Luego de leerles me anime a escribir mi primer relato, espero les agrade
Es posible que no recuerdes nuestro primer encuentro, a decir verdad espero que lo recuerdes al leerme.
Había llegado a tu casa, solo una visita más, al pasar por el patio te observe ahí sentada. Tu cabello descendía a un costado de tu rostro, enmarcando esos ojos que me seguían desconfiados. La blusa que vestías permitía observar tu figura, de ella sobresalían un par de frutos tiernos, luciendo apetecibles. Pero lo que me robo el aliento fueron tus piernas desnudas que asomaban de una falda en extremo corta, quede paralizado ante esa bella imagen.
Tus padres me habían invitado para socializar, alguna costumbre que no he logrado descifrar, tal vez querían asegurarse que su nuevo inquilino fuera de lo más normal. A lo largo de la tarde no pude eludir tus miradas, solo podía recordar la primera impresión. Luego de algunas formalidades y una comida que pareció más un interrogatorio me pude retirar.
Al llegar a mi habitación me pude percatar que tenía acceso visual al amplio ventanal de la tuya, sabía que me podría deleitar al observarte, ahí ingenua, en tu zona de confort. Mayor fue mi sorpresa al descubrir que nos unía un balcón, la afición de tu madre por las plantas me brindaría el camuflaje perfecto.
Imaginando la infinita posibilidad de encuentros me fui quedando dormido, olvide cerrar las ventanas, posiblemente eso hubiera sido un problema cuando al anochecer comenzó a lloviznar, sin embargo fue el motivo perfecto para despertar. La brisa se colaba a mi habitación y en un intento por impedirlo obtuve una recompensa inconmensurable. Ahí estabas en tu habitación, cubierta con tan solo una manta, tus ventanas abiertas eran el anzuelo perfecto, ya me habías arrebatado el control.
Luego de cruzar el pequeño balcón y de asegurarme de que las luces de tu casa fueran nulas me atreví a entrar. Te encontré en tu cama, la escasa luz que se colaba por las ventanas delataba la forma de tu juvenil cuerpo. Me acerque para comprobar aquella embriagadora silueta. Al retirar la manta pude descubrir que habías olvidado cambiarte, eso solo me hizo hervir la sangre, mi libido supero i resistencia y deslice mi mano por tus piernas, tersas y firmes, apreté un poco tus nalgas, el miedo me había abandonado, note que no vestías nada de bajo.
Posiblemente fue mi agitada respiración lo que termino por despertarte, antes de que pudieras reaccionar me abalance sobre tu cuerpo y con mi boca evite emitieras cualquier alarma. Mientras violentaba tu boca pude sentir tu turgente pecho, con una mano rasgue tan linda blusa. Ahí estaban ese par de tetas que me habían hecho palpitar y eran mías. No perdí tiempo y comencé a recorrer tu cuerpo con mis manos, habías perdido toda posibilidad de escapar. Eras presa de tu manta, de alguna forma logre atar tus manos con ella, los restos de tu blusa se encargaban de silenciarte.
Mi cuerpo se estremecía al tener contacto con el tuyo, eras especial, un manjar en manos de un cerdo. Cuando me despoje de mis prendas me sentí libre, serías mía y nadie lo impediría. Te acomode de costado, en posición fetal. Veía tu cara, una mezcla entre terror y excitación, eso solo logró impulsarme más. Con una mano comencé a sobar, pellizcar y rasguñar ese par de tetas, mientras con la otra separaba tus piernas deslizando mis dedos hasta encontrar tus carnosos labios, apenas y era perceptible un poco de bello, una virginal entrada a mi placer.
Mientras me entretenía con mis manos, mi cadera se acercaba a la tuya, mi pene hinchado de excitación quedaba entre tus nalgas, cada que intentabas resistir su cabeza encontraba el botón de tu culo, pero era tu humedad lo que buscaba. Pronto llego el momento, decidí hacerte parte de mi colección, una figura tan bella y sexual debía ser mía. Con ambas manos separe un poco tus piernas para hacerle espacio a mi miembro, una vez que tenía tu cuerpo donde quería dispuse mi falo entre los pliegues de tu vagina, debes disculpar mi brusquedad, pero no me podía controlar.
Con todas mis fuerzas introduje mi verga en tan linda cavidad, tan estrecha y cálida, comencé a embestir, mis piernas chocaban con esas nalgas que amortiguaban toda la acción. Tu cama se estremecía bajo nuestros cuerpos, solo podía oírte sollozar, pero algo me impedía parar, el deseo, solo eso podía ser. Luego de un rato decidí ponerte en una posición más primitiva y en la que estuvieras indefensa. Acomode tu cuerpo boca abajo con la almohada bajo la cintura, eso levantaba tu dulce culo en vilo, listo para ser embestido de nuevo.
Pero antes debía probar tu humedad, me lleve ese dulce a la boca, mientras degustaba cada rincón de tu vientre, no me percaté de que habías logrado deshacerte de la blusa, fue hasta que tus gemidos me alertaron, sin embargo no gritabas, te habías abandonado al placer. Decidí continuar con nuestro encuentre, me puse sobre ti, apoyado sobre tu cadera, y comencé de nuevo, introduciéndome hasta lo más profundo de tu ser. Cada vez aceleraba mi cuerpo, que de a poco se agotaba, debía terminar. Tus suspiros fueron un aliciente más, darme cuenta que gozabas como yo solo logro encenderme más. Acelere como si en ello me fuera la vida, para terminar vaciándome en tu interior, tus piernas convulsionaron y un suspiro escapo de ambos.
Cuando me vestía, te mire, esa mirada me llenaba de paz, pero lo que más me dio satisfacción fue escuchar “¿Esto se repetirá?” con un tono suplicante.
Es posible que no recuerdes nuestro primer encuentro, a decir verdad espero que lo recuerdes al leerme.
Había llegado a tu casa, solo una visita más, al pasar por el patio te observe ahí sentada. Tu cabello descendía a un costado de tu rostro, enmarcando esos ojos que me seguían desconfiados. La blusa que vestías permitía observar tu figura, de ella sobresalían un par de frutos tiernos, luciendo apetecibles. Pero lo que me robo el aliento fueron tus piernas desnudas que asomaban de una falda en extremo corta, quede paralizado ante esa bella imagen.
Tus padres me habían invitado para socializar, alguna costumbre que no he logrado descifrar, tal vez querían asegurarse que su nuevo inquilino fuera de lo más normal. A lo largo de la tarde no pude eludir tus miradas, solo podía recordar la primera impresión. Luego de algunas formalidades y una comida que pareció más un interrogatorio me pude retirar.
Al llegar a mi habitación me pude percatar que tenía acceso visual al amplio ventanal de la tuya, sabía que me podría deleitar al observarte, ahí ingenua, en tu zona de confort. Mayor fue mi sorpresa al descubrir que nos unía un balcón, la afición de tu madre por las plantas me brindaría el camuflaje perfecto.
Imaginando la infinita posibilidad de encuentros me fui quedando dormido, olvide cerrar las ventanas, posiblemente eso hubiera sido un problema cuando al anochecer comenzó a lloviznar, sin embargo fue el motivo perfecto para despertar. La brisa se colaba a mi habitación y en un intento por impedirlo obtuve una recompensa inconmensurable. Ahí estabas en tu habitación, cubierta con tan solo una manta, tus ventanas abiertas eran el anzuelo perfecto, ya me habías arrebatado el control.
Luego de cruzar el pequeño balcón y de asegurarme de que las luces de tu casa fueran nulas me atreví a entrar. Te encontré en tu cama, la escasa luz que se colaba por las ventanas delataba la forma de tu juvenil cuerpo. Me acerque para comprobar aquella embriagadora silueta. Al retirar la manta pude descubrir que habías olvidado cambiarte, eso solo me hizo hervir la sangre, mi libido supero i resistencia y deslice mi mano por tus piernas, tersas y firmes, apreté un poco tus nalgas, el miedo me había abandonado, note que no vestías nada de bajo.
Posiblemente fue mi agitada respiración lo que termino por despertarte, antes de que pudieras reaccionar me abalance sobre tu cuerpo y con mi boca evite emitieras cualquier alarma. Mientras violentaba tu boca pude sentir tu turgente pecho, con una mano rasgue tan linda blusa. Ahí estaban ese par de tetas que me habían hecho palpitar y eran mías. No perdí tiempo y comencé a recorrer tu cuerpo con mis manos, habías perdido toda posibilidad de escapar. Eras presa de tu manta, de alguna forma logre atar tus manos con ella, los restos de tu blusa se encargaban de silenciarte.
Mi cuerpo se estremecía al tener contacto con el tuyo, eras especial, un manjar en manos de un cerdo. Cuando me despoje de mis prendas me sentí libre, serías mía y nadie lo impediría. Te acomode de costado, en posición fetal. Veía tu cara, una mezcla entre terror y excitación, eso solo logró impulsarme más. Con una mano comencé a sobar, pellizcar y rasguñar ese par de tetas, mientras con la otra separaba tus piernas deslizando mis dedos hasta encontrar tus carnosos labios, apenas y era perceptible un poco de bello, una virginal entrada a mi placer.
Mientras me entretenía con mis manos, mi cadera se acercaba a la tuya, mi pene hinchado de excitación quedaba entre tus nalgas, cada que intentabas resistir su cabeza encontraba el botón de tu culo, pero era tu humedad lo que buscaba. Pronto llego el momento, decidí hacerte parte de mi colección, una figura tan bella y sexual debía ser mía. Con ambas manos separe un poco tus piernas para hacerle espacio a mi miembro, una vez que tenía tu cuerpo donde quería dispuse mi falo entre los pliegues de tu vagina, debes disculpar mi brusquedad, pero no me podía controlar.
Con todas mis fuerzas introduje mi verga en tan linda cavidad, tan estrecha y cálida, comencé a embestir, mis piernas chocaban con esas nalgas que amortiguaban toda la acción. Tu cama se estremecía bajo nuestros cuerpos, solo podía oírte sollozar, pero algo me impedía parar, el deseo, solo eso podía ser. Luego de un rato decidí ponerte en una posición más primitiva y en la que estuvieras indefensa. Acomode tu cuerpo boca abajo con la almohada bajo la cintura, eso levantaba tu dulce culo en vilo, listo para ser embestido de nuevo.
Pero antes debía probar tu humedad, me lleve ese dulce a la boca, mientras degustaba cada rincón de tu vientre, no me percaté de que habías logrado deshacerte de la blusa, fue hasta que tus gemidos me alertaron, sin embargo no gritabas, te habías abandonado al placer. Decidí continuar con nuestro encuentre, me puse sobre ti, apoyado sobre tu cadera, y comencé de nuevo, introduciéndome hasta lo más profundo de tu ser. Cada vez aceleraba mi cuerpo, que de a poco se agotaba, debía terminar. Tus suspiros fueron un aliciente más, darme cuenta que gozabas como yo solo logro encenderme más. Acelere como si en ello me fuera la vida, para terminar vaciándome en tu interior, tus piernas convulsionaron y un suspiro escapo de ambos.
Cuando me vestía, te mire, esa mirada me llenaba de paz, pero lo que más me dio satisfacción fue escuchar “¿Esto se repetirá?” con un tono suplicante.
2 comentarios - Incitante inocencia