Los hechos aquí descriptos sucedieron en la realidad, los nombres de los protagonistas han sido cambiados. http://www.poringa.net/posts/relatos/2850842/Carpa-camping-y-secretos-morbosos-Parte-1.html (link a la parte 1)
El segundo día de vacaciones amaneció caluroso y auguraba una temperatura esplendida para estar en el rio hasta que cayera el sol. Aun me costaba entrar en modo “pereza” por lo que mi reloj interno me despertó apenas pasadas las 8 AM. Aproveché para asearme, rasurar la incipiente barba que asomaba en mi barbilla y los pocos vellos crecidos de mi entrepierna. Tranquilo, relajado, disfrutando del fresco matinal, de la calma ya que casi todos en el camping dormían, volví a paso lento hacia donde estaban las carpas. Silbando por lo bajo, casi me atraganto al ver a Daniela ordenando todo, sobre la mesa cercana a las carpas, para desayunar. Recuerdos de la noche anterior me llevaron a desnudarla con la mirada, aun había detalles de su cuerpo que no conocía, no pude ver mucho en la penumbra. Con luz de día, su trasero embutido en un short marrón, los pechos completamente tapados en una remera negra y el cabello recogido en una coleta, Daniela adquiría una nueva dimensión para mí. Suelo fantasear con diversas mujeres, con encuentros sexuales alocados, con transgresiones bizarras, hay pocas cosas sagradas en el ámbito de mi imaginación, pero sinceramente la noche que Daniela entró a la carpa y prácticamente me violó, marcó un hito. No me lo esperaba, ni siquiera lo había pensado, pero ahí estaba, moviéndose con presteza, la mujer que hacia pocas horas me había salvado de la frustración.
Recompuse mi postura, trate de alejar la cara de tonto, guardé toalla y cepillo de dientes en la carpa. Brenda aun dormía, igual que su hermano, sus ronquidos sacudían la carpa contigua.
-Hola, buen día – Saludó Daniela mientras me invitaba un mate
-Buen día, ¿Dormiste bien? – Clavé mis ojos en los suyos
-Sí, re bien, toqué la almohada y me desmayé – Respondió ladeando un poco la cabeza y esbozando una sonrisa.
- Me alegro – Acote mientras me sentaba – Yo dormí como tronco
- ¿Te tapaste? Estaba fresco anoche
Respondí con un gesto, la charla siguió por tópicos comunes, como el clima, el calor agobiante que se hacía notar a pesar de que era temprano, que ojala el rio trajera mucha agua o que el agua de la piscina estuviera en condiciones. Al principio, una parte de mí se preguntaba si la chica de la noche anterior había sido Daniela. No salía del asombro, siempre la vi como una chica fiel, conservadora, de esas que esperan de sus novios planes a futuro para la convivencia, el matrimonio y la escolaridad de los hijos. Quizás fuera porque mi novia había llevado la relación a ese punto, en el que dejas de pensar en aventuras para soñar con la casa ideal, lo que me impidió ver a la verdadera Daniela bajo esa capa de remilgos. Tal vez fuera al revés, la poca adrenalina de mi relación de pareja me hacía ver en la actitud de espalda erguida una intención de que viera sus pechos en lugar de lo lógico, la idea de conservar su buena postura y ahorrarse dolores de espalda. Probablemente sintiera algo de frio, y eso hiciera que sus pezones se marcaran levemente, no como dictaba mi diablillo interior, que aquello era síntoma de su excitación por mí. Como fuera, los pechos de Daniela me hipnotizaban, se sacudían un poco cuando se movía a la derecha, volvían a sacudirse cuando buscaba algo a su izquierda. Al ponerse de pie y girarse para buscar algo en la heladerita portátil, mi mente se quejó por perder de vista el espectáculo de su delantera, pero mi libido respondió rauda imaginando el delicioso escenario en que la tomaba por la cintura y la penetraba. Cuando volvió a sentarse, sus pechos robaron toda mi atención, los bultitos de sus pezones estaban mucho más marcados, quizás porque al moverse la remera se le ajustaba al cuerpo, aunque prefería pensar que ella también fantaseo un momento con que la penetrara cuando se inclinó a buscar una mermelada. En algún momento Brenda y su hermano emergieron de las carpas como osos hambrientos y gruñones.
- Tenes la cara caliente, estas rojo – Señaló Brenda al darme el beso de los buenos días
- Es que hace calor, me hace calor – Respondí
Agregué que el mate estaba caliente y que hacía poco me había afeitado. En mi fuero interno agradecí que toda esa sangre estuviera en mi rostro y no en mi entrepierna. Daniela me dedicó lo que parecía un medio guiño y un leve movimiento de cuerpo que hizo bailar sus pechos. Descolocado, decidí dejar de dar vueltas al asunto de, si era lo que pensaba o solo fue calentura del momento y todo lo demás pura imaginación. Dejé las fantasías para la intimidad con Brenda, todas mis herramientas para auto estimularme quedarían relegadas para momentos de escasa pasión, quería poner en práctica, traer a la realidad, todas esas ideas alocadas con Daniela.
El juego siguió tal como había empezado, su mirada, su atención y sus palabras iban destinadas a su novio, pero su idioma corporal, su postura, algunos gestos y entonaciones de su voz, decían “mírame”, “disfrútame”. Deseché la teoría de que el frio provocaba la reacción de sus pezones, a medio día el calor ya no se soportaba y esos hermosos, grandes, mordibles bultitos se definían con todo detalle bajo la tela de la remera. Recordaba la noche anterior, cuando por nada del mundo quiso que separara mi boca de sus pechos, se esforzó por mantener su pezón entre mis labios. El coqueteo alcanzó otro nivel cuando se quitó la remera. El corpiño de su bikini le quedaba a la perfección, el color hacia juego con su piel trigueña.
La bajada al rio no mejoró el tono de mi rostro, y el agua fría poco hizo por calmar mi ánimo. Aun así lograba mantener cierto equilibrio, mientras Daniela exhibía su cuerpo sin reparos, Brenda se bañaba con un remeron, que además de cubrir su torso, tapaba casi toda la cola. El contraste entre ambas y el agua fría ayudaron a que no me sangrara la nariz, y que pudiera disfrutar del paisaje. Logré relajarme un poco, detener mi mente en el delicado placer de sentir la temperatura de mi cuerpo disiparse en el agua, la tranquilidad del entorno, el aleteo de algún pájaro, flotaba en el medio del pileton natural, cada segundo más liviano a medida que la corriente arrastraba el estrés. La calma se interrumpió cuando un grupo de chicos pasó en manada por la orilla rio arriba, momento que Brenda aprovechó para proponer un juego. Arrancados del sopor, su hermano y Daniela se sumaron al juego; yo lo pensé dos veces, quería jugar, sí, pero a otro tipo de juego. Despejado, atento, y dispuesto a vivir cada momento al máximo, pasara lo que pasara, entré al juego, no al de Brenda y su pelota, sino al de Daniela. En varias oportunidades, su trasero y mi bulto se rozaron bajo el agua, metí mano entre sus nalgas descaradamente, hice círculos con un dedo sobre la tela en su entrepierna. Ella mantenía su actitud de estar interesada en el juego de pelota, pero en ningún momento se apartó de mis caricias, ni siquiera cuando deslice un dedo entre los labios vaginales, hice presión con la punta del dedo en el clítoris y luego lo introduje hasta el fondo. Me sorprendió la cálida humedad, notable contraste con el agua fría. Lejos de molestarse, Daniela mantuvo su postura unos segundos, dejó salir algo parecido a un gemido que ocultó bajo un gruñido de esfuerzo al saltar para alcanzar la pelota. No sé si fue su intención, o pura casualidad, pero le dio un manotazo al balón con tal fuerza que la dejó en la orilla opuesta del rio. Sergio, caballeroso, salió en busca del objeto de su diversión, momento que su novia aprovechó para devolverme el favor. Puso su mano sobre mí, para ese momento, semi erecto pene, hizo presión con la palma arriba y abajo, acarició la puntita con un dedo para luego masturbarme lo mejor que pudo sin meter la mano en el short. Sonreí, manosee su trasero y seguimos jugando, por un lado al vóley, por otro a ver quién aguantaba mejor la calentura... (Cont)
El segundo día de vacaciones amaneció caluroso y auguraba una temperatura esplendida para estar en el rio hasta que cayera el sol. Aun me costaba entrar en modo “pereza” por lo que mi reloj interno me despertó apenas pasadas las 8 AM. Aproveché para asearme, rasurar la incipiente barba que asomaba en mi barbilla y los pocos vellos crecidos de mi entrepierna. Tranquilo, relajado, disfrutando del fresco matinal, de la calma ya que casi todos en el camping dormían, volví a paso lento hacia donde estaban las carpas. Silbando por lo bajo, casi me atraganto al ver a Daniela ordenando todo, sobre la mesa cercana a las carpas, para desayunar. Recuerdos de la noche anterior me llevaron a desnudarla con la mirada, aun había detalles de su cuerpo que no conocía, no pude ver mucho en la penumbra. Con luz de día, su trasero embutido en un short marrón, los pechos completamente tapados en una remera negra y el cabello recogido en una coleta, Daniela adquiría una nueva dimensión para mí. Suelo fantasear con diversas mujeres, con encuentros sexuales alocados, con transgresiones bizarras, hay pocas cosas sagradas en el ámbito de mi imaginación, pero sinceramente la noche que Daniela entró a la carpa y prácticamente me violó, marcó un hito. No me lo esperaba, ni siquiera lo había pensado, pero ahí estaba, moviéndose con presteza, la mujer que hacia pocas horas me había salvado de la frustración.
Recompuse mi postura, trate de alejar la cara de tonto, guardé toalla y cepillo de dientes en la carpa. Brenda aun dormía, igual que su hermano, sus ronquidos sacudían la carpa contigua.
-Hola, buen día – Saludó Daniela mientras me invitaba un mate
-Buen día, ¿Dormiste bien? – Clavé mis ojos en los suyos
-Sí, re bien, toqué la almohada y me desmayé – Respondió ladeando un poco la cabeza y esbozando una sonrisa.
- Me alegro – Acote mientras me sentaba – Yo dormí como tronco
- ¿Te tapaste? Estaba fresco anoche
Respondí con un gesto, la charla siguió por tópicos comunes, como el clima, el calor agobiante que se hacía notar a pesar de que era temprano, que ojala el rio trajera mucha agua o que el agua de la piscina estuviera en condiciones. Al principio, una parte de mí se preguntaba si la chica de la noche anterior había sido Daniela. No salía del asombro, siempre la vi como una chica fiel, conservadora, de esas que esperan de sus novios planes a futuro para la convivencia, el matrimonio y la escolaridad de los hijos. Quizás fuera porque mi novia había llevado la relación a ese punto, en el que dejas de pensar en aventuras para soñar con la casa ideal, lo que me impidió ver a la verdadera Daniela bajo esa capa de remilgos. Tal vez fuera al revés, la poca adrenalina de mi relación de pareja me hacía ver en la actitud de espalda erguida una intención de que viera sus pechos en lugar de lo lógico, la idea de conservar su buena postura y ahorrarse dolores de espalda. Probablemente sintiera algo de frio, y eso hiciera que sus pezones se marcaran levemente, no como dictaba mi diablillo interior, que aquello era síntoma de su excitación por mí. Como fuera, los pechos de Daniela me hipnotizaban, se sacudían un poco cuando se movía a la derecha, volvían a sacudirse cuando buscaba algo a su izquierda. Al ponerse de pie y girarse para buscar algo en la heladerita portátil, mi mente se quejó por perder de vista el espectáculo de su delantera, pero mi libido respondió rauda imaginando el delicioso escenario en que la tomaba por la cintura y la penetraba. Cuando volvió a sentarse, sus pechos robaron toda mi atención, los bultitos de sus pezones estaban mucho más marcados, quizás porque al moverse la remera se le ajustaba al cuerpo, aunque prefería pensar que ella también fantaseo un momento con que la penetrara cuando se inclinó a buscar una mermelada. En algún momento Brenda y su hermano emergieron de las carpas como osos hambrientos y gruñones.
- Tenes la cara caliente, estas rojo – Señaló Brenda al darme el beso de los buenos días
- Es que hace calor, me hace calor – Respondí
Agregué que el mate estaba caliente y que hacía poco me había afeitado. En mi fuero interno agradecí que toda esa sangre estuviera en mi rostro y no en mi entrepierna. Daniela me dedicó lo que parecía un medio guiño y un leve movimiento de cuerpo que hizo bailar sus pechos. Descolocado, decidí dejar de dar vueltas al asunto de, si era lo que pensaba o solo fue calentura del momento y todo lo demás pura imaginación. Dejé las fantasías para la intimidad con Brenda, todas mis herramientas para auto estimularme quedarían relegadas para momentos de escasa pasión, quería poner en práctica, traer a la realidad, todas esas ideas alocadas con Daniela.
El juego siguió tal como había empezado, su mirada, su atención y sus palabras iban destinadas a su novio, pero su idioma corporal, su postura, algunos gestos y entonaciones de su voz, decían “mírame”, “disfrútame”. Deseché la teoría de que el frio provocaba la reacción de sus pezones, a medio día el calor ya no se soportaba y esos hermosos, grandes, mordibles bultitos se definían con todo detalle bajo la tela de la remera. Recordaba la noche anterior, cuando por nada del mundo quiso que separara mi boca de sus pechos, se esforzó por mantener su pezón entre mis labios. El coqueteo alcanzó otro nivel cuando se quitó la remera. El corpiño de su bikini le quedaba a la perfección, el color hacia juego con su piel trigueña.
La bajada al rio no mejoró el tono de mi rostro, y el agua fría poco hizo por calmar mi ánimo. Aun así lograba mantener cierto equilibrio, mientras Daniela exhibía su cuerpo sin reparos, Brenda se bañaba con un remeron, que además de cubrir su torso, tapaba casi toda la cola. El contraste entre ambas y el agua fría ayudaron a que no me sangrara la nariz, y que pudiera disfrutar del paisaje. Logré relajarme un poco, detener mi mente en el delicado placer de sentir la temperatura de mi cuerpo disiparse en el agua, la tranquilidad del entorno, el aleteo de algún pájaro, flotaba en el medio del pileton natural, cada segundo más liviano a medida que la corriente arrastraba el estrés. La calma se interrumpió cuando un grupo de chicos pasó en manada por la orilla rio arriba, momento que Brenda aprovechó para proponer un juego. Arrancados del sopor, su hermano y Daniela se sumaron al juego; yo lo pensé dos veces, quería jugar, sí, pero a otro tipo de juego. Despejado, atento, y dispuesto a vivir cada momento al máximo, pasara lo que pasara, entré al juego, no al de Brenda y su pelota, sino al de Daniela. En varias oportunidades, su trasero y mi bulto se rozaron bajo el agua, metí mano entre sus nalgas descaradamente, hice círculos con un dedo sobre la tela en su entrepierna. Ella mantenía su actitud de estar interesada en el juego de pelota, pero en ningún momento se apartó de mis caricias, ni siquiera cuando deslice un dedo entre los labios vaginales, hice presión con la punta del dedo en el clítoris y luego lo introduje hasta el fondo. Me sorprendió la cálida humedad, notable contraste con el agua fría. Lejos de molestarse, Daniela mantuvo su postura unos segundos, dejó salir algo parecido a un gemido que ocultó bajo un gruñido de esfuerzo al saltar para alcanzar la pelota. No sé si fue su intención, o pura casualidad, pero le dio un manotazo al balón con tal fuerza que la dejó en la orilla opuesta del rio. Sergio, caballeroso, salió en busca del objeto de su diversión, momento que su novia aprovechó para devolverme el favor. Puso su mano sobre mí, para ese momento, semi erecto pene, hizo presión con la palma arriba y abajo, acarició la puntita con un dedo para luego masturbarme lo mejor que pudo sin meter la mano en el short. Sonreí, manosee su trasero y seguimos jugando, por un lado al vóley, por otro a ver quién aguantaba mejor la calentura... (Cont)
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