Mariana (es mi esposa, ya la conocen) llegó del laburo una tarde y me dice que la mandan el fin de semana largo, con feriado puente en el medio, a la sucursal que la empresa tiene en Santa Cruz. Tenía que salir el sábado al mediodía y volvería el miércoles a la mañana. Me puse un poco triste, pero comprendí que eran cuestiones laborales. ¡Qué se le va a hacer!
Llegó el sábado, Mariana se levantó temprano, agarra el bolso de mano y mete algo de ropa. "¿No te estás llevando muy poca ropa?", le dije. No estaba agarrando abrigo, ni otros zapatos, ni su set de maquillaje, casi que no se llevaba nada. "¡Tenés razón! Qué boluda...", me contestó. Cambió el bolso por la valija mediana y ahí sí se puso a meter todo lo necesario y más, típico de ella. Al mediodía sonó el timbre, atiende por el portero eléctrico y me dice: "Llegó el taxi. Me voy". Nos besamos apasionadamente, intercambiamos unos "Cuidate" y unos "Te voy a extrañar" y se fue.
Yo me puse a ordenar un poco el quilombo que ella dejó, miré tele, me cociné algo y a la tarde me tiré a dormir la siesta. Tenía todo el finde para mi solo pero quería estar tranquilo, así que no había organizado nada con mis amigos. Ya algo iba a surgir. Después de dos horitas de siesta, me levanté y me metí en la ducha. ¡Mala suerte! No había ni una gota de agua. No quise llamar enseguida a Esteban, el encargado, porque ya había terminado su horario. Él trabaja solo hasta el mediodía los sábados, y siendo finde largo no iba a trabajar hasta el miércoles al mediodía. Me hice unos mates, prendí la tele y me dispuse a esperar.
A las dos horas pruebo el agua otra vez: nada. Ni una gota. No quería joder, pero tenía que preguntarle al portero si sabía algo o si podía hacer algo. Le mando un Whatsapp, pero no le llegaba. Pensé que lo tenía apagado, el muy turro seguro se desconectó para que no le rompamos los huevos. Como buen vecino y algo metido que soy, me mandé para la sala de máquinas donde están las bombas de agua, para ver si podía hacer algo. Seguramente no, pero tenía que intentar. Bajo por la escalera y llego a la planta baja donde están las máquinas, justo al lado del departamento del portero. Me meto en la sala de máquinas, miro todo, intendo adivinar cómo carajo funciona todo, pero no logré nada. No entendía un pomo así que salí sin tocar nada, a ver si todavía la hacía peor.
Cuando salgo veo luz que salía del departamento de Esteban y decidí tocarle el timbre para que se fije lo del agua. Aunque no tenga que laburar, tampoco se iba a morir por hacernos el favor de arreglar el tema ése. Voy con mi dedo apuntando al timbre cuando un paso antes de la puerta escucho clarísima la risa de Mariana. Mi mente tuvo un momento de cuelgue absoluto, sin entender nada, hasta que reacciono y pienso que me debo haber equivocado. Seguro la extraño tanto que me pareció que era ella, debe ser la televisión. Retomo mi intención de tocar el timbre cuando escucho a Mariana, ahora sin lugar a dudas, que dice: "Vení, vení acá que quiero más, bombón..."
Pánico. No sabía qué hacer. Doy un paso para atrás. Me enojo. Me deprimo. Quiero llorar. Me excito. ¡Todo junto! Respiro fuerte por la boca para no hacer ruido. Trato de tranquilizarme y pensar bien cuál sería mi próximo paso. Un segundo después la voz de Esteban me saca de mi ensimismamiento: "¿Querés más, guachita? ¿Y qué querés?". Y escucho a mi esposa que le dice: "Te quiero a vos adentro mío todo el día".
¡Estaba decidido! Ya sabía qué iba a hacer. Me senté muy despacio, apoyé suavemente la cabeza contra la puerta y me dispuse a escuchar y disfrutar lo que pasaba adentro. Por suerte las puertas del edificio son muy berretas y se escucha todo.
"Dame esa colita bien de puta que tenés", le dijo él. "Es toda tuya, hacemela mierda...", le dijo ella hablando con los dientes apretados. Al toque los gemidos de mi esposa y los gruñidos del portero me llenaron de un placer imposible de explicar y de soportar. Tres segundos después yo ya estaba con mi pija en la mano clavándome una paja divina.
"Así... así... cogeme...", gritaba ella. "Sí, putita, lo que me pidas...", contestaba él. "Todo el día, todo el día, cogeme todo el día...", le pedía ella. "No vas a salir de acá hasta el miércoles, ¿me entendés?", le decía él. "Sí... qué rico... cogeme todo el finde, papito...", suplicaba ella. Así estuvieron un largo rato, hasta que los gemidos y gruñidos se convirtieron en una clara señal de orgasmo mutuo y sincronizado.
Ahí hubo un rato de silencio, solo cortado por los jadeos de mi esposa, que después de recuperar el aliento, dijo: "¿Y? ¿Tuve una buena idea o no?". "Sos tan genia como puta, bebé", le dijo él, "¿A dónde le dijiste que ibas?". "¡A Santa Cruz!", dice ella y los dos estallan en carcajadas. "Esperá que lo llamo y le invento algo del viaje..." Ahí entré en pánico, Mariana me iba a llamar al celular e iba a escuchar mi ringtone. Agarré rápido el celu para ponerlo en vibrador cuando me entra la llamada y empieza a sonar. Lo apagué y salí corriendo hacia nuestro departamento, pero estaba seguro que ella me había escuchado.
Entré a casa y a los pocos minutos me escribió por whatsapp...
ELLA: Hola
YO: ¡Hola, amor! ¿Cómo estás? ¿Por dónde andás?
ELLA: Ya sabés dónde estoy.
YO: ¿Qué?
ELLA: Ya sabés... Estoy "de viaje"
Era un hecho. Se había dado de mi presencia atrás de la puerta. Intenté disimular...
YO: Sí, amor. Estás yendo a Santa Cruz.
ELLA: Yo sé que vos sabés donde estoy.
Respiré profundo y me la jugué...
YO: No, no lo sé. Mandame una foto así veo dónde estás.
Pasó un minuto eterno hasta que me llegó una selfie de ella abrazada a Esteban, el encargado, los dos desnudos acostados en la cama.
ELLA: Acá estoy. Y lo sabés.
YO: Sí... lo sé...
ELLA: Y sabés que voy a volver a casa recién el miércoles a la mañana.
YO: Sí, también lo sé...
ELLA: ¿Tenés algo para decir?
YO: No.
ELLA: ¿Te gusta que esté donde estoy?
YO: Me encanta
ELLA: Te amo
YO: Te amo
Pasé ese fin de semana recibiendo cada una o dos horas, en mi celular, fotos de mi esposa, algunas enviadas por ella, otras enviadas por el portero, cada una en situaciones tremendamente excitantes. Obviamente, a cada foto le correspondió una hermosa paja.
Llegó el sábado, Mariana se levantó temprano, agarra el bolso de mano y mete algo de ropa. "¿No te estás llevando muy poca ropa?", le dije. No estaba agarrando abrigo, ni otros zapatos, ni su set de maquillaje, casi que no se llevaba nada. "¡Tenés razón! Qué boluda...", me contestó. Cambió el bolso por la valija mediana y ahí sí se puso a meter todo lo necesario y más, típico de ella. Al mediodía sonó el timbre, atiende por el portero eléctrico y me dice: "Llegó el taxi. Me voy". Nos besamos apasionadamente, intercambiamos unos "Cuidate" y unos "Te voy a extrañar" y se fue.
Yo me puse a ordenar un poco el quilombo que ella dejó, miré tele, me cociné algo y a la tarde me tiré a dormir la siesta. Tenía todo el finde para mi solo pero quería estar tranquilo, así que no había organizado nada con mis amigos. Ya algo iba a surgir. Después de dos horitas de siesta, me levanté y me metí en la ducha. ¡Mala suerte! No había ni una gota de agua. No quise llamar enseguida a Esteban, el encargado, porque ya había terminado su horario. Él trabaja solo hasta el mediodía los sábados, y siendo finde largo no iba a trabajar hasta el miércoles al mediodía. Me hice unos mates, prendí la tele y me dispuse a esperar.
A las dos horas pruebo el agua otra vez: nada. Ni una gota. No quería joder, pero tenía que preguntarle al portero si sabía algo o si podía hacer algo. Le mando un Whatsapp, pero no le llegaba. Pensé que lo tenía apagado, el muy turro seguro se desconectó para que no le rompamos los huevos. Como buen vecino y algo metido que soy, me mandé para la sala de máquinas donde están las bombas de agua, para ver si podía hacer algo. Seguramente no, pero tenía que intentar. Bajo por la escalera y llego a la planta baja donde están las máquinas, justo al lado del departamento del portero. Me meto en la sala de máquinas, miro todo, intendo adivinar cómo carajo funciona todo, pero no logré nada. No entendía un pomo así que salí sin tocar nada, a ver si todavía la hacía peor.
Cuando salgo veo luz que salía del departamento de Esteban y decidí tocarle el timbre para que se fije lo del agua. Aunque no tenga que laburar, tampoco se iba a morir por hacernos el favor de arreglar el tema ése. Voy con mi dedo apuntando al timbre cuando un paso antes de la puerta escucho clarísima la risa de Mariana. Mi mente tuvo un momento de cuelgue absoluto, sin entender nada, hasta que reacciono y pienso que me debo haber equivocado. Seguro la extraño tanto que me pareció que era ella, debe ser la televisión. Retomo mi intención de tocar el timbre cuando escucho a Mariana, ahora sin lugar a dudas, que dice: "Vení, vení acá que quiero más, bombón..."
Pánico. No sabía qué hacer. Doy un paso para atrás. Me enojo. Me deprimo. Quiero llorar. Me excito. ¡Todo junto! Respiro fuerte por la boca para no hacer ruido. Trato de tranquilizarme y pensar bien cuál sería mi próximo paso. Un segundo después la voz de Esteban me saca de mi ensimismamiento: "¿Querés más, guachita? ¿Y qué querés?". Y escucho a mi esposa que le dice: "Te quiero a vos adentro mío todo el día".
¡Estaba decidido! Ya sabía qué iba a hacer. Me senté muy despacio, apoyé suavemente la cabeza contra la puerta y me dispuse a escuchar y disfrutar lo que pasaba adentro. Por suerte las puertas del edificio son muy berretas y se escucha todo.
"Dame esa colita bien de puta que tenés", le dijo él. "Es toda tuya, hacemela mierda...", le dijo ella hablando con los dientes apretados. Al toque los gemidos de mi esposa y los gruñidos del portero me llenaron de un placer imposible de explicar y de soportar. Tres segundos después yo ya estaba con mi pija en la mano clavándome una paja divina.
"Así... así... cogeme...", gritaba ella. "Sí, putita, lo que me pidas...", contestaba él. "Todo el día, todo el día, cogeme todo el día...", le pedía ella. "No vas a salir de acá hasta el miércoles, ¿me entendés?", le decía él. "Sí... qué rico... cogeme todo el finde, papito...", suplicaba ella. Así estuvieron un largo rato, hasta que los gemidos y gruñidos se convirtieron en una clara señal de orgasmo mutuo y sincronizado.
Ahí hubo un rato de silencio, solo cortado por los jadeos de mi esposa, que después de recuperar el aliento, dijo: "¿Y? ¿Tuve una buena idea o no?". "Sos tan genia como puta, bebé", le dijo él, "¿A dónde le dijiste que ibas?". "¡A Santa Cruz!", dice ella y los dos estallan en carcajadas. "Esperá que lo llamo y le invento algo del viaje..." Ahí entré en pánico, Mariana me iba a llamar al celular e iba a escuchar mi ringtone. Agarré rápido el celu para ponerlo en vibrador cuando me entra la llamada y empieza a sonar. Lo apagué y salí corriendo hacia nuestro departamento, pero estaba seguro que ella me había escuchado.
Entré a casa y a los pocos minutos me escribió por whatsapp...
ELLA: Hola
YO: ¡Hola, amor! ¿Cómo estás? ¿Por dónde andás?
ELLA: Ya sabés dónde estoy.
YO: ¿Qué?
ELLA: Ya sabés... Estoy "de viaje"
Era un hecho. Se había dado de mi presencia atrás de la puerta. Intenté disimular...
YO: Sí, amor. Estás yendo a Santa Cruz.
ELLA: Yo sé que vos sabés donde estoy.
Respiré profundo y me la jugué...
YO: No, no lo sé. Mandame una foto así veo dónde estás.
Pasó un minuto eterno hasta que me llegó una selfie de ella abrazada a Esteban, el encargado, los dos desnudos acostados en la cama.
ELLA: Acá estoy. Y lo sabés.
YO: Sí... lo sé...
ELLA: Y sabés que voy a volver a casa recién el miércoles a la mañana.
YO: Sí, también lo sé...
ELLA: ¿Tenés algo para decir?
YO: No.
ELLA: ¿Te gusta que esté donde estoy?
YO: Me encanta
ELLA: Te amo
YO: Te amo
Pasé ese fin de semana recibiendo cada una o dos horas, en mi celular, fotos de mi esposa, algunas enviadas por ella, otras enviadas por el portero, cada una en situaciones tremendamente excitantes. Obviamente, a cada foto le correspondió una hermosa paja.
16 comentarios - El viaje de placer de mi esposa
A mi también me dejó la pija llena de leche vivir esta historia.
Sí, sigue cogiendo con el encargado del edificio cada tanto. A veces meten findes largos a puro garche.