Despues de mi primer relato (Vanesa y la pijita), les dejo la primera parte de uno nuevo. Espero que les guste
La Venganza de Carla
Carla estaba casada desde hace más de 15 años. Se había puesto de novia a los 16, el año que sus padres la cambiaron de escuela, por una privada. Ese año, había conocido a Agustín, que reunía todas las condiciones que esa parte de la sociedad exigía para ser un “buen partido”. Hija única, Carla había llegado a la escuela porque su padre estaba en un buen pasar económico, donde no pasó desapercibida a Agustín, ya tenía una belleza que sobresalía del resto, a la que coronaba con un culo perfecto de esos que no necesitan moverse para ser cola Reef del siglo.
La vida de ambos comenzó a confundirse en una sola cuando terminó el cuarto año de un acomodado colegio de la zona norte del conurbano. En el viaje de egresados, Carla le entregó su virginidad a Agustín, en una de esas noches soñadas donde su novio cumplió con todos y cada uno de los rituales del galán perfecto. Siguieron estudiando y trabajando, hasta los 24, que se casaron. Más adelante tuvieron tres hijos.
La vida sexual de ambos fue cambiando a lo largo del noviazgo, esos primeros mágicos encuentros fueron mutando en actos cada vez más físicos, más rudos. El punto de inflexión fue un día que, mientras era penetrada en cuatro, Agustín agarro muy fuerte de los pelos a Carla y le dijo: te gusta así putita?! Ella gimió de placer, moviéndose ambos frenéticamente hasta acabar. Ese acto insignificante, que pareció sólo una motivación para aumentar el fuego en la pareja, fue la carta que necesitó Agustín para darle rienda suelta a su costado más violento y misógino.
La situación se fue agravando con el paso de los años y, aunque se reducía al ámbito sexual, cada vez se volvía más violento. Los tres embarazos de Carla fueron un oasis de romance en medio de encuentros dominados por el odio y la ofensa. Después de ellos, al cumplir la década de casados, Agustín se había regalado un precioso par de tetas que puso en Carla. En el lapso que llevaban de casados, Carla había dejado toda actividad profesional, se dedicaba a ella y a sus hijos. Agustín, en tanto, estaba a cargo de la financiera de su padre, de las más importantes del país. En términos sociales, eran una familia perfecta. Incluso, en momentos de baja autoestima, Carla pensaba que dejarse denigrar y asumir una posición pasiva en la cama formaba parte de su condición de esposa.
Por otra parte, Carla pensaba que existía aún una batalla ganada e inmaculada: su culo. Pese a las insistencias, a los insultos y denigraciones, ella había mantenido su culo a salvo de la pija de Agustín. Y el culo de Carla no era cualquier cosa, se mantenía -pese a los años y los hijos- perfecto. Sin ser grande tenía unas nalgas carnosas, separadas lo justo y necesario. Cuando se ponía en 4 para recibir una cogida, su culo quedaba empinado, levantado, sugerente, mostrándose como para recibir la pija, cerrado, apretado. Como mirando a quien realizaba la faena de darle placer vaginal. Lo que hacía que Agustín tenga casi una obsesión con ese culo, al punto de pedirlo casi a diario.
El tema era motivo de pelea en la cama. En más de una oportunidad Agustín había querido meterle un dedo en pleno acto sexual y esto cortaba todo. Terminaba con Carla llorando en un costado de la habitación y Agustín puteando y saliendo por la puerta de la casa. Sin asumirlo del todo, Carla sabía que esa escena terminaba con su marido en algún prostíbulo. Conocía su carácter de macho recalcitrante que lo obligaba a gastar su plata para que alguna pobre piba sufriera sus humillaciones.
El día de su aniversario número 15 Agustín había preparado todo como para poder acceder al culo de Carla. Consideraba que la espera ya había sobrepasado cualquier límite y estaba dispuesto a todo. Preparó un almuerzo especial, se encargó de que los hijos estuvieran con su madre, y pasar toda la tarde a puro sexo. Luego de comer, llevó a Carla a la habitación, la desvistió con delicadeza como aquella primera vez. La besó, le acarició el cuerpo como a ella le gustaba, besó su cuello, mordió sus orejas, sabiendo que era lo que realmente la volvía loca. La recostó en la cama y comenzó a chuparle la concha de manera sutil, besando sus muslos, sus labios, su clítoris, tomándose su tiempo hasta que ella quedó a punto del orgasmo. Pasó su pija por la concha, de punta a punta. La penetró, firme, fuerte, empezó a moverse hasta que las piernas de ella rodearon por completo su cintura y lo atraían con más fuerza. Paró. La giró lentamente hasta ponerla en cuatro, repitió el ritual de pasar su glande por la vulva. La concha de Carla estaba mojada, empapada, ya latía esperando a volver a ser penetrado, lista para alcanzar el orgasmo. Cuando Agustín subió repentinamente su pija y la puso en la entrada del culo. Tomó las caderas e intentó empujar.
Carla se tiró contra la cama. Se zafó. Se paró contra un costado gritando: No! Eso no! Por ahí No. Agustín la miró fijo y pensó hacerlo a la fuerza. En tirarla de vuelta a la cama. La tomó de las manos. Le dijo que se tire, la insultó, la humilló con palabras que jamás deben ser pronunciadas delante de una mujer. Carla atinó a decir: soltame que me lastimas, animal!. Y Agustín comenzó a cambiarse, escuchando el llanto de su mujer, salió de la casa. Bajó la escalera y se subió al auto y salió a andar por el barrio privado en el que vivían.
A diferencia de otras veces, Carla no se quedó en cama, se cambió y también salió a correr por el barrio para despejar la bronca que tenía. Correr era un hábito que había adquirido hace poco y le permitía despejarse. En su paseo vio el auto de Agustín en la casa de Fabián, su socio. En una primera instancia pensó que había madurado y estaba ahí para descargarse hablando con su amigo, pero al instante recordó que Fabián estaba de viaje. Le intrigó saber que podía hacer ahí, sabiendo que Lula, la mujer, estaba sola en la casa.
Lula era un poco más alta que Carla. Durante el secundario eran “rivales” por atraer las miradas de la clase, disputa que nunca caducó. Lula siempre había estado un escalón debajo de su belleza, pero lo suplía siendo mucho más calienta pija, lo que tenía a mitad del curso babeando tras de ella. Pese a que nunca tuvo hijos, ya había pasado varias veces por el cirujano, teniendo un cuerpo muy atractivo para la edad.
Carla desconfió de la situación y se acercó a la casa. Al asomarse por una de las ventanas vio lo que sospechó desde el primer momento, pero que no lo reconocía. La imagen la shokeo, pero decidió sacar el celular y filmarlo todo. Agustín estaba sentado en un sillón mientras Lula le devoraba la pija con una maestría de estrella porno, metía su cabeza en la boca y bajaba casi hasta los huevos, haciendo una garganta profunda que por momentos la hacía lagrimear. Agustín, en tanto, tenía una cara de placer desencajada. Lula bajó hasta sus huevos, a los que le dedicó un buen rato, para luego meter su lengua en el culo de Agustín, desfigurando por completo su rostro en una expresión de placer que nunca había visto. La situación calentó por demás a Carla, que a esta altura ya tenía su mano en su concha, frotándosela por arriba de la calza. Se sentía traicionada, humillada, caliente, excitada. Veía a su marido recibiendo un placer que ella no estaba dispuesta a darle, y a la vez se sentía que convivía con un hijo de puta que no sólo la cagaba a ella, sino a su mejor amigo.
Lula se detuvo y se motón sobre la pija de Agustín. De un solo movimiento se enterró el largo, grueso y venoso trozo en su concha, como si ya estuviera acostumbrada a ella. Se empezó a mover de una manera frenética, hasta que Agustín la paró. Para ese entonces, Carla había metido su mano por debajo de su calza, tocando directo su concha. Agustín puso a Lula en cuatro en el sillón, hizo un gesto como si escupiera, y con algo de esfuerzo empezó a cogerla de vuelta. Era obvio que estaba haciéndole el culo. La situación sobrepasó a Carla, que dejó de filmar y acabó chorreando sus calzas. Agustín, en tanto, terminaba su faena dejando todo su néctar en la espalda de Lula.
Carla se escabulló rápidamente hacia su casa, corriendo, excitada, llorando, humillada, indignada. Llegó empezó a planear lo que sería una venganza a largo plazo. Decidió mover una a una las piezas de un ajedrez que tenía por finalidad terminar con la autoestima de Agustín….
Continuará...
Parte II
La Venganza de Carla
Carla estaba casada desde hace más de 15 años. Se había puesto de novia a los 16, el año que sus padres la cambiaron de escuela, por una privada. Ese año, había conocido a Agustín, que reunía todas las condiciones que esa parte de la sociedad exigía para ser un “buen partido”. Hija única, Carla había llegado a la escuela porque su padre estaba en un buen pasar económico, donde no pasó desapercibida a Agustín, ya tenía una belleza que sobresalía del resto, a la que coronaba con un culo perfecto de esos que no necesitan moverse para ser cola Reef del siglo.
La vida de ambos comenzó a confundirse en una sola cuando terminó el cuarto año de un acomodado colegio de la zona norte del conurbano. En el viaje de egresados, Carla le entregó su virginidad a Agustín, en una de esas noches soñadas donde su novio cumplió con todos y cada uno de los rituales del galán perfecto. Siguieron estudiando y trabajando, hasta los 24, que se casaron. Más adelante tuvieron tres hijos.
La vida sexual de ambos fue cambiando a lo largo del noviazgo, esos primeros mágicos encuentros fueron mutando en actos cada vez más físicos, más rudos. El punto de inflexión fue un día que, mientras era penetrada en cuatro, Agustín agarro muy fuerte de los pelos a Carla y le dijo: te gusta así putita?! Ella gimió de placer, moviéndose ambos frenéticamente hasta acabar. Ese acto insignificante, que pareció sólo una motivación para aumentar el fuego en la pareja, fue la carta que necesitó Agustín para darle rienda suelta a su costado más violento y misógino.
La situación se fue agravando con el paso de los años y, aunque se reducía al ámbito sexual, cada vez se volvía más violento. Los tres embarazos de Carla fueron un oasis de romance en medio de encuentros dominados por el odio y la ofensa. Después de ellos, al cumplir la década de casados, Agustín se había regalado un precioso par de tetas que puso en Carla. En el lapso que llevaban de casados, Carla había dejado toda actividad profesional, se dedicaba a ella y a sus hijos. Agustín, en tanto, estaba a cargo de la financiera de su padre, de las más importantes del país. En términos sociales, eran una familia perfecta. Incluso, en momentos de baja autoestima, Carla pensaba que dejarse denigrar y asumir una posición pasiva en la cama formaba parte de su condición de esposa.
Por otra parte, Carla pensaba que existía aún una batalla ganada e inmaculada: su culo. Pese a las insistencias, a los insultos y denigraciones, ella había mantenido su culo a salvo de la pija de Agustín. Y el culo de Carla no era cualquier cosa, se mantenía -pese a los años y los hijos- perfecto. Sin ser grande tenía unas nalgas carnosas, separadas lo justo y necesario. Cuando se ponía en 4 para recibir una cogida, su culo quedaba empinado, levantado, sugerente, mostrándose como para recibir la pija, cerrado, apretado. Como mirando a quien realizaba la faena de darle placer vaginal. Lo que hacía que Agustín tenga casi una obsesión con ese culo, al punto de pedirlo casi a diario.
El tema era motivo de pelea en la cama. En más de una oportunidad Agustín había querido meterle un dedo en pleno acto sexual y esto cortaba todo. Terminaba con Carla llorando en un costado de la habitación y Agustín puteando y saliendo por la puerta de la casa. Sin asumirlo del todo, Carla sabía que esa escena terminaba con su marido en algún prostíbulo. Conocía su carácter de macho recalcitrante que lo obligaba a gastar su plata para que alguna pobre piba sufriera sus humillaciones.
El día de su aniversario número 15 Agustín había preparado todo como para poder acceder al culo de Carla. Consideraba que la espera ya había sobrepasado cualquier límite y estaba dispuesto a todo. Preparó un almuerzo especial, se encargó de que los hijos estuvieran con su madre, y pasar toda la tarde a puro sexo. Luego de comer, llevó a Carla a la habitación, la desvistió con delicadeza como aquella primera vez. La besó, le acarició el cuerpo como a ella le gustaba, besó su cuello, mordió sus orejas, sabiendo que era lo que realmente la volvía loca. La recostó en la cama y comenzó a chuparle la concha de manera sutil, besando sus muslos, sus labios, su clítoris, tomándose su tiempo hasta que ella quedó a punto del orgasmo. Pasó su pija por la concha, de punta a punta. La penetró, firme, fuerte, empezó a moverse hasta que las piernas de ella rodearon por completo su cintura y lo atraían con más fuerza. Paró. La giró lentamente hasta ponerla en cuatro, repitió el ritual de pasar su glande por la vulva. La concha de Carla estaba mojada, empapada, ya latía esperando a volver a ser penetrado, lista para alcanzar el orgasmo. Cuando Agustín subió repentinamente su pija y la puso en la entrada del culo. Tomó las caderas e intentó empujar.
Carla se tiró contra la cama. Se zafó. Se paró contra un costado gritando: No! Eso no! Por ahí No. Agustín la miró fijo y pensó hacerlo a la fuerza. En tirarla de vuelta a la cama. La tomó de las manos. Le dijo que se tire, la insultó, la humilló con palabras que jamás deben ser pronunciadas delante de una mujer. Carla atinó a decir: soltame que me lastimas, animal!. Y Agustín comenzó a cambiarse, escuchando el llanto de su mujer, salió de la casa. Bajó la escalera y se subió al auto y salió a andar por el barrio privado en el que vivían.
A diferencia de otras veces, Carla no se quedó en cama, se cambió y también salió a correr por el barrio para despejar la bronca que tenía. Correr era un hábito que había adquirido hace poco y le permitía despejarse. En su paseo vio el auto de Agustín en la casa de Fabián, su socio. En una primera instancia pensó que había madurado y estaba ahí para descargarse hablando con su amigo, pero al instante recordó que Fabián estaba de viaje. Le intrigó saber que podía hacer ahí, sabiendo que Lula, la mujer, estaba sola en la casa.
Lula era un poco más alta que Carla. Durante el secundario eran “rivales” por atraer las miradas de la clase, disputa que nunca caducó. Lula siempre había estado un escalón debajo de su belleza, pero lo suplía siendo mucho más calienta pija, lo que tenía a mitad del curso babeando tras de ella. Pese a que nunca tuvo hijos, ya había pasado varias veces por el cirujano, teniendo un cuerpo muy atractivo para la edad.
Carla desconfió de la situación y se acercó a la casa. Al asomarse por una de las ventanas vio lo que sospechó desde el primer momento, pero que no lo reconocía. La imagen la shokeo, pero decidió sacar el celular y filmarlo todo. Agustín estaba sentado en un sillón mientras Lula le devoraba la pija con una maestría de estrella porno, metía su cabeza en la boca y bajaba casi hasta los huevos, haciendo una garganta profunda que por momentos la hacía lagrimear. Agustín, en tanto, tenía una cara de placer desencajada. Lula bajó hasta sus huevos, a los que le dedicó un buen rato, para luego meter su lengua en el culo de Agustín, desfigurando por completo su rostro en una expresión de placer que nunca había visto. La situación calentó por demás a Carla, que a esta altura ya tenía su mano en su concha, frotándosela por arriba de la calza. Se sentía traicionada, humillada, caliente, excitada. Veía a su marido recibiendo un placer que ella no estaba dispuesta a darle, y a la vez se sentía que convivía con un hijo de puta que no sólo la cagaba a ella, sino a su mejor amigo.
Lula se detuvo y se motón sobre la pija de Agustín. De un solo movimiento se enterró el largo, grueso y venoso trozo en su concha, como si ya estuviera acostumbrada a ella. Se empezó a mover de una manera frenética, hasta que Agustín la paró. Para ese entonces, Carla había metido su mano por debajo de su calza, tocando directo su concha. Agustín puso a Lula en cuatro en el sillón, hizo un gesto como si escupiera, y con algo de esfuerzo empezó a cogerla de vuelta. Era obvio que estaba haciéndole el culo. La situación sobrepasó a Carla, que dejó de filmar y acabó chorreando sus calzas. Agustín, en tanto, terminaba su faena dejando todo su néctar en la espalda de Lula.
Carla se escabulló rápidamente hacia su casa, corriendo, excitada, llorando, humillada, indignada. Llegó empezó a planear lo que sería una venganza a largo plazo. Decidió mover una a una las piezas de un ajedrez que tenía por finalidad terminar con la autoestima de Agustín….
Continuará...
Parte II
5 comentarios - La Venganza de Carla - Parte I