Primera Parte
Carolina había superado la mitad de su tercera década de vida, soltera, había dedicado su vida al estudio y el trabajo. Poco más de un metro sesenta, con unos quilos de más, trabajaba en un estudio de diseño de interiores desde que se había recibido en esa carrera. De clase media, había logrado ascender en la empresa en sus casi diez años trabajando.
Un proyecto de noviazgo trunco entre los 20 y los 30 la había desilusionado. Caro había entregado todo, desde su virginidad, hasta su corazón y confianza, pasando sus secretos más profundos. Esa ruptura la sumió en una depresión de la que le costó salir durante varios años. Así fue que, aproximadamente a los 28, Caro retomó su vida de soltera. Tímida, con una educación pacata de colegio religioso, le costó mucho tener una vida social activa. Sus amistades tampoco ayudaron mucho, todas en pareja, Caro quedó relegada a alguna salida con compañeros de la oficina, con los que prefería no entablar relación.
A los 30 y pico, Caro se había descuidado bastante en lo físico, su cuerpo ya no se reponía de manera tan rápida de los vaivenes de las dietas y le costaba que su abdomen no se note. Además, los intentos fallidos de relaciones amorosas le habían hecho perder el interés incluso en el sexo. En rigor de verdad, Caro no había tenido muchos intentos de volver a estar en pareja. En general había salido un par de veces con distintos hombres, pero la espantaba la obligación de encamarse con ellos. Su libido funcionaba diferente, ella necesitaba un cortejo largo, con salidas y otros intereses para poder entregarse.
Su vida profesional comenzó a transformase paulatinamente en su única vida. El trabajo era el lugar donde se veía recompensada, y avanzó en el estudio hasta ser la mano derecha de su jefa, una acomodada diseñadora de zona norte. Un día, entró a trabajar en la oficina Franco, un joven que apenas superaba los 20 años en el que evidentemente era su primer trabajo. Alto, bastante fachero, y excesivamente canchero. Desde su ingreso, Caro lo tuvo entre ceja y ceja, lo miraba con bronca, con ganas de que se mande alguna para rajarlo.
No llevaba un mes en el trabajo, que Franco propuso a todos ir a un affter office. Caro acepto la invitación, no eran tantos unos seis, entre los que se encontraban otro compañero y tres chicas, una de ellas Romina. Romi era casada, tenía unos 33 y un buen pasar económico. Cerca del metro setenta, tenía un cuerpo esbelto, un culo interesante y unas tetas hermosas que le había regalado su marido luego de su tercer hijo.
Ya en el after, tomaron algo, charlaron, bailaron un poco, hasta que un momento Caro vio como Franco se acercaba a Romi, le hablaba muy cerca, se reían, se miraban fijo, claramente iba a pasar algo. En un abrir y cerrar de ojos, Caro vio como ambos se besaban, no podía creer que ella fuera capaz de traicionar así a su marido. Se quedó observando la escena, él la besaba mientras tocaba su culo de manera obscena, le agarraba fuerte las nalgas y la apretaba contra una columna. Ella, en tanto, intentaba agarrar sus manos mientras abría sus piernas y lo envolvía de a poco. Se besaban, mordían sus labios, desde donde estaba podía ver como se movían las lenguas. Las manos de él se metían por sobre su blusa, no era difícil adivinar que sus manos buscaban sus pechos, ella intentaba frenarlo pero sin mucha intención real. Parecía entregada a la lujuria. Él ya estaba haciendo movimiento con su pelvis, solo la ropa evitaba que la penetrara a la vista de todos, presionando con su pija contra la concha de ella, mientras mordía su cuello, los lóbulos de sus orejas.
Caro estaba embelesada mirando la excitación de sus dos compañeros. Su cuerpo también empezaba a dar señales de calentura, sus pezones se endurecían y chocaban contra su corpiño armado. Sentía brevemente como sus jugos empezaban a brotar de su concha llenando de a poco su protector diario. Sin saberlo, mordía sus labios, pasaba su lengua por sus dientes, humedecía de vuelta sus labios para volver a morderlos. Y seguía mirando. En un momento, una compañera que estaba con ella en la mesa le hizo un comentario que la distrajo, y cuando intentó buscarlos de vuelta los tenía enfrente a los dos, comentándoles que se iban.
La salida de la pareja dispersó al resto del grupo, que arreglaron para volverse a sus casas. Caro se mantenía excitada cuando llegó a su departamento, se tiró en un sofá y pensó en masturbarse, hacía tiempo que no lo hacía. No era muy pajera, lo hacía cada tanto, cuando tenía emociones fuertes o cuando ya estaba muy caliente, pero en el fondo le daba culpa, así la habían educado. Estaba deliberando eso en su mente, cuando recibió un mensaje que contenía una imagen. Miró el celular y era Franco, el mensaje decía: para que sigas al tanto. Y la imagen era muy elocuente, era Romi chupándole la pija.
Caro se alteró, se percató que Franco la había visto mirándolos y no podía entender como se había atrevido a tanto. Tampoco entendía como Romi se había prestado a eso. Además, estaba caliente, su concha seguía humeda y el mensaje volvió a despertar a sus pezones. No sabía que hacer, la opción de la paja había sido superada por la indignación. Optó por ignorarlo. Se tomó un café, se cambió y se acostó a dormir, cuando otro mensaje sonó en su teléfono.
El remitente también era Franco, y en este caso, era un video. La curiosidad le ganó y lo abrió, la imagen era más que elocuente. Romi estaba en 4, recibiendo una monumental cogida de Franco. No eran más de 30 segundos, donde se escuchaba a ella gemir como una gata en celo, mientras que él le decía cosas como: dale putita, move el culo que te encanta la pija, hace cuanto no me garcho una perra así. El video finalizaba con Franco metiendo su dedo pulgar en el culo de Romi, que se retorcía de placer y acababa en un grito.
Caro estaba totalmente excitada. Antes que el video termine, su mano estaba tocando sus pechos, apretándolos. Decidió que no podía dormir así, y se dedicó a su concha. Empezó acariciando su vulva, moviendo un dedo de punta a punta, mientras pellizcaba sus pezones. Siguió acariciando su clítoris, presionando, pellizcándolo, moviendo un dedo sobre él, cuando los jugos había lubricado por demás su concha, introdujo un dedo, y empezó a decirse guarangadas a ella misma: soy una puta calentona, como me gustaría estar garchando, quiero una pija ahora. El éxtasis fue tan grande que terminó con su pijama lleno de sus propios fluidos. Se relajó y se quedó profundamente dormida….
Continuará…
Parte II
Carolina había superado la mitad de su tercera década de vida, soltera, había dedicado su vida al estudio y el trabajo. Poco más de un metro sesenta, con unos quilos de más, trabajaba en un estudio de diseño de interiores desde que se había recibido en esa carrera. De clase media, había logrado ascender en la empresa en sus casi diez años trabajando.
Un proyecto de noviazgo trunco entre los 20 y los 30 la había desilusionado. Caro había entregado todo, desde su virginidad, hasta su corazón y confianza, pasando sus secretos más profundos. Esa ruptura la sumió en una depresión de la que le costó salir durante varios años. Así fue que, aproximadamente a los 28, Caro retomó su vida de soltera. Tímida, con una educación pacata de colegio religioso, le costó mucho tener una vida social activa. Sus amistades tampoco ayudaron mucho, todas en pareja, Caro quedó relegada a alguna salida con compañeros de la oficina, con los que prefería no entablar relación.
A los 30 y pico, Caro se había descuidado bastante en lo físico, su cuerpo ya no se reponía de manera tan rápida de los vaivenes de las dietas y le costaba que su abdomen no se note. Además, los intentos fallidos de relaciones amorosas le habían hecho perder el interés incluso en el sexo. En rigor de verdad, Caro no había tenido muchos intentos de volver a estar en pareja. En general había salido un par de veces con distintos hombres, pero la espantaba la obligación de encamarse con ellos. Su libido funcionaba diferente, ella necesitaba un cortejo largo, con salidas y otros intereses para poder entregarse.
Su vida profesional comenzó a transformase paulatinamente en su única vida. El trabajo era el lugar donde se veía recompensada, y avanzó en el estudio hasta ser la mano derecha de su jefa, una acomodada diseñadora de zona norte. Un día, entró a trabajar en la oficina Franco, un joven que apenas superaba los 20 años en el que evidentemente era su primer trabajo. Alto, bastante fachero, y excesivamente canchero. Desde su ingreso, Caro lo tuvo entre ceja y ceja, lo miraba con bronca, con ganas de que se mande alguna para rajarlo.
No llevaba un mes en el trabajo, que Franco propuso a todos ir a un affter office. Caro acepto la invitación, no eran tantos unos seis, entre los que se encontraban otro compañero y tres chicas, una de ellas Romina. Romi era casada, tenía unos 33 y un buen pasar económico. Cerca del metro setenta, tenía un cuerpo esbelto, un culo interesante y unas tetas hermosas que le había regalado su marido luego de su tercer hijo.
Ya en el after, tomaron algo, charlaron, bailaron un poco, hasta que un momento Caro vio como Franco se acercaba a Romi, le hablaba muy cerca, se reían, se miraban fijo, claramente iba a pasar algo. En un abrir y cerrar de ojos, Caro vio como ambos se besaban, no podía creer que ella fuera capaz de traicionar así a su marido. Se quedó observando la escena, él la besaba mientras tocaba su culo de manera obscena, le agarraba fuerte las nalgas y la apretaba contra una columna. Ella, en tanto, intentaba agarrar sus manos mientras abría sus piernas y lo envolvía de a poco. Se besaban, mordían sus labios, desde donde estaba podía ver como se movían las lenguas. Las manos de él se metían por sobre su blusa, no era difícil adivinar que sus manos buscaban sus pechos, ella intentaba frenarlo pero sin mucha intención real. Parecía entregada a la lujuria. Él ya estaba haciendo movimiento con su pelvis, solo la ropa evitaba que la penetrara a la vista de todos, presionando con su pija contra la concha de ella, mientras mordía su cuello, los lóbulos de sus orejas.
Caro estaba embelesada mirando la excitación de sus dos compañeros. Su cuerpo también empezaba a dar señales de calentura, sus pezones se endurecían y chocaban contra su corpiño armado. Sentía brevemente como sus jugos empezaban a brotar de su concha llenando de a poco su protector diario. Sin saberlo, mordía sus labios, pasaba su lengua por sus dientes, humedecía de vuelta sus labios para volver a morderlos. Y seguía mirando. En un momento, una compañera que estaba con ella en la mesa le hizo un comentario que la distrajo, y cuando intentó buscarlos de vuelta los tenía enfrente a los dos, comentándoles que se iban.
La salida de la pareja dispersó al resto del grupo, que arreglaron para volverse a sus casas. Caro se mantenía excitada cuando llegó a su departamento, se tiró en un sofá y pensó en masturbarse, hacía tiempo que no lo hacía. No era muy pajera, lo hacía cada tanto, cuando tenía emociones fuertes o cuando ya estaba muy caliente, pero en el fondo le daba culpa, así la habían educado. Estaba deliberando eso en su mente, cuando recibió un mensaje que contenía una imagen. Miró el celular y era Franco, el mensaje decía: para que sigas al tanto. Y la imagen era muy elocuente, era Romi chupándole la pija.
Caro se alteró, se percató que Franco la había visto mirándolos y no podía entender como se había atrevido a tanto. Tampoco entendía como Romi se había prestado a eso. Además, estaba caliente, su concha seguía humeda y el mensaje volvió a despertar a sus pezones. No sabía que hacer, la opción de la paja había sido superada por la indignación. Optó por ignorarlo. Se tomó un café, se cambió y se acostó a dormir, cuando otro mensaje sonó en su teléfono.
El remitente también era Franco, y en este caso, era un video. La curiosidad le ganó y lo abrió, la imagen era más que elocuente. Romi estaba en 4, recibiendo una monumental cogida de Franco. No eran más de 30 segundos, donde se escuchaba a ella gemir como una gata en celo, mientras que él le decía cosas como: dale putita, move el culo que te encanta la pija, hace cuanto no me garcho una perra así. El video finalizaba con Franco metiendo su dedo pulgar en el culo de Romi, que se retorcía de placer y acababa en un grito.
Caro estaba totalmente excitada. Antes que el video termine, su mano estaba tocando sus pechos, apretándolos. Decidió que no podía dormir así, y se dedicó a su concha. Empezó acariciando su vulva, moviendo un dedo de punta a punta, mientras pellizcaba sus pezones. Siguió acariciando su clítoris, presionando, pellizcándolo, moviendo un dedo sobre él, cuando los jugos había lubricado por demás su concha, introdujo un dedo, y empezó a decirse guarangadas a ella misma: soy una puta calentona, como me gustaría estar garchando, quiero una pija ahora. El éxtasis fue tan grande que terminó con su pijama lleno de sus propios fluidos. Se relajó y se quedó profundamente dormida….
Continuará…
Parte II
9 comentarios - Caro - Parte I
saludos.