Parte Final - (Tercera Parte)
El domingo se terminaba la estadía de Adela en la casa de sus sobrinos, pero la señora aún tenía guardad una sorpresa para su sobrino. Ese día hacía mucho calor, esos primero calores que agobian, que obligan a andar en cuero a los hombres y con poca ropa a las mujeres. Adela se puso un vestido de tela fina, gastado, donde sus tetas parecían estirar el género hasta romperlo.
La familia comió algo liviano y, para evitar cualquier encuentro, Matías se fue a dormir la siesta con su mujer, aduciendo que el aire acondicionado del cuarto andaba mejor. La tía, en tanto, se acostó en la pieza que tenía destinada. Matías durmió más de la cuenta, su mujer había bajado con sus hijos a que jugaran en la pileta, debido al calor agobiante.
Estaba en su cama, disfrutando el fresco, cuando Adela entró por la puerta del cuarto. El joven se sobresaltó, le preguntó que hacía y la mujer, muy serena, le dijo que venía por lo que le correspondía. Matías intentó ponerse firme, pero con mucha tranquilidad la mujer le propuso sentarse en el borde de la cama, a lo que accedió. En ese momento bajó los breteles de su vestido y dejó sus tetas al descubierto.
Grandes, caídas, apoyadas sobre su propio abdomen, estaban repletas de estrías. Contenían unas areolas grandes, rosadas, en algunas partes arrugadas. Estaban coronadas por pezones que salían hacia adelante, carnosos, que invitaban a chuparlos. La imagen paró al instante la pija de Matías. Adela se arrodilló, bajó el short del joven y disfrutó de cómo la pija salió disparada hacia arriba. Carnosa, dura, con la cabeza colorada coronando un tronco cavernoso, húmeda, latiendo.
La madura tomó unos segundos para contemplar esa verga latiendo delante de ella, tomó con el dedo índice y pulgar cada uno de sus pezones, estirándolos hacia adelante y rodeándola. Luego puso sus manos al costado de las tetas y comenzó a realizar una turca por un largo rato. La pija de Matías se perdía entre la inmensidad de los pechos, que a su vez se humedecían de los jugos que largaba ese falo totalmente excitado.
Adela gemía suavemente cada vez que subía y bajaba masajeando la verga con sus tetas. Cada tanto sus manos apretaban levemente sus pezones. Su concha respondía a la excitación humedeciéndose, generando pequeños espasmos. Cada tanto, sentía ganas de sentarse arriba de esa descomunal pija, pero se contenía, y seguía moviéndose. Así se mantuvo un rato, hasta que metió la cabeza de la verga en la boca, saboreó sus jugos, mientras tocaba los huevos de Matías.
El gusto de la pija, sus jugos, excitaron más a la veterana, que bajó desesperada a lamer los huevos, mientras pajeaba la verga con una velocidad asombrosa. Gemía, su otra mano ya masturbaba su concha por sobre la ropa interior que para este entonces ya chorreaba sus jugos como hace años no pasaba. Siguió bajando para lamer suavemente el culo de Matías, lo que provocó que el joven esté al límite del orgasmo. Frenó el ritmo de la paja para disfrutar más del momento y volvió a chupar la cabeza de la pija.
Bajó hasta los huevos y se los puso en la boca, para ese entonces ya había corrido su ropa interior y se metía un dedo en la concha. Matías, intuía que algo así hacía, pero el descomunal par de tetas y el abdomen de la mujer le impedían saber que pasaba entre sus piernas. Volvió a bajar hasta el culo con su lengua, y lo llenó de saliva, el joven sentía su culo mojado, la lengua jugando en sus esfínteres y la cabeza de su pija latiendo.
Adela paró, lo miró y le dijo: es hora que te dé el mayor placer, es hora que me entregues esto. Metió la cabeza de la pija en su boca y un dedo penetró de manera firme el culo de Matías. El joven se sobresaltó pero rápidamente sintió como ese dedo tenía por finalidad su próstata. Adela lo miró con la cabeza de la verga en la boca, e hizo un leve masaje que terminó por hacer que explote en leche. Espesa, caliente, a torrentes brotaba de esa pija la cantidad de leche que Adela no alcanzaba a tragas y se le escurría por la comisura de su boca.
La madura siguió chupando hasta secarla. Tragando cada gota del néctar que la pija le regalaba, gimiendo mientras se metía dos dedos en su concha y alcanzaba ella también el orgasmo. Matías se había desplomado en la cama. Adela siguió chupando como si recién empezara, quitó el dedo del culo, lo saboreó también y luego le dedico un tiempo a chupar el ano del joven. La pija de Matías seguía latiendo. La madura se levantó y abandonó la habitación hacía el baño.
Con la pija al mango, Matías estaba tirado en su cama. Recién había acabado de manera extrema, pero su verga quería seguir teniendo acción. Se paró y se subió su short, que no dejaba dudas de su erección extrema. Al llegar al baño notó que estaba Adela, irrumpió adentro y la vio limpiándose la concha, con la tanga llega de sus jugos. Sacando su verga le dijo: Vos terminaste, pero yo no.
Adela lo miró asombrada, estaba a merced del joven que parecía dispuesto a todo y tenía su verga firme, grande, parada delante de ella. La mujer tomó con su mano la pija e intentó pajearla, pero Matías le agarró la mano y firme le dijo: no, como yo quiero es la cosa. Se agachó y empezó a chupar y morderle los pezones. Adela gimió al sentir los dientes del joven presionar lo carnoso que coronaba sus tetas. Chupaba desesperado, mordisqueaba las tetas mientras empezaba con sus manos a abrirle las piernas.
La madura intentó resistirse, pero la calentura se había vuelto a apoderar de su cuerpo. Matías bajó su cabeza, atravesó su abdomen que no dejó de besarlo, lamerlo, mordisquearlo. Llego a las piernas, grandes, que apenas dejaban divisar el vello púbico. Mojada, con un fuerte olor, se divisaba al final del camino la ansiada fruta de la mujer. Adela adivinó la intención y abrió de par en par sus piernas.
Carnosa, de grandes labios que no disimulaban el paso del tiempo, mojada, chorreante, con un pelaje ralo se mostraba la imponente concha de Adela. Matías se abalanzó sobre ella y empezó a chuparla enfáticamente, la lengua recorría toda la vulva, se metía dentro de la concha por momentos. Mordisqueaba los labios. Adela estaba en pleno éxtasis, sus jugos brotaban sin parar, sentía que estaba a punto de acabar. Matías le apretaba los pezones mientras chupaba frenéticamente su clítoris. Adela arqueó su espalda y le regaló sus jugos a Matías en la boca, en un orgasmo que hace tiempo no tenía.
Acto seguido, el joven paró y la paró, la puso mirando el espejo, y con las manos sobre el lavatorio del baño, con la rodilla abrió sus piernas y con un movimiento firme la penetró. La pija caliente entró llenando la cavidad de la madura, que hacía más de 10 años no sentía semejante sensación. Adela añoraba las épocas en que era penetrada por una verga erecta, caliente, que le llenaba por completo su concha. Los movimientos de Matías eran firmes, lentos, constantes, llegaban hasta lo más profundo del ser de la mujer.
Poco a poco comenzó a acelerar el ritmo. Adela ya tiraba para atrás su culo para permitir que la pija entre toda dentro suyo. La madura comenzó a mover sus caderas para marcar el ritmo de la cogida, mientras Matías se había apoderado de sus pezones, estirándolos, pellizcándolos, apretándolos. Los gemidos y la excitación se habían apoderado de ese baño, los movimientos anticipaban lo inevitable. Matías lanzó un gemido brutal, primitivo, al tiempo que inundaba de semen la concha de su tía política, el lechazo hizo que Adela también sintiera un orgasmo recorrer su cuerpo.
Extenuado, Matías quitó la pija y se volvió a su cuarto bajo el aire acondicionado. Adela, con la leche chorreando entre sus piernas, se quedó sobre el lavado del baño unos minutos, hasta que le golpearon la puerta del baño. Era Laura, que venía a buscarla para tomar unos mates. La señora, contestó desde adentro, se limpió y bajó. Esa misma tarde, Adela volvió a su casa. Matías siguió su vida en familia, sin embargo, cada vez que la tía de su señora iba de visitas a su casa él le llevaba el desayuno a la cama.
FIN
El domingo se terminaba la estadía de Adela en la casa de sus sobrinos, pero la señora aún tenía guardad una sorpresa para su sobrino. Ese día hacía mucho calor, esos primero calores que agobian, que obligan a andar en cuero a los hombres y con poca ropa a las mujeres. Adela se puso un vestido de tela fina, gastado, donde sus tetas parecían estirar el género hasta romperlo.
La familia comió algo liviano y, para evitar cualquier encuentro, Matías se fue a dormir la siesta con su mujer, aduciendo que el aire acondicionado del cuarto andaba mejor. La tía, en tanto, se acostó en la pieza que tenía destinada. Matías durmió más de la cuenta, su mujer había bajado con sus hijos a que jugaran en la pileta, debido al calor agobiante.
Estaba en su cama, disfrutando el fresco, cuando Adela entró por la puerta del cuarto. El joven se sobresaltó, le preguntó que hacía y la mujer, muy serena, le dijo que venía por lo que le correspondía. Matías intentó ponerse firme, pero con mucha tranquilidad la mujer le propuso sentarse en el borde de la cama, a lo que accedió. En ese momento bajó los breteles de su vestido y dejó sus tetas al descubierto.
Grandes, caídas, apoyadas sobre su propio abdomen, estaban repletas de estrías. Contenían unas areolas grandes, rosadas, en algunas partes arrugadas. Estaban coronadas por pezones que salían hacia adelante, carnosos, que invitaban a chuparlos. La imagen paró al instante la pija de Matías. Adela se arrodilló, bajó el short del joven y disfrutó de cómo la pija salió disparada hacia arriba. Carnosa, dura, con la cabeza colorada coronando un tronco cavernoso, húmeda, latiendo.
La madura tomó unos segundos para contemplar esa verga latiendo delante de ella, tomó con el dedo índice y pulgar cada uno de sus pezones, estirándolos hacia adelante y rodeándola. Luego puso sus manos al costado de las tetas y comenzó a realizar una turca por un largo rato. La pija de Matías se perdía entre la inmensidad de los pechos, que a su vez se humedecían de los jugos que largaba ese falo totalmente excitado.
Adela gemía suavemente cada vez que subía y bajaba masajeando la verga con sus tetas. Cada tanto sus manos apretaban levemente sus pezones. Su concha respondía a la excitación humedeciéndose, generando pequeños espasmos. Cada tanto, sentía ganas de sentarse arriba de esa descomunal pija, pero se contenía, y seguía moviéndose. Así se mantuvo un rato, hasta que metió la cabeza de la verga en la boca, saboreó sus jugos, mientras tocaba los huevos de Matías.
El gusto de la pija, sus jugos, excitaron más a la veterana, que bajó desesperada a lamer los huevos, mientras pajeaba la verga con una velocidad asombrosa. Gemía, su otra mano ya masturbaba su concha por sobre la ropa interior que para este entonces ya chorreaba sus jugos como hace años no pasaba. Siguió bajando para lamer suavemente el culo de Matías, lo que provocó que el joven esté al límite del orgasmo. Frenó el ritmo de la paja para disfrutar más del momento y volvió a chupar la cabeza de la pija.
Bajó hasta los huevos y se los puso en la boca, para ese entonces ya había corrido su ropa interior y se metía un dedo en la concha. Matías, intuía que algo así hacía, pero el descomunal par de tetas y el abdomen de la mujer le impedían saber que pasaba entre sus piernas. Volvió a bajar hasta el culo con su lengua, y lo llenó de saliva, el joven sentía su culo mojado, la lengua jugando en sus esfínteres y la cabeza de su pija latiendo.
Adela paró, lo miró y le dijo: es hora que te dé el mayor placer, es hora que me entregues esto. Metió la cabeza de la pija en su boca y un dedo penetró de manera firme el culo de Matías. El joven se sobresaltó pero rápidamente sintió como ese dedo tenía por finalidad su próstata. Adela lo miró con la cabeza de la verga en la boca, e hizo un leve masaje que terminó por hacer que explote en leche. Espesa, caliente, a torrentes brotaba de esa pija la cantidad de leche que Adela no alcanzaba a tragas y se le escurría por la comisura de su boca.
La madura siguió chupando hasta secarla. Tragando cada gota del néctar que la pija le regalaba, gimiendo mientras se metía dos dedos en su concha y alcanzaba ella también el orgasmo. Matías se había desplomado en la cama. Adela siguió chupando como si recién empezara, quitó el dedo del culo, lo saboreó también y luego le dedico un tiempo a chupar el ano del joven. La pija de Matías seguía latiendo. La madura se levantó y abandonó la habitación hacía el baño.
Con la pija al mango, Matías estaba tirado en su cama. Recién había acabado de manera extrema, pero su verga quería seguir teniendo acción. Se paró y se subió su short, que no dejaba dudas de su erección extrema. Al llegar al baño notó que estaba Adela, irrumpió adentro y la vio limpiándose la concha, con la tanga llega de sus jugos. Sacando su verga le dijo: Vos terminaste, pero yo no.
Adela lo miró asombrada, estaba a merced del joven que parecía dispuesto a todo y tenía su verga firme, grande, parada delante de ella. La mujer tomó con su mano la pija e intentó pajearla, pero Matías le agarró la mano y firme le dijo: no, como yo quiero es la cosa. Se agachó y empezó a chupar y morderle los pezones. Adela gimió al sentir los dientes del joven presionar lo carnoso que coronaba sus tetas. Chupaba desesperado, mordisqueaba las tetas mientras empezaba con sus manos a abrirle las piernas.
La madura intentó resistirse, pero la calentura se había vuelto a apoderar de su cuerpo. Matías bajó su cabeza, atravesó su abdomen que no dejó de besarlo, lamerlo, mordisquearlo. Llego a las piernas, grandes, que apenas dejaban divisar el vello púbico. Mojada, con un fuerte olor, se divisaba al final del camino la ansiada fruta de la mujer. Adela adivinó la intención y abrió de par en par sus piernas.
Carnosa, de grandes labios que no disimulaban el paso del tiempo, mojada, chorreante, con un pelaje ralo se mostraba la imponente concha de Adela. Matías se abalanzó sobre ella y empezó a chuparla enfáticamente, la lengua recorría toda la vulva, se metía dentro de la concha por momentos. Mordisqueaba los labios. Adela estaba en pleno éxtasis, sus jugos brotaban sin parar, sentía que estaba a punto de acabar. Matías le apretaba los pezones mientras chupaba frenéticamente su clítoris. Adela arqueó su espalda y le regaló sus jugos a Matías en la boca, en un orgasmo que hace tiempo no tenía.
Acto seguido, el joven paró y la paró, la puso mirando el espejo, y con las manos sobre el lavatorio del baño, con la rodilla abrió sus piernas y con un movimiento firme la penetró. La pija caliente entró llenando la cavidad de la madura, que hacía más de 10 años no sentía semejante sensación. Adela añoraba las épocas en que era penetrada por una verga erecta, caliente, que le llenaba por completo su concha. Los movimientos de Matías eran firmes, lentos, constantes, llegaban hasta lo más profundo del ser de la mujer.
Poco a poco comenzó a acelerar el ritmo. Adela ya tiraba para atrás su culo para permitir que la pija entre toda dentro suyo. La madura comenzó a mover sus caderas para marcar el ritmo de la cogida, mientras Matías se había apoderado de sus pezones, estirándolos, pellizcándolos, apretándolos. Los gemidos y la excitación se habían apoderado de ese baño, los movimientos anticipaban lo inevitable. Matías lanzó un gemido brutal, primitivo, al tiempo que inundaba de semen la concha de su tía política, el lechazo hizo que Adela también sintiera un orgasmo recorrer su cuerpo.
Extenuado, Matías quitó la pija y se volvió a su cuarto bajo el aire acondicionado. Adela, con la leche chorreando entre sus piernas, se quedó sobre el lavado del baño unos minutos, hasta que le golpearon la puerta del baño. Era Laura, que venía a buscarla para tomar unos mates. La señora, contestó desde adentro, se limpió y bajó. Esa misma tarde, Adela volvió a su casa. Matías siguió su vida en familia, sin embargo, cada vez que la tía de su señora iba de visitas a su casa él le llevaba el desayuno a la cama.
FIN
3 comentarios - La tía Adela - última parte