Las matemáticas, son las reglas que impuso Dios, mucho antes de gravar los mandamientos en piedra-dije con pausas. Con la intención de que la testigo de Jehová que se sentaba en la última fila del salón, por fin, hiciera un gesto diferente a la sonrisa socarrona que siempre sostenía para todos mis comentarios en clases. Era tan excesivamente santa y pasiva, que por alguna razón eso me generaba algo de animadversión en contra de sus faldones y su cabello largo. No me hablaba, no me preguntaba nada, y como entraba se iba, tratando de pasar tan desapercibida que por eso se volvía aún más visible para mi. No niego que con rabia pensaba: será que dandole por el culo también se rie de esa manera tan tonta. Al instante me asaltaba la duda de si esa religión les permitia la depilación genital y detenía mis malos pensamientos ante la duda de la vellosidad. Ese salón era caluroso y la verdad no me gustaba el grupo, habían unos sujetos muy sospechosos, creo que pertenecían a los combos de Bello, pero bueno, la educación es para todos y quizá pueda salvar gente. Uno de esos días calurosos en ese curso nocturno salimos a recreo y aunque normalmente me quedaba en el salón tomando solamente agua. Esa noche tenía hambre, bajé a comprar algo a la cafetería y la fila era grande, desordenada, atropellada. Justo la última de la fila era la chica de la ropa larga, me hice detrás de ella y no volteó siquiera a mirarme, detrás de mi se hizo un grupo de muchachas de esas extrovertidas e irrespetuosas que lo único que hacían era empujar. Eso ocasionaba que me recostara a la testigo, y hasta ese momento no me había dado cuenta de que ella tenía buen culo, el roce y lo profano del asunto; por ser mi estudiante y por ser de una religión tan prohibitiva, hizo que se me parara, lo sintió lo sé, pero no se giró. Me dieron ganas de penetrarla por detrás allí parada en esa fila o al menos sacarme el pene y restregarselo por encima de la falda, y que llegara untada de semen a su morronga casa y la mamá se untara la mano con mi leche tratando de limpiarsela para que el lameculospastoril de su papá no se diera cuenta que su hija ya le habían pasado un glande hinchado por las nalgas. Tuve que hacer un gran esfuerzo para rebajar la erección y lograr pedir mi cocacola con papitas de pollo. Llegué al salón y ahora ella no levantaba la mirada. Por un momento pensé que me había excedido y seguramente me acusaría con su familia o el rector, o peor, me odiaría en silencio por recostarle mi bulto. Terminé la clase temprano, hicieron grito de júbilo y se fueron. Seguía nervioso, bajé a la sala de profesores a dejar las guías y no había nadie, me senté en mi puesto a meditar sobre la reciente embarrada de mi pene que no fue capaz de aguantar la tentación de pararse, cuando la vi salir del baño y tuve el impulso de llamarla, ella vino tímida como siempre y no me aguanté y le comenté que lo que había sucedido había sido totalmente involuntario, que me disculpara, traté de adelantarme a cualquier escandalo. Pero ella me tranquilizó, me dijo que no era nada, que normal que a veces en el metro también le había pasado. Y la conversación se alargó y derivó en que cuando el hombre está en sudadera se siente mucho más porque el pene se estria libremente y reimos sobre mi ocurrencia de que el día que viajaramos en metro en ropa interior, posiblemente nadie se bajaría del tren. Entonces ella dijo que esas cosas no tienen misterio, que hacen parte del comportamiento del cuerpo, que ella veía a veces a su vecino por la ventana, masturbarse y le parecía un hecho irrelevante. Entonces le dije en forma de reto: osea que uno puede sacarlo y masturbarse y a usted no se le da nada. Ella dijo que sí, que no le veía ningún misterio. Dimos rodeos, hasta que le pregunté como en chiste: ¿Entonces lo saco aquí y usted sigue la conversación como si nada?. Obvio, dijo que claro, que eso era una bobada. ¡Ojo pues!, ahora no es que salga corriendo -la reté. Ella se quedó en la puerta y yo me entre hasta mi escritorio y me lo saqué, me empecé a hacer la paja y se me paró muy rápidamente a pesar de la presión, ella miraba para todos lados y entró un poco, diciendo que no me creía que lo estuviera haciendo, como me tapaba el escritorio ella pensó que solo hacía la mimíca. Pero al dar dos pasos logró ver la cabeza hinchada de mi verga, que ya estaba brillante por la leche que empezaba a mojar. Siguió hablando de temas insulsos y yo trataba de contestarle cualquier cosa. Le mostraba lo grande que tenía el pene y ella lo miraba y seguía moviendo la boca pero poco le entendía. Cerró la puerta y me dijo que era para que no me pillaran y se sentó a mi lado como si de verdad fuera una situación normal. Entonces le cogí la mano y se la puse en mi chimbo, ella lo metía entre sus dedos como para untarse de semen, tenía una mano pequeña y parecía explorarlo, tocaba con la yema de los dedos la cabeza inflamada y me sentía en la gloria. Me pajeó un rato ayudada por mi mano que le indicaba como bombearlo. Me puse de pie y se lo puse cerca a la cara, pero parecía no entender, entonces le tome la cabeza y se lo puse en los labios, solo después de un momento abrió la boca y chupó la punta. Para mi era suficiente, no dejaba que le metiera toda la verga hasta la garganta. Mamó un rato la punta y luego la puse de pie, la manoseé y la puse doblada de espalda a mi, sus manos apoyadas en un escritorio, le levante la gran falda hasta la cintura. Gran esfuerzo fue eso, enrollar con una mano es complicado, pensé que me encontraría con una ropa interior mata pasiones, pero eran unos cacheteros blancos bonitos, sin encajes o adornos, pero bonitos y tenía un culo muy bueno escondido allí. Le dije que se sostuviera la falda y ella obediente, lo hizo sin mirarme. Busqué la vaselina que guardaba la profesora de transición para echarle a sus parvulos en las raspaduras, y la buena suerte me acompañó. Empecé a meterle un dedo muy embadurnado y le entró, me unté el pene también, la doble más y se lo metí después de varios intentos aunque tengo el pene ancho. Se lo metía con ganas, con muchas muchas ganas imaginando que se lo metía hasta el estómago. No nos dimos cuenta del tiempo en que llevabamos en tremendo ajetreo, hasta que la puerta se abrió. Era el vigilante, un muchacho de aspecto campesino que se disculpó de mil maneras. Ella se tapaba la cara mientras yo le decía a él que no le dijera a nadie. El seguía disculpándose entre risas y entre risas dijo que el no contaba nada pero que el quería que ella se lo mamara. ¡Qué!!!!!. Atrapados por este tipejo en esa burda extorsión. Pero ni modo, ella accedió porque si sus papás se daban cuenta, la mataban y obvio a mi me echaban y apareceriamos en el "Que hubo" del viernes. Se lo empezó a mamar, el sentado en el escritorio, el prometió que se vendría rápido. Verla mamar me excitó y haciendo apología a la imagen graciosa; aquella del raton atrapado por la ratonera, pide ayuda pero lo que consigue es una fila de ratones que se lo culean aprovechandose de la situación. Así fue, me la culié mientras se lo mamaba al celador. El se vino en la boca de ella y yo me vine en su culo...chorreaba semen por las comisuras y por la hendidura entre sus nalgas. Sacó unos pañuelitos, se secó y se fue como si nada. Culeada y atragantada de leche, pero digna. Al día siguiente, los tres, completamente normales, sin miradas complices. Sin aspavientos. No se repitió la culeada a la testigo de Jehová. Pero aún recuerdo que boté mucha leche....y que su boca olía a semen
6 comentarios - Increíble, pero penetré a una testigo de Jehová