HOLA, ES MI PRIMER APORTE, SOY NUEVA, NO ME GUSTA MUCHO LA PORNOGRAFIA PERO SI LO EROTICO, Y CREO QUE ES UN BUEN LUGAR PARA MOSTRAR MIS RELATOS.
ESPERO QUE LES GUSTE Y DEJEN PUTOS.
Pedro me estuvo invitando a salir durante varias semanas. En un principio yo me negaba porque recién estaba saliendo de una relación larga y tormentosa, y quería darme un tiempo antes de aceptar conocer a otra persona. Él me decía que salir no implicaba nada más que eso, estar juntos en un bar, tomar algo, una cena, película en el cine. Pedro es muy respetuoso, es mi compañero de trabajo y es el único que no me hace comentarios pícaros o con doble sentido. Por ahí cuando yo respondo en ese tono a los demás y todos se ríen, él permanece callado, como no prendiéndose en la joda, y eso, cuando nos quedamos solos, hace que me de vergüenza.
Él maneja la caja, toma los pedidos y prepara el café en el restorán donde trabajo, un resto pub bastante elitista. Yo soy camarera.
Esa tarde mientras me vestía luego de una larga ducha de aguan caliente, mientras me sacaba selfies sexys con mi celular frente al espejo, porque tengo ese tipo de actitudes egocéntricas de fotografiarme, nunca muestro esas fotos a nadie, solo las tengo para mí, me puse a pensar que hacía ya bastante tiempo que no salía a divertirme, ni sola ni con amigas, y mucho menos con otro hombre. Mi última relación íntima había ocurrido hacía más de seis meses, y ya ni siquiera recordaba cuando había sido la última vez que me había masturbado. Me di cuenta que estaba, llamativamente, muy asexuada.
Apenas llegué al trabajo le dije a Pedro que quería hablar con él a la salida. La jornada laboral fue un poco tensa, yo sentía algo de timidez y él no tenía idea sobre qué tema le hablaría.
-¿Sigue en pie lo de salir juntos? – tuve el valor de consultarle.
Me dio que sí, que cuando yo quiera, a dónde quiera. Quedamos finalmente para el martes próximo, día que ninguno de los dos trabaja, iríamos a cenar y sin obligación a alguna función del cine de trasnoche.
Los días que siguieron prácticamente no nos hablamos solo para alguna necesidad del trabajo, como si la cita nos incomodara a ambos, o como si sospechásemos que algo podría ocurrir. Yo me preguntaba cada noche qué pensaría él al respecto, con cuales intenciones iría, si tendría fantasías conmigo, que cosas pretendería hacerme. Por mi lado me imaginaba que al menos nos besaríamos en el cine, no demasiado tiempo, solo algunos minutos a mitad del film.
El lunes por la noche mis pensamientos se intensificaron. Ya era tarde porque siempre salimos tarde del trabajo, y luego de una ducha rápida me encontraba recostada y me puse a pensar en él, en cómo sería su forma de besar. Me lo imaginé tierno, que tardaría por ejemplo en introducir su lengua en mi boca, que primero probaría suavemente mis labios. Me intrigaba saber que haría con sus manos, si me acariciaría los muslos o me sujetaría de la nuca. Me descubrí tocándome al imaginármelo desnudo, sé que tiene el pecho peludo porque en verano cuando usa musculosas no puede ocultarlo, me imaginé su miembro, rodeado de mucho vello.
El martes por la tarde me escribió para decirme que pasaría a buscarme en su auto. Me puse nerviosa y ya desde temprano comencé a prepararme. Me depilé las piernas, me pasé varias cremas y sales de baño, tuve dudas sobre qué hacer con el vello púbico, si dejarme algo o quitarlo todo, sin estar segura, finalmente me lo recorté prolijamente en forma de triángulo. Me maquillé poco, apenas algo de sombra en los ojos y un pequeño brillo en los labios, decidí que llevaría el cabello recogido para que mi cuello se reluciera más. Casi lloro al no decidirme si usar un vestido o jeans ajustado. Nuevamente, sin estar seguro, opté por el jean pegado al cuerpo, inclusive me quedaba chico y toda mi cola se marcaba mucho, que era lo que yo buscaba. Me puse una remera no muy larga, la idea de usar un pantalón ajustado para que se marquen los glúteos es para mostrarlo, y una remera larga los taparía. Me senté en el sillón a esperar hasta que el timbre sonó.
Se notaba el nerviosismo de ambos. En el auto prácticamente no hablamos, solo lo básico, él dijo que hacía frío y yo dije que el tiempo estaba loco. Durante la cena nos ablandamos un poco, charlamos, nos distendimos y nos reímos.
-Que malos modales los míos – me dijo – No te dije que estás muy linda esta noche.
Yo sonreí. Sentí cómo mis mejillas se ruborizaron, y me sentí estúpida al abanicarme con la mano para bajar el calor mientras le respondí un tibio “gracias”.
Para ingresar al cine me abrió la puerta y me hizo pasar antes, todo un caballero, y supe que lo hacía para mirarme el culo, así que imperceptiblemente arqueé la espalda para que reluciera más y caminé lento moviendo las caderas hasta la boletería, como si fuese una modelo, para comprar las entradas, pero él se negó a que yo pagara y me invitó, al igual que la cena.
La sala estaba prácticamente vacía. Solo otra pareja que estaba sentada en las primeras filas y un anciano solo en la mitad más nosotros, que nos sentamos al fondo, cómo si tácitamente ya supiéramos ambos lo que estaba por ocurrir. Yo cada tanto mojaba mis labios y lo miraba de reojo. En determinado momento él me ofreció un caramelo, pero yo le mostré mis manos ocupadas con la gaseosa y el balde de pochoclos, le dije que me lo pelara y me lo de, y fue lo que hizo. Acercó el caramelo a mi boca, y yo, mirándolo firme a los ojos separé mis labios y dejé salir apenas mi lengua, introduje el caramelo, sellé los labios, la puntita de sus dedos quedaron dentro de mi boca el suficiente tiempo como para humedecerlos. Le sonreí y le dije que me de otro. Repetimos esa acción varias veces. Sus dedos se introducían en mi boca cada vez más. Yo se los lamía siempre mirándolo a los ojos.
-Es el último – me susurró al oído mostrándome del último caramelo de la bolsa.
Lo peló. Mordió la mitad con sus dientes dejando la otra mitad afuera y se acercó a mi cara. Yo mordí la otra mitad del caramelo y sentí la tibieza de sus labios, que no tardaron en abrirse para besarme. Su lengua, al contrario de lo que yo me imaginaba, no tardó en acariciar la mía con fuerza, llevándola hacia atrás, su lengua es larga y carnosa, rica. Tuve que hacer fuerza con mi lengua hacia adelante para contra restar su embestida. Sus dos manos me tomaron con firmeza por el costado de mi cabeza, a la altura de la mandíbula debajo de las orejas, como para impedir que me alejara. Yo con mis manos ocupadas no tuve otra opción que permanecer sumisa allí, él me estaba comiendo la boca, saboreando mi lengua como nunca un hombre me la había saboreado, y continuaría haciéndolo todo el tiempo que tuviese ganas, porque yo estaba indefensa. Cada tanto abría mis ojos para verlo, sentí que lo estaba disfrutando porque nunca abrió sus ojos. Cuando yo hacía un sutil intento de inclinarme hacia atrás para poder respirar, sus manos, firmes, me apretaban y me unían más a su cuerpo. A pesar de estar en la sal del cine nuestra saliva ya estaba haciendo ruido, al menos yo podía escucharla, y supe que él también lo hacía, ese sonido nos incentivaba más. Fueron besos sumamente húmedos. Finalmente, como si él hubiese sentido que ya había sido demasiado, dejó de utilizar su lengua y solo me dio pequeños besitos con sus labios, hasta que llegó el último pico y nos separamos dejando nuestras frentes apoyas. Continuábamos con los ojos cerrados. Respirábamos agitados los dos. Nos miramos y nos sonreímos. Él acarició mi pelo y continuamos mirando le película con normalidad.
Me di cuenta que entre mis piernas existía una humedad que no estaba allí hacía unos minutos. Me sentía realmente excitada. Pedro había conseguido que me mojara con solo besarme, y sentí mucha ansiedad por acostarme con él.
Pero nada de eso ocurrió esa noche. Luego de la función del cine me llevó hasta mi casa, yo no podía invitarlo a pasar porque vivo con mi familia, y de parte suya tampoco se ofreció a invitarme a la suya, o al menos llevarme a un hotel, o hacerlo en el asiento de atrás del auto, o un mísero pete en el asiento de adelante. Él simplemente me llevó hasta mi casa y se despidió sin siquiera detener la marcha del vehículo. Yo sentía ganas de besarlo de nuevo, estuve a punto de decírselo pero me contuve porque él ni siquiera hizo mención el beso del cine. Nos despedimos con un beso en la mejilla y me fui a dormir furiosa.
Los siguientes días él actuó como si nada, como si habernos besado no implicara nada. Yo por momentos sentía bronca porque pensaba que le había dicho al resto de los compañeros, pero en el fondo sabía que él no es de esos hombres. Yo nunca fui de comentar mis conquistas salvo con mis amigas más íntimas, y las demás camareras eran tan solo buenas compañeras de trabajo, entonces no les dije nada.
Una noche llovía mucho, había viento y un alerta meteorológico sobre posible sudestada. Se ofreció a llevarme a mi casa y acepté. Corrimos hasta el auto pero igual nos empapamos. Nos reímos porque parecía que nos habían empujado a una pileta con la ropa puesta. Cuando la risa se calmó se hizo un silencio incómodo, la tensión sexual se incrementó, y sin decirnos nada nos besamos. Esta vez yo tenía mis manos libres y pude abrazarlo por el cuello y jugar con los pelitos de su nuca para estimularlo más. Por momentos bajaba un poco mi mano para tocar su hombro o acariciar su pecho. Él tenía una de sus manos sobre mi cintura y la otra apoyada sobre mi desnudo y frío muslo, porque todavía vestía con el disfraz de camarera, una pollera corta con las iniciales del local.
Yo sentía como sus manos subían cada vez más arriba. Primero solo se apoyaba en mi rodilla. Luego subió un poco y bajó. Luego presionaba suave. Subía, como si estuviese buscando algo. Mientras más arriba estaba su mano yo debía separar más mis piernas pera permitirle seguir subiendo y que no quedara atrapada entre mis muslos. Cuando mis piernas se abrieron por completo y sentí sus dedos acariciarme la vulva por encima de la bombacha dejé de besarlo y suspiré, me dio vergüenza que me escuchara hacer eso y para disimular comencé a besarlo en el cuello casi a la vez que él sus dedos lograron vencer la barrera de la tela de la ropa interior por el costado y se introducían en mi cuerpo.
No son muchos los hombres que me han masturbado en mi vida. Mi ex novio, un amante, mi primer chico y ahora él. Pero por la forma de hacerlo supe que era un tipo experimentado. Movía sus dedos lento, buscando mi clítoris, y cuando lo encontraba se queda allí jugando tiernamente unos segundos que me hacían delirar del placer. Introducía sus dedos y los sacaba, haciendo que me moje toda, podía sentir el chasquido de mis flujos haciendo sopapa con su mano, eso me excitaba demasiado. Tuve un momento de lucidez y me encontré gimiendo y moviendo mi cadera el ritmo que él marcaba, si él me masturbaba rápido yo me movía veloz, si él cambiaba a movimientos más lento lo mismo hacía mi cuerpo. Me estaba haciendo el amor con su mano, y yo sentí que se lo estaba haciendo a sus dedos. Me avergoncé porque mis gemidos ya eran bastante sonoros, no quería mirarlo, mis ojos estaban cerrados pero supe que mi cara demostraría mucho placer, me da vergüenza también que me vean la cara cuando estoy próxima a tener un orgasmo.
Cuando sentí que la llegada al clímax ya era inevitable le pedí que no se detuviera, que mantenga ese ritmo con un susurrado “si, si, así, así”, luego se me contrajeron los músculos vaginales, mis muslos temblaron y traté de no gritar, pero no pude, y el “aahhh”, al acabar le puso punto final al momento. Él secó sus dedos en el asiento. Yo permanecí apoyando la cabeza sobre su hombro unos momentos, tratando de recuperar el aire. Luego me recosté sobre el asiento y bajé un poco la ventanilla, hacía micho calor. Afuera continuaba lloviendo. Él encendió el auto y me llevó a mi casa de la misma manera que el día de la cena y el cine, no detuvo la marcha y se despidió de mí con un beso en la mejilla.
-Hasta mañana – escuché que gritó mientras yo corría hasta la puerta de entrada.
Sentí muchísima vergüenza los siguientes días en el trabajo. La saludaba de manera fría, si podía evitar el beso en la mejilla lo hacía, y solo le hablaba lo mínimo. Él no hizo mención al encuentro del auto en ningún momento, ni comentarios pícaros ni nada de eso. Para aumentar mi incomodidad durante una charla entre todos los empleados salió el tema de la masturbación femenina, si nos gustaba más hacerlo nosotras o que nos lo haga otro. Recuerdo que se me nubló la vista y no sé qué respondí.
Nuestro tercer encuentro se dio un par de semanas después, fue todo muy lento. Fue gracias a mí porque lo vi hablando muy cariñoso con otra de las camareras y ahí exploté, le dije con ironía en forma de chiste que me había olvidado muy rápido. Él lanzó una carcajada y me dijo que no, que nada que ver y me invitó a salir esa misma noche después del trabajo. Le dije que sí solo para no dejarme apurar, pero no sabía muy bien a donde iríamos, a la hora que salimos de trabajar ya está todo cerrado.
-Bueno – dijo al poner en marcha el auto - ¿Un telo te parece? – desafió.
-Dale.
Ir a un hotel con alguien con quien nunca te acostaste antes me resulta incómodo. Es como que mientras vamos en camino pienso que en poco tiempo esa persona que ahora está con ropa, vestido a mi lado, estará desnudo, moviéndose sobre mí, dentro de mi cuerpo, y que yo estaré en la misma situación, pasaré de estar vestida a estar de rodillas haciéndole sexo oral, me escuchará gemir, es bastante morboso el mundo del telo.
En la habitación todo se dio rápidamente. Apenas cerramos la puerta él me estampo contra la pared y comenzó a besarme y tocarme la cola, yo lo abrazaba por el cuello mientras sentía como su miembro se apoyaba en mi vientre. Yo me movía hacia adelante tratando de buscarlo para sentirlo mejor, era notable como se le estaba endureciendo. Sin pedirle permiso le quité la camisa, luego recostándome hacia atrás desabroché su cinturón y desprendí los botones de su pantalón. Pedro usa slip y no bóxer, pude ver sus muslos fuertes, vestido no parece tener músculos en sus piernas, pero los tiene, y supe que a la hora de moverse podría hacérmelo muy fuerte si quisiera, cada embestida suyo sería profunda. Como sospechaba su pene estaba rodeado de mucho pelo, se lo veía no muy grande pero gordo, se le doblaba hacia abajo su erección. Sin pensarlo me arrodillé y lejos de hacer un juego previo lo metí en mi boca y comencé a masturbarlo mientras se lo chupaba. Mi nariz chocaba contra su vello y me generaba cosquillas. Su tronco estaba muy duro, no es muy largo pero de todas formas lo lamí desde la base hasta la punta, donde me detuve a jugar con mi lengua unos segundos, robándole un jadeo. Con mi otra mano acaricié sus testículos, colgaban y parecían estar cargados, y pensé que cuando eyaculara derramaría una cantidad de semen importante.
Me incorporé y me desvestí por mi cuenta, él mientras tanto terminó de quitarse los zapatos y las medias. Lo miré con detenimiento, detrás de todo ese pelo corporal había un cuerpo tonificado y marcado. Quería que ese cuerpo esté dentro del mío cuanto antes, quería sentirlo sobre mí y estar yo sobre él para darle placer.
Una vez desnuda él se agachó, me hizo elevar una pierna e introdujo en mi vagina dos dedos mientras con la lengua lamía el clítoris. Todo lo hizo rápido, sin darme tiempo a nada. Gemí y apoyé una de mis manos sobre su cabeza, como hacen los hombres cuando se la chupan, y desde allí le daba a entender el ritmo que debía seguir. Lo miré, sus ojos se asomaban por entre mi vello púbico. Por mis muslos chorreaba un poco del flujo mezclado con saliva.
Me alzó y me llevó a la cama. Me acostó boca arriba y separó mis piernas. Luego buscó en el pantalón que estaba por el suelo un paquete de preservativos. Mientras se lo colocaba yo me masturbé unos instantes para no perder la calentura. Regresó a mí. Me dio vuelta y levantó mis caderas. Estaba en cuatro patas con él detrás de mí. Sentí su embestida y grité. Sus muslos golpeaban mis glúteos haciendo un chasquido similar al de una cachetada. Me sujetó del pelo y lo tiró hacia atrás, como si fuese una yegua a la que había que domar. Sentía como su miembro escarbaba dentro de mi cuerpo, moviéndose en círculos, como tratando de agrandar mi orificio, me encantaba que hiciera eso. Cuando embestía contra mí él buscaba ingresar lo más posible a pesar de su poca longitud. Aun así no tardé en tener un orgasmo, se lo hice saber gritando un “así, así, acabo, acabo”, me dio una nalgada y acabamos juntos.
Caímos vencidos sobre la cama. Su preservativo parecía explotar de semen. Se lo quitó, lo anudó y lo arrojó al suelo. Me preguntó si me había gustado. Le dije que sí. Me dijo que tengo un culo lindo y que era casado con un hijo.
Me sentí muy forreada, pero no estaba en mis planes hacerle una escena. Antes que se nos terminara el turno tuvimos sexo otra vez, un poco más larga que la primera. En esa segunda ocasión no pude acabar, pero tuve la delicadeza de fingir el orgasmo para que él se sintiera bien.
El resto fue similar a lo de siempre. Me llevó a mi casa, nos despedimos con un beso en la mejilla y durante los siguientes días hablamos poco y nada.
ESPERO QUE LES GUSTE Y DEJEN PUTOS.
Pedro me estuvo invitando a salir durante varias semanas. En un principio yo me negaba porque recién estaba saliendo de una relación larga y tormentosa, y quería darme un tiempo antes de aceptar conocer a otra persona. Él me decía que salir no implicaba nada más que eso, estar juntos en un bar, tomar algo, una cena, película en el cine. Pedro es muy respetuoso, es mi compañero de trabajo y es el único que no me hace comentarios pícaros o con doble sentido. Por ahí cuando yo respondo en ese tono a los demás y todos se ríen, él permanece callado, como no prendiéndose en la joda, y eso, cuando nos quedamos solos, hace que me de vergüenza.
Él maneja la caja, toma los pedidos y prepara el café en el restorán donde trabajo, un resto pub bastante elitista. Yo soy camarera.
Esa tarde mientras me vestía luego de una larga ducha de aguan caliente, mientras me sacaba selfies sexys con mi celular frente al espejo, porque tengo ese tipo de actitudes egocéntricas de fotografiarme, nunca muestro esas fotos a nadie, solo las tengo para mí, me puse a pensar que hacía ya bastante tiempo que no salía a divertirme, ni sola ni con amigas, y mucho menos con otro hombre. Mi última relación íntima había ocurrido hacía más de seis meses, y ya ni siquiera recordaba cuando había sido la última vez que me había masturbado. Me di cuenta que estaba, llamativamente, muy asexuada.
Apenas llegué al trabajo le dije a Pedro que quería hablar con él a la salida. La jornada laboral fue un poco tensa, yo sentía algo de timidez y él no tenía idea sobre qué tema le hablaría.
-¿Sigue en pie lo de salir juntos? – tuve el valor de consultarle.
Me dio que sí, que cuando yo quiera, a dónde quiera. Quedamos finalmente para el martes próximo, día que ninguno de los dos trabaja, iríamos a cenar y sin obligación a alguna función del cine de trasnoche.
Los días que siguieron prácticamente no nos hablamos solo para alguna necesidad del trabajo, como si la cita nos incomodara a ambos, o como si sospechásemos que algo podría ocurrir. Yo me preguntaba cada noche qué pensaría él al respecto, con cuales intenciones iría, si tendría fantasías conmigo, que cosas pretendería hacerme. Por mi lado me imaginaba que al menos nos besaríamos en el cine, no demasiado tiempo, solo algunos minutos a mitad del film.
El lunes por la noche mis pensamientos se intensificaron. Ya era tarde porque siempre salimos tarde del trabajo, y luego de una ducha rápida me encontraba recostada y me puse a pensar en él, en cómo sería su forma de besar. Me lo imaginé tierno, que tardaría por ejemplo en introducir su lengua en mi boca, que primero probaría suavemente mis labios. Me intrigaba saber que haría con sus manos, si me acariciaría los muslos o me sujetaría de la nuca. Me descubrí tocándome al imaginármelo desnudo, sé que tiene el pecho peludo porque en verano cuando usa musculosas no puede ocultarlo, me imaginé su miembro, rodeado de mucho vello.
El martes por la tarde me escribió para decirme que pasaría a buscarme en su auto. Me puse nerviosa y ya desde temprano comencé a prepararme. Me depilé las piernas, me pasé varias cremas y sales de baño, tuve dudas sobre qué hacer con el vello púbico, si dejarme algo o quitarlo todo, sin estar segura, finalmente me lo recorté prolijamente en forma de triángulo. Me maquillé poco, apenas algo de sombra en los ojos y un pequeño brillo en los labios, decidí que llevaría el cabello recogido para que mi cuello se reluciera más. Casi lloro al no decidirme si usar un vestido o jeans ajustado. Nuevamente, sin estar seguro, opté por el jean pegado al cuerpo, inclusive me quedaba chico y toda mi cola se marcaba mucho, que era lo que yo buscaba. Me puse una remera no muy larga, la idea de usar un pantalón ajustado para que se marquen los glúteos es para mostrarlo, y una remera larga los taparía. Me senté en el sillón a esperar hasta que el timbre sonó.
Se notaba el nerviosismo de ambos. En el auto prácticamente no hablamos, solo lo básico, él dijo que hacía frío y yo dije que el tiempo estaba loco. Durante la cena nos ablandamos un poco, charlamos, nos distendimos y nos reímos.
-Que malos modales los míos – me dijo – No te dije que estás muy linda esta noche.
Yo sonreí. Sentí cómo mis mejillas se ruborizaron, y me sentí estúpida al abanicarme con la mano para bajar el calor mientras le respondí un tibio “gracias”.
Para ingresar al cine me abrió la puerta y me hizo pasar antes, todo un caballero, y supe que lo hacía para mirarme el culo, así que imperceptiblemente arqueé la espalda para que reluciera más y caminé lento moviendo las caderas hasta la boletería, como si fuese una modelo, para comprar las entradas, pero él se negó a que yo pagara y me invitó, al igual que la cena.
La sala estaba prácticamente vacía. Solo otra pareja que estaba sentada en las primeras filas y un anciano solo en la mitad más nosotros, que nos sentamos al fondo, cómo si tácitamente ya supiéramos ambos lo que estaba por ocurrir. Yo cada tanto mojaba mis labios y lo miraba de reojo. En determinado momento él me ofreció un caramelo, pero yo le mostré mis manos ocupadas con la gaseosa y el balde de pochoclos, le dije que me lo pelara y me lo de, y fue lo que hizo. Acercó el caramelo a mi boca, y yo, mirándolo firme a los ojos separé mis labios y dejé salir apenas mi lengua, introduje el caramelo, sellé los labios, la puntita de sus dedos quedaron dentro de mi boca el suficiente tiempo como para humedecerlos. Le sonreí y le dije que me de otro. Repetimos esa acción varias veces. Sus dedos se introducían en mi boca cada vez más. Yo se los lamía siempre mirándolo a los ojos.
-Es el último – me susurró al oído mostrándome del último caramelo de la bolsa.
Lo peló. Mordió la mitad con sus dientes dejando la otra mitad afuera y se acercó a mi cara. Yo mordí la otra mitad del caramelo y sentí la tibieza de sus labios, que no tardaron en abrirse para besarme. Su lengua, al contrario de lo que yo me imaginaba, no tardó en acariciar la mía con fuerza, llevándola hacia atrás, su lengua es larga y carnosa, rica. Tuve que hacer fuerza con mi lengua hacia adelante para contra restar su embestida. Sus dos manos me tomaron con firmeza por el costado de mi cabeza, a la altura de la mandíbula debajo de las orejas, como para impedir que me alejara. Yo con mis manos ocupadas no tuve otra opción que permanecer sumisa allí, él me estaba comiendo la boca, saboreando mi lengua como nunca un hombre me la había saboreado, y continuaría haciéndolo todo el tiempo que tuviese ganas, porque yo estaba indefensa. Cada tanto abría mis ojos para verlo, sentí que lo estaba disfrutando porque nunca abrió sus ojos. Cuando yo hacía un sutil intento de inclinarme hacia atrás para poder respirar, sus manos, firmes, me apretaban y me unían más a su cuerpo. A pesar de estar en la sal del cine nuestra saliva ya estaba haciendo ruido, al menos yo podía escucharla, y supe que él también lo hacía, ese sonido nos incentivaba más. Fueron besos sumamente húmedos. Finalmente, como si él hubiese sentido que ya había sido demasiado, dejó de utilizar su lengua y solo me dio pequeños besitos con sus labios, hasta que llegó el último pico y nos separamos dejando nuestras frentes apoyas. Continuábamos con los ojos cerrados. Respirábamos agitados los dos. Nos miramos y nos sonreímos. Él acarició mi pelo y continuamos mirando le película con normalidad.
Me di cuenta que entre mis piernas existía una humedad que no estaba allí hacía unos minutos. Me sentía realmente excitada. Pedro había conseguido que me mojara con solo besarme, y sentí mucha ansiedad por acostarme con él.
Pero nada de eso ocurrió esa noche. Luego de la función del cine me llevó hasta mi casa, yo no podía invitarlo a pasar porque vivo con mi familia, y de parte suya tampoco se ofreció a invitarme a la suya, o al menos llevarme a un hotel, o hacerlo en el asiento de atrás del auto, o un mísero pete en el asiento de adelante. Él simplemente me llevó hasta mi casa y se despidió sin siquiera detener la marcha del vehículo. Yo sentía ganas de besarlo de nuevo, estuve a punto de decírselo pero me contuve porque él ni siquiera hizo mención el beso del cine. Nos despedimos con un beso en la mejilla y me fui a dormir furiosa.
Los siguientes días él actuó como si nada, como si habernos besado no implicara nada. Yo por momentos sentía bronca porque pensaba que le había dicho al resto de los compañeros, pero en el fondo sabía que él no es de esos hombres. Yo nunca fui de comentar mis conquistas salvo con mis amigas más íntimas, y las demás camareras eran tan solo buenas compañeras de trabajo, entonces no les dije nada.
Una noche llovía mucho, había viento y un alerta meteorológico sobre posible sudestada. Se ofreció a llevarme a mi casa y acepté. Corrimos hasta el auto pero igual nos empapamos. Nos reímos porque parecía que nos habían empujado a una pileta con la ropa puesta. Cuando la risa se calmó se hizo un silencio incómodo, la tensión sexual se incrementó, y sin decirnos nada nos besamos. Esta vez yo tenía mis manos libres y pude abrazarlo por el cuello y jugar con los pelitos de su nuca para estimularlo más. Por momentos bajaba un poco mi mano para tocar su hombro o acariciar su pecho. Él tenía una de sus manos sobre mi cintura y la otra apoyada sobre mi desnudo y frío muslo, porque todavía vestía con el disfraz de camarera, una pollera corta con las iniciales del local.
Yo sentía como sus manos subían cada vez más arriba. Primero solo se apoyaba en mi rodilla. Luego subió un poco y bajó. Luego presionaba suave. Subía, como si estuviese buscando algo. Mientras más arriba estaba su mano yo debía separar más mis piernas pera permitirle seguir subiendo y que no quedara atrapada entre mis muslos. Cuando mis piernas se abrieron por completo y sentí sus dedos acariciarme la vulva por encima de la bombacha dejé de besarlo y suspiré, me dio vergüenza que me escuchara hacer eso y para disimular comencé a besarlo en el cuello casi a la vez que él sus dedos lograron vencer la barrera de la tela de la ropa interior por el costado y se introducían en mi cuerpo.
No son muchos los hombres que me han masturbado en mi vida. Mi ex novio, un amante, mi primer chico y ahora él. Pero por la forma de hacerlo supe que era un tipo experimentado. Movía sus dedos lento, buscando mi clítoris, y cuando lo encontraba se queda allí jugando tiernamente unos segundos que me hacían delirar del placer. Introducía sus dedos y los sacaba, haciendo que me moje toda, podía sentir el chasquido de mis flujos haciendo sopapa con su mano, eso me excitaba demasiado. Tuve un momento de lucidez y me encontré gimiendo y moviendo mi cadera el ritmo que él marcaba, si él me masturbaba rápido yo me movía veloz, si él cambiaba a movimientos más lento lo mismo hacía mi cuerpo. Me estaba haciendo el amor con su mano, y yo sentí que se lo estaba haciendo a sus dedos. Me avergoncé porque mis gemidos ya eran bastante sonoros, no quería mirarlo, mis ojos estaban cerrados pero supe que mi cara demostraría mucho placer, me da vergüenza también que me vean la cara cuando estoy próxima a tener un orgasmo.
Cuando sentí que la llegada al clímax ya era inevitable le pedí que no se detuviera, que mantenga ese ritmo con un susurrado “si, si, así, así”, luego se me contrajeron los músculos vaginales, mis muslos temblaron y traté de no gritar, pero no pude, y el “aahhh”, al acabar le puso punto final al momento. Él secó sus dedos en el asiento. Yo permanecí apoyando la cabeza sobre su hombro unos momentos, tratando de recuperar el aire. Luego me recosté sobre el asiento y bajé un poco la ventanilla, hacía micho calor. Afuera continuaba lloviendo. Él encendió el auto y me llevó a mi casa de la misma manera que el día de la cena y el cine, no detuvo la marcha y se despidió de mí con un beso en la mejilla.
-Hasta mañana – escuché que gritó mientras yo corría hasta la puerta de entrada.
Sentí muchísima vergüenza los siguientes días en el trabajo. La saludaba de manera fría, si podía evitar el beso en la mejilla lo hacía, y solo le hablaba lo mínimo. Él no hizo mención al encuentro del auto en ningún momento, ni comentarios pícaros ni nada de eso. Para aumentar mi incomodidad durante una charla entre todos los empleados salió el tema de la masturbación femenina, si nos gustaba más hacerlo nosotras o que nos lo haga otro. Recuerdo que se me nubló la vista y no sé qué respondí.
Nuestro tercer encuentro se dio un par de semanas después, fue todo muy lento. Fue gracias a mí porque lo vi hablando muy cariñoso con otra de las camareras y ahí exploté, le dije con ironía en forma de chiste que me había olvidado muy rápido. Él lanzó una carcajada y me dijo que no, que nada que ver y me invitó a salir esa misma noche después del trabajo. Le dije que sí solo para no dejarme apurar, pero no sabía muy bien a donde iríamos, a la hora que salimos de trabajar ya está todo cerrado.
-Bueno – dijo al poner en marcha el auto - ¿Un telo te parece? – desafió.
-Dale.
Ir a un hotel con alguien con quien nunca te acostaste antes me resulta incómodo. Es como que mientras vamos en camino pienso que en poco tiempo esa persona que ahora está con ropa, vestido a mi lado, estará desnudo, moviéndose sobre mí, dentro de mi cuerpo, y que yo estaré en la misma situación, pasaré de estar vestida a estar de rodillas haciéndole sexo oral, me escuchará gemir, es bastante morboso el mundo del telo.
En la habitación todo se dio rápidamente. Apenas cerramos la puerta él me estampo contra la pared y comenzó a besarme y tocarme la cola, yo lo abrazaba por el cuello mientras sentía como su miembro se apoyaba en mi vientre. Yo me movía hacia adelante tratando de buscarlo para sentirlo mejor, era notable como se le estaba endureciendo. Sin pedirle permiso le quité la camisa, luego recostándome hacia atrás desabroché su cinturón y desprendí los botones de su pantalón. Pedro usa slip y no bóxer, pude ver sus muslos fuertes, vestido no parece tener músculos en sus piernas, pero los tiene, y supe que a la hora de moverse podría hacérmelo muy fuerte si quisiera, cada embestida suyo sería profunda. Como sospechaba su pene estaba rodeado de mucho pelo, se lo veía no muy grande pero gordo, se le doblaba hacia abajo su erección. Sin pensarlo me arrodillé y lejos de hacer un juego previo lo metí en mi boca y comencé a masturbarlo mientras se lo chupaba. Mi nariz chocaba contra su vello y me generaba cosquillas. Su tronco estaba muy duro, no es muy largo pero de todas formas lo lamí desde la base hasta la punta, donde me detuve a jugar con mi lengua unos segundos, robándole un jadeo. Con mi otra mano acaricié sus testículos, colgaban y parecían estar cargados, y pensé que cuando eyaculara derramaría una cantidad de semen importante.
Me incorporé y me desvestí por mi cuenta, él mientras tanto terminó de quitarse los zapatos y las medias. Lo miré con detenimiento, detrás de todo ese pelo corporal había un cuerpo tonificado y marcado. Quería que ese cuerpo esté dentro del mío cuanto antes, quería sentirlo sobre mí y estar yo sobre él para darle placer.
Una vez desnuda él se agachó, me hizo elevar una pierna e introdujo en mi vagina dos dedos mientras con la lengua lamía el clítoris. Todo lo hizo rápido, sin darme tiempo a nada. Gemí y apoyé una de mis manos sobre su cabeza, como hacen los hombres cuando se la chupan, y desde allí le daba a entender el ritmo que debía seguir. Lo miré, sus ojos se asomaban por entre mi vello púbico. Por mis muslos chorreaba un poco del flujo mezclado con saliva.
Me alzó y me llevó a la cama. Me acostó boca arriba y separó mis piernas. Luego buscó en el pantalón que estaba por el suelo un paquete de preservativos. Mientras se lo colocaba yo me masturbé unos instantes para no perder la calentura. Regresó a mí. Me dio vuelta y levantó mis caderas. Estaba en cuatro patas con él detrás de mí. Sentí su embestida y grité. Sus muslos golpeaban mis glúteos haciendo un chasquido similar al de una cachetada. Me sujetó del pelo y lo tiró hacia atrás, como si fuese una yegua a la que había que domar. Sentía como su miembro escarbaba dentro de mi cuerpo, moviéndose en círculos, como tratando de agrandar mi orificio, me encantaba que hiciera eso. Cuando embestía contra mí él buscaba ingresar lo más posible a pesar de su poca longitud. Aun así no tardé en tener un orgasmo, se lo hice saber gritando un “así, así, acabo, acabo”, me dio una nalgada y acabamos juntos.
Caímos vencidos sobre la cama. Su preservativo parecía explotar de semen. Se lo quitó, lo anudó y lo arrojó al suelo. Me preguntó si me había gustado. Le dije que sí. Me dijo que tengo un culo lindo y que era casado con un hijo.
Me sentí muy forreada, pero no estaba en mis planes hacerle una escena. Antes que se nos terminara el turno tuvimos sexo otra vez, un poco más larga que la primera. En esa segunda ocasión no pude acabar, pero tuve la delicadeza de fingir el orgasmo para que él se sintiera bien.
El resto fue similar a lo de siempre. Me llevó a mi casa, nos despedimos con un beso en la mejilla y durante los siguientes días hablamos poco y nada.
23 comentarios - Pedro, mi compañero de trabajo
Esas salidas donde deseas tanto pero no sabes que hacer y te atreves y se da son, de las mas excitantes que pueden haber.
Excelente relato +10
que bueno que les gustó el relato, tengo mas seguro los comparto.
un besito a todos
UN RELATO EXELENTE
ME DEJASTE DURISIMOOOOOOOO GENIAL¡¡¡ DEJO PUNTOS
fotos en mis shouts