La mayoría de las personas creen que, con la edad, pierdes muchas cosas… pero en mi caso descubrí que el ser anciano tiene sus beneficios.
Mi nombre es Alberto, soy mexicano y actualmente cuento con 68 años, tengo ascendencia libanesa, por el lado de mi padre, me case muy joven; mi esposa y la vida me regalaron 5 hijos, 2 mujeres y 3 hombres. Mi esposa falleció por complicaciones en el parto del ultimo de mis hijos, por lo que enviude muy joven. Mi vida desde ese entonces se centró en mis hijos, y en los excesos sexuales, ya que desde muy joven me he considerado hiperactivo sexualmente hablando.
Desde hace muchos años vivo solo, en la misma casa que adquirí cuando me case, la cual en México se conoce como quinta, es una casa, enclavaba da en medio de un gran terreno, la cual tiene canchas de futbol, sauna, gimnasio y demás habitaciones. La ventaja de vivir en una casa como esa, es que no hay molestos vecinos que fisgoneen tu vida. Debido a que mis hijas e hijos tomaron su camino, formando sus propias familias, obsequiándome 15 maravillosos nietos, en su mayoría nietas.
Siendo el director de mi propia empresa, no perdía el tiempo en tener alguna aventura con alguna de las empleadas, secretarias o proveedoras; argumentando cierres de contratos o celebraciones de todo tipo.
Después llego el tiempo de las putas, zorras, golfas, callejeras o como les llamen en su país. Hasta que una de ellas, junto a su padrote se encargaron de asaltarme y dejarme medio muerto a golpes. La vergüenza por tal hecho, y los muchos regaños de mis hijos e hijas, hicieron que me alejara de aquellas prácticas, pero no disminuyo mis ganas de sexo.
Fue entonces que las cosas tomaron un rumbo diferente, llevándome a los caminos del incesto, todo comenzando hace unos 3 años. Una tarde mientras me encontraba en mi oficina, y estando más caliente que el sol, intente fornicar con mi secretaria, pero mi hija Adela, la mayor de todos mis hijos y quien en ese entonces contaba con 45 años, frustro el plan y sin planearlo me dio uno diferente. Adela, toco la puerta y entro en mi oficina.
- ¡Hola papa! ¿puedo hablar contigo? – dijo al saludarme –
- ¡Claro, pasa mi amor! – respondí señalando la silla frente a mi escritorio –
Adela tomo el asiento justo frente a mí, su semblante mostraba enojo contenido.
- ¿Qué te pasa amor? ¿Quién te hizo enojar? – pregunte –
- ¡Hay papi! No se cómo decirte esto, pero creo que Aldo y yo nos vamos a divorciar… - respondió dejándome sin habla –
- ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Cuál es la causa? – pregunte atónito –
Adela, hizo una pequeña pausa, poniéndose las manos en la cara, aspiro hondo y prosiguió.
- Papi, creo que debo ser honesta contigo, así que no voy a inventarte historias de fantasmas, Aldo y yo dejamos de tener sexo desde hace años… unos tres años después de que Fernanda nació… y creo que tiene una amante… - dijo entre sollozos –
Me levante de mi silla, camine hasta donde ella estaba sentada, abrazándola fuerte. Ella lloro y se desahogó en mis brazos.
- A ver si entendí, ¿te vas a divorciar, por la falta de sexo?, pues mi vida, búscate otro pito y listo… – dije tratando de hacerla sonreír –
Adela, levanto la mirada y sonrió como yo esperaba. Para después volverme a abrazar.
- ¡Eres un tonto, papa! Como si fuera tan fácil conseguir otro pito… - dijo riendo y sollozando –
- Mira, vamos a comer y dejemos de hablar de esto, ok… - dije entregándole un pañuelo desechable –
Mi hija seco sus lágrimas, entro al baño de mi oficina, se arregló el maquillaje y ambos salimos de la empresa con rumbo incierto.
Llegamos hasta un restaurante, en el cual comimos y bebimos hasta ponernos demasiado felices. Mi chofer nos llevó hasta mi casa, y después de eso le di el resto del día libre. Ya dentro de la casa, mi hija y yo seguimos bebiendo un poco más, hasta que de nuevo sus problemas con su marido la hicieron sentarse en el sofá y comenzar a llorar.
- ¡Papa! ¿Qué no soy bonita? ¿No estoy buena? – dijo levantándose del sofá y girando para que la admirara –
Debo aceptar que mi hija, tiene lo suyo, mide 1.75 de altura, su piel es morena clara, cara larga ovalada, facciones finas, ojos color avellana, cabello castaño obscuro, rizado, complexión propia de una mujer madura, digamos mediana, ni flaca ni gorda, tetas algo caídas y grandes, aún tiene cintura, caderas anchas, culo redondo y levantado, piernas macizas llenas de carne.
- Eres muy hermosa, mi amor… - respondí –
- Entonces, ¿entonces por qué ese pendejo no me coge? ¿O acaso esa zorra, coge mejor que yo? – decía Adela entre gritos –
- Nena, primero… no sé cómo cojas tu… por lo que no puedo decir nada al respecto… - dije riendo –
- ¡Ya, papa! Deja de tomar todo lo que te digo en broma… - dijo y se dejó caer en el sofá de nuevo –
Me senté a su lado, ella se acurruco en mi regazo como cuando era niña y poco a poco su cabeza quedo en mi paquete. la sensación de tener la cara de mi hija sobre mi pene, y la calentura provocaron que mi amigo, se levantara.
- ¡Papa! ¿Algo le pasa a tu amiguito? Se está poniendo travieso… – dijo Adela con voz de borracha –
- Creo que si nena… - respondí –
Ambos reímos, producto del nivel de alcohol que teníamos encima. Ninguno presto mayor atención al hecho.
- ¿Hace cuanto que no usas a tu amiguito, papa? – pregunto Adela –
- ¿Por qué me preguntas eso? – respondí –
- Curiosidad, morbo, tal vez… no te imagino masturbándote a tu edad, papa… - respondió riendo –
- A ver, crees que ya no me masturbo, ¿porque soy viejo? – dije indignado –
- ¡Que! ¿Te piensas masturbar frente a mí? – dijo Adela, sin saber que eso desataría el caos –
- ¡Ah! ¿Crees que no puedo? ¿O no me atrevo? – dije mientras tomaba mi cinturón desabrochándolo –
Adela levanto un poco la cara, al sentir que estaba hablando en serio.
- ¡Papa! ¡Estás loco! ¡Ya, para!... – exclamo mientras se volteaba como quien no quiere ver –
- ¡Ah, no! Ahora te chingas… retaste a tu padre, ahora te aguantas… - dije fuera de toda cordura –
Adela, se levantó de mi regazo, cuando escucho el sonido de mi cremallera, sentándose a un lado de mí, se tomó la barbilla, quedándose inmóvil. Me levante y deje que mis pantalones cayeran al suelo, volviéndome a sentar en el sofá, mientras frotaba mi pene. Debo decir que esa es mi más preciada posesión, ya que dios me doto con una herramienta bastante buena, con 5 centímetros de ancho y 25 de largo totalmente erecto.
- ¡Papa! ¡Para! ¡Por dios! – decía Adela mientras intentaba no mirar –
El sonido de mi mano frotando mi pene, y el mucho alcohol en la sangre, poco a poco fueron desinhibiéndola. Y su reacción fue algo que jamás espere. Una vez que decidió mirar lo que hacía, y ver el tamaño de mi miembro, exclamo.
- ¡Dios mío! ¡Que tremendo animal! ¡Papa! ¡Oh, por dios! ¡Qué cosota! – decía Adela –
Aquellos comentarios, y el caos que reinaba en la casa esa noche, me llevaron a hacer lo que jamás pensé.
- Ya vez, nena. Como papa, todavía puede jalársela… y pues, aquí hay un pito… por si lo quieres… - dije perdiendo toda vergüenza y cordura –
Adela, tragaba saliva y abría los ojos grandes.
- ¡Estás hablando en serio! ¿En verdad me cogerías, papa? ¿Aun sabiendo que eres mi padre? – pregunto Adela –
- Nadie tiene porque enterarse… a ti te hace falta y a mí también… así que, qué más da… tú me das lo que quiero y yo te doy lo que necesitas, un trato justo… ¿Qué piensas? – revire ya volcado en la lujuria –
Mi hija lo medito un segundo, para después responder.
- ¡Ok! Pero nada de esto a nadie… y vamos a tener que hacer algo para que ese amiguito se levante bien… ¿no crees?... tal vez esto ayude… – dijo señalando mi pene aun flácido –
Se levantó tambaleante aun, del sofá, comenzando a desvestirse. Primero el saco del uniforme, después la blusa, las zapatillas, el pantalón, y el brasier, quedando solo cubierta por su pantaleta que dejaba media nalga a la vista. Sus tetas gordas, se balanceaban con cada movimiento que hacía, sus areolas y pezones, son color marrón y muy grandes.
Tomo un cojín del sofá, tendiéndolo en el piso, se arrodillo, me quito la mano del pito, tomándolo ella, despacio y suavemente comenzó a masturbarme.
- ¡Dios! Que vergota… y yo pensando que la de mi marido era enorme… ¡Vamos Papi, has que este animal se ponga duro! – decía Adela mientras frotaba mi pito –
Ya bastante morbo había para ese entonces, pero aún faltaba más por venir.
- ¡Pues chúpala un poco, cariño! ¡Déjame ver que sabes hacer! – dije ardiente –
No lo podía creer, estaba tratando a mi propia hija como una puta. Pero lo más morboso de todo, era que al parecer a ella le gustaba.
- ¡Ok! Vamos a ver si puedo con toda… - exclamo mientras se tragaba mi glande –
El calor de su boca y la suavidad de sus labios, me llevaron al éxtasis de inmediato. Con cada mamada de la boca de Adela, mi pito se ponía más y más duro. Logrando su esplendor en pocos minutos.
- ¡Ah! ¡Así está mejor! ¡Dios! ¡Que vergota, tienes papa! – decía mi hija mientras se azotaba las mejillas con mi pito –
Esa noche descubrí que aquella mujer, recatada y pulcra, era toda una puta a la hora del sexo. Y no puede entender cómo es que su marido tenía una amante.
- ¡Mmmg! Mmmg! ¡Mmmg! Mmmg! ¡Mmmg! Mmmg! ¡Ahhh! ¡No me entra toda!... ¡Jaja! ¡En la boca! ¡Eh! ¡Mmmg! Mmmg! ¡Mmmg! Mmmg! ¡Mmmg! Mmmg! ¡Ahh! ¡Que buen pito tienes papi! ¡Sé que no deberíamos hacer esto, pero como resistirse a esta cosota! ¡Mmmg! Mmmg! ¡Mmmg! Mmmg! ¡Mmmg! Mmmg! ¡Ahhwwgg! ¡Hay dios! ¡No, solo puedo con la mitad, y siento que me ahogo! ¡Mmmg! Mmmg! ¡Mmmg! Mmmg! ¡Mmmg! Mmmg! – decía Adela mientras me mamaba la vergota, como ella dice –
Yo disfrutaba y gemía levemente, no suelo ser un hombre escandaloso, pero eso si me gusta decir cosas sucias y dar indicaciones.
- ¡Nena! Chúpame los huevos… - dije entre gemidos –
Con gran maestría, saco mi pito de su boca, deslizando su lengua por todo el largo del mismo, hasta llegar a mis testículos, lamiéndolos, besándolos y hasta metiéndolos en su boca.
- ¿Así papi? ¿Te gusta como la mama, tu nena? ¿Mmh? ¡Dime más porquerías! ¡Anda! – decía mientas una de sus manos me masturbaba y su lengua y boca se encargaban de mis bolas –
- ¡Si! ¡Me encantan tus mamadas, nena! ¡Uhh! ¡Sigue…! ¿Quieres probar la leche de papa? – dije –
- ¡Aja! ¡Pero me avisas! – respondió –
Adela, siguió mamándome y acariciándome el pito y las bolas, por espacio de unos 15 o 20 minutos, hasta que la sensación de la eyaculación llego a mí.
- ¡Ya! ¡Ya! ¡Nena! ¿En dónde la quieres? – pregunte –
- ¡En las tetas! ¡Vente en mis tetas papa! – respondió acomodándose y sujetando sus tetas gordas con las manos –
Ahora era mi mano quien frotaba mi pito, con velocidad, la cara de Adela era la de cualquier mujer que espera una explosión facial de semen. Un chorro grande de semen, se esparció en sus tetas, pero algunas gotas del mismo se depositaron en su cara, y manos. Deje hasta la última gota salir sobre los senos de mi hija. Para después mirar como ella con gran experiencia, limpiaba sus senos con la lengua, hasta dejarlas brillantes, de tanto lamerlas. Tal vez por la excitación de tener la boca y el cuerpo de mi hija para mí, mi pito seguía duro y con ganas de más. Adela se incorporó, y dijo.
- ¡Creo que debemos bañarnos! ¡Anda, papa! ¡Vamos! – mientras me ofrecía su mano –
Misma que tome, hasta llegar a mi habitación y entrar al cuarto de baño. Para ese momento, ya no podía achacarle todo al alcohol, ya las cosas pasaban porque los dos queríamos. Adela, lleno la tina, se despojó de su pantaleta y entro en la misma.
- ¡Anda papa! ¡Ven! ¿O ya no quieres? – pregunto morbosa –
Sonreí con lujuria y entre a la tina con ella. Pero no del todo, más bien solo las piernas, sentándome en el filo de la misma.
- ¡Anda nena! ¡Hazme una rusa, con esas tetas! – dije –
- ¿Una qué? – respondió –
- ¡Jaja! ¿No sabes, que es una rusa? – dije riendo –
- ¡No! ¿Cómo es? – Dijo Adela –
- Pones mi verga entre tus tetas y me masturbas con ellas… - aclare –
- ¡Ah! ¡Una cubana! ¡Así la conozco yo papa! ¡Espera, deja me las lavo, para que resbale bien, ese animal! – respondió riendo –
Después de mojarse las chichis y dejarlas completamente lubricadas, tomo sus senos con ambas manos, me miro, como indicándome que estaba lista. Puse mi pito entre sus suaves tetas y comencé a cogerme sus tetas, ella lamia mi glande, cada que salía de en medio de sus tetas.
- ¿te gusta, papi? ¿Están ricas mis chichis? – preguntaba mi hija –
- ¡si nena! ¡me encantan! ¡están gordas y suaves! ¡se parecen a las de tu mama! – dije disfrutando de sus senos –
Mis movimientos pélvicos, aumentaban con la excitación, Adela gemía y chupaba verga, sin soltar mi pito de entre sus tetas. Pocos minutos después pare por completo.
- ¿Por qué te detienes, papa? ¡Oh! ¡ya! ¿llego la hora?... – pregunto mi hija –
Jadeante y sobre excitado, asentí con la cabeza.
- ¿Te parece, si nos bañamos rápido, es un ritual que tengo? ¿no te importa?, ¿verdad? – pregunto Adela –
Negué con la cabeza, comenzando el ritual morboso y sensual de mi hija. Ella me baño a mí y yo a ella, hasta ese momento pude ver todo su cuerpo, la cicatriz de su cesárea, su vagina con poco vello púbico, sus labios vaginales color marrón, sus nalgas gordas y ese par de piernas llenas de carne. En realidad, ella es muy parecida a su madre, en el físico. Por lo que disfrutaba más de aquel encuentro incestuosos.
Una vez que terminamos de asearnos, Adela me miro y pregunto.
- ¡bien papa! ¿Cómo me acomodo? ¿Cómo te gusta? ¿perrito? ¿me subo? ¿vamos a la cama? ¿te la chupo de nuevo? ¿o cómo?
- ¡Vamos a la cama! – dije ayudándola a salir de la tina –
La lleve hasta el borde de la cama, le quiete la toalla que cubría su cuerpo, para admirar su desnudes. Sin hacerle alguna petición o decir algo, Adela se sentó sobre la cama y volvió a mamar pito. Mientras se encargaba de poner duro mi animal, como ella dice, el teléfono de la casa sonó. Muchas veces había respondido llamadas mientras alguna puta me mamaba el pito, pero en esta ocasión era mi hija quien lo hacía. Por lo que dudé en responder, al final lo hice y la sorpresa llego al instante.
- ¡Diga! – respondí –
- Buenas noches, suegro… - dijo la voz de Aldo, el esposo de mi hija –
- ¡Ah! ¡Buenas noches Aldo! – dije llamando la atención de mi hija –
Adela me miro un segundo, con ojos de que hago, pero sin sacarse mi pene de la boca. Aldo me pregunto que, si estaba conmigo Adela, a lo que respondí que sí, que la había encontrado consternada y mal, en la oficina, y que pasaría la noche en mi casa. Después de eso la llamada termino.
- ¡Mmmg! Mmmg! ¡Ahh! ¿se quedó tranquilo? ¡Mmmg! Mmmg! ¡Mmmg! Mmmg! – pregunto Adela mientras seguía mamando pito –
- ¡Si! – respondí –
Adela dejo mi pene a tope después de unos minutos de sexo oral y masaje testicular. Es toda una experta en esos temas.
- ¡bien nena! ¡llego la hora! ¿Estas lista y segura? – pregunte, tontamente –
- ¡Hay papa! ¡Ya te la mamé, te viniste en mis chichis, te las cogiste, y todavía me preguntas eso! ¡claro! ¡pero ya sabes, nadie se enterará, jama! ¡ok! – respondió –
- ¡ok! ¡dame tus piernas! – dije palmeándome los hombros –
Adela se recostó sobre la cama, entregándome sus piernas macizas, acercando su cadera hasta el borde de la cama, tomo mi pito y lo coloco en su apertura vaginal.
- ¡Ya! ¡Mételo papa! ¡Despacio! – pidió –
Con suavidad, penetre a mi hija, el calor y la humedad de su sexo, estuvieron a punto de hacerme eyacular.
- ¡Ahhh! ¡papa! ¡uhmm! ¡dios mío! ¡estás muy grande! ¡métemelo, ya! ¡todo! ¡y déjalo ahí un minuto! – exclamo Adela con los ojos perdidos de placer –
Hice lo que me pidió, le ensarte toda la verga dentro de ella y me quede inmóvil un momento. Cuando su cavidad vaginal se ajustó a mi tamaño, ella indico.
- ¡Ya! ¡papa! ¡dame caña! ¡y házmelo como si no fuera tu hija! ¡dame duro! ¡Quiero que me hagas sentir mujer! ¡quiero gozar de ese animal tuyo! – decía Adela llena de placer –
Comencé a sacer y meter mi pito de su pucha, dejando que ella disfrutara de mi tamaño. Poco a poco comencé a aumentar el ritmo de las embestidas.
- ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡dios! ¡dios! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡mmh! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡papa! ¡papa! ¡así! ¡qué rico! ¡mas! ¡papa! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¿te gusta? ¿eh? ¿te gusta cómo te coge papa? ¡aja! ¡si! ¡me gusta, me encanta! ¡tu! ¡tú verga! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡dios! ¡dios! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡mmh! ¡oh! ¡nena! ¡que rico te mueves! – gemíamos ambos –
Después de un rato, en que la penetre, patitas al hombro. Fue ella quien pidió cambio de posición.
- ¡papa cambiemos! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡dios! ¡dios! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡mmh! ¡quiero montarte! – dijo mi hija –
Con un movimiento rápido de su cadera, libero mi pito de su cueva. Se giró, e indico que me acostara en la cama. Lo hice y de inmediato su pierna surco el aire, dejando su sexo encima de mi glande, tomo de nuevo mi pene, ensartándoselo en su totalidad.
- ¡uuhhmm! ¡que verga tan rica! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¿te gusta? ¡papa! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡si! ¡si! ¡me gusta! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡quiero tu vergota siempre! ¿me vas a dar verga siempre? ¡papa! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡si! ¡si! ¡cuando quieras! ¡nena! ¡dale! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡si! ¡si! ¡así se coge a una mujer como yo Aldo! ¡dios! ¡dios! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡mmh! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡me voy a venir! ¡papa! ¡me vengo! – gritaba Adela –
Dejo caer su culo sobre mi verga, sacudiendo la cadera de atrás hacia adelante, derramándose encima de mí. Su orgasmo, las palabras y gritos de mi hija, me hacían sentir un pervertido, pero a la vez me hacían llegar al paraíso.
- ¡hija! ¿Aldo te ha dado por el culo? – pregunte contemplando sus espasmos –
- ¡si! ¡si! ¡pero hoy no papi! ¡déjame entrenar un poco! ¡porque la tienes muy grande! ¡me partirías en dos, papa! ¡mejor dame leche en la boca! ¡no te vayas a venir dentro de mí! – aclaro mi hija –
- ¡ok! ¡voltéate! ¡ponte de perrito! – dije –
- ¡aja! ¡voy! ¡papa! – respondió aun jadeante y temblorosa –
Se acomodó en la posición antes mencionada, arqueando totalmente su espalda y levantando su cadera.
- ¡va! ¡hija! – advertí –
- ¡aja! ¡déjamela ir toda! ¡ya me acostumbré a tu tamaño papa! – decía jadeante Adela –
La penetre de un solo golpe, dejándole ir todo mi pito hasta sentir que topaba con su cérvix.
- ¡ahhhhhhhhhh! ¡eso! ¡así! ¡papa! ¡dame caña! ¡dame duro! ¡y avísame cuando quiera venirte, quiero que me la des en la boca! ¡dale papi! ¡dame pito! – comenzó a gritar Adela con voz de placer –
Saque mi pene de su vagina, casi hasta ver mi glande, para dejarlo ir de nuevo de golpe, siguiendo y aumentando de a poco. La lubricación de mi hija hacia fácil penetrarla, los chorros de líquido femenino se escurrían por sus muslos dejándolos brillantes.
- ¡uuhh! ¡que rica verga! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¿te gusta? ¡papa! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¿te gusta cogerte a tu nena? ¿eh? ¿te gusta que tu nena te la chupe? ¿eh? ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡aja! ¡aja! ¡me gusta mi nena! ¡uhm! ¡uhm! ¡uhm! ¡uhm! ¡uhm! ¡uhm! ¡uuy! ¡uuy! ¡uuy! ¡uuy! ¡uuy! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡mas! ¡mas! ¡papi! ¡así! ¡cógeme bien! ¡déjame llena! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡si! ¡si! ¡así! – continuábamos gimiendo y diciendo –
Mis manos se aferraban a sus caderas como las garras de un águila, que no pretende soltar a su presa. Sus nalgas rebotaban contra mi pubis y se agitaban con cada azote. Sus chichis se volvían locas con las embestidas que le propinaba. Y su cara se miraba llena de placer. El alcohol había sido quien tal vez detono todo, pero ahora era solo el deseo y el morbo quien nos hacia sus presas.
- ¡papa! ¡ah! ¡mete! ¡ah! ¡méteme dedos en el culo! ¡ah! ¡ve abriéndote camino! ¡uhm! ¡uhm! ¡uhm! ¡uhm! ¡uhm! ¡uhm! ¡uuy! ¡uuy! ¡uuy! ¡uuy! ¡uuy! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡mas! ¡mas! ¡papi! ¡quiero probar esa vergota en el culo! ¡ah! ¡ah! ¡pero no hoy! ¡mmh! – pidió mi hija –
Así que hice justo lo que me pidió, dejé que un poco de saliva cayera sobre su ano, comencé por meterle uno, después dos, tres dedos en el ano. Ella se retorcía del placer y dolor al mismo tiempo. En ningún momento deje de cogérmela, por la vagina. De pronto la doble penetración se estaba consumando, por un lado, mis dedos en su ano y mi pito por su vagina. Después de varios minutos de estar así, ella grito.
- ¡ya! ¡ya! ¡no puedo más! ¡Ya! ¡papa!
Por lo que saque mis dedos de su culo y amaine las penetraciones, ella se sacudió, víctima de su segundo orgasmo de la noche. Ambos caímos sobre la cama y girando un poco nuestros cuerpos hasta quedar de lado. Seguí cogiéndome a mi hija, solo que ahora más lento y amorosamente.
- ¡ah nenita! ¡que sabroso tienes el culito! ¿te gusto papi? ¡y eso que no me la has metido! ¡si mi pucha te gusta, uy, vas a amar mi culito! – dijo Adela –
- ¡papi! ¡Ya vente! ¡Quiero lechita! ¡para dormir! – susurro Adela con voz de niña mal criada –
Por lo que comencé a darle fuerte de nuevo, en aquella posición.
- ¡aahhh! ¡papa! ¡si! ¡así! ¡au! ¡au! ¡au! ¡au! ¡uhm! ¡uhm! ¡uhm! ¡uhm! ¡uhm! ¡uhm! ¡uuy! ¡uuy! ¡uuy! ¡uuy! ¡uuy! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡si nenita! ¡ya casi! ¿estas lista? ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡aja! ¿ya? ¡ya! – pregunto Adela, y respondí al tiempo en que le sacaba la verga y me ponía de rodillas –
Apretando mi glande con fuerza, logre aguantar la eyaculación lo suficiente para que mi hija se acomodara poniendo su cara y abriendo la boca justo frente a mi pene. Solo basto aligerar la presión de mi mano para que un chorro de semen se vertiera en su boca. Leves chorros salieron después, todos cayendo dentro de su boca caliente. Su lengua lamia mi uréter haciendo saltar mi pito con cada pasada de su lengua.
Adela dejo limpio mi pito, sin rastro de semen, para después tragar el néctar que le dio la vida. Ambos nos notábamos cansados, agitados y sudorosos. Nos recostamos en la cama abrazándonos como dos amantes que han terminado el acto sexual.
Descansamos un poco, para después darnos un nuevo baño, ambos regresamos a la cama después de que nuestros cuerpos estuvieron limpios. Dormimos lo que nos restaba de la noche.
Desperté pasadas las 7:00 a.m., mirando a mi hija dormir sobre mi cama, aun desnuda y hermosa. Y hubo algo que me sorprendió, el no sentir remordimiento por lo que había pasado, aun sin saber si ella pensaba lo mismo que yo.
Adela, me alcanzo en el cuarto de baño media hora después. Mientras me afeitaba, entro y me abrazo por la espalda, dándome un beso suave en la mejilla, como siempre; mirándome por el espejo dijo.
- ¡buenos días papi! ¿Cómo amaneciste?
- Mejor que nunca… - respondí –
- ¡yo también! ¡Debemos repetirlo de vez en cuando! ¡pero ahora lo que debemos hacer es apresurarnos o llegaremos muy tarde a la oficina! – exclamo mi hija –
Sonriente entro a la ducha, ninguno dijo más sobre lo ocurrido la noche anterior. Después de arreglarse un poco y vestirse con la ropa del día anterior, salimos con rumbo a su casa, para que se cambiara, en el asiento trasero del auto, ambos nos mirábamos y sonreíamos, sin hacer el menor comentario.
Al llegar a su casa, Aldo mi yerno se preparaba para salir a la oficina, hizo una pausa al ver la camioneta entrar a su casa. Adela y yo bajamos de la camioneta, saludándolo como normalmente lo hacíamos. Ella entro a su casa, dejándome con él a solas.
- ¡suegro! ¿Cómo paso la noche Ade? Espero que no le haya dado problemas… – dijo mi yerno –
Una sonrisa se plantó en mi cara, al recordar las cosas que habíamos pasado juntos, miré a Aldo y respondí.
- ¡para nada! Solo hablamos… - sin dejar de sonreír –
¡Continuara!...
Mi nombre es Alberto, soy mexicano y actualmente cuento con 68 años, tengo ascendencia libanesa, por el lado de mi padre, me case muy joven; mi esposa y la vida me regalaron 5 hijos, 2 mujeres y 3 hombres. Mi esposa falleció por complicaciones en el parto del ultimo de mis hijos, por lo que enviude muy joven. Mi vida desde ese entonces se centró en mis hijos, y en los excesos sexuales, ya que desde muy joven me he considerado hiperactivo sexualmente hablando.
Desde hace muchos años vivo solo, en la misma casa que adquirí cuando me case, la cual en México se conoce como quinta, es una casa, enclavaba da en medio de un gran terreno, la cual tiene canchas de futbol, sauna, gimnasio y demás habitaciones. La ventaja de vivir en una casa como esa, es que no hay molestos vecinos que fisgoneen tu vida. Debido a que mis hijas e hijos tomaron su camino, formando sus propias familias, obsequiándome 15 maravillosos nietos, en su mayoría nietas.
Siendo el director de mi propia empresa, no perdía el tiempo en tener alguna aventura con alguna de las empleadas, secretarias o proveedoras; argumentando cierres de contratos o celebraciones de todo tipo.
Después llego el tiempo de las putas, zorras, golfas, callejeras o como les llamen en su país. Hasta que una de ellas, junto a su padrote se encargaron de asaltarme y dejarme medio muerto a golpes. La vergüenza por tal hecho, y los muchos regaños de mis hijos e hijas, hicieron que me alejara de aquellas prácticas, pero no disminuyo mis ganas de sexo.
Fue entonces que las cosas tomaron un rumbo diferente, llevándome a los caminos del incesto, todo comenzando hace unos 3 años. Una tarde mientras me encontraba en mi oficina, y estando más caliente que el sol, intente fornicar con mi secretaria, pero mi hija Adela, la mayor de todos mis hijos y quien en ese entonces contaba con 45 años, frustro el plan y sin planearlo me dio uno diferente. Adela, toco la puerta y entro en mi oficina.
- ¡Hola papa! ¿puedo hablar contigo? – dijo al saludarme –
- ¡Claro, pasa mi amor! – respondí señalando la silla frente a mi escritorio –
Adela tomo el asiento justo frente a mí, su semblante mostraba enojo contenido.
- ¿Qué te pasa amor? ¿Quién te hizo enojar? – pregunte –
- ¡Hay papi! No se cómo decirte esto, pero creo que Aldo y yo nos vamos a divorciar… - respondió dejándome sin habla –
- ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Cuál es la causa? – pregunte atónito –
Adela, hizo una pequeña pausa, poniéndose las manos en la cara, aspiro hondo y prosiguió.
- Papi, creo que debo ser honesta contigo, así que no voy a inventarte historias de fantasmas, Aldo y yo dejamos de tener sexo desde hace años… unos tres años después de que Fernanda nació… y creo que tiene una amante… - dijo entre sollozos –
Me levante de mi silla, camine hasta donde ella estaba sentada, abrazándola fuerte. Ella lloro y se desahogó en mis brazos.
- A ver si entendí, ¿te vas a divorciar, por la falta de sexo?, pues mi vida, búscate otro pito y listo… – dije tratando de hacerla sonreír –
Adela, levanto la mirada y sonrió como yo esperaba. Para después volverme a abrazar.
- ¡Eres un tonto, papa! Como si fuera tan fácil conseguir otro pito… - dijo riendo y sollozando –
- Mira, vamos a comer y dejemos de hablar de esto, ok… - dije entregándole un pañuelo desechable –
Mi hija seco sus lágrimas, entro al baño de mi oficina, se arregló el maquillaje y ambos salimos de la empresa con rumbo incierto.
Llegamos hasta un restaurante, en el cual comimos y bebimos hasta ponernos demasiado felices. Mi chofer nos llevó hasta mi casa, y después de eso le di el resto del día libre. Ya dentro de la casa, mi hija y yo seguimos bebiendo un poco más, hasta que de nuevo sus problemas con su marido la hicieron sentarse en el sofá y comenzar a llorar.
- ¡Papa! ¿Qué no soy bonita? ¿No estoy buena? – dijo levantándose del sofá y girando para que la admirara –
Debo aceptar que mi hija, tiene lo suyo, mide 1.75 de altura, su piel es morena clara, cara larga ovalada, facciones finas, ojos color avellana, cabello castaño obscuro, rizado, complexión propia de una mujer madura, digamos mediana, ni flaca ni gorda, tetas algo caídas y grandes, aún tiene cintura, caderas anchas, culo redondo y levantado, piernas macizas llenas de carne.
- Eres muy hermosa, mi amor… - respondí –
- Entonces, ¿entonces por qué ese pendejo no me coge? ¿O acaso esa zorra, coge mejor que yo? – decía Adela entre gritos –
- Nena, primero… no sé cómo cojas tu… por lo que no puedo decir nada al respecto… - dije riendo –
- ¡Ya, papa! Deja de tomar todo lo que te digo en broma… - dijo y se dejó caer en el sofá de nuevo –
Me senté a su lado, ella se acurruco en mi regazo como cuando era niña y poco a poco su cabeza quedo en mi paquete. la sensación de tener la cara de mi hija sobre mi pene, y la calentura provocaron que mi amigo, se levantara.
- ¡Papa! ¿Algo le pasa a tu amiguito? Se está poniendo travieso… – dijo Adela con voz de borracha –
- Creo que si nena… - respondí –
Ambos reímos, producto del nivel de alcohol que teníamos encima. Ninguno presto mayor atención al hecho.
- ¿Hace cuanto que no usas a tu amiguito, papa? – pregunto Adela –
- ¿Por qué me preguntas eso? – respondí –
- Curiosidad, morbo, tal vez… no te imagino masturbándote a tu edad, papa… - respondió riendo –
- A ver, crees que ya no me masturbo, ¿porque soy viejo? – dije indignado –
- ¡Que! ¿Te piensas masturbar frente a mí? – dijo Adela, sin saber que eso desataría el caos –
- ¡Ah! ¿Crees que no puedo? ¿O no me atrevo? – dije mientras tomaba mi cinturón desabrochándolo –
Adela levanto un poco la cara, al sentir que estaba hablando en serio.
- ¡Papa! ¡Estás loco! ¡Ya, para!... – exclamo mientras se volteaba como quien no quiere ver –
- ¡Ah, no! Ahora te chingas… retaste a tu padre, ahora te aguantas… - dije fuera de toda cordura –
Adela, se levantó de mi regazo, cuando escucho el sonido de mi cremallera, sentándose a un lado de mí, se tomó la barbilla, quedándose inmóvil. Me levante y deje que mis pantalones cayeran al suelo, volviéndome a sentar en el sofá, mientras frotaba mi pene. Debo decir que esa es mi más preciada posesión, ya que dios me doto con una herramienta bastante buena, con 5 centímetros de ancho y 25 de largo totalmente erecto.
- ¡Papa! ¡Para! ¡Por dios! – decía Adela mientras intentaba no mirar –
El sonido de mi mano frotando mi pene, y el mucho alcohol en la sangre, poco a poco fueron desinhibiéndola. Y su reacción fue algo que jamás espere. Una vez que decidió mirar lo que hacía, y ver el tamaño de mi miembro, exclamo.
- ¡Dios mío! ¡Que tremendo animal! ¡Papa! ¡Oh, por dios! ¡Qué cosota! – decía Adela –
Aquellos comentarios, y el caos que reinaba en la casa esa noche, me llevaron a hacer lo que jamás pensé.
- Ya vez, nena. Como papa, todavía puede jalársela… y pues, aquí hay un pito… por si lo quieres… - dije perdiendo toda vergüenza y cordura –
Adela, tragaba saliva y abría los ojos grandes.
- ¡Estás hablando en serio! ¿En verdad me cogerías, papa? ¿Aun sabiendo que eres mi padre? – pregunto Adela –
- Nadie tiene porque enterarse… a ti te hace falta y a mí también… así que, qué más da… tú me das lo que quiero y yo te doy lo que necesitas, un trato justo… ¿Qué piensas? – revire ya volcado en la lujuria –
Mi hija lo medito un segundo, para después responder.
- ¡Ok! Pero nada de esto a nadie… y vamos a tener que hacer algo para que ese amiguito se levante bien… ¿no crees?... tal vez esto ayude… – dijo señalando mi pene aun flácido –
Se levantó tambaleante aun, del sofá, comenzando a desvestirse. Primero el saco del uniforme, después la blusa, las zapatillas, el pantalón, y el brasier, quedando solo cubierta por su pantaleta que dejaba media nalga a la vista. Sus tetas gordas, se balanceaban con cada movimiento que hacía, sus areolas y pezones, son color marrón y muy grandes.
Tomo un cojín del sofá, tendiéndolo en el piso, se arrodillo, me quito la mano del pito, tomándolo ella, despacio y suavemente comenzó a masturbarme.
- ¡Dios! Que vergota… y yo pensando que la de mi marido era enorme… ¡Vamos Papi, has que este animal se ponga duro! – decía Adela mientras frotaba mi pito –
Ya bastante morbo había para ese entonces, pero aún faltaba más por venir.
- ¡Pues chúpala un poco, cariño! ¡Déjame ver que sabes hacer! – dije ardiente –
No lo podía creer, estaba tratando a mi propia hija como una puta. Pero lo más morboso de todo, era que al parecer a ella le gustaba.
- ¡Ok! Vamos a ver si puedo con toda… - exclamo mientras se tragaba mi glande –
El calor de su boca y la suavidad de sus labios, me llevaron al éxtasis de inmediato. Con cada mamada de la boca de Adela, mi pito se ponía más y más duro. Logrando su esplendor en pocos minutos.
- ¡Ah! ¡Así está mejor! ¡Dios! ¡Que vergota, tienes papa! – decía mi hija mientras se azotaba las mejillas con mi pito –
Esa noche descubrí que aquella mujer, recatada y pulcra, era toda una puta a la hora del sexo. Y no puede entender cómo es que su marido tenía una amante.
- ¡Mmmg! Mmmg! ¡Mmmg! Mmmg! ¡Mmmg! Mmmg! ¡Ahhh! ¡No me entra toda!... ¡Jaja! ¡En la boca! ¡Eh! ¡Mmmg! Mmmg! ¡Mmmg! Mmmg! ¡Mmmg! Mmmg! ¡Ahh! ¡Que buen pito tienes papi! ¡Sé que no deberíamos hacer esto, pero como resistirse a esta cosota! ¡Mmmg! Mmmg! ¡Mmmg! Mmmg! ¡Mmmg! Mmmg! ¡Ahhwwgg! ¡Hay dios! ¡No, solo puedo con la mitad, y siento que me ahogo! ¡Mmmg! Mmmg! ¡Mmmg! Mmmg! ¡Mmmg! Mmmg! – decía Adela mientras me mamaba la vergota, como ella dice –
Yo disfrutaba y gemía levemente, no suelo ser un hombre escandaloso, pero eso si me gusta decir cosas sucias y dar indicaciones.
- ¡Nena! Chúpame los huevos… - dije entre gemidos –
Con gran maestría, saco mi pito de su boca, deslizando su lengua por todo el largo del mismo, hasta llegar a mis testículos, lamiéndolos, besándolos y hasta metiéndolos en su boca.
- ¿Así papi? ¿Te gusta como la mama, tu nena? ¿Mmh? ¡Dime más porquerías! ¡Anda! – decía mientas una de sus manos me masturbaba y su lengua y boca se encargaban de mis bolas –
- ¡Si! ¡Me encantan tus mamadas, nena! ¡Uhh! ¡Sigue…! ¿Quieres probar la leche de papa? – dije –
- ¡Aja! ¡Pero me avisas! – respondió –
Adela, siguió mamándome y acariciándome el pito y las bolas, por espacio de unos 15 o 20 minutos, hasta que la sensación de la eyaculación llego a mí.
- ¡Ya! ¡Ya! ¡Nena! ¿En dónde la quieres? – pregunte –
- ¡En las tetas! ¡Vente en mis tetas papa! – respondió acomodándose y sujetando sus tetas gordas con las manos –
Ahora era mi mano quien frotaba mi pito, con velocidad, la cara de Adela era la de cualquier mujer que espera una explosión facial de semen. Un chorro grande de semen, se esparció en sus tetas, pero algunas gotas del mismo se depositaron en su cara, y manos. Deje hasta la última gota salir sobre los senos de mi hija. Para después mirar como ella con gran experiencia, limpiaba sus senos con la lengua, hasta dejarlas brillantes, de tanto lamerlas. Tal vez por la excitación de tener la boca y el cuerpo de mi hija para mí, mi pito seguía duro y con ganas de más. Adela se incorporó, y dijo.
- ¡Creo que debemos bañarnos! ¡Anda, papa! ¡Vamos! – mientras me ofrecía su mano –
Misma que tome, hasta llegar a mi habitación y entrar al cuarto de baño. Para ese momento, ya no podía achacarle todo al alcohol, ya las cosas pasaban porque los dos queríamos. Adela, lleno la tina, se despojó de su pantaleta y entro en la misma.
- ¡Anda papa! ¡Ven! ¿O ya no quieres? – pregunto morbosa –
Sonreí con lujuria y entre a la tina con ella. Pero no del todo, más bien solo las piernas, sentándome en el filo de la misma.
- ¡Anda nena! ¡Hazme una rusa, con esas tetas! – dije –
- ¿Una qué? – respondió –
- ¡Jaja! ¿No sabes, que es una rusa? – dije riendo –
- ¡No! ¿Cómo es? – Dijo Adela –
- Pones mi verga entre tus tetas y me masturbas con ellas… - aclare –
- ¡Ah! ¡Una cubana! ¡Así la conozco yo papa! ¡Espera, deja me las lavo, para que resbale bien, ese animal! – respondió riendo –
Después de mojarse las chichis y dejarlas completamente lubricadas, tomo sus senos con ambas manos, me miro, como indicándome que estaba lista. Puse mi pito entre sus suaves tetas y comencé a cogerme sus tetas, ella lamia mi glande, cada que salía de en medio de sus tetas.
- ¿te gusta, papi? ¿Están ricas mis chichis? – preguntaba mi hija –
- ¡si nena! ¡me encantan! ¡están gordas y suaves! ¡se parecen a las de tu mama! – dije disfrutando de sus senos –
Mis movimientos pélvicos, aumentaban con la excitación, Adela gemía y chupaba verga, sin soltar mi pito de entre sus tetas. Pocos minutos después pare por completo.
- ¿Por qué te detienes, papa? ¡Oh! ¡ya! ¿llego la hora?... – pregunto mi hija –
Jadeante y sobre excitado, asentí con la cabeza.
- ¿Te parece, si nos bañamos rápido, es un ritual que tengo? ¿no te importa?, ¿verdad? – pregunto Adela –
Negué con la cabeza, comenzando el ritual morboso y sensual de mi hija. Ella me baño a mí y yo a ella, hasta ese momento pude ver todo su cuerpo, la cicatriz de su cesárea, su vagina con poco vello púbico, sus labios vaginales color marrón, sus nalgas gordas y ese par de piernas llenas de carne. En realidad, ella es muy parecida a su madre, en el físico. Por lo que disfrutaba más de aquel encuentro incestuosos.
Una vez que terminamos de asearnos, Adela me miro y pregunto.
- ¡bien papa! ¿Cómo me acomodo? ¿Cómo te gusta? ¿perrito? ¿me subo? ¿vamos a la cama? ¿te la chupo de nuevo? ¿o cómo?
- ¡Vamos a la cama! – dije ayudándola a salir de la tina –
La lleve hasta el borde de la cama, le quiete la toalla que cubría su cuerpo, para admirar su desnudes. Sin hacerle alguna petición o decir algo, Adela se sentó sobre la cama y volvió a mamar pito. Mientras se encargaba de poner duro mi animal, como ella dice, el teléfono de la casa sonó. Muchas veces había respondido llamadas mientras alguna puta me mamaba el pito, pero en esta ocasión era mi hija quien lo hacía. Por lo que dudé en responder, al final lo hice y la sorpresa llego al instante.
- ¡Diga! – respondí –
- Buenas noches, suegro… - dijo la voz de Aldo, el esposo de mi hija –
- ¡Ah! ¡Buenas noches Aldo! – dije llamando la atención de mi hija –
Adela me miro un segundo, con ojos de que hago, pero sin sacarse mi pene de la boca. Aldo me pregunto que, si estaba conmigo Adela, a lo que respondí que sí, que la había encontrado consternada y mal, en la oficina, y que pasaría la noche en mi casa. Después de eso la llamada termino.
- ¡Mmmg! Mmmg! ¡Ahh! ¿se quedó tranquilo? ¡Mmmg! Mmmg! ¡Mmmg! Mmmg! – pregunto Adela mientras seguía mamando pito –
- ¡Si! – respondí –
Adela dejo mi pene a tope después de unos minutos de sexo oral y masaje testicular. Es toda una experta en esos temas.
- ¡bien nena! ¡llego la hora! ¿Estas lista y segura? – pregunte, tontamente –
- ¡Hay papa! ¡Ya te la mamé, te viniste en mis chichis, te las cogiste, y todavía me preguntas eso! ¡claro! ¡pero ya sabes, nadie se enterará, jama! ¡ok! – respondió –
- ¡ok! ¡dame tus piernas! – dije palmeándome los hombros –
Adela se recostó sobre la cama, entregándome sus piernas macizas, acercando su cadera hasta el borde de la cama, tomo mi pito y lo coloco en su apertura vaginal.
- ¡Ya! ¡Mételo papa! ¡Despacio! – pidió –
Con suavidad, penetre a mi hija, el calor y la humedad de su sexo, estuvieron a punto de hacerme eyacular.
- ¡Ahhh! ¡papa! ¡uhmm! ¡dios mío! ¡estás muy grande! ¡métemelo, ya! ¡todo! ¡y déjalo ahí un minuto! – exclamo Adela con los ojos perdidos de placer –
Hice lo que me pidió, le ensarte toda la verga dentro de ella y me quede inmóvil un momento. Cuando su cavidad vaginal se ajustó a mi tamaño, ella indico.
- ¡Ya! ¡papa! ¡dame caña! ¡y házmelo como si no fuera tu hija! ¡dame duro! ¡Quiero que me hagas sentir mujer! ¡quiero gozar de ese animal tuyo! – decía Adela llena de placer –
Comencé a sacer y meter mi pito de su pucha, dejando que ella disfrutara de mi tamaño. Poco a poco comencé a aumentar el ritmo de las embestidas.
- ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡dios! ¡dios! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡mmh! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡papa! ¡papa! ¡así! ¡qué rico! ¡mas! ¡papa! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¿te gusta? ¿eh? ¿te gusta cómo te coge papa? ¡aja! ¡si! ¡me gusta, me encanta! ¡tu! ¡tú verga! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡dios! ¡dios! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡mmh! ¡oh! ¡nena! ¡que rico te mueves! – gemíamos ambos –
Después de un rato, en que la penetre, patitas al hombro. Fue ella quien pidió cambio de posición.
- ¡papa cambiemos! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡dios! ¡dios! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡mmh! ¡quiero montarte! – dijo mi hija –
Con un movimiento rápido de su cadera, libero mi pito de su cueva. Se giró, e indico que me acostara en la cama. Lo hice y de inmediato su pierna surco el aire, dejando su sexo encima de mi glande, tomo de nuevo mi pene, ensartándoselo en su totalidad.
- ¡uuhhmm! ¡que verga tan rica! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¿te gusta? ¡papa! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡si! ¡si! ¡me gusta! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡quiero tu vergota siempre! ¿me vas a dar verga siempre? ¡papa! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡si! ¡si! ¡cuando quieras! ¡nena! ¡dale! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡si! ¡si! ¡así se coge a una mujer como yo Aldo! ¡dios! ¡dios! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡mmh! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡me voy a venir! ¡papa! ¡me vengo! – gritaba Adela –
Dejo caer su culo sobre mi verga, sacudiendo la cadera de atrás hacia adelante, derramándose encima de mí. Su orgasmo, las palabras y gritos de mi hija, me hacían sentir un pervertido, pero a la vez me hacían llegar al paraíso.
- ¡hija! ¿Aldo te ha dado por el culo? – pregunte contemplando sus espasmos –
- ¡si! ¡si! ¡pero hoy no papi! ¡déjame entrenar un poco! ¡porque la tienes muy grande! ¡me partirías en dos, papa! ¡mejor dame leche en la boca! ¡no te vayas a venir dentro de mí! – aclaro mi hija –
- ¡ok! ¡voltéate! ¡ponte de perrito! – dije –
- ¡aja! ¡voy! ¡papa! – respondió aun jadeante y temblorosa –
Se acomodó en la posición antes mencionada, arqueando totalmente su espalda y levantando su cadera.
- ¡va! ¡hija! – advertí –
- ¡aja! ¡déjamela ir toda! ¡ya me acostumbré a tu tamaño papa! – decía jadeante Adela –
La penetre de un solo golpe, dejándole ir todo mi pito hasta sentir que topaba con su cérvix.
- ¡ahhhhhhhhhh! ¡eso! ¡así! ¡papa! ¡dame caña! ¡dame duro! ¡y avísame cuando quiera venirte, quiero que me la des en la boca! ¡dale papi! ¡dame pito! – comenzó a gritar Adela con voz de placer –
Saque mi pene de su vagina, casi hasta ver mi glande, para dejarlo ir de nuevo de golpe, siguiendo y aumentando de a poco. La lubricación de mi hija hacia fácil penetrarla, los chorros de líquido femenino se escurrían por sus muslos dejándolos brillantes.
- ¡uuhh! ¡que rica verga! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¿te gusta? ¡papa! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¿te gusta cogerte a tu nena? ¿eh? ¿te gusta que tu nena te la chupe? ¿eh? ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡aja! ¡aja! ¡me gusta mi nena! ¡uhm! ¡uhm! ¡uhm! ¡uhm! ¡uhm! ¡uhm! ¡uuy! ¡uuy! ¡uuy! ¡uuy! ¡uuy! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡mas! ¡mas! ¡papi! ¡así! ¡cógeme bien! ¡déjame llena! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡si! ¡si! ¡así! – continuábamos gimiendo y diciendo –
Mis manos se aferraban a sus caderas como las garras de un águila, que no pretende soltar a su presa. Sus nalgas rebotaban contra mi pubis y se agitaban con cada azote. Sus chichis se volvían locas con las embestidas que le propinaba. Y su cara se miraba llena de placer. El alcohol había sido quien tal vez detono todo, pero ahora era solo el deseo y el morbo quien nos hacia sus presas.
- ¡papa! ¡ah! ¡mete! ¡ah! ¡méteme dedos en el culo! ¡ah! ¡ve abriéndote camino! ¡uhm! ¡uhm! ¡uhm! ¡uhm! ¡uhm! ¡uhm! ¡uuy! ¡uuy! ¡uuy! ¡uuy! ¡uuy! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡mas! ¡mas! ¡papi! ¡quiero probar esa vergota en el culo! ¡ah! ¡ah! ¡pero no hoy! ¡mmh! – pidió mi hija –
Así que hice justo lo que me pidió, dejé que un poco de saliva cayera sobre su ano, comencé por meterle uno, después dos, tres dedos en el ano. Ella se retorcía del placer y dolor al mismo tiempo. En ningún momento deje de cogérmela, por la vagina. De pronto la doble penetración se estaba consumando, por un lado, mis dedos en su ano y mi pito por su vagina. Después de varios minutos de estar así, ella grito.
- ¡ya! ¡ya! ¡no puedo más! ¡Ya! ¡papa!
Por lo que saque mis dedos de su culo y amaine las penetraciones, ella se sacudió, víctima de su segundo orgasmo de la noche. Ambos caímos sobre la cama y girando un poco nuestros cuerpos hasta quedar de lado. Seguí cogiéndome a mi hija, solo que ahora más lento y amorosamente.
- ¡ah nenita! ¡que sabroso tienes el culito! ¿te gusto papi? ¡y eso que no me la has metido! ¡si mi pucha te gusta, uy, vas a amar mi culito! – dijo Adela –
- ¡papi! ¡Ya vente! ¡Quiero lechita! ¡para dormir! – susurro Adela con voz de niña mal criada –
Por lo que comencé a darle fuerte de nuevo, en aquella posición.
- ¡aahhh! ¡papa! ¡si! ¡así! ¡au! ¡au! ¡au! ¡au! ¡uhm! ¡uhm! ¡uhm! ¡uhm! ¡uhm! ¡uhm! ¡uuy! ¡uuy! ¡uuy! ¡uuy! ¡uuy! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡si nenita! ¡ya casi! ¿estas lista? ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡plap! ¡aja! ¿ya? ¡ya! – pregunto Adela, y respondí al tiempo en que le sacaba la verga y me ponía de rodillas –
Apretando mi glande con fuerza, logre aguantar la eyaculación lo suficiente para que mi hija se acomodara poniendo su cara y abriendo la boca justo frente a mi pene. Solo basto aligerar la presión de mi mano para que un chorro de semen se vertiera en su boca. Leves chorros salieron después, todos cayendo dentro de su boca caliente. Su lengua lamia mi uréter haciendo saltar mi pito con cada pasada de su lengua.
Adela dejo limpio mi pito, sin rastro de semen, para después tragar el néctar que le dio la vida. Ambos nos notábamos cansados, agitados y sudorosos. Nos recostamos en la cama abrazándonos como dos amantes que han terminado el acto sexual.
Descansamos un poco, para después darnos un nuevo baño, ambos regresamos a la cama después de que nuestros cuerpos estuvieron limpios. Dormimos lo que nos restaba de la noche.
Desperté pasadas las 7:00 a.m., mirando a mi hija dormir sobre mi cama, aun desnuda y hermosa. Y hubo algo que me sorprendió, el no sentir remordimiento por lo que había pasado, aun sin saber si ella pensaba lo mismo que yo.
Adela, me alcanzo en el cuarto de baño media hora después. Mientras me afeitaba, entro y me abrazo por la espalda, dándome un beso suave en la mejilla, como siempre; mirándome por el espejo dijo.
- ¡buenos días papi! ¿Cómo amaneciste?
- Mejor que nunca… - respondí –
- ¡yo también! ¡Debemos repetirlo de vez en cuando! ¡pero ahora lo que debemos hacer es apresurarnos o llegaremos muy tarde a la oficina! – exclamo mi hija –
Sonriente entro a la ducha, ninguno dijo más sobre lo ocurrido la noche anterior. Después de arreglarse un poco y vestirse con la ropa del día anterior, salimos con rumbo a su casa, para que se cambiara, en el asiento trasero del auto, ambos nos mirábamos y sonreíamos, sin hacer el menor comentario.
Al llegar a su casa, Aldo mi yerno se preparaba para salir a la oficina, hizo una pausa al ver la camioneta entrar a su casa. Adela y yo bajamos de la camioneta, saludándolo como normalmente lo hacíamos. Ella entro a su casa, dejándome con él a solas.
- ¡suegro! ¿Cómo paso la noche Ade? Espero que no le haya dado problemas… – dijo mi yerno –
Una sonrisa se plantó en mi cara, al recordar las cosas que habíamos pasado juntos, miré a Aldo y respondí.
- ¡para nada! Solo hablamos… - sin dejar de sonreír –
¡Continuara!...
13 comentarios - Padre, Suegro y Abuelo. Capítulo 1: Inicia el Incesto.