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Un ganador. Capítulo 45

Un ganador. Capítulo 45

Esta es la historia de Emanuel, un ganador de 24 años que tiene anécdotas muy interesantes para contar, llenas de chicas y amigas y por supuesto con muchas historias sexuales. Esta historia es ficción, sin embargo eso no quiere decir que se basa en algunos hechos reales…

Capítulo 45: Viviendo con el enemigo
   Después de esa noche mágica quedaba en claro una cosa: Quería estar con Luz. Pero no iba a ser tan fácil. A pesar de que ella la había pasado excelente y de haberme confesado que me quería y que le encantaba estar conmigo, había tomado la decisión de no buscar nada serio por el momento y de dedicarse a sus proyectos personales. A pesar de que eso me chocó demasiado, la entendí perfectamente y le dije que iba a darle su tiempo y su espacio. Acordamos en que iba a pasar unos días en su casa hasta que encontrara donde vivir y esos días fueron excelentes, repletos de risas, anécdotas divertidas y noches de sexo espectaculares.
   Volví a la casa de Eliana para terminar la conversación que habíamos dejado por la mitad y ella me recibió con todas mis cosas en una caja. Obviamente los gritos y el llanto no tardaron en comenzar y terminamos cortando la relación después de casi dos horas de pelea. Así concluía mi noviazgo después de casi un año, un noviazgo que fue falso desde un principio, repleto de mentiras y engaños, pero que tuvo el poder suficiente para sacarme más de una lagrima en el camino de vuelta a casa.
   Pasó el fin de semana, el cumpleaños de Luz y una nueva reunión con los chicos de la facultad en la que se enteraron que Eliana y yo no estábamos más juntos y que por unos días estaba viviendo en la casa de mi amiga. Esteban, Diego y Bruno se pusieron contentos de que Luz y yo estuviésemos juntos nuevamente, Carla y Paola no tanto ya que conocían el sufrimiento que había pasado su amiga después de varios meses de salir conmigo. Pero ambos les dejamos en claro que no era nada serio y que la idea era alejarnos.

   Así fue que el miércoles 22 de abril, una semana después de haber convivido juntos, agarré las cosas y me fui. En un principio pensé en volver a mi casa, inclusive mi mamá me lo propuso cuando se enteró que me había peleado con Eliana, pero no estaba en mis planes. Quería mudarme solo, aprovechar un poco la soltería para pensar, replantearme las cosas y vivir el presente. Pero no fue tan fácil, no había muchos departamentos a buen precio disponibles y terminé en el último lugar que me hubiese gustado terminar en ese momento: En la casa de Cintia.
   Cuando se enteró que mi noviazgo había terminado no pudo contener una sonrisa malvada en la cara que no me gustó para nada y a pesar de mi reproche y de que le dije en varias ocasiones que no, ella insistió con que podía quedarme en su casa. Luz me manifestó más de una vez que no tenía problema en que me quede unos días más, pero era evidente que mi presencia comenzaba a invadirla y lo último que quería era eso, así que terminé aceptando la propuesta de mi compañera de trabajo.
   - Podes quedarte todo el tiempo que quieras.- Me dijo después de nuestra primer cena como compañeros de cuarto.- Siempre y cuando no te moleste que yo duerma desnuda.- Agregó mirándome de manera sensual.
   El sexo se hizo presente en la primera noche por más que me negué al principio. Me era imposible contenerme a ese cuerpo, a sus besos en mi cuello, a sus manos en mi pecho, a sus caricias por mis brazos y mi panza y sobre todo a sus tetas masturbándome. Cintia dejó bien en claro que una de las condiciones para que yo viviera ahí, tenía que ser “sexo todas las noches”.

   - No puedo creer que estés molesto de que un minón como ese te quiero coger todos los días.- Me dijo Leandro cuando le conté mi situación.- ¡Con lo buena que está!
   - Esa mina es la causante de que mi relación con Luz haya fallado.- Le respondí yo.- Y de que mi relación con Eliana se haya terminado.
   - Tu relación con Eliana era una mentira desde que empezó.- Me interrumpió Juan Pablo.- Y todos lo sabemos desde hace rato.
   No pude negar eso, después de todo ambos nos metimos los cuernos más de una vez y nos mentíamos en repetidas ocasiones. Pero eso no disminuía mi enojo con Cintia. Cuando estábamos en la oficina no me la aguantaba, trataba de conversar con Pamela todo el tiempo, trataba de evitarla, de ignorarla. Cuando llegábamos al departamento prendía la televisión, me ponía a hacer cosas, buscaba cualquier excusa para no hablar. Pero en el momento de ir a dormir, no podía esperar a que se abalanzara sobre mí para cogerme como una loca. El sexo con Cintia era de los mejores.

   Por suerte para mí los fines de semana me escapaba. Abril terminó y llegó Mayo y la noche del cumpleaños de Diego, Luz y yo terminamos en su departamento en una noche muy caliente en la que metimos 3 polvos al hilo y después de una ducha refrescante un cuarto antes de ir a dormir. Ahí confirmé que mi amor por ella había revivido y que de verdad necesitaba estar con ella. Pero Luz insistía en no hacer nada serio y en no pasar tanto tiempo juntos. Después de todo tenía sentido, había salido muy lastimada la última vez que estuvimos juntos. Es por eso que buscaba consuelo en Cintia, ella era el sexo seguro… Buen sexo seguro.

   A mitad de mes Georgina, nuestra ex compañera de trabajo, nos invitó a su cumpleaños y los dos fuimos simplemente con la intención de saludar, pero nos terminamos quedando al ver que era algo tranquilo en un bar y aprovechamos para charlar con ella un buen rato. Cerca de las 2 de la mañana, cuando decidieron mover la cosa a un boliche, pegamos la vuelta. Yo tenía que pasar por la casa de mis viejos a buscar algunas cosas que mi mamá me había dejado, pero ella me pidió primero que la tirara en la casa así se iba acostando. Cuando llegué al departamento, media hora más tarde, me encontré con una sorpresa.
   - Hola compañerito.- Me saludó Cintia con voz muy sensual.
   Estaba acostada en el sillón que había al lado de la puerta, tenía puesta una tanga negra diminuta y un corpiño de encaje casi transparente. La habitación estaba iluminada de manera rara y cuando miré a la lámpara del techo comprobé que era porque le había puesto un pañuelo rojo que generaba una iluminación muy parecida a la de un telo. En el piso había una gran cantidad de tangas y bombachas muy bien ubicadas, que marcaban un camino desde la puerta hasta el sillón. Cintia me miró y me llamó con el dedo índice.
   Cerré la puerta y mientras fui avanzando hasta donde estaba ella me fui sacando la ropa, hasta quedarme solamente con el bóxer y me agaché para besarla. Me había tomado por sorpresa, me gustaba eso, pero en la mente tenía pensado otra cosa. La tomé de la mano y la llevé hasta la pieza y la acosté suavemente sobre la cama. Busqué en uno de los cajones un pañuelo y bien despacio le tapé los ojos. “Vamos a jugar un ratito” le dije. Ella se recostó sobre la cama con una sonrisa esperando impaciente mi siguiente movimiento. Me saqué el bóxer y se lo tiré a la cara y entre risas ella se lo sacó y lo tiró al piso.
   Me subí a la cama y casi sin tocarla la fui besando por todo el cuerpo. Cada vez que levantaba su mano para acariciarme se la corría y la volvía a colocar en su lugar. Esa noche mandaba yo y el poder de todos los movimientos los tenía yo. Así la fui besando hasta las piernas y cuando llegué ahí le saqué la tanguita y comencé a chupársela. Lo hacía de manera sensual, pero bien rápido y usando mucho la lengua. La movía hacia todos lados y ella gozaba de placer. Colocó sus manos sobre mi nuca e hizo presión para que no levantara la cabeza.
   Ahí fue cuando me paré y le dije: “Vamos a tener que hacer algo con esas manos”. Fui a buscar en uno de los bolsos con mis cosas las esposas que hacía un año atrás había usado con Eliana la noche que me puse de novio. Ella me cedió sus muñecas y la esposé a los dos bordes de la cama. Ahora Cintia estaba inmóvil. Aproveché la situación para sacarle el corpiño y dejarla totalmente desnuda. Volvíamos al juego.
   Me senté sobre su peché y le fui acariciando las tetas con la pija que ya la tenía al palo. Ella tenía una sonrisa en la cara e intentaba moverse. Me adelanté un poco más hasta sentarme por encima de su pecho y al sentir mi verga sobre sus labios empezó a chupármela. Mientras Cintia me hacia un pete como podía, estiré mi brazo izquierdo hacia atrás hasta llegar a si cintura y comencé a masturbarla. Enseguida comenzaron sus gemidos que eran ahogados por mi pija. En dos ocasiones se le salió de la boca, pero yo se la volvía a poner y ella enseguida volvía a chupármela. Así estuvimos hasta que su conchita estuvo totalmente húmeda.
   Tenía que aprovechar, la tenía esposada y con los ojos vendados. Obviamente quería cogérmela y darle placer, pero también quería hacerla sufrir un rato. Fui hasta el cajón de ella y saqué un consolador bastante grande que había visto hacía varios meses. Sin dar vueltas se lo metí a fondo por la concha. “Más despacio papito” me dijo ella después de una mueca de dolor. Pero en vez de ir despacio empecé a sacarle y meterle el consolador a toda velocidad. Cintia así como que lo disfrutaba, pero yo sabía que en algo estaba sufriendo. Por suerte tenía los ojos tapados, así no podía ver mi cara de maldad.
   Después entré en escena y lo hice igual que con el consolador, se la puse de una y le di duro desde un principio. Ella gozaba, gemía y gritaba, pero entre el placer se denotaba un poco de dolor, que hacían que yo me calentara más y más. “¡Ay Ema más despacio!” me gritó y provocó que le diera más fuerte. La tenía agarrada de las dos piernas que se sostenían en el aire, y le daba con bronca. “¡Emanuel en serio!” me dijo tratando de correrse, pero yo la tenía bien fuerte y como estaba atada no podía salirse.
   Me calmé unos minutos más tarde y ella se relajó un poco, pero ya no lo disfrutaba, el único que gozaba en ese momento era yo. Incliné mis manos hacia adelante pasando por su cintura hasta llegar a sus tetas. “Estás violento hoy eh” me dijo ella cuando la velocidad pasó a ser más regular. Lo tomé como un desafío y agarrándola nuevamente de los muslos, fui dándole cada vez más fuerte hasta retomar el ritmo de antes. “Emanuel me haces mal” gritó después de unos minutos y ahí fue cuando entré un poco en razón. Pero no tanto…
   Se la saqué de la concha que estaba completamente roja y volví a sentarme sobre su pecho para pajearme bien rápido encima de su cara. “No salí. Soltame” me dijo ella enojada. Pero no le hice caso. Cada vez me calentaba más. Ella movió la cara hacia un costado y yo se la agarré con la mano para que pudiera recibir todo mi semen en la boca. Lo escupió y volvió a exigirme que la soltara. “¡Soltame infeliz!” me dijo enojada.
   No la solté. Me paré y la miré desde lejos. Agarré el celular y le saqué una foto, después otra y una tercera mientras ella seguía ahí. Me volvió a pedir que la soltara, pero yo aproveché para armar los bolsos y vestirme. Al final la liberé y a pesar de sus insultos y de que me preguntara si estaba loco, solo le pude decir:
   - Chau Cin. Gracias pos todo.- Agarré las cosas y me fui.


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2 comentarios - Un ganador. Capítulo 45

PerversinXxx -1
En vez de sólo escribir deberías compartir fotos viejo un buen ejemplo las 3 que le hiciste a esta hembra
HistoriasDe
Fijate que al principio de cada post aclaro que el contenido es ficción y no real.
Un saludo
PerversinXxx +1
jajajaja es que solo lei lo ultimo XD
HistoriasDe
Está bien, no hay problema. Igual espero que te gusten los relatos.