedades. La conversación fue subiendo cada vez más de tono hasta que me saque la polla para que viera como me había puesto. Ella para no ser menos, al resguardo de la posición de su pc, cogió la cam, la metió entre sus piernas, por debajo de la minifalda, separó la braguita y dejo que viera como entraba el dedito a su vagina y dejaba ese hilo de baba al salir. Yo seguía masturbando mi pene frente a la pantalla y ella acelero sus movimientos. Sus dedos casi desaparecían del monitor por la rapidez con la que los movía. También acercó el micrófono para que oyera el maravilloso chapotear de su coño “chap, chap, chap…” De vez en cuando subía la cam de nuevo para que viera su cara de puta caliente. La estaba excitando masturbarse en un local público lleno de gente. Su cara pasaba del fugaz estado de vigía al de placer despreocupado. Se iba a correr porque ya no aguantaba tantos días de tensión…”chap, chap, chap…” Acerco un momento el micro a su boca para hablarme.

Andrea- ¡Córrete hijo de puta! ¡Ya no aguanto más!

Le dije que pusiera la cam mostrando su rostro. Me excitaba mucho ver su expresión en el momento de correrse, más aun sabiendo que la podían ver y que debía contener sus gemidos. Intentaba aparentar normalidad, pero no lo conseguía. Sus auriculares con micrófono quedaron junto a su coño “chap, chap, chap…” Los recupero para poderme oír.

Yo- Tengo mucha leche acumulada, ¿La quieres ver?

Ella asintió con la cabeza y abrió los labios en señal de sumiso recibimiento. Me aparte un poco de la cam para que pudiera ver la trayectoria de mi disparo, ya que cuando estoy tan cargado acostumbro a lanzar mi semen a presión. Aguanté hasta que vi esa cara de placer que se le pone cada vez que se corre. Si hubiera pasado alguien junto a su máquina en ese momento ella no habría parado de masturbarse, porque cuando está en ese punto se le desactiva toda noción de norma moral. Yo no resistí más y mi leche salió disparada mientras veía su cara de perra satisfecha. Moje suelo, teclado y pantalla. Trabajo me llevó limpiarlo bien todo.

Nos tranquilizamos y nos sonreímos por nuestra fechoría. En un momento determinado hizo cara de sorpresa y me dijo:

Andrea- ¡Ay Ángel! Creo que no tuvimos algo en cuenta.

Yo- ¿Qué?

Andrea- Este cyber tiene cuatro cámaras de seguridad. Alguien se lo pasará bien cuando las revise- dijo riendo.

Creo que por si acaso la habían descubierto decidió no regresar a ese cyber y conectarse conmigo desde la sala común del hotel. Normalmente estaba repleta de gente y no conectaba su cam. En una ocasión salió el tema de los secretos y le dije que todos teníamos alguno escondido a lo que ella respondió que no en su caso.

Yo- ¿Seguro que no tienes ninguno?

Andrea- Que yo sepa no.

Yo- No quiero reclamarte porque sé que no tengo ningún derecho a hacerlo, pero he descubierto algo sobre ti. Me dijiste que trabajabas como empresaria, pero vi tu foto en una página de webcamers.

Le detalle los pormenores de mi investigación, paso a paso. Ella, como hace siempre, me escuchó con atención y al terminar me lo confesó todo, también paso a paso.

Andrea- Era algo que tenía prácticamente olvidado. Paso hace unos cinco años y seguramente quedó en internet. En un momento determinado mi empresa tenía serios problemas de solvencia, una amiga me dijo que ella ganaba mucho dinero como webcamer y que yo con mi cuerpo me haría millonaria. Trabajé allí dos semanas y la verdad es que no lo pasé nada mal. Me hacía mucha gracia ver como los hombres babeaban por todo lo que les decía y les hacía.

A pesar de que aún tenía algunos prejuicios revoloteando por la cabeza, mi polla ganó nuevamente la batalla.

Yo- ¿Que les decías? ¿Y qué les hacías?

Andrea- ¿De verdad lo quieres saber?

Yo- Si- respondí mientras notaba como mi verga endurecía más aún.

Andrea- Tenia una mini pieza que me prestaba la empresa para la que trabajaba. Había dos o tres piezas más en ese edificio. En ese espacio tenia colchón, sabanas, mis juguetes y un computador con cam desde el que podía chatear con todos mis clientes.

Yo- ¿Con cuántos hablabas a la vez?

Andrea- Con muchos. Yo no les veía normalmente, pero ellos a mí sí y sabía, por sus comentarios, que les gustaba lo que veían.

Los mantenía bien arrechos, pero lo que más valoraban es que lo hiciera de un modo poco frecuente en ese medio. Sólo de vez en cuando les mostraba un pezón o parte de mi cola. La mente es mucho más erótica que cualquier parte del cuerpo y la usaba.

Ciertamente Andrea, además de tener un físico privilegiado es una mujer con una gran intuición, buen sentido del humor e inteligencia. ¿Pueden imaginar lo que puede conseguir todo eso junto frente a una webcam?

Andrea- Les hablaba de mis fantasías, de cómo me gustaba tener sexo y de cómo se los haría a ellos. Accedía a parte de las sugerencias que escribían, pero no a todas. Algunas veces me levantaba para que pudieran verme bien en ropa íntima, me alejaba un poco o me ponía de espaldas para que vieran mi colita parada, después me giraba y mirando fijamente a la cámara metía mis deditos entre mis piernas, los acercaba a mí boca y los chupaba lentamente. Entonces alguno siempre quería un privado. La finalidad era esa, cuantos más privados tuviéramos más dinero ganaba… y yo gané mucho. El cliente pagaba y entonces empezaba el show de Andrea. Muchas veces el cliente decía que quería que hicieras, otras veces seguía mis instintos de mujer seductora. Acariciaba mis pechos y mi sexo a la vez que le decía todas las guarradas que me pasaban por la cabeza, que son muchas. En algunas ocasiones usaba alguno de mis juguetes, pero a decir verdad mis shows no duraban demasiado porque mis clientes se corrían rápido. Creo que les excitaba demasiado lo que veían.

Yo- ¿Y tú te calentabas?

Andrea- No, nunca. Las mujeres necesitamos más cosas para calentarnos. No es suficiente que te digan que tienen la polla dura. Sólo en una ocasión, con un cliente maduro con el que empecé a hablar de variedad de cosas, me sentí arrecha. Me dijo que no creía que yo tuviera 22 años, que yo era mucho más joven. Entró en el privado y cuando empecé a bajarme el tanga lentamente me dijo que parara, le pregunté si no le gustaba y el respondió que sí, pero que yo era demasiado niña. Yo hice lo que hubiera hecho en cualquier privado, pero la inicial resistencia de aquel señor me calentó. Seguí metiendo la mano en mi entrepierna y el señor se calentó. Me dijo que ya no aguantaba más y empezó a masturbarse, aunque yo solo veía su rostro. Sentí mariposas en mi vientre y continué con mi show.

Mi polla, la que no entiende de prejuicios, ya estaba empalmada desde hacía un buen rato. La descripción de Andrea, lejos de horrorizarme, activo una extraña excitación desconocida por mí hasta ese momento. Empecé a masturbarme, creo que ella lo intuyo y siguió con su relato sin escatimar detalles.

Yo- ¿Te gustaba él?

Andrea- Si, pero no sabía hasta qué punto. A diferencia de otras ocasiones mi cuca se estaba mojando, algo que no entendía muy bien. Él me dijo que me deseaba desde hacía tiempo, pero que no quería tener la sensación de que yo simplemente lo complacía. En ese momento no quería tan solo complacerlo a él, para mi sorpresa me estaba complaciendo a mí misma, los gemidos no eran fingidos y la leche de mi sexo era real. Me coloqué en cuatro para que tuviera una buena perspectiva de mi cola, sabía que le volvía loco eso y me seguí masturbando con mis deditos. Después de un rato así me giré para que viera que tan mojada tenía la mano. Con eso él sabría ya que mi placer era autentico y que se manifestaba a través de mi vagina mojada. Podía ver la cara de excitación del señor por mi pantalla y su expresión de placer me ponía más arrecha aún. Me preguntó si quería ver su miembro. Claro que quería verlo. En ese momento hubiera preferido chupárselo, pero me tocaba conformarme con eso.

Yo- ¡Hija de puta! ¡Me estás poniendo enfermo!

Andrea- Pasaba por un momento de crisis en mi vida y hacía meses que no tenía sexo, ni me masturbaba, pero ese señor borró de una todo eso y consiguió que mi pan fuera una regadera. Me tumbé para que viera como desaparecían los dedos en mi sexo y ya pensaba más en mi placer que en el suyo. Lo que sentía era demasiado bueno. Le dije que estaba a punto de venirme, moví mi mano a toda velocidad frotándome y empecé a tener espasmos de placer. El señor no pudo aguantar más y se corrió también. Aun tuve tiempo de ver los últimos chorros saliendo de su pija.

Su relato me excito tanto que le dije que me correría. Ella, aun en la sala común me dijo que esperara, que miraría si tenía internet en la habitación. Fue hasta ella, pero la señal llegaba de forma débil, tan solo abriendo la puerta podía conseguir la cobertura suficiente para que funcionara la videollamada, así que no la cerró.

Andrea- ¿Estás duró aun?

Yo- Ni te lo imaginas. Eres una autentica puta.

Andrea- Tú me haces sentir como tal. ¿Me dejas ver cómo te has puesto?

Bajé la cámara para que viera que tan dura estaba mi polla. Seguía agitándola arriba y abajo, aun bajo los efectos de su historia.

Andrea- Siempre consigues ponerme caliente. Veo tu pene erecto y se me moja toda la cuca.

Yo- Pues acaríciatela.

Andrea- No puedo, deje la puerta abierta y me podrían ver.

Yo- ¿Realmente te importa eso?

Andrea se fue quitando la ropa con toda la buena intención. Cada prenda que caía era un plus de excitación para mí. Exhibió su magnífico cuerpo para tener el control de mi placer y empezó a acariciar sus pezones, su parte más sensible. En un par de minutos ya estaba masturbándose de pie. Cualquiera podía entrar a su habitación y verla así. Intentaba no hacer ruido, pero no estoy seguro de que lo consiguiera.

Yo- Acerca tu coño a la cámara.

Andrea acerco su sexo rosado y siempre húmedo a la cam. Aunque a veces se congelaba la imagen podía ver perfectamente como jugaba con él, abría sus labios con una mano y metía ahí dos deditos de la otra que salían completamente mojados.

Yo- Túmbate y córrete como te corriste con tu señor.

Se tumbó sobre el colchón, abrió las piernas y empezó a frotarse con todo descaro sabiendo que tenía la puerta de la habitación abierta. No creo que le importara en ese momento, quería correrse y ver también como lo hacía yo. Miró fijamente a la pantalla disfrutando del resultado de su experiencia narrada, un miembro erecto que estaba a punto de estallar.

Andrea- ¡Córrete tu primero!

Me corrí a los pocos segundos de oír su orden. Me pareció que salían más chorros de los habituales. Andrea los vio, aceleró aún más el ritmo de la mano que no paraba de frotar su clítoris y empezó a gemir y a tener espasmos sobre su cama. Yo que, después de mi corrida, ya podía empezar a razonar pensé que difícilmente no se habría enterado medio hotel de lo que sucedía en esa habitación. Una vez relajada, pero aun con las piernas temblorosas, Andrea se levantó, fue hasta la puerta y la cerró sin ni siquiera fijarse si había alguien cerca. Creo que no le importaba demasiado.

Andrea- (riendo) Creo que hice un poco de ruido.

Yo- Eres un poco puta.

Andrea- Puede… y puede que no tanto. ¿Con cuántas mujeres has estado en tu vida?

Yo- Con algunas.

Andrea- Podrías contarlas con los dedos de tus manos?

Yo- No.

Andrea- Y podrías contarlas con los dedos de tus manos y pies?

Yo- Tampoco.

Andrea- Yo sólo tuve relaciones consentidas con dos hombres. Tú fuiste el tercero.

Me parecía difícil de entender en aquel momento que una mujer que disfrutaba del sexo de ese modo tan descarado, tan bella y tan sensual como Andrea, a sus 25 años, sólo hubiera tenido relaciones sexuales con dos hombres más. Reconozco que lo dudé, pero más adelante certifiqué que no mentía. Me estaba enamorando de una Santa… la Santa más puta que había conocido en mi vida.

2 comentarios - Capitulo II Colombiana la distancia

gat_black
un aplauso por que tu relato es muy bueno