Hola, aquí vamos, les contaré mi primera experiencia de infidelidad. Así comencé a disfrutar del placer sexual que casi no había gozado en muchos años.
EL DÍA QUE LO CONOCÍ…
Hace doce años, después de sospecharlo, comprobé que mi esposo me estaba siendo infiel; me invadió una mezcla de rabia y tristeza porque aunque no fuí una “buena esposa”, me mantenía fiel a su lado, sin saber hacia dónde me llevaría… mi poca intimidad con él.
Ese día, casi a la medianoche, al parar de llover, deprimida, me arreglé y me dirigí a la farmacia de urgencia. Caminé aprisa unas cuadras pero en una esquina noté un taxi que circulaba enfrente; sin yo pedírselo, se acercó una cuadra más adelante. Decidí subir pero un gran charco me hizo sentarme delante. El chofer era un joven bien parecido, alto y blanco, seis años menor que yo; al charlar conmigo preguntó por qué me veía deprimida, entonces, comencé a contarle lo sucedido. Mientras viajábamos, me puse nerviosa pues me comía con la vista mis piernas. Mi falda de vuelo y corta, se había subido demás, al sentarme aprisa. Sentía su mirada observando primero mi rostro luego mi escote y hombros. Al llegar, se estacionó frente a la farmacia; mientras yo estaba agachada mirando una vitrina, ví por el cristal, que él veía mucho mi trasero y piernas desde su asiento. Me sentí excitada….conversamos de regreso a casa y justo al llegar me propuso que él me podía ayudar a vengarme de mi esposo, claro, si yo lo deseaba.
Me dió su número, con esa sonrisa y mirada que me hizo sentirme atraída hacia él. Me había gustado mucho y su mirada de deseo inevitablemente, me excitó. Lo dudé, pero le llamé. Unos minutos más tarde tocó mi timbre. Le abrí y sonriendo entró y en ese justo lugar, nos abrazamos, él bajó ansioso sus manos desde mi espalda hasta mi trasero, luego deslizó ambas manos y levantó mi falda; su mano me apretó mis nalgas, yo estaba sin ropa interior, y la otra mano me abrió mi blusa para tocarme. Le comencé a desabotonar su camisa, la quité de prisa y sólo desabroché su cinturón, porque sentí en mi boca un enorme deseo por besar sus pezones y lamer su pecho. Recuerdo que nos abrazamos y él permaneció besando mi cuello y oreja izquierda, mientras acariciaba suavemente mis senos duros y calientes con sus manos, jugando mis pezones. Wowww, yo gemía y me mojaba cada vez más. Después, él llevó mi seno a su boca. Lamió y chupo mis senos por largo rato. Luego, me acarició suavemente mi vagina con su dedo, mientras yo levantaba mi pierna y al mismo tiempo le acariciaba sus nalgas levantadas y frotaba con mi mano su pene erecto bajo su trusa.
Me lo llevé de la mano a mi recámara, allí nos volvimos a abrazar de pie junto a mi cama, nos acariciamos ansiosos nuestros cuerpos hasta gemir y mojarnos tanto que de repente me subió de a perrito en la orilla, me penetró con fuerza, mientras me sujetaba de la cadera y se agachaba a besar mis hombros y cuello. Golpeaba fuerte con su pene, gimió y terminó así.
Fue realmente un encuentro excitante, con mucha atracción de ambas partes, me olvídé en esa hora de mi situación, me entregué al placer pero confieso, que me sentí culpable después. Yo no había deseado vengarme así…
EL DÍA QUE LO CONOCÍ…
Hace doce años, después de sospecharlo, comprobé que mi esposo me estaba siendo infiel; me invadió una mezcla de rabia y tristeza porque aunque no fuí una “buena esposa”, me mantenía fiel a su lado, sin saber hacia dónde me llevaría… mi poca intimidad con él.
Ese día, casi a la medianoche, al parar de llover, deprimida, me arreglé y me dirigí a la farmacia de urgencia. Caminé aprisa unas cuadras pero en una esquina noté un taxi que circulaba enfrente; sin yo pedírselo, se acercó una cuadra más adelante. Decidí subir pero un gran charco me hizo sentarme delante. El chofer era un joven bien parecido, alto y blanco, seis años menor que yo; al charlar conmigo preguntó por qué me veía deprimida, entonces, comencé a contarle lo sucedido. Mientras viajábamos, me puse nerviosa pues me comía con la vista mis piernas. Mi falda de vuelo y corta, se había subido demás, al sentarme aprisa. Sentía su mirada observando primero mi rostro luego mi escote y hombros. Al llegar, se estacionó frente a la farmacia; mientras yo estaba agachada mirando una vitrina, ví por el cristal, que él veía mucho mi trasero y piernas desde su asiento. Me sentí excitada….conversamos de regreso a casa y justo al llegar me propuso que él me podía ayudar a vengarme de mi esposo, claro, si yo lo deseaba.
Me dió su número, con esa sonrisa y mirada que me hizo sentirme atraída hacia él. Me había gustado mucho y su mirada de deseo inevitablemente, me excitó. Lo dudé, pero le llamé. Unos minutos más tarde tocó mi timbre. Le abrí y sonriendo entró y en ese justo lugar, nos abrazamos, él bajó ansioso sus manos desde mi espalda hasta mi trasero, luego deslizó ambas manos y levantó mi falda; su mano me apretó mis nalgas, yo estaba sin ropa interior, y la otra mano me abrió mi blusa para tocarme. Le comencé a desabotonar su camisa, la quité de prisa y sólo desabroché su cinturón, porque sentí en mi boca un enorme deseo por besar sus pezones y lamer su pecho. Recuerdo que nos abrazamos y él permaneció besando mi cuello y oreja izquierda, mientras acariciaba suavemente mis senos duros y calientes con sus manos, jugando mis pezones. Wowww, yo gemía y me mojaba cada vez más. Después, él llevó mi seno a su boca. Lamió y chupo mis senos por largo rato. Luego, me acarició suavemente mi vagina con su dedo, mientras yo levantaba mi pierna y al mismo tiempo le acariciaba sus nalgas levantadas y frotaba con mi mano su pene erecto bajo su trusa.
Me lo llevé de la mano a mi recámara, allí nos volvimos a abrazar de pie junto a mi cama, nos acariciamos ansiosos nuestros cuerpos hasta gemir y mojarnos tanto que de repente me subió de a perrito en la orilla, me penetró con fuerza, mientras me sujetaba de la cadera y se agachaba a besar mis hombros y cuello. Golpeaba fuerte con su pene, gimió y terminó así.
Fue realmente un encuentro excitante, con mucha atracción de ambas partes, me olvídé en esa hora de mi situación, me entregué al placer pero confieso, que me sentí culpable después. Yo no había deseado vengarme así…
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