Buenas gente, acá les dejo otro relato distinto tal como prometí, no sé bien cuando voy a continuarlo, ya que es una historia que se me ocurrió recientemente y merecía ser escrita.
¡Espero que les guste y sin más al relato!
Todos los personajes son ficticios y cumplen con la mayoría de edad.
¡Espero que les guste y sin más al relato!
Todos los personajes son ficticios y cumplen con la mayoría de edad.
Furia al volante: Parte 1
Todo comenzó un día jueves del mes de febrero. Había acompañado a un amigo a averiguar precios de materiales ya que quería remodelar su departamento.
Tras haber averiguado los precios y haber acordado para que le acerquen los materiales la semana entrante, nos dispusimos a volver hacia mi casa a tomar unos mates.
Eran las 18hs, comenzaba a haber algo de tráfico de la gente que empezaba a salir del trabajo.
Como conocía bien el lugar se metía en todas las calles por adentro evitando las zonas centricas y así el tráfico, hasta que una de esas calles no tuvimos la misma suerte.
Una calle angosta estaba minada de autos estacionados en ambas manos, dejando “huecos” entre sí, donde todos los conductores se metían para ganarle al otro y salir antes.
Fue en esa situación en la que nos topamos con ella, una morocha, 30 y pico de años, al volante de un Peugeot bastante nuevo, se la veía linda, con unos anteojos de sol que no dejaban ver sus ojos.
Del “carril” por donde venía ella habían varios autos estacionados y de la mano donde avanzábamos con mi amigo estaba libre, así que mi amigo interpretó eso como “tengo paso” y aceleró. La morocha parece que interpretó lo contrario, porque también aceleró y se abrió para esquivar a la fila de autos y pasar ella primera.
Lucas (nombre de mi amigo) ni se inmutó, y mantuvo su marcha, por lo que inevitablemente terminamos encerrados con la mujer que se había mandado.
Conociendo a Lucas sabía muy bien que el no iba a ceder y más cuando sabe o piensa tener la razón, por lo que tras bocinazos la morocha tuvo que poner marcha atrás, acomodar el auto detrás de la fila de los que estaban detenidos y dejarnos pasar.
Mi amigo no pudo contener las ganas y tras bajar la ventanilla y pasar al lado de ella quien estaba también con la ventanilla baja le dijo deteniéndose al lado de ella.
— Hacele un favor a todos y devolvé el registro — con una sonrisa muy sobrante típica de el.
— ¿Por qué no te vas a la mierda pedazo de pelotudo? — la morocha estaba que volaba del enojo.
— Epa… que boquita que tenes eh.
— Te crees vivo porque soy mujer idiota, ojala que choques y te caguen a piñas por hijo de puta — cada vez alzaba más la voz.
— Y seguramente que voy a chocar si me tocan más minas al volante como vos — tras esta frase, puso primera y arrancamos.
Lucas estaba contento por haber hecho enojar así a la mina, yo me manejo en moto, por lo que no eran muy habituales ese tipo de “problemas” de tránsito, pero nunca me gusto “armar quilombo” a pesar de que sea una mina, sea de quien sea la culpa es más negocio continuar el camino de uno tranquilo.
Cuando nos estábamos alejando escuchamos como un auto quemaba gomas y tras mirar hacia atrás vimos que era el auto de la morocha que se iba continuando su rumbo.
Lucas se reía a más no poder, disfrutaba de la situación, aunque a mi no me parecía del todo correcto.
Hicimos unas cuadras más tranquilos tal cual veníamos, ya había pasado el tema de la minita mientras conversábamos de los cambios que tenía ideados para su departamento cuando un auto en un cruce entre calles se nos “atraviesa” de golpe.
Por suerte los reflejos de mi amigo funcionaron al 100% al igual que los frenos y no chocamos contra el auto por muy poco.
La sorpresa fue al reaccionar y ver que el auto que estaba detenido a escasos centímetros nuestros era el Peugeot de la mina con la que Lucas había discutido.
Lucas era un tipo sin paciencia, era el típico al que le gusta joder pero no que lo jodan, por lo cual sabía muy bien como iba a reaccionar ante la situación.
El auto no se movía de adelante nuestro, tenía la ventanilla del lado del acompañante levantada, por lo que no podíamos ver a la mina culpa del vidrio polarizado. Mi amigo estaba sacándose el cinturón de seguridad, completamente enojado para ir al encuentro con la mujer. Si bien mi amigo no es violento y menos con una mujer, yo estaba más que seguro que no le iba a pegar, por ese lado estaba más que tranquilo, pero si era “picante” con la lengua e imaginaba la ola de puteadas que le podía llegar a tirar a la mina. Así que lo frené antes de que baje del auto.
— Tranquilo boludo, dejame ir a hablar a mi — mientras me sacaba mi cinturón decidido a salir antes que el al encuentro y tratar de enfriar la situación.
— ¿Qué tranquilo ni tranquilo? ¿No viste a la forra esta lo que hizo? Si nos pegábamos el palo podíamos habernos hecho mierda por una pelotuda que no sabe ni manejar — estaba que volaba.
— Quedate tranquilo, vos también la provocaste, vas a ir a putearla y no vas a ganar nada.
— ¿Provocarla? Pero si yo tenía la razón, no te das cuenta que no sabe ni manejar.
— No importa, voy yo, te conozco y sé bien que si vas vos más que putearla no vas a hacer y eso es al pedo, dejame intentar hablar a mi.
— ¿Qué querés hablar con la enferma esa? ¿Te pensás que va a cambiar algo?
— No sé, pero si no intento tampoco voy a saberlo — y tras eso salí del auto ganándole la pulseada a mi amigo.
No sabía ni que iba a decir, ni sabía siquiera para que iba a hablarle a la mujer, pero sentía la necesidad de saber por qué reaccionó así, tal vez tenía un mal día y si bien esta vez no había pasado nada, si no intentaba algo la próxima causar un accidente mucho más grave.
Di la vuelta por delante de su auto, el motor estaba detenido y la mujer agarrada aún al volante.
Llegué a la puerta de su lado, su ventanilla al igual que la del acompañante también estaba levantada, golpeé suavemente con mis nudillos su ventanilla, que tras unos segundos comenzó a bajar.
Cuando estaba baja por completo quedé atónito, la morocha era un infierno, se la notaba delgada, desde mi altura podía ver que tenía un jean ajustado que le calzaba justo en sus piernas y una remera también ajustada negra, con un escote muy delicado que dejaba notar unas hermosas tetas notoriamente firmes y grandes, junto a sus ya mencionados anteojos de sol. Tenía el pelo lacio, suelto y largo, junto a una piel bien blanca que parecía no haber siquiera visto el sol nunca ni en una revista.
Si antes no sabía que decir, ahora sabía menos, la vista de semejante mujer me había dejado más perdido que antes, no sé ni de donde me salió pero empecé a hablar.
— Disculpame… ¿Estás bien? — intenté romper el hielo de alguna forma.
— ¿Y a vos que te importa pelotudo, se les fue lo canchero de golpe?
— Pará, antes que nada yo no iba manejando y no comparto la forreada de mi amigo, pero tampoco puedo entender semejante enojo de tu parte.
— Claro, como todo hombre, si alguien los putea reaccionan y se agarran a piñas, pero ahora cuando reacciona una mujer “no pueden entender el enojo”. Sos una mierda más igual que todos los demás — evidentemente estaba enojada especialmente con el sexo masculino.
— Mirá, no sé que clase de problemas tendrás con los hombres, y tampoco me importa, pero pensá un poco, por una reacción así y una locura como la que hiciste podías haber lastimado a gente y no solamente a nosotros, sino vos también podías lastimarte — seguía intentando calmar las aguas.
— Seguro tu amigo te mandó para hacerte el simpático. ¿Por qué no baja el hijo de puta ese?
— A mi no me mandó nadie, calmate, enserio te lo digo, podes generar un accidente mucho más grave por una pelotudés como la de hace un rato.
— Ojalá me hubieran chocado y se hubieran hecho mierda, así había dos lacras como ustedes menos — evidentemente no estaba muy bien.
— Mirá, no es el momento ni el lugar para hablar, pero por favor, pensá bien lo que decís y haces, hay mucha gente que está peleando por vivir y vos querés salir a matar gente por el simple hecho de ser hombres.
— Claro, seguro que voy a reflexionar a base de lo que me dijo un pibito idiota inservible en la calle.
— Hay autos esperando pasar y estamos molestando, por favor, dejanos el paso y si querés hablar te dejo mi tarjeta.
— ¿Quién carajo te crees que sos? Esa tarjeta te la podés meter en el culo, por mi que los otros autos se prendan fuego, me voy porque tengo otros compromisos que atender y decile al pelotudo de tu amigo que la próxima no se salva por pajero creído de mierda.
Tras ese cruce de palabras la morocha aceleró y salió quemando gomas nuevamente. Obviamente no había querido agarrar mi tarjeta, tarjeta que siempre tenía a mano porque además de mi trabajo, los fines de semana reparo equipos de aire acondicionado y heladeras, por lo cual en esa tarjeta estaba mi número, pero como no podía resignarme a su negativa antes de que salga tiré la tarjeta para adentro de su auto.
La verdad, no sabía para qué lo había hecho, la mina evidentemente tenía un resentimiento enorme con los hombres y tras el episodio que habíamos tenido posiblemente prenda fuego la tarjeta ni bien la vea, pero bueno, el que no arriesga no gana.
Mi vida siguió normalmente, pasaron unas cuántas semanas desde el episodio y ya ni siquiera me acordaba de la morocha, hasta que mi un mensaje en mi celular cambió todo en un instante.
— Además de pelotudo resultaste ser bastante elocuente.
No tenía ni la más mínima idea de quién había mandado ese mensaje, no tenía agendado el número ni imaginaba quién podía ser.
— ¿Quién sos?
— ¿Cómo que quién soy? Podía haber jurado que mis tetas te las ibas a acordar por un tiempo largo.
— Me parece que te equivocaste de número.
— No, no me equivoqué, salvo que la tarjeta que tiraste en mi auto sea de otra persona — automáticamente se me vino la mina del Peugeot a la cabeza.
— Veo que al menos funcionó porque la que me está buscando ahora sos vos.
— No te sientas tan importante pendejo, si tuviera a alguien de confianza a quien llamar lo hubiera hecho.
— Es decir que al primer “pendejo” que conocés menos de 10 minutos cuando casi generás un accidente ya es de tu confianza.
— No te quieras pasar de vivo, tengo mucho más camino recorrido que vos estate más que seguro.
— Me imagino, pero bueno…. ¿Vas a contarme la historia de tu vida y tu “camino recorrido” o me vas a decir qué es lo que necesitás? — No quería quedar tan como ella dijo un “pendejo”.
— Parece que por mensaje sos muy bueno, pero cara a cara me parece que se te cae la careta pendejo… necesito que me revises el aire acondicionado. ¿Vos hacés eso o solamente tirás la tarjeta a minas que querés levantarte?
— Yo laburo con eso, pero parece que lo de levantarme minas tirando tarjetas con vos también funciona perfecto.
Seguimos intercambiando mensajes en una especie de “tire y afloje”. La mina se notaba decidida, era evidente que tenía mucha más experiencia que yo ya que me costaba mucho poder seguirle el hilo de su conversación en la que me “atacaba” constantemente y tenía que defenderme para no quedar atrás.
Acordamos que el sábado a la mañana iba a pasar a verle el aire que según me dijo no enfriaba bien.
El sábado llegó rápido, había tenido una semana jodida en mi laburo por lo que no tuve mucho tiempo de estar pensando en la morocha, que ahora sabía que se llamaba Carolina.
Como dije anteriormente me manejo en moto, así que a las 8am tomé la caja de herramientas y salí para la dirección que me había dado. El sol ya estaba pegando y seguramente iba a ser un día caluroso bien de verano.
La dirección me llevó a un barrio bastante cheto de Capital Federal, todas casas lindas, grandes, se notaba que había mucha gente de plata.
Empecé a buscar la casa de Carolina, y me llevé una sorpresa al ver en donde vivía. Era una casa que se veía gigante, tenía un portón corredizo en la entrada con una pequeña puerta negra de fierro con un timbre. Tras tocarlo y anunciar que era yo apareció ella en la puerta. Casi me caigo de la misma moto al verla.
Estaba vestida con ojotas, un short muy pero muy chico que prácticamente no le entraba, una remera ajustada que dejaba verle parte de su panza completamente chata y una cintura diminuta y hacía resaltar sus grandes pechos. Esta vez, estaba sin anteojos por lo que pude apreciar unos ojos oscuros y un poco de maquillaje en la cara, coronando todo con un rodete en el pelo.
— Llegaste puntual, por lo menos sos un pendejo responsable — al parecer siempre iba a dirigirse hacia mí como “pendejo”.
— Yo cumplo con lo que digo, soy muy profesional en mi trabajo.
— No es necesario que te mandes la parte conmigo, solucioname el problema y con eso estamos.
— ¿Cuál problema? — Dije en un tono jocoso mientras la miraba de arriba hacia abajo.
— No te hagas el gracioso.
— Enserio te pregunto, capás te puedo ayudar en algo más.
— ¿Realmente te pensás que con esos chamuyos baratos vas a ganar algo?
— A decir verdad creo que sí, fijate que simplemente tirando una tarjeta en tu auto ya estoy adentro de tu casa.
Pude notar una mirada penetrante de ella hacia mí, al parecer esa frase me había salido mejor de lo pensado y tal vez sumado algún punto extra, ya que desde que me mandó el primer mensaje intenté no quedar como lo que ella siempre decía un "pendejo".
Me llevó hacia la habitación en donde estaba el aire acondicionado, pasando por el interior del caserón donde vivía. La casa tenía 2 pisos y la habitación donde estaba el problema estaba en el segundo piso, por lo que pude ver el lujo que había en esa casa.
Lo único que me preocupaba era que la mina sea casada y aparezca el marido para cagarme toda idea de poder clavarme a la morocha, aunque aún estando en su casa y creyendo tener el juego a mi favor no estaba seguro de lograrlo.
Una vez en la habitación me puse a revisar el aire y encontré unas fallas nada graves pero que me iban a llevar algo de tiempo solucionar. Así que me puse manos a la obra mientras ella me miraba atentamente.
Saqué temas de conversación mientras ella estaba ahí, pero de a momentos le salía hostilidad desde adentro y terminaba destilando odio hacia los hombres y obviamente hacia mi.
Tras estar un rato conmigo se vé que tomó confianza porque se fue y me dejó solo.
Renegué un rato con el aire, estando en fines de febrero el verano no aflojaba y el calor comenzaba a sofocar, pero para mi suerte pude terminarlo sin mayores complicaciones.
Lo puse en marcha para probar que todo funcione bien y tras comprobarlo tenía que buscarla para avisarle.
Salí al pasillo a ver si la encontraba, pero no la encontré, ni ahí, ni en el primer piso y tampoco en la planta baja.
Salí nuevamente a la entrada de la casa y un pasillo comunicaba esa parte con el fondo, así que fui caminando por ahí hasta que me llevé la sorpresa más grande.
En el fondo de la casa había además de un extenso y prolijo parque una pileta gigante y ahí estaba ella acostada boca abajo en una reposera, con la cola entangadísima en una bikini ultra chica y al parecer sin nada cubriéndole las tetas para que no le quede marcada la espalda con el sol.
Su piel era tan blanca que no podía entender cómo era posible que si se exponía así al sol no se bronceara ni un poco.
Miré unos minutos esa locura y tuve que cortar con la vista para decirle que había terminado el trabajo. La pija se me estaba poniendo dura como una piedra, pero la bermudas de jean me permitía esconderla un poco.
— Disculpame, ya terminé con el aire, pero por lo que veo, si necesitás que te ayude con el bronceador no te voy a cobrar extra.
— Ya te dije, sos muy básico… ¿Así se ganan a minas los pendejos de hoy en día?
— Disculpame, me olvidé que vos no sos una pendeja.
— Que desubicado de mierda, esperame en el living que ya voy.
Imaginé que le había tocado un punto sensible, pero como dije antes, la mina siempre buscaba pasarme por encima y de alguna forma tenía que plantarme ante la situación.
Lamentablemente no tenía un lugar para esconderme y espiar así poder verla levantarse, así que me resigné y me fui a living.
Llegó tras unos minutos nuevamente con el short puesto pero ahora solamente tenía la parte de arriba de la bikini que no soportaba más esas tetas y estaba por explotar.
— ¿Y pendejo que tenía?
— Nada grave, ya está andando bien, si querés podes ir a probarlo.
— Bueno, vamos que si anda bien te pago y te vas.
— Si querés pagame ahora, porque es seguro que anda bien.
— ¿Tanta fe te tenés?
— Demasiada, hasta ahora nunca tuve quejas.
Volví a notar esa mirada que me había soltado al principio, sentía que comenzaba a entrar en su juego y no estaba quedando tan atrás.
Subió ella adelante mío, ese short no podía marcar mejor su ojete, era evidente que la mina lo laburaba, le dedicaba tiempo, gimnasio, algo hacía, era simplemente perfecto, tamaño justo, redondito, firme, parado, una vista impresionante ver como se movían al subir escalón tras escalón.
Una vez que llegamos a la habitación prendió el aire y se quedó esperando a que enfríe parada al lado de la cama matrimonial.
Tras unos minutos el aire comenzó a enfriar demostrando así que mi trabajo estaba concluido y había quedado tal cual lo dicho.
— Bueno, parece que ahora volvió a enfriar como antes decime… ¿Cuánto te debo?
— Lo mismo que habíamos acordado el otro día.
— Que pendejo egoísta, después de la vista que tuviste en las escaleras no me hacés ni un poquito de precio — y sacaba “trompita” como una adolescente caprichosa.
No pude aguantar más, la mina en esa bikini con las tetas a reventar, provocándome de esa forma y yo con mi edad y hormonas a full no pude contenerme.
Me acerqué el paso que me separaba de ella, la tomé firme de la cintura y la traje hacia mi, ni bien la tuve cerca le comí la boca de una.
A los pocos segundos la mina se liberó de mi empujándome con todas sus fuerzas, aunque no pudo lograr mucho.
Yo mido 1,70mts, no soy ni flaco ni gordo, voy al gimnasio de vez en cuando y con mis 26 años tenía bastante más fuerza que ella con 1,60mts aprox y 39 años (luego me enteré), por lo que su empujón apenas me separó un paso.
— ¿Qué hacés pendejo de mierda, quién te crees que sos?
— ¿Qué que hago? Yo todavía no hice nada, ahora vas a ver lo que voy a hacer — al mismo tiempo que volvía hacia ella.
— No me vas a hacer nada pelotudo, te voy a denunciar.
— Denunciame todo lo que quieras, me venís calentando por mensaje, me atendés en bikini, subís las escaleras con ese short que sabés bien que se te mete en todo el orto. Tu problema es que estás acostumbrada a pasar a cualquier pajerito por encima, porque con el lomo que tenés más de uno se queda embobado, pero hoy el pendejito te va a demostrar que no siempre va a ser así.
— Ni siquiera lo int…. — le corté la frase con otro beso.
Era evidente que la mina buscaba provocar, me quería calentar a mil para despedirme y sentirse victoriosa, estoy seguro que siempre hacía lo mismo con todos, pero estaba más que seguro que la mina quería lo mismo que yo.
Se “intentó” resistir por no más de 10 segundos, que fue el momento en el que ella comenzó a buscar mi lengua con la suya.
Sentía sus grandes tetas pegarse en mi cuerpo, una sensación que me volvía completamente loco.
Mi pija creció adentro de mi pantalón y necesitaba urgente liberarla de esa prisión que me estaba matando.
Por su parte la morocha me estaba comiendo la boca de una forma impresionante, realmente estaba caliente y al parecer mi “trabajo” recién iba a comenzar.
Nos tiramos arriba de la cama, quedando ella por debajo mio, mientras la besaba comencé a darme el lujo de apretar esas tetas por sobre la tela del bikini. Realmente eran firmes, duras y los pezones estaban que explotaban.
En un movimiento rápido saqué la dichosa tela que me impedía verle ese par de tetas y me llevé la grata sorpresa de que tenía unas grandes aureolas y como su piel es bien blanca se le notaban bien las venas, cosas que me volvían completamente loco, mi debilidad.
No me resistí y comencé a jugar con esas tetas, las apretaba, las besaba, le pasaba la lengua por la puntita del pezón, se los mordía y estiraba. Las pocas minas tetonas con las que había estado antes tenían la misma debilidad que Carolina, eran muy sensibles en las tetas, por lo que la morocha ya estaba retorciéndose de placer arriba de la cama.
La dejé un segundo en la cama tal cual estaba y me saqué la bermuda junto con el bóxer porque mi pija no aguantaba más, tras liberarla automáticamente salió disparada como un resorte.
Mientras terminaba de desvestirme la morocha se sacó el short y la bikini que estaba debajo y comenzó a acariciar su concha.
La tenía casi depilada por completo, sólo un par de pelos negros la cubrían, con una mano se masajeaba la concha y con la otra apretaba sus tetas, una imagen digna de admirar hasta aburrirse.
Tenía una concha pequeña, no tan grande como creía, pero digna de ser chupada y cogida además de que el pedazo de mujer ameritaba a eso y mucho más.
— Mirá lo que te vas a comer por ser tan puta, menos mal que quisiste que te choquemos.
— No me digas así pendejo, no soy ninguna puta.
— No, la verdad tenés pinta de calienta pijas, pero esta vez vas a comerte la pija de un macho de verdad.
Tras eso la tomé de la mano, mano que aún reposaba en su conchita y la senté al borde de la cama.
No le di mucho tiempo a reaccionar y tras tomarle la cabeza por los pelos se la mandé en la boca de una.
Comencé a meterle y sacarle la pija de la boca a un ritmo bastante rápido, realmente nunca me gustó el sexo así a lo “salvaje” era más de ir tranquilo y “disfrutar” todo a su tiempo, pero sentía que la mina necesitaba de eso, siempre sobrando, sintiéndose más, sabía que si no la pasaba por encima iba a terminar siendo uno más en su lista.
Le metía la pija hasta donde podía y comenzaba a atragantarse, una y otra y otra vez, obligándola a chuparla hasta donde su garganta le permitía. El sonido que emitía mi pija violando su boca era una melodía hermosa.
En una de esas separó mi cuerpo con su mano evitando así comerse mi pija nuevamente.
— Pará pendejo, qué te pensás que soy.
— Sos una perra infernal, una putita que necesita comerse una buena pija.
— Sos muy bruto pend… — la interrumpió mi pija en su boca.
La tuve así un rato más, podía notar que a ella le calentaba que la traten así aún más que a mi, sus tetas parecía que iban a explotar así que decidí dejar que ahora disfrute ella.
Largué su pelo liberando así su cabeza que estaba junto con su boca con mi pija casi hasta el fondo. Me arrodillé entre sus piernas y comencé a chuparle la concha. Al igual que con el pete “obligado” lo hice sin ningún tipo de delicadeza. Le succionaba la conchita a más no poder, le clavaba los dos y hasta tres dedos (que a pesar de no notarse tan grande la concha, entraban como si nada), le “penetraba” la concha con la lengua, mientras con mis manos jugaba con sus tetas, estiraba sus pezones o le metía unos dedos en su boca.
La morocha estaba que explotaba, se retorcía, gritaba, gemía, y no tardó mucho en pedir que la coja.
— Dale pendejo, cojeme, por favor, no aguanto más las ganas, cojeme toda hijo de puta — decía mientras seguía instalado entre sus piernas.
— ¿Cómo? No te escuché bien.
— Que me cojas hijo de puta, me tenés re caliente, sos una mierda, llename la concha de pija pendejo.
Ante su pedido desesperado, tomé un forro que había dejado preparado en la mesa de luz y levanté sus piernas apoyándolas sobre mis hombros y dejándole servida su concha a mi pija que estaba a reventar de dura.
Comencé a bombearla rápido, con furia, quería que la muy perra se sienta completamente cogida, que se acuerde de que un pendejo la obligó a pedir por su pija y que se tuvo que meter su papel de “mala” en el orto.
La visión que tenía de Carolina en esa posición mientras la garchaba era algo increíble, las tetas completamente duras con esas aureolas gigantes y bien venosas moviéndose al ritmo de la garchada, su piel blanca, sus ojos cerrados, su pelo ahora suelto y su concha comiéndose toda mi pija hasta el fondo era algo fantástico.
Estaba cerca de acabar, el ritmo era demasiado y el pedazo de mujer que era la morocha también, así que me di el lujo de ponerla en cuatro.
Ese culo, redondo, firme, puesto en cuatro, era algo de otro planeta, tomé mi pija con una mano y se la clavé hasta el fondo por la concha de una.
Comencé a meter y sacar mi pija en esa pose al tiempo que escuchaba a Carolina decir entre gemidos “pendejo, hijo de puta, te odio”. Me subía la moral a mil.
Su concha empezó a apretar mi pija, estaba latiendo, por lo que ella al igual que yo estaba llegando a su punto máximo. Solté mi mano de su cintura y mandándosela por debajo tomé su teta derecha y tras masajearla un poco apreté su pezón y lo estiré, lo que generó que junto a mi penetrada acabe gritando “hijo de puta”.
No aguanté más yo tampoco y acabé segundos después que ella llenando el forro de leche.
Me acosté en la cama junto a ella que estaba aún disfrutando del orgasmo, en ese momento me di cuenta que tenía un anillo dorado en el dedo, por lo que seguramente tenía marido.
Cuando se recuperó no pude contenerme la duda y le pregunté por el mismo.
— Veo que sos más putita de lo que pensaba. Al tiempo que tomaba su mano mostrando su anillo.
— Te dije que no me digas así pendejo, y esa mierda seguro está garchando con su secretaria en algún país lejos de acá.
— Apa, ahora entiendo un poco más las cosas.
— ¿Qué entendés pendejo?
— Nada, no importa.
Al parecer parte del odio o resentimiento que tenía para con los hombres era debido a que su marido le metía los cuernos como dijo ella con la secretaria.
La verdad, increíble que alguien piense en meterle los cuernos a la morocha, era realmente un infierno de mujer. Perfecta se la mire por donde se la mire.
Tras ese hermoso polvo pude notar que el aire acondicionado funcionaba perfectamente.
Me duché y ya eran las 16hs por lo que muy a mi pesar tuve que irme a atender otro asunto en otra casa de la que me habían llamado porque no le funcionaba la heladera.
Nos despedimos y me fui. Lamentablemente me perdí la invitación a la pileta y la reparación del aire fue gratis. Pero fue la primera de muchas otras veces que garché con Carolina mientras su marido viajaba por “negocios”.
Continuará…
Bueno gente, es todo por el momento, espero que lo disfruten.
Como siempre, se aceptan críticas y sugerencias.
Si es el primer relato mío que leés te dejo aca abajo el enlace a la 5ta parte de "Me garché a la mamá de mi mejor amigo" donde vas a encontrar también los enlaces para las anteriores partes.
Y también el enlace a Mis Posts.
¡Un saludo y hasta la próxima!
8 comentarios - Furia al volante [Parte 1 de ?]
Sos digno de hacer un libro jajaja
Excelentes tío
Te paso puntos luego, ya ando sin ellos ahora
Gracias por la buena vibra!