La misma noche de mi cumple, luego de haber estado con el colectivero en un telo de Mataderos, fuimos a cenar con unos amigos a un bodegón de Palermo. Parrillada, abundante vino y champagne para el brindis. De ahí pasamos sin escalas a un boliche del Centro, a bailar y seguirla hasta que amanezca.
Como era una noche de joda, con canilla libre, nadie fue con auto, así que nos trasladamos en sendos taxis.
No quiero dar mayores detalles de los lugares a los que fuimos ni de la identidad de mis amigos, ya que no suelo cambiar los nombres de los protagonistas de mis relatos. Damián es Damián, Claudia es Claudia y el Cholo es el Cholo, no hay alteración ni seudónimos, ni con ellos ni con nadie.
Pero aunque prefiera mantener en el anonimato a mi círculo mas íntimo, debo hablarles de Diego, uno de nuestros mejores amigos.
Diego y mi marido se conocen desde la infancia, cursaron jardín, primaria y secundaria en el mismo colegio. Eran tan inseparables que siempre cuentan que hasta salieron con un par de gemelas y que nunca llegaron a diferenciar cual era la novia de cada uno, lo cual, como se imaginarán, dió pie a miles de anécdotas.
Luego, por razones de vida y estudio, sus caminos se separaron.
Mi marido entró a estudiar Ciencias Económicas y Diego, por presión paterna, se inscribió en Derecho, pero al poco tiempo abandonó y se dedicó a su verdadera pasión, el periodismo.
Cuando nos casamos, Diego fue testigo del Civil y padrino en nuestra boda por Iglesia. Lo que demuestra una amistad muy fuerte, no solo con él, sino también con Paula, su esposa, con quién nos hicimos íntimas apenas nos conocimos. Por eso todavía no puedo creer lo que pasó esa noche en el boliche.
Estábamos bailando en el medio de la pista, todo el grupete, ya con varias tragos encima. No solo bailábamos con la respectiva pareja de cada uno, sino que a cada rato hacíamos el cambiazo, de modo que todos bailábamos con todos.
El juego era que se bailaban todos los temas, que en su mayoría eran puro "punchi-punchi", pero cuando sonaba uno medio lento, de esos que hay que bailar pegados, debíamos bailarlo con quién nos tocara. Y a mí me toca con Diego.
Me acerco y comienzo a moverme delante suyo, diciéndole "vení" con el dedito índice. Quiero aclarar que no lo hago con la intención de seducirlo o excitarlo, es mi amigo, el esposo de mi amiga, por lo que no buscaba en absoluto provocarlo. Pero bueno, a veces lo hago sin darme cuenta.
Así que viene, se acerca y me pone una mano en la cintura.
-Feliz cumple Mariela- me dice con la voz medio pastosa.
Mis amigos me dicen Mary o Marita, pero para él siempre seré Mariela.
Me pone la otra mano en la espalda, que está al descubierto por el tajo del vestido, me atrae hacia él y me pega tal apoyada que hasta siento sus huevos palpitando de calentura.
Al principio pienso que se trata del entusiasmo del momento, la mezcla de adrenalina y alcohol, por lo que no digo nada, aunque trataba de apartarme todo lo que me fuera posible. Pero cuando la apoyada se hizo mas firme e intensa, ya no pude seguir haciéndome la que no me daba cuenta. Era demasiado evidente, y lo que de verdad me aterraba no era que me estuviera apoyando, sino que alguien de nuestro grupo lo notara.
-¿Que hacés?- le pregunto apartándome por enésima vez.
-¿Ehhh...?- se hace el pelotudo.
-Dale, no te hagas el sonso que me estás apoyando- le vuelvo a decir.
-¿Yo...?-
-Sí vos, mirá si Paula y M..., (por mi marido) se dan cuenta-
Mira hacia donde están nuestras respectivas parejas, me mira y entonces me dice:
-Vamos a un reservado entonces-
-No seas boludo- le digo, soltándome y dejándolo bailando solo.
Aprovecho para ir a mear y refrescarme un poco. En ese momento creo que alejarme es lo mejor.
El baño del boliche está al final de un pasillo oscuro y estrecho en donde se refugian algunas parejas a hacer de las suyas. Así que tanto a la ida como a la vuelta tengo que ir esquivando cuerpos.
Ya estoy volviendo a la pista, cuando alguien me agarra del brazo. Sorprendida me doy la vuelta y ahí lo veo, a Diego, mirándome como un asesino serial miraría a su víctima.
De un fuerte tirón me atrae hacia él. Siento su respiración agitada, el aliento a alcohol, no solo está borracho, sino también estimulado.
Vuelve a ponerme la mano en la cintura y a apoyarme con mas énfasis que la vez anterior.
-Diego, no hagas nada de lo que te puedas arrepentir- le digo, tratando de prevenir lo que ya parece inevitable.
Igual lo hace, acerca sus labios a los míos y me besa.
Sé que no debo hacerlo, no debo corresponderle, pero mi boca se abre, dejando que su lengua, impregnada de alcohol, se fusione con la mía.
Considerando esto como una aceptación de mi parte, me arrincona de espalda contra una de las columnas del pasillo, mete una mano por debajo de la falda de mi vestido y me acaricia por encima de la bombacha.
Sé que no debo, que no puedo permitirlo, pero mis piernas se abren con facilidad, mas aun cuando me introduce un par de dedos en la concha y empieza a masturbarme.
-¡No podés..., no podés hacerme esto...!- le digo entre exclamaciones de placer mas que de negación.
Pero me lo hace y yo no puedo (o no quiero) evitarlo.
-Voy a buscar forros y vuelvo- me dice, dejándome ahí, contra la columna, con el orgasmo latiéndome en las puertas de mi sexo.
Podría haberme ido, debería haberlo hecho, pero no lo hice. Me quede ahí a esperarlo.
El baño de hombres está a unos pocos pasos, así que vuelve enseguida. Me toma de la mano y me lleva con él sin que le oponga resistencia alguna.
Los reservados están en el primer piso, así que subimos, él adelante, llevándome con la prisa de quién ha estado esperando ese momento por largo tiempo.
-Diego..., volvamos..., ya se deben estar preguntando donde estamos- le digo aunque sin demasiado énfasis.
No me responde, así que tampoco le insisto.
Nos sentamos en el sofá del reservado y volvemos a besarnos. Ahora no solo nuestras lenguas celebran su juego, también nuestras manos que tratan de abarcar todo lo que les sea posible. Las suyas se concentran en mis pechos, las mías en el abultamiento que le inflama la entrepierna.
No tenemos demasiado tiempo, por lo que debemos obviar algunos preliminares.
Se levanta, se pone de pie a mi lado y abriéndose la bragueta del pantalón, se saca la pija.
Se la agarro y se la chupo, no tengo que mimarla demasiado, ya que la tiene como un fierro desde que me agarró en la pista.
-Diego..., esto está mal...- le digo desde abajo, aunque sin dejar de chupársela.
-¡Y se va a poner peor!- me asegura.
Se pone un forro, me abre de piernas, y tumbándome de espalda sobre el sofá, entra a cogerme con la bombacha puesta.
Entrelazo mis piernas alrededor de su cintura y me muevo con él, sintiendo cada golpe, cada empuje como una puñalada a nuestra amistad.
Me muerdo el labio inferior ya que me parece como que mi marido y mis amigos pudiesen escucharme gemir pese a la música y el estruendo general.
Diego tampoco jadea, se contiene, como si pensara lo mismo que yo.
Con las rodillas apoyadas en el sofá, se enfunda en mí, una y otra vez, hasta que no puede contenerse mas y acaba con una fuerza que retumba en todo mi interior. Acabo yo también, fundiéndome con él en un disfrute que, aunque culposo, me resulta sumamente placentero.
Cuando me la saca, me levanto rápidamente, como si el sofá me quemara. Me acomodo la bombacha y la falda del vestido, que se me había enrollado por encima de la cintura.
Él desecha el forro cargado de semen, y se abrocha el pantalón. Ninguno dice nada, en un momento como ése la palabras están de mas.
Bajamos la escalera lentamente, protegiéndonos de cualquier mirada indiscreta. Recién me doy cuenta de lo descuidados que fuimos al subir.
Al llegar a la Planta Baja, Diego vuelve a la pista y yo al baño.
Me enjuago la concha, me la seco con abundante papel higiénico y mirándome en el espejo trato de borrarme esa cara de polvo y culpabilidad que tengo.
Cuando vuelvo con mis amigos, sigo bailando pero con mi marido, no quiero mas intercambios, no quiero que me vuelva a tocar con Diego.
¿Como voy a hacer para mirarlo a la cara después de esta noche? ¿Como voy a hacer para mirar a Paula a la cara después de esta noche?
Reconozco que soy una puta, lo acepto, pero creía que tenía mis límites. ¿Que será de mi matrimonio si empiezo a quebrarlos? Solo espero que la respuesta no sea la que tanto temo...
Como era una noche de joda, con canilla libre, nadie fue con auto, así que nos trasladamos en sendos taxis.
No quiero dar mayores detalles de los lugares a los que fuimos ni de la identidad de mis amigos, ya que no suelo cambiar los nombres de los protagonistas de mis relatos. Damián es Damián, Claudia es Claudia y el Cholo es el Cholo, no hay alteración ni seudónimos, ni con ellos ni con nadie.
Pero aunque prefiera mantener en el anonimato a mi círculo mas íntimo, debo hablarles de Diego, uno de nuestros mejores amigos.
Diego y mi marido se conocen desde la infancia, cursaron jardín, primaria y secundaria en el mismo colegio. Eran tan inseparables que siempre cuentan que hasta salieron con un par de gemelas y que nunca llegaron a diferenciar cual era la novia de cada uno, lo cual, como se imaginarán, dió pie a miles de anécdotas.
Luego, por razones de vida y estudio, sus caminos se separaron.
Mi marido entró a estudiar Ciencias Económicas y Diego, por presión paterna, se inscribió en Derecho, pero al poco tiempo abandonó y se dedicó a su verdadera pasión, el periodismo.
Cuando nos casamos, Diego fue testigo del Civil y padrino en nuestra boda por Iglesia. Lo que demuestra una amistad muy fuerte, no solo con él, sino también con Paula, su esposa, con quién nos hicimos íntimas apenas nos conocimos. Por eso todavía no puedo creer lo que pasó esa noche en el boliche.
Estábamos bailando en el medio de la pista, todo el grupete, ya con varias tragos encima. No solo bailábamos con la respectiva pareja de cada uno, sino que a cada rato hacíamos el cambiazo, de modo que todos bailábamos con todos.
El juego era que se bailaban todos los temas, que en su mayoría eran puro "punchi-punchi", pero cuando sonaba uno medio lento, de esos que hay que bailar pegados, debíamos bailarlo con quién nos tocara. Y a mí me toca con Diego.
Me acerco y comienzo a moverme delante suyo, diciéndole "vení" con el dedito índice. Quiero aclarar que no lo hago con la intención de seducirlo o excitarlo, es mi amigo, el esposo de mi amiga, por lo que no buscaba en absoluto provocarlo. Pero bueno, a veces lo hago sin darme cuenta.
Así que viene, se acerca y me pone una mano en la cintura.
-Feliz cumple Mariela- me dice con la voz medio pastosa.
Mis amigos me dicen Mary o Marita, pero para él siempre seré Mariela.
Me pone la otra mano en la espalda, que está al descubierto por el tajo del vestido, me atrae hacia él y me pega tal apoyada que hasta siento sus huevos palpitando de calentura.
Al principio pienso que se trata del entusiasmo del momento, la mezcla de adrenalina y alcohol, por lo que no digo nada, aunque trataba de apartarme todo lo que me fuera posible. Pero cuando la apoyada se hizo mas firme e intensa, ya no pude seguir haciéndome la que no me daba cuenta. Era demasiado evidente, y lo que de verdad me aterraba no era que me estuviera apoyando, sino que alguien de nuestro grupo lo notara.
-¿Que hacés?- le pregunto apartándome por enésima vez.
-¿Ehhh...?- se hace el pelotudo.
-Dale, no te hagas el sonso que me estás apoyando- le vuelvo a decir.
-¿Yo...?-
-Sí vos, mirá si Paula y M..., (por mi marido) se dan cuenta-
Mira hacia donde están nuestras respectivas parejas, me mira y entonces me dice:
-Vamos a un reservado entonces-
-No seas boludo- le digo, soltándome y dejándolo bailando solo.
Aprovecho para ir a mear y refrescarme un poco. En ese momento creo que alejarme es lo mejor.
El baño del boliche está al final de un pasillo oscuro y estrecho en donde se refugian algunas parejas a hacer de las suyas. Así que tanto a la ida como a la vuelta tengo que ir esquivando cuerpos.
Ya estoy volviendo a la pista, cuando alguien me agarra del brazo. Sorprendida me doy la vuelta y ahí lo veo, a Diego, mirándome como un asesino serial miraría a su víctima.
De un fuerte tirón me atrae hacia él. Siento su respiración agitada, el aliento a alcohol, no solo está borracho, sino también estimulado.
Vuelve a ponerme la mano en la cintura y a apoyarme con mas énfasis que la vez anterior.
-Diego, no hagas nada de lo que te puedas arrepentir- le digo, tratando de prevenir lo que ya parece inevitable.
Igual lo hace, acerca sus labios a los míos y me besa.
Sé que no debo hacerlo, no debo corresponderle, pero mi boca se abre, dejando que su lengua, impregnada de alcohol, se fusione con la mía.
Considerando esto como una aceptación de mi parte, me arrincona de espalda contra una de las columnas del pasillo, mete una mano por debajo de la falda de mi vestido y me acaricia por encima de la bombacha.
Sé que no debo, que no puedo permitirlo, pero mis piernas se abren con facilidad, mas aun cuando me introduce un par de dedos en la concha y empieza a masturbarme.
-¡No podés..., no podés hacerme esto...!- le digo entre exclamaciones de placer mas que de negación.
Pero me lo hace y yo no puedo (o no quiero) evitarlo.
-Voy a buscar forros y vuelvo- me dice, dejándome ahí, contra la columna, con el orgasmo latiéndome en las puertas de mi sexo.
Podría haberme ido, debería haberlo hecho, pero no lo hice. Me quede ahí a esperarlo.
El baño de hombres está a unos pocos pasos, así que vuelve enseguida. Me toma de la mano y me lleva con él sin que le oponga resistencia alguna.
Los reservados están en el primer piso, así que subimos, él adelante, llevándome con la prisa de quién ha estado esperando ese momento por largo tiempo.
-Diego..., volvamos..., ya se deben estar preguntando donde estamos- le digo aunque sin demasiado énfasis.
No me responde, así que tampoco le insisto.
Nos sentamos en el sofá del reservado y volvemos a besarnos. Ahora no solo nuestras lenguas celebran su juego, también nuestras manos que tratan de abarcar todo lo que les sea posible. Las suyas se concentran en mis pechos, las mías en el abultamiento que le inflama la entrepierna.
No tenemos demasiado tiempo, por lo que debemos obviar algunos preliminares.
Se levanta, se pone de pie a mi lado y abriéndose la bragueta del pantalón, se saca la pija.
Se la agarro y se la chupo, no tengo que mimarla demasiado, ya que la tiene como un fierro desde que me agarró en la pista.
-Diego..., esto está mal...- le digo desde abajo, aunque sin dejar de chupársela.
-¡Y se va a poner peor!- me asegura.
Se pone un forro, me abre de piernas, y tumbándome de espalda sobre el sofá, entra a cogerme con la bombacha puesta.
Entrelazo mis piernas alrededor de su cintura y me muevo con él, sintiendo cada golpe, cada empuje como una puñalada a nuestra amistad.
Me muerdo el labio inferior ya que me parece como que mi marido y mis amigos pudiesen escucharme gemir pese a la música y el estruendo general.
Diego tampoco jadea, se contiene, como si pensara lo mismo que yo.
Con las rodillas apoyadas en el sofá, se enfunda en mí, una y otra vez, hasta que no puede contenerse mas y acaba con una fuerza que retumba en todo mi interior. Acabo yo también, fundiéndome con él en un disfrute que, aunque culposo, me resulta sumamente placentero.
Cuando me la saca, me levanto rápidamente, como si el sofá me quemara. Me acomodo la bombacha y la falda del vestido, que se me había enrollado por encima de la cintura.
Él desecha el forro cargado de semen, y se abrocha el pantalón. Ninguno dice nada, en un momento como ése la palabras están de mas.
Bajamos la escalera lentamente, protegiéndonos de cualquier mirada indiscreta. Recién me doy cuenta de lo descuidados que fuimos al subir.
Al llegar a la Planta Baja, Diego vuelve a la pista y yo al baño.
Me enjuago la concha, me la seco con abundante papel higiénico y mirándome en el espejo trato de borrarme esa cara de polvo y culpabilidad que tengo.
Cuando vuelvo con mis amigos, sigo bailando pero con mi marido, no quiero mas intercambios, no quiero que me vuelva a tocar con Diego.
¿Como voy a hacer para mirarlo a la cara después de esta noche? ¿Como voy a hacer para mirar a Paula a la cara después de esta noche?
Reconozco que soy una puta, lo acepto, pero creía que tenía mis límites. ¿Que será de mi matrimonio si empiezo a quebrarlos? Solo espero que la respuesta no sea la que tanto temo...
20 comentarios - Polvo de sábado a la noche...
Cuando subes ese relato yo lo quiero leer maritaputita 😉
"...fundiéndome con el en un disfrute que aunque culposo, me resulta sumamente placentero"
"...trato de borrarme esa cara de polvo y culpabilidad que tengo"
"...sintiendo cada golpe, cada empuje como una puñalada a nuestra amistad"[/i]
Mi querida Mary, siempre dices que eres una puta muy puta, y que ese es como tu sello personal, pero también eres una persona, un ser humano que respeta ciertos códigos. ¿Y que pasó aquí, como para cuestionar hasta el futuro de tu matrimonio?, Pienso que solo fue una "caída" producto de que eres una mujer demasiado caliente y fogosa, como muchos, y cuantos , de nosotros no ha querido garcharse a nuestra mejor amiga (o amigo) alguna vez?...jajaja Creo que tu matrimonio no está en riesgo, porque por muy puta que seas, amas a tu marido, y a tu familia, y eso no va a cambiar, así que echa fuera todo ese sentimiento de culpabilidad con que "adornaste" casi toda la historia!!
EXCELENTE post como siempre querida amiga, eres la mejor en este rubro, (de escritora me refiero...jajaja) sin dudas querida...FELICITACIONES!!👏👏 Abrazos y besos💋