A la tarde el guía vino a visitarme, y se sentó en nuestra habitación a charlar conmigo, lo mas campante. Yo no sabía como tomar esta situación ni que decir. Aprovechando que el estaba conmigo, mi mujer salió a hacer algunas compras, ya que al día siguiente teníamos que regresar a casa.
Me costó mucho conversar con Fabián sin tener en mente lo que había pasado, y lo mas molesto es que él estaba tranquilo como una uva, como si todo fuera normal.
Por fin, salió el tema de mi mujer.
- En verdad que tu esposa es muy bonita. Y además muy sensual, si no te ofendes con mi comentario.
- No, para nada Fabián, porqué voy a ofenderme.
- Y haces bien. No hay nada peor que tener una mujer a la que nadie desea, verdad?
- Creo que tienes razón. Noto que a los demás hombres les gusta bastante.
- Y eso que solo se la imaginan. Es mucho mas caliente de lo que parece.
- Vaya, vaya, no se de donde sacas esa opinión, dije molesto.
- Ricardo, hace mucho que recorro estas montañas, y esta vida ha hecho que tenga todos los sentidos mas desarrollados. Así como al conocerlos me dí cuenta que no le era indiferente a tu mujer, también mientras estaba con ella en la cueva te ví a tí asomado, mirando y disfrutando la escena. La paja que te hiciste fue de campeonato, dijo sonriendo.
Me quedé de una pieza.
- Cuando empezamos el ascenso, noté que ella me buscaba. Era evidente que no necesitaba con el estado físico que tiene mi ayuda para subir, pero le encantaba refregarse contra mi cuerpo y sentir como mi verga se estiraba cuando ella me rozaba, así como sentir mi mano en su trasero cuando la empujaba. Cuando te accidentaste ella vio la oportunidad. Al dejarte solo, apenas doblamos la curva se arrojó sobre mí, preguntando donde había un lugar en el que pudiéramos estar solos y apartados de miradas indiscretas. La llevé a la cueva y apenas entrar me bajó el pantalón y se metió la verga en la boca con desesperación. En ese momento tu llegaste. Esperé unos minutos para ver si ibas a hacer tu aparición y armar un escándalo, pero eso no pasó. Conclusión, querías convertirte en cornudo y te encanta mirar. Me equivoco?
Guardé silencio uno segundos.
- La verdad que no me gusta ser cornudo, pero hacía mucho que fantaseaba con ver a mi mujer tirar con otro macho, expliqué tratando de justificarme.
- Pero me parece muy bien, Ricardo. Que mejor que verla con un hombre que nunca más va a volver a encontrar en su vida. Tal vez si yo estuviera casado, pensaría igual que tú.
Esas frases de Fabián me tranquilizaron. Tenía razón. Lo que había ocurrido en la montaña se quedaría en la montaña. Respiré aliviado.
- Me alegra que entiendas que esto no volverá a repetirse.
- Bueno. De eso te quería hablar. ¿ No te gustaría ver a tu mujercita tirar con otro pero en una cama y con todas las comodidades?
Lo miré desconcertado.
- Me estás proponiendo volver a tirarte a mi mujer?
- Por supuesto, pero en un ambiente mas íntimo y agradable. Te aseguro que enloquecerás con lo que verás, y tendrás un recuerdo único. Y mañana te vas y como si nada. Pero tú decides.
Me quedé mirándolo en silencio.
- Cual es tu plan, para que mi mujer no sospeche que consiento que me engañe.
- Muy fácil, los invito a cenar en casa. Luego de cenar tu pierna te molestará un poco y yo te daré un sedante al que tú no estás acostumbrado y te dará sueño. Para esa altura de la noche tu mujercita ya no tendrá ganas de irse sin nada de mi casa, así que te ubicaremos en la otra habitación para que descanses. Nosotros terminaremos en el otro dormitorio y tu desde el balcón que es compartido y está cerrado y por lo tanto no hace frío, podrás disfrutar por la ventana de todo lo que hagamos. Cuando acabemos te despierto y te llevo al hotel, y mañana estarás de regreso en tu casita con excelentes recuerdos de las vacaciones, dijo de un tirón,mostrando a las claras que tenía todo planeado.
* * *
En realidad tenía poco que comprar, pero necesitaba estar sola para pensar.
Ese día iba a ser inolvidable.
Desde que lo ví a Fabián me excitó. Yo quiero mucho a mi marido, pero ya no es en la cama lo que era hace 5 años cuando nos conocimos. Para colmo me mantengo en estado y los hombres no dejan de proponerme encuentros prohíbidos, los que nunca acepto, pero que muchas veces me calientan cuando son muy descriptivos con lo que piensan hacerme.
A mi marido no le comenté nunca nada porque tenía miedo que se pusiera celoso. Y por supuesto no voy a engañarlo con un conocido que después se burle de él cada vez que lo encuentre, aunque lo haga en doble sentido y casualmente. Lo respeto mucho como para convertirlo en el hazmerreir del barrio.
Por eso empecé a fantasear desde el primer momento en tener algo con el guía. No lo conocía ni el a mí, y no volvería a verlo mas. Durante la ascensión busqué de todas las maneras acercarme a él y ver que efecto producía mi persona en él. Bastaron unos pocos minutos para notar como su verga se ponía dura cada vez que yo simuladamente como accidentalmente lo rozaba o me refregaba en él. Estaba tan caliente y dispuesto como yo. El problema era la presencia de mi marido. No podía ser tan evidente, y no podía avanzar mas allá del histeriqueo. Hasta que se lastimó. En ese momento toqué el cielo con las manos. Conseguí que aceptara quedarse allí, mientras nosotros seguíamos la excursión, y en minutos nomas estaba arrodillada frente a él, adorando el mejor pedazo de carne que había tenido en mi vida.
Cuando quedamos satisfechos, me acordé de mi marido, y tuve miedo que sospechara. Cuando se lo comenté a Fabián se rió.
- Querida, no conoces a tu marido. Estuvo mirando todo lo que hacía y se masturbó como un mono, dijo riendo.
Me quedé helada.
- No juegues con estas cosas , dije enojada.
- Te juro que es cierto. Estaba allí, dijo señalando la grieta que unía las cuevas. El no se dio cuenta que yo lo ví, ni que ví como gozaba al verte ensartada por otra verga. Evidentemente hace mucho que sueña con ser cornudo y mirón.
- Y ahora? Dije asustada.
- Tu tranquila, que el no va a decir nada. Y esto abre hermosas posibilidades.
- Como cuales?
- Si lo manejo, esta noche te tendré toda para mi en mi cama, y el cornudo estara haciéndose otra paja mientras nos mira coger.
- Tu estás loco.
Me atrajo hacia el y me besó con fuerza. Luego de un rato me soltó.
- Dime que no te gustaría que te volviera a partir con mi matraca, dijo muy seguro.
- Si que me gustaría, reconocí, pero no creo que Ricardo esté de acuerdo.
- Esta tarde voy a visitarlos. Tu vete y dejanos solos. Y si cuando vuelves los invito a comer en casa, sabrás que el cornudo aceptó.
Bajamos, ayudamos a Ricardo y lo instalamos en la habitación. Fui a bañarme y esperé atentamente que mi marido comentara algo, pero no dijo nada. No podía creer que fuera un cornudo consciente. Nunca se termina de conocer a las personas.
Por eso, cuando llegó Fabián hoy, salí de la casa expectante. ¿ Podía él tener razón?
Cuando regresé y Fabián nos invitó a cenar en su casa, no pude creer lo que pasaba. Me costó trabajo disimular mi asombro, y máxime al escuchar a mi esposo aceptar encantado.
Por fin Fabián saludó y yo atentamente lo acompañé hasta la puerta del hotel.
- Te dije que iba a aceptar. El cornudo te quiere ver bien ensartada. Eso lo pone caliente como nunca. No te extrañes que quiera montarte a como dé lugar. Va a estar pasado de rosca, dijo Fabián sonriendo.
- Todavía no puedo creer que sea cierto, pero voy a confiar en tí, le dije no muy convencida.
- Déjalo en mis manos, y trata de no reírte cuando empiece a hacerse el dormido. Y espero que me sorprendas con la ropa que lleves puesta, putita, me dijo dándome una palmada en el trasero mientras bajábamos la escalera.
Al volver a la habitación, veo con sorpresa que debajo de la sábana un bulto se había formado. Fabián tenía razón. Mi cornudo marido estaba caliente como una pipa. Disimuladamente procedí a desnudarme delante de él, y me puse a preparar la ropa para la noche, moviéndome por la habitación y sintiendo los ojos del cabrón de mi marido clavado en mi humanidad.
- Estás muy bonita, dijo por fin, con una voz que denotaba un exceso de lujuria, como hacía mucho que no tenía.
- Gracias, mi amor. Me alegra mucho gustarte.
- Me imagino que le gustar a todos los hombres que te miran.
- Pues sí, pero nunca quise contarte para que no te enojaras, dije modosita mientras seleccionaba con cuidado mi ropa interior para la noche.
- Cuenta, cuenta, dijo desesperado.
- Te vas a enojar, dije sonriendo por dentro al verlo tan sacado.
- Te prometo que no, dijo para alentarme.
- Bueno, muchos de nuestros vecinos me alaban permanentemente, dije con toda intención.
- ¿ Quiénes?
- Pues, por ejemplo el carpintero de enfrente.
- Que cabrón. Casado y tirándose lances con una vecina casada. ¿ Y que te dijo?
- Bueno, un día pasé y lo salude atenta como hago siempre, y me llamó.
- ¿ y? Preguntó el cornudo mientras su verga latía debajo de la sábana.
- Me dijo que su mujer había viajado y que si entraba a su casa tenía algo para mostrarme.
- ¿ Y tu que hiciste?
- Inocente de mí le pregunté que quería mostrarme.
- ¿ Y que dijo?
- Que me quería mostrar como se le ponía la verga al verme pasar. Y que soñaba con romperme ese culo de puta que bamboleaba por las veredas, me dijo con una cara de loco que me asustó.
- ¿ Y que hiciste?
- Pues me reí y seguí mi camino.
- ¿ Y quien mas? Dijo ya a punto de explotar.
- Pues el hijo del matrimonio de la esquina.
- Pero si apenas tiene 18 años
- Justamente, un día me cruzó en la calle y me preguntó si no necesitaba una pija joven para sacarme las ganas que seguramente tenía acumulada de coger siempre con un viejo.
- Pero que hijo de puta, no lo puedo creer.
- Uhhh, y muchas otras a las que por supuesto jamás respondí, dije sentándome en la cama.
- Querida, necesito un favor.
- Dime mi amor.
- Necesito que me la chupes. No sabes como estoy.
Mi mano agarró su verga por encima de las sabanas.
- Lo veo mi amor, dije mientras lentamente corría las sabanas y aparecía su verga dura como nunca. Era mas pequeña que la de Fabián pero no era para despreciar, y pensé que algo tenía que darle a cambio de la noche que iba a pasar con su consentimiento. Me agaché y la capturé con mi boca. El cabrón casi se muere de placer. Le costó trabajo no irse en seco, pero pudo contenerse. Yo no quería cansarme demasiado pensando en lo que me esperaba esa noche con el animal, así que me propuse vaciarlo enseguida y dejarlo tranquilo.
Se la chupé un rato y luego me subí sobre él, me la encajé bien adentro y comencé a moverme mientras mi mano le sobaba los huevos. Duró apenas un par de minutos. Se ve que las escenas del día y el diálogo lo habían descontrolado. Se corrió como un salvaje sollozando de placer.
- Eres malo, ahora tendré que bañarme, dije sonriendo mientras desmontaba. Ricardo quedó en la cama boqueando como pez fuera del agua. En algún punto me dio lástima.
Me costó mucho conversar con Fabián sin tener en mente lo que había pasado, y lo mas molesto es que él estaba tranquilo como una uva, como si todo fuera normal.
Por fin, salió el tema de mi mujer.
- En verdad que tu esposa es muy bonita. Y además muy sensual, si no te ofendes con mi comentario.
- No, para nada Fabián, porqué voy a ofenderme.
- Y haces bien. No hay nada peor que tener una mujer a la que nadie desea, verdad?
- Creo que tienes razón. Noto que a los demás hombres les gusta bastante.
- Y eso que solo se la imaginan. Es mucho mas caliente de lo que parece.
- Vaya, vaya, no se de donde sacas esa opinión, dije molesto.
- Ricardo, hace mucho que recorro estas montañas, y esta vida ha hecho que tenga todos los sentidos mas desarrollados. Así como al conocerlos me dí cuenta que no le era indiferente a tu mujer, también mientras estaba con ella en la cueva te ví a tí asomado, mirando y disfrutando la escena. La paja que te hiciste fue de campeonato, dijo sonriendo.
Me quedé de una pieza.
- Cuando empezamos el ascenso, noté que ella me buscaba. Era evidente que no necesitaba con el estado físico que tiene mi ayuda para subir, pero le encantaba refregarse contra mi cuerpo y sentir como mi verga se estiraba cuando ella me rozaba, así como sentir mi mano en su trasero cuando la empujaba. Cuando te accidentaste ella vio la oportunidad. Al dejarte solo, apenas doblamos la curva se arrojó sobre mí, preguntando donde había un lugar en el que pudiéramos estar solos y apartados de miradas indiscretas. La llevé a la cueva y apenas entrar me bajó el pantalón y se metió la verga en la boca con desesperación. En ese momento tu llegaste. Esperé unos minutos para ver si ibas a hacer tu aparición y armar un escándalo, pero eso no pasó. Conclusión, querías convertirte en cornudo y te encanta mirar. Me equivoco?
Guardé silencio uno segundos.
- La verdad que no me gusta ser cornudo, pero hacía mucho que fantaseaba con ver a mi mujer tirar con otro macho, expliqué tratando de justificarme.
- Pero me parece muy bien, Ricardo. Que mejor que verla con un hombre que nunca más va a volver a encontrar en su vida. Tal vez si yo estuviera casado, pensaría igual que tú.
Esas frases de Fabián me tranquilizaron. Tenía razón. Lo que había ocurrido en la montaña se quedaría en la montaña. Respiré aliviado.
- Me alegra que entiendas que esto no volverá a repetirse.
- Bueno. De eso te quería hablar. ¿ No te gustaría ver a tu mujercita tirar con otro pero en una cama y con todas las comodidades?
Lo miré desconcertado.
- Me estás proponiendo volver a tirarte a mi mujer?
- Por supuesto, pero en un ambiente mas íntimo y agradable. Te aseguro que enloquecerás con lo que verás, y tendrás un recuerdo único. Y mañana te vas y como si nada. Pero tú decides.
Me quedé mirándolo en silencio.
- Cual es tu plan, para que mi mujer no sospeche que consiento que me engañe.
- Muy fácil, los invito a cenar en casa. Luego de cenar tu pierna te molestará un poco y yo te daré un sedante al que tú no estás acostumbrado y te dará sueño. Para esa altura de la noche tu mujercita ya no tendrá ganas de irse sin nada de mi casa, así que te ubicaremos en la otra habitación para que descanses. Nosotros terminaremos en el otro dormitorio y tu desde el balcón que es compartido y está cerrado y por lo tanto no hace frío, podrás disfrutar por la ventana de todo lo que hagamos. Cuando acabemos te despierto y te llevo al hotel, y mañana estarás de regreso en tu casita con excelentes recuerdos de las vacaciones, dijo de un tirón,mostrando a las claras que tenía todo planeado.
* * *
En realidad tenía poco que comprar, pero necesitaba estar sola para pensar.
Ese día iba a ser inolvidable.
Desde que lo ví a Fabián me excitó. Yo quiero mucho a mi marido, pero ya no es en la cama lo que era hace 5 años cuando nos conocimos. Para colmo me mantengo en estado y los hombres no dejan de proponerme encuentros prohíbidos, los que nunca acepto, pero que muchas veces me calientan cuando son muy descriptivos con lo que piensan hacerme.
A mi marido no le comenté nunca nada porque tenía miedo que se pusiera celoso. Y por supuesto no voy a engañarlo con un conocido que después se burle de él cada vez que lo encuentre, aunque lo haga en doble sentido y casualmente. Lo respeto mucho como para convertirlo en el hazmerreir del barrio.
Por eso empecé a fantasear desde el primer momento en tener algo con el guía. No lo conocía ni el a mí, y no volvería a verlo mas. Durante la ascensión busqué de todas las maneras acercarme a él y ver que efecto producía mi persona en él. Bastaron unos pocos minutos para notar como su verga se ponía dura cada vez que yo simuladamente como accidentalmente lo rozaba o me refregaba en él. Estaba tan caliente y dispuesto como yo. El problema era la presencia de mi marido. No podía ser tan evidente, y no podía avanzar mas allá del histeriqueo. Hasta que se lastimó. En ese momento toqué el cielo con las manos. Conseguí que aceptara quedarse allí, mientras nosotros seguíamos la excursión, y en minutos nomas estaba arrodillada frente a él, adorando el mejor pedazo de carne que había tenido en mi vida.
Cuando quedamos satisfechos, me acordé de mi marido, y tuve miedo que sospechara. Cuando se lo comenté a Fabián se rió.
- Querida, no conoces a tu marido. Estuvo mirando todo lo que hacía y se masturbó como un mono, dijo riendo.
Me quedé helada.
- No juegues con estas cosas , dije enojada.
- Te juro que es cierto. Estaba allí, dijo señalando la grieta que unía las cuevas. El no se dio cuenta que yo lo ví, ni que ví como gozaba al verte ensartada por otra verga. Evidentemente hace mucho que sueña con ser cornudo y mirón.
- Y ahora? Dije asustada.
- Tu tranquila, que el no va a decir nada. Y esto abre hermosas posibilidades.
- Como cuales?
- Si lo manejo, esta noche te tendré toda para mi en mi cama, y el cornudo estara haciéndose otra paja mientras nos mira coger.
- Tu estás loco.
Me atrajo hacia el y me besó con fuerza. Luego de un rato me soltó.
- Dime que no te gustaría que te volviera a partir con mi matraca, dijo muy seguro.
- Si que me gustaría, reconocí, pero no creo que Ricardo esté de acuerdo.
- Esta tarde voy a visitarlos. Tu vete y dejanos solos. Y si cuando vuelves los invito a comer en casa, sabrás que el cornudo aceptó.
Bajamos, ayudamos a Ricardo y lo instalamos en la habitación. Fui a bañarme y esperé atentamente que mi marido comentara algo, pero no dijo nada. No podía creer que fuera un cornudo consciente. Nunca se termina de conocer a las personas.
Por eso, cuando llegó Fabián hoy, salí de la casa expectante. ¿ Podía él tener razón?
Cuando regresé y Fabián nos invitó a cenar en su casa, no pude creer lo que pasaba. Me costó trabajo disimular mi asombro, y máxime al escuchar a mi esposo aceptar encantado.
Por fin Fabián saludó y yo atentamente lo acompañé hasta la puerta del hotel.
- Te dije que iba a aceptar. El cornudo te quiere ver bien ensartada. Eso lo pone caliente como nunca. No te extrañes que quiera montarte a como dé lugar. Va a estar pasado de rosca, dijo Fabián sonriendo.
- Todavía no puedo creer que sea cierto, pero voy a confiar en tí, le dije no muy convencida.
- Déjalo en mis manos, y trata de no reírte cuando empiece a hacerse el dormido. Y espero que me sorprendas con la ropa que lleves puesta, putita, me dijo dándome una palmada en el trasero mientras bajábamos la escalera.
Al volver a la habitación, veo con sorpresa que debajo de la sábana un bulto se había formado. Fabián tenía razón. Mi cornudo marido estaba caliente como una pipa. Disimuladamente procedí a desnudarme delante de él, y me puse a preparar la ropa para la noche, moviéndome por la habitación y sintiendo los ojos del cabrón de mi marido clavado en mi humanidad.
- Estás muy bonita, dijo por fin, con una voz que denotaba un exceso de lujuria, como hacía mucho que no tenía.
- Gracias, mi amor. Me alegra mucho gustarte.
- Me imagino que le gustar a todos los hombres que te miran.
- Pues sí, pero nunca quise contarte para que no te enojaras, dije modosita mientras seleccionaba con cuidado mi ropa interior para la noche.
- Cuenta, cuenta, dijo desesperado.
- Te vas a enojar, dije sonriendo por dentro al verlo tan sacado.
- Te prometo que no, dijo para alentarme.
- Bueno, muchos de nuestros vecinos me alaban permanentemente, dije con toda intención.
- ¿ Quiénes?
- Pues, por ejemplo el carpintero de enfrente.
- Que cabrón. Casado y tirándose lances con una vecina casada. ¿ Y que te dijo?
- Bueno, un día pasé y lo salude atenta como hago siempre, y me llamó.
- ¿ y? Preguntó el cornudo mientras su verga latía debajo de la sábana.
- Me dijo que su mujer había viajado y que si entraba a su casa tenía algo para mostrarme.
- ¿ Y tu que hiciste?
- Inocente de mí le pregunté que quería mostrarme.
- ¿ Y que dijo?
- Que me quería mostrar como se le ponía la verga al verme pasar. Y que soñaba con romperme ese culo de puta que bamboleaba por las veredas, me dijo con una cara de loco que me asustó.
- ¿ Y que hiciste?
- Pues me reí y seguí mi camino.
- ¿ Y quien mas? Dijo ya a punto de explotar.
- Pues el hijo del matrimonio de la esquina.
- Pero si apenas tiene 18 años
- Justamente, un día me cruzó en la calle y me preguntó si no necesitaba una pija joven para sacarme las ganas que seguramente tenía acumulada de coger siempre con un viejo.
- Pero que hijo de puta, no lo puedo creer.
- Uhhh, y muchas otras a las que por supuesto jamás respondí, dije sentándome en la cama.
- Querida, necesito un favor.
- Dime mi amor.
- Necesito que me la chupes. No sabes como estoy.
Mi mano agarró su verga por encima de las sabanas.
- Lo veo mi amor, dije mientras lentamente corría las sabanas y aparecía su verga dura como nunca. Era mas pequeña que la de Fabián pero no era para despreciar, y pensé que algo tenía que darle a cambio de la noche que iba a pasar con su consentimiento. Me agaché y la capturé con mi boca. El cabrón casi se muere de placer. Le costó trabajo no irse en seco, pero pudo contenerse. Yo no quería cansarme demasiado pensando en lo que me esperaba esa noche con el animal, así que me propuse vaciarlo enseguida y dejarlo tranquilo.
Se la chupé un rato y luego me subí sobre él, me la encajé bien adentro y comencé a moverme mientras mi mano le sobaba los huevos. Duró apenas un par de minutos. Se ve que las escenas del día y el diálogo lo habían descontrolado. Se corrió como un salvaje sollozando de placer.
- Eres malo, ahora tendré que bañarme, dije sonriendo mientras desmontaba. Ricardo quedó en la cama boqueando como pez fuera del agua. En algún punto me dio lástima.
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