Parte III (Aquí Parte II)
La mañana siguiente Caro se levantó relajada, feliz, como si hubiese tenido una noche de sexo furioso. Estaba radiante, esplendida, con una sonrisa que le iluminaba la cara. En el camino al trabajo un mensaje irrumpió como un balde de agua fría: dormiste bien bb, te mando un regalito. Era Franco, que acompañaba esa frase con una foto de su pija, erecta, venosa, con los primeros líquidos que asomaban de su punta. Caro se sobresaltó, se perturbó, miró a los costados para ver si alguien estaba mirando. Respiraba agitada, excitada.
A partir de ahí su vista se nubló, hizo todo por automatismo hasta llegar a la oficina. Cuando entró lo vio a Franco sentado, con una mueca socarrona en su cara. El resto de los compañeros estaba en sus cosas como si nada. Se sentó en su oficina e intentó trabajar. Al rato recibió otro mensaje, esta vez era sólo la pija de Franco, pero llena de leche. Los pezones de Caro respondieron al instante, por su concha le recorrió un leve cosquilleo. Pero se contuvo y siguió trabajando.
Un rato después, Franco entró a su oficina, cerró la puerta y con mucha soltura le dijo: te mande un mensaje, te gusto?. Caro, nerviosa, le contestó que le parecía una desubicación mandar esas cosas. A lo que Franco insistió: eso seguro, el tema es que si te gusta o no? A lo que Caro no respondió, y le reiteró lo fuera de lugar que estaba el mensaje. Seguido de eso, puso en claro que ellos tenían una relación laboral, y que mensajes como esos le podían costar el puesto. Franco apoyó sus manos sobre el escritorio y le dijo: esta noche me viene a visitar una amiga muy putita, te mantengo al tanto por mensaje. Y se fue.
Caro estaba indignada, no podía creer la desfachatez de ese joven y sentía que la situación se le iba de las manos. Por otra parte, se mantenía excitada. Cada tanto abría su teléfono para ver las fotos de la pija de Franco, o para chequear si caía otro mensaje. Casi no trabajó ese día, estuvo pensando en cómo terminar con lo que ya empezaba a tener tientes de acosos.
Esa noche, cuando estaba en el subte recibió un mensaje de Franco, era la foto de la chica, una rubia, bonita de cara, con un cuerpo de promotora. Debajo, se leía: no sabes lo que le gusta la pija. Caro se rió del mensaje, pero no contestó. Cuando llegó a su casa empezó a hacer diferentes cosas, siempre prestando atención al teléfono. Casi una hora después, un mensaje decía: te dije, y se veía a la rubia chupando la poronga de Franco. Caro se sentó en un sillón con el teléfono en la mano. Enseguida otro mensaje con un video corto, de unos treinta segundos, con una chupada de pija monumental. La rubia se metía toda la verga de Franco, hasta los huevos, y gemía mientras chupaba. Franco le daba indicaciones, le pedía cosas que ella accedía sin chistar.
Caro esperaba el próximo mensaje alternando entre mirar la foto y el video. Sin darse cuenta, estaba mordiendo su dedo mayor, incluso por momento se lo chupaba. El celu volvió a sonar, y el mensaje esta vez mostraba a la rubia acostada, con las piernas abiertas, y la lengua de Franco cerca de su concha. La situación era obvia. Caro se desesperaba, veía la concha de la chica sin un solo pelo, llena de jugos, imaginaba la situación. Para este entonces, su mano ya estaba apretando sus pezones, casi instintivamente.
El nuevo mensaje tardaba en llegar y Caro imaginaba que Franco estaba haciendo delirar a esa rubia con su lengua. Sus manos ya acariciaban su vulva. No dejaba de pensar en el placer recibido en esa concha de tanto ser chupada. Caro sentía su vagina humeda, ya había desistido de mantener su ropa, estaba en el sillón apenas con una remera, sin tanga, sin corpiño. Sus piernas permanecían abiertas de par en par, su mano jugueteaba con el clítoris, con la entrada de vagina.
Cuando sonó el teléfono traía la imagen de la rubia en cuatro, y la verga e Franco apuntando a su concha. A poco tiempo, un video de más de un minuto, a puro gemido. La concha de esa chica se tragaba la pija entera de Franco, cada tanto él se quedaba quieto y ella movía con maestría su cuerpo para que la verga entrar toda. Gritaba como una perra en celo, pedía pija, pedía chirlos, que la cogieran más duro. Los dedos de Caro, para ese entonces, ya se metían salvajemete en su concha. Hasta que una frase la conmovió, la rubia grito: la quiero en el culo, papi. La frase hizo que Caro estallara en un orgasmo fantástico, de esos que hacen temblar las piernas.
Mientras jugaba con su bello púbico y se estaba recuperando, llegó otro mensaje más, solo texto. “Queres ver como le rompo el ojete”, decía. La calentura no dejó pensar a Caro, que contestó: Por favor!. Al instante se arrepintió de lo que hizo, pero ya era tarde, las dos tildes azules mostraban inequívocamente que Franco tenía todo el control de la situación. El video llegó a los minutos, era elocuente. Se veía desde que la cabeza de la pija empezaba a entrar en el culo de la rubia, se escuchaban los gritos de ella de placer, miles de insultos denigrantes de parte de Franco, la excitación de ambos.
Caro ya estaba con sus dedos dentro de su húmeda concha, y otro jugando en la entrada de su culo. El minuto y medio que duró el video le sobró para llegar al climax. Cuando estaba acabando vio como la leche de Franco se esparcía en las nalgas de la rubia, como ella buscaba con su mano levantarla para llevársela a la boca. El temblor pasaba cuando otro mensaje de Franco decía: te gusto? Queres ser mi próxima putita?”. Aún confundida por lo que había pasado, con la respiración y el orgasmo recién saliendo de su cuerpo, Caro dejó el mensaje sin contestar. Se quedó tirada en el sofá, con su mano en la concha, moviéndola suavemente, tocando con la otra mano su pezón, mordiendo sus labios. Cuando se reincorporó de semejante paja, luego de pegarse una ducha y comer algo, volvió a agarrar el teléfono y contestó: Te desubicas de vuelta. Apagó el celular y se fue a dormir.
Continuará...
La mañana siguiente Caro se levantó relajada, feliz, como si hubiese tenido una noche de sexo furioso. Estaba radiante, esplendida, con una sonrisa que le iluminaba la cara. En el camino al trabajo un mensaje irrumpió como un balde de agua fría: dormiste bien bb, te mando un regalito. Era Franco, que acompañaba esa frase con una foto de su pija, erecta, venosa, con los primeros líquidos que asomaban de su punta. Caro se sobresaltó, se perturbó, miró a los costados para ver si alguien estaba mirando. Respiraba agitada, excitada.
A partir de ahí su vista se nubló, hizo todo por automatismo hasta llegar a la oficina. Cuando entró lo vio a Franco sentado, con una mueca socarrona en su cara. El resto de los compañeros estaba en sus cosas como si nada. Se sentó en su oficina e intentó trabajar. Al rato recibió otro mensaje, esta vez era sólo la pija de Franco, pero llena de leche. Los pezones de Caro respondieron al instante, por su concha le recorrió un leve cosquilleo. Pero se contuvo y siguió trabajando.
Un rato después, Franco entró a su oficina, cerró la puerta y con mucha soltura le dijo: te mande un mensaje, te gusto?. Caro, nerviosa, le contestó que le parecía una desubicación mandar esas cosas. A lo que Franco insistió: eso seguro, el tema es que si te gusta o no? A lo que Caro no respondió, y le reiteró lo fuera de lugar que estaba el mensaje. Seguido de eso, puso en claro que ellos tenían una relación laboral, y que mensajes como esos le podían costar el puesto. Franco apoyó sus manos sobre el escritorio y le dijo: esta noche me viene a visitar una amiga muy putita, te mantengo al tanto por mensaje. Y se fue.
Caro estaba indignada, no podía creer la desfachatez de ese joven y sentía que la situación se le iba de las manos. Por otra parte, se mantenía excitada. Cada tanto abría su teléfono para ver las fotos de la pija de Franco, o para chequear si caía otro mensaje. Casi no trabajó ese día, estuvo pensando en cómo terminar con lo que ya empezaba a tener tientes de acosos.
Esa noche, cuando estaba en el subte recibió un mensaje de Franco, era la foto de la chica, una rubia, bonita de cara, con un cuerpo de promotora. Debajo, se leía: no sabes lo que le gusta la pija. Caro se rió del mensaje, pero no contestó. Cuando llegó a su casa empezó a hacer diferentes cosas, siempre prestando atención al teléfono. Casi una hora después, un mensaje decía: te dije, y se veía a la rubia chupando la poronga de Franco. Caro se sentó en un sillón con el teléfono en la mano. Enseguida otro mensaje con un video corto, de unos treinta segundos, con una chupada de pija monumental. La rubia se metía toda la verga de Franco, hasta los huevos, y gemía mientras chupaba. Franco le daba indicaciones, le pedía cosas que ella accedía sin chistar.
Caro esperaba el próximo mensaje alternando entre mirar la foto y el video. Sin darse cuenta, estaba mordiendo su dedo mayor, incluso por momento se lo chupaba. El celu volvió a sonar, y el mensaje esta vez mostraba a la rubia acostada, con las piernas abiertas, y la lengua de Franco cerca de su concha. La situación era obvia. Caro se desesperaba, veía la concha de la chica sin un solo pelo, llena de jugos, imaginaba la situación. Para este entonces, su mano ya estaba apretando sus pezones, casi instintivamente.
El nuevo mensaje tardaba en llegar y Caro imaginaba que Franco estaba haciendo delirar a esa rubia con su lengua. Sus manos ya acariciaban su vulva. No dejaba de pensar en el placer recibido en esa concha de tanto ser chupada. Caro sentía su vagina humeda, ya había desistido de mantener su ropa, estaba en el sillón apenas con una remera, sin tanga, sin corpiño. Sus piernas permanecían abiertas de par en par, su mano jugueteaba con el clítoris, con la entrada de vagina.
Cuando sonó el teléfono traía la imagen de la rubia en cuatro, y la verga e Franco apuntando a su concha. A poco tiempo, un video de más de un minuto, a puro gemido. La concha de esa chica se tragaba la pija entera de Franco, cada tanto él se quedaba quieto y ella movía con maestría su cuerpo para que la verga entrar toda. Gritaba como una perra en celo, pedía pija, pedía chirlos, que la cogieran más duro. Los dedos de Caro, para ese entonces, ya se metían salvajemete en su concha. Hasta que una frase la conmovió, la rubia grito: la quiero en el culo, papi. La frase hizo que Caro estallara en un orgasmo fantástico, de esos que hacen temblar las piernas.
Mientras jugaba con su bello púbico y se estaba recuperando, llegó otro mensaje más, solo texto. “Queres ver como le rompo el ojete”, decía. La calentura no dejó pensar a Caro, que contestó: Por favor!. Al instante se arrepintió de lo que hizo, pero ya era tarde, las dos tildes azules mostraban inequívocamente que Franco tenía todo el control de la situación. El video llegó a los minutos, era elocuente. Se veía desde que la cabeza de la pija empezaba a entrar en el culo de la rubia, se escuchaban los gritos de ella de placer, miles de insultos denigrantes de parte de Franco, la excitación de ambos.
Caro ya estaba con sus dedos dentro de su húmeda concha, y otro jugando en la entrada de su culo. El minuto y medio que duró el video le sobró para llegar al climax. Cuando estaba acabando vio como la leche de Franco se esparcía en las nalgas de la rubia, como ella buscaba con su mano levantarla para llevársela a la boca. El temblor pasaba cuando otro mensaje de Franco decía: te gusto? Queres ser mi próxima putita?”. Aún confundida por lo que había pasado, con la respiración y el orgasmo recién saliendo de su cuerpo, Caro dejó el mensaje sin contestar. Se quedó tirada en el sofá, con su mano en la concha, moviéndola suavemente, tocando con la otra mano su pezón, mordiendo sus labios. Cuando se reincorporó de semejante paja, luego de pegarse una ducha y comer algo, volvió a agarrar el teléfono y contestó: Te desubicas de vuelta. Apagó el celular y se fue a dormir.
Continuará...
13 comentarios - Caro - Parte III