Esta es la historia de Emanuel, un ganador de 24 años que tiene anécdotas muy interesantes para contar, llenas de chicas y amigas y por supuesto con muchas historias sexuales. Esta historia es ficción, sin embargo eso no quiere decir que no se basa en algunos hechos reales…
Capítulo 41: Fiesta de fin de año
El domingo siguiente a tremenda orgía los 6 acordamos en no contar nada a nadie. Yo estaba de novio con Eliana y ella no se podía enterar, Lean estaba con Victoria y no quería arruinarlo y Josefina aparentemente salía con un flaco y prefería que nadie se enterara. Pero lo que más nos preocupaba era el hecho de que nuestros propios amigos se enteraran. Al único que parecía no importarle nada era a Facundo, pero aceptó el hecho de que era algo bastante tirado de los pelos y decidió no decir nada.
Diciembre arrancó con calor y con exámenes. Por suerte fue solo la primera semana y como me venía preparando hacia tiempo no tuve problema en rendir bien y rápido. El trabajo se volvió complicado, como era siempre al principio de mes, pero al llegar la segunda se calmó muchísimo. Cintia, que seguía con su perfil de seductora sedienta de leche, me cedió la primera semana dado que estábamos a full de trabajo, pero el segundo martes del mes se apareció en la oficina buscando que me la cogiera un buen rato. Yo que soy muy difícil de convencer, estaba desnudo en tan solo 5 minutos.
- El sábado 20 me vuelvo.- Me dijo Eliana cuando fui al miércoles siguiente a su casa.- Mi mamá está preocupada por mi tía anda bastante enferma y quiere que pase navidad y año nuevo con ellos. Pero en enero te vengo a visitar un par de veces. ¿Dale?
Obviamente no me molestaba en lo más mínimo. Yo sabía que también se iba a coger con Tomás a pesar de que ya no aparecían tantos mensajes como antes. Pero al fin y al cabo se iba 3 semanas, y en 3 semanas hay muchas oportunidades para que algo pasara. No me preocupaba. Yo tenía a Cintia que se moría de ganar de que le diera mi leche.
El viernes 19 pasamos la última noche con Eli. Comimos algo tranqui, vimos una peli y después tuvimos una buena dosis de sexo, primero en el sillón y después en la pieza. Cuando terminamos nos quedamos charlando un buen rato, ella me contó un poco de las cuestiones familiares que tanto le preocupaban y de lo que tenía planeado hacer para las fiestas.
- ¿Sabés que tengo ganas?- Me dijo después de un rato de silencio.
- ¿De qué?- Le pregunté yo.
- Cuando vuelva quiero que te vengas a vivir acá.- Me dijo.- Como que ya vivimos juntos, pero me gustaría que lo hagamos definitivo.
La miré fijo a los ojos y comprobé que hablaba en serio. Nos besamos con ganas y después de que ella me mirara de nuevo le dije “Dale” convencido del paso que estábamos a punto de dar. Se empezaba a poner en serio, lo cual me dejó pensando. ¿Qué quería yo con Eli? Teníamos 23 y 20 años, ¿estábamos listos para poner las cosas en serio? ¿O solo queríamos divertirnos? Pero lo que más me tenía que preguntar en ese momento, no me lo pregunté: ¿Qué quería yo con Eliana?
Me emocionó la idea de irnos a vivir juntos, de finalmente trasladarme. A pesar de que dormía unas 5 veces a la semana en su casa, esto iba a ser otra cosa. El sábado se fue y obviamente nos despedimos con una sonrisa en la cara y una promesa de retomar el tema apenas volviera de viaje. Llegué a casa y enseguida le conté a los chicos, que entre cargadas y felicitaciones todos coincidieron en que tenía que ser lo mejor que podía hacer.
La semana siguiente fue corta. Lunes, martes y miércoles fui a la oficina, pero fue más simbólico que otra cosa, ya que lo que hicimos fue poner fin a ciertas cuestiones y hacer un análisis del año. Roberto prometió buscar a alguien para que me diera un mano en Enero y Cintia en broma le pidió que fuese fea, y a pesar de las risas a él mucho no le gustó el chiste. Ese miércoles salimos de la oficina y ella me acompañó a la cochera donde tenía el auto y me dijo que si quería podíamos vernos el 25 para que me diera un regalo. Le dije que después hablábamos.
El 24 a la noche nos juntamos con la familia en casa y festejamos Navidad. A las 00 obviamente nos dimos los regalos y recibí un mensaje de Eli deseándome “Feliz Navidad”. Al día siguiente hablamos por teléfono y me contó que estaba con algunas amigas en la pileta, que al día siguiente tenían una fiesta de fin de año en una casa y que me extrañaba mucho, lo cual yo le creí. El sábado 27 a la noche no se armó nada. Llovía un poco y a pesar de eso Eliana me mandó algunas fotos de la fiesta. Ella vestida muy sexy, sus amigas igual, tomando alcohol, bailando apretadas… Pero no fue hasta que entré al face y vi una foto que había subido una amiga suya, la única que yo tenía en Facebook. Estaba ella con otras dos chicas en primer plana, pero al fondo, en una esquina y muy poco visibles, estaban Eliana y Tomás, abrazados y con sus bocas a muy poca distancia. “Te extraño” me había dicho por teléfono hacía 24 horas… Y yo se lo creí…
- ¿Qué haces acá?- Me preguntó Cintia cuando bajó a abrirme la puerta.
- Quiero mi regalo de Navidad.- Le dije serio.
Ella me sonrió y se corrió para que entrara. Subimos al edificio y ya en el ascensor nos comimos la boca. Cintia tenía puesto un short de entre casa y una musculosa vieja pero muy reveladora. La empujé contra la pared y le comí la boca de un beso mientras mis manos iban desde su cintura hasta sus tetas. Cuando se las apreté bien fuerte ella me miró con cara de sorpresa, pero enseguida se prendió al juego.
Llegamos al departamento y casi sin soltarnos nos tiramos en el sillón tras cerrar la puerta a las apuradas. Ella estaba acostada boca abajo, y yo me enredaba entre sus piernas y sus brazos mientras no separábamos los labios. Sus manos subieron y bajaron por mi cuerpo varias veces levantándome la remera y acariciando mi espalda. Yo hice lo mismo, apretándole las tetas y pasando mis dedos sobre su pancita. Pero el manoseo no nos era suficiente.
Ella me sacó la remera y yo le copié el movimiento. Me empujó hasta que quedé sentado en el sillón y se puso encima de mí, refregándome las tetas por la cara. “¿Vos querés hacerme la cola?” me preguntó mientras se movía de izquierda a derecha haciendo que sus gomas pasearan en frente mío. “Si mi amor” le respondí apretándole bien fuerte el culito. “Entonces me vas a tener que calentar al palo papi” me dijo ella agachándose para quedar frente a frente y después me dio un beso bien apasionado.
La agarré bien fuerte de la cola y me levanté con ella encima, que rápido me envolvió con sus brazos y sus piernas. Nos llevé hasta la pared más cercana y nos seguimos besando bien caliente. Ella empezó a moverse hacia arriba y hacia abajo, mientras yo la ayudaba con las manos sobre su colita. Le fui besando el cuello y el pecho con cada movimiento que dábamos y la temperatura empezaba a subir.
- Vamos a tu pieza con el aire.- Le dije soltándola para que se parara.
Ella encaró directo a la habitación y prendió el aire mientras yo me terminaba de desvestir dejando la ropa en el sillón. Entré unos segundos más tarde y ella estaba acostada en la cama boca abajo, en tanga y con la colita parada. “Que linda cola” le dije sentándome al lado de ella y subiendo mis manos desde sus muslos hasta sus cachetes. Ella estiró su brazo y agarró mi verga que de a poquito iba tomando forma. Me paré y me arrodillé sobre la cama entre sus piernas abriéndoselas lo más que pude. Su culito y su conchita se abrieron también. Me incliné hacia adelante y corriéndole un poquito el hilito empecé a lamer.
No hubo tranquilidad, ni sensualidad. Enseguida comencé a chupar con ganas y pasando mi lengua hacia arriba y hacia abajo de manera desaforada. Cintia se abría la cola con las manos y yo usaba las mías para tocarle todo el cuerpo. Me posé sobre su conchita y mientras le lamía el culo le fui metiendo los dedos. Uno al principio, dos después y tres para terminar. Se los metía y se los sacaba bien rápido, mientras movía me lengua por todos lados. Ella gemía y suspiraba de placer.
- ¡Cogeme papi! ¡Cogeme!- Me gritó al cabo de unos minutos.
La puse en cuatro y sin dar vueltas se la metí. La tomé de la cintura bien fuerte y me la empecé a coger con ganas, moviendo mi cuerpo hacia adelante y hacia atrás bien rápido. Mi pija salía y entraba de su concha casi en su totalidad y la tanga, que estaba simplemente corrida hacia un costado, me rozaba cada vez que iba a fondo. Mis muslos golpeaban bien fuerte sobre su cola y ella gemía con cada golpe que daban. “¡Ay sí papi sí!” gritaba de placer.
Después fui yo abajo. Me acosté en el colchó mientras ella se terminaba de sacar la tanguita y se sentó sobre mi de frente y apoyando sus manos sobre mi pecho comenzó a moverse. Usó un poco la sensualidad al principio, hacia adelante y hacia atrás, en forma de círculos y de a poquito iba sumando velocidad. Cuando ya me empezó a coger en serio, levanté un poco mi cuerpo y apoyé mis manos sobre su cola y fui acompañando cada uno de sus movimientos. “¡Que loca que me pones!” me dijo ella mirándome firme y mordiéndose los labios.
Minutos más tarde se levantó y se acostó boca arriba de forma horizontal en la cama. Yo me arrodillé sobre el piso y la traje hacia el borde. Le levanté las piernas y ella apoyó los pies sobre mis hombros, quedando su conchita a centímetros de mi cara. Pero yo quería más que su conchita. Se la empecé a chupar despacito, pero la saliva que caía iba directo a su colita, que con ayuda de un dedito se iba abriendo. Cintia movía la cintura en señal de placer y apretaba bien fuerte el borde de la cama con sus manos. El dedo de a poco se fue moviendo cada vez más rápido. Después fueron dos.
Me paré y volví a levantarle las piernas, las cuales las apoyó sobre mi cuerpo. Apoyé mi pija sobre su cola y fui haciendo presión hasta que estuvo bien adentró. La agarré de las piernas y me la empecé a culear. Al principio tranquilo, pero ella me pedía más y yo quería darle más, así que enseguida la estaba cogiendo bien fuerte. Cintia se tocaba todo el cuerpo, se apretaba las tetas, se acariciaba la conchita y se daba placer tocándose el clítoris. Gemía y gritaba de placer con cada movimiento que daba. Mi verga entraba y salía de su cola bien rápido, dándome un placer que hacía tiempo no había sentido. “¡Ay sí! ¡Cogeme la cola papi!” Gritaba ella entre gemidos y manoseo. La estaba pasando excelente.
Le saqué la verga y le solté las piernas y me empecé a pajear rápido para acabarle una enorme cantidad de semen en la conchita y las piernas. Ella se apretó bien fuerte las tetas mientras mi leche caía por su cuerpo y le entraba en la cola abierta. La miré unos segundos y me calenté más todavía, verla ahí acostada, con las piernas abiertas, la concha y el culo llenos de mi leche, sus manos sobre sus tetas, mordiéndose los labios y con los ojos cerrados disfrutando de mi orgasmo.
- ¿Vámos a pegarnos una ducha?- Le pregunté.
- Dale.- Me dijo ella abriendo los ojos.- Igual, no te relajes. Todavía tengo ganas de más.- Agregó antes de que nos metiéramos a bañar.
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