Muy buenas amig@s de P!
En esta oportunidad les dejo un cuentito esperando les guste!
Dedicado a @SOL22XXX
Sin mas que decir les dejo el relato!
Era mi segundo año de universidad; acababa de dejarlo con mi novia de toda la vida, y me disponía a cogerme a todas las mujeres que se cruzasen en mi camino, no sé si por calentura, o por despecho, porque mi ex novia nunca fue muy fogosa.
Vivía en un piso con otros estudiantes, en un edificio en el que casi todas las vecinas eran señoras ancianas, salvo mi vecina de enfrente, que sería más o menos de mi edad, solo que era una chica rellenita, por lo que nunca me había fijado en ella. Una noche de fiesta, estaba yo medio borracho y me habían rechazado todas las mujeres a las que me había acercado, cuando vi a mi vecinita gordita en la barra, y por esto de la simpatía acrecentada por el alcohol, me acerqué a saludarla. Hablando con ella, no pude evitar fijarme en su escote, y en las dos enormes tetazas que ligeramente mostraba, y poco a poco una idea fue apareciendo en mi ebria mente. Nunca me había cogido a una gordita, ni me había fijado mucho en ninguna, pero aquellas tetas me estaban llamando con fuerza.
Viendo que mi pija estaba de acuerdo con el plan, la invité a una copa, y empecé a acercarme más a ella, a hablarle con voz suave, a acariciarla inocentemente, y cuando me quise dar cuenta, mi lengua ya se habría paso por su boca, y mi mano se posaba en aquel culo redondito.
Fuimos a nuestro edificio manoseándonos por todo el camino, y entramos en su depto. Nada más cerrar la puerta se arrodilló delante de mí, me abrió la bragueta, y sin ningún preámbulo devoró todo mi pene, y empezó a chupármelo salvajemente, tanto que temí por su integridad.
Suave, le dije, y empezó a mover la cabeza lentamente, de arriba abajo, haciendo que me cogiera su boca lentamente, mientras que con una mano me masajeaba los huevos, y otra me apretaba el culo. Era delicioso ver aquella carita de golosa tragándose mi mástil hasta el fondo, y devolviéndomelo brillante, y con algún hilillo que iba de mi glande a su boca. Cuando llevábamos un rato y empecé a sentir la urgencia pensé en acabar en su boca, pero me antojaba más reservar mis balas para lo que la noche deparase, pues aquel culazo me encantaba, y quería hacerlo mío.
Fuimos a su habitación y nos desnudamos como pudimos, y la vi desnuda por primera vez. Sus tetas eran realmente magistrales, enormes, la delicia de cualquier hombre, me parecían las más eróticas que había visto nunca. Tenia algo de barriguita, pero muy sensual, y un culo y unas caderas, grandes redonditas, para meterle la pija por atrás y golpearla con todas las fuerzas. Me relamía con lo que la noche iba a deparar.
Acerqué mi boca a sus pechos e intenté comerme uno de sus pezones oscuros con una aureola enorme, pero no me cabía en la boca, así que me contenté con lamerlo y masajearle y estrujarle las tetas, esas gigantescas tetas que nunca olvidaré. Lentamente bajé por su vientre hasta llegar a su pubis, y percibir aquel aroma a hembra en celo que me ponía la pija más dura, si era posible. Llegué hasta su concha, una concha maravillosa, con unos labios regordetes y oscuros, muy dilatados, que mostraban sin pudor su hendidura y la cabecita rosada de su clítoris, mmmmm.
Lentamente le empecé a chupar la abertura, de arriba abajo, primero por sus labios mayores, después un poquito más adentro, recreándome, suavemente llegué a su cueva y se la metí todo lo profunda que pude. Estaba muy húmeda, chorreando jugos por la raya de su culo para abajo. Subí hasta su clítoris, lentamente empecé a darle vueltas con mi lengua, despacito, despacito, y le metí dos deditos en su vagina, era buscar su punto G; de repente le dio como un calambre en la pelvis, lo había encontrado. Seguía girando la lengua, ahora más rápido por su clítoris, y masajeándole el interior de la vagina cuando empezó a mover la cadera arriba y abajo, como buscando más roce, y ante el orgasmo inminente, le metí un dedo por el culo, y aceleré mis movimientos. Acabó entre gritos, convulsiones y ríos de flujo, y se quedó allí tumbada boca arriba sin decir nada, con gesto dulce.
Yo estaba muy caliente, así que sin más preámbulos me lancé encima de ella, y le metí la pija hasta dentro y empecé a bombear. Al principio ella ni reaccionó, recuperándose del orgasmo, y era como cogerme a una mujer dormida, pero poco a poco volvió en si y empezó a mover sus caderas al ritmo de mis embestidas. Mi pija estaba más dura de lo que yo nunca la había notado, tal era el morbo que me daba aquella exuberante joven, y yo la sentía entrar y salir de su cálida y húmeda concha, girando mis caderas para aguantar más, pero tan caliente me había puesto que al poco sentí el orgasmo recorrer mi espalda y mi semen llenando a aquella gordita que gemía debajo de mí.
Me salí de ella y me tumbé a su lado, y estuvimos un rato besándonos y acariciándonos suavemente, pero yo tenía todavía algo que hacer. Cuando mi pija otra vez estuvo en condiciones, muy bajito, al oído, le propuse que me dejara penetrarla por el culito, y ella me dijo que no, pero se levantó e inclinó su cuerpo sobre su escritorio dejando ese culazo suyo totalmente expuesto, con una panorámica de su ano y su concha, me dijo que fuera cuidadoso mientras apretaba su concha. Me levanté, fui hasta ella, y jugueteé con mis dedos por todas sus maravillas, me había puesto otra vez muy caliente, así que tardó poco en apretar mi glande contra su ranura, y poco a poco metérsela.
Esta vez iba a metérsela muy despacio, hasta que ella me implorase más. Despacito le metí el glande en su abertura, y empecé a moverlo, a cogerme el exterior de su orto, pero la calentura pudo más que mi paciencia, y se la metí hasta el fondo de un golpe, arrancándole un gemidito. La agarré de la cadera, y empecé a bombear, como si fuéramos dos animales cogiendo, golpeando con mis huevos en la parte de delante de su concha, llevando mis manos hacia delante, a apretar sus pechos, tumbándome sobre ella para besarle el cuello, cogiéndomela con más y más fuerza, más y más deprisa.
Sus gemidos aumentaron.
Ahhhh ummmmm y empezó a mover su cadera arriba y abajo al ritmo de mis movimientos. Comenzó a gritar, incorporó su cuerpo un poco de la mesa y se empezó a mover adelante y atrás salvajemente; nuestros gritos se mezclaban, los movimientos eran cada vez más fuertes, las cosas en la mesa bailaban, el golpeteo de mi vientre contra su culo era brutal, y de repente, pegué mi cuerpo al suyo, me agarré a sus tetazas, y acabe a la vez que ella, en un espasmo total que nunca antes había sentido.
Los siguientes minutos los pasamos allí quietos, tal y como habíamos acabado, con mi pija flácida todavía dentro de ella, sintiendo nuestro calor, nuestra piel, nuestras respiraciones, y cuando salimos de aquel trance, nos metimos en la cama los dos, y dormimos hasta bien tarde.
Desde entonces, mis gustos han cambiado un poco, me siguen gustando las delgaditas, pero las que me entusiasman ahora son las que están un poco llenitas. A Sol, que así se llama mi gordita, aquella noche me quedé con ganas de dos cosas: hacer mío aquel suculento culito, y acabarle entre sus pechos, en una impresionante paja rusa, si lo conseguí o no, quizá lo cuente en otro relato, pero les aseguro que me hizo pasar muy buenos ratos.
En esta oportunidad les dejo un cuentito esperando les guste!
Dedicado a @SOL22XXX
Sin mas que decir les dejo el relato!
Era mi segundo año de universidad; acababa de dejarlo con mi novia de toda la vida, y me disponía a cogerme a todas las mujeres que se cruzasen en mi camino, no sé si por calentura, o por despecho, porque mi ex novia nunca fue muy fogosa.
Vivía en un piso con otros estudiantes, en un edificio en el que casi todas las vecinas eran señoras ancianas, salvo mi vecina de enfrente, que sería más o menos de mi edad, solo que era una chica rellenita, por lo que nunca me había fijado en ella. Una noche de fiesta, estaba yo medio borracho y me habían rechazado todas las mujeres a las que me había acercado, cuando vi a mi vecinita gordita en la barra, y por esto de la simpatía acrecentada por el alcohol, me acerqué a saludarla. Hablando con ella, no pude evitar fijarme en su escote, y en las dos enormes tetazas que ligeramente mostraba, y poco a poco una idea fue apareciendo en mi ebria mente. Nunca me había cogido a una gordita, ni me había fijado mucho en ninguna, pero aquellas tetas me estaban llamando con fuerza.
Viendo que mi pija estaba de acuerdo con el plan, la invité a una copa, y empecé a acercarme más a ella, a hablarle con voz suave, a acariciarla inocentemente, y cuando me quise dar cuenta, mi lengua ya se habría paso por su boca, y mi mano se posaba en aquel culo redondito.
Fuimos a nuestro edificio manoseándonos por todo el camino, y entramos en su depto. Nada más cerrar la puerta se arrodilló delante de mí, me abrió la bragueta, y sin ningún preámbulo devoró todo mi pene, y empezó a chupármelo salvajemente, tanto que temí por su integridad.
Suave, le dije, y empezó a mover la cabeza lentamente, de arriba abajo, haciendo que me cogiera su boca lentamente, mientras que con una mano me masajeaba los huevos, y otra me apretaba el culo. Era delicioso ver aquella carita de golosa tragándose mi mástil hasta el fondo, y devolviéndomelo brillante, y con algún hilillo que iba de mi glande a su boca. Cuando llevábamos un rato y empecé a sentir la urgencia pensé en acabar en su boca, pero me antojaba más reservar mis balas para lo que la noche deparase, pues aquel culazo me encantaba, y quería hacerlo mío.
Fuimos a su habitación y nos desnudamos como pudimos, y la vi desnuda por primera vez. Sus tetas eran realmente magistrales, enormes, la delicia de cualquier hombre, me parecían las más eróticas que había visto nunca. Tenia algo de barriguita, pero muy sensual, y un culo y unas caderas, grandes redonditas, para meterle la pija por atrás y golpearla con todas las fuerzas. Me relamía con lo que la noche iba a deparar.
Acerqué mi boca a sus pechos e intenté comerme uno de sus pezones oscuros con una aureola enorme, pero no me cabía en la boca, así que me contenté con lamerlo y masajearle y estrujarle las tetas, esas gigantescas tetas que nunca olvidaré. Lentamente bajé por su vientre hasta llegar a su pubis, y percibir aquel aroma a hembra en celo que me ponía la pija más dura, si era posible. Llegué hasta su concha, una concha maravillosa, con unos labios regordetes y oscuros, muy dilatados, que mostraban sin pudor su hendidura y la cabecita rosada de su clítoris, mmmmm.
Lentamente le empecé a chupar la abertura, de arriba abajo, primero por sus labios mayores, después un poquito más adentro, recreándome, suavemente llegué a su cueva y se la metí todo lo profunda que pude. Estaba muy húmeda, chorreando jugos por la raya de su culo para abajo. Subí hasta su clítoris, lentamente empecé a darle vueltas con mi lengua, despacito, despacito, y le metí dos deditos en su vagina, era buscar su punto G; de repente le dio como un calambre en la pelvis, lo había encontrado. Seguía girando la lengua, ahora más rápido por su clítoris, y masajeándole el interior de la vagina cuando empezó a mover la cadera arriba y abajo, como buscando más roce, y ante el orgasmo inminente, le metí un dedo por el culo, y aceleré mis movimientos. Acabó entre gritos, convulsiones y ríos de flujo, y se quedó allí tumbada boca arriba sin decir nada, con gesto dulce.
Yo estaba muy caliente, así que sin más preámbulos me lancé encima de ella, y le metí la pija hasta dentro y empecé a bombear. Al principio ella ni reaccionó, recuperándose del orgasmo, y era como cogerme a una mujer dormida, pero poco a poco volvió en si y empezó a mover sus caderas al ritmo de mis embestidas. Mi pija estaba más dura de lo que yo nunca la había notado, tal era el morbo que me daba aquella exuberante joven, y yo la sentía entrar y salir de su cálida y húmeda concha, girando mis caderas para aguantar más, pero tan caliente me había puesto que al poco sentí el orgasmo recorrer mi espalda y mi semen llenando a aquella gordita que gemía debajo de mí.
Me salí de ella y me tumbé a su lado, y estuvimos un rato besándonos y acariciándonos suavemente, pero yo tenía todavía algo que hacer. Cuando mi pija otra vez estuvo en condiciones, muy bajito, al oído, le propuse que me dejara penetrarla por el culito, y ella me dijo que no, pero se levantó e inclinó su cuerpo sobre su escritorio dejando ese culazo suyo totalmente expuesto, con una panorámica de su ano y su concha, me dijo que fuera cuidadoso mientras apretaba su concha. Me levanté, fui hasta ella, y jugueteé con mis dedos por todas sus maravillas, me había puesto otra vez muy caliente, así que tardó poco en apretar mi glande contra su ranura, y poco a poco metérsela.
Esta vez iba a metérsela muy despacio, hasta que ella me implorase más. Despacito le metí el glande en su abertura, y empecé a moverlo, a cogerme el exterior de su orto, pero la calentura pudo más que mi paciencia, y se la metí hasta el fondo de un golpe, arrancándole un gemidito. La agarré de la cadera, y empecé a bombear, como si fuéramos dos animales cogiendo, golpeando con mis huevos en la parte de delante de su concha, llevando mis manos hacia delante, a apretar sus pechos, tumbándome sobre ella para besarle el cuello, cogiéndomela con más y más fuerza, más y más deprisa.
Sus gemidos aumentaron.
Ahhhh ummmmm y empezó a mover su cadera arriba y abajo al ritmo de mis movimientos. Comenzó a gritar, incorporó su cuerpo un poco de la mesa y se empezó a mover adelante y atrás salvajemente; nuestros gritos se mezclaban, los movimientos eran cada vez más fuertes, las cosas en la mesa bailaban, el golpeteo de mi vientre contra su culo era brutal, y de repente, pegué mi cuerpo al suyo, me agarré a sus tetazas, y acabe a la vez que ella, en un espasmo total que nunca antes había sentido.
Los siguientes minutos los pasamos allí quietos, tal y como habíamos acabado, con mi pija flácida todavía dentro de ella, sintiendo nuestro calor, nuestra piel, nuestras respiraciones, y cuando salimos de aquel trance, nos metimos en la cama los dos, y dormimos hasta bien tarde.
Desde entonces, mis gustos han cambiado un poco, me siguen gustando las delgaditas, pero las que me entusiasman ahora son las que están un poco llenitas. A Sol, que así se llama mi gordita, aquella noche me quedé con ganas de dos cosas: hacer mío aquel suculento culito, y acabarle entre sus pechos, en una impresionante paja rusa, si lo conseguí o no, quizá lo cuente en otro relato, pero les aseguro que me hizo pasar muy buenos ratos.
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