Mi primera vez en la línea erótica por Tamara Pérez
Esa chica perversa de 22 añitos con la que has soñado toda tu vida. Si, siempre he sido una rebelde, y todo por el sexo. Ya desde el colegio daba problemas porque me gustaba meterme en los servicios de los mayores, y claro, entre tanto chico, pues pasaba lo que pasaba. Ahora sin embargo me gustan de uno en uno y trabajar en el teléfono erótico se ha convertido en la mejor manera de dar rienda suelta a mis fantasías y a mis perversiones.
Soy lo que se viene a conocer como una “lolita”, ese tipo de chica joven que es el sueño de muchos hombres, y yo claro, encantada de la vida de que me llamen hombres hechos y derechos.
Recuerdo la primera vez, os la contaré en mi relatos erótico.
Fue un polvazo virtual, un orgasmo como nunca, y me convencí que este era el trabajo de mi vida. Calentar tanto a los hombres al menos como me pongo yo. Y es que es escuchar una voz de tío, y ya estoy empapada.
PRIMERA VEZ AL TELÉFONO ERÓTICO, UN ORGASMO BRUTAL
Era un tipo de unos cuarenta años. Según él se había quedado en la oficina porque tenía mucho trabajo atrasado, pero estaba claro que lo que quería era sexo, así que me llamó a la línea erótica y lo tuvimos, si, y del bueno.
– ¿Hola? – contesté al teléfono caliente.
– Hola, ¿Tamara?
– Si, cielo soy yo.
– Te he visto en la web, eres una monada.
– Muchas gracias cariño.
– ¿Y es verdad que te gusta todo lo que pone ahí? Orgias, voyerismo, sadismo, bukkake.
– Si, si, claro que me gusta. Pero ahora estoy más tranquilita y ya solo los hombres de uno en uno.
– Menuda pieza debes ser tú.
– Si te refieres al sexo, si. Lo soy y además me gusta. No hay nada que me satisfaga más que dar placer a los hombres y gozar yo también, claro. ¿Y tu? Que es lo que más te pone de las chicas.
– Pues te cuento, primero que sean jóvenes, como tu, y luego siento una adoración casi enfermiza por los coñitos ricos y rosados. Es mi fetiche.
– Um. Qué bien, eso me gusta. La mayoría solo quiere penetración directamente, o que se la chupen, pero pasan de mi coño.
– Pues yo debo ser diferente, aunque me gustan las mamadas y follar duro, pero donde esté calentar un coño, que se quite todo. El resto puede esperar.
– Y te ha gustado el mío, por lo que veo.
– Pues lo imagino, ya que solo puedo ver la cara de vicio que tienes al meterte tu juguetito.
– Bueno, si, para que nos vamos a engañar, son mis mejores amigos, y trabajando en esto, yo diría que necesarios.
– ¿Pero te corres con todos los que llaman?
– Con casi todos, si. No olvides que me encanta dar placer y eso me excita tanto que acabo tan caliente que tengo que masturbarme, si.
– Pues yo quería primero darte placer a ti.
– ¡Bien! No creas que eso no me excita. También le gusta a una que la consideren.
– Si, deseo llenarte de placer, pero muy centradito en tu coñito, aunque antes me gustaría saber como estás ahora.
– Pues solo con unas braguitas. Hace calor donde vivo. Y además no soporto nada que me oprima el pecho.
– Por cierto, las tienes preciosas. Deben estar duritas y tersas.
– Si, claro, no olvides que tengo 22. De momento siempre bien firmes.
– Eso me apasiona también, no soporto las que se mueven por todas partes o las que están operadas.
– Las mías se mueven si cabalgo encima de un tío. Pero poco más.
– ¿O si yo las acaricio?
– Claro, claro.
– ¿Y si las beso?
– Um. También, también.
– ¿O si me las llevo a la boca y succiono?
– Si, si, si.
– ¿O si me dejas que mordisque esos pezones tan duritos?
– Si, si, claro, todo lo que quieras.
Sabía bien lo que quería, y también como calentar a una chica, aunque fuera con sexo telefónico. Cuando me decía esas cosas, yo ya empezaba a tocármelas, a pasarme el dedo alrededor de los pezones, y en menos de un minuto estaban como piedras. Su voz, su tono, su forma de hablar era realmente erótica. No pude dejar de compartir cómo estaba en esos momentos.
– Cielo, me has puesto muy caliente. Imagino lo que harías con mis tetas y me encanta. Los tíos normalmente solo quieren agarrar y apretar, pero tu, sabes como tratarme.
– Te dije que quería hacerte gozar, y para mi es muy importante que te vayas calentando, además me gusta tu pecho, estoy loco por comerlo.
– Y yo porque lo hagas, te confieso que me lo toco. Está muy duro.
– Pues ahora lo haré yo. Deseo acercarme despacio, poner encima mis labios húmedos, lamer un poco hasta llegar a una de las aureolas, lamerla, rodearla con la lengua, y con la otra mano, acariciar tu otro pecho.
– Um, cielo, no pares ahora. Te cojo de la nuca y te masajeo, pero no pares.
– Claro que no, queda lo mejor. Lo que hago ahora es juntarlas, con delicadeza, pero ponerlas las dos juntitas para que así mi lengua pueda empaparlas y que sientas que están húmedas y repletas de sugerentes lametones.
– Jo, cómo me gusta. No pares amor.
– No, no lo hago, es solo el principio, siento como jadeas y como te sobresaltas cuando muerdo los pezones. Pero no te hago daño, porque enseguida mi boca los besa.
– No, no haces daño, pero eres un maestro. Jamás han estado tan duros. Sigue cielo.
– Si, claro que si,
– Pero te aviso, como sigas me corro. Estoy chorreando y nadie me las había comido así.
– Bueno, no pasa nada, tenemos mucho tiempo.
– Chorreo como una perra, no lo sabes bien, me he quitado las braguitas, estaban empapadas.
– Mejor, mejor, así podré deslizar un dedo hasta tu coñito.
– Cielo, que estoy ardiendo, no pares, ¡muérdelas!
– No voy a parar, no te preocupes.
– Me corro, me corro.
– Si, así, mi dedo roza el clítoris sintiendo tus espasmos.
– Me corro, si, más, así.
– Qué perversa, cómo me gusta el vicio que tienes.
– Mucho, mucho vicio – le contestaba con la voz casi entrecortada. Los escalofríos me recorrían todo el cuerpo, no paraba de sentir placer.
– Así, así me gustas, gozando.
(continuara......)
http://www.sexyvoz.com/
Esa chica perversa de 22 añitos con la que has soñado toda tu vida. Si, siempre he sido una rebelde, y todo por el sexo. Ya desde el colegio daba problemas porque me gustaba meterme en los servicios de los mayores, y claro, entre tanto chico, pues pasaba lo que pasaba. Ahora sin embargo me gustan de uno en uno y trabajar en el teléfono erótico se ha convertido en la mejor manera de dar rienda suelta a mis fantasías y a mis perversiones.
Soy lo que se viene a conocer como una “lolita”, ese tipo de chica joven que es el sueño de muchos hombres, y yo claro, encantada de la vida de que me llamen hombres hechos y derechos.
Recuerdo la primera vez, os la contaré en mi relatos erótico.
Fue un polvazo virtual, un orgasmo como nunca, y me convencí que este era el trabajo de mi vida. Calentar tanto a los hombres al menos como me pongo yo. Y es que es escuchar una voz de tío, y ya estoy empapada.
PRIMERA VEZ AL TELÉFONO ERÓTICO, UN ORGASMO BRUTAL
Era un tipo de unos cuarenta años. Según él se había quedado en la oficina porque tenía mucho trabajo atrasado, pero estaba claro que lo que quería era sexo, así que me llamó a la línea erótica y lo tuvimos, si, y del bueno.
– ¿Hola? – contesté al teléfono caliente.
– Hola, ¿Tamara?
– Si, cielo soy yo.
– Te he visto en la web, eres una monada.
– Muchas gracias cariño.
– ¿Y es verdad que te gusta todo lo que pone ahí? Orgias, voyerismo, sadismo, bukkake.
– Si, si, claro que me gusta. Pero ahora estoy más tranquilita y ya solo los hombres de uno en uno.
– Menuda pieza debes ser tú.
– Si te refieres al sexo, si. Lo soy y además me gusta. No hay nada que me satisfaga más que dar placer a los hombres y gozar yo también, claro. ¿Y tu? Que es lo que más te pone de las chicas.
– Pues te cuento, primero que sean jóvenes, como tu, y luego siento una adoración casi enfermiza por los coñitos ricos y rosados. Es mi fetiche.
– Um. Qué bien, eso me gusta. La mayoría solo quiere penetración directamente, o que se la chupen, pero pasan de mi coño.
– Pues yo debo ser diferente, aunque me gustan las mamadas y follar duro, pero donde esté calentar un coño, que se quite todo. El resto puede esperar.
– Y te ha gustado el mío, por lo que veo.
– Pues lo imagino, ya que solo puedo ver la cara de vicio que tienes al meterte tu juguetito.
– Bueno, si, para que nos vamos a engañar, son mis mejores amigos, y trabajando en esto, yo diría que necesarios.
– ¿Pero te corres con todos los que llaman?
– Con casi todos, si. No olvides que me encanta dar placer y eso me excita tanto que acabo tan caliente que tengo que masturbarme, si.
– Pues yo quería primero darte placer a ti.
– ¡Bien! No creas que eso no me excita. También le gusta a una que la consideren.
– Si, deseo llenarte de placer, pero muy centradito en tu coñito, aunque antes me gustaría saber como estás ahora.
– Pues solo con unas braguitas. Hace calor donde vivo. Y además no soporto nada que me oprima el pecho.
– Por cierto, las tienes preciosas. Deben estar duritas y tersas.
– Si, claro, no olvides que tengo 22. De momento siempre bien firmes.
– Eso me apasiona también, no soporto las que se mueven por todas partes o las que están operadas.
– Las mías se mueven si cabalgo encima de un tío. Pero poco más.
– ¿O si yo las acaricio?
– Claro, claro.
– ¿Y si las beso?
– Um. También, también.
– ¿O si me las llevo a la boca y succiono?
– Si, si, si.
– ¿O si me dejas que mordisque esos pezones tan duritos?
– Si, si, claro, todo lo que quieras.
Sabía bien lo que quería, y también como calentar a una chica, aunque fuera con sexo telefónico. Cuando me decía esas cosas, yo ya empezaba a tocármelas, a pasarme el dedo alrededor de los pezones, y en menos de un minuto estaban como piedras. Su voz, su tono, su forma de hablar era realmente erótica. No pude dejar de compartir cómo estaba en esos momentos.
– Cielo, me has puesto muy caliente. Imagino lo que harías con mis tetas y me encanta. Los tíos normalmente solo quieren agarrar y apretar, pero tu, sabes como tratarme.
– Te dije que quería hacerte gozar, y para mi es muy importante que te vayas calentando, además me gusta tu pecho, estoy loco por comerlo.
– Y yo porque lo hagas, te confieso que me lo toco. Está muy duro.
– Pues ahora lo haré yo. Deseo acercarme despacio, poner encima mis labios húmedos, lamer un poco hasta llegar a una de las aureolas, lamerla, rodearla con la lengua, y con la otra mano, acariciar tu otro pecho.
– Um, cielo, no pares ahora. Te cojo de la nuca y te masajeo, pero no pares.
– Claro que no, queda lo mejor. Lo que hago ahora es juntarlas, con delicadeza, pero ponerlas las dos juntitas para que así mi lengua pueda empaparlas y que sientas que están húmedas y repletas de sugerentes lametones.
– Jo, cómo me gusta. No pares amor.
– No, no lo hago, es solo el principio, siento como jadeas y como te sobresaltas cuando muerdo los pezones. Pero no te hago daño, porque enseguida mi boca los besa.
– No, no haces daño, pero eres un maestro. Jamás han estado tan duros. Sigue cielo.
– Si, claro que si,
– Pero te aviso, como sigas me corro. Estoy chorreando y nadie me las había comido así.
– Bueno, no pasa nada, tenemos mucho tiempo.
– Chorreo como una perra, no lo sabes bien, me he quitado las braguitas, estaban empapadas.
– Mejor, mejor, así podré deslizar un dedo hasta tu coñito.
– Cielo, que estoy ardiendo, no pares, ¡muérdelas!
– No voy a parar, no te preocupes.
– Me corro, me corro.
– Si, así, mi dedo roza el clítoris sintiendo tus espasmos.
– Me corro, si, más, así.
– Qué perversa, cómo me gusta el vicio que tienes.
– Mucho, mucho vicio – le contestaba con la voz casi entrecortada. Los escalofríos me recorrían todo el cuerpo, no paraba de sentir placer.
– Así, así me gustas, gozando.
(continuara......)
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